MIS LIBROS

  • Depuración de Maestros Nacionales en la Comarca de Olivenza
  • El Chitón de los Zapata (Teatro)
  • Esperanza y Libertad las Hijas de la Rapada
  • Extremadura Tierra de Brujas
  • La Judía de Alcalá de Henares
  • Los Herejes de Badajoz
  • Los Herejes de D.Benito, Villanueva de la Serena y Medellin
  • Los Herejes de la Raya de Cáceres
  • Los Herejes de Mérida
  • Los Herejes del Guadiana Fronterizo
  • Los Milagros de la Virgen de la Luz de Moncarche
  • Los Moriscos de Hornachos Crucificados y Coronados de Espinas

miércoles, 7 de noviembre de 2018


La Marca de Caín en la Conquista





La historia de la conquista de América está llena de crónicas positivas, pero también, de grandes episodios donde la mala actuación de algunos españoles, se acercó más a las directrices y orientaciones del diablo, que la misericordia y caridad que lleva como bandera el cristianismo. Partiendo de la base que los conquistadores eran cristianos y que su misión debería haber sido utilizar esas premisas evangélicas en pro del desarrollo y la evolución de los nativos, la realidad en muchos casos fue totalmente opuesta y peculiar.


Cuando hablo de conquistadores, no me estoy refiriendo solamente a los civiles que acudieron como invasores del espacio en su momento, sino a los religiosos, que llegaban a los diferentes lugares, matando la religión establecida tanto de mayas, aztecas o incas en pro de su verdad. Esta realidad llevó, a qué en muchas ocasiones, personas nativas ya cristianizadas tuviesen que sufrir a manos de frailes, sacerdotes e incluso obispos, un maltrato y una tiranía impropia de aquellos que creían ser “seguidores del crucificado”.


Os dejo a continuación, uno de esos casos que ponen en evidencia esta realidad que estamos introduciendo, y donde los protagonistas van a ser los nativos de la población de Mani en Yucatán (México) y los religiosos franciscanos encargados de evangelizarlos. Ante los malos tratos que recibían de los seguidores de Francisco de Asís, deciden escribir una carta a Felipe II contando los cruentos acontecimientos que desarrollaron estos “cristianos con sotana”, en un espacio habitado donde la caridad, la misericordia o el amor al prójimo, deberían haber sido las columnas que dieran sentido al verdadero cristianismo, y funcionó lo contrario. Al final querido lector, saquen sus propias conclusiones ante los acontecimientos narrados y documentación que aporto.




Después que nos vino el bien, que fue conocer a Dios Nuestro Señor, por solo verdadero Dios y dejando nuestra ceguedad e idolatrías; antes que abriésemos bien los ojos al conocimiento de lo uno y de lo otro, nos vino una persecución la mayor que se puede imaginar y fue en el año del 1562 por parte de los religiosos de San Francisco que habíamos traído para que nos adoctrinasen.


Qué en lugar de hacerlo, nos comenzaron atormentar colgándonos de las manos, azotándonos cruelmente y colgándonos pesas de piedras a los pies y atormentándonos a muchos de nosotros en burros, echándonos mucha cantidad de agua en el cuerpo de los cuales tormentos murieron y mataron muchos de nosotros.





Estando en esta tribulación y trabajos y confiando de la justicia de V.M. que nos oirá y nos guardará justicia, vino el doctor Diego Quijada, que a la sazón era ayudar a los atormentadores, diciendo que éramos idolatras y sacrificadores de hombres y otras cosas ajenas de toda verdad. Y como nos veíamos mancos por los crueles tormentos recibidos y muchos muertos en ellos, nos robaban nuestras haciendas, pero lo que más nos dolía era que nos mandasen a desenterrar los huesos de nuestros muertos bautizados habiendo muerto como cristianos. Estamos desesperados y no contentos con estos religiosos y justicia de V.M.



Nos hicieron un auto solemne de Inquisición en Mani (Yucatán) pueblo de S. M. en que sacaron muchas estatuas y desenterraron muchos muertos y quemaron allí públicamente y condenaron a muchos a esclavos para servir a los españoles por ocho o diez años, y echaron sambenitos y nos lo pusieron quedándonos espantados por lo que estaba ocurriendo, y por no saber porque cosa se hacía aquello ya que estábamos recién bautizados y no predicados. Y porque volvíamos por nuestros vasallos diciendo que los oyesen y les guardasen justicia, nos prendieron y aprisionaron y nos llevaron como a esclavos en cadenas al monasterio de Mérida donde murieron muchos de los nuestros y allí nos decían que nos habían de quemar sin saber nosotros porqué.


Y a esta sazón llegó el obispo que V. M. nos envió, el cual, aunque nos sacó de la cárcel y nos libró de la muerte y quitados los sambenitos, no nos ha desagraviado de las infamias y testimonios que nos levantaron, diciendo que somos idólatras y sacrificadores de hombres y que habíamos matado a muchos indios.
Vino un receptor de México a inquirir esto y pensamos que haría la audiencia para aclarar lo sucedido, y no hizo nada.



Vino después D. Luis de Céspedes, gobernador, y en lugar de nos desagraviar, ha aumentado las tribulaciones llevándose nuestras hijas y mujeres a servir a los españoles contra su voluntad y la nuestra; que lo sentimos tanto que vienen a decir las gentes simples que en nuestra infidelidad no éramos tan vejados ni acosados, porque nuestros antepasados no quitaban a nadie sus hijos, ni a los maridos sus mujeres para servirse de ellos como lo hace ahora la justicia de S.M aun para servir a los negros y mulatos.


Y con todas nuestras aflicciones y trabajos amamos a los religiosos y les damos lo necesario y les hemos hechos muchos monasterios y proveídos de ornamentos y campanas todo a nuestra costa, la de nuestros vasallos y naturales, aunque en pago de estos servicios nos traen tan avasallados hasta quitarnos el señorío que heredamos de nuestros antepasados, cosa que nunca lo padecimos en nuestra gentilidad.


Obedecemos a la justicia de V.M. esperando que nos enviara remedio para todos. Una cosa nos ha desmayado mucho y nos han alborotado mucho, que son cartas de Fr. Diego de Landa principal autor de todos estos males y trabajos. Escribe diciendo que V.M. ha aprobado las muertes, robos y tormentos y otras crueldades que hicieron en nosotros, de lo cual estamos admirados que tal cosa se diga de tan católico y recto rey como es V.M. si es que haya dicho que nosotros sacrificamos hombres después de bautizados, ya que eso es un falso testimonio y maldad inventada por ellos para dorar sus crueldades.




Y si ídolos se hallaron o hallamos nosotros, los sacamos de las sepulturas de nuestros antepasados para dárselos a los religiosos que nos los mandaban traer; diciendo que habíamos dicho en los tormentos que los teníamos, y toda la tierra sabe cómo los íbamos a buscar 20, 30 y 100 leguas en donde entendíamos que los tenían nuestros antepasados y nosotros habíamos dejado porque nos habíamos bautizados, y por sana conciencia no nos tenían que haber castigado como lo han hecho.


Y si V.M. se quiere informar de esto, envíe persona tal que lo investigue y vea nuestra inocencia y la gran crueldad de los padres, y si el obispo no viniera, todos fuéramos acabados, y porque, aunque queremos bien a Fr. Diego de Landa y a los demás padres que nos atormentaron, solamente de oírlos nombrar se nos revuelven las entrañas. Por tanto, V.M. nos envíe otros ministros que nos doctrinen y prediquen la ley de Dios porque deseamos mucho nuestra salvación.




Los religiosos del señor San Francisco de esta provincia, han escrito ciertas cartas a V.M. y al general de su orden, en abono de Fr. Diego de Landa y de otros sus compañeros que fueron los que atormentaron, mataron y escandalizaron, y dieron ciertas cartas en la lengua de Castilla a ciertos indios y sus familiares para que las firmasen: y así por el miedo y el temor, la firmaron y la enviaron a S. M. entienda V.M. no ser más lo que somos señores de estas tierras que no queremos ni debemos escribir mentiras ni falsedades ni contradicciones. Hagan halla penitencia a Fr. Diego de Landa y sus compañeros del mal que hicieron en nosotros, que hasta la cuarta generación se acordaron de nuestros antepasados y la gran persecución que por ellos nos vino.


Nuestro Señor Dios guarde a V.M. largos tiempos y a su santo servicio, así como nuestro bien y amparo. Yucatán doce de abril de 1567.


Humildes vasallos de V. M. que sus reales manos y pies basamos.

Firman: D. Francisco de Montes gobernador de la provincia de Mani.

Jorge Pin, gobernador de …

El gobernador de Mona

El gobernador de Texul

DOCUMENTOS ORIGINALES.










jueves, 1 de noviembre de 2018

Hechiceras y hechiceros del Guadiana Fronterizo.





La brujería o hechicería fue perseguida sañudamente por la Inquisición, sobre todo, porque tales prácticas, fueron consideradas diabólicas y las personas que las realizaban estaban poseídas por el demonio. Los Tribunales del Santo Oficio, estaban al acecho de estas desviaciones, pero mientras que en la vida pública un ciudadano no se apartara del camino trazado, ni mezclara cuestiones divinas o dogmas de fe, la Inquisición no solía intervenir en cuestiones que no rozaran estos conceptos. Solo lo hacía cuando alguien había invadido o traspasado el campo de la herejía,
Las personas señaladas de brujas o hechiceras, en caso de que hubieran realizado algún acto herético, hecho pacto implícito o explicito con el demonio, o el haber usado objetos sagrados y de culto en sus actuaciones, se les imponían como único castigo, algunas penas saludables, es decir, como mucho de 100 a 200 azotes por las calles más principales y frecuentadas, así como destierro por cierto tiempo de la ciudad donde solía vivir.
Para poder enjuiciar con objetividad estas conductas, hay que tener presente el estado en que se hallaba inmerso el país, en donde había pocos letrados y un elevado porcentaje de analfabetos. Épocas medievales o renacentistas, en el que las clases menos favorecidas de la sociedad luchaban cotidianamente por una mísera subsistencia; donde las mujeres no contaban para nada y estaban a merced de las imposiciones o caprichos de los hombres; un país donde la picaresca tenía asiento propio por carta de naturaleza, y donde los más osados buscaban seguro refugio para sobrevivir, arrodillándose ante el Rey cuando lo veían y, a Dios cuando se oía la campanilla que iba delante del viático de los enfermos. Era mentalidad abonada por la credulidad y la ignorancia, diferente e incomprensible en nuestros días. Es lógico pensar que estuviera en primer plano lo misterioso y se le concedieran excesivo crédito a cuanto en tal sentido pudiera decirse, por lo que afectaba a personas emotivamente dubitativas, pusilánimes, medrosas o atemorizadas los más mínimos accidentes, como el cerrarse una o varias puertas violentamente, los ladridos insistentes y a deshoras de perros, el maullido o reunión de gatos en una riña, un gallo que canta en tiempo inusual, en una palabra, cualquier causa fortuita, era motivo más que suficiente para que se estableciera la relación causa-efecto, y se le adjudicara a las brujas y hechiceras todo cuanto ocurría
La Inquisición, tan severa con los penitenciados y a la vez indulgente en esta clase de delitos, en Extremadura según los documentos observados, no se quemó a ninguna mujer por bruja o hechicera. En sus declaraciones ponían de manifiesto los sistemas y medios empleados, siendo frecuente que todo cuanto habían realizado se lo imputaban a otras personas, las más de las veces difuntas, para no involucrar o implicar a las que vivían.
En la comarca de Olivenza nos vamos a encontrar algunas brujas, varias hechiceras y algún que otro hechicero. Normalmente, estas personas intervenían la mayoría de las veces en casos de amoríos, a ellas acudían las mozas para saber del conocimiento de su pareja; de la existencia de algún amante, si la quería o detestaba; si el casamiento se había de celebrar de inmediato o, por el contrario, no se realizaría. Para que hiciera impotente –ligara- al que no se mostraba propicio a entregarse a su apasionado amor o, para que deshiciera el maleficio de impotencia –desligara-, lo que otras hechiceras hubiesen hecho a su amante o esposo. También veremos, a mujeres casadas y afligidas, que sospechaban o querían saber si era cierto que sus maridos tenían secretas relaciones amorosas o carnales con otras mujeres.


Generalmente para ligar a una persona, las hechiceras le pedían a las interesadas algún objeto de la pertenencia, trozo de su vestido o una prenda sobre la que había de recaer el hechizo, que normalmente era: en los hombres; unos pedazos de sus vestidos, cabellos de la cabeza u otras prendas; para las mujeres, si eran doncellas, surtían un gran efecto una parte de la camisa: en los amancebados y casados, si ello era factible, lo más efectivo y eficaz, o lo más frecuente, era administrarle algunos potingues bajo el aspecto de chocolate u otras bebidas, y el rezo de los conjuros los cuales veremos más adelante.
También nos vamos a encontrar en el mundillo de las hechiceras de la comarca, con los “cercos” que era uno de los ritos principales e indispensables dentro del arte de la hechicería. Todo consistía, como su nombre indica, en trazar en la tierra o en el suelo una circunferencia, unas veces visibles, al realizarlos con trozos de carbón, yeso o cal, y otros invisibles, colocándose de rodillas en el centro y dar vueltas con los cabellos sueltos o simplemente con la mano, que simbolizaba la separación de la tierra con los cielos, y para que se abrieran las puertas de los infiernos dando suelta y paso libre a los demonios para que acudieran al centro del cerco.
Recitaban el conjuro pertinente y, apremiaban a los diablos a que les respondieran a lo  preguntado, aunque en un principio se resistieran, al fin, tras mucho insistir, contestaban por medio de extraños signos externos como el rebuznar de un asno, el mugir de una vaca, el maullido de un gato, el ladrido de un perro, la caída fortuita de un objeto, o el silbido algo más fuerte que lo normal del viento que solo ellas sabían interpretar.
Conseguido su propósito, la bruja o hechicera obsequiaba y agasajaba a los demonios con perfumes, almendras, confites y otras golosinas; toda una fantástica ceremonia a la que en algunas ocasiones hacia participe a la consultante o clienta. Veremos, cómo los animales juegan un papel importante en toda esta historia; estos seres vivos eran sus familiares. A veces eran duendes u otros demonios en formas de bestezuelas que ayudaban a las brujas y hechiceras nefandas. En la fantasía de las brujas, existían infinidad de animales a los que consideraban “familiares”, entre ellos estaban, el gato negro, los sapos, las serpientes, los erizos, perros, el macho cabrío, y un largo etcétera.
Asistiremos a la forma de echar la suerte, donde las habas son las protagonistas. No podemos dejar atrás el famoso mal de ojo, u otros hechizos, de los que todavía algunas personas lo asumen actualmente como algo real y verídico. Mal, que según las hechiceras y brujas cuando lo anunciaban, lo causaban las viejas, algunas solteronas, los lisiados o deficientes físico, mujeres que no tenían la menstruación y los bizcos. Para preservar a los niños del mal de ojo, al tiempo de su nacimiento, les colgaban unos amuletos, consistían en una bolsita en la que habían introducido un huesecillo o un colmillo de jabalí.
Las medallas tal como en la actualidad se usan, en las mayorías de los casos, mas como adorno que como devoción a la imagen que representa, en tiempos pretéritos se usaban para protegerse del mal de ojo.
Ante esta realidad, la Inquisición iba a intervenir y la persecución y castigo de este tipo de comportamientos se iba a llevar a efecto. Fueron muchas las mujeres supersticiosas en toda España, que tuvieron que enfrentarse a juicio con el Santo Oficio, vamos a ocuparnos de las de la raya del Guadiana fronterizo, qué con sus hechizos, amuletos, conjuros y oraciones, tenían mediatizada a toda la comarca fronteriza. La principal habilidad de estas personas consistía en decir a sus víctimas, aquello que estaban deseosas de escuchar, convenciéndolas de que los males y achaques que padecían tenían solución, y que solo ellas podían ofrecérsela por un módico precio si lo comparamos con la utilidad de los resultados.


Una vez que se veían ante el Tribunal del Santo Oficio, a pesar de la variada casuística, todos los acusados de estos delitos presentaban algo en común: me refiero a la utilización de palabras y objetos que la religión oficial tenía el deber de salvaguardar y dedicar a otros fines más graves. Lo contrario suponía incurrir en herejía y el Tribunal inquisitorial se había creado precisamente para estos menesteres.
El hambre hacia estragos en las poblaciones del Guadiana fronterizo y campaba a sus anchas por una comarca eminentemente rural, lo mismo que las plagas y las enfermedades. Tampoco faltan noticias de desbordamientos de arroyos y otras catástrofes naturales como las pertinaces sequías, qué prolongándose más de lo acostumbrado en la torturada geografía comarcal, dejaban a sus habitantes sumidos en esa triste miseria que rebosan todas las situaciones plasmadas en las historias particulares de estos personajes.
Raro es, que entre la documentación inquisitorial extremeña referente al delito de supersticiones, encontremos la palabra “brujo”. Mas bien se hablaba de hechiceros, adivinadores, sortílegos o curanderos con tintes supersticiosos. Sus prácticas de hechicería solo eran conocidas por los más allegados, y el tribunal inquisitorial únicamente alcanzaría a tener noticias de ellas a través de la denuncia realizada por algún indiscreto que se había sentido defraudado en sus aspiraciones. En definitiva, que los hechos a contar dejan entrever los pormenores de una sociedad minada por la ignorancia y la miseria, y como dice el refrán: “A buena fe, mal engaño.”
Ante las repetidas denuncias, los inquisidores de Llerena lanzarán su temido <<Edicto de Fe>>, escrito que se leería en todas las parroquias del distrito y decía lo siguiente contra estas prácticas.

Nos los Inquisidores Apostólicos contra la herética pravedad y apostasía, en la provincia de León, Maestrazgo de Santiago y Alcántara, Obispado de Plasencia, Badajoz, Coria, y Ciudad Rodrigo, por autoridad Apostólica, etc. A todos los vecinos y moradores, estantes y residentes en todas las ciudades, villas y lugares de nuestro distrito: conviene saber, si sabéis o habéis oído decir, que alguna o algunas personas han cometido alguna herejía diciendo, que no hay paraíso o gloria para los buenos, ni infierno para los malos, y que no hay más de nacer y morir, o algunas blasfemias hereticales, como son: no creo, descreo, reniego contra Dios nuestro señor y contra la virginidad y limpieza de nuestra Señora la Virgen María, o contra los santos o santas del cielo, o que tengan o hayan invocando demonios,  hecho cercos y preguntándoles a los diablos algunas cosas y esperando respuestas de ellos. Si conocen, á personas que hayan sido brujos o brujas, o hayan tenido pacto tácito o expreso con el demonio, mezclando para esto cosas sagradas con profanas o, atribuyendo a la criatura lo que es solo del creador. Por ende y por el tenor de la presente, amonestamos, exhortamos y requerimos en virtud de santa obediencia y con pena de excomunión mayor, a todo aquel que sepa de casos conocido y oculte los mismos...[1]

En cuanto a conclusiones, por mi parte ninguna; ya se han vertido algunas opiniones y no quiero ser juez en esta causa, por lo demás, cada cual que extraiga las propias y así, todos estaremos contentos y complacidos.
Tanto en la comarca de Olivenza como en el resto de España y en las posesiones ultramarina que nos pertenecían entonces, con demasiada frecuencia se daban casos de esta naturaleza, pero concretando a lo que nos interesa, que es la Comarca de Olivenza, veamos a los supersticiosos protagonistas que actuaron en dicha zona.




En Alconchel nos encontramos con Dominga Martínez, mujer de Juan, hijo de Antonio el cerrajero, natural de Alconchel, de 22 años de edad, fue testificada de hechicera en 1639 en la visita inquisitorial que el inquisidor Serrano hizo a la zona. Dominga varios vecinos la acusan de lo siguiente: que solía hacer para que un hombre se interesara por una mujer, un cerco en el suelo con un clavo, lo clavaba a un lado y metía dentro del cerco un baño de agua y una escudilla con aceite y nueve torcidas encendidas mientras pronunciaba las palabras siguientes: “Yo te conjuro con tres libros misales, tres corporales, con tres iglesias parroquiales, con tres liebres corredoras, con tres galgos cazadores y con tres diablos de los mayores, el uno Beltrán y el otro Bellan y el otro el Consuelo (que no te dejen pasar ni reposar hasta que vengas conmigo a reposar”. Rezaba después una oración a San Antón, de quién decía: qué si hacías la dicha plegaria a este santo, ella hacía venir al hombre que se había marchado de casa a encontrarse de nuevo con la mujer.
Fue condenada a auto público de fe, con insignia de hechicera, saliendo con coroza, se le dieron 200 azotes, abjuró de levi y se le condenó a destierro de la villa de Alconchel por tres años, además de confiscarle los bienes[2].


También en Alconchel se daba el caso de otra acusada de hechicería llamada María González, de 35 años de edad, esta aliada de lo supersticioso, era mujer de Juan Moreno y fue testificada en la visita que hizo el Inquisidor Serrano Osorio a la ciudad de Jerez y su partido, fue mandada prender en cárcel secreta, en cadena de argolla, siendo presa el 4 de septiembre del mismo año. En primera audiencia declaro ser verdad los hechos que se le imputaban, no convenciendo al Inquisidor Serrano quién pedía y quería saber más de los movimientos de esta nefanda mujer. Decidido y certero, el religioso le preguntó a la hechicera si conocía la causa de su prisión, contestando y culpando María González a sus dos hermanas y contra sí no dijo nada. Una testigo declaro, que nuestra protagonista era embustera y que hacía remedios para que los hombres quisieran bien a las mujeres. Que por el mismo tiempo le había sido vista en su casa una virgencita blanca, y que decía la rea, ser su vivienda otra iglesia para orar. Para saber las voluntades ajenas, ofrecía a las personas que le pedían poder conseguir tal misión, pelos blancos para que lo echasen en las comidas, descubriendo tras comerlos, las buenas o malas pretensiones de las gentes.
La rea tenía en su casa una imagen de Santa Marta a la que llamaba la diabólica y a la que ponía velas encendidas, y cuando tenía que solventar alguna petición de alguna cliente que pedía atraer hacia sí la figura de algún hombre para sus amoríos, esta hechicera de Alconchel cogía unos naipes y, mientras barajaba, hacía la siguiente plegaria a su diabólica e idolatrada efigie.

 “Marta, Marta. ni la digna ni la santa, a la que por los aires anda, a la que se encadena y por ella nuestro padre Adán pecó y todos pecamos, del demonio del pozo al del reposo, del reposo al que suelta al preso, al que acompaña al ahorcado, al diablo cojuelo, al del rastro y al de la carnicería, que todos juntos os juntéis y en el corazón de (tal fulano) entréis, guerra a sangre y fuego le deis, que no pueda parar hasta que me venga a buscar, demonio cojuelo, tráemelo luego, demonio del peso, tráemelo presto.”



Y habiendo dicho esto, el hombre vendría tal día por la mañana a la puerta de la casa de la moza que quería novio, y si llegaba a entrar en la casa enojado, que le hiciese una cruz con los dedos de la mano derecha sin que él lo viera y pronunciando su nombre dijese.

Fulano tente en ti, pues que dios murió por ti” repitiéndolo tres veces, y después comentase, “yo te conjuro con esta cruz, con la santa Veracruz, y con la cruz de tu frente, que me quieras mostrar y decir el amor que me tienes”. Con estas palabras, al tal pretendiente se le quitaría el enojo y la amaría más que a su alma.

Otro de los procedimientos que empleaba la tal María, era encender una vela y rezar un credo a las animas del purgatorio, mientras hacía “el sortilegio de la toca”, que disimuladamente consistía en la colocación de un naipe bajo el ara de un altar y esperar a que se dijeran tres misas con sus correspondientes evangelios, misas que tenían que ser concelebradas por tres sacerdotes, y después de conseguido el objetivo, tocar con el naipe durante tres días que son: el de navidad, de san Juan y el jueves santo antes de la salida del sol, al que deseara seducir. Las palabras del conjuro eran las siguientes.

“Con dos te veo, con cinco te ato, tu sangre te bebo, el corazón té parto, con las parias del vientre de tu madre la boca te tapo, fulano que vengas a mi tan humildemente como la suela de mis zapatos”.

Para que los hombres se fijasen en las mujeres, María González traía ostias consagradas para hacer conjuros, dándolas por la cuaresma a las clientas que se las solicitaban. Cuando María cayó en manos de la justicia inquisitorial, fue sentenciada a auto público de fe, con insignia de hechicera, abjuro de levi, y fue llevada a la vergüenza pública, además de darle 200 azotes y ser desterrada por dos años de Alconchel, Jerez y su término.[3] Lo mismo le ocurrió a su hermana Leonor Díaz, mujer de Manuel Codon, vecino de Alconchel. Esta hechicera alconchelera, sufrió la misma condena que su anterior hermana, saliendo juntas en el mismo auto de fe.



En Bancarrota tenemos varias hechiceras condenadas por la Santa Inquisición de Llerena, una de esas mujeres fue Isabel Sánchez, más conocida como “la Corbacha”, mujer de Nicolás Sánchez, vecino de Barcarrota, de 50 años de edad, fue testificada por varios testigos de hechicerías y embustes, siendo presa sin secuestro de bienes. Declaró ante la Inquisición los siguientes hechizos cometidos: dijo ser hechicera y que hace unos 8 años, su cuñada le pidió un remedio para que otra mujer que no conocía su nombre y que decía que estaba embrujada y que de los hechizos había quedado ciega, pidió un remedio para curar su mal. La rea prometió hacerlo y se fue a la casa de la mujer ciega; una vez en la casa le dijo: que le conseguiría una prenda de la mujer que le había hecho el daño, y ofreció que el demonio con los cercos y un conjuro que ella hiciese, traería la dicha prenda, para lo que le pidió una vela de cera, un tizón ardiendo para encenderla y una escoba. Nuestra protagonista se encerró durante 15 minutos en una habitación de la casa y cuando salió dijo a las dos mujeres: que se le había aparecido el demonio y que le dio la prenda de la persona que le había hecho el daño. Fue un pañuelo de narices, pañuelo que la misma rea guardaba desde su casa en el pecho. Lanzaba mentiras y embustes, pagándole la dicha ciega cuatro arrobas de aceitunas con promesa que si sanaba se lo pagaría mejor. La acusada le rezo tres veces la siguiente oración para quitarle el mal de ojo que le producía la ceguera.

Los que he visto
los que he de ver,
bendígalo Dios amen.
Ángel perdido que a la
puerta fuisteis, quita este
de donde lo pusiste.
Dos te han hecho el mal
y tres lo han de quitar,
que son las personas
de la Santísima Trinidad.

La rea fue condenada a auto público de fe, con coroza e insignia de hechicera, abjurase de levi, que fuera traída a la vergüenza publica, se le diese 200 azotes y fuese desterrada de la villa de Barcarrota, Jerez y sus términos por dos años y si los quebrantaba se le diesen 200 azotes más.[4]


También en Bancarrota claudico ante el Santo Oficio, una mujer llamada Catalina y que era conocida en su pueblo como la “Candelera”, era mujer casada y fue testificada por varias personas de prácticas de hechicería. Según los testigos, la Candelera hacia conjuros y oraciones para atraer a los hombres alejados de sus amantes. Ponía una estampa de Santa Marta con dos velas encendida, haciendo un sortilegio que llamaba de las torcidas, consistente en fabricar nueve mechas con tiras de un trozo de lienzo que hubiera estado impregnado de semen masculino, exclamando al colocarlas en el candil: “yo te conjuro con tres libros misales y tres iglesias parroquiales” y rezarle un padre nuestro y un ave María a Santa Marta durante nueve noches consecutivas mientras le prendía fuego, invocando lo siguiente:

Yo te conjuro vida de la vida,
de la sangre de (fulano,)
que me ames, que me estimes,
que me regales cuanto tuvieres,
y me digas lo que supieres.
 Te conjuro (fulano) con barrabas,
qué así como estas torcidas,
arden en este candil, así me quieras.

Haciendo una extraña ceremonia sentada en el suelo en un circulo alrededor del candil, con la mecha encendida en la que tomaba nueve habas, tres granos de sal, tres carbones, una vela de cera normal y otras nueve habas más pequeñas, las cuales iba pasando a la solicitante. Después tomaba dos de las nueve habas, que cada una representaba un sexo distinto, las señalaba con los dientes y las lanzaba sobre el interior del cerco; si casualmente las habas se juntaban, ello significaba que la persona ausente por la que había realizado el conjuro llegaría prontamente y ardiendo en amor.
Una noche estando en compañía de otra persona oyó un golpe, se levanto a ver lo que era, y dijo que no era hombre sino perro y que se le mostró tan grande como un becerro de un año, dándole la hechicera pan y al que trató con mucha familiaridad. El perro procuró salir y se colocó en un rincón de la parte donde estaban y se salió por un agujero como la copa de un sombrero que tenía la puerta. Fue presa por el Santo Oficio, condenada a salir a auto de fe en el año 1576 con insignia de hechicera, sambenito y coroza, abjurase de levi y que en Barcarrota con las mismas insignias, se le volviese a leer la sentencia, sacándola a la vergüenza por las calles del pueblo, siendo desterrada por periodo de 6 años, dándosele además 200 azotes y se le confiscasen sus bienes. [5]



En la villa de Cheles, un tal Juan Díaz de la Rosa, fue delatado en 1735 de prácticas de hechicería, unos testigos contaron, que Juan Díaz, hacía de curandero, buscador de tesoros, junto a prácticas de conjuro con el diablo. Una de las prácticas que utilizaba como hechicero, eran “los cercos”. Primero con un cuchillo hacia las rayas en el suelo, y después, unas veces colocaba “unas candelillas encendidas” a su alrededor y otras se introducía dentro del cerco “con una candelilla y un candelero”, y desde allí, invocaba a los demonios, los cuales acudían a su llamada bien en forma de perros, gatos o cerdos, ya que solo le bastaba decir:

Ven, ven… Barrabás
con Dios y Santa María,
y con San Pedro;
ven, ven, Barrabás y Satanás,

Por medio de los conjuros sabía dónde podía hallar las cosas perdidas más inverosímiles. A las mujeres, cuando aspiraban a que las quisieran bien sus maridos o amantes, les recomendaba consiguieran romero, retama y cicuta seca, las quemasen y les rociase con los residuos los pies. Una de sus especialidades era leer la mano, adivinando lo que le había de suceder al cliente que lo pedía. Con todas estas trapacerías tenía embaucada a las gentes sencillas e ignorantes, a las que les sacaba sus buenos dineros. Los elementos de que se valía para su trabajo de hechicero eran, un cuchillo, varias “candelas, candelillas y candeleros” dos sogas, una para hacer los cercos y otra de ahorcado, utilizando como únicos ingredientes el romero, la retama y la cicuta.


Uno de los testigos le acusó de hacer pacto con el diablo para hacer daño a algunas personas. Para ello utilizaba un muñeco de cera y bajo el muñeco colocaba tres ostias consagradas pegándole fuego por la cabeza hasta reducirlo a cera y cenizas, que mezclaría con semen humano y lo introduciría en el cascaron de un huevo al que previamente vaciaban de yema y clara. Mientras tanto, tenía que rezar algunos conjuros y oraciones, y después, a mediados de mes, colocárselo a una gallina clueca que estuviera empollando 12 huevos como símbolo de los apóstoles que concurrieron a la última cena, y que de aquel cascarón había de salir el espíritu maligno tras 15 días de incubación. Para provocar el daño alguna persona, cogía un muñeco de cera pinchándole alfileres, y finalizaba atravesando el muñeco con un puñal. Según los crédulos, podía con esta práctica hacer morir a un hombre. Para buscar las cosas perdidas, hacia la siguiente oración.

“Señor San Antonio de Padua
en Padua naciste
en Padua os criaste,
escribano de Cristo fuiste,
el breviario perdiste,
al campo fuiste,
tres pasos atrás disteis.
Y como esto era verdad,
lo perdido se hallará
y lo alejado
será acercado”

Con esta información dada por sus actos de hechicería, fue preso por la Inquisición desde 1729 hasta 1735, fecha en que salió a auto de fe con sambenito, coroza e insignia de hechicero. Fue condenado a abjurar de levi, a recibir 200 azotes y a ser traído a la vergüenza pública y desterrado de Cheles por un periodo de dos años, además de confiscarle sus bienes.[6]



En Olivenza tenemos a Manuel Cordero, también conocido como Manuel Pereira, nacido y criado en esta villa de Olivenza, trabajador de campo, pastor, y según la documentación, era hombre analfabeto. En su interrogatorio no sabía su edad y no fue capaz de dar información ninguna de su persona. Se sitúa su tiempo entre 1702 y 1705 en Olivenza. Fue acusado de curandero porque curaba la rabia tanto en las personas como en los animales. Su padre era soldado de caballos, siendo su madre Isabel Madeira.
Nuestro protagonista con 33 años, inicio su andadura de curandero, él mismo decía, que tenía virtudes dadas por Dios para curar y vencer así a personas como animales que padecían el mal de la rabia. Hasta él acudían de las poblaciones portuguesas vecinas, de Boieira, Ferreira, Ramalha, Misericordia, Castaños, Churreira, gentes que habían sido mordidas por perros, lobos o cualquier otro animal que produjera la rabia. Era un curandero afamado, lo cual sirvió al Santo Oficio para ser capturado deprisa. Uno de los varios testigos declara: “qué teniendo una galga con rabia, fue curada la misma por Manuel Cordero, quién utilizaba un barreño de agua colocándolo al sol, representando el astro, la pureza imprescindible para el buen funcionamiento del tratamiento.
Movía el agua con una mano llena de sal y la soplaba, echando su aliento sobre el agua para mejor suerte. Decía: que la mezcla de la sal con los rayos del sol en el agua era curativa. Rociaba con esta agua a las personas y ganados con un ramo verde, generalmente con rama de romero o torvisco, pronunciando algunas palabras santas. También curaba las llagas del cuerpo, como fue el caso presenciado en casa de Leonor María, casada con Joao Cid, el hijo de esta familia sufría de llagas en las piernas, siendo curado con el mismo procedimiento anterior.


Para todo tipo de curaciones, utilizaba plantas vegetales como el romero, aceite, la ruda, mejorana y el ajenjo para curar las personas. Los animales eran curados de su rabia con sapos, galápagos, corujas, un crucifijo y remedios de botica, según cuentan los testigos. Con esta información fue detenido en las cárceles secretas del Santo Oficio de Evora, se le sometió a tormento, salió a auto público de fe el 19 de marzo de 1747, con sambenito y coroza llevando insignia de hechicero, y siendo desterrado de Olivenza a la ciudad de Viseu.[7]
También en Olivenza tenemos a un tal Martín, quien era portugués, fue acusado de hechicería en 1722, siendo preso de la Inquisición en cárceles de Coria. Fue sacado a auto público, con sambenito, coroza e insignia de hechicero, abjuro de levi, además de ser sacado a la vergüenza pública, se le dieron 200 azotes y se le confiscaron sus bienes en Olivenza a través del Tribunal del Santo Oficio de Evora.


Siguiendo con la relación comarcal, tenemos también una serie de casos en Villanueva del Fresno; el primero habla de una tal Francisca de Malaver, quien era mulata y vecina de esta villa, de 50 años. Fue remitida al Santo Oficio por el alcalde mayor de Villanueva del Fresno, se le acusa con 13 testigos, de haber seguido prácticas de brujas. Cuentan que la veían andar de noche como tal y haber sospechas, de haber embrujado y ahogado a una niña. También se le achacan movimientos como los de invitar a otras mujeres a realizar prácticas de brujería. Secretamente fue detenida y encerrada en las cárceles del Santo Oficio.
Esta mujer era de ascendencia morisca, los testigos que la denunciaron eran 8 hombres y 5 mujeres. Estos testigos comentaban: que andaba de noche por los campos con torteros en la cabeza. Entró en las cárceles en junio de 1584, estuvo negativa, los inquisidores la absolvieron por no encontrar pruebas reales a la acusación.[8]



Una tal Dominga Rodríguez, alias “la Novela” natural de Villanueva del Fresno y viuda de Nadal Gomes, fue acusada de bruja, hechicera y embustera por cuatro testigos en 1639 durante la visita que hizo a la villa el inquisidor Serrano. Se le acusó de hacer conjuros y remedios con los que conseguía, que los hombres quieran más a las mujeres aplicando los siguientes elementos. Daba seso de asno negro y decía ser bueno para hacer lo que se quiere de la persona a quien lo da a comer, y que en tres bocados de pan hizo venir un hombre de muy lejos. Para desligar los hombres maleficiados, busca agua bendita y gente de tres parroquias. Para separar un hombre de una mujer y destruir su amor, utilizaba ladrillos de las sepulturas de los hombres muertos del cementerio mezclando los mismos con agua bendita. Para quitar el mal de ojo hacia el conjuro de las habas negras poniéndolas en los ojos de un gato negro muerto y enterrándolo a media noche donde había de permanecer hasta que granasen nuevas habas, moliendo las mismas y lanzando estas al umbral de la persona a dañar. también se comentaba, que se transformaba en animal de cuatro patas y, que berreaba, balaba o gruñía como si de un animal se tratase. Fue presa y llevada a las cárceles secretas de Llerena, no pudiéndose celebrar el juicio condenatorio porque el duque de Braganza había tomado la villa, por lo cual fue puesta en libertad.[9]


Otro caso de Villanueva del Fresno, fue el de un sacristán y un monaguillo, que fueron acusados de hechicería y supersticiones por colaborar con brujas y otros hechiceros de la villa, dándoles ostias consagradas y agua bendita de la iglesia parroquial. El sacristán fue acusado por varios testigos, fue preso y sufrió su auto. Él sacristán fue condenados a abjurar de levi, salir con insignia de hechicero, sambenito y coroza, además de ser azotados con 200 azotes, al menor se le leyó su sentencia en la sala de la audiencia, dándosele 24 azotes, el sacristán fue desterrado de la villa durante 6 años y se le confiscaron sus bienes.[10]
Otro caso más de esta naturaleza ocurría en la misma villa con José Marín, más conocido por “el Cojo”. Fue testificado de hechicero por el comisario de Villanueva del Fresno, quién mando la carta al Tribunal de Llerena en 1713, fue preso muriendo en las cárceles de la Inquisición y su cuerpo fue enterrado en el corral de la cárcel. Como era preceptivo, salió en estatua el día que se celebro su auto junto al resto de presos.[11]


Estas y estos han sido las hechiceras y hechiceros de la comarca, seguro que hubo muchos y muchas más, al menos estas son seguras. Se nos han descrito a estas mujeres, como personas despeinadas, andrajosas, de boca hundida y desdentada, legañosas, nariz de pico de cuervo casi besándose con la saliente barba, rostro rugoso, corcovada, de palabra melosa e insinuante y vestida de harapos. Nada de cuanto se ha dicho tiene relación con la realidad humana de estos personajes. Raro era el pueblo en que no había alguno de estos extraños seres, y familias que guardaba algún recuerdo de su nefanda intervención en algún acto de su vida social o privada. La raya extremeña fue muy especial en esta temática, ya que tenía fama de dar buenas hechiceras, existía una coplilla de la época que decía:

Tres somos de la raya,
dos de Alburquerque,
y la capitanita
de Valdefuentes.

Lo mismo que entre ellas cantaban sus coplas, el pueblo contaba historias cargadas de crédula morbosidad y acusada superstición; la ignorancia de entonces. La tradición popular, dada a la fantasía, nos ha legado una serie de curiosas historias de remedios curativos que aun podemos encontrarlos en algunos pueblos. Entre los incontables remedios que la gente daba por buenos, estaba y aún mucha gente recuerda, el procedimiento supersticioso empleado para curar las hernias de los niños mediante “el pase por el mimbre”.
“Un matrimonio llevan al niño quebrado al sitio en que vegeta el mimbrero que se ha elegido para la ceremonia, y en tanto que ella lo desnuda, él hiende de arriba abajo, uno de los tallos más gruesos de la amentácea. Con los dos ramales en que ha quedado dividido y atados por sus extremidades superiores, forma un aro o círculo y mientras dan las doce, lo pasan tres veces de un lado al otro por el aro repitiendo entre tanto este místico diálogo:

-Toma allá María
- ¿Qué me entregas Juan?
-Un niño quebrado
- ¿Quién lo sanara?
La Virgen María
y el señor San Juan.
Y las tres personas
de la Santísima Trinidad:
Padre, hijo y Espíritu Santo.
Amén



Terminada la ceremonia, mientras la María vuelve a vestir al niño, su camarada Juan torna a unir los dos ramales del tallo hendido y los liga fuertemente con una trenzadera de hilo de algodón. Si las dos partes del mimbre unidas de esta suerte se consolidan en una sola, es señal de que el niño curará de la hernia; si no se consolidan, y siempre según la creencia supersticiosa del momento, no hay que esperar a que el paciente vuelva a su estado normal, aunque se someta a la habilidad curativa de todos los especialistas del mundo.
Otro ejemplo de comentarios curiosos de brujas y hechiceras es la historia más popular que corre de boca en boca en Olivenza y sus aldeas vecinas; me estoy refiriendo a la Guruminha, esta es la bruja portuguesa más acreditada de la comarca.

La Gurumiña lusitana

Hace muchos lustros, siendo Olivenza plaza portuguesa, llegó hasta ella cierto caballero de Badajoz para ver una corrida de toros. Este caballero pertenecía a la noble y acaudalada familia de los Argüelos, estirpe que estaba emparentada con lo más granado de Extremadura. Durante su estancia en Olivenza, se prendo de una joven hermosísima, casada hacia cinco años con un propietario de la localidad del que no había tenido hijos.
El Argüelo, en cuanto tuvo ocasión, no perdió el tiempo y se lanzó a conquistar a la dama, pero sus insinuaciones fueron baldías, sus galanteos desatendidos y sus ofrecimientos despreciados. Mientras más tiempo pasaba, mayor era el estrago que hacia el fuego impuro que ardía en las entrañas del galán. Como por las buenas no conseguía nada, recurrió entonces a los buenos oficios de la tal Guruminha, qué como bruja experta, podía encontrar el hechizo para que Argüelo alcanzara sus fines.
Mas la bruja, que debía favores a la honrada dama y a su esposo, cuya casa frecuentaba, se negó a prestarle algún servicio que endemoniara la casa de aquel matrimonio que tanto habían hecho por ayudar a la “Guruminha”. Pero el galán como no se daba por vencido, siguió tentando a la bruja para conseguir sus buenos oficios. Entonces el deseoso se preguntó “¿para qué sirve el dinero?”- y vaciando sus bolsillos en los de la hechicera, concluyo por convencerla para que le ayudara a conquistar a la hermosa dama.
Buscó Guruminha la ayuda de otra desalmada de su temple, y una noche después de las doce, entre ambas comadres montadas en sus correspondientes palos de escobas, transportaron por los aires a la dama aletargada hasta la posada del que la deseaba, donde la dejaron a merced de éste por espacio de tres horas, volviéndola luego a conducir en la misma forma al lecho conyugal. Añaden, que el marido, hombre saludable como pocos, despertó aquella mañana con un dolor de cabeza inaguantable... ¡lo que no le había ocurrido nunca!, Y que al darle su esposa a los nueve meses un rollizo sucesor, recordaba el buen hombre la coincidencia de haber nacido el rorro en el mismo día que padecía su atroz cefalalgia.


Este fenómeno, como comprenderán los lectores, no tenía nada de particular. Lo que lo tuvo para las personas que presenciaron el natalicio, fue un lunar de regular tamaño que aparecía en la parte izquierda de la espalda del niño y parecía la figura de un sapo, animalejo muy preeminente y emblemático de la magia negra.
Historias como estas de conjuros, mal de ojos y otros fenómenos se han escuchado siempre en todos los pueblos manteniéndose hasta nuestros días, todavía se cura en pueblos de la comarca de Olivenza el mal de habérsele metido el sol en la cabeza alguna persona.
Hace unos meses escuché en Cheles a un señor que me contó, como su mujer había curado a un joven chelero de dicho mal. La curación fue tan admirable como admirada. Para el tal remedio, tomó su señora un vaso a medio llenar de agua, cubrió la cabeza del paciente con una servilleta y sobre esta colocó el vaso. Al poco tiempo, comenzó el líquido a hervir, diciendo la curandera: “ya va saliendo el sol y meciéndose en el agua”. Viendo el borboteo del líquido, el marido de la curandera y la madre del chico, se quedaron estupefactos durante diez minutos. Al cabo de ellos, la curandera aparta el vaso de la cabeza asolanada y exclamando: “Ya está curado”, el paciente se encontró sano y el resto boquiabierto.


Hoy todavía existen personas que siguen creyendo en estos bobalicones fenómenos. No debemos olvidar, que sobre todo en los ambientes rurales, cuando algún enfermo no se cura, o una mujer no puede parir, estos acuden a la magia de personajes que igual que antes, se ganan la vida aprovechándose de la ignorancia y desesperación de sus pacientes.




[1] B. N. M, Ms / 2440, folios. 421.
[2] A. H. N. Sección Inquisición. Legajo 1987. Relación de causas despachadas en el auto celebrado en la villa de Llerena año 1643. Expediente 32
[3] A. H. N. Sección Inquisición de Llerena. Legajo 1987, Expediente 32. Relación de causas despachadas en el año 1643 en la villa de Llerena.
[4] A. H. N. Legajo 1987. Exp. 41. Relación de causas despachadas en el auto de fe celebrado en la villa de Llerena Año 1636
[5] A. H. N. Sección Inquisición. Legajo 1988. Exp. 11
[6] A. H. N. Sección Inquisición de Llerena. Legajo 1987. Expediente 43. Relación de las causas despachadas en el auto de fe celebrado en la villa de Llerena año 1735.
[7] MARIA BENEDITA AIRES DE ARAÚJO. Un curandero oliventino en la Inquisición de Évora. Pág. 718. Actas del Congreso “Encuentros de Ayuda” Olivenza 1987.
[8] A. H. N. Sección Inquisición. Legajo 1987 Expediente 12. Relación de causas año 1584.
[9] A. H. N.  Sección Inquisición de Llerena. Legajo 1987. Relación de causas despachadas en el auto celebrado en la villa de Llerena año 1643.
[10] A. H. N. Legajo 1987. Exp. 43
[11] Íbidem.