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jueves, 12 de septiembre de 2019



El conde de Montecristo de Badajoz 


Se sitúa claro está en España y para ser más exactos, en el reinado de Fernando VII, el de la ley sálica, nieto de Carlos III y biznieto de Felipe V.

En la época de la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, era costumbre tener un confesor personal y este se llamaba fray Juan de Almaraz.

Su verdadero nombre era Juan Francisco Tomás León y nació en Badajoz en 1767. Así que se supone, que conocía a Godoy, que también era de allí, y que este lo hubiera encumbrado hasta ese importante cargo de la Corte. Perteneció a la orden de los Agustinos. Su partida de nacimiento dice así:

En la ciudad de Badajoz, a 24 días del mes de febrero de mil setecientos sesenta y siete, yo d. Juan Rodríguez Romero, cura teniente del sagrario de esta Santa Iglesia Catedral, bautice y puse los Santos Oleos, a Juan Francisco Tomas León, que nació el veinte de este dicho mes, hijo de Juan de Almaraz, difunto, y de María Toribia Falcato, naturales de esta ciudad. Fue su madrina Ana Falcato […] Fueron testigos Félix Almaraz, su abuelo paterno y José Falcato su abuelo materno.[1]


Carlos III era consciente de las limitaciones intelectuales de Carlos IV, y no dudaba en decírselo. Un día que estaban comentando la preparación de su boda, Carlos III le recordó la posibilidad que todo hombre tiene de sufrir alguna infidelidad.

Carlos IV le dijo muy seguro de sí mismo “Pienso que los reyes están libres de las preocupaciones que tienen el resto de los maridos porque sus esposas no les pueden engañar con otras, ya que una reina no tiene otro rey cerca más que su esposo”.

Carlos III no pudo aguantarse ante la simpleza del razonamiento de su hijo y le respondió “Carlos, Carlos, que tonto eres, las princesas también pueden ser putas, hijo mío”[2]

Carlos IV contrajo matrimonio con su prima hermana, María Luisa de Parma. Tuvo veinticuatro embarazos, pero solo tuvieron catorce hijos llegando a la adultez solo seis de ellos. 

       María Luisa de Parma 

María Luisa de Parma era muy intrigante y carecía de toda discreción. Dominaba completamente al Rey, al que logró mantener apartado de la vida política, mientras ella asumía los asuntos de Estado por medio del válido Manuel Godoy.

María Luisa de Parma mantenía una relación amorosa con Godoy desde antes de la muerte de Carlos III. Ella utilizó toda su influencia para hacer de Godoy el hombre más poderoso de la Corte.

la dinastía de los Borbones se extinguió en España el 20 de enero de 1819, fecha del fallecimiento de Carlos IV en Roma.

Las páginas secretas de nuestra historia esconden una trama que podría sepultar la vigencia de Los Borbones en la Corona. Un sacerdote que confesaba a la Reina María Luisa de Parma, madre de Fernando VII, escuchó su última confesión en la que aseguraba que sus hijos no eran del Rey Carlos IV. Pero un emisario del Estado que escuchaba escondido la confesión de la Reina orquestó que se encerrara al sacerdote para siempre y así proteger a la Corona.

No es historia-ficción sino Historia real, con mayúscula. De haberla conocido, lo cual fue posible pues aconteció en vida de él, habría inspirado tal vez al príncipe de las letras Alejandro Dumas su celebérrima obra «El conde de Montecristo».

Entre los papeles privados de fray Juan de Almaraz, confesor de la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV y madre, al menos oficial, de Fernando VII, localicé un increíble documento en el Registro del Ministerio de Justicia. Antes de nada, leí una inquietante palabra en el sobre lacrado: «Reservadísimo». Justo debajo, con la misma caligrafía, se indicaba: «Reservado a mi confesor si muero sin ella –sin confesión–, nadie lo podrá abrir ni ver más que el confesor».[3]

Pero yo abrí, trémulo el sobre y quedé pasmado al leer esta asombrosa revelación: «Como confesor que he sido de la Reyna Madre de España (q. e. p. d.) Doña María Luisa de Borbón. Juro imberbum sacerdotis, cómo en su última confesión que hizo el 2 de enero de 1819 dijo: que ninguno, ninguno –se repite en el original– de sus hijos y [sic] hijas, ninguno –de los catorce que tuvo– era del legítimo Matrimonio; y así, que la Dinastía Borbón de España era concluida, lo que declaraba por cierto para descanso de su Alma, y que el Señor la perdonase.


                                                                         Documento
Lo que no manifiesto por tanto Amor que tengo a mi Rey el Señor Don Fernando 7º por quien tanto he padecido con su difunta Madre. Si muero sin confesión, se le entregará a mi Confesor cerrado como está, para descanso de mi Alma. Por todo lo dicho pongo de testigo a mi Redentor Jesús para que me perdone mi omisión. Roma, 8 de enero de 1819. Firmado Juan de Almaraz».

Si lo que el sacerdote sostenía era cierto, los Borbones de España no estaban en condiciones de exigir sangres absolutamente puras a sus herederos al trono en el momento de desposarse.

Cuando juzgué concluida mi tarea y tras localizar la increíble confesión manuscrita del sacerdote, volví a toparme con otro documento inédito, no menos sobrecogedor: una carta secreta del gobernador de Peñíscola, echada en la localidad castellonense, el 13 de febrero de 1834, la carta del principal mandatario de Peñíscola produce aún hoy escalofríos al leerla. 

                                                                   Castillo de Peñiscola
«Reo de alta traición»
Dice así: «El gobernador de aquella Plaza, dice que al tomar posesión del Gobierno de la misma –Peñíscola– ha encontrado en un encierro al sacerdote D. Juan de Almaraz, que fue conducido a ella a consecuencia de una Real Orden de que acompaña copia, expedida por este Ministerio en 21 [de] octubre de 1827, en la cual se califica de reo de alta traición al referido Almaraz y se encargaba fuese incomunicado vigorosamente y vigilado bajo la responsabilidad personal del gobernador, y como desde aquella fecha no haya podido alcanzar aquel desgraciado ningún alivio en su dura prisión, a pesar de los beneficios decretos dictados por el magnánimo corazón de V. M. en bien de todos los españoles, cree su deber hacer presente: que la conducta observada en la prisión por este reo ha sido la correspondiente a su respetable carácter que su edad de 67 años, sus enfermedades dimanadas de su senectud y sus padecimientos de seis años y medio de encierro sin comunicación, le hacen inepto para el mal como para el bien: y que todo lo que puede formar la felicidad de este respetable anciano es que V. M., tendiéndole su mano, beneficie para que no muera en su encierro, le permita volver a Extremadura, su patria, y acabar sus días en el seno de su familia».

                                                       Mazmorras castillo de Peñiscola
El máximo funcionario de la prisión quedó horrorizado al abrir la mazmorra y contemplar a un anciano de largos y enmarañados cabellos y barba blanca crecida hasta la cintura, que se le arrojó sollozando a sus pies. Aquel espectro viviente dijo ser el fraile Juan de Almaraz, incapaz ya casi de articular palabra tras su larga incomunicación. 

                                                              Fernando VII
Muerto Fernando VII en 1833, le sucedió como regente su cuarta esposa, María Cristina de Borbón, reina gobernadora durante la minoría de edad de su hija Isabel II. Al régimen absolutista sucedió así el régimen liberal, una de cuyas medidas fue la concesión de una amnistía para delitos políticos mediante el decreto de 16 de enero de 1834. 

                                                                  Reina María Cristina
La reina María Cristina otorgó finalmente el perdón al inocente fray Juan de Almaraz, a quien sólo se había condenado en virtud de la sentencia dictada y ejecutada por el poder absoluto de un rey.




[1] José María Zavala. Bastardos y Borbones. Plaza y Jane. Book Google.


[2] Juan Manuel González Cremona. Amantes de los Reyes de España. Planeta, pg. 101.


[3] Archivo General de Justicia. Nº 46

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