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jueves, 1 de diciembre de 2022

 



La Cueva de San Ignacio de Loyola en Manresa






En este año celebramos dos aniversarios ignacianos, se cumplen quinientos años de la conversión de Ignacio de Loyola y cuatrocientos de su canonización, que tuvo lugar en 1622. Para contribuir a la conmemoración de ambos acontecimientos hemos seleccionado un documento relacionado con este tema. Se trata de una descripción de la cueva utilizada por Ignacio de Loyola en dicha localidad para sus meditaciones, realizada a instancias del padre Luis Vidal, rector del colegio jesuita de Manresa, para enviar al padre Andrés Lucas, jesuita del colegio de Granada, para que le sirviese de ilustración en la historia que sobre la vida de San Ignacio estaba preparando. 

Ignacio llegó a Manresa el 25 de marzo de 1522 procedente de Montserrat. Su idea inicial era permanecer aquí unos pocos días y seguir camino hacia Barcelona para embarcarse hacia a Roma y desde allí marchar en peregrinación a Tierra Santa. Pero cambió de planes y decidió quedarse en Manresa, alargándose su estancia durante once meses, hasta finales de 1523 que partió para Barcelona y continuó con su idea inicial. En esta ocasión sí pudo cumplir con su deseo de llegar a Tierra Santa. Manresa se convertirá, por tanto, en un punto de referencia fundamental de esta etapa de su nueva vida.

Antes de entrar en Manresa visitó el santuario de Nuestra Señora de la Guía donde se detuvo para orar y a continuación se dirigió hacia el puente viejo para acceder a la ciudad. Desde allí se podía ver un monte con una pequeña ermita en su cima dedicada a San Bartolomé, “el puig de San Bartolomé”. Debajo, en su ladera, existían una serie de cavidades naturales excavadas por el río Cardoner, una de las cuales se convertiría en el lugar elegido por Ignacio como lugar para sus largos retiros de penitencia y oración.

Una vez dentro de Manresa Ignacio se dirigió hacia la Seo y a continuación al hospital de pobres de Santa Lucía, lugar que fue su principal residencia durante su estancia en esta ciudad y que años después se convertiría en la sede del colegio de la Compañía de Jesús.

Nuestro documento se inicia situándonos en la ciudad de Manresa, dándonos su situación geográfica y algunas breves notas históricas, destacando algunos hechos que la hacían singular, y a continuación dedica unas cuantas líneas a describirnos el hospital de Santa Lucía, mencionando el Éxtasis que Ignacio experimentó allí. Nos informa también de cuáles fueron sus primeros pasos por la ciudad y a continuación nos ofrece una descripción detallada de la cueva utilizada por Ignacio, situándola en relación con Manresa, la distancia que la separa de la misma, la forma que tenía, su tamaño, forma, etc. Esta era una cavi

dad natural, de no mucha profundidad y altura, formada durante el Terciario por la erosión del río Cardoner, por encima del cual se alzaba unos 30 metros. Su entrada estaba protegida por zarzas y maleza que dificultaban el acceso a su interior y desde ella se tenía una vista privilegiada de la ciudad de Manresa e incluso de Montserrat. Pese a lo abrupto de la entrada de la cueva, el monte donde se encontraba era un lugar lleno de huertos y arboledas por lo que era conocida esta ladera como valle del paraíso. Según una tradición fue en esta cueva donde Ignacio redactó sus ejercicios espirituales dictados por la Virgen María, aunque no todos los autores que se ocupado de este tema están de acuerdo.



Una vez que Ignacio abandonó Manresa la cueva se colocó encima de la entrada una cruz en recuerdo de su estancia cerrándose con puertas para protegerla. En 1603 fue donada a los jesuitas y en este mismo año se inició la construcción de una capilla dedicada a San Ignacio en el terreno encima de la cueva para posibilitar una mayor cantidad de visitantes que la estrechez de la misma no permitía. Se llevaron a cabo también algunas obras de mejora para facilitar el acceso a ella y además se excavó para darle mayor profundidad y convertirla así en un santuario ante la gran demanda de visitantes. De los 2,5 dos metros que tenía en tiempo de Ignacio se efectuó una primera ampliación a 6,5 metros en 1606. Finalmente, en 1661, se amplió hasta alcanzar los 11,50 metros que tiene en la actualidad.

 El documento nos da noticia de un hecho extraordinario acaecido el 30 de julio de 1627, víspera de la festividad de San Ignacio durante el canto de las completas. Se trata de un crucifijo en bajo relieve grabado en un rosetón que estaba colocado en la capilla de arriba comenzó a sudar sangre a la vista de los presentes que allí estaban. Dicho rosetón procedía originariamente de la Cruz del Tort, que estaba en el camino real de Barcelona y ante la cual Ignacio se había detenido muchas veces a rezar y había tenido varias visiones. Este acontecimiento, junto con otros, como el aceite de la lámpara que ardía en la cueva o trozos de piedra que los visitantes cogían, a los cuales se atribuían propiedades curativas contribuyeron a extender la fama de la cueva a donde acudían numerosos visitantes, muchos de ellos para dar gracias por la intercesión del santo en la curación de sus males, dejando como recuerdo gran cantidad de exvotos y presentallas como testimonio de su agradecimiento, de los cuales se hace referencia igualmente en el documento.[1]




[1] Archivo histórico Nacional. CLERO-JESUITAS,269,N.19