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martes, 4 de diciembre de 2018


Pedro de los Reyes. El Hansel (cazador de brujas) de Extremadura




La práctica de la magia o la brujería en cualquiera de sus formas, fue considerada en el siglo XVI, XVII y XVIII, un crimen horrible que atentaba contra las veredas y doctrinas del Crucificado. El castigo prescrito para esta herejía en particular era la purificación mediante el fuego. Acto que desarrolló no solamente la Inquisición española en menor grado, siendo la Justicia Civil la más entregada a la causa de la cremación de mujeres por motivos de ámbito demoniaco. En estos tiempos confusos, los cazadores de brujas están muy ocupados, ya que cada vez más y más hombres se convierten a las oscuras artes. Según los detectores de estas mujeres y hombres infernales, estos depravados individuos practican la adoración a los demonios llegando incluso a ofrecer sacrificios humanos en el nombre de sus viles amos.

El cazador de brujas solía ser un agitador carismático que podía convencer en poco tiempo a una multitud y utilizarla para su propio fin, aprovechándose de ciertos ciudadanos fanáticos que entendían, que las palabras de dicho personaje eran mensajes divinos y él un elegido para tal fin por el Dios dominante. La caza de brujas reforzó la autoridad de los hombres en la sociedad, ya que se solía considerar que las brujas eran principalmente mujeres. Los cazadores de brujas creían que una de las características de las brujas es que eran cómplices del mal en cuanto pactaban con el diablo. En ese momento sostenían, que se formaba una liga o comunidad maligna para socavar el Evangelio y derrocar a la Iglesia; por lo que todo comportamiento fuera de estos preceptos, así como la negación de Dios, era un ataque no solo a la fe sino a toda la comunidad cristiana.



Esta realidad hizo que algunos cazadores de brujas tuviesen su pedegri dentro de la colectividad del momento, y que muchos de sus seguidores, fuesen valiosos testigos de afirmación y justificación del ojeador y batidor de mujeres descarriadas. Algunas de las acusaciones vertidas por estos personajes consistían: en renegar de Dios, matar por medio de venenos y sortilegios o algunos tan extremos como comer carne humana y beber sangre desenterrando a los muertos, matar niños antes de que reciban el bautismo, matar ganado e incluso, causar la esterilidad en los campos trayendo el hambre a las poblaciones donde habitaban. Por imputaciones y cargos como estos, fueron condenadas, en gran medida, las brujas de la población de Zugarramurdi.

Los cazadores de brujas solían detectar a estas mujeres nefandas a través de la famosa marca del diablo, ya que estos creían y anunciaban a sus seguidores, que los pactos con el diablo proporcionaban marcas en los cuerpos de las brujas en forma de verrugas, lunares e incluso, que estas no poseían la capacidad humana de llorar. Estas marcas eran posteriormente buscadas y examinadas en los cuerpos de las acusadas durante los exámenes previos a los juicios, si se encontraban, el final sería terrible, si no, y serían las menos, podían quedar libres de pecado volviendo hacer aceptadas dentro de la comunidad cristiana.

Uno de esos cazadores de brujas era natural de Llerena (Badajoz) en Extremadura, su nombre era Pedro de los Reyes y los documentos nos cuentan de él lo siguiente.

“Que se ha descubierto en el señorío de Vizcaya, en el Valle de Oyarzu, dos leguas de San Sebastián y cuatro o cinco de la dicha montaña de Navarra en este año de 1613, a un mozo de pocos años llamado Pedro de los Reyes, natural de Llerena en Extremadura, quién decía tener gracia de santiguador y que con ella se metía públicamente en un horno ardiendo. Se resbaló en lo que contaba y dijo: que conocía brujas y que lo tenía por granjería y que le buscaban para esto por todas aquellas tierras pagándoselo largamente, hasta que siendo preso en esta Inquisición, después de visto en discordia dos veces en el consejo, fue traído a la vergüenza y al cabo de pocos meses por haber reincidido en la misma culpa y tierra, fue azotado. En su causa confesó de forma espontánea todos los embustes que había dicho, y que lo hacía por lo que la gente le daba al creerle que sabía distinguir quien era bruja y quién no. Que las conocía por cierta señal oculta con la que ratificaba el hecho, e incluso decía, que personas muy distinguidas estaban asistiendo a los aquelarres. Juró que todo era falso y desde el escarmiento que llevó, nunca más se volvió a oír hablar de brujas en el entorno ya que se callaron las bocas de quienes decían ver brujas donde no las había”.[1]



Queda demostrado con esta crónica, que los Hansel españoles existieron y para ejemplo los hechos realizados por este pícaro personaje, que se ganaba la vida engañando y embaucando con sus supersticiosos mensajes, a todos aquellos que se dejaban adoctrinar ante su particular carisma y oratoria. Aunque no fue el único, también hubo otros que actuaban de la misma forma y manera que el extremeño, en Vitoria había por la misma fecha un sacerdote embustero que se dedicaba a la caza de brujas llamado Pedro Abad de Guevara y otro de nombre Diego López de Gamarra, mesonero y vecino de Villareal de la misma provincia de Álava los cuales fueron detenidos por la Inquisición de Logroño. 



[1] AHN. Inquisición 1679, exp. 2