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martes, 4 de septiembre de 2018


Francisca Romero: La Vampira de Huelva (Signatura: INQUISICIÓN,3726, exp, 213) 







Brujas, hechiceras o féminas que realizaban prácticas mágicas…era una constante en la antigüedad, muchos de sus nombres se han perdido en el tiempo, pero otros más recientes de los siglos XVIII y XIX han dejado su impronta en textos o en la tradición oral, lo que ha permitido a los investigadores actuales recopilar sus hazañas mágicas y sus procederes, así como las reacciones que propiciaban en sus diferentes pueblos de procedencia.

El caso de Francisca Romero, son de los más interesantes que se han conservado, por el reflejo de la combinación simbólica que esta realizaba en sus rituales. Las pesquisas se iniciaron bajo la supervisión del tribunal de Sevilla en 1804 y se dilataron hasta 1807.

La rea era vecina de Huelva capital y se la acusaba de curandera supersticiosa. Obtuvo un total de 15 testigos ratificados entre los que hubo religiosos, enfermos curados y no curados, y familiares que estuvieron delante en los distintos lances. Tres fueron los particularismos de Francisca, que, aunque a veces no era conocida por su nombre, si lo era siempre por su apodo: “la hechicera”. Pero esta mujer se caracterizaba por una forma de curación muy particular, sanaba a los enfermos chupando la sangre de los mismos, como si de una vampiresa se tratase, los labios de esta hechicera quedaban bañados por el rojo de los leucocitos de la persona a curar.



Esto dice de ella su proceso inquisitorial donde los testigos cuentan hechos como los que se narran a continuación.

Rafael Guerra, de estado casado, de 61 años de edad, dice: que sabe que una mujer llamada Francisca cuyo apellido ignora, curaba algunas enfermedades usando signos arbitrarios, supersticiosos y oraciones ininteligibles. Que el mismo visualizo la curación que hizo a un enfermo, que ya es difunto, a quién pidió unos calzones blancos de su uso y, qué habiéndoselo dado, los quemó y les dio sus polvos para que los tomase en un vaso de agua.

Que la reo le dijo, que si quería saber quién le ha dado los hechizos, se lo diría como en efecto se lo dijo, y que le haría volverse las tripas en su cuerpo, a lo que el testigo no quiso dar crédito al comentario, porque la persona que nombró era tenida por buen crédito y fama. Que entre otras cosas que hacía la reo destacan, el dar bocados en las espaldas de los enfermos diciendo: que así le chupaba la sangre; y que con el dedo menor e índice, hacía signos que él no entendía.






Que la dicha Francisca les decía algunas de sus clientas, que tomase la espada que ella le daría y que estuviese de centinela a la puerta de la casa referida del enfermo y la que siempre cerraba Francisca. Que después tomó una escoba y la puso en el quicio de la puerta, rociando sal por el suelo y terminado lo de la sal, cogía la escoba y asperjaba con unos polvos pardos que había traído de Huelva.
Otra forma de curar que tenía era: dar untes en palmas de las manos, pies y rodillas, con aceite a la que le podía café, e inmediatamente ponía una espada sobre el pecho de la enferma y comenzó a dar golpes al aire y en la pared con la espada diciendo; sal maldita de este cuerpo, y asperjaba la alcoba con ceniza y sal. Que también hacía con el dedo índice y pequeño unos signos supersticiosos por el cuerpo del enfermo, diciendo que lo que hacía era utilizar los cuernos del diablo. Que pedía una escoba y un cordel y lo ató a los pies de la cama, atando en un extremo la escoba echando en ella sal y ceniza.

Mandaba tender en la cama a los enfermos y les mordía tres veces en la misma hasta sacarle tres veces sangre la que por ser mucha, le pareció que el mal no era de las encías. Una mujer que tenía un bulto en el vientre, llamó a Francisca para ver si la podía curar, esta mandó quitar todas las imágenes religiosas de la habitación y a los presentes, que se quitasen y pusiesen fuera de la habitación los rosarios que llevasen, medallas, cruces y todo lo que fuese simbología cristiana.  Le dio tres bocados en tres distintas partes del cuerpo y comenzó a hacer los cuernos del diablo sobre el bulto que tenía. También le puso la espada y sobre el bulto un baso de agua cuyo liquido comenzó a hervir, después sacó un anillo y lo puso sobre el bulto quedándose de pie la sortija sin ayuda alguna y al poco tiempo el anillo se abrió apareciendo una cara muy negra sobre el bulto.




Qué en una ocasión, puso de espalda a un enfermo y comenzó a sacarle la sangre a mordisco, pero que la sangre que salía era de color negro, que volvió a chupar la sangre y comenzaron a salir gusanos.

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