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miércoles, 7 de noviembre de 2018


La Marca de Caín en la Conquista





La historia de la conquista de América está llena de crónicas positivas, pero también, de grandes episodios donde la mala actuación de algunos españoles, se acercó más a las directrices y orientaciones del diablo, que la misericordia y caridad que lleva como bandera el cristianismo. Partiendo de la base que los conquistadores eran cristianos y que su misión debería haber sido utilizar esas premisas evangélicas en pro del desarrollo y la evolución de los nativos, la realidad en muchos casos fue totalmente opuesta y peculiar.


Cuando hablo de conquistadores, no me estoy refiriendo solamente a los civiles que acudieron como invasores del espacio en su momento, sino a los religiosos, que llegaban a los diferentes lugares, matando la religión establecida tanto de mayas, aztecas o incas en pro de su verdad. Esta realidad llevó, a qué en muchas ocasiones, personas nativas ya cristianizadas tuviesen que sufrir a manos de frailes, sacerdotes e incluso obispos, un maltrato y una tiranía impropia de aquellos que creían ser “seguidores del crucificado”.


Os dejo a continuación, uno de esos casos que ponen en evidencia esta realidad que estamos introduciendo, y donde los protagonistas van a ser los nativos de la población de Mani en Yucatán (México) y los religiosos franciscanos encargados de evangelizarlos. Ante los malos tratos que recibían de los seguidores de Francisco de Asís, deciden escribir una carta a Felipe II contando los cruentos acontecimientos que desarrollaron estos “cristianos con sotana”, en un espacio habitado donde la caridad, la misericordia o el amor al prójimo, deberían haber sido las columnas que dieran sentido al verdadero cristianismo, y funcionó lo contrario. Al final querido lector, saquen sus propias conclusiones ante los acontecimientos narrados y documentación que aporto.




Después que nos vino el bien, que fue conocer a Dios Nuestro Señor, por solo verdadero Dios y dejando nuestra ceguedad e idolatrías; antes que abriésemos bien los ojos al conocimiento de lo uno y de lo otro, nos vino una persecución la mayor que se puede imaginar y fue en el año del 1562 por parte de los religiosos de San Francisco que habíamos traído para que nos adoctrinasen.


Qué en lugar de hacerlo, nos comenzaron atormentar colgándonos de las manos, azotándonos cruelmente y colgándonos pesas de piedras a los pies y atormentándonos a muchos de nosotros en burros, echándonos mucha cantidad de agua en el cuerpo de los cuales tormentos murieron y mataron muchos de nosotros.





Estando en esta tribulación y trabajos y confiando de la justicia de V.M. que nos oirá y nos guardará justicia, vino el doctor Diego Quijada, que a la sazón era ayudar a los atormentadores, diciendo que éramos idolatras y sacrificadores de hombres y otras cosas ajenas de toda verdad. Y como nos veíamos mancos por los crueles tormentos recibidos y muchos muertos en ellos, nos robaban nuestras haciendas, pero lo que más nos dolía era que nos mandasen a desenterrar los huesos de nuestros muertos bautizados habiendo muerto como cristianos. Estamos desesperados y no contentos con estos religiosos y justicia de V.M.



Nos hicieron un auto solemne de Inquisición en Mani (Yucatán) pueblo de S. M. en que sacaron muchas estatuas y desenterraron muchos muertos y quemaron allí públicamente y condenaron a muchos a esclavos para servir a los españoles por ocho o diez años, y echaron sambenitos y nos lo pusieron quedándonos espantados por lo que estaba ocurriendo, y por no saber porque cosa se hacía aquello ya que estábamos recién bautizados y no predicados. Y porque volvíamos por nuestros vasallos diciendo que los oyesen y les guardasen justicia, nos prendieron y aprisionaron y nos llevaron como a esclavos en cadenas al monasterio de Mérida donde murieron muchos de los nuestros y allí nos decían que nos habían de quemar sin saber nosotros porqué.


Y a esta sazón llegó el obispo que V. M. nos envió, el cual, aunque nos sacó de la cárcel y nos libró de la muerte y quitados los sambenitos, no nos ha desagraviado de las infamias y testimonios que nos levantaron, diciendo que somos idólatras y sacrificadores de hombres y que habíamos matado a muchos indios.
Vino un receptor de México a inquirir esto y pensamos que haría la audiencia para aclarar lo sucedido, y no hizo nada.



Vino después D. Luis de Céspedes, gobernador, y en lugar de nos desagraviar, ha aumentado las tribulaciones llevándose nuestras hijas y mujeres a servir a los españoles contra su voluntad y la nuestra; que lo sentimos tanto que vienen a decir las gentes simples que en nuestra infidelidad no éramos tan vejados ni acosados, porque nuestros antepasados no quitaban a nadie sus hijos, ni a los maridos sus mujeres para servirse de ellos como lo hace ahora la justicia de S.M aun para servir a los negros y mulatos.


Y con todas nuestras aflicciones y trabajos amamos a los religiosos y les damos lo necesario y les hemos hechos muchos monasterios y proveídos de ornamentos y campanas todo a nuestra costa, la de nuestros vasallos y naturales, aunque en pago de estos servicios nos traen tan avasallados hasta quitarnos el señorío que heredamos de nuestros antepasados, cosa que nunca lo padecimos en nuestra gentilidad.


Obedecemos a la justicia de V.M. esperando que nos enviara remedio para todos. Una cosa nos ha desmayado mucho y nos han alborotado mucho, que son cartas de Fr. Diego de Landa principal autor de todos estos males y trabajos. Escribe diciendo que V.M. ha aprobado las muertes, robos y tormentos y otras crueldades que hicieron en nosotros, de lo cual estamos admirados que tal cosa se diga de tan católico y recto rey como es V.M. si es que haya dicho que nosotros sacrificamos hombres después de bautizados, ya que eso es un falso testimonio y maldad inventada por ellos para dorar sus crueldades.




Y si ídolos se hallaron o hallamos nosotros, los sacamos de las sepulturas de nuestros antepasados para dárselos a los religiosos que nos los mandaban traer; diciendo que habíamos dicho en los tormentos que los teníamos, y toda la tierra sabe cómo los íbamos a buscar 20, 30 y 100 leguas en donde entendíamos que los tenían nuestros antepasados y nosotros habíamos dejado porque nos habíamos bautizados, y por sana conciencia no nos tenían que haber castigado como lo han hecho.


Y si V.M. se quiere informar de esto, envíe persona tal que lo investigue y vea nuestra inocencia y la gran crueldad de los padres, y si el obispo no viniera, todos fuéramos acabados, y porque, aunque queremos bien a Fr. Diego de Landa y a los demás padres que nos atormentaron, solamente de oírlos nombrar se nos revuelven las entrañas. Por tanto, V.M. nos envíe otros ministros que nos doctrinen y prediquen la ley de Dios porque deseamos mucho nuestra salvación.




Los religiosos del señor San Francisco de esta provincia, han escrito ciertas cartas a V.M. y al general de su orden, en abono de Fr. Diego de Landa y de otros sus compañeros que fueron los que atormentaron, mataron y escandalizaron, y dieron ciertas cartas en la lengua de Castilla a ciertos indios y sus familiares para que las firmasen: y así por el miedo y el temor, la firmaron y la enviaron a S. M. entienda V.M. no ser más lo que somos señores de estas tierras que no queremos ni debemos escribir mentiras ni falsedades ni contradicciones. Hagan halla penitencia a Fr. Diego de Landa y sus compañeros del mal que hicieron en nosotros, que hasta la cuarta generación se acordaron de nuestros antepasados y la gran persecución que por ellos nos vino.


Nuestro Señor Dios guarde a V.M. largos tiempos y a su santo servicio, así como nuestro bien y amparo. Yucatán doce de abril de 1567.


Humildes vasallos de V. M. que sus reales manos y pies basamos.

Firman: D. Francisco de Montes gobernador de la provincia de Mani.

Jorge Pin, gobernador de …

El gobernador de Mona

El gobernador de Texul

DOCUMENTOS ORIGINALES.










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