Las Ánimas del Purgatorio en Tierras de Extremadura

A lo largo de la historia, las comitivas de almas en pena han sido motivo de terror para la mayoría de los mortales. Es de sobra conocida la leyenda que circula por las tierras gallegas acerca de una compañía de almas en pena que deambulan por las noches. Siempre se ha creído, por aquellos que daban fe de estos acontecimientos, que aquel que se encuentre con ella recibirá la muerte al poco tiempo. Se ha intentado dotar a estos relatos de un significado, ya sea religioso, ya sea superstición o, incluso, bajo nivel cultural; sin embargo, el misterio persiste y en determinadas zonas aún se cree ciegamente en la existencia de este fenómeno. Pero, ¿qué es la Santa Compaña, y por qué lo arraigado de su creencia? Aunque existen muchas formas de contar las historias acerca de este suceso, según una versión clásica de estos fenómenos, la Compaña marcha en dos hileras, los espectros van vestidos de blanco y caminan descalzos. Siempre figura al frente un vecino vivo que porta una cruz y un caldero con agua bendita entre sus manos. Existe, además de las hileras de fallecidos y del vecino vivo, la figura de un campanillero, quien suele ser una persona viva atrapada por la comitiva y que está obligado a no mirar atrás nunca. Por último, cierra la manifestación la persona que va a morir.
En las Hurdes extremeñas, la superstición extendida sobre esta creencia es que las ánimas desfilan en procesión los jueves a las doce de la noche, cubiertas hasta los pies con unos raídos sudarios blancos y llevando en la mano una vela. Siempre hacen un viaje de ida y vuelta y no se las debe molestar ni interceptar, porque eso acarrearía la muerte inmediata del que lo hiciera.
Según la tradición, las ánimas van acompañadas de espíritus maléficos que tratan de llevarse algún vivo con ellos, aunque eso queda sin efecto si al difunto se le enterró mirando a poniente. En tierras de Extremadura, la Santa Compaña o la procesión de ánimas fue una realidad que atraía a muchas personas, sobre todo cuando alguien decía haber visto a tales elementos en la noche. La Iglesia no aceptaba esa falsa realidad de los hechos que se contaba, aunque en torno a ellas tenía montado un pletórico y exuberante negocio.
El ejemplo más claro de estas visiones de espectros en procesión lo tenemos en nuestro primer visionario de ánimas, un hombre que las veía y que fue delatado por contar tal historia ante quienes iban a ser sus propias delatoras, tres mujeres mayores vecinas todas del Valle de Matamoros.
Blas Rodríguez
“Vecino de Valle de Matamoros, jurisdicción de la ciudad de Jerez de los Caballeros, fue testificado por tres testigos mujeres mayores y singulares, de que el mismo decía: “que veía las ánimas del purgatorio, y que los sábados salían a réquiem con velas en las manos, y aconsejó a una de las dichas mujeres, diese un vestido a un pobre porque con aquel mismo vestido se abrigaba el ánima de su marido y le persuadía que no llorase, porque eso le daba pena a su marido y con sus lagrimas apagaría la lumbre de la vela que llevaba”.
Se calificaron estas proposiciones por herejía sapientes propias de los errores de Lutero. Que las ánimas no se podían ver porque eran incorpóreas, y que es escandaloso y blasfemo que se de a entender y que se le revelan estas cosas. Se mando con la información recibida hacer su causa, y durante la misma dijo: “que lo decía por ignorancia y porque le tuviesen en algo. Que no había visto ánimas ni creyó nunca cosa alguna de los errores que había dicho, sobre todo, porque es cristiano católico. Concluyó su causa definitivamente, y vista en consulta con el ordinario en conformidad se votó: salga en auto público de fe en forma de penitente y abjure de levi.[1]

Otra visionaria de ánimas fue una mujer de Fregenal llamada Isabel González, más conocida en la villa como la “Tetila”. Dicha espiritada va a ser denunciada por un sacerdote, a quien la hermana de éste le transmitirá la particular visión de estos espectros a la vista de la convicta de Fregenal. Pero, eso sí, las apariciones de ánimas que verá la rea no las visionará como nuestro anterior condenado, sino que las percibirá de una forma totalmente diferente. La imaginación que desarrollará la condenada es implacable, rigurosa y firme, siempre, claro está, desde sus astutas y pensadas visiones, lo que nos demuestra, una vez más, que el atraso, la ignorancia y el oscurantismo de los ciudadanos extremeño hacían que estos fuesen personas fáciles de manejar y manipular por la más que abúlica, dinámica y resolutiva picaresca.
Isabel González “Alias la Titila”
“Mujer viuda vecina de la villa de Fregenal, fue denunciada por un clérigo de la dicha villa, el cual, había oído decir a una hermana suya, que ella había escuchado contar a la dicha Isabel González alias la “Titila”: “que no había purgatorio sino que las ánimas andaban entre nosotros”, y que habiéndose muerto un clérigo se le había aparecido éste diciéndole: “bien me decías que no había purgatorio”.
Examinada la hermana del clérigo que es de edad de sesenta años, dice que la dicha Isabel González le había dicho que rezaba a las almas de los difuntos por saber donde estaban, y que veía y se le aparecían las ánimas de los tales difuntos de la manera que estaban diciendo, que unas ánimas venían con una saya de hierro y otras no con tanto trabajo, nombrando las ánimas de quienes eran. Y que tratando de eso la dicha Isabel González le dijo el testigo: “que como podía ella ver las ánimas de los difuntos, porque o van al cielo, al purgatorio o al infierno, y que así no las podía ella ver”. La dicha Isabel González le respondió, “que no había purgatorio” y diciéndole el testigo que era de fe que había purgatorio, respondió la rea, “que desde los siete años rezaba a las ánimas de los difuntos para que se le apareciesen y que se le aparecían, que unas estaban en las hogueras y otras por esas calles purgando los pecados”; y dice la testigo que no le dijo lo que rezaba ni ella se lo preguntó y que no hubo persona delante para oír lo que pasó entre ellas. Que la tiene por buena cristiana y que no se trata con ella desde hace cuatro meses por cierto enojo que hubo entre ellas, aunque lo que hubo fue de poca importancia. La rea confesó su culpa y se envió al tribunal”.[2]
Dos visiones de ánimas del purgatorio que no tienen nada que ver con las leyendas gallegas de la Santa Compaña, y es que en cada región, e incluso pueblos, las visiones de estos espectros se ven de diferente manera. De todas formas, en el caso hipotético de que alguna vez nos encontrásemos con esta procesión fantasmal y según cuenta la tradición, se deberá llevar a cabo una serie de rituales para nuestra protección que consistiría en:
-Apartarse del camino de la compaña, no mirarles y hacer como que no se les ve.
-Hacer un círculo con la estrella de Salomón o una cruz dentro y entrar en él.
-Comer algo.
-Rezar y no escuchar la voz ni el sonido de la compaña.
-Tirarse boca abajo y esperar sin moverse aunque la compaña le pase por encima.
-Jamás tomar una vela que nos tienda algún difunto de la procesión, pues este gesto condena a formar parte de ella.
-En último caso, echar a correr muy rápido.
Cuenta la leyenda, que la Santa Compaña no tendrá el poder de capturar jamás el alma del mortal que se cruza con ella, si éste se halla en los peldaños de una cruz situada en los cruces de caminos, o si porta una cruz consigo y logra esgrimirla a tiempo.
Si todavía existe algún lector que piensa que las ánimas del purgatorio y su mítica procesión de espectros se le puede presentar en cualquier momento, que tome nota de lo escrito anteriormente.
El siguiente caso no tiene desperdicio. La protagonista va a ser una mujer considerada santa, natural de Siruela, una beata que tenía montado en torno a sus visiones del infierno y almas de purgatorio un auténtico negocio para los sacerdotes de dicha localidad y para un convento de la población. Dicha condenada, como ya hemos indicado, estaba considerada virtuosa y santa, algunos sacerdotes de la población apoyaban su santidad, y eso condujo a que personas de pueblos cercanos llegasen hasta Siruela a venerar a dicha beata por su presunta “perfección”. Las ánimas del purgatorio hablaban con ella, y las mismas le pedían que sus familiares le diesen treinta, cien y doscientas misas para salvar su alma de dicho penar. La misma beata, apoyada por los sacerdotes que se abastecían de las misas solicitadas, iba consiguiendo junto a su confesor importantes cantidades de dinero que éste administraba. Pero dejemos que sean los propios documentos de dicha historia los que nos vayan desgranando la fingida santidad de María Pizarro, más conocida en su momento, como “La Santa de Siruela.” Una iluminada extremeña que vio apagada su aura de santidad a manos de la Inquisición de Toledo, sobre todo y ante todo, por ser cómplice junto algunos sacerdotes de la propagación y ejecución de falsos milagros y espurias visiones.

María Pizarro La falsa santa de Siruela.
“Viuda, vecina de Siruela en Extremadura, acusada por el fiscal de los delitos de hereje, supersticiosa, santa fingida, embustera, perjura, excomulgada, negativa, diminuta confidente, ficta y simulada penitente, fautora y encubridora de herejes. Sentenciada a reclusión en un hospital o convento durante cuatro años. Años 1635-1641.
En la villa de Siruela hay una mujer que se llama María Pizarro y es tenida por santa por las acciones que hace en vida. hata ella llegan gentes de muchas partes a visitarla, y algunos que miran esto con pasión, han reparado en que le consultan a ella el estado de las ánimas de sus seres queridos, dándoles a conocer, que algunas ánimas le faltan tantos años de pena y, que por ello es menester: que se diga tantas misas por su ánima y que se las den a decir al licenciado Francisco Camacho en cuya compañía está esta mujer.
El Santísimo lo recibe en una ermita que llaman del Calvario y que anteriormente lo recibía en la iglesia de la villa, y que por motivos de las grandes exclamaciones que daba y arrobos que tenía, se decidió, que lo tomase en dicha ermita donde suele estar más de cuatro horas. Allí entra en éxtasis. Que cuando vuelve a su casa viene siempre sola con éste clérigo y que no se la ve comer. Que al clérigo se le ha visto hacer algunos logros, sobre todo, porque ha sido notado en la villa, de cómo trata de santidad a la Pizarro y de que tenía 600 ducados de rentas solo de hacer ejecuciones y notificar excomuniones a quienes no pagaban las misas, no teniendo dicho clérigo ninguna caridad. Que dice a todos los que le han de visitar, que la hermana Pizarro hizo un milagro en berbería, que vino de allá y que trajo una sardina fresca y otros casos que el clérigo luego los publica como milagros. Que cuando toma el Santísimo, dice María Pizarro, que ve una luz grande y que dentro de ella hay algo que no sabe lo que es.
Se llamó al sacerdote de la villa D. Alonso de Oliver, quién cuenta de dicha reo lo siguiente:
“que la mujer es una mujer de buena vida y costumbres, llamada María Pizarra, viuda de Antón Serrano, vecino de la dicha villa, de edad de 52 años, la cual vive en compañía de tres hijos que tiene del licenciado Francisco Camacho cura que fue de esta villa. Que hasta la casa de dicha mujer han venido muchas gentes, en exceso, de diferentes lugares, y tantos, que algunas mujeres que vienen a verla las ha visto venir descalzas con afecto de encontrarse con la santa. Que viendo este testigo venir algunas mujeres cansadas por venir andado más de cinco leguas, la reo les decía, que se volviesen animadas a su regreso.
Un día le pregunto el cura, que como estará su alma cuando muera, diciéndole la dicha mujer, que se lo pregunten a su padre de confesión que es el dicho Francisco Camacho. Que les dice a quienes vienen a verla, que digan tantas misas por el ánima de sus familiares, a unos treinta, a otros cientos y a otros doscientos por el ánima de su padre, madre, o hermano. Que el dicho licenciado Camacho, da a decir muchas misas a otros sacerdotes porque el solo no podría darlas de tantas que les piden los que acuden hasta dicha mujer. Que cuando dicha María Pizarra entraba en éxtasis, quedaba encerrada con dos llaves, sola en la ermita, y no salía del mismo hasta que el licenciado Camacho no viniese a por ella después de cuatro horas. Que lo único que come son hojas de lechuga o rábano y que prácticamente no duerme: y que es todo lo que sabe de la vida de esta mujer.”
El siguiente testigo será un vecino de Siruela llamado Pedro García de la Rubia, a quien se le pregunta lo siguiente:
“¿Si ha oído decir o sabe que en esta villa hay una mujer santa? Contestando: “que lo que sabe es que hay una mujer que se llama María Pizarra. de más de cincuenta años, que está sirviendo con el licenciado Francisco Camacho, viviendo en la misma casa junto a dos hijos y una hija. Que recibe el Santísimo Sacramento en la ermita del Calvario, y que hasta que no lo recibe, está dando exclamaciones a Dios. Que cuando toma el sacramento, se pone de rodillas y entra en éxtasis, cesando las exclamaciones sin decir palabra hasta que acababa la misa y vuelve en sí. Qué al terminar la misa, el licenciado mandaba que saliese la gente fuera, quedando la mujer sola encerrada en la ermita. Que no conoce lo que come y que es capaz de sacar almas del purgatorio. Que lo consigue diciendo misas por el ánima del difunto, y que el licenciado Camacho recibe dichas limosnas de los que les mandan dar dichas misas.
Que cuando está hincada de rodillas, si alguien pasa a su lado, esta se mueve en vaivenes de un lado al otro por el aire que deja la persona al pasar; y que cuando la traen a su casa, cuesta mucho traerla, porque viene fuera de si, aunque venía por su propio pie. También a escuchado al licenciado Camacho, que algunas veces y en su casa, de tanta fuerza que hace para no hacer las exclamaciones, le revienta sangre por los ojos, y que se siente atormentada por los demonios que la abofetean y la aporrean, sacándola muchas veces de su casa y llevándosela a la sierra y a los montes. Que una vez que la sacaron, según me dijo su confesor, dieron con ella en el mar en un barco de sardinas, y que ella turbada y azozobrada tomó tres sardinas que trajo frescas a su confesor. Que los demonios la sacaban de su casa, pero que su confesor la traía con una llamada que le hacía, llamada que ella sentía en su interior transportándose al momento en su casa. Que de lo de berbería sabe, que en un rapto que tubo de los demonios, estos la llevaron hasta dicho lugar y que allí presenció el martirio de tres frailes franciscos, y que Dios le decía que los animase, acercándose a ellos para dicho fin, muriendo martirizados sin temor a la muerte recibida.
Otros testigos cuentan, que por orden de Dios la dicha Pizarra había estado en Ginebra y en otras partes del mundo, y que los demonios la llevaban de sierra en sierra nombrado las sierras a donde la transportaba como son: Puerto Peña y la de San Roque, que la hacían en pedazos muchas noches y que el Ángel de su guarda recogía los pedazos y la sanaba acompañándola hasta su casa con su falda llena de zarpas y sucia. Contaba la rea, que cuando era transportada por las sierras y ríos, veía perros grandes, lobos grandes, culebras, peces grandes y otros animales, y que dichas figuras y animales eran ánimas que estaban en el purgatorio y que muchas le pedían que rogase a Dios por ellas. Que si había llovido venía mojada y si había nevado traía nieve en cima.
Una testigo cuenta, que una vez que fue a rezar el rosario con dicha María Pizarra, la encontró en éxtasis con una soga en la garganta de ahorcado y con las manos atadas a tras, y que fue corriendo la testigo por un cuchillo para desatar a la santa. Que la soga que tenía por el cuello era de lazo escurridizo, y que cuando volvió en si le preguntó, que le había pasado, contestándole, que los demonios la querían ahorcar como lo habían intentado otras muchas veces, pero que su Ángel siempre mandaba a alguien para salvarla.
Otros contaban, que la dicha María Pizarra desde los nueve años era maltratada por los demonios, y que estos, a eso de las doce de la noche, la habían llevado a unos lavaderos de lanas que están a la salida de la villa de Siruela sin que ella los viese, sino solo sentir que la llevaban por fuerza. Que la tiraban al lavadero dándole el agua por los pechos, y que ella como podía, salía invocando a Nuestra Señora y al Ángel de su guarda. Que sentía como el Ángel y Nuestra Señora la ayudaban a salir, aunque no los veía. Que la azotaban en la sierra más cercana de Siruela los demonios con varas de mimbre, y que otras noches era sacada de su casa hasta la sierra donde sentía como los perros le descoyuntaban los brazos y las piernas; y qué invocando a la Señora, ésta la devolvía a su casa al venir la mañana sin dolor ninguno. Que otro día los demonios la colgaron de un peral que está en la sierra a eso de las dos de la noche. Que en la dicha sierra, dice que vio pasar a una mujer que dio un bramido inmenso y que encontró un niño recién nacido, pensando y creyendo que la dicha mujer lo había parido, y al quererlo coger escuchó una voz que le dijo: déjalo, y por miedo dio tres pasos atrás y no lo cogió.
Otro día en una sierra que llaman de Puerto Peña, vio un toro que echaba fuego por la boca y por la barriga, y que había entendido que era un alma del purgatorio.
En otra ocasión fue llevada por los demonios a una rivera cerca de Siruela donde vio un montón de sardinas y a dos hombres que fornicaban con animales, que no supo si eran burras o yeguas lo que había visto con sus ojos corporales, diciéndole a los hombres que fuesen inmediatamente a confesarse. Otro día en una sierra que llaman de Puerto Peña, vio un toro que echaba fuego por la boca y por la barriga, y que había entendido que era un alma del purgatorio Fue condenada por la Inquisición de Toledo a que fuese recluida en cárceles secretas hasta que hubiese auto de fe, y que saliese al mismo en forma de penitente, y si no, que en una iglesia se le lea su sentencia con méritos y que sea desterrada por cuatro años. Que no la confiese su confesor actual y que no comulgue nada más que las tres pascuas del año, y que su sentencia se le lea en la villa de Siruela por tres ministros en la iglesia mayor de esta villa en día festivo vestida de penitente.”[3]
María Pizarra, una ilusa según la Inquisición toledana, inducida por su confesor y director espiritual a ser tenida en Siruela y alrededores como la santa iluminada, la mujer que volaba transportada por los demonios a diferentes espacios y lugares del mundo. Una mujer cuya vida centrada en la iglesia y la religión la hacía ser respetada, venerada y adorada por los fieles que seguían sus arrobos, milagros y visiones. Falsas virtudes que eran engrandecidas, manifestadas y ensalzadas desde los púlpitos por los cómplices sacerdotes de Siruela, quienes rubricaban y consagraban sus revelaciones en loor de divina santidad.
Una mujer victima de sus convicciones, esfuerzos y fantasías, que aceptaba el sufrimiento y el castigo con supuesta resignación. Eran actitudes estas que María Pizarra sobrellevaba y consentía, si tomamos en cuenta, que creía encontrar en ellas la prueba para lo que fue elegida, su presunta santidad. Y por otro lado los clérigos de Siruela, quienes aportaban desde sus tribunas las marcadas directrices a los nativos feligreses de la villa y a los venidos de otros lugares. El negocio empresarial montado en torno a la santa fingida era redondo, solo había que perpetuar en nombre de las percepciones visuales de María Pizarro sus particulares negocios de misas, para “salvar” con ellas las apenadas y sufridas ánimas del purgatorio en tierras de Extremadura.
Algo muy parecido practicaba y dominaba, con su particular arte embaucador, nuestra siguiente iluminada, natural de Valencia del Ventoso, una mujer llamada Maria Corada, que se caracterizó por ser todo un espectáculo a viva voz, dominando con su particular sapiencia los cielos, la tierra y el purgatorio. Movimientos que servirán de acusación para detenerla y ponerla delante del pendón inquisitorial, donde los inquisidores, con su particular enjuiciamiento, abortarán sus más que evidentes mentiras.

María Corada
“Vecina de Valencia del Barrial (del Ventoso), condenada por la Inquisición de Llerena por ilusa y supersticiosa.
Fue delatada por José Domínguez Delgado, vecino de dicha villa, de 75 años de edad, el 16 de julio de 1774.
Cuenta dicho José Delgado, que cuando hay algún moribundo, María Corada da golpes con un rosario en la pared y dice que habla con el diablo estando sin calzas, desnuda y diciendo, que bajo las plantas de sus pies tiene cuatro diablos. También cuenta el testigo, que se sube por los tabiques altos y puertas, y no de modo natural, y que cuando muere un moribundo, ella va volando como ángel acompañando el alma del difunto hasta el purgatorio, y que le dice al alma: “detente”, y que se pone orando por el ánima y que con su oración consigue que el ánima ponga rumbo derecha al cielo, no pasando por el purgatorio. Añade también, que dicha mujer decía ver al niño Jesús y que éste le pedía cantase una canción para poder dormir, y que ella, aunque estaba cansada, se la cantaba.
También la acusan, de qué estando su abuelo moribundo, María Corada daba golpes con el rosario por las paredes diciendo: “no te llevaras el alma de mi abuelo”, y que dicho esto cayó al suelo dando voces diciendo: “atadme y haced de mi lo que quisieseis”, y que confesó, dando a entender, estar atada de pies y manos haciendo los movimientos sin libertad. Que consiguió desatase, y que con su esfuerzo y lucha consiguió, que los ángeles que querían llevar el ama de su abuelo hasta el purgatorio, no lo consiguiesen y que el alma fue derecha al cielo.
También cuenta de la reo, Santiago Pérez, que estando enfermo de hechizos Tomás Guisando, fue la dicha mujer a visitarle, diciéndole el enfermo, “que esta no era la Maria Corada sino el mismo demonio. Que empezó a pegar golpes por el cuarto con el escapulario diciendo: que en el cuarto veía al diablo, y al poco rato dijo, que el diablo ya se había marchado y que ahora veía a María Santísima.
Catalina la Peregrina cuenta: que estando la reo en casa de María Romero por encontrarse esta moribunda, María Corada entró como en éxtasis diciendo: "sale un alma, salen dos, salen tres", y que preguntándole que era lo que decía, esta le contestó; que estaba viendo salir almas del purgatorio y que el sábado había de quedar barrido a escoba dicho lugar.
José Rincón dice, que sabe de los brincos, vuelos y caídas de dicha mujer, y que todo esto lo mismo lo hacía en la iglesia que fuera de ella, que quedaba como inmóvil y con arrobamientos. También cuenta y es público, del mucho trato que tiene con su director y confesor, tanto en casa de éste como en su casa, y que cuando está en misa, al único que obedece para dejar de dar golpes y subirse por puertas y tabiques es al cura su confesor, así como las muchas caídas que hace y que siempre las ejecuta delante del sacerdote. Que cada vez que se cae en la calle y hace sus particulares movimientos de arrobos, siempre suele hacerlo cerca de la puerta de su confesor, y que la gente que cree en ella suelen ser las personas más simples de la población, y que suele comulgar sin confesar como le aseguró el sacristán.
Los calificadores del Santo Oficio la acusan, de ser una mujer hipócrita, ilusa, blasfema y que hace pacto explícito e implícito con el diablo. El Inquisidor Fiscal en vista de las informaciones recibida, con fecha 9 de diciembre ordenó, fuese presa en cárceles secretas con embargos de bienes y que se le siguiese su causa hasta la definitiva. Se le reconoció su genealogía y es mujer que desciende de cristianos viejos de raza, sabe leer y conoce perfectamente la doctrina cristiana, era mujer que confesaba y comulgaba a menudo. El Fiscal ordenó al médico de la Inquisición que le reconociera la herida que tiene en el costado, la cual dice se la hizo Jesús como mujer elegida para el fin predispuesto; respondiendo dos cirujanos del Santo Oficio, que es una llaga cutánea hecha con instrumento cortante, y que nada tiene que no sea natural y que es fácil de curar”.[4]
Saquen sus propias conclusiones.
[1] AHN. Inquisición. Legajo 1988. N. 54
[2] AHN. Inquisición. Legajo 1988. N 40
[3] AHN. Inquisición de Toledo. Legajo 115. Expediente 2.
[4] AHN. Inquisición. Legajo 3727, exp. 79.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.