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martes, 30 de octubre de 2018


La Moza Judía de Herrera del Duque




En el siglo XV vivían en Extremadura numerosas comunidades de judíos y conversos. La expulsión de los judíos de España no extirpó por completo la tradición judía, sino que la vida criptojudía prosiguió en diversos centros de conversos, aunque sin la dirección de líderes y asesores espirituales judíos. Cuando la Inquisición extendió sus redes por toda España, hubo que fundar un tribunal especial que funcionara en Extremadura y más concretamente en Guadalupe, en Puebla de Alcocer y en Belalcázar en 1484.

La institución de la Inquisición fue un duro golpe para los conversos, pero de forma inesperada hallaron consuelo y esperanza en una niña que, como surgida de las cenizas, apareció con la promesa de la redención, proclamando que en marzo del 1.500 vendría el Mesías para redimirlos, llevándolos como en el Éxodo a la Tierra Prometida.

Esta niña se llamaba Inés, y su profecía se extendió mucho más allá de los límites de Extremadura, para consuelo del corazón de los conversos que vivían al oeste de la meseta de La Mancha, y hacia el sur, hasta la ciudad de Córdoba.

Inés, hija de Juan Esteban, zapatero y curtidor, nació alrededor de 1.488 en Herrera del Duque. Su madre, cuyo nombre se desconoce, murió cuando Inés era pequeña, y su padre contrajo matrimonio con su segunda esposa, Beatriz Ramírez. Las visiones y profecías de Inés estaban muy relacionadas con la muerte de su madre, porque la niña afirmaba que la difunta la acompañaba en sus ascensos a los cielos y en sus viajes por el reino celestial. Todo comenzó en el otoño de 1.499, y la niña no fue arrestada por la Inquisición hasta abril del 1.500.



Juan de Segovia uno de sus fieles seguidores, confesó ante el tribunal de la Inquisición que en septiembre de 1.499, cuando iba de Toledo a Herrera para comprar pieles curtidas, se encontró con otro zapatero llamado Lope Donoso que le habló de la ascensión de Inés a los cielos. Posteriormente Inés fue arrestada por la Inquisición, la llevaron a Toledo y el tribunal la interrogó entre los meses de mayo y julio de 1.500.

Los documentos del juicio de Juan de Segovia, habitante de Toledo, entre otros, proporcionan valiosa información sobre la niña profetisa y el importante efecto que produjo en los hombres, mujeres y niños que creyeron en la autenticidad de sus visiones y se esforzaron por cambiar su vida siguiendo su consejo profético. Por ejemplo, un tejedor de nombre Pero Fernández de la población vecina de Chillón, presentó un largo testimonio sobre Inés. Según él, Inés relató que había visto a su madre muerta. Inés le dijo a Pero Fernández que se le había aparecido una claridad, y que le avisó de la venida de Elías por mandato divino para predicar a los conversos que debían salir de España hacía una tierra donde encontrarían pan y fruta. Pero Fernández no fue el único que recibió esta agradable noticia, ya que numerosos conversos y vecinos del pueblo prestaron atención a la niña, como Juan de Segovia.[1]

Estos testimonios de Juan de Segovia y Pero Fernández de Chillón dan una idea aproximada de las profecías de Inés y de sus sueños, que reflejaban no solo sus propios pensamientos y aflicciones, sino también el ambiente imperante entre los conversos después de la expulsión.

Estas profecías debieron de producir un efecto tremendo en los conversos porque, con un pretexto u otro, muchos de ellos fueron en peregrinación a Herrera para averiguar la verdad acerca de ellas y para hablar con la profetisa en persona. Muchos de ellos, zapateros y curtidores, fueron a Herrera con el pretexto de comprar pieles, pero una vez allí iban a hablar con el zapatero Juan Esteban, quien los invitaba a su casa para que conocieran a su hija. Corría el rumor de que la niña había traído tres regalos del cielo: una espiga, una aceituna y una carta.

Era inevitable que estos acontecimientos provocaran gran conmoción y los conversos comenzasen a ayunar y a respetar los diez mandamientos y los preceptos de la ley de Moisés. Los sábados se ponían sus mejores ropas y dejaban de trabajar, esperando la llegada milagrosa del Mesías. Todas estas personas creían que muy pronto las conducirían a la Tierra Prometida, con las mismas ropas que llevaban puestas. Para esos conversos que serían conducidos a la Tierra Prometida, Dios haría descender a la Tierra la ciudad maravillosa que había creado para ellos, donde vivirían en gozosa abundancia. Elvira Núñez, la esposa de Ruy Sánchez, hizo la descripción de la ciudad: veía una ciudad próspera, con las mesas dispuestas y el pan horneado para que lo comiesen los conversos que llegarían hasta allí. Por último, creían que tan majestuoso ágape se serviría cuando llegara el Mesías. Aquí podemos encontrar una alusión al monstruo marino “leviatán”, capturado por esas fechas en la costa de Portugal.[2]



El profeta Elías, que anuncia la llegada del Mesías, figura no solo en los sueños místicos de Inés, sino también en las visiones de otra profetisa, una tal Mari Gómez de Chillón, una aldea próxima a Herrera. Ella también decía que había ascendido al cielo, donde había ángeles y estaba el profeta Elías predicando. Además, el profeta llevaba de la mano a la nieta del patriarca Jacob. Allí vio también a Inés, la hija de Juan Esteban, y a otra mujer de Córdoba.

En el caso de la profetisa Inés, vale la pena examinar con quiénes se paseaba por el jardín del Edén y si entre ellos tenían algo en común.

Como es bien sabido, el profeta Elías subió al cielo en un carro de fuego, al igual que Serach, la nieta del patriarca de Jacob. Lo más notable del relato de esta visión es que demuestra que el conocimiento del midrash seguía vivo en un lugar tan remoto de Extremadura después de la expulsión de los judíos de España. Este relato es un testimonio único de lo profundamente arraigado que estaba el conocimiento de los principios judíos entre los conversos, como consecuencia de su educación judía.

Los conversos creían firmemente en su redención inmediata e imaginaban para sí mismos una vida futura de dicha y abundancia. El caso de Fernando de Belalcázar, residente en Herrera, demuestra lo firme que era esta convicción en el corazón de los conversos. Parece que Fernando de Belalcázar había ido a Siruela para transmitir a los conversos de aquella comunidad la noticia de que Inés había estado en la Tierra Prometida y había regresado con los claveles y un manojo de alcacer.[3] El alcacer es la parte verde de la cebada que se utiliza como forraje para el ganado en Extremadura. Puede que la relación de esta planta en particular con los animales domésticos, contribuyera a popularizar la imagen de Inés como pastora que no abandonaría a su rebaño de conversos.

Los documentos del juicio de otro converso, Rodrigo Cordón de Siruela,[4] proporcionan la fecha de la redención esperada: se creía que tendría lugar en marzo del 1.500. El ángel anunciador tenía que aparecer el ocho de marzo, y al día siguiente todos estarían en camino. Esto ocurriría porque, como revelaban los testimonios, la fecha significaba un milenio y medio milenio en el cálculo de la venida del Mesías. Con la llegada del Mesías habría un perdón general para este pueblo de conversos, por haber pecado cuando los obligaban a vivir como cristianos; a pesar de sus pecados, el Mesías tendría gran compasión de sus sufrimientos y también ellos irían a la Tierra Prometida. La palabra pueblo tenía un significado especial para los conversos, porque los vinculaba con la tradición del pueblo elegido.

Otra declaración que se hizo en el juicio de Rodrigo Cordón indica que Inés les dijo a los conversos que el propio Dios los conduciría a la Tierra Prometida y que todos tendrían que ir, quisieran o no. Un lunes, una voz celestial anunciaría la llegada del Mesías, y el jueves siguiente todos irían a la Tierra Prometida. Pero tendrían que atravesar un río, en el cual deberían dejar atrás todas las joyas que tuvieran para cruzarlo vestidos solo con prendas blancas. Este testimonio sugiere, una vez más, un profundo conocimiento de la Biblia por parte de los conversos, en este caso de la historia del éxodo de Egipto, que de este modo proporciona autoridad bíblica al cruce previsto del río hacia la Tierra Prometida. Según Rodrigo Cordón, el día anterior a la llegada del Mesías y la partida de los conversos hacia la Tierra Prometida[5] se producirá una pelea entre dos frailes, en la cual uno de ellos representaría a la fe cristiana mientras que el otro, que saldría victorioso, defendería la fe judía. Esta disputa ilusoria reflejaba con gran intensidad las esperanzas de los judíos en España.

Abundantes signos del cielo confirmaron a los conversos la verdad de su expectativa. Rodrigo Cordón le dijo al converso Diego García de Siruela, que un ángel luminoso en todo su esplendor permaneció sobre una cama en casa de su vecino sin pronunciar una palabra. Allí y en Talarrubias solían reunirse los conversos ataviados con sus mejores ropas, para mirar el cielo en busca de señales de la llegada del Mesías. Muchos soñaban que habían visto estrellas en el cielo durante el día. Hubo meses de excitación y conmoción en las aldeas y los lugares de Extremadura donde residían los conversos, ya que cada persona trataba de vivir de acuerdo con los preceptos de la ley mosaica, en la medida de lo posible. Sin duda, sus acciones llamaron la atención de la Inquisición y muchos de ellos fueron arrestados y llevados a juicio, mientras que otros consiguieron huir a Portugal haciendo añicos sus esperanzas de redención.



Pero no fueron hombres y mujeres los únicos conversos que creyeron en las profecías de Inés. Muchos niños se sumaron al movimiento que ella creó con la esperanza de ser conducidos a la Tierra Prometida, donde miles de jóvenes esperaban a las doncellas conversas para casarse. Su juventud no les protegió de la Inquisición y, al igual que sus mayores, niños y niñas fueron arrestados y llevados ante el tribunal de la Inquisición de Toledo para interrogarlos. Una de ellas fue Inés García Jiménez,[6] arrestada el treinta de septiembre del 1500, aunque tuvo que esperar hasta el ocho de marzo de 1501 para que se le designara un tutor, porque sólo tenía nueve años. Esta Inés es la tercera hija de Marcos García, un herrero de Puebla de Alcocer, y de su esposa, Leonor Jiménez. Su padre fue testigo de cargo en el juicio de otro Marcos García, un tintorero de Herrera que leía libros a los conversos, probablemente la Biblia y tal vez otras obras. Esta niña ayunaba con sus hermanas y juntas esperaban la llegada del Mesías. Siguiendo las instrucciones de su tutor, Inés García confesó y el dieciséis de marzo la sentenciaron: la condenaron a hacer penitencia y a participar en un auto de fe, y después la entregaron a una familia muy cristiana para que la reeducara.

Otro joven seguidor de la profetisa Inés fue Rodrigo, hijo de Juan López, cuya edad en el momento de su arresto y juicio en 1500 se desconoce. Rodrigo confesó que había ayunado porque Inés se lo ordenó. Dijo al tribunal que el zapatero López Sánchez, esposo de Elvira González, de Puerto Peña, lo había convencido de que Inés realmente había ido al cielo y que le prometieron que su difunta madre resucitaría si él ayunaba. Rodrigo obedeció la orden de Inés de que ayunara, y también se unió al grupo que buscaba en el cielo la señal del Mesías. Los jueces aceptaron la confesión del niño, pero de todos modos lo condenaron a prisión perpetua.[7]

El tercer niño, también de Puebla de Alcocer, se llamaba Juan González, hijo de Juan González Crespo. Su hermano mayor, Alvar González, lo convenció para que creyera en Inés cuando iban hacía Herrera a comprar pieles cerca de la Navidad de 1499. Alvar González, le contó la ascensión de Inés al cielo y le dijo que allí se había encontrado con un ángel. Después de permanecer un tiempo en Herrera, regresó a Puebla de Alcocer y comenzó a obedecer la mitzvah, a respetar el sábado, a ponerse una camisa limpia ese día y a comer matzá durante la Pascua. El niño huyó después de los primeros arrestos efectuados por la Inquisición en Herrera, pero luego regresó y entonces lo arrestaron y juzgaron. El cuatro de marzo de 1501 lo pusieron bajo la tutela de Diego Téllez, el famoso letrado que defendió a numerosos conversos en Toledo. Fue él quien convenció al niño para que confesara. La consulta de fe se reunió el doce de marzo de 1501 y decidió volver a aceptarlo en el seno de la Iglesia, obligándolo a hacer penitencia.[8]

Mientras que estos niños se vincularon con Inés fundamentalmente por imitar lo que hacían sus padres y los adultos que vivían en sus casas, los de la aldea natal de la profetisa de Herrera tuvieron una participación más inmediata en la excitación que generaron Inés y sus visiones. Se reunían en torno a ella, a jugar, cantar y bailar. Rodrigo, que testificó de estos juegos, cantos y danzas, era hijo del herrero Fernando Sánchez y de su esposa María García; en la primera hoja de los documentos de su juicio figura la sentencia de la Inquisición: hacer un abjurar de vehementi y prisión perpetua.[9] Beatriz era huérfana, porque su madre murió siendo ella muy niña; la entregaron al secretario Luís de Toledo y su esposa Juana García para que la educaran, trabajara y viviera con ellos. Beatriz era familiar de Inés y en la época de sus profecías tenía unos quince o dieciséis años. Inés le prometió que se reuniría con su madre muerta en la Tierra Prometida. También le enseñó los principios de la ley mosaica y los ritos y preceptos judíos. Tras su arresto, Diego Téllez fue su letrado y volvieron a admitirla en la Iglesia, probablemente después de abjurar y hacer penitencia.[10]

Otras cuatro niñas de Herrera con edades comprendidas entres los diez y los trece años, fueron juzgadas por seguir los principios de la profetisa: Isabel, hija de Rodrigo de Villanueva y de Isabel de la Fuente. El caso de Isabel llama la atención porque fue su propia madre quien la denunció a la Inquisición.[11]



Lo mismo ocurrió con la otra familiar y amiga íntima de Inés, Beatriz, hija de Rodrigo de Villanueva. Es posible que las dos niñas se hicieran más amigas por compartir el sueño de encontrar un novio en la Tierra Prometida entre los jóvenes que esperaban a las novias conversas. Sin duda, casarse era un deseo que las niñas acariciaban, pero que sabía que no se cumpliría mientras estuvieran en España.[12]

La otra Isabel no era más que una niña de apenas diez años cuando fue denunciada por una de las seguidoras de la propia Inés, Inés López, y fue arrestada el cinco de enero de 1501. Como las otras dos niñas, esta Isabel fue aceptada otra vez en la Iglesia, y tuvo más suerte que Beatriz Alonso que, con trece años, era la mayor del grupo. Tal vez, los inquisidores fueran más severos con esta Beatriz porque sus padres, que se encontraban entre los seguidores más fervientes de Inés, para salvarse habían huido a Portugal abandonando a su hija. A instancias de sus padres, Beatriz se afianzó en sus convicciones y se comprometió más con las prácticas judaizantes. La niña incluso tuvo sus propias visiones. Alegando en su defensa que la niña había sido abandonada, Diego Téllez la salvó de la hoguera, pero no de la sentencia perpetua.[13]

Inés, la niña profetisa que consiguió infundir esperanzas en el corazón de los conversos de Herrera del Duque, su pueblo natal, y después en muchos pueblos más, aldeas y localidades; se tuvo que enfrentar a la Inquisición. Tras la expulsión de los judíos de España, lo único que les quedó a los miembros de la comunidad de conversos que permaneció en el país fue cultivar una esperanza de redención con la llegada del Mesías que los conduciría a la Tierra Prometida. Pero la niña que infundió esperanza en el corazón de los conversos no vio documentos del juicio de Juan González de fecha tres de agosto del 1500, antes de ese día, la hija de Juan Esteban, la moza profetisa de Herrera, había muerto quemada en la hoguera.[14]





[1] AHN. Inquisición de Toledo. Legajo 184, exp. 6
[2] Ibíd. 169, exp. 6
[3] Ibíd. 137, exp. 11
[4] Ibíd. 139, exp. 15
[5] Ibíd.
[6] Ibíd. 158, exp. 2
[7] Ibíd.  176, exp. 12
[8] Ibíd. 158, exp. 17
[9] Ibíd. 176, exp. 13
[10] Ibíd. 137, exp. 9
[11] Ibíd. 158, exp. 6
[12] Ibíd. 137, exp. 8
[13] Ibíd. 137, exp. 9
[14] AHN. Inquisición de Toledo. Legajo 184, exp. 6




Las Ánimas del Purgatorio en Tierras de Extremadura




A lo largo de la historia, las comitivas de almas en pena han sido motivo de terror para la mayoría de los mortales. Es de sobra conocida la leyenda que circula por las tierras gallegas acerca de una compañía de almas en pena que deambulan por las noches. Siempre se ha creído, por aquellos que daban fe de estos acontecimientos, que aquel que se encuentre con ella recibirá la muerte al poco tiempo. Se ha intentado dotar a estos relatos de un significado, ya sea religioso, ya sea superstición o, incluso, bajo nivel cultural; sin embargo, el misterio persiste y en determinadas zonas aún se cree ciegamente en la existencia de este fenómeno. Pero, ¿qué es la Santa Compaña, y por qué lo arraigado de su creencia? Aunque existen muchas formas de contar las historias acerca de este suceso, según una versión clásica de estos fenómenos, la Compaña marcha en dos hileras, los espectros van vestidos de blanco y caminan descalzos. Siempre figura al frente un vecino vivo que porta una cruz y un caldero con agua bendita entre sus manos. Existe, además de las hileras de fallecidos y del vecino vivo, la figura de un campanillero, quien suele ser una persona viva atrapada por la comitiva y que está obligado a no mirar atrás nunca. Por último, cierra la manifestación la persona que va a morir.

En las Hurdes extremeñas, la superstición extendida sobre esta creencia es que las ánimas desfilan en procesión los jueves a las doce de la noche, cubiertas hasta los pies con unos raídos sudarios blancos y llevando en la mano una vela. Siempre hacen un viaje de ida y vuelta y no se las debe molestar ni interceptar, porque eso acarrearía la muerte inmediata del que lo hiciera.


Según la tradición, las ánimas van acompañadas de espíritus maléficos que tratan de llevarse algún vivo con ellos, aunque eso queda sin efecto si al difunto se le enterró mirando a poniente. En tierras de Extremadura, la Santa Compaña o la procesión de ánimas fue una realidad que atraía a muchas personas, sobre todo cuando alguien decía haber visto a tales elementos en la noche. La Iglesia no aceptaba esa falsa realidad de los hechos que se contaba, aunque en torno a ellas tenía montado un pletórico y exuberante negocio.

El ejemplo más claro de estas visiones de espectros en procesión lo tenemos en nuestro primer visionario de ánimas, un hombre que las veía y que fue delatado por contar tal historia ante quienes iban a ser sus propias delatoras, tres mujeres mayores vecinas todas del Valle de Matamoros.

Blas Rodríguez

“Vecino de Valle de Matamoros, jurisdicción de la ciudad de Jerez de los Caballeros, fue testificado por tres testigos mujeres mayores y singulares, de que el mismo decía: “que veía las ánimas del purgatorio, y que los sábados salían a réquiem con velas en las manos, y aconsejó a una de las dichas mujeres, diese un vestido a un pobre porque con aquel mismo vestido se abrigaba el ánima de su marido y le persuadía que no llorase, porque eso le daba pena a su marido y con sus lagrimas apagaría la lumbre de la vela que llevaba”.

Se calificaron estas proposiciones por herejía sapientes propias de los errores de Lutero. Que las ánimas no se podían ver porque eran incorpóreas, y que es escandaloso y blasfemo que se de a entender y que se le revelan estas cosas. Se mando con la información recibida hacer su causa, y durante la misma dijo: “que lo decía por ignorancia y porque le tuviesen en algo. Que no había visto ánimas ni creyó nunca cosa alguna de los errores que había dicho, sobre todo, porque es cristiano católico. Concluyó su causa definitivamente, y vista en consulta con el ordinario en conformidad se votó: salga en auto público de fe en forma de penitente y abjure de levi.[1]





Otra visionaria de ánimas fue una mujer de Fregenal llamada Isabel González, más conocida en la villa como la “Tetila”. Dicha espiritada va a ser denunciada por un sacerdote, a quien la hermana de éste le transmitirá la particular visión de estos espectros a la vista de la convicta de Fregenal. Pero, eso sí, las apariciones de ánimas que verá la rea no las visionará como nuestro anterior condenado, sino que las percibirá de una forma totalmente diferente. La imaginación que desarrollará la condenada es implacable, rigurosa y firme, siempre, claro está, desde sus astutas y pensadas visiones, lo que nos demuestra, una vez más, que el atraso, la ignorancia y el oscurantismo de los ciudadanos extremeño hacían que estos fuesen personas fáciles de manejar y manipular por la más que abúlica, dinámica y resolutiva picaresca.


Isabel González “Alias la Titila”


“Mujer viuda vecina de la villa de Fregenal, fue denunciada por un clérigo de la dicha villa, el cual, había oído decir a una hermana suya, que ella había escuchado contar a la dicha Isabel González alias la “Titila”: “que no había purgatorio sino que las ánimas andaban entre nosotros”, y que habiéndose muerto un clérigo se le había aparecido éste diciéndole: “bien me decías que no había purgatorio”.

Examinada la hermana del clérigo que es de edad de sesenta años, dice que la dicha Isabel González le había dicho que rezaba a las almas de los difuntos por saber donde estaban, y que veía y se le aparecían las ánimas de los tales difuntos de la manera que estaban diciendo, que unas ánimas venían con una saya de hierro y otras no con tanto trabajo, nombrando las ánimas de quienes eran. Y que tratando de eso la dicha Isabel González le dijo el testigo: “que como podía ella ver las ánimas de los difuntos, porque o van al cielo, al purgatorio o al infierno, y que así no las podía ella ver”. La dicha Isabel González le respondió, “que no había purgatorio” y diciéndole el testigo que era de fe que había purgatorio, respondió la rea, “que desde los siete años rezaba a las ánimas de los difuntos para que se le apareciesen y que se le aparecían, que unas estaban en las hogueras y otras por esas calles purgando los pecados”; y dice la testigo que no le dijo lo que rezaba ni ella se lo preguntó y que no hubo persona delante para oír lo que pasó entre ellas. Que la tiene por buena cristiana y que no se trata con ella desde hace cuatro meses por cierto enojo que hubo entre ellas, aunque lo que hubo fue de poca importancia. La rea confesó su culpa y se envió al tribunal”.[2]

Dos visiones de ánimas del purgatorio que no tienen nada que ver con las leyendas gallegas de la Santa Compaña, y es que en cada región, e incluso pueblos, las visiones de estos espectros se ven de diferente manera. De todas formas, en el caso hipotético de que alguna vez nos encontrásemos con esta procesión fantasmal y según cuenta la tradición, se deberá llevar a cabo una serie de rituales para nuestra protección que consistiría en:

-Apartarse del camino de la compaña, no mirarles y hacer como que no se les ve.

-Hacer un círculo con la estrella de Salomón o una cruz dentro y entrar en él.

-Comer algo.

-Rezar y no escuchar la voz ni el sonido de la compaña.

-Tirarse boca abajo y esperar sin moverse aunque la compaña le pase por encima.

-Jamás tomar una vela que nos tienda algún difunto de la procesión, pues este gesto condena a formar parte de ella.

-En último caso, echar a correr muy rápido.

Cuenta la leyenda, que la Santa Compaña no tendrá el poder de capturar jamás el alma del mortal que se cruza con ella, si éste se halla en los peldaños de una cruz situada en los cruces de caminos, o si porta una cruz consigo y logra esgrimirla a tiempo.

Si todavía existe algún lector que piensa que las ánimas del purgatorio y su mítica procesión de espectros se le puede presentar en cualquier momento, que tome nota de lo escrito anteriormente.

El siguiente caso no tiene desperdicio. La protagonista va a ser una mujer considerada santa, natural de Siruela, una beata que tenía montado en torno a sus visiones del infierno y almas de purgatorio un auténtico negocio para los sacerdotes de dicha localidad y para un convento de la población. Dicha condenada, como ya hemos indicado, estaba considerada virtuosa y santa, algunos sacerdotes de la población apoyaban su santidad, y eso condujo a que personas de pueblos cercanos llegasen hasta Siruela a venerar a dicha beata por su presunta “perfección”. Las ánimas del purgatorio hablaban con ella, y las mismas le pedían que sus familiares le diesen treinta, cien y doscientas misas para salvar su alma de dicho penar. La misma beata, apoyada por los sacerdotes que se abastecían de las misas solicitadas, iba consiguiendo junto a su confesor importantes cantidades de dinero que éste administraba. Pero dejemos que sean los propios documentos de dicha historia los que nos vayan desgranando la fingida santidad de María Pizarro, más conocida en su momento, como “La Santa de Siruela.” Una iluminada extremeña que vio apagada su aura de santidad a manos de la Inquisición de Toledo, sobre todo y ante todo, por ser cómplice junto algunos sacerdotes de la propagación y ejecución de falsos milagros y espurias visiones.




María Pizarro La falsa santa de Siruela.


“Viuda, vecina de Siruela en Extremadura, acusada por el fiscal de los delitos de hereje, supersticiosa, santa fingida, embustera, perjura, excomulgada, negativa, diminuta confidente, ficta y simulada penitente, fautora y encubridora de herejes. Sentenciada a reclusión en un hospital o convento durante cuatro años. Años 1635-1641.




En la villa de Siruela hay una mujer que se llama María Pizarro y es tenida por santa por las acciones que hace en vida. hata ella llegan gentes de muchas partes a visitarla, y algunos que miran esto con pasión, han reparado en que le consultan a ella el estado de las ánimas de sus seres queridos, dándoles a conocer, que algunas ánimas le faltan tantos años de pena y, que por ello es menester: que se diga tantas misas por su ánima y que se las den a decir al licenciado Francisco Camacho en cuya compañía está esta mujer.

El Santísimo lo recibe en una ermita que llaman del Calvario y que anteriormente lo recibía en la iglesia de la villa, y que por motivos de las grandes exclamaciones que daba y arrobos que tenía, se decidió, que lo tomase en dicha ermita donde suele estar más de cuatro horas. Allí entra en éxtasis. Que cuando vuelve a su casa viene siempre sola con éste clérigo y que no se la ve comer. Que al clérigo se le ha visto hacer algunos logros, sobre todo, porque ha sido notado en la villa, de cómo trata de santidad a la Pizarro y de que tenía 600 ducados de rentas solo de hacer ejecuciones y notificar excomuniones a quienes no pagaban las misas, no teniendo dicho clérigo ninguna caridad. Que dice a todos los que le han de visitar, que la hermana Pizarro hizo un milagro en berbería, que vino de allá y que trajo una sardina fresca y otros casos que el clérigo luego los publica como milagros. Que cuando toma el Santísimo, dice María Pizarro, que ve una luz grande y que dentro de ella hay algo que no sabe lo que es.

Se llamó al sacerdote de la villa D. Alonso de Oliver, quién cuenta de dicha reo lo siguiente:

“que la mujer es una mujer de buena vida y costumbres, llamada María Pizarra, viuda de Antón Serrano, vecino de la dicha villa, de edad de 52 años, la cual vive en compañía de tres hijos que tiene del licenciado Francisco Camacho cura que fue de esta villa. Que hasta la casa de dicha mujer han venido muchas gentes, en exceso, de diferentes lugares, y tantos, que algunas mujeres que vienen a verla las ha visto venir descalzas con afecto de encontrarse con la santa. Que viendo este testigo venir algunas mujeres cansadas por venir andado más de cinco leguas, la reo les decía, que se volviesen animadas a su regreso.

Un día le pregunto el cura, que como estará su alma cuando muera, diciéndole la dicha mujer, que se lo pregunten a su padre de confesión que es el dicho Francisco Camacho. Que les dice a quienes vienen a verla, que digan tantas misas por el ánima de sus familiares, a unos treinta, a otros cientos y a otros doscientos por el ánima de su padre, madre, o hermano. Que el dicho licenciado Camacho, da a decir muchas misas a otros sacerdotes porque el solo no podría darlas de tantas que les piden los que acuden hasta dicha mujer. Que cuando dicha María Pizarra entraba en éxtasis, quedaba encerrada con dos llaves, sola en la ermita, y no salía del mismo hasta que el licenciado Camacho no viniese a por ella después de cuatro horas. Que lo único que come son hojas de lechuga o rábano y que prácticamente no duerme: y que es todo lo que sabe de la vida de esta mujer.”

El siguiente testigo será un vecino de Siruela llamado Pedro García de la Rubia, a quien se le pregunta lo siguiente:

“¿Si ha oído decir o sabe que en esta villa hay una mujer santa? Contestando: “que lo que sabe es que hay una mujer que se llama María Pizarra. de más de cincuenta años, que está sirviendo con el licenciado Francisco Camacho, viviendo en la misma casa junto a dos hijos y una hija. Que recibe el Santísimo Sacramento en la ermita del Calvario, y que hasta que no lo recibe, está dando exclamaciones a Dios. Que cuando toma el sacramento, se pone de rodillas y entra en éxtasis, cesando las exclamaciones sin decir palabra hasta que acababa la misa y vuelve en sí. Qué al terminar la misa, el licenciado mandaba que saliese la gente fuera, quedando la mujer sola encerrada en la ermita. Que no conoce lo que come y que es capaz de sacar almas del purgatorio. Que lo consigue diciendo misas por el ánima del difunto, y que el licenciado Camacho recibe dichas limosnas de los que les mandan dar dichas misas.

Que cuando está hincada de rodillas, si alguien pasa a su lado, esta se mueve en vaivenes de un lado al otro por el aire que deja la persona al pasar; y que cuando la traen a su casa, cuesta mucho traerla, porque viene fuera de si, aunque venía por su propio pie. También a escuchado al licenciado Camacho, que algunas veces y en su casa, de tanta fuerza que hace para no hacer las exclamaciones, le revienta sangre por los ojos, y que se siente atormentada por los demonios que la abofetean y la aporrean, sacándola muchas veces de su casa y llevándosela a la sierra y a los montes. Que una vez que la sacaron, según me dijo su confesor, dieron con ella en el mar en un barco de sardinas, y que ella turbada y azozobrada tomó tres sardinas que trajo frescas a su confesor. Que los demonios la sacaban de su casa, pero que su confesor la traía con una llamada que le hacía, llamada que ella sentía en su interior transportándose al momento en su casa. Que de lo de berbería sabe, que en un rapto que tubo de los demonios, estos la llevaron hasta dicho lugar y que allí presenció el martirio de tres frailes franciscos, y que Dios le decía que los animase, acercándose a ellos para dicho fin, muriendo martirizados sin temor a la muerte recibida.

Otros testigos cuentan, que por orden de Dios la dicha Pizarra había estado en Ginebra y en otras partes del mundo, y que los demonios la llevaban de sierra en sierra nombrado las sierras a donde la transportaba como son: Puerto Peña y la de San Roque, que la hacían en pedazos muchas noches y que el Ángel de su guarda recogía los pedazos y la sanaba acompañándola hasta su casa con su falda llena de zarpas y sucia. Contaba la rea, que cuando era transportada por las sierras y ríos, veía perros grandes, lobos grandes, culebras, peces grandes y otros animales, y que dichas figuras y animales eran ánimas que estaban en el purgatorio y que muchas le pedían que rogase a Dios por ellas. Que si había llovido venía mojada y si había nevado traía nieve en cima.

Una testigo cuenta, que una vez que fue a rezar el rosario con dicha María Pizarra, la encontró en éxtasis con una soga en la garganta de ahorcado y con las manos atadas a tras, y que fue corriendo la testigo por un cuchillo para desatar a la santa. Que la soga que tenía por el cuello era de lazo escurridizo, y que cuando volvió en si le preguntó, que le había pasado, contestándole, que los demonios la querían ahorcar como lo habían intentado otras muchas veces, pero que su Ángel siempre mandaba a alguien para salvarla.

Otros contaban, que la dicha María Pizarra desde los nueve años era maltratada por los demonios, y que estos, a eso de las doce de la noche, la habían llevado a unos lavaderos de lanas que están a la salida de la villa de Siruela sin que ella los viese, sino solo sentir que la llevaban por fuerza. Que la tiraban al lavadero dándole el agua por los pechos, y que ella como podía, salía invocando a Nuestra Señora y al Ángel de su guarda. Que sentía como el Ángel y Nuestra Señora la ayudaban a salir, aunque no los veía. Que la azotaban en la sierra más cercana de Siruela los demonios con varas de mimbre, y que otras noches era sacada de su casa hasta la sierra donde sentía como los perros le descoyuntaban los brazos y las piernas; y qué invocando a la Señora, ésta la devolvía a su casa al venir la mañana sin dolor ninguno. Que otro día los demonios la colgaron de un peral que está en la sierra a eso de las dos de la noche. Que en la dicha sierra, dice que vio pasar a una mujer que dio un bramido inmenso y que encontró un niño recién nacido, pensando y creyendo que la dicha mujer lo había parido, y al quererlo coger escuchó una voz que le dijo: déjalo, y por miedo dio tres pasos atrás y no lo cogió.


Otro día en una sierra que llaman de Puerto Peña, vio un toro que echaba fuego por la boca y por la barriga, y que había entendido que era un alma del purgatorio.


En otra ocasión fue llevada por los demonios a una rivera cerca de Siruela donde vio un montón de sardinas y a dos hombres que fornicaban con animales, que no supo si eran burras o yeguas lo que había visto con sus ojos corporales, diciéndole a los hombres que fuesen inmediatamente a confesarse. Otro día en una sierra que llaman de Puerto Peña, vio un toro que echaba fuego por la boca y por la barriga, y que había entendido que era un alma del purgatorio Fue condenada por la Inquisición de Toledo a que fuese recluida en cárceles secretas hasta que hubiese auto de fe, y que saliese al mismo en forma de penitente, y si no, que en una iglesia se le lea su sentencia con méritos y que sea desterrada por cuatro años. Que no la confiese su confesor actual y que no comulgue nada más que las tres pascuas del año, y que su sentencia se le lea en la villa de Siruela por tres ministros en la iglesia mayor de esta villa en día festivo vestida de penitente.”[3]

María Pizarra, una ilusa según la Inquisición toledana, inducida por su confesor y director espiritual a ser tenida en Siruela y alrededores como la santa iluminada, la mujer que volaba transportada por los demonios a diferentes espacios y lugares del mundo. Una mujer cuya vida centrada en la iglesia y la religión la hacía ser respetada, venerada y adorada por los fieles que seguían sus arrobos, milagros y visiones. Falsas virtudes que eran engrandecidas, manifestadas y ensalzadas desde los púlpitos por los cómplices sacerdotes de Siruela, quienes rubricaban y consagraban sus revelaciones en loor de divina santidad.

Una mujer victima de sus convicciones, esfuerzos y fantasías, que aceptaba el sufrimiento y el castigo con supuesta resignación. Eran actitudes estas que María Pizarra sobrellevaba y consentía, si tomamos en cuenta, que creía encontrar en ellas la prueba para lo que fue elegida, su presunta santidad. Y por otro lado los clérigos de Siruela, quienes aportaban desde sus tribunas las marcadas directrices a los nativos feligreses de la villa y a los venidos de otros lugares. El negocio empresarial montado en torno a la santa fingida era redondo, solo había que perpetuar en nombre de las percepciones visuales de María Pizarro sus particulares negocios de misas, para “salvar” con ellas las apenadas y sufridas ánimas del purgatorio en tierras de Extremadura.


Algo muy parecido practicaba y dominaba, con su particular arte embaucador, nuestra siguiente iluminada, natural de Valencia del Ventoso, una mujer llamada Maria Corada, que se caracterizó por ser todo un espectáculo a viva voz, dominando con su particular sapiencia los cielos, la tierra y el purgatorio. Movimientos que servirán de acusación para detenerla y ponerla delante del pendón inquisitorial, donde los inquisidores, con su particular enjuiciamiento, abortarán sus más que evidentes mentiras.




María Corada

“Vecina de Valencia del Barrial (del Ventoso), condenada por la Inquisición de Llerena por ilusa y supersticiosa.

Fue delatada por José Domínguez Delgado, vecino de dicha villa, de 75 años de edad, el 16 de julio de 1774.


Cuenta dicho José Delgado, que cuando hay algún moribundo, María Corada da golpes con un rosario en la pared y dice que habla con el diablo estando sin calzas, desnuda y diciendo, que bajo las plantas de sus pies tiene cuatro diablos. También cuenta el testigo, que se sube por los tabiques altos y puertas, y no de modo natural, y que cuando muere un moribundo, ella va volando como ángel acompañando el alma del difunto hasta el purgatorio, y que le dice al alma: “detente”, y que se pone orando por el ánima y que con su oración consigue que el ánima ponga rumbo derecha al cielo, no pasando por el purgatorio. Añade también, que dicha mujer decía ver al niño Jesús y que éste le pedía cantase una canción para poder dormir, y que ella, aunque estaba cansada, se la cantaba.

También la acusan, de qué estando su abuelo moribundo, María Corada daba golpes con el rosario por las paredes diciendo: “no te llevaras el alma de mi abuelo”, y que dicho esto cayó al suelo dando voces diciendo: “atadme y haced de mi lo que quisieseis”, y que confesó, dando a entender, estar atada de pies y manos haciendo los movimientos sin libertad. Que consiguió desatase, y que con su esfuerzo y lucha consiguió, que los ángeles que querían llevar el ama de su abuelo hasta el purgatorio, no lo consiguiesen y que el alma fue derecha al cielo.

También cuenta de la reo, Santiago Pérez, que estando enfermo de hechizos Tomás Guisando, fue la dicha mujer a visitarle, diciéndole el enfermo, “que esta no era la Maria Corada sino el mismo demonio. Que empezó a pegar golpes por el cuarto con el escapulario diciendo: que en el cuarto veía al diablo, y al poco rato dijo, que el diablo ya se había marchado y que ahora veía a María Santísima.


Catalina la Peregrina cuenta: que estando la reo en casa de María Romero por encontrarse esta moribunda, María Corada entró como en éxtasis diciendo: "sale un alma, salen dos, salen tres", y que preguntándole que era lo que decía, esta le contestó; que estaba viendo salir almas del purgatorio y que el sábado había de quedar barrido a escoba dicho lugar.

José Rincón dice, que sabe de los brincos, vuelos y caídas de dicha mujer, y que todo esto lo mismo lo hacía en la iglesia que fuera de ella, que quedaba como inmóvil y con arrobamientos. También cuenta y es público, del mucho trato que tiene con su director y confesor, tanto en casa de éste como en su casa, y que cuando está en misa, al único que obedece para dejar de dar golpes y subirse por puertas y tabiques es al cura su confesor, así como las muchas caídas que hace y que siempre las ejecuta delante del sacerdote. Que cada vez que se cae en la calle y hace sus particulares movimientos de arrobos, siempre suele hacerlo cerca de la puerta de su confesor, y que la gente que cree en ella suelen ser las personas más simples de la población, y que suele comulgar sin confesar como le aseguró el sacristán.

Los calificadores del Santo Oficio la acusan, de ser una mujer hipócrita, ilusa, blasfema y que hace pacto explícito e implícito con el diablo. El Inquisidor Fiscal en vista de las informaciones recibida, con fecha 9 de diciembre ordenó, fuese presa en cárceles secretas con embargos de bienes y que se le siguiese su causa hasta la definitiva. Se le reconoció su genealogía y es mujer que desciende de cristianos viejos de raza, sabe leer y conoce perfectamente la doctrina cristiana, era mujer que confesaba y comulgaba a menudo. El Fiscal ordenó al médico de la Inquisición que le reconociera la herida que tiene en el costado, la cual dice se la hizo Jesús como mujer elegida para el fin predispuesto; respondiendo dos cirujanos del Santo Oficio, que es una llaga cutánea hecha con instrumento cortante, y que nada tiene que no sea natural y que es fácil de curar”.[4]


Saquen sus propias conclusiones.



[1] AHN. Inquisición. Legajo 1988. N. 54


[2] AHN. Inquisición. Legajo 1988. N 40


[3] AHN. Inquisición de Toledo. Legajo 115. Expediente 2.


[4] AHN. Inquisición. Legajo 3727, exp. 79.

jueves, 25 de octubre de 2018


Brujas y Hechiceras en Tierras de Extremadura







Los personajes extremeños más cercanos al príncipe de las tinieblas son las brujas, hechiceras, curanderos y otras personas de carne y hueso, que llegan a entregarse en cuerpo y alma a su verdadero amo y señor, el diablo. Fueron muchas las brujas que pulularon por tierras de Extremadura, mujeres que siempre según su enigmática y sicalíptica filosofía, mezclaban los elementos y alteraban la verdadera apariencia de las cosas, gracias a la ayuda, amparo y asistencia del ángel caído.
Algunas de las que conoceremos en este trabajo predecían el futuro como si fuesen verdaderas sibilas, anunciando con sus oráculos el fin del mundo y otras catástrofes venideras; otras, en cambio, confundían con determinados y complejos hechizos los sueños de los hombres, y las más diabólicas, simplemente con las fuerzas de sus encantamientos y con algún veneno suministrado, llegaban incluso a provocar la muerte de alguna persona. Muchas de ellas llegaban a hacer pacto directo con Satanás, llegando incluso a tener relaciones sexuales con el mismo señor de los infiernos.
Según los expedientes inquisitoriales de estas adoratrices del diablo, el pacto que hacían con su maestro podía ser de dos formas, tácito y expreso. El pacto expreso según la tradición en el mundo de estas arpías, consistía en un solemne voto de fidelidad y tributo hecho en presencia de testigos al diablo, estando éste presente de forma visible en alguna forma corporal. El pacto tácito comporta la oferta de petición escrita al diablo, y puede hacerse por poderes mediante una bruja o una tercera persona cuando la parte contratante tiene miedo de ver o parlamentar con el príncipe de las tinieblas. Cuando se pactaba con el diablo, la bruja se desentendía de Dios, tomando una actitud y un comportamiento, consistente, en alejarse de las directrices del Creador. Renegaría de la fe cristiana, y con ello, de la lealtad al Todopoderoso, llegando incluso a repudiar la protección de Cristo o de la Virgen. Según algunos santos cristianos como S. Hipólito el mártir, escribe que el diablo les obliga a decir.

“Reniego al Creador del cielo y e la tierra. Reniego de mi bautismo. Reniego de la adoración que anteriormente porté a Dios. Rompo con ellos y en esto creo.”[1]

El diablo, según el santo, una vez que la bruja había terminado de hacer su satánico credo, colocaba su garra sobre la frente de la nueva discípula, y con ese gesto borraba del rostro de su aliada el Santo Crisma, destruyendo con ello la marca del bautismo. Abjuran de su antiguo nombre y se les da uno nuevo, el cual aparece en los documentos inquisitoriales como el alias de la detenida junto a su nombre cristiano. Jurarán lealtad al diablo dentro de un círculo dibujado en el suelo, quizás, porque el círculo es el símbolo de la divinidad y la tierra el pedestal de Dios, persuadiéndoles de esta manera de que él es el Dios del cielo y de la tierra.
Pero en los pueblos extremeños donde esta realidad se fraguaba, día a día se van a escuchar de las brujas diferentes comentarios y explicaciones, como que las mismas llevaban en sus cuerpos determinadas marcas propiciadas por el diablo, que se convertían en animales por las noches, y otras monsergas propias de la incultura establecida, y que en la mayoría de los casos, estas mismas notas y glosas venían aireadas por sus propios cómplices. Se comentaba que estas mujeres ya venían predestinadas para tal fin desde su nacimiento, llevando grabadas en su cuerpo señales que acreditarían sus misiones satánicas. El estigma que las aliadas del príncipe de las tinieblas llevaban sobre sí no siempre tenía la misma descripción, las había como la huella de una liebre, a veces como la de un sapo, la de una araña o la de un lirón. Tampoco son marcadas siempre en un mismo lugar: en los hombres generalmente se encuentra sobre el párpado, en los labios, en una axila, el hombro o el trasero; mientras que en las mujeres, generalmente se encuentra sobre los pechos o sus partes íntimas, como ha sido observado por Lambert Daneau y por Bodín.[2]
Si Dios estigmatizaba en el Antiguo Testamento a los suyos con la señal de la circuncisión, y en el Nuevo Testamento con la señal de la Santa Cruz, el anticristo tenía su propio sello dominador y triunfante, la profunda filosofía de las cavernas del Averno.    La tarea a realizar por estas catecúmenas del diablo será la de ir propagando las enseñanzas de rezos y oraciones a todas aquellas personas que se las pidiesen, con la única encomienda particular de reclutar cada vez más seguidores que estuviesen al servicio de su amo y señor, el diablo.
 El caso de nuestra primera protagonista, natural de Garrovillas de Alconétar, es más que evidente, sobre todo, porque la misma llevaba sobre sí el sello dogmatizador o marca del demonio.




 La Macharra

“Que es conocida en Plasencia por la hechicera de Las Garrobillas, fue testificada por un testigo mujer, de que haría cuatro días que habiéndola traído allí para curar algunas personas que se temían de estar hechizadas, la había curado también a ella. Le afirmó la bruja, que dentro de un año habría de tener un hijo, después otro y también una hija a la que le tenía que poner un escapulario de San Jerónimo o de la Concepción. Y que para que no le hiciesen mal, la Macharra le dio unos polvos negros que decía que eran de los que el diablo mayor echaba cuando se ensuciaba y que se llamaban Almea. Le dijo, que no había dormido en toda la noche, solo por saber las cosas que le convenían a la testigo. La Macharra, tenía un dedo de la mano torcido, y que ha oído decir de esto, que es señal de los que tratan con el demonio. Se calificó por pacto expreso o implícito con el diablo y que las palabras huelen y saben a herejía.”[3]

El tener un dedo torcido en alguna mano equivalía inequívocamente a ser una seguidora de las diabólicas enseñanzas de Belcebú, también lo eran durante todo el siglo XVI y XVII los cojos de nacimientos, sordomudos y ciegos, de los cuales se podía tener, manifiesta sospecha de ser o poder ser firmes aliados del diablo. El ser poco agraciado en su fisonomía, unido todo ello al desprecio y burla que sentían estas personas ante la sociedad del momento, hacía que muchos de ellos se buscasen la vida abrazando este tipo de realidades misteriosas. Razón más que evidente, para que se relacionase a las brujas como personas desgreñadas, con bultos y deformaciones en su cuerpo.
Otro ejemplo de bruja marcada por este tipo de fenómenos es Francisca de Malaner, una mujer mulata, morisca, natural de Villanueva del Fresno, junto a la raya de Portugal; dicha mujer, y según cuenta su expediente inquisitorial, andaba sola por los campos de Villanueva en plena noche con abultadas deformaciones en su cabeza. Protuberancias físicas, que servirán, para que a la presunta bruja la traten como a tal los vecinos de la población, mientras que el Santo Oficio extremeño la absolverá por no encontrar evidencias del presunto asesinato de una menor. Esta fue la trágica realidad que le tocó vivir a Francisca, mujer mulata, vecina de Villanueva del Fresno, que por tener en su cabeza determinados bultos, sus vecinos la tachaban de bruja.  

Francisca de Malaner

“Mulata, vecina de Villanueva del Fresno, de 50 años de edad, fue remitida a este Santo Oficio por el alcalde mayor de Villanueva del Fresno con 13 testigos que la acusan de haber seguido cosas de brujas. Cuentan los delatores, que la ven andar de noche como una bruja y que tienen sospecha en Villanueva del Fresno por que así se habla en la villa, de haber embrujado y ahogado a una niña y el haber anunciado a otra mujer si quería ser bruja. Fue mandada prender y lo esta en las cárceles del Santo Oficio. Esta mujer era morisca, los testigos que la denunciaron eran 8 hombres y 5 mujeres. Los mismos comentaban, que andaba de noche por los campos con torteros en la cabeza. Entró en las cárceles en junio de 1584, estuvo negativa, los inquisidores la absolvieron por no encontrar pruebas reales a la acusación[4]

Pero si “la Macharra” fue condenada por la Inquisición de Llerena por hacer pacto con el demonio, y la bruja morisca de Villanueva del Fresno absuelta de la causa porque no encontraron pruebas del ahogamiento de la niña en cuestión, nuestras siguientes protagonistas, todas vecinas de la población de La Haba y fieles colaboradoras en sus satánicas misiones, superarán a las anteriores. Las mismas desarrollarán actos que serán catalogados y registrados como pacto y componenda con el Anticristo, llegando incluso a producir con sus tóxicas pócimas la muerte por envenenamiento de algunas que otras personas del entorno.

Inés Sánchez

“Alias “la Lindica” vecina de La Haba, fue condenada por el Santo Oficio de la Inquisición de Llerena el 23 de septiembre de 1638 por hechicera. Los testigos que la acusan son: Inés de Soto, viuda de Diego Miguel, vecina de La Haba. Juana, hija de la dicha Inés de Soto, vecina del mismo lugar. Bartolomé de Ávila vecino de la Haba. Alonso, alguacil del mismo lugar referido. María de Sande, presa en este Santo Oficio por hechicera y vecina de La Haba. D. Pedro Alonso López, familiar del Santo Oficio del lugar de D. Benito. Francisco Cabezas natural de D. Benito y D. Diego de Paredes, vecino de D. Benito. Estos testigos declaran ante el tribunal, que Inés Sánchez para conseguir matar a un hombre hacia lo siguiente: mataba un gato prieto y lo enterraba en un tiesto de Albahaca, el cual iba regando día a día. Uno de los testigos cuenta, que un día estando en su casa se rompió dicho tiesto y entre el estiércol aparecían las patas de un animal que no sabía que era, diciéndole la hija de “la Lindica” que eran las patas de un gato. Inés Sánchez al ver lo ocurrido fue a recoger dicho tiesto y lo tiro.
La testigo Juana Muñoz, hija de Inés de Soto, de 20 años de edad, declaró ante el comisario del Santo Oficio D. Sebastián Pérez Moreno, que hará como un año más o menos que vio entrar en su casa a Inés Sánchez que llaman “la Lindica” y que está presa en Villanueva de la Serena. Cierto testigo le dijo, que tenía que sembrar un tiesto que habría de nacer y secarse en quince días, y que se lo tenía que llevar a casa de “la Lindica” para que lo sembrase de albahaca y dejarlo en su corral. Cierto día estando en casa de la hechicera, dicho tiesto se rompió y aparecieron las patas prietas entre el estiércol, tirando Inés Sánchez de ellas y sacando un gato negro. “La Lindica” le dijo, que no tuviera pena que aquello era un remedio que preparaba para Doña María, mujer de Pedro Alfonso que ya es difunta, y que esto es la verdad.
María de Sandi, presa en este Santo Oficio por hechicera y natural de la Haba declaró, que pidió a Inés Sánchez hará como un año en una conversa sentadas en la puerta de su casa, que le diese un remedio para que le naciesen pelos en la ceja izquierda. “La Lindica” le dijo, que tomase unas cagadas de ratas, unas moscas y un poco de aceite, todo ello lo friese y se untase con ello la ceja izquierda y que en poco tiempo le nacería. La testigo lo tomó a burla y no hizo lo recomendado por Inés Sánchez, seis meses después vino a su casa la referida y le preguntó si tenía un gato prieto, que lo quería mandar a un primo de Zalamea, contestando la testigo que tenía uno y que en cuanto lo cogiese se lo daría. Cuando lo pudo coger se lo llevó a Inés Sánchez a su casa, la cual estaba sola cuando se lo llevo. Que otro día, “la Lindica” se presentó en casa de la testigo con el tiesto a medio llenar de tierra, y que el mismo lo terminaron de llenar con tierra de su corral. Inés Sánchez le dijo, que lo pusiese entre sus macetas que ella vendría a regarlo todos los días. Lo pusieron colgado de una horquilla y el tiesto se rompió cierto día por abajo. La testigo vio unas patas prietas y llamó a Inés Sánchez para que se llevase de allí la maceta, viniendo “la Lindica” a por ella.
Bartolomé Sánchez de Ávila, la acusa de embrujar a ciertos hombres para que no pudiesen tener acceso carnal con sus mujeres, para ello rezaba una oración a Santa Marta, y que él mismo había sido uno de los ligados por su hechizo. También acusan a Inés Sánchez de hacer abortar a ciertas mujeres que le piden tal asunto, que por ello “la Lindica” cobra 40 ducados y que por no dárselo se fue sin remedio. Que había hecho abortar a una mujer de Medellin y que le habían dado 40 ducados por dicha diligencia. Fue condenada a salir en auto público de fe con sambenito y coroza, oiga una misa en la villa de La Haba en forma de penitente, se le confisquen sus bienes, sea desterrada por tiempo de cuatro años y se le den 200 azotes.”[5]

Otra bruja natural y vecina de la Haba es María de Sande. Esta mujer dominadora de lo malvado, satánico y perverso, se va a convertir con sus malévolas actuaciones en toda una esbirro al servicio del maligno. La misma va a ser cazada por ser cómplice de la anterior bruja de la Haba, y por ser junto a “la Lindica” unas fieles apóstoles de las doctrinas del infierno.  




 María de Sande

“Vecina de la villa de la Haba, de 30 años de edad,  fue condenada por la Inquisición de Llerena por hechicera en la misma fecha que Inés Sánchez “la Lindica”,  Inés de Soto que fue una de las testigos dice, que culpa a María de Sande de envenenar a Juan Ramos vecino de esta villa de la Haba. Que es público y notorio en este lugar que murió de veneno que le dieron, y culpan de su muerte a la dicha María de Sande y que los vecinos comentan que no es mujer de buena vida y costumbres. Que la dicha rea tiene en su casa una imagen en lienzo de Santa Marta, a la que reza cuando quiere embrujar a un hombre y desembrujarlo y a la que pone dos velas dadas por el que le solicita tal asunto. Que se inca de rodillas delante de la imagen y reza una oración que según el testigo dice lo siguiente: “Santa Marta bienaventurada de Jesucristo fuisteis, querida y amada de Nuestra señora fuisteis, huésped y convidada en el monte Olivete entrasteis, y a la serpiente con vuestra cinta la atasteis y la ligasteis”. Dicho testigo cuenta que un día dicha hechicera le llevó un poco de vino, sospechando que dicho vino llevase algún maleficio, lo probo en presencia de la dicha rea, de Ana Sánchez mujer de Pedro de Paredes, de Isabel Donosa y de Cristóbal Muñoz vecino del dicho lugar de la Haba donde éste residía. Al comprobar que dicho vino tenía mal olor y sabor, hizo que el resto de testigo lo probara delante de la dicha María d Sande, los cuales dijeron que estaba malo y  que dicho vino estaba maléfico. Dicho testigo al día siguiente cogió el vino y lo llevó en otra vasija hasta D. Benito, lo entregó a D. Bartolomé, médico que residía en D. Benito y ahora lo hace en Cabeza del Buey. También lo enseñó a Francisco de Tamayo boticario del dicho lugar de D. Benito, y ambos juzgaron que dicho vino tenía maleficio y veneno. Ambos pidieron que le entregase el vino para ver si tenía maleficio o veneno, dice el testigo que es público y notorio que en el contorno se comenta que se han hecho muchos abortos con maleficios que hacen Inés Sánchez, María de Sande, Catalina Delgada e Isabel Brito. Que dichas mujeres curan poniendo las manos en ciertas partes del cuerpo, y que dicen  una oración a las personas que en sus ojos tengan  una espina, mota o china. Se cuenta que una vez dicha la oración sale del cuerpo la mota o china.
 Que para hacer crecer el pelo a quién tenía falta del mismo, mandaba freír unos lagartos y que el sebo lo pusiesen en la cabeza ya que era el remedio que se utilizaba para hacer crecer las colas a los caballos. Otro remedio que hacia para hacer crecer el pelo era, que enterraban un gato negro y cuando estuviese pudriéndose la grasa del gato la utilizase como jabón sobre el pelo. Fue condenada a salir en auto público de fe con sambenito y coroza, oiga una misa en la villa de La Haba en forma de penitente, se le confisquen sus bienes, y sea desterrada por tiempo de cuatro años y se le den 200 azotes.”[6]           
  
 Catalina Delgada- Isabel Brito.

“Ambas brujas fueron condenadas por el Santo Oficio por haber participado y ser de la pandilla de Inés Sánchez y María de Sande, las cuales comentaban que tenían poderes particulares dados en gracia y virtud desde el cielo. Que cuando se le fueron a confiscar sus bienes, se encontraron en su casa unos polvos que se decía tenían veneno, se  encontraron dientes, muelas, un pedazo de soga de ahorcado, una lagartija y una camisa de culebra. Fueron condenadas a salir en auto público de fe con sambenito y coroza, que escuchen una misa en día de misa mayor en la villa de La Haba en forma de penitente, se le confisquen sus bienes, sean desterradas por tiempo de cuatro años y se le den 200 azotes.”[7]

Terriblemente satánicas estas cuatro apóstoles del príncipe de las tinieblas en tierras de Extremadura. La verdadera maestra del grupo era “la Lindica”; sus alumnas conocían a la perfección las directrices de las veredas del ángel caído. Mujeres que producían abortos, envenenaban, pactaban con el demonio, brujas en definitiva de primera división, eran las temidas de la Serena, las Medeas de lo misterioso y de lo infernal. Pero no fueron las únicas brujas que asesinaban con sus particulares pócimas, hay otras, que fueron exactamente iguales a ellas; en Montijo nos encontramos a Juana Olalla, más conocida como “la Palanca”, pero dejemos que sean los propios documentos los que nos cuenten qué noticias hay al respecto de esta siniestra bruja.

Juana Olalla. “La Palanca”

 Vecina de la villa de Montijo, fue condenada por hacer pacto explicito con el diablo. La causa la inicio en la villa de Montijo D. Fernando de Silva, cura de dicha villa, el mismo dio cuenta al tribunal de que su teniente, D. Miguel García, le había dado parte de lo que pasaba con esta reo, citando para si a varias personas.
Con fecha 17 de febrero de 1766, Leonor González de 51 años, casada y la que resultaba citada en la carta delación, dijo que conocía a esta reo y sabía de oídas que la misma usaba de varios medios supersticiosos; y que haría unos once años vio a la reo en casa de la decente y la pidió cuatro reales prestados.
Fue preguntada si conocía los medios que utilizaba la reo para hacer sus conjuros, o hechizos, los cuales producían la muerte a las personas, contestando la testigo, que así la decente como otras muchas vecinas de la villa saben de sus atrevimientos.
Se llamó a declarar a Fr. Felipe Bejarano de 51 años de edad, no consta de que orden religiosa sea, y siendo preguntado si conoce a la reo, dijo, que es cierto que la Leonor González la llamó cierta tarde haría como cuatro meses para que asistiese a su marido.
A instancia fiscal se volvió a examinar a dicha Leonor por tercera vez y citó por conteste a María Rubia y Catalina González, sobre que es cierto han acudido a la reo así estas como otras personas cuando se encuentra en alguna aflicción por la falta de sus maridos, padres o hermanos, para que la dispense si era para bien o para mal.
Examinada María Rubia que dijo ser de 40 años, casada con un arriero, dijo que sabe y es voz muy común entre los arrieros y contrabandistas de dicha villa, que la reo dice ciertas oraciones pero que no sabe cuales son.
Catalina González de 50 años, casada con un contrabandista, dice que es cierto que ha oído a la reo que sabe unas oraciones pero que no sabe cuales son, pero que son muy buenas para liberar a los contrabandistas, arrieros y caminantes de los guardas de la real hacienda, y que por ese motivo a recurrido la decente a la reo.
El tribunal en su cumplimiento de 21 de enero de 1767 libró la comisión, y examinada por el Comisario Trejo la testigo Catalina Morena de 50 años de edad, viuda que sirvió a D. Miguel Berrido, dijo siendo preguntada, que haría unos dieciséis años sirviendo la decente a dicho señor, sintió una madrugada que el criado andaba con la chocolatera, y preguntándole que hacía, le respondió que estaba haciendo chocolate para el amo porque estaba enfermo. Se le preguntó, ¿que tenía de mal D. Miguel Berrido?, respondiendo, que tenía un dolorcillo en el estomago y que se fatigaba bastante, y que a las pocas horas murió brotando sangre por boca, narices y por algunas venas de la cara sin haber tenido antes la mas leve indisposición, y aun cuando vino el médico D. Manuel Ramírez, ya difunto, no le encontró calentura.
Doña Olalla del Olmo de 48 años, sobrina que fue de D. Domingo del Olmo, respondió siendo preguntada y dijo: que no puede decir de que enfermedad murió su tío, pues ni aun el médico que entonces había y que era el dicho Ramírez no supo que tenía, solo que le salieron unos bultos en la cara que parecían puercas, de donde se cree le provino la muerte que fue sin calentura.
Francisco Manzano de 50 años, viudo de María López, declara que según informe del dicho médico Ramírez, murió dicha su mujer de mal interno sin que pueda dar otra razón; que algunos años antes anduvo quejándose del estomago de cuya enfermedad se discurre murió.
Catalina González, que antes fue examinada dijo siendo nuevamente preguntada, que se acuerda de haber asistido varias veces a la casa de la rea por algunas aflicciones. Lo mismo contestó de segunda María Rubia y la otra testigo Leonor González, la que murió por lo que no fue examinada como estaba mandado por el Comisario Trejo.”[8]




Este es el expediente inquisitorial de Juana Olalla, una presunta envenenadora en tierras de Montijo, una bruja que traía y atraía hacia sí a muchos vecinos de la zona a los que intentaba solucionarles los problemas que les presentaban. Envenenar a alguien equivalía a recibir un buen dinero, de ahí que algunas de estas asesinas desarrollasen, en nombre de Satán y siempre con la complicidad del que lo pedía, tan cruenta realidad. Pero sigamos adentrándonos en este mundo mágico e insólito de las brujas, y salgamos a la búsqueda de estas amantes de lo prohibido, lo nefando, lo execrable, mujeres que aparcaban por completo las reglas del juego del cristianismo, aplicando a sus vidas la filosofía de lo perverso, lo ignominioso e infame. Brujas que hacían diferentes ceremonias para comunicarse con el maligno, desde sahumerios con determinadas hierbas, hasta círculos en el suelo con precisas señales propias de los nigromantes.
Hay quien ve al diablo en una sortija, en redomas de agua y en otros elementos propios y adheridos al mundo de lo infernal y maldito. Las formas en que el diablo se aparece a estas pícaras extremeñas suelen ser, entre otras,  en forma de perro, de macho cabrío, y a veces de forma invisible, llegando la bruja a hablar con él delante de su cliente. Conozcamos algunos casos donde esta realidad comentada se materializó en sucesos, en veracidad documental y en verdad histórica y fidedigna. Nuestra primera protagonista es una santera de Plasencia, una mujer encargada del cuidado de una ermita en dicha ciudad y una aliada de “Dios y del diablo”; mujer que durante el día te atendía aparentemente lo religioso, demostrando en su espacio su más que ferviente cristianismo, pero de noche su mente, sus pensamientos e intenciones la conducían por veredas y caminos tenebrosos donde el abrazo a lo diabólico y prohibido era más que evidente, y donde la desconsideración, menosprecio e indiferencia hacia lo católico, también.

Isabel García

“Vecina de Plasencia, santera de la ermita de Nuestra Señora de Fontidueñas,  fue testificada por un testigo muchacho, de que había oído decir a una su nuera qué se hacía bruja de noche; la cual contaminada “in voce” diciendo contra ella algunas cosas de hechicerías que no parecieron pertenecer al Santo Oficio. Se le mandó que las fuese a declarar al provisor, el cual prosiguió la causa sobre ella, y habiendo examinado dieciocho testigos, dos varones y lo demás mujeres, la testificaron de que daba remedios para hechizados y para que hombres y mujeres se quisiesen bien en amores. También para que no se empreñasen, y que aparecieran cosas perdidas y no les hiciesen mal. Y que para esto y para encomendar sabía varias oraciones, lo cual no podría obrar donde hubiere imágenes de santos y Agnus Dei, y que hablaba con el diablo y hacía cerco para ello. Y que cuando no le sabía mandar la aporreaba y mostraba los cardenales de ello, diciendo que como todo eso le costaba mucho trabajo, se lo debían de pagar, y ella confeso en el tormento que hablaba con el diablo. Que le llamaba con estas palabras: “yo te conjuro Satanás que me digas esto por esto, y lo que es bueno para esto y para esto otro. Para qué viniese el diablo le hacía un cerco con granos de mijo y que en sus manos llevaba una vara de mimbre,  y que el diablo se le aparecía en forma de cabrón con largos cuernos, y otras veces de perro; y que le dice Satanás que engañe a mujeres para que estas anden con hombres. Le preguntaba donde se hallaban las cosas perdidas, y que le ha enseñado lo que han de hacer y decir a las mujeres para que no se empreñen. Y que por esto le mandó el dedo meñique, y la aporreaba porque no le mandaba el alma y porque no le acertaba a llamar con las palabras que el le decía”. Cuenta la rea que todo esto le pasaba porque se iba a confesar y comulgar, y que algunas veces le conjuraba por el miembro que le tenía dado. Y con esto le decía todo lo que le pedía. De esto dio noticia el Provisor y envió el proceso para que se viese por si tocaba al Santo Oficio, y habiéndose calificado por sospechosa de que tiene pacto con el demonio y enviándose el proceso al tribunal, mandó que ésta rea  se llevase a las cárceles secretas, y que se prosiguiese su causa, la cual estaba recibida a prueba.”[9]

Curiosa la historia de esta hechicera placentina. En este caso concretamente ya comenzamos a conocer algunos conjuros. Esta ermitaña, amén de ser una visionaria de Satanás en forma de macho cabrio y a veces en forma de perro, la misma también jugaba con sus determinadas oraciones a ser una Celestina, una alcahueta y encubridora de las muchas que pulularon y ejercieron como tales por tierras de Extremadura. Otro ejemplo de visionaria del diablo lo encontramos en una bruja de Serrejón (Cáceres), la misma decía que veía al demonio en la sortija que llevaba.



Catalina Sánchez

“Vecina que solía ser de Serrejón y que cura de enfermedades al presente, no se sabe donde mora ni si es viva. Hay un testigo contra ella que dice, “que esta rea le confesó tener ella un familiar demonio en una sortija de latón y que si lo quería ver y tomar; que si lo quería ver le mostraría el cuerpo, ojos y otros miembros como de persona, los cuales se veían en la sortija que tenía”. El testigo no lo quiso ver, y la suso dicha le comentó, que dicha sortija de latón la había recibido de herencia de su madre. También le dijo que los jueves y viernes conjuraba como ella sabía con el demonio, y que éste le respondía en estos dos días las cosas que quería saber de otras personas. Se hizo diligencias por saber donde mora esta mujer, y se dejó a personas el encargo de que avisasen cuando la tuvieran hallada.” [10]

Un claro ejemplo de hechicera que manifiesta la realidad de su trabajo es el caso de Mayor Mejías, natural de Medina de las Torres y vecina de Jerez de los Caballeros, una mujer que al ser cazada por la Inquisición de Llerena, va a contar a los inquisidores el motivo de dedicarse a esos menesteres mágicos y nigromantes. Pero dejemos que sea su propio testimonio, recogido en su expediente inquisitorial, el que nos muestre la realidad que les tocó vivir a muchas mujeres extremeñas que quedaron solas porque sus maridos se habían marchado al Nuevo Mundo; mujeres separadas o viudas que no tenían más remedio que buscarse el sustento de sus casas con lo que en aquel entonces era una de las empresas más importantes de abastecimiento de estas realidades, lo que se consideraba y denominaba, brujería del momento.

Mayor Mejías.

Vecina de la ciudad de Jerez de los Caballeros y natural de Medina de las Torres, de 40 años de edad, fue testificada por dos testigos mujeres, de que estando en la dicha ciudad hará unos dos meses más o menos hizo lo siguiente para que un hombre fuese  haber a una mujer con quién tenía amistad.
Hizo un cerco redondo en el suelo con un clavo de hierro, el que hincó a un lado de dicho cerco poniendo en el un baño de agua y una escudilla con aceite y nueve torcidas encendidas, mientras decía el siguiente conjuro.

“Yo te conjuro con tres libros misales y con tres corporales, con tres iglesias parroquiales, con tres liebres corredoras, con tres galgos cazadores y con tres diablos de los mejores, el uno Beltrán, el otro Bellán y el otro el Cojuelo, que no te dejen parar ni reposar hasta que vengas conmigo a reposar y estar”.
Con lo cual y una oración de San Antón que también enseñaba y decía, cuentan las testigos que les dijo, que con ello hacía venir al dicho hombre a estar con la mujer con quien tenía amistad.
Con esta información fue mandada prender y recluir en las cárceles secretas, como se hizo, y en la primera, segunda y tercera audiencia que con ella se tuvo, dijo que ella había sido una mujer pecadora y que había tratado carnalmente con diversos hombres; con unos por el pedazo de pan y con otros por el cuarto que le daban, ya que no tenía otro remedio para sustentarse; y que haría como dos años que estando amancebada con un hombre de la dicha ciudad, y habiéndose el mismo apartado de ella dejándola abandonada, acudió a dos mujeres que le enseñaron hacer el cerco, conjuros y oración de San Antón. Y que con estos actos de conjuros, invocaciones y supersticiones, engaño a las dos mujeres que la testifican y a otras varias, anunciando que ella misma había enseñado a las dos mujeres que la testifican los dichos conjuros e invocaciones.
Que lo hacía no porque creyese que habría de hacer efecto, ni por tenerlo por bueno, sino para remediar sus necesidades con el interés que le daban de pan y dinero con el que se sustentaba.
Fue votada a que en un domingo o fiesta de guardar saliese vestida en forma de penitente con una coroza de hechicera, y con una soga al cuello saliese a una iglesia de esta villa donde se le leyese su sentencia, y al día siguiente se le diesen 200 azotes por las calles acostumbradas, y en la sala de la audiencia abjurase de levi y fuese desterrada de la ciudad de Jerez y su termino perpetuamente, lo cual se ejecutó.”[11]

Honesta mujer la de Medina de las Torres. Un patente y obvio testimonio que pone de manifiesto el verdadero sentido del por qué hacerse bruja o hechicera; toda una necesidad humana en ciertas mujeres que les servía de apoyo para poder sobrevivir en tiempos donde la hembra del hombre, por no tener, no tenía derecho ni a tener alma. Mujeres a titulo individual que ven en lo misterioso y supersticioso una salida a sus problemas, que se acercan con sus conjuros y oraciones a solucionar movimientos de amores rotos, como si fuesen verdaderas Afroditas encargadas de los matrimonios y de sanar y dar esperanzas a amores fracturados de la época.
Nuestras hechiceras conocen y repiten oraciones específicas para lograr o recuperar un amante, y apelan a la ayuda de santos y santas mágicos, entre los que ocupan un lugar destacado Santa Marta, Santa Elena, San Erasmo, San Silvestre, San Juan y San Antonio.
De acuerdo con esta lógica, las hechiceras consideran también sumamente eficaz el rezo de los Credos y Avemarías tradicionales, así como santiguar los objetos en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Las hechiceras no sentían muchos escrúpulos en utilizar el nombre de Dios, la Virgen y los santos para sus objetivos amorosos, sabiendo y conociendo las mismas que utilizar el nombre de Dios en vano, la Virgen o santos, era cometer para la Iglesia uno de los pecados más peligrosos, y por ello el poder caer en herejía. El ara consagrada, las hostias sacramentadas o las bolsitas que habían estado debajo de algún altar durante la ceremonia de la misa, tenían para las hechiceras un poder que era muy apreciado y empleado para sus objetivos amorosos. Un trozo de ara debidamente molida y vertida en el vino que se servía al desdeñoso galán, tenía la virtud de recuperar el amor perdido. Claros ejemplos de estos hechizos de amor producidos por elementos santificados los tenemos y los encontramos en los conjuros de  nuestras siguientes Celestinas extremeñas.




Doña Isabel de Sande

 “Portuguesa, de edad de 30 años, vecina de la villa de Zafra. Fue denunciada de prácticas de hechicerías ante el alcalde mayor de la villa el cual hizo información; y que constándole la culpa la mandó prender, y que haciendo la dicha prisión le hallaron unos papeles escritos de su mano. Según la rea confesó, dichos papeles se titulaban “oraciones”, y que al dicho alcalde le pareció que la oraciones eran supersticiosas, mal sonantes y graves. La deposición de dos testigos mujeres mayores decían, que dicha rea  las había aconsejado, que para que las quisiesen bien los hombres tomasen un poco de ara consagrada y que dijesen ciertas palabras que declararon.
El Alcalde dio noticia de ello y juntamente mandó el proceso hasta Llerena, el que visto se mandó calificar; y que habiendo dado grave calidad a las dichas oraciones y testificaciones, se mandó traer presa a Llerena a la dicha Doña Isabel. Se hizo con ella su causa y en la primera audiencia que se tuvo comenzó a confesar lo testificado. Dijo que había avisado algunas veces de las dichas oraciones y del ara consagrada que tomo de un altar para actos venéreos y amatorios, creyendo que diciendo las dichas oraciones tendría efecto lo que deseaba. Asimismo confesó haber usado algunas invocaciones al demonio, aunque las hacía sin tener intención mala en ello, si no porque le habían dicho se había de hacer así para conseguir algunas cosas que se desease.
Conclusa la causa, fue votada a que abjurase de leví, saliendo en el próximo auto con sambenito y coroza e insignia de hechicera. Y el día siguiente le fuesen dado cien azotes y que saliese desterrada de esta villa y provincia por tiempo de tres años.” [12]

Otro claro ejemplo de hechicera que pactaba con el demonio y que utilizaba elementos sacados de los templos cristianos para fomentar la atracción de un determinado hombre hacia la petición de su cliente, lo tenemos en nuestro siguiente expediente inquisitorial. La condenada será una hechicera de Fregenal de la Sierra, y de ella se nos cuenta lo siguiente.

Mari Rodríguez Venegas

“Mujer enamorada, de mala vida y hechicera, vecina de la villa de Fregenal, fue testificada por cuatro testigos mujeres mayores de veinte años, de que habiendo preguntado la dicha Mari Rodríguez a otra su vecina que donde había estado aquel día, la testigo le contestó, que en la limpia Concepción que es un monasterios de monjas extramuros de la dicha villa que tiene por advocación la Concepción. La dicha Mari Rodríguez le dijo, “que como había estado en casa de aquellas encubridoras de putas, y si no había ido a ver a aquel viejo bellaco de San Gines que está debajo de dicho monasterio de la Concepción.” Habiéndole reprendido la testigo por lo que había dicho, la testificó y dijo: “que paseando Mari Rodríguez por su puerta le dio un papel y un poco de ara consagrada, y le dijo, que era cosa muy santa y que se aprovechaba para muchas cosas, aportando la testigo el ara al proceso de la detenida.”
Otra mujer de cuarenta años la testificó de que estando ella en su puerta en presencia de otra mujer, llegó la dicha Mari Rodríguez y les dijo: “que cuando hacía hechizos y cercos nunca decía con quién los hacía ni en que lugar, y que ponía un cerco en la audiencia otro en el matadero y otro en la carnicería, y que en el que hacía en la audiencia decía, salid acá demonios.”[13]
También la testificó un hombre de  treinta y dos años de edad, de que predicando en la dicha villa de Fregenal dos frailes, uno dominico y otro franciscano, hablándole el testigo a solas de que predicador predicaba mejor, la rea respondió: “que predicasen lo que quisiesen, que ellos a predicar y nosotras a joder.”
Otra mujer de veintitrés años la testifica de que le dijo Mari Rodríguez, que ella le daría una cosa para que su marido la quisiese bien, y que era un poco de ara que traía allí entre la saya, y se la dio puesta en un papel para que lo trajese consigo, y que debía de decir ciertas palabras que no se acuerda la testigo, la cual le dijo a Mari Rodríguez, “Jesús, mala mujer, y esto me has de traer”; y la rea le dijo por disimular, que solo era piedra picada.
Otra mujer de edad de treinta años la acusa, de haber hecho cercos y desde ellos llamar a los demonios  por sus nombres para diversos efectos, siendo enviada hasta el tribunal.”

Si Mari Rodríguez utilizaba un trozo de ara de un altar para atraer al hombre que le había solicitado la usuaria, nuestra siguiente hechicera, llamada Catalina, natural de Zafra y perseguida por la justicia por sus embrujos, utilizará hostias consagradas y una imagen de Santa Marta para conseguir lo pedido; y, como casi todas, dirigiendo sus invocaciones, súplicas y jaculatorias al mismísimo anticristo.

Catalina

“Viuda de Hernán Sánchez, tratante, vecina de Zafra, fue denunciada por muchas personas de hechicera y que hacía diversos hechizos, siendo de veintiocho años de edad. Uno de los testigos  en su declaración dice: “que pasando por su puerta una tarde, la dicha Catalina Sánchez le rogó que la acogiese en su casa aquella noche porque andaba huída de la justicia”. Que habiéndola recogido la testigo,  le contó a la dicha Catalina: “que estaba muy apenada porque su marido estaba ausente hacía dos años y no sabía donde se encontraba,  ni si estaba vivo o muerto”. La  dicha Catalina le dijo: “que le enseñaría una oración para que su marido la quisiese bien”, y sacó una imagen de Santa Marta que llevaba consigo pintada en un papel. Encendió tres candelillas de cera pequeña y dijo una oración que no se acordaba bien de toda ella, sino solamente de algunas palabras como:“Ser bienaventurada Santa Marta, digna sois y santa, de mí Señor Jesucristo querida y amada y de la Virgen María huésped y hospedada”, y en medio de la oración, nombraba al demonio Lucifer a quién llamaba con unas palabras que no entendió la testigo; Y le dijo: “que la oración la tenía que hacer con unas hostias consagradas, metiendo las mismas antes en un incensario y diciendo dicha oración delante de una imagen de Jesucristo, rezando treinta Padre Nuestros y treinta Ave María”. Que le enseñó alguna oración más pero que no se acuerda, pero sí que en todas las que le enseñó nombraba y llamaba al demonio; y que la testigo no vio al demonio ni que viniese, y que la dicha Catalina Sánchez tiene fama de hechicera y que anda ausente huyendo del Obispo de Badajoz que la quiere castigar.”[14]




La influencia de la religión en el mundo de nuestras Circes extremeñas es más que una realidad manifiesta, no solamente ya por las clásicas oraciones cristianas que mandaban rezar varias veces a quienes solicitaban algún acercamiento amoroso, sino también por la numerología. Así por ejemplo observaremos, que el número tres que recuerda a la Santísima Trinidad, el nueve, en relación a las costumbres de los novenarios católicos, el doce en referencia a los doce apóstoles que acompañaban a Jesucristo y el treinta y tres, haciendo referencia a la edad de Cristo, eran números utilizados con alguna frecuencia por las aliadas del príncipe de las tinieblas.
El temor a la Inquisición de Llerena hacía que algunas mujeres que habían acudido a los servicios de alguna hechicera, se sintiesen culpables de una posible herejía cometida por el hecho de dominar ciertas oraciones que le habían sido enseñadas por las pertinentes dominadoras de lo mágico. Razón por la cual, las mismas aprovechando que el Santo Oficio visitaba alguna localidad cercana a su pueblo o a su misma ciudad, acudían hasta el Inquisidor con el propósito de contar lo que había sucedido, culpando directamente a la hechicera y salvado con su deferencia su posible detención. Aunque como en el caso de la mujer que junto a la hechicera conforman el siguiente expediente, la misma salía con la circe de su pueblo hasta un corredor para poner en práctica sus retorcidos y maquiavélicos conjuros.

Catalina García.

“Natural de Asturias y vecina de Plasencia, se refirió por la navidad pasada que andando buscando remedio para que volviese a ella un amigo que la había dejado, le dijo Francisca López natural de Córdoba que también vive en Plasencia, que le mostraría ciertas oraciones  con las que podría hacer de su amigo lo que ella quisiese. Una de las que le enseñó decía: “así te ligo y te encanto, con tres frailes de misas, tres monjas profesas y tres hombres muertos a hierro, el uno ladrón, el otro judío, y el otro salteador, que vallan a ti y te den tres puñaladas en el corazón. Que de mí tengas dolor, y si de mí tienes algún enojo, así se te deshaga como se deshace esta sal en el agua”, echando en ella tres granos de sal. Y otra oración que decía: “Jesucristo murió, Jesucristo resucitó, así lo creo yo”. Y teniendo en la mano habas, tierra, carbón, sal, cera, papel y un ochavo, iba haciendo con la otra mano tres cruces mientras proseguía diciendo conjuros: “habas, con Dios Padre y con Santa Maria su madre, y con el pan y con la sal, y con las aguas de la mar, con la redondez de la tierra, con la barba de la ballena, con los siete pelos de la barba de David, y con el bien aventurado San Julián que en la mar entro y esta suerte echo y buena le salió, así haga en mí en esto que pedir y preguntarte quiero” y arrojando las dichas cosas en el suelo, sabía si al caer  juntas o apartadas lo que había de ser. Otro conjuro era: “Jesucristo nació, Jesucristo murió, Jesucristo resucitó, y así lo creo yo”, haciendo tres veces la señal de la cruz y teniendo un hueso colgado de un hilo, y diciendo: “te conjuró  hueso de palo con el hilado que tienes en cimba que es para cubrir vivos y muertos, te conjuró con Dios Padre y con Santa Maria su madre y con el cáliz y el ara, con la ostia consagrada, y con el cirio pascual, con el libro misal, con el río Jordán donde Nuestro Jesucristo fue bautizado. Le preguntó a San Juan Bautista ¿Juan quien está mejor bautizado yo o tú? Y le respondió, yo”, inmediatamente con el hueso cogido con el hilo le decía: “te suplico me digas la verdad”, y si el hueso meneándose hacía una I decía qué sí, y si una O decía que no. Otro conjuro era el qué sigue: “te conjuró estrella la más alta y la más bella, como te conjuro con uno te conjuro con dos multiplicando hasta nueve cada vez. Uno y con el diablo “Mexeriquel” qué todos nueves os juntéis y en nueve caballos cabalguéis, y en el huerto de amor entréis, y nueve varas de cedros negros me cortéis, y en las fraguas de Barrabas y Satanás las moldeéis y agucéis, y en el corazón de fulano se las clavéis. Qué no pueda estar ni sosegar, ni comer ni beber ni dormir, ni gusto cumplido con ninguna mujer tener hasta que conmigo venga a estar”. Otra oración era la siguiente, miraba a la estrella de la guía y decía: “te conjuro con Dios y Santa María, con Pedro y con Pablo y con Andresguela (que dijo que era San Andrés) y con la leche de Nuestra Señora y  con la madre de Zacarías, y con el diablo cojuelo, y con el diablo Mexeriquel, que todos nueves os juntéis como en la pasada y me mostréis en hombre halar o en puerta llamar, o en gallo cantar”, porque cualquier señal de éstas era buena. Y que salía la acusada y la testigo dos o tres veces de noche a un corredor y que las oraciones las hacían mirando al cielo. Se calificó de pacto implícito con el demonio, injurioso a Dios, a los santos y a los misterios de la fe, y que blasfemó contra San Andrés.”[15]

Espectaculares los movimientos supersticiosos de Catalina García, como sensacionales y grandiosos fueron los amarres y ligamentos que una hechicera de Jerez de los Caballeros practicó en su momento con algunos de sus vecinos. El nombre de dicha mujer era el de Ana Barrosa, y su expediente inquisitorial cuenta sin desperdicio algunos de los diferentes ejercicios mágicos que desarrolló en tierras del Temple.

Ana Barrosa           

“El Inquisidor fiscal de Llerena contra Ana Barrosa vecina de Jerez de los Caballeros por maleficios.

Tuvo principio a lo sacado a instancia fiscal de la Sumaria de Francisca la Rubia y por delación que hizo el 16 de septiembre de 1789 Pedro Guerrero de la misma vecindad, casado con María de Mayo, de edad de 34 años. Que amonestado de su confesión denunció y declaró: que con motivo de haber tenido trato ilícito con esta reo por mucho tiempo y antes de casarse el declarante, le dijo ésta un año antes de su casamiento, que acompañada de Josefa Petrona habían ido a casa de la Chaparra para que les diese un maleficio para ligar al declarante Alonso Muñoz y que no pudiesen cohabitar con otra mujer, y que mientras ella viviese no tendría hijos de dicha mujer. Que el delator se persuade haber quedado ligado porque tubo gusto con dicha Barrosa, reo actual, y ninguno con su mujer, por todo lo cual y hasta el momento, no le ha sido fácil cohabitar con su mujer.
Fue el declarante a buscarla y le rogó que por favor le quitase la ligadura, negándose la rea a dicha petición; que entonces la amenazó con una navaja y la reo se le hincó de rodillas y ofreció acudir por el remedio a dicha Chaparra, llevándole la reo unos polvos que le había dado la mentada los cuales le costaron 20 reales. Polvos que le puso en el puchero que se tenía que comer y que ella también los comió como le dijo la Chaparra. El delator le dijo a Ana Barrosa, que a él si le habían hecho efecto pero que a ella no; en otra ocasión el reo tuvo que ir a Portugal, y para ello, la reo le dio un bolso para que llevándolo consigo no lo viesen los guardas, y le dijo, que no entrase con el bolso en la Iglesia y que dicho bolso tenía dentro una piedra blanca y unos polvos pardos; y que también le dijo la rea, que si quería ir en dos o tres horas a donde quisiera lo conseguiría, dejándose clavar una aguja y repitiendo tres palabras que sabía la reo y que se las había enseñado la Chaparra.
Que para conseguir la curación del daño, se fue con su mujer hasta Encinasola a casa de una hechicera que le dijo, que no tuviese pena que ella lo curaría con una buena friolera, y que el motivo de la denuncia hacia la reo era para ver si conseguía el remedio de la misma para su falta de gusto en el matrimonio”.[16]

Declaración  de la mujer del delator

Que en la actualidad tiene 20 años, y que en los dos años que lleva casada con su marido éste no ha tenido gusto con ella, y que su marido le ha asegurado que es porque lo tiene ligado esta reo por los celos que tiene. Que el remedio que le dio la reo fueron unos polvos que su marido llevó mucho tiempo colgado de la puertita de los calzones, pero no sanando como había prometido, los tiró. Que la reo tiene mala opinión en el barrio y la temen todos los vecinos, porque dicen, que su madre era bruja y que ésta lo había heredado de su madre, y que cita a su concuñada María García como persona que podía saber estas cosas de la reo”.

Declaración de María García

“Mujer de 23 años, casada con José Guerrero, la cual dice que es de publico, que la reo ha heredado de su madre las artes de la brujería, y se fundamenta, en cosas que la reo le ha revelado en varias ocasiones siendo cosas que ella no podía saber. Que en una ocasión que su marido fue al Reino de Portugal a por tabaco con Santiago Domínguez marido de esta reo, y estando temerosa de que los guardas lo cogiesen, le dijo la reo que no tuviese miedo que aunque pasasen al lado de ellos los guardas no los verían”.[17]

Un hombre sicológicamente tocado por la más que evidente impotencia sexual, y una hechicera culpada de ser la causante de la falta de placer o disfunción sexual en el atormentado matrimonio. Recordemos que la vejación a hombres que no cumplían con su virilidad en el matrimonio durante el siglo XVI, era una realidad manifiesta. La humillación ha sido siempre una forma de control social, y muchos hombres han sido ridiculizados y destruidos por la exposición pública de su impotencia, de hecho, la Iglesia, utilizó esta estrategia en el siglo XVI con la formación de jurados eclesiásticos para determinar la impotencia de un hombre.
Mujeres acusadoras de sus maridos, así como las disputas de paternidad, eran llevadas ante estos tribunales, los cuales demandaban al acusado probar en público su capacidad de erección y eyaculación. Tan grande era el regocijo del público ante estos actos, que el temor manifiesto entre los hombres era toda una vergonzante realidad, mientras que la Iglesia se confería inmenso poder a través de estas humillaciones. Fue precisamente en Francia, donde en respuesta de la lucha de poderes entre la Iglesia y el Estado, un alto tribunal de Paris abolió estos vergonzantes tribunales en 1677.[18]
Pero si Ana Barrosa, la hechicera de Jerez de los Caballeros, parece ser tenía la fórmula para provocar la impotencia en los hombres y conseguir los objetivos marcados, previo pago, nuestra siguiente protagonista de nombre Catalina Benítez, mujer prieta, vecina de Medellín, tenía según el documento inquisitorial, poderes más que suficientes para hacer que a una recién parida se le frenase la leche en sus pechos, y que por tal motivo, la madre del bebé no pudiera amamantarlo. La razón y el motivo de todo lo expuesto nos lo cuenta su expediente inquisitorial, del que “aprenderemos” que a veces es mejor ser amigo y adepto del enemigo que rival o adversario del más fuerte oponente. La sumaria de Catalina Benítez así lo corrobora y predice, y como siempre en estos casos, la mítica superstición será la diva y estrella del vil y abyecto espectáculo inquisitorial.



Catalina Benítez


El fiscal de la Inquisición de Llerena contra Catalina Benítez mujer prieta vecina de Medellín por curas supersticiosa.

En Medellín a 11 de octubre de 1747, ante el Comisario D. Juan de la Cruz, pareció de su voluntad Francisca Rodríguez, mujer de Pedro López, quién de mandato de su confesor delató a la reo. La acusa de que estando la decente criando un hijo recién nacido, le faltó la leche, creyendo que la culpa de tal problema lo tenía la reo, sobre todo, porque la misma la fue haber estando en cama recién parida e inmediatamente le faltó la leche que tenía en abundancia. Que había oído a María Rita y a Inés Castuera, que esta reo las tenía escandalizadas porque les había quitado la leche por no haberle regalado algo al instante que las visitó. Por este motivo creyó la decente que la reo lo había practicado con ella por no haberle dado unas torrijas, y con efecto habiéndoselas ofrecido la decente pasó inmediatamente ésta a visitarla con la intención de hacerle venir de nuevo la leche a sus pechos.
La reo le pidió un candil encendido, un plato blanco, aceite y agua, y habiéndose efectuado lo pedido, le dijo la reo sacase los pechos fuera haciendo sobre ellos unos signos a manera de cruces malformadas. Puso con el dedo aceite en el agua que estaba en el plato blanco, mientras tanto, la reo iba hablando cosas entre si que no entendió la decente, e inmediatamente le vino a la testigo tanta leche que se le salía de los pechos. Le encargó la reo a la testigo que declara, que el agua y el aceite la pusiese donde se secase y que no la bebiese ningún animal.
Que asimismo le sucedió a la decente, que habiendo llevado la reo unas sandías de su casa y no saliéndole como quería, dijo la reo a Inés Higuero, que la decente se lo pagaría, y que con efecto le volvió a faltar la leche. Viéndose afligida fue haberse con la reo a su casa, y la respondió que no tuviese cuidado, que mientras ella viviese no le faltaría la leche. Que le llevase al niño y que lo llevase hasta el pecho, repitiendo la reo las mismas ceremonias que la vez anterior; le  encargó fuese a su casa tres veces al día en horas señaladas. Y habiéndolo así ejecutado logró de nuevo le viniese la leche para criar su niño, diciéndole la decente le diese un remedio para no tener que ir todos los días con curaciones. Le dijo la reo que segura iba, que lo que tenía que hacer era tomar un plato blanco, aceite y agua, pero que no se preocupase que ella iba libre para siempre; y que sino hubiese ido a ella se hubiese quedado para siempre sin leche.
Se examinó a María Rita, quien dijo, que estando criando un hijo suyo hacía unos meses, el niño no quería tomar su pecho siendo así que tomaba el pecho de otra mujer; hablando un día la decente con la reo ésta le dijo, que no se preocupase que ella haría que el niño volviese a mamar de su pecho. La reo cogió a la criatura y con su propia lengua en la boca de la criatura hizo diferentes señales de cruces malformadas mientras hablaba entre si cosas que no entendió, e inmediatamente la criatura comenzó a tomar el pecho de la testigo. Según maría Rita, si a la reo cuando una mujer pare no le da unas torrijas ésta se venga quitándole la leche de sus pechos.
Inés Castuera de 24 años dijo, que teniendo un niño enfermo las vecinas le dijeron que la única que podía curarlo era la reo. La llamó y habiendo ido hizo se trajese un plato blanco, un candil con aceite y un poco de agua, y habiendo echado en el agua unas gotas de aceite desaparecieron; y por más que la testigo miraba haber por donde se habían ido no la veía. Esto lo repitió cuatro veces hasta que en la quinta consiguió que el aceite se quedase arriba, entre oraciones que la testigo no entendía. Dijo la reo que lo que padecía el niño era mal de ojo y que ya quedaba sano; que asimismo le sucedió a la testigo haría unos 14 meses, que estando recién parida y criando a dicho su hijo, sin saber como ni porque aborreció el pecho, y habiéndoselo  comunicado a la partera María Pizarra la dijo, llamase a la reo que tenía especial gracia para que los niños tomasen el pecho de sus madres, y habiéndola llamado, la reo le hizo llevar los mismos elementos que la vez anterior. Hizo la mezcla del agua con el aceite y arrimó al niño a su pecho no queriéndolo tomar, cogió la reo al niño y le puso en su pecho tomándolo la criatura sin que aparentemente la reo no tuviese leche por ser vieja. Según hizo eso le entregó el niño y éste comenzó a mamar.
Calificado a pedimento fiscal por el padre Francisco Benito Gil Becerra, éste dijo que la reo era curandera y hechicera supersticiosa y de vana observancia, y que la misma hacía pacto implícito con el demonio”.[19]

En la liturgia cristiana el aceite se emplea en el bautismo, confirmación, orden y extremaunción, mezclándolo con sustancias aromáticas, además, es bendecido solemnemente el día del Jueves Santo; razón por la cual las personas que abrazan el mundo de la hechicería lo utilicen como herramienta para desarmar el mal de ojo o para detectarlo como desarrollaba Catalina Benítez de Medellín.
En Extremadura todavía hoy se sigue curando el mal de ojo con este tipo de remedios supersticiosos populares, yo mismo he presenciado a una mujer de Cheles utilizar el aceite de oliva para llevar a efecto lo pretendido. La misma cogía una taza llena de agua clara, y al lado del doliente hace sobre ella la señal de la cruz diciendo una oración. A continuación rezaba un Padre Nuestro y mojaba un dedo en aceite, dejando destilar una gota en la taza hasta tres veces, si las tres gotas flotan sobre el agua sin unirse entre si, es señal de que no existe mal de ojo; más si se dividen en otras varias, el mal es cierto y hay que repetir el ensalmo dos veces al día hasta que el aceite acuse en la forma antes indicada para la extinción de la dolencia.
Amén de esta fórmula para detectar el mal de ojo, no es menos cierto que también existieron, muchas más hechiceras que en su momento cumplían con los mecanismos necesarios para paliar tal fin. Un claro modelo o arquetipo de tal curación lo tenemos en Barcarrota; allí una mujer llamada Isabel Vázquez, alias “la Corbacha”, desarrollaba las siguientes supersticiones a sus clientas.

 Isabel Vázquez. “La Corbacha”

“Mujer de Nicolás Sánchez, vecina de Bancarrota, de edad de 50 años, fue testificada por veintisiete testigos  de prácticas de hechicerías y embustes. Fue presa en las cárceles secretas sin secuestro de bienes el 9 de mayo de 1636 y puesta  Dijo ser hechicera y confeso los hechizos siguientes: Que hace unos 8 años, su  cuñada Ana Macías, le pidió un remedio para que otra mujer, que no conocía su nombre y que decía que estaba embrujada y que de los hechizos había quedado ciega, ésta le había pedido un remedio. La rea prometió hacerlo yendo a la casa de la mujer ciega. Una vez en la casa la rea le dijo que le conseguiría una prenda de la mujer que le había hecho el daño, y ofreció que el demonio con los cercos y un conjuro que ella hiciese traería la dicha prenda, para lo que le pidió una vela de curva, un tizón ardiendo para encenderla y una escoba. Les dijo a los asistentes, que mientras ella estuviese conjurando e invocando al demonio, que no nombrasen a Dios ni tuviesen rosarios ni cruces en las manos. La rea se encerró durante 15 minutos en una habitación de la casa, y cuando salió dijo a las dos mujeres, que se le había aparecido el demonio y que el mismo le dio la prenda de la persona que le había hecho el daño. Fue un pañuelo de narices que la misma rea traía desde su casa, prenda que traía escondida en el pecho mientras lanzaba mentiras y embustes.  Le pagó la dicha ciega cuatro almudes de aceitunas con promesa de que si sanaba se lo pagaría mejor. La rea le rezo tres veces la siguiente oración para quitarle el mal de ojo que le producía la ceguera.
Dijo la rea, que hace doce años estando en Bancarrota viniendo de un convento de monjas, se encontró con una mujer llamada Juan Pérez vecina de la villa, la cual le pidió un remedio para que Juan Méndez Moreno su marido dejase de estar amancebado como lo estaba. La rea le  prometió hacerlo, y para ello le pidió a la mujer una vela y dos reales. Marchándose a su casa molió unas habas y se las llevó a quién se las había pedido, diciéndole que se las diese a comer a su marido que con eso le aseguraba que se habría de apartar de la dicha mujer con quién aun entonces no estaba apartado. No aprovechó el remedio porque todo era embuste, contando la detenida que lo que había hecho se lo había enseñado su cuñada, y que se quedó con la vela y con los dos reales sin decir palabra ninguna ni hecho ningún conjuro porque no los sabía para este remedio.
También declaró la rea, que un cura de Nogales se acercó haberla para pedirle un remedio, diciéndole el sacerdote que lo quería para que un hombre casado se ausentase de su mujer por los celos que tenía de dicho cura y el maltrato que le daba a su esposa. La reo le contestó, que lo matase con una escopeta que ella no sabía como solucionarle el problema.
Declaró la reclusa, que en una ocasión la mando llamar una monja de un convento de Jerez que se llama Doña Antonia de Luna, y le pidió un remedio para que un fraile su devoto viniese a Jerez. La Corbacha le prometió asegurándole, que sabía hacer muchos conjuros aunque fuera traer monitos delante de ella bailando, y diciéndole la monja a la rea que los hiciese, dijo que eran menester muchos aderezos e instrumentos que tenía en su casa y que prometía venir en otra ocasión con ellos. Que cuando regresase de nuevo, haría cercos y llamar al demonio para que trajese a dicho fraile; y aunque por tres veces fue vuelta a llamar ella volvió a no ir.
Declaro la reo que una vez lavo a un hombre que estaba malo de hechizos, para que creyese que lo podía curar.
La rea fue condenada a auto publico de fe con coroza e insignia de hechicera, hizo abjuración de levi, que fuera traída a la vergüenza publica, se le diesen  200 azotes y que fuese desterrada de la villa de Bancarrota y Llerena por tiempo de diez años y si los quebrantaba se le diesen 200 azotes más”.[20]

Engaño, embuste, estafa, todos estos sinónimos y muchos más les vienen como anillo al dedo a las diferentes hechiceras que venimos conociendo y que presumen ante su clientela de poderes sobrenaturales. Mujeres a las que el pueblo catalogaba como brujas y no como hechiceras. Hoy en día y en el inicio del tercer milenio, en los ambientes rurales más ignaros y profanos de Extremadura, todavía cuando se habla de acontecimientos de este tipo se suelen designar a las personas que ejercieron o ejercen clandestinamente estos “trabajos”, con el nombre de  brujas y no hechiceras.
También en Barcarrota se dio otro caso referente a Catalina la Candelera, mujer casada y hechicera que fue testificada por varias personas de prácticas de hechicerías; según los testigos, Catalina la Candelera hacia conjuros y oraciones para atraer a los hombres alejados de sus amantes.



Catalina Candelera

“Ponía una estampa de Santa Marta con dos velas encendidas haciendo un sortilegio que llamaba de las torcidas, el mismo consistía en fabricar nueve mechas con tiras de un trozo de lienzo que hubiera estado impregnado de semen masculino, exclamando al colocarlas en el candil: “conjurote con tres libros misales y tres iglesias parroquiales” y rezar un Padre Nuestro y un Ave Maria a Santa Marta durante nueve noches consecutivas mientras le prendía fuego, donde además invocaba con la siguiente oración:

“Conjurote vida de la vida, de la sangre de (fulano) que me ames, que me estimes, que me regales cuanto tuvieres, y me digas lo que supieres.
Que te conjuro (fulano) con barrabas, que así como estas torcidas arden en este candil, que así me quieras”.

Terminada la invocación hacia una extraña ceremonia sentada en el suelo sobre un circulo alrededor del candil que tenía la mecha encendida, después tomaba nueve habas, tres granos de sal, tres carbones, una vela de cera normal y otras nueve habas mas pequeñas las cuales iba pasando a la solicitante. Inmediatamente tomaba dos de las nueve habas que cada una representaba un sexo distinto, las señalaba con los dientes y las lanzaba sobre el interior del cerco, si casualmente las habas se juntaban, ello significaba que la persona ausente por la que había realizado el conjuro llegaría prontamente y ardiendo en amor.
Una noche, estando en compañía de otra persona oyó un golpe, se levanto a ver lo que era y dijo: que no era hombre sino perro y que se le mostró tan grande como un becerro de un año. Le dio la hechicera pan tratándole con mucha familiaridad, y procurando el perro salirse fuera, se llego a un rincón de la parte donde estaban y se salió por un agujero como la copa de un sombrero.
 Fue presa por el Santo Oficio y condenada a salir a auto de fe en el año 1576 con insignia de hechicera, sambenito y coroza, abjurase de levi, y que en Barcarrota con las mismas insignias se le volviese a leer la sentencia. Fue  sacada a la vergüenza pública  por las calles del pueblo siendo desterrada por periodo de 6 años, dándosele además 200 azotes y confiscándole sus bienes”.[21]

Nuestra siguiente protagonista, es una mujer natural de Navalmoral de la Mata llamada Isabel Gómez, una hechicera que dominaba en pleno siglo XVII las artes del Vudú y otros métodos para recuperar la memoria en aquellos que la habían perdido; también hacía amarres de amor y diferentes curaciones en la población y fuera de ella, así como pactar, siempre según la Inquisición, con el diablo.
La angustia ante lo desconocido, el temor a lo futuro, la impotencia ante las adversidades o los propios misterios de la vida y de la muerte, hacen que el hombre se sienta inseguro de sí mismo y busque remedios y soluciones que palien de alguna forma su continua angustia o incertidumbre. En su afán de conseguir tales logros, imagina las más disparatadas fórmulas que se alejan de toda razón y caen en el error y el disparate. Tomemos un ejemplo más de estas realidades misteriosas de la mano de nuestra siguiente invitada.

Isabel  Gómez

“Mujer de Lorenzo Muñoz, vecina de Navalmoral Obispado de Plasencia, de 30 años de edad, fue testificada por 15 testigos siete varones y el resto mujeres, de que por el mes de marzo de 1626 cuentan de ella: que estando en la ciudad de Trujillo a donde había ido a curar a una enferma, mujer casada que decían estaba mala de hechizos, le había comenzado a aplicar medicinas. Que una noche se había entrado con otra persona en un aposento junto a un barreño de agua que había puesto con dos velas encendidas a los lados y un crucifijo, y que en el dicho barreño había echado un muñeco de cera figura de mujer llenos de alfileres por las coyunturas, el cual muñeco había echado la rea después a la lumbre diciendo: que en él estaba el daño no consintiendo llegase nadie hasta él.  Que después que lo quemó, la enferma se había levantado y dicho que estaba mejor; y que había hecho un arco con mimbre y nueve candelillas metiendo por el a la enferma introduciéndola  por los pies y sacándolo por la cabeza. Que también había puesto en dicho aposento, un cordel, un cedazo y que había dado muchos golpes a unas piedras, teniendo en el cedazo puesto y pinchado una tijera. Otro testigo añade que cuando la reo estaba en estos menesteres había dicho al cedazo: “conjurote cedazo con tijeras y con diablos, con la gracia del espíritu santo y de fulano (nombrando entonces a una persona), si es verdad lo que te quiero preguntar da una vuelta hacia la mano derecha y luego hacia la izquierda”, y que decía muchas palabras entre si. El testigo le dijo si le podía dar un remedio para recuperar memoria para sus estudios, y que le había dado unos polvos colorados y le había hecho escribir una oración o conjuro para que la dijese a las nueve horas de la noche tres noches unas tras otras. Y que las palabras eran: conjurote estrella la más linda y bella que en el cielo estás, conjurote con una con dos con tres, con cuatro, con cinco, con seis, con siete, con ocho, y con nueve estrellas, os juntareis y por la mar salada pasareis y en el monte Olibete entrareis y de las mimbres de amor tres varas cortareis y en la muela de Satanás la aguzareis y en las de Barrabas las amolareis y con ello buena sabiduría me traeréis.
Se calificaron sus hechos como pacto expreso y lícito con el demonio, y que la misma daba culto ha dicho ser.
 El 18 de febrero fue votada a prisión en cárceles secretas sin secuestro de bienes y estando en ellas se tuvo con ella la primera audiencia. Contó que a una tía suya le pidió, ¿que podía hacer para que su marido se acercase más e hiciese vida con ella?, la cual le respondió: que saliese de noche donde viese el norte y dijese el conjuro de la estrella. Que otro día fue a la ciudad de Trujillo a curar a una enferma que estaba ligada por hechizos, y que para curarla en ocho días que allí estuvo la había untado con unos aceites, y que bendiciéndola y haciéndole cruces le había dicho: “Jesucristo nació, Jesucristo murió, Jesucristo resucito, así señor mío Jesucristo como estas palabras son buenas y verdaderas, y como así lo creo, seáis servido de curar y sanar esta enfermedad, y que la misma no crezca ni prevalezca en dolor ni en calor”, y que no decía ni hacía otra cosa. La verdad era, que ella no sabía lo que hacía ni estaba en su juicio porque le habían dado de beber mucho vino, diciendo que no era hechicera ni nigromántica ni embaucadora de demonios, sino que era cristiana vieja.
También contó que en otra ocasión, una mujer le preguntó que para que era buena la cabeza de un gato negro, porque ella había oído decir que era para que un hombre quisiese más a su mujer y no se despegase de ella, y que la rea le había respondido: l cabo de los dichos nueve días habían de nacer siete habas en el dicho tiesto por la boca y ojos de la dicha cabeza del gato negro. También indicaba la reo, qu“que se había de enterrar en un tiesto la cabeza del gato negro con tierra de sepultura y regarla nueve días continuos con agua bendita. Que cuando la regara tenía que decir: “con agua bendita y tierra de sepultura te entierro y siete habas de ti espero”, y que a e tomase un espejo en la mano y se estuviese mirando en el y que estuviese sacando a la vez las dichas habas del tiesto una a una y entrándoselas en la boca, y la que se quedase escondida debajo de la lengua esa había de ser la haba invisible, la cual le serviría si la  llevaba en la boca, para que no fuese vista la persona que la llevase aunque entrase donde hubiese gente; y que las otras seis habas que las guardase, porque las mismas les servirían para  que tocando con cualquiera de ella a alguna persona, ésta comenzaría a querer  bien a la persona que le tocase con la dicha haba”.
Y que también dijo que en otra ocasión, Ana Tellez le había pedido un remedio para que los huéspedes fueran a su casa, y que ésta le había dicho que le llevase unos huesos de difunto. Se los llevó y la rea los cogió haciendo con sus uñas un hoyo en los quicios de las dos puertas de la calle de la casa de la dicha Ana Tellez, poniendo en cada uno un hueso dando algunas higas al hoyo antes de poner los huesos, y que después de puestos los cubrió con tierra y les puso agua bendita diciendo algunas palabras.
En una nueva audiencia dijo la rea, que pedía misericordia porque estaba mala con muchos dolores, y que en dicho día con juramento hizo relación el médico que vio a la rea, la cual y según el informe, ésta estaba podrida de bubas, con dolores de piernas, brazos y cabeza, granos en la cara, llagas en sus partes de donde salía cantidad de podrido y también en el pecho, que echaba sangre en los escupidos y que todo le procedía de la dicha enfermedad de bubas. Que tenía mucha necesidad de curarse porque sino correría riesgo su vida, y que parecía sería imposible se curase en las cárceles por la descomodidad de ellas, y que en la ciudad no había hospital para curar semejante enfermedad. Que tenía muchísimo riego de contagiar a otros reos y lo mejor era sacarla cuanto antes de la Inquisición. Fue mandada llamar y se le hizo su proceso, siendo condenada a ser advertida y gravemente reprendida y que dentro de un día saliese a cumplir su destierro de cuatro años no volviendo a su pueblo, ni a Trujillo ni Llerena, y que no los quebrantase so pena de 200 azotes”.[22]




Terrible la situación final de Isabel Gómez. Una pobre mujer, que como otras de su tiempo utilizaba la picaresca para poder sobrevivir y poder paliar con ello remedio para sus males. Una hechicera que decía curar a otros, pero que no supo curarse a si misma las bubas o sífilis que padecía.
Un caso parecido al de Isabel Gómez fue el que propició en la villa de Almendralejo una hechicera llamada María Sánchez; a ella recurrió una vecina de Rivera llamada María Centeno, quien le contó a nuestra amante de lo prohibido que D. Alonso de Zalamea le había dado palabra de matrimonio volviéndose en último momento atrás y concertando su enlace con Dña. Inés Cabezas. Primero pretendió apartarlos, pero dado que no logró su intento, pidió a la hechicera que hiciera algo para conseguir que Dña. Inés, un hermano de ésta y otro de D. Alonso a los que acusaba de haber influido en esta relación, muriesen sin cumplir el deseo de casarse con su amado. María Sánchez después de haberle dado unos polvos que no surtieron efecto, recurrió al siguiente procedimiento donde el vudú es el más claro exponente de lo sucedido y contado en el proceso que se desarrolló en el año 1737.

(…) mando traer una vela de cuarterón para la que dio esta reo el dinero, y se hizo tres pedazos con los que formó dicha María Sánchez tres muñecos y les clavó alfileres en la cabeza, barriga y pecho, diciendo ser uno de ellos D. José Zalamea y D. Pedro Cabezas y Dña. Inés su hermana los otros dos, que todos los tres muñecos los entró en una olla y se los dio a la reo para que en llegando a su casa  hiciese un hoyo y los enterrase con la olla, y que de cuando en cuando le hincase los alfileres a dichos muñecos con lo que conseguiría la reo se muriese dicha Dña. Inés Cabezas, su hermano y D. José Zalamea, o que al menos perdiesen las amistades (…)[23]

Afortunadamente tampoco en esta ocasión tuvo éxito, y lo que consiguió fue que D. Alonso pusiera contra ella una querella criminal por intento de asesinato y que fuese encarcelada en las cárceles secretas de la Inquisición, aunque ella misma consiguió escaparse. Al poco tiempo, y ante los avisos de la Inquisición para que hiciese acto de presencia, se volvió a presentar y apechugar con el castigo dictaminado por el Santo Oficio. Siendo condenada a salir en auto de fe si lo hubiese, y si no, a salir con coroza e insignia de hechicera en una iglesia de Almendralejo, se le diesen 200 azotes, cien en Llerena y el resto en su propia villa para que sirva de escarmiento a los vecinos de la población, y fuese desterrada. [24]
Desde siempre el hombre ha sentido la necesidad innata de desear el mal a sus enemigos, y de entre las numerosas fórmulas empleadas para proyectarlo hacia otras personas, desde tiempos ancestrales empleó el maleficio.
Maleficio es la proyección del mal hacia otra persona a través del hechizo, y el hechizo es la práctica supersticiosa por la cual se embelesan, suspenden o arrebatan las potencias del hombre mediante el pacto habido con el demonio o ser supremo del mal.
Tanto hechizos como maleficios son los actos característicos de la hechicería que se pueden practicar de muy diferentes maneras, y a través de los cuales se puede privar a una persona de la salud e incluso de la vida, según la creencia popular. Los hechizos y maleficios más conocidos se hacen a través de ciertas prácticas, como la del clásico muñeco de cera en cuyas partes más vulnerables se clavan agujas y alfileres, para que a través de la magia repercutan los dolores en el miembro que se quiere lacerar de la persona que se desee hechizar o embrujar.
Las manzanas han sido famosas como elemento propagador de hechizos y brujerías, solo tenemos que acudir al famoso cuento de Blancanieves y a los ejercicios maléficos de la bruja del mismo, para darnos cuenta de que esta realidad algo de cierto tiene en todo este mundo. Un ejemplo de ello lo vamos a conocer en nuestra siguiente condenada, una mujer que vivía en Llerena y que hasta ella acudían personas de pueblos como Trasierra a pedir curación para sus males.

 María la Panda.

“Con fecha de 19 de marzo de 1784, la delató Fr. Francisco Bernardo de Jarandilla, religioso franciscano descalzo en Llerena con referencia obtenida de Manuela Mateos mujer de Francisco Santos vecinos del lugar de Trassierra. Examinada dicha Manuela, de 34 años de edad, declara: que por la cuaresma del dicho año de 1784 y estando enferma su madrastra Antonia Palanco con motivo de creer que estaba hechizada, se valió su padre Francisco Mateos de una persona que ignora, la que hubo de ver a ésta reo que vivía en Llerena. A la misma le llevó una camisa de la enferma y vista por ella expresó, que padecía de hechizos llevándose a la reo a casa de la enferma para curarla. Llamó a la testigo y habiendo ido encontró allí a la reo a quién no conocía la testigo, que admirada de su modo y soltura la preguntó como, ¿conocía que eran hechizos y porque?, respondiéndole la reo: “porque yo lo se y son de muerte, y que sé quién y como se lo hicieron en esta villa de Trassierra al pisar un poco de agua vertida; y volviéndola a preguntar la testigo, ¿que porque y como lo sabía?, dijo: “yo bien lo se porque me lo han enseñado”.
Que reparo en un momento que la rea tenía para curar a su madrastra, unos pucheros de barro con ungüentos de color negro y unas bebidas en dos botes que expresó ser para la dicha enferma. Y preguntándole la declarante que ¿como hacía aquello?, respondió otra vez: “que ella curaba mediante Dios”, respondiéndole, que no podía ser mediante Dios sino mediante pacto con el Diablo y que eso no era bueno. Por lo dicho se alteró la reo y llamó al padre de la testigo, diciéndole que la sofocaba la declarante y contestándole el padre, que era su hija y que quería que asistiese a la curación de la enferma, y que no tuviese cuidado porque lo supiese. La reo les dijo con amenazas: “que ellos bien pueden saber, que si llegan a denunciarme yo padeceré, pero ustedes todos han de padecer más que yo”.
Que se salió del cuarto la testigo creyendo, que la reo era una embustera porque su madrastra se lo dijo. Que en otras ocasiones que estuvo enferma y fue llamada la reo, ésta le untaba los ungüentos por los muslos de las piernas y brazos, diciéndoles  que el mal lo echaría por las uñas de los pies. Que para dichos frotes ponía a la enferma boca abajo diciendo algunas oraciones, para lo cual pedía una toalla o paño que no hubiera servido; se ceñía con ella y después se la llevaba diciendo, que la tenía que introducir en una esterquera: que también dijo a dicha su madrastra, que en Llerena había muchas curas, y que había hecho una a un clérigo que estaba ligado, y conociendo la reo el mal que padecía, le dio por remedio pidiese una liga a fulana y que se la pusiese dicho clérigo, con lo que al punto se sanó.
Que cuando se la halló presente la testigo en la cura de su madrastra, pidió la reo un baño grande con ascuas donde puso unas semillas, cáscaras de avellanas y yerbas que llevaba, y levantando a la enferma la ponía a que tomase aquel humo, y que después la dio de las bebidas que llevaba tomando la dicha reo antes de dárselas para que viese que no hacían mal, y que le dijo, que era agua con raíces de berros. Que la reo iba y venía de noche para dichas curas, porque decía, que no podía faltar de su casa toda la noche por tener visita de cierto sujeto que indispensablemente la había de ver.
A instancia fiscal se examinó a Cristóbal Julián Caballero Maestro flebotoviato en Trassierra, hombre de 46 años de edad, que por no haber en la villa médico ni cirujano el visitaba a los enfermos de dicho lugar. Preguntado si la dicha Polanco murió de enfermedad natural y cual, contesta, que la visitó hasta su fallecimiento y que habiendo padecido primeramente un excirso en un pecho se le cortó, y que restablecida de el le sobrevinieron unos dolores de espaldas y riñones con fiebre continua. Que la visitaron, D. Francisco Pérez, médico de Llerena y un químico de Villagarcia y que el declarante le suministraba las medicinas.
Sacado extracto de lo ocurrido después de la sentencia, se calificó en lo objetivo de supersticiosa de vana observancia, adivinación y embuste, y en sujetivo: sospechosa de levi esta reo. El tribunal según lo pedido por el Fiscal por auto de 7 de agosto de 1784, la votó a prisión en cárceles secretas y que se la siguiese su causa hasta definitiva. Vista en el consejo en 2 de febrero acordó se suspendiese por ahora.
Suspensa a estado hasta el 23 de julio de 1790, en que delató y declaró en Llerena ante el Nuncio del tribunal que es D. Pedro Antonio Trejo conductor del correo de Llerena a Zafra, de 36 años de edad, quién en descargo de su conciencia dijo.
Examinado Juan Felipe de León de 38 años, Francisco Sánchez Trejo, María Benita Cardenal y María Antonia Jaramillo, todos citados porque se encontraron presentes en el lance de la cesta de manzanas que la reo en vio a Zafra por el correo.
Juan Felipe de León declara, que hace años estando su madre mala de la vista llamaron a la rea para que la curasen, y dijo que tenía hechizos y por tal los curó; pero la puso peor, llevando al declarante un buen dinero.
Dice Francisco de Trejo, que fue quién recibió la cesta, y añade, que la reo le dio dicha cesta de manzanas para que la entregase en Zafra a la mesonera del mesón del Agua, y que pidiendo al testigo su cuñada la Jaramillo y María Cardenal que las diera unas manzanitas, respondió el testigo, que no quería porque le parecía que dichas manzanas eran compuestas para hacer mal por habérselas entregado esta reo y tener muy mala fama”.[25]

Toda una bruja de cuento de Blancanieves. Nuestra próxima nefanda a conocer es natural de la villa de Salorino en la provincia de Cáceres. Una mujer que se caracterizaba por sus maleficios y a la que el pueblo conocía como la bruja y hechicera de la población. Un personaje temido y liberal para la época que traía de cabeza hasta al mismísimo cura de la población, quien actuará contra ella por su supersticioso comportamiento.
Una “encantadora” mujer que curaba en la hembra el famoso mal de madre, una clásica enfermedad que según la creencia del momento, la misma se curaba con ensalmos y prácticas supersticiosas; movimientos que consistía en una especie de histerismo que padecían las mujeres a consecuencia de la obstrucción u opilación del flujo menstrual.



María  Guisada

“Año 1773. Llerena el Inquisidor Fiscal del Santo Oficio contra Maria Guisada vecina de Salorino, mujer de Domingo Panadero, por prácticas supersticiosas y maleficios.

En 15 de febrero de este año se recibió en el tribunal una carta de D. Manuel de Silva párroco de Salorino, en virtud de la cual, a instancia fiscal se libró comisión al comisario de Brozas para practicar las diligencias correspondientes. Fueron admitidas el 20 de marzo de 1773 compareciendo el delator. Se le preguntó si reconocía la carta, a lo que dijo que si, asegurando que los motivos que tuvo para escribirla fue el velar por el bienestar de sus feligreses. Y que entre ellos había un lobo carnicero (refiriéndose a la reo) quien destruía su rebaño a cara descubierta, teniendo alborotado a todo el pueblo con sus públicos amancebamientos, alcahueterías, hechicerías, y supersticiones como constaba de la deposición de ocho testigos que cita y que sucesivamente fueron llamados.
Compareció Catalina Corchado, moza soltera de 29 años de edad, quién dice: que es público y notorio que la reo es hechicera; que habrá como diez meses que estando enteramente sana la testigo le faltó su menstruo, y pidiendo su remedio a la reo y prometiendo agasajarla, le respondió, -Anda que para pasado mañana te bajará-; todo lo cual sucedió con tan solo rezar la reo unas oraciones a unos santos de su devoción. Que fue continuando su mejoría por seis meses mientras la tuvo agasajada, pero viendo que no podía soportar los gastos que le causaba, se valió la declarante de otra vecina suya quién la dijo, -Que la reo no la habría de curar porque cuando le quitase el agasajo de nuevo la dañaría. Que si se hubiera valido de ella que ya estaría buena-; y añade la testigo: que esta reo la había amenazado que se había de acordar de ella si la descubría, porque aunque la llevasen a Llerena ella volvería antes que los mismos conductores.
Domingo Labariegos, vecino del mismo pueblo, de 49 años de edad, dijo, que es público que la reo es mujer amancebada, ramera, bruja, y hechicera, que habiendo dado la reo a una persona unos ajos los cuales no quiso usar, los puso en un rincón  y a los ochos días los encontró llenos de gusanos encarnados.
Que el verano pasado, riño un hijo del testigo con la reo y lo amenazó que habría de acordarse de ella, y desde entonces se empezó a secar hasta obligarle a ir hasta Alburquerque en donde una mujer llamada “La Preciada” le dijo, que la causa de su mal eran hechizo que le habían hecho “La María de Salorino”; y que haciéndole unas cruces en los brazos y estregándoles los mismos se quedó bueno.
María Gómez, de 24 años de edad dijo, que estando hace quince meses con dolor de estomago y no encontrando remedio, pasó con Catalina Corchado para Olivenza en el Reino de Portugal, en donde una mujer la dijo que lo que padecía eran hechizos que le había dado una mujer de su pueblo cuyas señas concierne con las de la reo. Y dice también, que ha oído decir de público, que cura todas las enfermedades como el mal de ojo y a los ensortijados.
Domingo Gómez, de 25 años de edad, dijo de públicos delitos de esta reo, y añade, que habiendo tenido una desazón con ella en este mes de marzo se puso malo, de modo que a los tres días no pudo trabajar en su oficio de sastre. Que habiendo estado la mujer del testigo con la reo, la dijo: “anda que ya hoy no ha de tener novedad” y cuenta el testigo que ha oído decir a la reo, “que al que ella le desee algún mal cuente que lo ha de conseguir”.
María Ramos, vecina de dicho lugar de Salorino, de 40 años de edad, fue citada, declarando la misma: que ha oído decir que María Guisada cura de hechizos, mal de ojo y otras enfermedades solo con rezar a unos santos de su devoción. Que habiendo casado un hijo de la testigo estuvo ligado tres o cuatro veces, y pidiendo a la reo lo desligase, la respondió: “que no la descubriera, que ella rezaría a un santo para que le curase”, y efectivamente se vio libre. Añade que habiéndose valido de la testigo Catalina Corchado para que la curase la reo, ésta respondió, “que no podía, que si Catalina no la hubiera dado una mala razón no se vería así”.
Catalina Chaparra, de 29 años de edad, dice, que teniendo un burro cojo y que éste se iba secando de la cojera, se lo dijo a la reo, y que ésta con solo unas oraciones lo puso bueno. También dice que liga a los casados tomando de unos y otros lo que piden; cura de males de estomago y retenciones de menstruos con solo rezar a los santos de su devoción, pero que solo lo hace para los que le dan intereses y a los que no se pasan con su trabajo. Que habiéndose empeñado la testigo con la reo para que curase a un hermano ofreciéndola 300 reales se mejoró, pero retardando la curación en el cuello por la hinchazón, murió de los hechizos.
Y María Anastasia dijo, que la reo le llegó a proponer por tener ésta varios hijos, que si quería podría hacer que muriesen varios niños.”[26]

María Guisada, la bruja y hechicera natural de Salorino. Una mujer que se caracterizó por sus múltiples prácticas supersticiosas, y por las que era sobradamente conocida en su entorno. Pero si María Guisada se ofreció para matar a estos niños hijos de María Anastasia, otras dos mujeres gitanas, vecinas de Zafra, van a ser reos de la Inquisición de Llerena por facilitar a Antonia de Robles suertes para matar a su marido.
Antonia de Robles era una mujer importante en la villa de Zafra que estaba casada, pero que había solicitado la nulidad matrimonial sin conseguirlo. Esta realidad la llevó a recurrir a los hechizos de nuestras dos siguientes convictas, dos gitanas que en ningún momento fueron capaces de conseguir el propósito pedido.
La primera cíngara extremeña se llamaba María Manuela, quien tratando de complacer a su nueva clienta le pidió un huevo, una cazuela con agua y otras cosas, puso el derivado de la gallina en agua fría diciéndole que si se cuajaba el huevo conseguiría su propósito. Rompió el huevo, y al verlo cocido le dijo que esto era señal de que lograría lo que quería.
Pero no sería cierto lo predicho por la primera gitana cuando la cliente protagonista tuvo que recurrir a la supersticiosa “sabiduría” de otra mujer calé llamada María de Saavedra, a la que conoció cuando la cíngara fue a casa de Antonia de Robles a venderle unas puntas de encaje. La señora Robles le dijo lo que a la anterior gitana: “que si le daba alguna cosa para matar a su marido, ésta se lo pagaría”; contestándole María de Saavedra, que haría las diligencias en unos quince días. Al ver que no cumplía con lo que le había dicho, la señora la amenazó con denunciarla al Santo Oficio, y la gitana, ante el temor a caer presa de tan siniestra institución, le hizo una especie de ceremonia introduciendo un papel manchado con sangre de vaca en un plato con agua, con lo que logró tranquilizarla. Le dio también unos polvos para que zahumase la ropa del marido, y le dijo que con ello caería muerto, aunque era peonía que había comprado en la botica; también le rezó una especie de oración que decía lo siguiente.

“Me encomiendo a Jesucristo y a la madre que lo parió, a la ostia consagrada y a la cruz en que murió”.[27]

Embaucadores, cameladores y engatusadores, fueron los agoreros movimientos de estas gitanas de Zafra, falsas brujas que en ningún momento consiguieron sus objetivos de asesinar al marido de la seguramente sufriente Antonia de Robles.
Un caso muy parecido al anterior, donde el intento de asesinato estuvo presente en todo momento, es lo que se nos revela y se expresa en el proceso de María Centeno, natural de Rivera,  y María Sánchez, mujer tenida por bruja en Almendralejo. Los celos serán en todo momento los verdaderos protagonistas en la vida de Maria Centeno, quien por su evidente terquedad ordenará a María Sanchez, la bruja de Almendralejo, que le dé diferentes formulas para asesinar a la mujer que quiere quitarle a su hombre amado y no conseguido.



María Centeno y María Sánchez

“Esta reo con fecha  21 de septiembre de 1738, apareció en el tribunal de Llerena y pidió audiencia para declarar diciendo: que encontrándose presa en la villa de Rivera de orden de la justicia por suponer que la reo había matado a tres personas con hechizos, a esta le abrieron causa.  Presumiendo la reo que el caso más bien pertenecía al Santo Oficio que a la justicia civil, se escapo de la cárcel y vino a presentarse al Santo Oficio de la Inquisición de Llerena para confesar que es lo que había pasado. Contó que en la villa de Rivera había cinco hermanos que llaman los Zalameos, y que uno llamado José que es presbítero, trató de casar a su hermano con Doña Inés Cabezas y que después por motivos deshizo dicho tratado. La razón era que decidió casar a su otro hermano llamado Alonso con la dicha Inés, por cuyo motivo andaban inquietos.
Tuvo noticias que le dio María la Rubia, que en Almendralejo estaba María Sánchez que sabía curar de hechizos y que también sabía darlos, y que podía ser la mujer que pudiese poner paz a dichos Zalameos. Consintiendo en ello la reo, quedó de acuerdo con María la Rubia para que enviase un hijo suyo de unos doce años con Catalina la Dura hasta Almendralejo, hasta donde fueron a visitar a la dicha María Sánchez. Le dijeron a la suso dicha bruja de Almendralejo, que le diese el remedio para parar las quimeras de los Zalameos, contestándole María Sánchez, que si no observaba en persona a la que lo pide no podía recetar el remedio por no tener satisfacción; pero que se fuesen con ella hasta su casa que ella le daría el remedio. Dio a la reo unos polvos pardos y le encargó que los arrojase en donde lo pisasen los Zalameos, y que una vez pisados unos tendrían paz con otros, dándole la reo un real de a ocho. Que ejecutó el derramar dichos polvos, y que le roció el cuello con los mismos a los  Zalameos, pero que el remedio no surtió efecto. De nuevo la reo envió a Catalina la Dura con su hermanastra, para que María Sánchez le diese un nuevo remedio llevándole una fanega de trigo como forma de pago, la bruja de Almendralejo las despachó enviándole tres manzanas, una para D. José, otra para D. Alonso para que aborreciese a Doña Inés Cabezas trayendo estas dos manzanas un agujero, y la otra manzana era para la reo sin agujero. Todos la comieron y no surtió efecto, mandando la reo comunicarlo a María Sánchez diciéndole si la estaba engañando, y que si así era que la desengañara y le dijese que D. Alonso se quería casar con Inés Cabezas. La dijo dicha María Sánchez que fue hasta casa de la reo, que no se habría de casar D. Alonso con la dicha Inés Sánchez sino con la reo, y para que lo viese hizo un cerco con su dedo en un baño de agua, trajo un candil y puso tres gotas de aceite en dicho barreño, diciendo María Sánchez que las gotas representaban a uno de los tres, D. Alonso, Doña Inés y la reo, y que se fijase porque la gota que representaba a D. Alonso se estaba acercando más a la reo y no a la de Inés, señal de que se tendría que casar con la reo. La reo advirtió que cuando María Sánchez ejecutó esto, estaba moviendo los labios como si rezase algo y que mandó traer una vela de cuarterón para la que dio esta reo el dinero. Que hizo de la vela tres pedazos con los que formó tres muñecos de cera a los que les clavó alfileres en la cabeza, barriga y pecho y que dijo ser uno de ellos D. José Zalameo, D. Luís Cabezas y su hermana Inés. Que todos tres muñecos los entró en una olla y que se los dio a la reo, para que cuando llegase a su casa, hiciese dicha reo una cueva en el suelo y los enterrase con la olla; y que de cuando en cuando hincase los alfileres a dichos muñecos, con lo que conseguiría la reo se muriese dicha Doña Inés Cabezas y su hermano, y que con D. José Zalameo por lo menos perdería las amistades.
Para asegurarle a la reo lo dicho, María Sánchez confió un cedazo y clavo en el aro unas tijeras, y cogiéndola por los anillos dijo, “cedacito, por tu poder te pido que me digas la verdad”, diciéndole María Sánchez, que si se movía era señal de que habría paz, y sino se mueve es que las quimeras continuarían. María Sánchez le dijo a la reo, que para que ésta no discurriese que ella movía el cedazo, le pidió que lo cogiese por uno de los anillos de las tijeras, y que  Catalina la Dura lo hiciese por el otro, y que cuando María Sánchez comenzó a decir las palabras antes dichas, dio el cedazo media vuelta.
Que la reo hizo con los muñecos lo que le dijo María Sánchez, los enterró y los pico con los alfileres como cinco veces en varias ocasiones, y que no surtió el efecto que deseaba; antes bien, dicho D. Alonso se caso con Doña Inés, deshaciendo la reo los muñecos. Que después de algunos días llegó a la puerta de la reo un ermitaño tío de la María Sánchez, y refiriéndole lo que le había pasado con su sobrina, le dijo a la reo que su sobrina era una embustera y que él iría hasta Almendralejo y que le traería otros polvos con los que se recompondría todo.  Se los trajo y dijo a la reo, que se los tenía que poner en lo que había de comer Doña Inés con lo que moriría, y que esto la reo no quiso ejecutarlo. Que la segunda vez que fue la reo a por remedio, le dio María Sánchez unos polvos blancos para que rociados en un bollo lo diese a comer a dichos Zalameos, y que aunque la reo comiese de ellos no le haría mal. Que comieron los bollos los Zalameos y no surtió efecto ni malo ni bueno. Que estando la reo en la cárcel le preguntó el Regidor Decano de Almendralejo la causa de su prisión, y entendido lo preguntado le dijo, que María Sánchez era una embustera y que por tal tenía descasado a D. Fulano Jara por unos polvos que le había dado, y que por ello era por lo que estaba presa.
La justicia tenía información de que D. Alonso Zalameo el día 24 de octubre de 1737 (cerca de tres meses antes de la delación de la reo), se querelló criminalmente contra la reo ante la justicia ordinaria de Rivera. La Razón venía dada por el odio y mala voluntad que le tenía a el y a su mujer Doña Inés Cabezas, para los que había solicitado maleficiarlos con hechizos para que la aborreciese. Que dicha reo había pasado diferentes veces a Almendralejo a buscar personas de este trato, y traído recetas y disposiciones para sus depravados intentos de querer matar a Doña Inés su mujer; con lo que concluyó pidiendo por la información recibida, se pusiese presa con embargos de bienes y se le castigase por las penas en las que había incurrido.
La inquisición mandó se llamase a testigos que conociesen el caso, siendo la primera en ser avisada para testificar  María Sánchez de 44 años de edad, quién declaro: que uno de los días del verano de 1737 pasó a la casa de esta testigo esta reo en compañía de Catalina la Dura, y estando la reo y la testigo solas en un cuarto la reo le dijo: que D. Alonso Zalameo le había dado palabra de casamiento y que ya no se quería casar, por todo cual iba a por remedio hasta la casa de la testigo a fin de que D. Alonso aborreciese a Doña Inés Cabezas pues era con quién se quería casar, y que viendo lo insistente que era le dio unos polvos que había hecho con tabaco pero que no estaban maleficiados.
Que también le dio en una segunda vez que vino diciendo que lo dado no le había hecho efecto, azúcar y piedra blanca molida para que la pusiese sobre un bollo y diese de comer a D. Alonso para que olvidase a Doña Inés.
La Inquisición también abrió sumaria contra María Sánchez por haber colaborado con la reo en intentar asesinar a D. Inés y a D. José Zalamea, apareciendo en diferentes informes emitidos desde Almendralejo, que María Sánchez,  había sido denunciada por supersticiones y por curandera de hechizos, una en el año 1712, otra en 1733 y otra en 1734.
Dado a calificar los informes emitidos, la Inquisición ve herejía formal en todo lo expuesto, en primer lugar por desarrollar maleficios amatorios, y aunque los polvos fuesen inútiles para el deseado efecto, el hecho demostraba que era una persona que había hecho pacto con el demonio cuando hizo lo del cedazo, y que además era un acto de superstición heretical por haber nombrado el nombre de San Pedro y de San Juan.”[28]

La causa que conoceremos a continuación nos pone de manifiesto la cruda realidad que les tocó vivir a muchas mujeres extremeñas que quedaban embarazadas sin estar casadas, y que por tal motivo, muchas de ellas, se vieron rechazadas y humilladas por su propio vecindario. La mujer que conoceremos es natural de Medellín, la misma, se va a ver rechazada por su marido por encontrarse embarazada supuestamente de otro. Desesperada ante la realidad y el manifiesto escándalo que hay en la población por su situación, María de la Concepción, necesita urgentemente que alguna bruja haga que su marido regrese con ella y, si no se consigue, que le dé algo para matarle. Pero lo que desearía sería que éste, al menos, estuviese con ella una noche para paliar las murmuraciones y las patrañas que sobre ella se estaban vertiendo, de lo contrario su situación pasaría a ser la de una mujer adúltera y ramera. Esto es lo que dice de ella su proceso inquisitorial.





María Concepción de la Puente

“El Fiscal de Llerena a Doña María Concepción de la Puente, vecina de Medellín por varios excesos.
Que delatada el 10 de abril de 1817 por Benito Romo Personero, natural y vecino de Medellín, y por motivos que  resultan del expediente de divorcio que se seguía en la Curia eclesiástica de Plasencia contra su marido D. Rodrigo Alonso Cimbreño por no querer seguir casado con su mujer, ésta se había valido de una mujer tenida por hechicera para hacer daño a su marido. Reconocida la delación, se dio orden al comisario de Plasencia para que sacase testimonio de lo que resultare del referido expediente de divorcio resultando lo que sigue.
Que en 4 de julio de 1815 declaró D. Antonio González Bulnes, testigo presentado por D. Rodrigo Alonso Cimbreño, de que había oído a un tal Cabanillas vecino de Alcollarin, que Doña María Concepción de la Puente había solicitado o hablado a dos mujeres de las que se decían que eran brujas, para poder matar con ellas a su marido.
Que examinado Francisco Cabanillas dijo haberle contado su mujer Gregoria González: que ella y una tal Ursula habían sido llamadas por la dicha María en concepto de que eran brujas, para que le diese un veneno para matar a su marido hijos a su cuñado el de la Oliva, y que ambas la habían contradicho retirándose avergonzadas y escandalizadas.
Que examinada Ursula Fernández dijo: que un día fue llamada por la criada de Doña María para que se fuese a hilar a su casa, que fue y la dijo aquella que se fuese con su hermana Josefa al trastero y que les pagaría bien si la diere algún remedio para matar a su marido. Que la testigo se sorprendió y dijo a la dicha María que eso eran cosas de brujas y que como pensaba tan mal de ellas, con lo cual se salió de la casa quedándose aquella diciendo: “válgame Dios que no ha de haber quién me de remedio para matar aquel demonio”, y que todo esto lo vio la testigo.
Matías Bordillo declaró: que la dicha María Concepción se valía de mujerzuelas notadas de brujas o embusteras, y que el testigo había visto en el año de 1815 a una mujer venida de Miajadas con mucho bello en su rostro y con bigote, y que le informó la misma reo que la había traído para que con sus fechorías hiciese que su marido estuviese con ella una noche, pues se encontraba embarazada con escándalo.
Que Juan Rodríguez había oído a las criadas de Doña María, que encontrándose ésta embarazada del niño que en aquella época le vivía, había enviado a buscar con un criado suyo a una mujer de Miajadas tenida por bruja para que hiciese embrujos a fin de que su marido estuviese con ella una noche. Y que en efecto, vino la dicha la mujer, y una de las cosas que le mandó traer de la botica fue azafrán rumino.
Recibido en el tribunal este testimonio se mandaron rehacer todas las diligencias a instancia del fiscal, y no fueron examinados por no haber notario de residencia y vecindad en Medellín.
La Inquisición determina, que se le de una fuerte reprensión por el comisionado del Santo Oficio a Antonia la Partera, que es la mujer de Miajadas, por embustera y estafadora y por demostrar tener tintes de bruja. Y que la misma reprensión se le de a Doña María Concepción, por valerse de semejantes medios supersticiosos para encubrir delitos y otros fines perversos y criminales. Así lo acordó el tribunal por auto de 29 del propio mes y año.”[29]

En el siguiente proceso inquisitorial contra una mujer extremeña por prácticas supersticiosas, nos vamos a encontrar con un enfrentamiento de opiniones dentro del seno de la Inquisición de Llerena. Por un lado quienes ven en Francisca la Rubia, natural de Jerez de los Caballeros, a una bruja que hace pacto explícito e implícito con el diablo, y quienes ven simplemente a una pobre mujer que trata de ganarse la vida con estos menesteres. Curioso el expediente de esta jerezana conocida en su población como la “Chaparra”.

Francisca la Rubia, alias La Chaparra

“Mujer vecina de Jerez de los Caballeros, fue condenada por curativas supersticiosas, y presa en las cárceles secretas del Santo Oficio por delación que tuvo principio en el año 1786. La primera testigo que la delata es Isabel María Hernández, viuda de 45 años de edad, quién dice ante la Inquisición: que por motivo de la fama de curandera que tiene la rea y que cura públicamente de hechizos jactándose de ello, fue la testigo a su casa para que curase a Mariana Najarra, a quién la condenada había visto y que le anunció que el mal que padecía eran hechizos. La Chaparra le dio varios ungüentos, polvos y bebidas, expresándole la misma, que los hechizos se los había dado Juana la Perrona, explicando, que los motivos habían sido porque la había pretendido Andrés el Cojo, que también era del arte.
Una noche fue a casa de la detenida y la encontró en la candela quemando un sapo grande, y que la dijo, que era para curar a la Najarra. También le contó, que había curado a Pedro Espejo, pero como los hechizos que tenían eran de muerte no pudo hacer nada, lo que contó a la testigo María Boza, prima del dicho espejo. También declara esta primera testigo, que la Chaparra curó de hechizos a Manuela Mejía y a otras personas.
Otros testigos como Andrés Espejo y Román Espejo padre y hermano de Pedro Espejo, María Boza prima y Teresa Gallega, todos vecinos de Jerez y mayores de 25 años contestan: que es cierto que estuvo enfermo dicho Pedro Espejo aunque los médicos nunca le encontraron frío ni calentura, pero habiéndose postrado el enfermo, la rea entró y dijo que lo que tenía eran hechizos y que ella ya no podía hacer nada porque eran de muerte y que se los habían dado entre dos, esto es, entre la “muchachota” o “mocetona” y otra su ama. Que habiendo oído el padre que en Fregenal estaba Manuel Aranda, envió a uno de sus hijos con un camisón del enfermo para que dicho curandero curase a su hermano, diciéndole Manuel Aranda: que observase si dicho enfermo echaba sangre por el posadero, y si así era, el enfermo no tendría remedio, pero sino, que volviese, que le daría remedio para curar los hechizos que padecía, y que llevase 60 o 70 reales.
Que es público en Jerez, que la Chaparra y otras hechiceras tienen atemorizada a toda la población, que cura a toda persona que le pide remedio, que adivina el porvenir y que se valen de ella para encontrar cosas perdidas.
Manuela Mejía de la misma vecindad, casada, de 45 años de edad, contesta reconvenida en lo que es citada, de que padeciendo dolores de cabezas que le hacían perder el sentido muchas veces, se valió de esta mujer para que le quitase los dichos dolores, diciéndole Francisca la Rubia, que lo que tenía eran hechizos y que le demostraría quién se los había dado en un baño de agua hilando. Que de los hechizos que le habían dado jamás curaría, porque la persona que se los había dado, había hecho ánimo para que nadie los pudiese curar, pero que viviría con ellos como la gallina vive con su pepita. Que durante las curaciones que le hizo, la misma le dio diferentes ungüentos, polvos, sahumerios y aguas, haciendo al tiempo de la luna llena muchos movimientos y admiraciones. Que la testigo ha presenciado diferentes curas que ha hecho a otras personas, y en especial, a un ciego que vive en Burguillo, y que a todos llevaba buenas porciones de dinero, amenazándola, si revelaba las curaciones.
María la Rubia fue advertida por el cura de Jerez de que no siguiese actuando de la forma que lo hacía, porque de lo contrario, en breve podría caer la Santa Inquisición sobre ella por las curativas supersticiosas que hacía, sus engaños y sus detestables consejos maléficos que daba.
A instancia Fiscal, se mando sacar calificación de los hechos supersticiosos de Francisca la Rubia, diciendo el Padre Arias Caldera de la detenida: que es mujer supersticiosa y que tiene pacto implícito y explícito con el demonio, además se le acusa de haber cometido sacrilegio con la forma consagrada, teniendo a la Chaparra en primer lugar como sospechosa de levi y por lo segundo por sospechosa de vehementi.
El Padre Sánchez Poleo dice: que la detenida no hace pacto explicito ni implícito con el demonio, sino que es simplemente una mujer supersticiosa, que se gana la vida con embustes, enredos, dispuestos únicamente para sacar dinero de ellos.
El Fiscal puso la clamorosa y el tribunal por auto de junio último la voto a prisión en cárceles secretas con embargos de bienes, y que se le siga causa hasta la definitiva tomándosele declaración el día 23 de agosto. Bajo juramento declaró llamarse Francisca Díaz La Rubia, casada de segunda con Juan Márquez Perdigón, de 42 años de edad y natural de Jerez de los Caballeros, que siempre se ha ocupado de tejer, coser, lavar y tener oficios propios de su sexo. Declaró su genealogía todas de cristianos viejos naturales de estos reinos. Que nunca ha sido castigada ni condenada por el Santo Oficio, que cumple con los preceptos de la Iglesia, que escucha misa diariamente y que comulga cada ocho días, especialmente de tres años a esta parte en que hizo una confesión general con el cura párroco de la Iglesia Santa Catalina, y que se encuentra instruida en la doctrina cristiana regularmente.
La Inquisición ante la división de pareceres de los dos calificadores, decide que la sumaria la califique el Consejo de la Inquisición a quién se elevo la misma, de momento y hasta que lo resuelva el Consejo del Santo Oficio, la rea queda en las cárceles secretas de la Inquisición a espera de resolución sumarial.”[30]

Nuestra siguiente bruja malvada y descarada es natural de Siruela, llamada María de Lares, era temida en la población por todo el vecindario por los males que causaba. Una verdadera amante del mal, mujer rencorosa, y servil vasalla de lo satánico y diabólico en tierras de la Siberia extremeña. La bruja de Siruela entra en escena, y con ella,  arrastrados por sus maléficas acciones, algunos vecinos de dicha población que sufrieron en sus carnes la dentellada luciferina de Maria de Lares. En este caso, la encargada de condenarle no va a ser la Inquisición de Llerena, sino la de Toledo, por pertenecer dicha población, religiosamente hablando, al Obispado de Toledo.



Maria de Lares, la Bruja de Siruela

“María de Lares vecina de Siruela de 50 años de edad, de oficio costurera, es mujer hechicera, sortílega supersticiosa, embustera y adivina enseñándolo y persuadiéndolo con diabólicas supersticiones y detestables maleficios, teniendo pacto implícito y explícito con el demonio, pasándose a darle culto y veneración  e induciendo a otros a ello en que había cometido gravísimos delitos dignos de severo castigo.
En la villa de Siruela a 21 del mes de julio de 1701, por la mañana y como ahora de las diez del día, ante el Sr. D. Bartolomé García  Cuadrado, presbítero Comisario del Santo Oficio, pareció habiendo precedido las circunstancias del auto antecedente, Siendo avisada Catalina de Soto vecina y natural de esta villa, mujer de Félix Calderón, de oficio labrador de 29 años poco más o menos; la cual para descargo de su conciencia dijo, que denuncia a María de Lares vecina de esta villa y mujer de Juan Merino, de que tuvo diferencias con la Lares por un rosario que había perdido la dicha hechicera. Ésta dijo a la que declara, que ella tenía el dicho rosario, y porque no le dio el rosario que no tenía, se la juró poniéndose el dedo en la nariz y diciéndole a la declarante, que se la habría de pagar, y que mientras viviera tendría reliquias de su mano, todo lo cual fue en la ocasión que la declarante se encontraba preñada. Declara, que luego como se lo juró sintió que la criatura se hizo un nudo en el vientre subiéndose al ombligo. Cuando la declarante le tocó parir la criatura, la misma salió echando sangre por los ojos, los oídos, la boca y por el intestino. Que llegó a bautizarse, aunque antes de echarle el agua se quedó como muerto, por lo que hubo suspensión del bautismo hasta que volviese en si, pero aquella noche murió. Que cuando dijo las dichas palabras referidas María de Lares, se encontraron presente Ana Camacho vecina de esta villa y mujer de Pedro Díaz ambos vecinos de Siruela; y  que declara ha padecido muchos achaques de la cabeza y vientre, y además ha padecido mucho con su marido por haber sido maltratada de palabra y obra continuamente, pues no ha tenido ni una hora de paz. De tal modo que le ha dicho muchas veces que la aborrece y que se vaya de su casa, y que cree la declarante que es a consecuencia de las maldades lanzadas por Maria de Lares.
Que se encuentra sin fuerza y harta de padecer, y que le dijo a su marido que su enfermedad y el aborrecimiento que sentía era porque le habían hecho daño la hechicera de Siruela María de Lares; y que el marido determinó llevarla a la villa de Santi Espiritu donde tenía noticia que había una mujer que curaba de hechizos, y que la que declara fue curada hace dos años por esta hechicera que se llama Isabel y que no sabe su apellido. Que la hechicera de Santi Espiritu le dijo, que no enojase más a la dicha María de Lares porque la podría hacer daño mortal, y que ella misma iría hablar con ella para que la curase definitivamente. La declarante comentó que sino la dejaba en paz se lo contaría al comisario y a la Inquisición, diciéndole la mujer de Santi Espiritu que ella misma iría hablar con ella.
Que un día del mes de abril se presentó María de Lares batiendo en la puerta de su casa, y que al abrir la puerta ésta le dijo que venía a curarla y que la dejase pasar. También le dijo que cerrase la puerta, y una vez cerrada esta la curó,  y que la dijo que antes de un año pariría y que si ella no la curaba que nunca podría parir, porque la madre la tenía juntas (señalando con el puño cerrado) y que ya quedaba curada y que no le dijese nada a nadie; y que María de Lares vivía en la calle que llaman de la horca.
Que otro día que vino a la villa de Siruela Isabel la hechicera de Santi Espiritu, fue a su casa y le dijo a la declarante, que había venido a curar a Pedro Seco que estaba hechizado de muerte, pero que por más que lo intentó no pudo curarle, el cual según la declarante murió a los pocos días por haber sido hechizado por María de Lares. Que ésta al pasar un día por la puerta del enfermo, le preguntó a cierta persona que como estaba, respondiéndole que muy mal, y que ella le contestó que no se preocupase que lo podría curar, pero que si no lo hacía era por culpa de la bellaca de su madre que la tiene deshonrada por toda Siruela.
Asimismo declara, que comunicando en el mes de abril esto que lleva dicho con María Ramírez vecina de esta villa y mujer de Juan Pizarro Garrido, ésta le contó que la primera niña que tuvieron se puso mala y que no había manera de hacerla mamar, porque perdió el paladar para el pecho de su madre, pero que de otras mujeres mamaba y que tenía presunción de que María de Lares fuese la causa. El motivo fue porque María de Lares estuvo en la  casa de María Ramírez con un niño para que le diese el pecho, y que se lo dio; y que otro día se presentó con el mismo niño para que le diese el pecho,  y que la dicha María Ramírez le dijo, que no podía porque estaba ocupada en cosas de su casa y que volviese luego, y que dicha María de Lares se marchó enojada y desde entonces su niña no quiso más tomar su pecho y que se fue secando, y por remedio que hizo María de Lares de nuevo le volvió a salir leche del pecho.
Que también sabe que la Isabel de Santi Espiritu había venido a Siruela a curar a Juan Nieto Salazar, vecino de Siruela, de oficio labrador del mal que la María de Lares le había hecho, y que sino le hubiera curado se hubiera muerto.
Fue condenada en la sala de la audiencia a que abjure de levi, sea advertida y conminada de que no siga usando de curaciones, se le den 200 azotes, sea desterrada de la villa de Siruela, villa de Madrid y de Toledo por tiempo de dos años, el primero preciso y el segundo a voluntad de este tribunal”.[31] Esta misma mujer volvió a ser condenada en el año 1717 por seguir con sus prácticas supersticiosas.

Poderoso el temor influido en los vecinos de Siruela por Maria de Lares, pero no era la única aliada de Satán en tierras de la Siberia Extremeña. Muy cerca de Siruela, en Puebla de Alcocer, Esparragosa y Talarrubias, existieron bastantes personas que se dedicaban a la práctica de movimientos supersticiosos, aunque no tan malvados como los de la anterior condenada.



Procesos de fe de Isabel Fernández vecina de Esparragosa, de María Gómez y de Catalina Sánchez, portuguesa y de oficio comadre, vecinas de Puebla de Alcocer, y de otras personas de la villa de Talarrubias por hechicería.

“En 22 de agosto de 1617, en la villa de Puebla de Alcocer y ante mí el Doctor D. Pedro de Rua Palencia, Comisario de este Santo Oficio, pareció sin ser llamada Beatriz González, mujer de Jun Cani vecino del lugar de Talarrubias; quién habiendo hecho el juramento dijo: “que para descargo de su conciencia, declaraba que hará como un año antes de la cuaresma y teniendo a una hija suya enferma del mal de la cojera, tuvo noticias de que Elvira Díaz mujer de Lorenzo García, comadre vecina del dicho lugar de Talarrubias, curaba de la dicha enfermedad. Le pidió curase a la dicha su hija, diciéndole la acusada: “que la llevase a su casa”, y que esta declarante lo hizo, y que la dicha la curó, primero echando en una taza de agua tres gotas de aceite y poniendo sobre la cabeza de la enferma la taza con las tres gotas de aceite, las mismas se hundieron y que no le escuchó palabra alguna. Luego la sahumó con ruda, unos granos de culantro, una cabeza de perro y que tampoco le oyó palabra alguna, pero que de momento su hija quedó un poco mejor y que lo que hizo le parece cura extraordinaria y no muy segura, y que para descargo de su conciencia lo declara.
También declara, que estando su marido malo de la del monte, le cortó dicha enfermedad Iñigo de Vallejo, barbero de dicho lugar, y que esto lo hizo por tres veces.
La testigo también declara, que habiéndole sucedido muchas veces malos partos, tuvo noticias de que Catalina Rodríguez, portuguesa, comadre en esta dicha villa, sabía mucho de los achaques y que fue a curarse con ella. Que lo que hacía era, que había que llevarle una muchacha que se llamase María y que trajese una espada usada de hierro, y que dicha espada se la pasó a ésta declarante tres veces por la cabeza y pareciéndole sospechoso el ritual y por descargo de su conciencia lo declara.
En la villa de la Puebla de Alcocer en 23 días del mes de agosto de 1617, ante mí el Doctor Pedro de Roa y Palencia comisario de este Santo Oficio, apareció sin ser llamado Francisco Sánchez, quién declaró: “que habrá dos años poco más o menos, que habiéndosele perdido unos borregos y un borrico en otra ocasión y teniendo noticia que encomendaba lo que se perdía Ana Díaz mujer de Pedro Hernández de los Pecos, pastor, envió con un criado suyo a que se los encomendase, y que respondió que sí lo haría. Que era muy oído en la villa, que los que encomendaban utilizaban a mancebas de abades y estrellas, y otros con oraciones de Dios nuestro Señor, y que alguna mujer como María Gómez, alza los brazos teniendo cañas en las manos.
En la villa de Puebla de Alcocer, a 21 días del mes de agosto de 1617, apareció a declarar Iñigo de Vallejo, quién dijo que el pregonero viejo de Talarrubias sabia curar la del monte, por otro nombre conocida como el mal de la Rosa Isipula (erisipela), y que la oración que rezaba el pregonero era la siguiente.

“Esta rosa que en fulano está, la maldigo y maldígala Jesucristo, que Santa Maria madre te abata y te hunda, malditote por rosa albar, que  Dios te abata y te eche a la mar, dime rosa maldita, ¿por donde fuiste aquí venida?, dime rosa malvada, ¿por donde fuiste aquí allegada? Con este cuentillo la raíz se cortará y a la mar honda te echara, donde no canta gallo ni gallina, que por el mar pase Santa María, San Antonio, Jesucristo y San Juan, y así te pido mi Jesús, que me sea servido de desarraigar de aquí este mal hundiéndolo en la mar”.

Mientras decía esta oración, había de tener un cuchillo en la mano para cortar la dicha rosa, del cual modo dijo ha usado para curar cuatro o cinco veces.[32]

Pero si nuestros anteriores delatados curaban la erisipela y la cojera y los beneficiados de sus embustes los denunciaban por los mismos, nuestra siguiente seguidora y apóstol de lo satánico, mágico y supersticioso, arrastraba hasta sus dominios a infinidades de personas que buscaban la curación de algún miembro de su familia. Una hechicera muy conocida en todo el entorno de Zafra, que supo aprovecharse de su enigmática y rural sabiduría para poder obtener un medio de vida lo suficientemente rentable, en momentos donde lo que más se observaba era la dureza de la longeva y siempre legendaria pobreza.



J. Antonia la Morena

“Tuvo principio por declaración voluntaria, que sin ser llamada, hizo ante el Comisario de la villa de los Santos el 11 de noviembre de 1773 María Montaño, viuda de edad de 34 años, la cual por descargo de su conciencia denunció: que teniendo haría un año a su marido enfermo de mucho tiempo y sin que los médicos pudiesen curarle por más medicinas que le aplicaron, dijo a la testigo su cuñada María San Pedro, que si acaso padeciese maleficio que podía acudir a esta reo que sabía curarlos; que con efecto pasaron a Zafra las dos llevando unos calzones del enfermo, y habiendo informado a la reo del estado de aquel y preguntado si tenía remedio, respondió que le tenía y que sanaría.
La reo les dijo que volviesen al día siguiente llevando cuatro pesos duros, y que habiendo vuelto al día siguiente hasta la casa de la reo, la misma le dio como cuartilla y media de un agua verdosa para que la bebiese el enfermo, determinadamente tres veces: que la bebió solamente dos veces,  pues le causo tales cursos que no se atrevió a más. Que la testigo volvió con esta novedad a la reo, y que esta le dio un aceite o pringue frito con yerbas de su corral para que le untase el vientre, pero que no surtió efecto. Que la testigo le preguntó, cual era la enfermedad de su marido, contestándole la reo, que lo que tenia eran hechizos y que quién se los había hecho era alguien que tenía colmillo, pues tiene en el vientre un perro con cencerro, y que yo soy la que he de curar a su marido. Que siempre que la denunciante iba a ver a la reo, siempre le llevaba ya la peseta, ya dos reales, y que una vez le dio como una medalla que no tenía cruz ni imagen alguna, y que también le llevo una aceitunas sin adobar para que con ellas untase el vientre de su esposo y que sobre la unción pusiese la medalla; que así lo hizo la testigo y que le devolvió la medalla porque así lo convino con la reo. Y que últimamente, y después de haberla sacado el dinero, murió su marido.
Otra testigo llamada Ana Martín, de 50 años de edad, casada, dice: que un hijo suyo estuvo muy enfermo del Padrejón sin poderse manejar, y por decirle varios sujetos se valiese de esta reo para poder curarle, acudió a hasta ella, y que le mandó para que tomase su hijo, lo mismo que le dio al marido de la antecedente. Que se comenta en Zafra que la reo cura naturalmente de de mal de ojo, del mal de madre y del Pedrejón, y que comúnmente esta tenida por bruja y hechicera.
Otra testigo llamada Maria Oguete dice, que la rea para curar de hechizos a un familiar de la declarante, mandó hacer sahumerios con hojas de laurel, un poco de romero y cilantro.
Ante estos hechos la Inquisición llamó a Antonia la Morena para que fuese gravemente reprendida, y a la que se le dijo, que no volviese a practicar la estafa y los embustes contra vecinos de la villa pues sería castigada con mayor rigor. Así lo practico el Comisario el 14 de marzo de 1774, quedando la reo muy agradecida a la piedad del tribunal y ofreció la enmienda.
Examinado Juan Esteban Hidalgo, vecino de Valencia del Ventoso, de 50 años de edad, marido que fue de la difunta María Carbaja que padecía hechizos, éste fue hasta Zafra a visitar la casa de Antonia la Morena a la que llevó una capa de su mujer, ya que sabía por comentarios de vecinos, que si se le llevaba una prenda de vestir de la hechizada, Antonia la Morena podía curarla a distancia. Dice que le dio para que curase su mujer, una bebida bastante negra por la que pagó 24 reales, que a la tercera jícara que tomó de ella, la excitó un vomito tan fuerte que murió en él. Se le preguntó al testigo, si dicha reo usaba cosas sagradas para hacer dichas curaciones y medicinas, contestando, que como no vio hacer dicha medicina no sabe si usaba de las cosas que se le preguntan, pero que es cierto, le aseguró la reo, que a las tres tomas había de surtir el efecto deseado.
Examinada Juana Cachera de edad de 39 años, cuñada de dicha María Carbaja, cuenta que la reo le dijo al marido, que el pajar estaba muy cascado, que siempre que pudiera resistir la medicina, a las tres tomas arrojaría los hechizos. Que para componer dicha medicina, la reo y otra mujer que la acompañaba llamada Manuela Gil, mandaron a la declarante y al marido de la enferma que se saliesen fuera, no sabiendo si utilizaron palabras o cosas sagradas en la composición. Lo que si escuchó a la reo decir a Manuela Gil, fueron las siguientes palabras: si hay por allá pleitos, yo los gano, si hay hechizos, los curo, si hay hígados dañados yo los sanos, y si hay mozas que quieran abortar, yo tengo remedio: añade también, que a más del agua referida, les dio la reo un parche para el ombligo de la enferma, el cual se había de poner en cosa colorada. Que habiéndola preguntado quién le había dado los hechizos a la enferma, la reo respondió, que quién se los había dado llevaba muleta. La reo le dijo que la enferma que vomitaría, y que el vomito sería negro y como arena lo que arrojara.
La reo según varios testigos, para curar ciertos hechizos cometidos por otras brujas, mandaba pusiesen un muñeco de cera que ella previamente había preparado, muñeco que tendrían que lanzar a la lumbre y esperar a que el mismo explotase durante su quema, si estallaba era señal de que los hechizos o el mal que le hubiesen hecho desaparecería al instante, de lo contrario si no explotaba, los hechizos continuaban en dicho paciente.
También es acusada en Puebla de Sancho Pérez, de haber sacado cantidades importantes de dinero con sus embustes y patrañas a varios vecinos de la villa.
Los calificadores del Santo Oficio censuraron sus dichos y hechos de supersticiosos, sortílegos y maléficos, pues para lograr sus fines la reo se valía de medios que no tenían conexión con el efecto. También la acusan por testimonios de varios testigos, que la reo en Zafra es bruja maestra ya que enseña a otras personas como hacerlo, que hace pacto explícito con el demonio y que tenía un lazo atado entre ella y el demonio mientras viviese. Que cuando profesaba culto al diablo, le besaba y profería proposiciones de idolatría y apostasía. Se voto a prisión en cárceles secretas con embargos de bienes, no pudiendo comparecer hasta el día 10 de julio por estar enferma y embarazada. Habiéndose advertido del estado en que se encontraba y pronto dispuesta a parir, se la sacó de la cárcel secreta y se la llevó hasta una de las habitaciones del teniente de Alcalde, ordenándose tener con ella caridad por su situación y hacer todo lo conveniente. Con fecha 8 de noviembre avisó dicho teniente Alcalde, que en aquella fecha había dado a luz una niña y que se llevó a la parroquia para que fuese bautizada solemnemente, sin expresar en la partida la circunstancia de encontrarse su madre presa en el Santo Oficio.
Restablecida la reo según el dictamen del médico, fue vuelta a las cárceles en compañía de su hija, pero cierto día, el Alcalde de cárceles anunció, que la prisión en que se encontraba la reo estaba inundada y que sería necesario por su salud y la de la niña que se trasladase a otro lugar, dictaminando la Inquisición fuese de nuevo hasta la casa del Alcalde.
Siendo preguntada la reo en audiencia por todas las acusaciones que se le imputan, esta dijo, que todo cuanto había practicado eran embustes y engaños, y que ni sabe de hechizos ni curarlos, que nunca ha tenido pacto con el demonio, y que los polvos y demás medicinas que ha usado para sus embustes eran todos naturales. Que es cierto que ha dado varias unturas diciendo eran para curar hechizos, y que ha usado en su aplicación cruces e invocado a la Virgen del Carmen, que el muñeco expresado era uno de los que usan las muchachas para su diversión, al que le ponía pólvora y azufre y cuando se lanzaba al fuego estallaba y causaba estruendo, diciéndole a la cliente que eso que estallaba eran los hechizos que se habían destruido”.[33]
 
Hasta el momento hemos vistos distintos conjuros desarrollados por las amantes de lo prohibido, pero prácticamente no hemos visto la presencia de los típicos animales que las hechiceras y hechiceros solían utilizar en sus practicas nigromantes. Tan solo hemos observado el famoso gato negro de “la Lindica”, la bruja de La Haba que enterró en una maceta, con tan mala suerte, que el tiesto se le rompió quedando al descubierto las patas negras del felino.
Un gallo, una gallina negra o un gato negro, solían determinar la transformación de estos hogareños animales en seres verdaderamente dignos de pasar a formar parte de algún supersticioso filtro o conjuro. Algunos animales han seguido disfrutando hasta nuestros días de esta desagradable reputación, la cual les convertía, con cierta frecuencia, en las víctimas de las frustraciones amorosas de todo tipo de personas. Este sería el caso del pobre sapo, del que se debió hacer un enorme consumo para estas cuestiones durante el Antiguo Régimen. Tema interesante dentro del mundo de lo mágico y misterioso que vamos a tratar en nuestro siguiente capítulo. Conoceremos a hombres y mujeres extremeños que utilizaron animales, o miembros de los mismos, con fines curativos, bien para ligar o desligar algún amor consagrado o, como en muchos casos, romperlo.



[1] Compendium Maleficarum. Francisco María Guazzo. Editorial Club Universitario. 2002. Pág. 41
[2] Ibíd.
[3] AHN. Inquisición. Legajo 1988. N 50
[4] AHN. Sección Inquisición. Legajo 1987. Exp. 12. Relación de causas año 1584.
[5] AHN. Inquisición. Legajo 4566. Expediente 16.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] AHN. Sección Inquisición de Llerena. Legajo 3728. Expediente 209
[9]AHN. Sección Inquisición de Llerena. Legajo 1988. N 50.
[10] AHN. Inquisición. Legajo 1987. N 5. Relación de los negocios y causas que resultaron de la visita que el Licenciado Arteaga Inquisidor de la provincia de León hizo en el Obispado de Plasencia.
[11] AHN. Sección Inquisición. legajo 1988. N 61. Relación de causas año  1607
[12] AHN. Sección Inquisición de Llerena. Legajo 1988 N 58. Llerena relación de causas año 1604.
[13] AHN. Inquisición Legajo 1988. N 40. Relación de causas año 1592.
[14] AHN. Sección Inquisición. Legajo 1988. N. 40.
[15] AHN. Sección Inquisición de Llerena. Legajo 1988. N 50. Relación de causas año 1596.
[16] AHN. Legajo 3730, exp 121.
[17] Ibid  
[18] Impotence: A Cultural History de Angus McLaren (University of Chicago Press, Chicago, 2007)
[19] Ibíd. Exp. 51
[20] AHN. Sección Inquisición de Llerena. Legajo 1987. Relación de causas despachadas en el año 1636 en la villa de Llerena. Exp. 30
[21] AHN. Sección Inquisición. Legajo 1988, exp. 11
[22] AHN. Legajo 1987. N. 22. Relación de causas de fe año 1626
[23] AHN. Legajo 3726. Exp. 58 año 1737.
[24] Ibíd.
[25] AHN. Legajo 3730 Exp. 123.
[26] AHN. Legajo 3727. Exp. 98. Año 1773.
[27] AHN. Legajo 2758. Exp. 36.
[28] AHN. Inquisición. Legajo 3726, exp. 58
[29] AHN. Inquisición, 3726, exp. 63.
[30] AHN. Inquisición. Legajo 3730, exp. 125
[31] AHN. Inquisición. Legajo, 89. Exp. 4, y legajo 3722 exp. 177.
[32] AHN. Legajo 88 N. 119
[33] AHN. 3723, exp. 84.