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martes, 20 de noviembre de 2018



Las Momias del Diablo



Han sido muchas las historias que a lo largo de nuestras vidas hemos escuchado, leído o visualizado, sobre el mundo de las momias, siendo Egipto el paradigma o prototipo más presente en los diferentes medios de comunicación. Sus enterramientos en esas grandes pirámides, los jeroglíficos, faraones y todo lo que concierne a esa parte de la historia, donde los muertos momificados son los grandes protagonistas.

Sin embargo, el tema que trato de presentar en este artículo, no es algo que esté sumamente tratado, sino todo lo contrario, ya que la destrucción de momias a manos de los españoles durante la conquista, ha sido algo que había que silenciar y censurar en beneficio de la monarquía y la Iglesia católica. Son muchos los documentos investigados en el Archivo General de Indias que nos hablan de esta inaudita y extravagante realidad, donde la avaricia y la avidez serán los verdaderos propulsores de estos profanadores movimientos.

A medida que el territorio de américa del sur iba siendo conquistado por los españoles, había que ir mermando y liquidando la cultura establecida, y para ello, lo básico y principal, era dinamitar todo aquello que tuviese relación con el mundo de la religión de los Incas, Aztecas y otros grupos sobre el terreno. Inmediatamente después de haberse invadido y usurpado un espacio donde existía población nativa, comenzaba la conquista de las almas, y con ello, la destrucción de los adoratorios constituyendo una de las actividades más recurrente tanto de soldados como frailes. Movimientos que venían abalados y ratificados por la propia monarquía, apoyando y estimulando la destrucción de los enterramientos donde se encontraban las momias.

 

Esta realidad se fraguaba en función de la erradicación de la idolatría dirigida por los indígenas hacia sus deidades, y el expolio total de los enterramientos para usurpar el oro, plata y piedras preciosas que se encontrasen en los diferentes fardos donde se hallaban los cadáveres, teniendo que pagar de lo usurpado una parte para la realeza española. En esta misión no solamente estarían involucrados personas civiles, sino que los religiosos iban a tener funciones similares a la de los ciudadanos cívicos. Los ejemplos más claros los tenemos en los siguientes documentos que vamos a presentar, donde el rey Felipe II desde el pardo y con fecha 24 de octubre de 1584 exponía lo siguiente a través de una Real Cédula.


“A fray Francisco del Castillo, franciscano descalzo, haciéndole merced del 4% de lo que se descubriere y sacare de una 'guaca' o enterramiento de indios en la provincia de Jauja en el Perú.”1

Destrozar una tumba de momias, donde los ídolos en tamaño pequeño estaban presentes, no suponía para el español ningún delito ni transgresión, ya que formaba parte de la destrucción de todo aquello que había que derrocar en beneficio del cristianismo a instaurar. Por esa razón, todo aquel terreno inicialmente conquistado, había que demoler y derribar, los monumentos relacionados con la cultura dominante o religión. El rey Carlos I de España y V del Sacro Imperio Germánico llamado <<El Cesar>>, con fecha 28 de octubre de 1541, decidió poner por escrito un documento en el que aclaraba: que había que ejecutar en provecho y rentabilidad de la conquista estas razones.

“Que el gobernador de la provincia del Perú, al licenciado Vaca de Castro y al obispo del Cuzco, manifestándoles que se le ha hecho relación que lo que más impide a los indios el conocimiento de la fe católica es la idolatría que tienen y que convendría que se derribasen los adoratorios y se enterrasen los muertos, y les manda que con toda prudencia provean lo preciso para evitar estas idolatrías”2 



Este mismo rey escribirá desde Barcelona con fecha 10 de julio de 1529, una Real Provisión dirigida a Francisco de los Cobos, su secretario, haciéndole mercéd para el y sus herederos por tiempo de veinte años de lo siguiente.

“Real Provisión de D. Carlos a Francisco de los Cobos su secretario, haciéndole merced para él y sus herederos, por tiempo de veinte años, para buscar, descubrir y abrir de aqui en adelante, todos y cualesquier enterramientos que hubiere en la provincia de Sta. Marta, tanto en la parte pacificada como en la parte por pacificar, en los que hubiere tesoros y joyas y cosas de oro, perlería y pedrería, y puedan sacar la que hallaren libremente, sin que durante esos veinte años les puedan poner impedimento alguno, con la condición de pagar a S.M. de cuanto sacare, la parte que se acostumbra a pagar del oro de minas, y prohibiendo que durante dicho tiempo nadie se entrometa en buscar ni descubrir dichos enterramientos.”3

Evidentemente y como podemos estar comprobando, estas crónicas que estamos narrando no tienen nada que ver con la leyenda negra que otros rápidamente intentan hacer creer aquellos que jamás han pisado un archivo, con la única intención de sesgar la historia y limpiar a su manera, las caras de los dos poderes fácticos que participaron directamente en la conquista, Iglesia católica y monarquía. 



A raíz de todas estas ordenes reales, los españoles comenzaron a exhumar las momias de los antepasados de los nativos ante las miradas horrorizadas de sus descendientes. Se las despojó de todos los objetos preciosos de los que ellas estaban cubiertas, utilizando el nombre del Dios de los cristianos y teniendo en todo momento el apoyo del rey de España. Este perfecto maridaje entre estas dos instituciones, se inició con la conquista desde el segundo viaje de Colón donde embarcaron los primeros religiosos rumbo al nuevo territorio encontrado.

Los enterramientos de reyes Incas eran los lugares más apetitosos para los españoles, sabían que a estos personajes sus súbditos los enterraban con muchísimo oro, plata e infinidad de piedras preciosas. Felipe II sabedor de estos hechos, con fecha 17 de febrero de 1589 va a conceder desde Madrid a Baltasar de Salas, de la Orden de la Merced, la sexta parte de lo que encuentre en una guaca que dice haber descubierto en la provincia de Quito, y donde al parecer se guarda el tesoro Inca.4

Los españoles utilizaban mecanismos en favor de los indios, si estos osaban indicarles donde se encontraban las guacas con más riquezas de metales preciosos. Uno de los instrumentos más apetecibles para los nativos era el que se les eximiera de la mita. La mita era un trabajo que realizaban los varones nativos como tributo a España, construyendo, templos, caminos, puentes, pueblos etc. Eximirlos de esto equivalía a estar más tiempo con sus mujeres e hijos y no lo contrario, uno de los lugares más temido por los indígenas para cumplir con este tributo al estado español, eran las minas. 

Felipe II, gran conocedor de la mita y de lo incomodo que resultaba para algunos vernáculos, va a decretar en una Cedula Real escrita en el pardo el día 6 de abril de 1588 lo siguiente.

“Real Cédula al presidente y oidores de la Audiencia de Quito, para que lleguen a un acuerdo con los indios de Tomavela y les eximan de la mita y a cambio descubran una guaca de gran riqueza que al parecer hay en dicho lugar de Tomavela.”5

La conquista de las almas para el cristianismo suponía la destrucción total de todo lo que tuviese que ver con el mundo de las deidades nativas y originarias de todo el continente, y las momias no se podían dejar tranquilas en sus guacas. En 1722 sucedió en las tierras del Nayar en México, territorio conquistado en la fecha indicada, un hecho donde la monarquía y la Iglesia van a poner todas sus fuerzas para acabar con la idolatría. Se sacó de su enterramiento al gran Nayarit, líder idolatrado por los naturales de su guaca con todos sus tesoros, y los despojos de la momia fueron entregado a la Inquisición de México para que le hiciese un Auto de fe. El proceso se ejecutó junto a otros siete reos en la iglesia del convento grande de Nuestro Padre San Francisco, el domingo 31 de enero de 1723, y la sentencia que se le leyó a la momia fue la siguiente. 



“Debemos declarar y declaramos por ídolos el esqueleto…debemos mandar y mandamos…sea sacado por las calles públicas y acostumbradas de esta ciudad en la forma referida hasta el brasero que se halla en la plazuela de San Diego, en donde sea puesto con todos sus parámetros, aras y vasos en presencia de los demás indios idólatras para que lo vean cercar de leña hasta que la voracidad del fuego a que le debemos condenar y condenamos, lo reduzca todo a cenizas, las cuales recogidas se arrojen en una de las acequias corrientes extramuros de la ciudad”.6

Otro caso parecido ocurrió en la misión Dolores controlada y creada por los jesuitas en San Blas, un pueblo cercano a la costa del este de México en la Mesa de Tonati. En 1775 sufrió junto con las demás misiones, una fuerte represión y persecución acusada de insistente idolatría. El 4 de marzo, el capitán Antonio Serratos, recibió una carta del jesuita Francisco Javier González, quién denunciaba estas conductas y daba noticia de que en una cueva cercana se veneraban ídolos. A estas ceremonias decían, asistían todos los indios e incluso el gobernador. Les interrogaron sobre la cueva y los ídolos y dijeron no saber nada. Los llevaron a la cárcel, los pusieron uno a uno en la picota y los azotaron, confesando que eran curanderos y dieron el nombre de otros hombres y mujeres, incluyendo a la esposa del gobernador. Gracias a las diferentes declaraciones realizadas supieron, qué entre los nativos del pueblo de San Blas, mantenían culto a tres cuerpos momificados que estaban en una cueva localizada en el paraje de Ceaunica.

Se tuvieron que suspender las detenciones, pues con excepción de unos cuantos, resultó que todos participaban del culto y acudían a los curanderos cuando se enfermaban. Diego Manares, era el encargado como curandero de guardar las momias en la cueva, al ser detenido, contó todos los movimientos y ritos que se solían hacer ante las momias. 



El 13 de mayo salió el teniente general de la misión, el capitán de guerra de Dolores y otros seis indios a quemar las momias convertidas en ídolos. Los guiaba Diego Manares. Llegados a un sitio de barrancas y acantilados, preguntaron, donde estaban los ídolos, contestándoles, que estaban en el acantilado. Recogieron los objetos de valor y prendieron fuego a la cueva. El 16 de mayo quemaron los jesuitas públicamente las reliquias en la misión. Al saber que todo el pueblo idolatraba a las momias, decidieron arrasar todo el pueblo y reacomodar a los habitantes, para evitar el retorno a sus antiguos cultos. El 21 de mayo sacaron a la Virgen Santísima de los Dolores, patrona de la misión y prendieron fuego a la iglesia entera y al pueblo entero. Después, regaron el pueblo de sal para que nada volviera a crecer. Aún hoy lo recuerdan como el “pueblo quemado”.7

Diego Manares murió dos días después de entregar los ídolos. A decir del documento, “aceleró su muerte por un gran disparate que hizo, echándose a dormir sudado y metidos los pies en agua”, pero los indígenas decían que murió por los azotes que le dieron. Las autoridades virreinales se escandalizaron de las medidas tomadas y sugirieron, que en adelante no fueran tan extremos, pues era mejor convertirlos con amor y suavidad permanente.

El proceso de momificación tiene un fundamento básico y es que hay que deshidratar el cuerpo. Los habitantes del pasado sabían que la degradación empieza dentro del cuerpo, porque los órganos están llenos de agua. Ellos abrían los cuerpos, los llenaban de tunjos (pequeñas figuras precolombinas) de oro, madera, cobre y convertían la momia en un santuario. Eso, fue lo que más impresionó a los españoles. Y claro, llegaron y se llevaron todo. Lo primero que hicieron los conquistadores fue deshacerse de las momias, estas eran todo un símbolo de poder tremendo y tal preponderancia y supremacía sería necesaria para erradicar y exterminar la longeva cultura del territorio incautado. 



Queridos amigos, saquen sus propias conclusiones.



Índice



1- Archivo General de Indias. Indiferente, 606, L1, F 13-13v.

2- AGI. Lima, 566, L.4, F. 268.

3- AGI. Santa Fe, 1174, L. 1, F.6.

4- AGI. Quito, 211, L.3, F. 5.

5- AGI. R Quito,209, L.1. F. 66r-66v.

6- AGI. Despacho de ruego y encargo de 13 de febrero de 1722 del virrey Marques de Valero por Antonio de Avilés, al provisor de naturales Castorena por el que pide se queme la osamenta del gran Nayar. México vol. 2708.

7- Castorea Ursúa. G.J., I.M. de Sahagún y Arévalo L. y de G.J.F. Gacetas de México. Vol. I. P. II-13

1 comentario:

  1. Gracias don Fermin, muy interesante como siempre.. No olvide su canal de YouTube. Es excelente.. ... Una.. No se.. Consulta o solicitud? No recuerdo bien si leí o escuché esto:cuando llegan los conquistadores a América, sorpresa fue el que los indios adoraban o veneraban a una santa madre, tal como a maría para estos, es cierto? Que creencias religiones tenían afines con las católicas, ya que si observamos bien la mayoría de religiones creen en lo mismo.. Virgen inmaculada, trinidades, infierno alma inmortal etc y como curiosidad al mundo "cristiano" ninguna se basa o tiene apoyo en la Biblia, como se supondría.. Muchas gracias.

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