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lunes, 30 de julio de 2018





Engañando a la Inquisición



A lo largo de la historia inquisitorial de nuestro país, el mundo de los conversos de judíos, ha sido siempre el grupo ha perseguir por antonomasia. Miras los autos de fe, salvo excepciones, y estos reos van a ser, los más numerosos a la hora de pasear por las calles con sus sambenitos en dirección al cadalso donde escucharían su temerosa y temida sentencia. La vigilancia del Santo Oficio sobre ellos era más que evidente, ya que la conversión de muchos de ellos al cristianismo no convencía a la Santa Inquisición. Por estas y otras razones la historia nos demuestra, que algunos conversos de judíos que habían sido cazados por haber practicados ritos mosaicos, eran tan atrevidos en sus rituales, que estos eran capaces de desafiar al mismísimo tribunal eclesiástico, delante de sus mismas narices.



Esto fue lo que hizo en 1603, un portugués llamado Sebastián Rodríguez, quién fue capaz de crear en el propio recinto carcelario de la Inquisición de México, una conmemoración judía celebrando la Suca, también conocida como fiesta de las cabañas o cabañuelas delante de los inquisidores sin que estos descubriesen el motivo de tal evento.

Fiesta de las cabañuelas


Esto fue lo que sucedió con Sebastián Rodríguez, según nos cuenta su propio proceso inquisitorial.



Sebastián Rodríguez



Sebastián había nacido en Portugal, en el año 1573, en un pueblo llamado San Vicente Davera, pero abandonó su casa a la edad de siete años, para trasladarse hacia Sevilla (España), donde trabajó en la tienda de su tío Antonio Rodríguez, quien le había enseñado a leer y escribir.



A los catorce años de edad, en el año 1587, se embarcó hacia la Nueva España (nombre anterior de México) y se asentó en la ciudad de Puebla, en la casa de un pariente lejano, también portugués, de nombre Guillermo Rodríguez, el cual lo enviaba a los pueblos aledaños a vender ropa. A los dieciséis años se independizó y comenzó a trabajar por su cuenta.



A los dieciocho años se casó con su prima Constanza Rodríguez, que era siete años mayor que él. Previo a la boda, su cuñado Domingo Rodríguez, y Manuel de Lucena, llevaron a Sebastián al campo y le enseñaron muchas de las Halajot (leyes y tradiciones) de la Torá respecto al matrimonio y la vida judía, aunque él ya tenía algunas nociones de estas.


Estrella de David

Pero sus principales maestros, de quienes aprendió las leyes de la Torá, fueron Luis de Carvajal (El Mozo) y Sebastián de la Peña. Durante largas caminatas en compañía de sus maestros, analizaron juntos los distintos pasajes de la Torá. Luis de Carvajal, siempre llevaba oculto entre el forro y el fieltro de su sombrero, varios escritos con pasajes y leyes de la Torá, y de esa manera podía enseñarles a sus alumnos.



En 1596, cuando apenas había cumplido veintitrés años, y por la acusación de un tal “Pedro de Reparo” en su contra, Sebastián Rodríguez fue detenido en la ciudad de México junto con su esposa Constanza. Fue llevado a las cárceles de la inquisición en la plaza Santo Domingo, que hoy es la calle de Donceles y Brasil, muy cerca del Zócalo actual. Su castigo fue reclusión perpetua, y la confiscación de todos sus bienes.


Grilletes Inquisitoriales

Durante los primeros tres meses de sus interrogatorios, Sebastián guardó absoluto silencio, por lo cual lo mantuvieron encadenado a unos grilletes de manos y pies. Luego de esos tres meses de tortura, Sebastián confesó que profesaba la Ley de Moisés. Fue entonces que le quitaron los grillos, y lo pusieron en una celda junto a Luis Díaz, que operaba como espía de la inquisición. Luis Díaz, apodado luego como “El Malshín” (delator), informó a los inquisidores que su compañero de celda, Sebastián, “judaizaba”, esto es: que no consumía la carne que le servían, ni barría el piso de su celda los sábados, que se lavaba las manos antes de consumir el pan, y que rezaba todos los días en dirección al este, hacia Jerusalén, con la cabeza cubierta.


Como consecuencia de este informe Sebastián fue llevado ante los inquisidores para que declarase la verdad, pero como este negaba las acusaciones que le habían imputado, se procedió nuevamente a la tortura. Esta vez con el instrumento de tortura llamado “el potro”. Después la quinta vuelta del cordel, Sebastián declaró que él judaizaba y que se comportaba como judío, pero que “se arrepentía de haberlo hecho”


Potro de la Inquisición


Se acercaba la fiesta de Sucot (cabañas) del año 1603, y Sebastián Rodríguez, su esposa Constanza Rodríguez y su pequeño hijo Domingo, llevaban ya siete años encerrados en las cárceles de la inquisición conocida como “La casa Chata”.



Sebastián no quería dejar de cumplir con el precepto bíblico de celebrar la fiesta de Sucot, y por lo tanto, busca la manera de poder construir una Sucá (cabaña), en el mismísimo patio de la cárcel, frente a las narices de los inquisidores Alonso de Peralta y Gutiérrez Bernardo de Quirós.



A principios del mes de septiembre de 1603, el conde de Monterrey y virrey de la Nueva España, le otorgó al capitán Esteban Lemos, una condecoración especial. Esteban Lemos desempeñaba sus labores en el palacio de la inquisición, como notario de secuestros del santo oficio.



Aprovechando este reconocimiento que le habían otorgado a Lemos, Sebastián Rodríguez “decidió honrarlo, y dedicarle una fiesta en su honor”. Los inquisidores le dieron el permiso necesario para ello, e incluso aprobaron la fecha del 21 de septiembre y la lista de invitados propuesta por el reo Sebastián. Sin embargo, la verdadera intención de esa fiesta, no era otra que poder hacer una Sucá, y así poder cumplir con la Torá y sus preceptos divinos.



Para este evento, Sebastián solicitó que le trajeran una gran cantidad de ramas. Los mismos inquisidores enviaron a cuatro indios a buscar las ramas para preparar “la supuesta fiesta”. Inmediatamente se comenzó con la preparación y decoración en el patio de la cárcel, conocido hasta hoy como “patio de los naranjos”, y se procedió a colocar las ramas por arriba de las cuatro paredes del patio. Y así Sebastián Rodríguez con siguió tener su propia Sucá, teniendo como invitados a los mismos inquisidores, sin que estos se dieran cuenta que delante de ellos se estaba festejando una fiesta judía.

Cabañas actuales para la fiesta del Sucot


Para aquella “ocasión especial”, se había preparado una rica comida, que incluía pollo como plato principal. Sebastián se preocupó que las gallinas fueran faenadas con la Shejitá (faena ritual judía), algo que se había organizado fuera de la cárcel.




Y así fue que el día 21 de septiembre de 1603, Sebastián Rodríguez, junto a su esposa Constanza, y varios judíos más que estaban presos en la cárcel de la inquisición, pudieron festejar la fiesta de Sucot, comiendo en la Sucá y festejando esta hermosa fiesta con cantos y alegría. Y todo esto frente a las narices de los inquisidores, quienes ignoraban que estaban consumiendo comida Kasher dentro de la Sucá.


El día 2 de junio de 1606, Sebastián Rodríguez, su esposa Constanza Rodríguez, y su hijo Domingo, fueron dejados en libertad.



Hoy, 415 años más tarde, la arriesgada decisión de Sebastián Rodríguez de construir una Sucá dentro de la cárcel de la inquisición es un ejemplo inspirador de la determinación del pueblo judío de mantener y cumplir con la Torá donde quiera que estemos, desafiando incluso a la terrible inquisición española en México.


Esta historia se encuentra registrada en el archivo general de la nación de México, que se encuentra en el palacio de Lecumberri. Proceso contra Sebastián Rodríguez, y Constanza Rodríguez por judaizantes. México 1595-1596 inquisición, vol 154, exp.2