Brujas
y Hechiceras en Tierras de Extremadura
Los personajes extremeños más cercanos al príncipe
de las tinieblas son las brujas, hechiceras, curanderos y otras personas de
carne y hueso, que llegan a entregarse en cuerpo y alma a su verdadero amo y
señor, el diablo. Fueron muchas las brujas que pulularon por tierras de
Extremadura, mujeres que siempre según su enigmática y sicalíptica filosofía,
mezclaban los elementos y alteraban la verdadera apariencia de las cosas,
gracias a la ayuda, amparo y asistencia del ángel caído.
Algunas de las que conoceremos en este trabajo
predecían el futuro como si fuesen verdaderas sibilas, anunciando con sus
oráculos el fin del mundo y otras catástrofes venideras; otras, en cambio,
confundían con determinados y complejos hechizos los sueños de los hombres, y
las más diabólicas, simplemente con las fuerzas de sus encantamientos y con
algún veneno suministrado, llegaban incluso a provocar la muerte de alguna
persona. Muchas de ellas llegaban a hacer pacto directo con Satanás, llegando
incluso a tener relaciones sexuales con el mismo señor de los infiernos.
Según los expedientes inquisitoriales de estas
adoratrices del diablo, el pacto que hacían con su maestro podía ser de dos
formas, tácito y expreso. El pacto expreso según la tradición en el mundo de
estas arpías, consistía en un solemne voto de fidelidad y tributo hecho en
presencia de testigos al diablo, estando éste presente de forma visible en
alguna forma corporal. El pacto tácito comporta la oferta de petición escrita
al diablo, y puede hacerse por poderes mediante una bruja o una tercera persona
cuando la parte contratante tiene miedo de ver o parlamentar con el príncipe de
las tinieblas. Cuando se pactaba con el diablo, la bruja se desentendía de
Dios, tomando una actitud y un comportamiento, consistente, en alejarse de las
directrices del Creador. Renegaría de la fe cristiana, y con ello, de la
lealtad al Todopoderoso, llegando incluso a repudiar la protección de Cristo o
de la Virgen. Según
algunos santos cristianos como S. Hipólito el mártir, escribe que el diablo les
obliga a decir.
“Reniego
al Creador del cielo y e la tierra. Reniego de mi bautismo. Reniego de la
adoración que anteriormente porté a Dios. Rompo con ellos y en esto creo.”
El diablo, según el santo, una vez que la bruja
había terminado de hacer su satánico credo, colocaba su garra sobre la frente
de la nueva discípula, y con ese gesto borraba del rostro de su aliada el Santo
Crisma, destruyendo con ello la marca del bautismo. Abjuran de su antiguo nombre
y se les da uno nuevo, el cual aparece en los documentos inquisitoriales
como el alias de la detenida junto a su nombre cristiano. Jurarán lealtad al
diablo dentro de un círculo dibujado en el suelo, quizás, porque el círculo es
el símbolo de la divinidad y la tierra el pedestal de Dios, persuadiéndoles de
esta manera de que él es el Dios del cielo y de la tierra.
Pero en los pueblos extremeños donde esta realidad
se fraguaba, día a día se van a escuchar de las brujas diferentes comentarios y
explicaciones, como que las mismas llevaban en sus cuerpos determinadas marcas
propiciadas por el diablo, que se convertían en animales por las noches, y
otras monsergas propias de la incultura establecida, y que en la mayoría de los
casos, estas mismas notas y glosas venían aireadas por sus propios cómplices. Se
comentaba que estas mujeres ya venían predestinadas para tal fin desde su
nacimiento, llevando grabadas en su cuerpo señales que acreditarían sus
misiones satánicas. El estigma que las aliadas del príncipe de las tinieblas
llevaban sobre sí no siempre tenía la misma descripción, las había como la
huella de una liebre, a veces como la de un sapo, la de una araña o la de un
lirón. Tampoco son marcadas siempre en un mismo lugar: en los hombres
generalmente se encuentra sobre el párpado, en los labios, en una axila, el
hombro o el trasero; mientras que en las mujeres, generalmente se encuentra
sobre los pechos o sus partes íntimas, como ha sido observado por Lambert
Daneau y por Bodín.
Si Dios estigmatizaba en el Antiguo Testamento a
los suyos con la señal de la circuncisión, y en el Nuevo Testamento con la
señal de la Santa Cruz, el anticristo tenía su propio sello dominador y
triunfante, la profunda filosofía de las cavernas del Averno. La tarea a realizar por estas catecúmenas
del diablo será la de ir propagando las enseñanzas de rezos y oraciones a todas
aquellas personas que se las pidiesen, con la única encomienda particular de
reclutar cada vez más seguidores que estuviesen al servicio de su amo y señor, el
diablo.
El caso de
nuestra primera protagonista, natural de Garrovillas de Alconétar, es más que
evidente, sobre todo, porque la misma llevaba sobre sí el sello dogmatizador o
marca del demonio.
La Macharra
“Que es conocida en Plasencia por la hechicera de Las Garrobillas, fue
testificada por un testigo mujer, de que haría cuatro días que habiéndola
traído allí para curar algunas personas que se temían de estar hechizadas, la
había curado también a ella. Le afirmó la bruja, que dentro de un año habría de
tener un hijo, después otro y también una hija a la que le tenía que poner un
escapulario de San Jerónimo o de la Concepción.
Y que para que no le hiciesen mal, la Macharra le dio unos
polvos negros que decía que eran de los que el diablo mayor echaba cuando se
ensuciaba y que se llamaban Almea. Le dijo, que no había dormido en toda la
noche, solo por saber las cosas que le convenían a la testigo. La Macharra, tenía
un dedo de la mano torcido, y que ha oído decir de esto, que es señal de los
que tratan con el demonio. Se calificó por pacto expreso o implícito con el
diablo y que las palabras huelen y saben a herejía.”
El tener un dedo torcido en
alguna mano equivalía inequívocamente a ser una seguidora de las diabólicas
enseñanzas de Belcebú, también lo eran durante todo el siglo XVI y XVII los
cojos de nacimientos, sordomudos y ciegos, de los cuales se podía tener,
manifiesta sospecha de ser o poder ser firmes aliados del diablo. El ser poco
agraciado en su fisonomía, unido todo ello al desprecio y burla que sentían
estas personas ante la sociedad del momento, hacía que muchos de ellos se
buscasen la vida abrazando este tipo de realidades misteriosas. Razón más que
evidente, para que se relacionase a las brujas como personas desgreñadas, con
bultos y deformaciones en su cuerpo.
Otro ejemplo de bruja marcada por
este tipo de fenómenos es Francisca de Malaner, una mujer mulata, morisca,
natural de Villanueva del Fresno, junto a la raya de Portugal; dicha mujer, y
según cuenta su expediente inquisitorial, andaba sola por los campos de
Villanueva en plena noche con abultadas deformaciones en su cabeza.
Protuberancias físicas, que servirán, para que a la presunta bruja la traten como
a tal los vecinos de la población, mientras que el Santo Oficio extremeño la
absolverá por no encontrar evidencias del presunto asesinato de una menor. Esta
fue la trágica realidad que le tocó vivir a Francisca, mujer mulata, vecina de
Villanueva del Fresno, que por tener en su cabeza determinados bultos, sus
vecinos la tachaban de bruja.
Francisca de
Malaner
“Mulata,
vecina de Villanueva del Fresno, de 50 años de edad, fue remitida a este Santo
Oficio por el alcalde mayor de Villanueva del Fresno con 13 testigos que la
acusan de haber seguido cosas de brujas. Cuentan los delatores, que la ven
andar de noche como una bruja y que tienen sospecha en Villanueva del Fresno
por que así se habla en la villa, de haber embrujado y ahogado a una niña y el
haber anunciado a otra mujer si quería ser bruja. Fue mandada prender y lo esta
en las cárceles del Santo Oficio. Esta mujer era morisca, los testigos que la
denunciaron eran 8 hombres y 5 mujeres. Los mismos comentaban, que andaba de
noche por los campos con torteros en la cabeza. Entró en las cárceles en junio de 1584, estuvo negativa, los
inquisidores la absolvieron por no encontrar pruebas reales a la acusación”
Pero si “la Macharra” fue condenada
por la Inquisición
de Llerena por hacer pacto con el demonio, y la bruja morisca de Villanueva del
Fresno absuelta de la causa porque no encontraron pruebas del ahogamiento de la
niña en cuestión, nuestras siguientes protagonistas, todas vecinas de la
población de La Haba
y fieles colaboradoras en sus satánicas misiones, superarán a las anteriores.
Las mismas desarrollarán actos que serán catalogados y registrados como pacto y
componenda con el Anticristo, llegando incluso a producir con sus tóxicas
pócimas la muerte por envenenamiento de algunas que otras personas del entorno.
Inés Sánchez
“Alias “la Lindica”
vecina de La Haba,
fue condenada por el Santo Oficio de la Inquisición de Llerena el 23 de septiembre de
1638 por hechicera. Los testigos que la acusan son: Inés de Soto, viuda de
Diego Miguel, vecina de La Haba. Juana, hija de la dicha Inés de Soto, vecina
del mismo lugar. Bartolomé de Ávila vecino de la Haba. Alonso, alguacil del
mismo lugar referido. María de Sande, presa en este Santo Oficio por hechicera
y vecina de La Haba. D. Pedro Alonso López, familiar del Santo Oficio del lugar
de D. Benito. Francisco Cabezas natural de D. Benito y D. Diego de Paredes,
vecino de D. Benito. Estos testigos declaran ante el tribunal, que Inés Sánchez
para conseguir matar a un hombre hacia lo siguiente: mataba un gato prieto y lo
enterraba en un tiesto de Albahaca, el cual iba regando día a día. Uno de los
testigos cuenta, que un día estando en su casa se rompió dicho tiesto y entre
el estiércol aparecían las patas de un animal que no sabía que era, diciéndole
la hija de “la Lindica”
que eran las patas de un gato. Inés Sánchez al ver lo ocurrido fue a recoger
dicho tiesto y lo tiro.
La testigo Juana Muñoz, hija de Inés de Soto, de 20 años de edad,
declaró ante el comisario del Santo Oficio D. Sebastián Pérez Moreno, que hará
como un año más o menos que vio entrar en su casa a Inés Sánchez que llaman “la Lindica” y que está presa
en Villanueva de la
Serena. Cierto testigo le dijo, que tenía que sembrar un
tiesto que habría de nacer y secarse en quince días, y que se lo tenía que
llevar a casa de “la Lindica”
para que lo sembrase de albahaca y dejarlo en su corral. Cierto día estando en
casa de la hechicera, dicho tiesto se rompió y aparecieron las patas prietas
entre el estiércol, tirando Inés Sánchez de ellas y sacando un gato negro. “La Lindica” le dijo, que no
tuviera pena que aquello era un remedio que preparaba para Doña María, mujer de
Pedro Alfonso que ya es difunta, y que esto es la verdad.
María de Sandi, presa en este Santo Oficio por hechicera y natural de
la Haba declaró, que pidió a Inés Sánchez hará como un año en una conversa
sentadas en la puerta de su casa, que le diese un remedio para que le naciesen
pelos en la ceja izquierda. “La
Lindica” le dijo, que tomase unas cagadas de ratas, unas
moscas y un poco de aceite, todo ello lo friese y se untase con ello la ceja
izquierda y que en poco tiempo le nacería. La testigo lo tomó a burla y no hizo
lo recomendado por Inés Sánchez, seis meses después vino a su casa la referida
y le preguntó si tenía un gato prieto, que lo quería mandar a un primo de
Zalamea, contestando la testigo que tenía uno y que en cuanto lo cogiese se lo
daría. Cuando lo pudo coger se lo llevó a Inés Sánchez a su casa, la cual
estaba sola cuando se lo llevo. Que otro día, “la Lindica” se presentó en
casa de la testigo con el tiesto a medio llenar de tierra, y que el mismo lo
terminaron de llenar con tierra de su corral. Inés Sánchez le dijo, que lo
pusiese entre sus macetas que ella vendría a regarlo todos los días. Lo
pusieron colgado de una horquilla y el tiesto se rompió cierto día por abajo.
La testigo vio unas patas prietas y llamó a Inés Sánchez para que se llevase de
allí la maceta, viniendo “la
Lindica” a por ella.
Bartolomé Sánchez de Ávila, la acusa de embrujar a ciertos hombres para
que no pudiesen tener acceso carnal con sus mujeres, para ello rezaba una
oración a Santa Marta, y que él mismo había sido uno de los ligados por su
hechizo. También acusan a Inés Sánchez de hacer abortar a ciertas mujeres que
le piden tal asunto, que por ello “la Lindica” cobra 40 ducados y que por no dárselo se
fue sin remedio. Que había hecho abortar a una mujer de Medellin y que le
habían dado 40 ducados por dicha diligencia. Fue condenada a salir en auto
público de fe con sambenito y coroza, oiga una misa en la villa de La Haba en forma de penitente,
se le confisquen sus bienes, sea desterrada por tiempo de cuatro años y se le
den 200 azotes.”
Otra bruja natural y vecina de la
Haba es María de Sande. Esta mujer dominadora de lo malvado, satánico y
perverso, se va a convertir con sus malévolas actuaciones en toda una esbirro
al servicio del maligno. La misma va a ser cazada por ser cómplice de la
anterior bruja de la Haba, y por ser junto a “la Lindica” unas fieles apóstoles
de las doctrinas del infierno.
María de Sande
“Vecina de la villa de la
Haba, de 30 años de edad,
fue condenada por la
Inquisición de Llerena por hechicera en la misma fecha que
Inés Sánchez “la Lindica”, Inés de Soto que fue una de las testigos
dice, que culpa a María de Sande de envenenar a Juan Ramos vecino de esta villa
de la Haba. Que
es público y notorio en este lugar que murió de veneno que le dieron, y culpan
de su muerte a la dicha María de Sande y que los vecinos comentan que no es
mujer de buena vida y costumbres. Que la dicha rea tiene en su casa una imagen
en lienzo de Santa Marta, a la que reza cuando quiere embrujar a un hombre y
desembrujarlo y a la que pone dos velas dadas por el que le solicita tal
asunto. Que se inca de rodillas delante de la imagen y reza una oración que
según el testigo dice lo siguiente: “Santa Marta bienaventurada de Jesucristo
fuisteis, querida y amada de Nuestra señora fuisteis, huésped y convidada en el
monte Olivete entrasteis, y a la serpiente con vuestra cinta la atasteis y la
ligasteis”. Dicho testigo cuenta que un día dicha hechicera le llevó un poco de
vino, sospechando que dicho vino llevase algún maleficio, lo probo en presencia
de la dicha rea, de Ana Sánchez mujer de Pedro de Paredes, de Isabel Donosa y
de Cristóbal Muñoz vecino del dicho lugar de la Haba donde éste residía. Al comprobar que dicho
vino tenía mal olor y sabor, hizo que el resto de testigo lo probara delante de
la dicha María d Sande, los cuales dijeron que estaba malo y que dicho vino estaba maléfico. Dicho testigo
al día siguiente cogió el vino y lo llevó en otra vasija hasta D. Benito, lo
entregó a D. Bartolomé, médico que residía en D. Benito y ahora lo hace en
Cabeza del Buey. También lo enseñó a Francisco de Tamayo boticario del dicho
lugar de D. Benito, y ambos juzgaron que dicho vino tenía maleficio y veneno.
Ambos pidieron que le entregase el vino para ver si tenía maleficio o veneno,
dice el testigo que es público y notorio que en el contorno se comenta que se
han hecho muchos abortos con maleficios que hacen Inés Sánchez, María de Sande,
Catalina Delgada e Isabel Brito. Que dichas mujeres curan poniendo las manos en
ciertas partes del cuerpo, y que dicen
una oración a las personas que en sus ojos tengan una espina, mota o china. Se cuenta que una
vez dicha la oración sale del cuerpo la mota o china.
Que para hacer crecer el pelo a
quién tenía falta del mismo, mandaba freír unos lagartos y que el sebo lo
pusiesen en la cabeza ya que era el remedio que se utilizaba para hacer crecer
las colas a los caballos. Otro remedio que hacia para hacer crecer el pelo era,
que enterraban un gato negro y cuando estuviese pudriéndose la grasa del gato
la utilizase como jabón sobre el pelo. Fue condenada a salir en auto público de
fe con sambenito y coroza, oiga una misa en la villa de La Haba en forma de penitente,
se le confisquen sus bienes, y sea desterrada por tiempo de cuatro años y se le
den 200 azotes.”
Catalina Delgada- Isabel Brito.
“Ambas
brujas fueron condenadas por el Santo Oficio por haber participado y ser de la
pandilla de Inés Sánchez y María de Sande, las cuales comentaban que tenían
poderes particulares dados en gracia y virtud desde el cielo. Que cuando se le
fueron a confiscar sus bienes, se encontraron en su casa unos polvos que se
decía tenían veneno, se encontraron dientes,
muelas, un pedazo de soga de ahorcado, una lagartija y una camisa de culebra.
Fueron condenadas a salir en auto público de fe con sambenito y coroza, que
escuchen una misa en día de misa mayor en la villa de La Haba en forma de penitente,
se le confisquen sus bienes, sean desterradas por tiempo de cuatro años y se le
den 200 azotes.”
Terriblemente satánicas estas cuatro apóstoles del
príncipe de las tinieblas en tierras de Extremadura. La verdadera maestra del
grupo era “la Lindica”;
sus alumnas conocían a la perfección las directrices de las veredas del ángel
caído. Mujeres que producían abortos, envenenaban, pactaban con el demonio,
brujas en definitiva de primera división, eran las temidas de la Serena, las Medeas de lo
misterioso y de lo infernal. Pero no fueron las únicas brujas que asesinaban
con sus particulares pócimas, hay otras, que fueron exactamente iguales a
ellas; en Montijo nos encontramos a Juana Olalla, más conocida como “la Palanca”, pero dejemos que
sean los propios documentos los que nos cuenten qué noticias hay al respecto de
esta siniestra bruja.
Juana Olalla. “La Palanca”
“Vecina
de la villa de Montijo, fue condenada por hacer pacto explicito con el diablo.
La causa la inicio en la villa de Montijo D. Fernando de Silva, cura de dicha
villa, el mismo dio cuenta al tribunal de que su teniente, D. Miguel García, le
había dado parte de lo que pasaba con esta reo, citando para si a varias
personas.
Con fecha 17 de febrero de 1766, Leonor González de 51 años, casada y
la que resultaba citada en la carta delación, dijo que conocía a esta reo y
sabía de oídas que la misma usaba de varios medios supersticiosos; y que haría
unos once años vio a la reo en casa de la decente y la pidió cuatro reales
prestados.
Fue preguntada si conocía los medios que utilizaba la reo para hacer
sus conjuros, o hechizos, los cuales producían la muerte a las personas,
contestando la testigo, que así la decente como otras muchas vecinas de la
villa saben de sus atrevimientos.
Se llamó a declarar a Fr. Felipe Bejarano de 51 años de edad, no consta
de que orden religiosa sea, y siendo preguntado si conoce a la reo, dijo, que
es cierto que la Leonor González
la llamó cierta tarde haría como cuatro meses para que asistiese a su marido.
A instancia fiscal se volvió a examinar a dicha Leonor por tercera vez
y citó por conteste a María Rubia y Catalina González, sobre que es cierto han
acudido a la reo así estas como otras personas cuando se encuentra en alguna
aflicción por la falta de sus maridos, padres o hermanos, para que la dispense
si era para bien o para mal.
Examinada María Rubia que dijo ser de 40 años, casada con un arriero,
dijo que sabe y es voz muy común entre los arrieros y contrabandistas de dicha
villa, que la reo dice ciertas oraciones pero que no sabe cuales son.
Catalina González de 50 años, casada con un contrabandista, dice que es
cierto que ha oído a la reo que sabe unas oraciones pero que no sabe cuales
son, pero que son muy buenas para liberar a los contrabandistas, arrieros y
caminantes de los guardas de la real hacienda, y que por ese motivo a recurrido
la decente a la reo.
El tribunal en su cumplimiento de 21 de enero de 1767 libró la
comisión, y examinada por el Comisario Trejo la testigo Catalina Morena de 50
años de edad, viuda que sirvió a D. Miguel Berrido, dijo siendo preguntada, que
haría unos dieciséis años sirviendo la decente a dicho señor, sintió una
madrugada que el criado andaba con la chocolatera, y preguntándole que hacía,
le respondió que estaba haciendo chocolate para el amo porque estaba enfermo.
Se le preguntó, ¿que tenía de mal D. Miguel Berrido?, respondiendo, que tenía
un dolorcillo en el estomago y que se fatigaba bastante, y que a las pocas
horas murió brotando sangre por boca, narices y por algunas venas de la cara
sin haber tenido antes la mas leve indisposición, y aun cuando vino el médico
D. Manuel Ramírez, ya difunto, no le encontró calentura.
Doña Olalla del Olmo de 48 años, sobrina que fue de D. Domingo del
Olmo, respondió siendo preguntada y dijo: que no puede decir de que enfermedad
murió su tío, pues ni aun el médico que entonces había y que era el dicho
Ramírez no supo que tenía, solo que le salieron unos bultos en la cara que
parecían puercas, de donde se cree le provino la muerte que fue sin calentura.
Francisco Manzano de 50 años, viudo de María López, declara que según
informe del dicho médico Ramírez, murió dicha su mujer de mal interno sin que
pueda dar otra razón; que algunos años antes anduvo quejándose del estomago de
cuya enfermedad se discurre murió.
Catalina González, que antes fue examinada dijo siendo nuevamente
preguntada, que se acuerda de haber asistido varias veces a la casa de la rea
por algunas aflicciones. Lo mismo contestó de segunda María Rubia y la otra
testigo Leonor González, la que murió por lo que no fue examinada como estaba mandado
por el Comisario Trejo.”
Este es el expediente
inquisitorial de Juana Olalla, una presunta envenenadora en tierras de Montijo,
una bruja que traía y atraía hacia sí a muchos vecinos de la zona a los que
intentaba solucionarles los problemas que les presentaban. Envenenar a alguien
equivalía a recibir un buen dinero, de ahí que algunas de estas asesinas
desarrollasen, en nombre de Satán y siempre con la complicidad del que lo
pedía, tan cruenta realidad. Pero sigamos adentrándonos en este mundo mágico e
insólito de las brujas, y salgamos a la búsqueda de estas amantes de lo
prohibido, lo nefando, lo execrable, mujeres que aparcaban por completo las
reglas del juego del cristianismo, aplicando a sus vidas la filosofía de lo
perverso, lo ignominioso e infame. Brujas que hacían diferentes ceremonias para
comunicarse con el maligno, desde sahumerios con determinadas hierbas, hasta
círculos en el suelo con precisas señales propias de los nigromantes.
Hay quien ve al diablo en una
sortija, en redomas de agua y en otros elementos propios y adheridos al mundo
de lo infernal y maldito. Las formas en que el diablo se aparece a estas
pícaras extremeñas suelen ser, entre otras,
en forma de perro, de macho cabrío, y a veces de forma invisible, llegando
la bruja a hablar con él delante de su cliente. Conozcamos algunos casos donde
esta realidad comentada se materializó en sucesos, en veracidad documental y en
verdad histórica y fidedigna. Nuestra primera protagonista es una santera de
Plasencia, una mujer encargada del cuidado de una ermita en dicha ciudad y una
aliada de “Dios y del diablo”; mujer que durante el día te atendía
aparentemente lo religioso, demostrando en su espacio su más que ferviente
cristianismo, pero de noche su mente, sus pensamientos e intenciones la
conducían por veredas y caminos tenebrosos donde el abrazo a lo diabólico y
prohibido era más que evidente, y donde la desconsideración, menosprecio e
indiferencia hacia lo católico, también.
Isabel García
“Vecina de Plasencia, santera de la ermita de Nuestra Señora de
Fontidueñas, fue testificada por un
testigo muchacho, de que había oído decir a una su nuera qué se hacía bruja de
noche; la cual contaminada “in voce” diciendo contra ella algunas cosas de hechicerías
que no parecieron pertenecer al Santo Oficio. Se le mandó que las fuese a
declarar al provisor, el cual prosiguió la causa sobre ella, y habiendo
examinado dieciocho testigos, dos varones y lo demás mujeres, la testificaron
de que daba remedios para hechizados y para que hombres y mujeres se quisiesen
bien en amores. También para que no se empreñasen, y que aparecieran cosas
perdidas y no les hiciesen mal. Y que para esto y para encomendar sabía varias
oraciones, lo cual no podría obrar donde hubiere imágenes de santos y Agnus
Dei, y que hablaba con el diablo y hacía cerco para ello. Y que cuando no le
sabía mandar la aporreaba y mostraba los cardenales de ello, diciendo que como
todo eso le costaba mucho trabajo, se lo debían de pagar, y ella confeso en el
tormento que hablaba con el diablo. Que le llamaba con estas palabras: “yo te
conjuro Satanás que me digas esto por esto, y lo que es bueno para esto y para
esto otro. Para qué viniese el diablo le hacía un cerco con granos de mijo y
que en sus manos llevaba una vara de mimbre,
y que el diablo se le aparecía en forma de cabrón con largos cuernos, y
otras veces de perro; y que le dice Satanás que engañe a mujeres para que estas
anden con hombres. Le preguntaba donde se hallaban las cosas perdidas, y que le
ha enseñado lo que han de hacer y decir a las mujeres para que no se empreñen.
Y que por esto le mandó el dedo meñique, y la aporreaba porque no le mandaba el
alma y porque no le acertaba a llamar con las palabras que el le decía”. Cuenta
la rea que todo esto le pasaba porque se iba a confesar y comulgar, y que
algunas veces le conjuraba por el miembro que le tenía dado. Y con esto le
decía todo lo que le pedía. De esto dio noticia el Provisor y envió el proceso
para que se viese por si tocaba al Santo Oficio, y habiéndose calificado por
sospechosa de que tiene pacto con el demonio y enviándose el proceso al
tribunal, mandó que ésta rea se llevase
a las cárceles secretas, y que se prosiguiese su causa, la cual estaba recibida
a prueba.”
Curiosa la historia de esta
hechicera placentina. En este caso concretamente ya comenzamos a conocer
algunos conjuros. Esta ermitaña, amén de ser una visionaria de Satanás en forma
de macho cabrio y a veces en forma de perro, la misma también jugaba con sus
determinadas oraciones a ser una Celestina, una alcahueta y encubridora de las
muchas que pulularon y ejercieron como tales por tierras de Extremadura. Otro
ejemplo de visionaria del diablo lo encontramos en una bruja de Serrejón
(Cáceres), la misma decía que veía al demonio en la sortija que llevaba.
Catalina Sánchez
“Vecina que solía ser de Serrejón y que cura de enfermedades al
presente, no se sabe donde mora ni si es viva. Hay un testigo contra ella que
dice, “que esta rea le confesó tener ella un familiar demonio en una sortija de
latón y que si lo quería ver y tomar; que si lo quería ver le mostraría el
cuerpo, ojos y otros miembros como de persona, los cuales se veían en la
sortija que tenía”. El testigo no lo quiso ver, y la suso dicha le comentó, que
dicha sortija de latón la había recibido de herencia de su madre. También le
dijo que los jueves y viernes conjuraba como ella sabía con el demonio, y que
éste le respondía en estos dos días las cosas que quería saber de otras
personas. Se hizo diligencias por saber donde mora esta mujer, y se dejó a
personas el encargo de que avisasen cuando la tuvieran hallada.”
Un claro
ejemplo de hechicera que manifiesta la realidad de su trabajo es el caso de
Mayor Mejías, natural de Medina de las Torres y vecina de Jerez de los
Caballeros, una mujer que al ser cazada por la Inquisición de
Llerena, va a contar a los inquisidores el motivo de dedicarse a esos
menesteres mágicos y nigromantes. Pero dejemos que sea su propio testimonio,
recogido en su expediente inquisitorial, el que nos muestre la realidad que les
tocó vivir a muchas mujeres extremeñas que quedaron solas porque sus maridos se
habían marchado al Nuevo Mundo; mujeres separadas o viudas que no tenían más
remedio que buscarse el sustento de sus casas con lo que en aquel entonces era
una de las empresas más importantes de abastecimiento de estas realidades, lo
que se consideraba y denominaba, brujería del momento.
Mayor Mejías.
“Vecina de la ciudad de Jerez de los Caballeros y natural de Medina de
las Torres, de 40 años de edad, fue testificada por dos testigos mujeres, de
que estando en la dicha ciudad hará unos dos meses más o menos hizo lo
siguiente para que un hombre fuese haber
a una mujer con quién tenía amistad.
Hizo
un cerco redondo en el suelo con un clavo de hierro, el que hincó a un lado de
dicho cerco poniendo en el un baño de agua y una escudilla con aceite y nueve
torcidas encendidas, mientras decía el siguiente conjuro.
“Yo
te conjuro con tres libros misales y con tres corporales, con tres iglesias
parroquiales, con tres liebres corredoras, con tres galgos cazadores y con tres
diablos de los mejores, el uno Beltrán, el otro Bellán y el otro el Cojuelo,
que no te dejen parar ni reposar hasta que vengas conmigo a reposar y estar”.
Con
lo cual y una oración de San Antón que también enseñaba y decía, cuentan las
testigos que les dijo, que con ello hacía venir al dicho hombre a estar con la
mujer con quien tenía amistad.
Con
esta información fue mandada prender y recluir en las cárceles secretas, como
se hizo, y en la primera, segunda y tercera audiencia que con ella se tuvo,
dijo que ella había sido una mujer pecadora y que había tratado carnalmente con
diversos hombres; con unos por el pedazo de pan y con otros por el cuarto que
le daban, ya que no tenía otro remedio para sustentarse; y que haría como dos
años que estando amancebada con un hombre de la dicha ciudad, y habiéndose el
mismo apartado de ella dejándola abandonada, acudió a dos mujeres que le
enseñaron hacer el cerco, conjuros y oración de San Antón. Y que con estos
actos de conjuros, invocaciones y supersticiones, engaño a las dos mujeres que
la testifican y a otras varias, anunciando que ella misma había enseñado a las
dos mujeres que la testifican los dichos conjuros e invocaciones.
Que
lo hacía no porque creyese que habría de hacer efecto, ni por tenerlo por
bueno, sino para remediar sus necesidades con el interés que le daban de pan y
dinero con el que se sustentaba.
Fue
votada a que en un domingo o fiesta de guardar saliese vestida en forma de
penitente con una coroza de hechicera, y con una soga al cuello saliese a una
iglesia de esta villa donde se le leyese su sentencia, y al día siguiente se le
diesen 200 azotes por las calles acostumbradas, y en la sala de la audiencia
abjurase de levi y fuese desterrada de la ciudad de Jerez y su termino
perpetuamente, lo cual se ejecutó.”
Honesta mujer la de Medina de las Torres. Un
patente y obvio testimonio que pone de manifiesto el verdadero sentido del por qué
hacerse bruja o hechicera; toda una necesidad humana en ciertas mujeres que les
servía de apoyo para poder sobrevivir en tiempos donde la hembra del hombre,
por no tener, no tenía derecho ni a tener alma. Mujeres a titulo individual que
ven en lo misterioso y supersticioso una salida a sus problemas, que se acercan
con sus conjuros y oraciones a solucionar movimientos de amores rotos, como si
fuesen verdaderas Afroditas encargadas de los matrimonios y de sanar y dar
esperanzas a amores fracturados de la época.
Nuestras hechiceras conocen y repiten oraciones
específicas para lograr o recuperar un amante, y apelan a la ayuda de santos y
santas mágicos, entre los que ocupan un lugar destacado Santa Marta, Santa Elena,
San Erasmo, San Silvestre, San Juan y San Antonio.
De acuerdo con esta lógica, las hechiceras
consideran también sumamente eficaz el rezo de los Credos y Avemarías
tradicionales, así como santiguar los objetos en el nombre del Padre del Hijo y
del Espíritu Santo. Las hechiceras no sentían muchos escrúpulos en utilizar el
nombre de Dios, la Virgen
y los santos para sus objetivos amorosos, sabiendo y conociendo las mismas que
utilizar el nombre de Dios en vano, la Virgen o santos, era cometer para la Iglesia uno
de los pecados más peligrosos, y por ello el poder caer en herejía. El ara
consagrada, las hostias sacramentadas o las bolsitas que habían estado debajo
de algún altar durante la ceremonia de la misa, tenían para las hechiceras un
poder que era muy apreciado y empleado para sus objetivos amorosos. Un trozo de
ara debidamente molida y vertida en el vino que se servía al desdeñoso galán,
tenía la virtud de recuperar el amor perdido. Claros ejemplos de estos hechizos
de amor producidos por elementos santificados los tenemos y los encontramos en
los conjuros de nuestras siguientes
Celestinas extremeñas.
Doña Isabel de Sande
“Portuguesa, de edad de 30 años, vecina de la
villa de Zafra. Fue denunciada de prácticas de hechicerías ante el alcalde
mayor de la villa el cual hizo información; y que constándole la culpa la mandó
prender, y que haciendo la dicha prisión le hallaron unos papeles escritos de
su mano. Según la rea confesó, dichos papeles se titulaban “oraciones”, y que
al dicho alcalde le pareció que la oraciones eran supersticiosas, mal sonantes
y graves. La deposición de dos testigos mujeres mayores decían, que dicha
rea las había aconsejado, que para que
las quisiesen bien los hombres tomasen un poco de ara consagrada y que dijesen
ciertas palabras que declararon.
El Alcalde dio noticia de ello
y juntamente mandó el proceso hasta Llerena, el que visto se mandó calificar; y
que habiendo dado grave calidad a las dichas oraciones y testificaciones, se
mandó traer presa a Llerena a la dicha Doña Isabel. Se hizo con ella su causa y
en la primera audiencia que se tuvo comenzó a confesar lo testificado. Dijo que
había avisado algunas veces de las dichas oraciones y del ara consagrada que
tomo de un altar para actos venéreos y amatorios, creyendo que diciendo las
dichas oraciones tendría efecto lo que deseaba. Asimismo confesó haber usado
algunas invocaciones al demonio, aunque las hacía sin tener intención mala en
ello, si no porque le habían dicho se había de hacer así para conseguir algunas
cosas que se desease.
Conclusa la causa, fue votada
a que abjurase de leví, saliendo en el próximo auto con sambenito y coroza e
insignia de hechicera. Y el día siguiente le fuesen dado cien azotes y que
saliese desterrada de esta villa y provincia por tiempo de tres años.”
Otro claro ejemplo de hechicera que pactaba con el demonio y que
utilizaba elementos sacados de los templos cristianos para fomentar la
atracción de un determinado hombre hacia la petición de su cliente, lo tenemos
en nuestro siguiente expediente inquisitorial. La condenada será una hechicera
de Fregenal de la Sierra,
y de ella se nos cuenta lo siguiente.
Mari Rodríguez Venegas
“Mujer enamorada, de mala vida
y hechicera, vecina de la villa de Fregenal, fue testificada por cuatro
testigos mujeres mayores de veinte años, de que habiendo preguntado la dicha
Mari Rodríguez a otra su vecina que donde había estado aquel día, la testigo le
contestó, que en la limpia Concepción que es un monasterios de monjas
extramuros de la dicha villa que tiene por advocación la Concepción. La
dicha Mari Rodríguez le dijo, “que como había estado en casa de aquellas encubridoras
de putas, y si no había ido a ver a aquel viejo bellaco de San Gines que está
debajo de dicho monasterio de la Concepción.” Habiéndole
reprendido la testigo por lo que había dicho, la testificó y dijo: “que
paseando Mari Rodríguez por su puerta le dio un papel y un poco de ara
consagrada, y le dijo, que era cosa muy santa y que se aprovechaba para muchas
cosas, aportando la testigo el ara al proceso de la detenida.”
Otra mujer de cuarenta años la
testificó de que estando ella en su puerta en presencia de otra mujer, llegó la
dicha Mari Rodríguez y les dijo: “que cuando hacía hechizos y cercos nunca
decía con quién los hacía ni en que lugar, y que ponía un cerco en la audiencia
otro en el matadero y otro en la carnicería, y que en el que hacía en la
audiencia decía, salid acá demonios.”
También la testificó un hombre
de treinta y dos años de edad, de que
predicando en la dicha villa de Fregenal dos frailes, uno dominico y otro
franciscano, hablándole el testigo a solas de que predicador predicaba mejor,
la rea respondió: “que predicasen lo que quisiesen, que ellos a predicar y
nosotras a joder.”
Otra mujer de veintitrés años
la testifica de que le dijo Mari Rodríguez, que ella le daría una cosa para que
su marido la quisiese bien, y que era un poco de ara que traía allí entre la
saya, y se la dio puesta en un papel para que lo trajese consigo, y que debía
de decir ciertas palabras que no se acuerda la testigo, la cual le dijo a Mari
Rodríguez, “Jesús, mala mujer, y esto me has de traer”; y la rea le dijo por
disimular, que solo era piedra picada.
Otra mujer de edad de treinta
años la acusa, de haber hecho cercos y desde ellos llamar a los demonios por sus nombres para diversos efectos, siendo
enviada hasta el tribunal.”
Si Mari Rodríguez utilizaba un trozo de ara de un altar para atraer al
hombre que le había solicitado la usuaria, nuestra siguiente hechicera, llamada
Catalina, natural de Zafra y perseguida por la justicia por sus embrujos,
utilizará hostias consagradas y una imagen de Santa Marta para conseguir lo
pedido; y, como casi todas, dirigiendo sus invocaciones, súplicas y
jaculatorias al mismísimo anticristo.
Catalina
“Viuda de Hernán Sánchez,
tratante, vecina de Zafra, fue denunciada por muchas personas de hechicera y
que hacía diversos hechizos, siendo de veintiocho años de edad. Uno de los
testigos en su declaración dice: “que
pasando por su puerta una tarde, la dicha Catalina Sánchez le rogó que la
acogiese en su casa aquella noche porque andaba huída de la justicia”. Que
habiéndola recogido la testigo, le contó
a la dicha Catalina: “que estaba muy apenada porque su marido estaba ausente
hacía dos años y no sabía donde se encontraba,
ni si estaba vivo o muerto”. La
dicha Catalina le dijo: “que le enseñaría una oración para que su marido
la quisiese bien”, y sacó una imagen de Santa Marta que llevaba consigo pintada
en un papel. Encendió tres candelillas de cera pequeña y dijo una oración que
no se acordaba bien de toda ella, sino solamente de algunas palabras como:“Ser
bienaventurada Santa Marta, digna sois y santa, de mí Señor Jesucristo querida
y amada y de la Virgen
María huésped y hospedada”, y en medio de la oración,
nombraba al demonio Lucifer a quién llamaba con unas palabras que no entendió
la testigo; Y le dijo: “que la oración la tenía que hacer con unas hostias
consagradas, metiendo las mismas antes en un incensario y diciendo dicha
oración delante de una imagen de Jesucristo, rezando treinta Padre Nuestros y
treinta Ave María”. Que le enseñó alguna oración más pero que no se acuerda,
pero sí que en todas las que le enseñó nombraba y llamaba al demonio; y que la
testigo no vio al demonio ni que viniese, y que la dicha Catalina Sánchez tiene
fama de hechicera y que anda ausente huyendo del Obispo de Badajoz que la
quiere castigar.”
La influencia de la religión en el mundo de nuestras Circes extremeñas
es más que una realidad manifiesta, no solamente ya por las clásicas oraciones
cristianas que mandaban rezar varias veces a quienes solicitaban algún
acercamiento amoroso, sino también por la numerología. Así por ejemplo
observaremos, que el número tres que recuerda a la Santísima Trinidad,
el nueve, en relación a las costumbres de los novenarios católicos, el doce en
referencia a los doce apóstoles que acompañaban a Jesucristo y el treinta y
tres, haciendo referencia a la edad de Cristo, eran números utilizados con
alguna frecuencia por las aliadas del príncipe de las tinieblas.
El temor a la
Inquisición de Llerena hacía que algunas mujeres que habían
acudido a los servicios de alguna hechicera, se sintiesen culpables de una
posible herejía cometida por el hecho de dominar ciertas oraciones que le
habían sido enseñadas por las pertinentes dominadoras de lo mágico. Razón por
la cual, las mismas aprovechando que el Santo Oficio visitaba alguna localidad
cercana a su pueblo o a su misma ciudad, acudían hasta el Inquisidor con el
propósito de contar lo que había sucedido, culpando directamente a la hechicera
y salvado con su deferencia su posible detención. Aunque como en el caso de la
mujer que junto a la hechicera conforman el siguiente expediente, la misma
salía con la circe de su pueblo hasta un corredor para poner en práctica sus
retorcidos y maquiavélicos conjuros.
Catalina García.
“Natural de Asturias y vecina de Plasencia, se refirió por la navidad
pasada que andando buscando remedio para que volviese a ella un amigo que la
había dejado, le dijo Francisca López natural de Córdoba que también vive en
Plasencia, que le mostraría ciertas oraciones
con las que podría hacer de su amigo lo que ella quisiese. Una de las
que le enseñó decía: “así te ligo y te encanto, con tres frailes de misas, tres
monjas profesas y tres hombres muertos a hierro, el uno ladrón, el otro judío,
y el otro salteador, que vallan a ti y te den tres puñaladas en el corazón. Que
de mí tengas dolor, y si de mí tienes algún enojo, así se te deshaga como se
deshace esta sal en el agua”, echando en ella tres granos de sal. Y otra
oración que decía: “Jesucristo murió, Jesucristo resucitó, así lo creo yo”. Y
teniendo en la mano habas, tierra, carbón, sal, cera, papel y un ochavo, iba
haciendo con la otra mano tres cruces mientras proseguía diciendo conjuros:
“habas, con Dios Padre y con Santa Maria su madre, y con el pan y con la sal, y
con las aguas de la mar, con la redondez de la tierra, con la barba de la
ballena, con los siete pelos de la barba de David, y con el bien aventurado San
Julián que en la mar entro y esta suerte echo y buena le salió, así haga en mí
en esto que pedir y preguntarte quiero” y arrojando las dichas cosas en el
suelo, sabía si al caer juntas o
apartadas lo que había de ser. Otro conjuro era: “Jesucristo nació, Jesucristo
murió, Jesucristo resucitó, y así lo creo yo”, haciendo tres veces la señal de
la cruz y teniendo un hueso colgado de un hilo, y diciendo: “te conjuró hueso de palo con el hilado que tienes en
cimba que es para cubrir vivos y muertos, te conjuró con Dios Padre y con Santa
Maria su madre y con el cáliz y el ara, con la ostia consagrada, y con el cirio
pascual, con el libro misal, con el río Jordán donde Nuestro Jesucristo fue
bautizado. Le preguntó a San Juan Bautista ¿Juan quien está mejor bautizado yo
o tú? Y le respondió, yo”, inmediatamente con el hueso cogido con el hilo le
decía: “te suplico me digas la verdad”, y si el hueso meneándose hacía una I
decía qué sí, y si una O decía que no. Otro conjuro era el qué sigue: “te
conjuró estrella la más alta y la más bella, como te conjuro con uno te conjuro
con dos multiplicando hasta nueve cada vez. Uno y con el diablo “Mexeriquel”
qué todos nueves os juntéis y en nueve caballos cabalguéis, y en el huerto de
amor entréis, y nueve varas de cedros negros me cortéis, y en las fraguas de
Barrabas y Satanás las moldeéis y agucéis, y en el corazón de fulano se las
clavéis. Qué no pueda estar ni sosegar, ni comer ni beber ni dormir, ni gusto
cumplido con ninguna mujer tener hasta que conmigo venga a estar”. Otra oración
era la siguiente, miraba a la estrella de la guía y decía: “te conjuro con Dios
y Santa María, con Pedro y con Pablo y con Andresguela (que dijo que era San
Andrés) y con la leche de Nuestra Señora y
con la madre de Zacarías, y con el diablo cojuelo, y con el diablo
Mexeriquel, que todos nueves os juntéis como en la pasada y me mostréis en
hombre halar o en puerta llamar, o en gallo cantar”, porque cualquier señal de
éstas era buena. Y que salía la acusada y la testigo dos o tres veces de noche
a un corredor y que las oraciones las hacían mirando al cielo. Se calificó de
pacto implícito con el demonio, injurioso a Dios, a los santos y a los
misterios de la fe, y que blasfemó contra San Andrés.”
Espectaculares los movimientos
supersticiosos de Catalina García, como sensacionales y grandiosos fueron los
amarres y ligamentos que una hechicera de Jerez de los Caballeros practicó en
su momento con algunos de sus vecinos. El nombre de dicha mujer era el de Ana
Barrosa, y su expediente inquisitorial cuenta sin desperdicio algunos de los
diferentes ejercicios mágicos que desarrolló en tierras del Temple.
Ana Barrosa
“El Inquisidor fiscal de Llerena contra Ana Barrosa vecina de Jerez de
los Caballeros por maleficios.
Tuvo principio a lo sacado a instancia fiscal de la Sumaria de Francisca la Rubia y por delación que
hizo el 16 de septiembre de 1789 Pedro Guerrero de la misma vecindad, casado
con María de Mayo, de edad de 34 años. Que amonestado de su confesión denunció
y declaró: que con motivo de haber tenido trato ilícito con esta reo por mucho
tiempo y antes de casarse el declarante, le dijo ésta un año antes de su
casamiento, que acompañada de Josefa Petrona habían ido a casa de la Chaparra para que les
diese un maleficio para ligar al declarante Alonso Muñoz y que no pudiesen
cohabitar con otra mujer, y que mientras ella viviese no tendría hijos de dicha
mujer. Que el delator se persuade haber quedado ligado porque tubo gusto con
dicha Barrosa, reo actual, y ninguno con su mujer, por todo lo cual y hasta el
momento, no le ha sido fácil cohabitar con su mujer.
Fue el declarante a buscarla y le rogó que por favor le quitase la
ligadura, negándose la rea a dicha petición; que entonces la amenazó con una
navaja y la reo se le hincó de rodillas y ofreció acudir por el remedio a dicha
Chaparra, llevándole la reo unos polvos que le había dado la mentada los cuales
le costaron 20 reales. Polvos que le puso en el puchero que se tenía que comer
y que ella también los comió como le dijo la Chaparra. El delator
le dijo a Ana Barrosa, que a él si le habían hecho efecto pero que a ella no;
en otra ocasión el reo tuvo que ir a Portugal, y para ello, la reo le dio un
bolso para que llevándolo consigo no lo viesen los guardas, y le dijo, que no
entrase con el bolso en la Iglesia y que dicho bolso tenía dentro una piedra
blanca y unos polvos pardos; y que también le dijo la rea, que si quería ir en
dos o tres horas a donde quisiera lo conseguiría, dejándose clavar una aguja y
repitiendo tres palabras que sabía la reo y que se las había enseñado la Chaparra.
Que para conseguir la curación del daño, se fue con su mujer hasta
Encinasola a casa de una hechicera que le dijo, que no tuviese pena que ella lo
curaría con una buena friolera, y que el motivo de la denuncia hacia la reo era
para ver si conseguía el remedio de la misma para su falta de gusto en el
matrimonio”.
Declaración de la mujer del delator
“Que en la actualidad tiene
20 años, y que en los dos años que lleva casada con su marido éste no ha tenido
gusto con ella, y que su marido le ha asegurado que es porque lo tiene ligado
esta reo por los celos que tiene. Que el remedio que le dio la reo fueron unos
polvos que su marido llevó mucho tiempo colgado de la puertita de los calzones,
pero no sanando como había prometido, los tiró. Que la reo tiene mala opinión
en el barrio y la temen todos los vecinos, porque dicen, que su madre era bruja
y que ésta lo había heredado de su madre, y que cita a su concuñada María
García como persona que podía saber estas cosas de la reo”.
Declaración de María
García
“Mujer de 23 años, casada con José Guerrero, la cual dice que es de
publico, que la reo ha heredado de su madre las artes de la brujería, y se
fundamenta, en cosas que la reo le ha revelado en varias ocasiones siendo cosas
que ella no podía saber. Que en una ocasión que su marido fue al Reino de
Portugal a por tabaco con Santiago Domínguez marido de esta reo, y estando
temerosa de que los guardas lo cogiesen,
le dijo la reo que no tuviese miedo que aunque pasasen al lado de ellos los
guardas no los verían”.
Un hombre sicológicamente tocado
por la más que evidente impotencia sexual, y una hechicera culpada de ser la
causante de la falta de placer o disfunción sexual en el atormentado
matrimonio. Recordemos que la vejación a hombres que no cumplían con su
virilidad en el matrimonio durante el siglo XVI, era una realidad manifiesta.
La humillación ha sido siempre una forma de control social, y muchos hombres
han sido ridiculizados y destruidos por la exposición pública de su impotencia,
de hecho, la Iglesia, utilizó esta estrategia en el siglo XVI con la formación
de jurados eclesiásticos para determinar la impotencia de un hombre.
Mujeres acusadoras de sus maridos,
así como las disputas de paternidad, eran llevadas ante estos tribunales, los
cuales demandaban al acusado probar en público su capacidad de erección y
eyaculación. Tan grande era el regocijo del público ante estos actos, que el temor
manifiesto entre los hombres era toda una vergonzante realidad, mientras que la
Iglesia se confería inmenso poder a través de estas humillaciones. Fue
precisamente en Francia, donde en respuesta de la lucha de poderes entre la
Iglesia y el Estado, un alto tribunal de Paris abolió estos vergonzantes
tribunales en 1677.
Pero si Ana Barrosa, la hechicera
de Jerez de los Caballeros, parece ser tenía la fórmula para provocar la
impotencia en los hombres y conseguir los objetivos marcados, previo pago,
nuestra siguiente protagonista de nombre Catalina Benítez, mujer prieta, vecina
de Medellín, tenía según el documento inquisitorial, poderes más que
suficientes para hacer que a una recién parida se le frenase la leche en sus
pechos, y que por tal motivo, la madre del bebé no pudiera amamantarlo. La
razón y el motivo de todo lo expuesto nos lo cuenta su expediente inquisitorial,
del que “aprenderemos” que a veces es mejor ser amigo y adepto del enemigo que rival
o adversario del más fuerte oponente. La sumaria de Catalina Benítez así lo
corrobora y predice, y como siempre en estos casos, la mítica superstición será
la diva y estrella del vil y abyecto espectáculo inquisitorial.
Catalina Benítez
“El fiscal de la Inquisición de Llerena
contra Catalina Benítez mujer prieta vecina de Medellín por curas
supersticiosa.
En Medellín a 11 de octubre de
1747, ante el Comisario D. Juan de la
Cruz, pareció de su voluntad Francisca Rodríguez, mujer de
Pedro López, quién de mandato de su confesor delató a la reo. La acusa de que
estando la decente criando un hijo recién nacido, le faltó la leche, creyendo
que la culpa de tal problema lo tenía la reo, sobre todo, porque la misma la
fue haber estando en cama recién parida e inmediatamente le faltó la leche que
tenía en abundancia. Que había oído a María Rita y a Inés Castuera, que esta
reo las tenía escandalizadas porque les había quitado la leche por no haberle
regalado algo al instante que las visitó. Por este motivo creyó la decente que
la reo lo había practicado con ella por no haberle dado unas torrijas, y con
efecto habiéndoselas ofrecido la decente pasó inmediatamente ésta a visitarla
con la intención de hacerle venir de nuevo la leche a sus pechos.
La reo le pidió un candil
encendido, un plato blanco, aceite y agua, y habiéndose efectuado lo pedido, le
dijo la reo sacase los pechos fuera haciendo sobre ellos unos signos a manera
de cruces malformadas. Puso con el dedo aceite en el agua que estaba en el
plato blanco, mientras tanto, la reo iba hablando cosas entre si que no
entendió la decente, e inmediatamente le vino a la testigo tanta leche que se
le salía de los pechos. Le encargó la reo a la testigo que declara, que el agua
y el aceite la pusiese donde se secase y que no la bebiese ningún animal.
Que asimismo le sucedió a la
decente, que habiendo llevado la reo unas sandías de su casa y no saliéndole
como quería, dijo la reo a Inés Higuero, que la decente se lo pagaría, y que
con efecto le volvió a faltar la leche. Viéndose afligida fue haberse con la
reo a su casa, y la respondió que no tuviese cuidado, que mientras ella viviese
no le faltaría la leche. Que le llevase al niño y que lo llevase hasta el
pecho, repitiendo la reo las mismas ceremonias que la vez anterior; le encargó fuese a su casa tres veces al día en
horas señaladas. Y habiéndolo así ejecutado logró de nuevo le viniese la leche
para criar su niño, diciéndole la decente le diese un remedio para no tener que
ir todos los días con curaciones. Le dijo la reo que segura iba, que lo que
tenía que hacer era tomar un plato blanco, aceite y agua, pero que no se
preocupase que ella iba libre para siempre; y que sino hubiese ido a ella se
hubiese quedado para siempre sin leche.
Se examinó a María Rita, quien
dijo, que estando criando un hijo suyo hacía unos meses, el niño no quería
tomar su pecho siendo así que tomaba el pecho de otra mujer; hablando un día la
decente con la reo ésta le dijo, que no se preocupase que ella haría que el
niño volviese a mamar de su pecho. La reo cogió a la criatura y con su propia
lengua en la boca de la criatura hizo diferentes señales de cruces malformadas
mientras hablaba entre si cosas que no entendió, e inmediatamente la criatura
comenzó a tomar el pecho de la testigo. Según maría Rita, si a la reo cuando
una mujer pare no le da unas torrijas ésta se venga quitándole la leche de sus
pechos.
Inés Castuera de 24 años dijo,
que teniendo un niño enfermo las vecinas le dijeron que la única que podía
curarlo era la reo. La llamó y habiendo ido hizo se trajese un plato blanco, un
candil con aceite y un poco de agua, y habiendo echado en el agua unas gotas de
aceite desaparecieron; y por más que la testigo miraba haber por donde se
habían ido no la veía. Esto lo repitió cuatro veces hasta que en la quinta
consiguió que el aceite se quedase arriba, entre oraciones que la testigo no
entendía. Dijo la reo que lo que padecía el niño era mal de ojo y que ya
quedaba sano; que asimismo le sucedió a la testigo haría unos 14 meses, que
estando recién parida y criando a dicho su hijo, sin saber como ni porque
aborreció el pecho, y habiéndoselo
comunicado a la partera María Pizarra la dijo, llamase a la reo que
tenía especial gracia para que los niños tomasen el pecho de sus madres, y
habiéndola llamado, la reo le hizo llevar los mismos elementos que la vez
anterior. Hizo la mezcla del agua con el aceite y arrimó al niño a su pecho no
queriéndolo tomar, cogió la reo al niño y le puso en su pecho tomándolo la
criatura sin que aparentemente la reo no tuviese leche por ser vieja. Según
hizo eso le entregó el niño y éste comenzó a mamar.
Calificado a pedimento fiscal
por el padre Francisco Benito Gil Becerra, éste dijo que la reo era curandera y
hechicera supersticiosa y de vana observancia, y que la misma hacía pacto
implícito con el demonio”.
En la liturgia cristiana el aceite se emplea en el bautismo,
confirmación, orden y extremaunción, mezclándolo con sustancias aromáticas,
además, es bendecido solemnemente el día del Jueves Santo; razón por la cual las
personas que abrazan el mundo de la hechicería lo utilicen como herramienta
para desarmar el mal de ojo o para detectarlo como desarrollaba Catalina
Benítez de Medellín.
En Extremadura todavía hoy se sigue curando el mal de ojo con este tipo
de remedios supersticiosos populares, yo mismo he presenciado a una mujer de
Cheles utilizar el aceite de oliva para llevar a efecto lo pretendido. La misma
cogía una taza llena de agua clara, y al lado del doliente hace sobre ella la
señal de la cruz diciendo una oración. A continuación rezaba un Padre Nuestro y
mojaba un dedo en aceite, dejando destilar una gota en la taza hasta tres
veces, si las tres gotas flotan sobre el agua sin unirse entre si, es señal de
que no existe mal de ojo; más si se dividen en otras varias, el mal es cierto y
hay que repetir el ensalmo dos veces al día hasta que el aceite acuse en la
forma antes indicada para la extinción de la dolencia.
Amén de esta fórmula para detectar el mal de ojo, no es menos cierto
que también existieron, muchas más hechiceras que en su momento cumplían con
los mecanismos necesarios para paliar tal fin. Un claro modelo o arquetipo de
tal curación lo tenemos en Barcarrota; allí una mujer llamada Isabel Vázquez,
alias “la Corbacha”, desarrollaba las siguientes supersticiones a sus clientas.
Isabel Vázquez. “La
Corbacha”
“Mujer
de Nicolás Sánchez, vecina de Bancarrota, de edad de 50 años, fue testificada
por veintisiete testigos de prácticas de
hechicerías y embustes. Fue presa en las cárceles secretas sin secuestro de
bienes el 9 de mayo de 1636 y puesta
Dijo ser hechicera y confeso los hechizos siguientes: Que hace unos 8
años, su cuñada Ana Macías, le pidió un
remedio para que otra mujer, que no conocía su nombre y que decía que estaba
embrujada y que de los hechizos había quedado ciega, ésta le había pedido un
remedio. La rea prometió hacerlo yendo a la casa de la mujer ciega. Una vez en
la casa la rea le dijo que le conseguiría una prenda de la mujer que le había
hecho el daño, y ofreció que el demonio con los cercos y un conjuro que ella
hiciese traería la dicha prenda, para lo que le pidió una vela de curva, un
tizón ardiendo para encenderla y una escoba. Les dijo a los asistentes, que
mientras ella estuviese conjurando e invocando al demonio, que no nombrasen a
Dios ni tuviesen rosarios ni cruces en las manos. La rea se encerró durante 15
minutos en una habitación de la casa, y cuando salió dijo a las dos mujeres,
que se le había aparecido el demonio y que el mismo le dio la prenda de la
persona que le había hecho el daño. Fue un pañuelo de narices que la misma rea
traía desde su casa, prenda que traía escondida en el pecho mientras lanzaba
mentiras y embustes. Le pagó la dicha
ciega cuatro almudes de aceitunas con promesa de que si sanaba se lo pagaría mejor.
La rea le rezo tres veces la siguiente oración para quitarle el mal de ojo que
le producía la ceguera.
Dijo
la rea, que hace doce años estando en Bancarrota viniendo de un convento de
monjas, se encontró con una mujer llamada Juan Pérez vecina de la villa, la
cual le pidió un remedio para que Juan Méndez Moreno su marido dejase de estar
amancebado como lo estaba. La rea le
prometió hacerlo, y para ello le pidió a la mujer una vela y dos reales.
Marchándose a su casa molió unas habas y se las llevó a quién se las había
pedido, diciéndole que se las diese a comer a su marido que con eso le
aseguraba que se habría de apartar de la dicha mujer con quién aun entonces no
estaba apartado. No aprovechó el remedio porque todo era embuste, contando la
detenida que lo que había hecho se lo había enseñado su cuñada, y que se quedó
con la vela y con los dos reales sin decir palabra ninguna ni hecho ningún
conjuro porque no los sabía para este remedio.
También
declaró la rea, que un cura de Nogales se acercó haberla para pedirle un
remedio, diciéndole el sacerdote que lo quería para que un hombre casado se
ausentase de su mujer por los celos que tenía de dicho cura y el maltrato que
le daba a su esposa. La reo le contestó, que lo matase con una escopeta que
ella no sabía como solucionarle el problema.
Declaró
la reclusa, que en una ocasión la mando llamar una monja de un convento de
Jerez que se llama Doña Antonia de Luna, y le pidió un remedio para que un
fraile su devoto viniese a Jerez. La Corbacha le prometió asegurándole, que
sabía hacer muchos conjuros aunque fuera traer monitos delante de ella
bailando, y diciéndole la monja a la rea que los hiciese, dijo que eran
menester muchos aderezos e instrumentos que tenía en su casa y que prometía
venir en otra ocasión con ellos. Que cuando regresase de nuevo, haría cercos y
llamar al demonio para que trajese a dicho fraile; y aunque por tres veces fue
vuelta a llamar ella volvió a no ir.
Declaro
la reo que una vez lavo a un hombre que estaba malo de hechizos, para que creyese
que lo podía curar.
La
rea fue condenada a auto publico de fe con coroza e insignia de hechicera, hizo
abjuración de levi, que fuera traída a la vergüenza publica, se le diesen 200 azotes y que fuese desterrada de la villa
de Bancarrota y Llerena por tiempo de diez años y si los quebrantaba se le
diesen 200 azotes más”.
Engaño, embuste, estafa, todos estos sinónimos y
muchos más les vienen como anillo al dedo a las diferentes hechiceras que
venimos conociendo y que presumen ante su clientela de poderes sobrenaturales.
Mujeres a las que el pueblo catalogaba como brujas y no como hechiceras. Hoy en
día y en el inicio del tercer milenio, en los ambientes rurales más ignaros y
profanos de Extremadura, todavía cuando se habla de acontecimientos de este
tipo se suelen designar a las personas que ejercieron o ejercen
clandestinamente estos “trabajos”, con el nombre de brujas y no hechiceras.
También en Barcarrota se dio otro caso referente a
Catalina la Candelera, mujer casada y hechicera que fue testificada por
varias personas de prácticas de hechicerías; según los testigos, Catalina
la Candelera hacia conjuros
y oraciones para atraer a los hombres alejados de sus amantes.
Catalina Candelera
“Ponía
una estampa de Santa Marta con dos velas encendidas haciendo un sortilegio que
llamaba de las torcidas, el mismo consistía en fabricar nueve mechas con tiras
de un trozo de lienzo que hubiera estado impregnado de semen masculino,
exclamando al colocarlas en el candil: “conjurote con tres libros misales y tres
iglesias parroquiales” y rezar un Padre Nuestro y un Ave Maria a Santa Marta
durante nueve noches consecutivas mientras le prendía fuego, donde además
invocaba con la siguiente oración:
“Conjurote
vida de la vida, de la sangre de (fulano) que me ames, que me estimes, que me
regales cuanto tuvieres, y me digas lo que supieres.
Que
te conjuro (fulano) con barrabas, que así como estas torcidas arden en este
candil, que así me quieras”.
Terminada
la invocación hacia una extraña ceremonia sentada en el suelo sobre un circulo
alrededor del candil que tenía la mecha encendida, después tomaba nueve habas,
tres granos de sal, tres carbones, una vela de cera normal y otras nueve habas
mas pequeñas las cuales iba pasando a la solicitante. Inmediatamente tomaba dos
de las nueve habas que cada una representaba un sexo distinto, las señalaba con
los dientes y las lanzaba sobre el interior del cerco, si casualmente las habas
se juntaban, ello significaba que la persona ausente por la que había realizado
el conjuro llegaría prontamente y ardiendo en amor.
Una
noche, estando en compañía de otra persona oyó un golpe, se levanto a ver lo
que era y dijo: que no era hombre sino perro y que se le mostró tan grande como
un becerro de un año. Le dio la hechicera pan tratándole con mucha
familiaridad, y procurando el perro salirse fuera, se llego a un rincón de la
parte donde estaban y se salió por un agujero como la copa de un sombrero.
Fue presa por el Santo Oficio y condenada a
salir a auto de fe en el año 1576 con insignia de hechicera, sambenito y
coroza, abjurase de levi, y que en Barcarrota con las mismas insignias se le
volviese a leer la sentencia. Fue sacada
a la vergüenza pública por las calles
del pueblo siendo desterrada por periodo de 6 años, dándosele además 200 azotes
y confiscándole sus bienes”.
Nuestra siguiente protagonista,
es una mujer natural de Navalmoral de la Mata llamada Isabel Gómez, una
hechicera que dominaba en pleno siglo XVII las artes del Vudú y otros métodos
para recuperar la memoria en aquellos que la habían perdido; también hacía
amarres de amor y diferentes curaciones en la población y fuera de ella, así
como pactar, siempre según la Inquisición, con el diablo.
La angustia ante lo desconocido,
el temor a lo futuro, la impotencia ante las adversidades o los propios
misterios de la vida y de la muerte, hacen que el hombre se sienta inseguro de
sí mismo y busque remedios y soluciones que palien de alguna forma su continua
angustia o incertidumbre. En su afán de conseguir tales logros, imagina las más
disparatadas fórmulas que se alejan de toda razón y caen en el error y el
disparate. Tomemos un ejemplo más de estas realidades misteriosas de la mano de
nuestra siguiente invitada.
Isabel Gómez
“Mujer de Lorenzo Muñoz, vecina de Navalmoral Obispado de Plasencia, de
30 años de edad, fue testificada por 15 testigos siete varones y el resto
mujeres, de que por el mes de marzo de 1626 cuentan de ella: que estando en la
ciudad de Trujillo a donde había ido a curar a una enferma, mujer casada que
decían estaba mala de hechizos, le había comenzado a aplicar medicinas. Que una
noche se había entrado con otra persona en un aposento junto a un barreño de
agua que había puesto con dos velas encendidas a los lados y un crucifijo, y
que en el dicho barreño había echado un muñeco de cera figura de mujer llenos
de alfileres por las coyunturas, el cual muñeco había echado la rea después a
la lumbre diciendo: que en él estaba el daño no consintiendo llegase nadie
hasta él. Que después que lo quemó, la
enferma se había levantado y dicho que estaba mejor; y que había hecho un arco
con mimbre y nueve candelillas metiendo por el a la enferma
introduciéndola por los pies y sacándolo
por la cabeza. Que también había puesto en dicho aposento, un cordel, un cedazo
y que había dado muchos golpes a unas piedras, teniendo en el cedazo puesto y
pinchado una tijera. Otro testigo añade que cuando la reo estaba en estos
menesteres había dicho al cedazo: “conjurote cedazo con tijeras y con diablos,
con la gracia del espíritu santo y de fulano (nombrando entonces a una
persona), si es verdad lo que te quiero preguntar da una vuelta hacia la mano
derecha y luego hacia la izquierda”, y que decía muchas palabras entre si. El
testigo le dijo si le podía dar un remedio para recuperar memoria para sus
estudios, y que le había dado unos polvos colorados y le había hecho escribir
una oración o conjuro para que la dijese a las nueve horas de la noche tres
noches unas tras otras. Y que las palabras eran: conjurote estrella la más linda
y bella que en el cielo estás, conjurote con una con dos con tres, con cuatro,
con cinco, con seis, con siete, con ocho, y con nueve estrellas, os juntareis y
por la mar salada pasareis y en el monte Olibete entrareis y de las mimbres de
amor tres varas cortareis y en la muela de Satanás la aguzareis y en las de
Barrabas las amolareis y con ello buena sabiduría me traeréis.
Se calificaron sus hechos como pacto expreso y lícito con el demonio, y
que la misma daba culto ha dicho ser.
El 18 de febrero fue votada a prisión
en cárceles secretas sin secuestro de bienes y estando en ellas se tuvo con
ella la primera audiencia. Contó que a una tía suya le pidió, ¿que podía hacer
para que su marido se acercase más e hiciese vida con ella?, la cual le
respondió: que saliese de noche donde viese el norte y dijese el conjuro de la
estrella. Que otro día fue a la ciudad de Trujillo a curar a una enferma que
estaba ligada por hechizos, y que para curarla en ocho días que allí estuvo la
había untado con unos aceites, y que bendiciéndola y haciéndole cruces le había
dicho: “Jesucristo nació, Jesucristo murió, Jesucristo resucito, así señor mío
Jesucristo como estas palabras son buenas y verdaderas, y como así lo creo,
seáis servido de curar y sanar esta enfermedad, y que la misma no crezca ni prevalezca
en dolor ni en calor”, y que no decía ni hacía otra cosa. La verdad era, que
ella no sabía lo que hacía ni estaba en su juicio porque le habían dado de
beber mucho vino, diciendo que no era hechicera ni nigromántica ni embaucadora
de demonios, sino que era cristiana vieja.
También contó que en otra ocasión, una mujer le preguntó que para que
era buena la cabeza de un gato negro, porque ella había oído decir que era para
que un hombre quisiese más a su mujer y no se despegase de ella, y que la rea
le había respondido: l cabo de los dichos nueve días habían de nacer siete
habas en el dicho tiesto por la boca y ojos de la dicha cabeza del gato negro.
También indicaba la reo, qu“que se había de enterrar en un tiesto la cabeza del
gato negro con tierra de sepultura y regarla nueve días continuos con agua
bendita. Que cuando la regara tenía que decir: “con agua bendita y tierra de
sepultura te entierro y siete habas de ti espero”, y que a e tomase un espejo
en la mano y se estuviese mirando en el y que estuviese sacando a la vez las
dichas habas del tiesto una a una y entrándoselas en la boca, y la que se
quedase escondida debajo de la lengua esa había de ser la haba invisible, la
cual le serviría si la llevaba en la
boca, para que no fuese vista la persona que la llevase aunque entrase donde
hubiese gente; y que las otras seis habas que las guardase, porque las mismas
les servirían para que tocando con
cualquiera de ella a alguna persona, ésta comenzaría a querer bien a la persona que le tocase con la dicha
haba”.
Y que también dijo que en otra ocasión, Ana Tellez le había pedido un
remedio para que los huéspedes fueran a su casa, y que ésta le había dicho que
le llevase unos huesos de difunto. Se los llevó y la rea los cogió haciendo con
sus uñas un hoyo en los quicios de las dos puertas de la calle de la casa de la
dicha Ana Tellez, poniendo en cada uno un hueso dando algunas higas al hoyo
antes de poner los huesos, y que después de puestos los cubrió con tierra y les
puso agua bendita diciendo algunas palabras.
En una nueva audiencia dijo la rea, que pedía misericordia porque
estaba mala con muchos dolores, y que en dicho día con juramento hizo relación
el médico que vio a la rea, la cual y según el informe, ésta estaba podrida de
bubas, con dolores de piernas, brazos y cabeza, granos en la cara, llagas en
sus partes de donde salía cantidad de podrido y también en el pecho, que echaba
sangre en los escupidos y que todo le procedía de la dicha enfermedad de bubas.
Que tenía mucha necesidad de curarse porque sino correría riesgo su vida, y que
parecía sería imposible se curase en las cárceles por la descomodidad de ellas,
y que en la ciudad no había hospital para curar semejante enfermedad. Que tenía
muchísimo riego de contagiar a otros reos y lo mejor era sacarla cuanto antes
de la Inquisición.
Fue mandada llamar y se le hizo su proceso, siendo condenada
a ser advertida y gravemente reprendida y que dentro de un día saliese a
cumplir su destierro de cuatro años no volviendo a su pueblo, ni a Trujillo ni
Llerena, y que no los quebrantase so pena de 200 azotes”.
Terrible la situación final de
Isabel Gómez. Una pobre mujer, que como otras de su tiempo utilizaba la
picaresca para poder sobrevivir y poder paliar con ello remedio para sus males.
Una hechicera que decía curar a otros, pero que no supo curarse a si misma las
bubas o sífilis que padecía.
Un caso parecido al de Isabel
Gómez fue el que propició en la villa de Almendralejo una hechicera llamada
María Sánchez; a ella recurrió una vecina de Rivera llamada María Centeno, quien
le contó a nuestra amante de lo prohibido que D. Alonso de Zalamea le había
dado palabra de matrimonio volviéndose en último momento atrás y concertando su
enlace con Dña. Inés Cabezas. Primero pretendió apartarlos, pero dado que no
logró su intento, pidió a la hechicera que hiciera algo para conseguir que Dña.
Inés, un hermano de ésta y otro de D. Alonso a los que acusaba de haber
influido en esta relación, muriesen sin cumplir el deseo de casarse con su
amado. María Sánchez después de haberle dado unos polvos que no surtieron
efecto, recurrió al siguiente procedimiento donde el vudú es el más claro
exponente de lo sucedido y contado en el proceso que se desarrolló en el año
1737.
(…) mando traer una vela de cuarterón para la que dio esta reo el
dinero, y se hizo tres pedazos con los que formó dicha María Sánchez tres
muñecos y les clavó alfileres en la cabeza, barriga y pecho, diciendo ser uno
de ellos D. José Zalamea y D. Pedro Cabezas y Dña. Inés su hermana los otros dos,
que todos los tres muñecos los entró en una olla y se los dio a la reo para que
en llegando a su casa hiciese un hoyo y
los enterrase con la olla, y que de cuando en cuando le hincase los alfileres a
dichos muñecos con lo que conseguiría la reo se muriese dicha Dña. Inés
Cabezas, su hermano y D. José Zalamea, o que al menos perdiesen las amistades
(…)
Afortunadamente tampoco en esta
ocasión tuvo éxito, y lo que consiguió fue que D. Alonso pusiera contra ella
una querella criminal por intento de asesinato y que fuese encarcelada en las
cárceles secretas de la Inquisición, aunque ella misma consiguió escaparse. Al
poco tiempo, y ante los avisos de la Inquisición para que hiciese acto de
presencia, se volvió a presentar y apechugar con el castigo dictaminado por el
Santo Oficio. Siendo condenada a salir en auto de fe si lo hubiese, y si no, a
salir con coroza e insignia de hechicera en una iglesia de Almendralejo, se le
diesen 200 azotes, cien en Llerena y el resto en su propia villa para que sirva
de escarmiento a los vecinos de la población, y fuese desterrada.
Desde siempre el hombre ha
sentido la necesidad innata de desear el mal a sus enemigos, y de entre las
numerosas fórmulas empleadas para proyectarlo hacia otras personas, desde
tiempos ancestrales empleó el maleficio.
Maleficio es la proyección del
mal hacia otra persona a través del hechizo, y el hechizo es la práctica
supersticiosa por la cual se embelesan, suspenden o arrebatan las potencias del
hombre mediante el pacto habido con el demonio o ser supremo del mal.
Tanto hechizos como maleficios
son los actos característicos de la hechicería que se pueden practicar de muy
diferentes maneras, y a través de los cuales se puede privar a una persona de
la salud e incluso de la vida, según la creencia popular. Los hechizos y
maleficios más conocidos se hacen a través de ciertas prácticas, como la del
clásico muñeco de cera en cuyas partes más vulnerables se clavan agujas y
alfileres, para que a través de la magia repercutan los dolores en el miembro que
se quiere lacerar de la persona que se desee hechizar o embrujar.
Las manzanas han sido famosas
como elemento propagador de hechizos y brujerías, solo tenemos que acudir al
famoso cuento de Blancanieves y a los ejercicios maléficos de la bruja del
mismo, para darnos cuenta de que esta realidad algo de cierto tiene en todo
este mundo. Un ejemplo de ello lo vamos a conocer en nuestra siguiente
condenada, una mujer que vivía en Llerena y que hasta ella acudían personas de
pueblos como Trasierra a pedir curación para sus males.
María la Panda.
“Con fecha de 19 de marzo de 1784, la delató Fr. Francisco Bernardo de
Jarandilla, religioso franciscano descalzo en Llerena con referencia obtenida
de Manuela Mateos mujer de Francisco Santos vecinos del lugar de Trassierra.
Examinada dicha Manuela, de 34 años de edad, declara: que por la cuaresma del
dicho año de 1784 y estando enferma su madrastra Antonia Palanco con motivo de
creer que estaba hechizada, se valió su padre Francisco Mateos de una persona
que ignora, la que hubo de ver a ésta reo que vivía en Llerena. A la misma le
llevó una camisa de la enferma y vista por ella expresó, que padecía de
hechizos llevándose a la reo a casa de la enferma para curarla. Llamó a la
testigo y habiendo ido encontró allí a la reo a quién no conocía la testigo,
que admirada de su modo y soltura la preguntó como, ¿conocía que eran hechizos
y porque?, respondiéndole la reo: “porque yo lo se y son de muerte, y que sé
quién y como se lo hicieron en esta villa de Trassierra al pisar un poco de
agua vertida; y volviéndola a preguntar la testigo, ¿que porque y como lo
sabía?, dijo: “yo bien lo se porque me lo han enseñado”.
Que reparo en un momento que la rea tenía para curar a su madrastra,
unos pucheros de barro con ungüentos de color negro y unas bebidas en dos botes
que expresó ser para la dicha enferma. Y preguntándole la declarante que ¿como
hacía aquello?, respondió otra vez: “que ella curaba mediante Dios”,
respondiéndole, que no podía ser mediante Dios sino mediante pacto con el
Diablo y que eso no era bueno. Por lo dicho se alteró la reo y llamó al padre
de la testigo, diciéndole que la sofocaba la declarante y contestándole el
padre, que era su hija y que quería que asistiese a la curación de la enferma,
y que no tuviese cuidado porque lo supiese. La reo les dijo con amenazas: “que
ellos bien pueden saber, que si llegan a denunciarme yo padeceré, pero ustedes
todos han de padecer más que yo”.
Que se salió del cuarto la testigo creyendo, que la reo era una
embustera porque su madrastra se lo dijo. Que en otras ocasiones que estuvo
enferma y fue llamada la reo, ésta le untaba los ungüentos por los muslos de
las piernas y brazos, diciéndoles que el
mal lo echaría por las uñas de los pies. Que para dichos frotes ponía a la
enferma boca abajo diciendo algunas oraciones, para lo cual pedía una toalla o
paño que no hubiera servido; se ceñía con ella y después se la llevaba
diciendo, que la tenía que introducir en una esterquera: que también dijo a
dicha su madrastra, que en Llerena había muchas curas, y que había hecho una a
un clérigo que estaba ligado, y conociendo la reo el mal que padecía, le dio
por remedio pidiese una liga a fulana y que se la pusiese dicho clérigo, con lo
que al punto se sanó.
Que cuando se la halló presente la testigo en la cura de su madrastra,
pidió la reo un baño grande con ascuas donde puso unas semillas, cáscaras de
avellanas y yerbas que llevaba, y levantando a la enferma la ponía a que tomase
aquel humo, y que después la dio de las bebidas que llevaba tomando la dicha
reo antes de dárselas para que viese que no hacían mal, y que le dijo, que era
agua con raíces de berros. Que la reo iba y venía de noche para dichas curas,
porque decía, que no podía faltar de su casa toda la noche por tener visita de
cierto sujeto que indispensablemente la había de ver.
A instancia fiscal se examinó a Cristóbal Julián Caballero Maestro
flebotoviato en Trassierra, hombre de 46 años de edad, que por no haber en la
villa médico ni cirujano el visitaba a los enfermos de dicho lugar. Preguntado
si la dicha Polanco murió de enfermedad natural y cual, contesta, que la visitó
hasta su fallecimiento y que habiendo padecido primeramente un excirso en un
pecho se le cortó, y que restablecida de el le sobrevinieron unos dolores de
espaldas y riñones con fiebre continua. Que la visitaron, D. Francisco Pérez,
médico de Llerena y un químico de Villagarcia y que el declarante le
suministraba las medicinas.
Sacado extracto de lo ocurrido después de la sentencia, se calificó en
lo objetivo de supersticiosa de vana observancia, adivinación y embuste, y en
sujetivo: sospechosa de levi esta reo. El tribunal según lo pedido por el
Fiscal por auto de 7 de agosto de 1784, la votó a prisión en cárceles secretas
y que se la siguiese su causa hasta definitiva. Vista en el consejo en 2 de
febrero acordó se suspendiese por ahora.
Suspensa a estado hasta el 23 de julio de 1790, en que delató y declaró
en Llerena ante el Nuncio del tribunal que es D. Pedro Antonio Trejo conductor
del correo de Llerena a Zafra, de 36 años de edad, quién en descargo de su
conciencia dijo.
Examinado Juan Felipe de León de 38 años, Francisco Sánchez Trejo, María Benita
Cardenal y María Antonia Jaramillo, todos citados porque se encontraron
presentes en el lance de la cesta de manzanas que la reo en vio a Zafra por el
correo.
Juan Felipe de León declara, que hace años estando su madre mala de la
vista llamaron a la rea para que la curasen, y dijo que tenía hechizos y por
tal los curó; pero la puso peor, llevando al declarante un buen dinero.
Dice Francisco de Trejo, que fue quién recibió la cesta, y añade, que
la reo le dio dicha cesta de manzanas para que la entregase en Zafra a la
mesonera del mesón del Agua, y que pidiendo al testigo su cuñada la Jaramillo y María
Cardenal que las diera unas manzanitas, respondió el testigo, que no quería
porque le parecía que dichas manzanas eran compuestas para hacer mal por
habérselas entregado esta reo y tener muy mala fama”.
Toda una bruja de cuento de
Blancanieves. Nuestra próxima nefanda a conocer es natural de la villa de
Salorino en la provincia de Cáceres. Una mujer que se caracterizaba por sus
maleficios y a la que el pueblo conocía como la bruja y hechicera de la
población. Un personaje temido y liberal para la época que traía de cabeza
hasta al mismísimo cura de la población, quien actuará contra ella por su supersticioso
comportamiento.
Una “encantadora” mujer que
curaba en la hembra el famoso mal de madre, una clásica enfermedad que según la
creencia del momento, la misma se curaba con ensalmos y prácticas
supersticiosas; movimientos que consistía en una especie de histerismo que
padecían las mujeres a consecuencia de la obstrucción u opilación del flujo
menstrual.
María Guisada
“Año 1773. Llerena el Inquisidor Fiscal del Santo Oficio contra Maria
Guisada vecina de Salorino, mujer de Domingo Panadero, por prácticas
supersticiosas y maleficios.
En 15 de febrero de este año se recibió en el tribunal una carta de D.
Manuel de Silva párroco de Salorino, en virtud de la cual, a instancia fiscal
se libró comisión al comisario de Brozas para practicar las diligencias
correspondientes. Fueron admitidas el 20 de marzo de 1773 compareciendo el
delator. Se le preguntó si reconocía la carta, a lo que dijo que si, asegurando
que los motivos que tuvo para escribirla fue el velar por el bienestar de sus
feligreses. Y que entre ellos había un lobo carnicero (refiriéndose a la reo)
quien destruía su rebaño a cara descubierta, teniendo alborotado a todo el
pueblo con sus públicos amancebamientos, alcahueterías, hechicerías, y
supersticiones como constaba de la deposición de ocho testigos que cita y que
sucesivamente fueron llamados.
Compareció Catalina Corchado, moza soltera de 29 años de edad, quién
dice: que es público y notorio que la reo es hechicera; que habrá como diez
meses que estando enteramente sana la testigo le faltó su menstruo, y pidiendo
su remedio a la reo y prometiendo agasajarla, le respondió, -Anda que para
pasado mañana te bajará-; todo lo cual sucedió con tan solo rezar la reo unas oraciones
a unos santos de su devoción. Que fue continuando su mejoría por seis meses
mientras la tuvo agasajada, pero viendo que no podía soportar los gastos que le
causaba, se valió la declarante de otra vecina suya quién la dijo, -Que la reo
no la habría de curar porque cuando le quitase el agasajo de nuevo la dañaría.
Que si se hubiera valido de ella que ya estaría buena-; y añade la testigo: que
esta reo la había amenazado que se había de acordar de ella si la descubría,
porque aunque la llevasen a Llerena ella volvería antes que los mismos
conductores.
Domingo Labariegos, vecino del mismo pueblo, de 49 años de edad, dijo,
que es público que la reo es mujer amancebada, ramera, bruja, y hechicera, que
habiendo dado la reo a una persona unos ajos los cuales no quiso usar, los puso
en un rincón y a los ochos días los
encontró llenos de gusanos encarnados.
Que el verano pasado, riño un hijo del testigo con la reo y lo amenazó
que habría de acordarse de ella, y desde entonces se empezó a secar hasta
obligarle a ir hasta Alburquerque en donde una mujer llamada “La Preciada” le dijo, que la
causa de su mal eran hechizo que le habían hecho “La María de Salorino”; y que
haciéndole unas cruces en los brazos y estregándoles los mismos se quedó bueno.
María Gómez, de 24 años de edad dijo, que estando hace quince meses con
dolor de estomago y no encontrando remedio, pasó con Catalina Corchado para
Olivenza en el Reino de Portugal, en donde una mujer la dijo que lo que padecía
eran hechizos que le había dado una mujer de su pueblo cuyas señas concierne
con las de la reo. Y dice también, que ha oído decir de público, que cura todas
las enfermedades como el mal de ojo y a los ensortijados.
Domingo Gómez, de 25 años de edad, dijo de públicos delitos de esta
reo, y añade, que habiendo tenido una desazón con ella en este mes de marzo se
puso malo, de modo que a los tres días no pudo trabajar en su oficio de sastre.
Que habiendo estado la mujer del testigo con la reo, la dijo: “anda que ya hoy
no ha de tener novedad” y cuenta el testigo que ha oído decir a la reo, “que al
que ella le desee algún mal cuente que lo ha de conseguir”.
María Ramos, vecina de dicho lugar de Salorino, de 40 años de edad, fue
citada, declarando la misma: que ha oído decir que María Guisada cura de hechizos,
mal de ojo y otras enfermedades solo con rezar a unos santos de su devoción.
Que habiendo casado un hijo de la testigo estuvo ligado tres o cuatro veces, y
pidiendo a la reo lo desligase, la respondió: “que no la descubriera, que ella
rezaría a un santo para que le curase”, y efectivamente se vio libre. Añade que
habiéndose valido de la testigo Catalina Corchado para que la curase la reo,
ésta respondió, “que no podía, que si Catalina no la hubiera dado una mala
razón no se vería así”.
Catalina Chaparra, de 29 años de edad, dice, que teniendo un burro cojo
y que éste se iba secando de la cojera, se lo dijo a la reo, y que ésta con
solo unas oraciones lo puso bueno. También dice que liga a los casados tomando
de unos y otros lo que piden; cura de males de estomago y retenciones de
menstruos con solo rezar a los santos de su devoción, pero que solo lo hace
para los que le dan intereses y a los que no se pasan con su trabajo. Que
habiéndose empeñado la testigo con la reo para que curase a un hermano ofreciéndola
300 reales se mejoró, pero retardando la curación en el cuello por la
hinchazón, murió de los hechizos.
Y María Anastasia dijo, que la reo le llegó a proponer por tener ésta
varios hijos, que si quería podría hacer que muriesen varios niños.”
María Guisada, la bruja y
hechicera natural de Salorino. Una mujer que se caracterizó por sus múltiples
prácticas supersticiosas, y por las que era sobradamente conocida en su
entorno. Pero si María Guisada se ofreció para matar a estos niños hijos de
María Anastasia, otras dos mujeres gitanas, vecinas de Zafra, van a ser reos de
la Inquisición de Llerena por facilitar a Antonia de Robles suertes para matar
a su marido.
Antonia de Robles era una mujer
importante en la villa de Zafra que estaba casada, pero que había solicitado la
nulidad matrimonial sin conseguirlo. Esta realidad la llevó a recurrir a los
hechizos de nuestras dos siguientes convictas, dos gitanas que en ningún
momento fueron capaces de conseguir el propósito pedido.
La primera cíngara extremeña se
llamaba María Manuela, quien tratando de complacer a su nueva clienta le pidió
un huevo, una cazuela con agua y otras cosas, puso el derivado de la gallina en
agua fría diciéndole que si se cuajaba el huevo conseguiría su propósito.
Rompió el huevo, y al verlo cocido le dijo que esto era señal de que lograría
lo que quería.
Pero no sería cierto lo predicho
por la primera gitana cuando la cliente protagonista tuvo que recurrir a la
supersticiosa “sabiduría” de otra mujer calé llamada María de Saavedra, a la
que conoció cuando la cíngara fue a casa de Antonia de Robles a venderle unas
puntas de encaje. La señora Robles le dijo lo que a la anterior gitana: “que si
le daba alguna cosa para matar a su marido, ésta se lo pagaría”; contestándole
María de Saavedra, que haría las diligencias en unos quince días. Al ver que no
cumplía con lo que le había dicho, la señora la amenazó con denunciarla al
Santo Oficio, y la gitana, ante el temor a caer presa de tan siniestra
institución, le hizo una especie de ceremonia introduciendo un papel manchado
con sangre de vaca en un plato con agua, con lo que logró tranquilizarla. Le
dio también unos polvos para que zahumase la ropa del marido, y le dijo que con
ello caería muerto, aunque era peonía que había comprado en la botica; también
le rezó una especie de oración que decía lo siguiente.
“Me encomiendo a Jesucristo y a la madre que lo parió, a la ostia
consagrada y a la cruz en que murió”.
Embaucadores, cameladores y
engatusadores, fueron los agoreros movimientos de estas gitanas de Zafra,
falsas brujas que en ningún momento consiguieron sus objetivos de asesinar al
marido de la seguramente sufriente Antonia de Robles.
Un caso muy parecido al anterior,
donde el intento de asesinato estuvo presente en todo momento, es lo que se nos
revela y se expresa en el proceso de María Centeno, natural de Rivera,
y María Sánchez, mujer tenida por bruja en
Almendralejo. Los celos serán en todo momento los verdaderos protagonistas en
la vida de Maria Centeno, quien por su evidente terquedad ordenará a María
Sanchez, la bruja de Almendralejo, que le dé diferentes formulas para asesinar
a la mujer que quiere quitarle a su hombre amado y no conseguido.
María Centeno y María Sánchez
“Esta reo con fecha 21 de
septiembre de 1738, apareció en el tribunal de Llerena y pidió audiencia para
declarar diciendo: que encontrándose presa en la villa de Rivera de orden de la
justicia por suponer que la reo había matado a tres personas con hechizos, a
esta le abrieron causa. Presumiendo la
reo que el caso más bien pertenecía al Santo Oficio que a la justicia civil, se
escapo de la cárcel y vino a presentarse al Santo Oficio de la Inquisición de
Llerena para confesar que es lo que había pasado. Contó que en la villa de
Rivera había cinco hermanos que llaman los Zalameos, y que uno llamado José que
es presbítero, trató de casar a su hermano con Doña Inés Cabezas y que después
por motivos deshizo dicho tratado. La razón era que decidió casar a su otro
hermano llamado Alonso con la dicha Inés, por cuyo motivo andaban inquietos.
Tuvo noticias que le dio María la Rubia, que en Almendralejo estaba
María Sánchez que sabía curar de hechizos y que también sabía darlos, y que
podía ser la mujer que pudiese poner paz a dichos Zalameos. Consintiendo en
ello la reo, quedó de acuerdo con María la Rubia para que enviase un hijo suyo
de unos doce años con Catalina la Dura hasta Almendralejo, hasta donde fueron a
visitar a la dicha María Sánchez. Le dijeron a la suso dicha bruja de
Almendralejo, que le diese el remedio para parar las quimeras de los Zalameos,
contestándole María Sánchez, que si no observaba en persona a la que lo pide no
podía recetar el remedio por no tener satisfacción; pero que se fuesen con ella
hasta su casa que ella le daría el remedio. Dio a la reo unos polvos pardos y
le encargó que los arrojase en donde lo pisasen los Zalameos, y que una vez
pisados unos tendrían paz con otros, dándole la reo un real de a ocho. Que
ejecutó el derramar dichos polvos, y que le roció el cuello con los mismos a
los Zalameos, pero que el remedio no
surtió efecto. De nuevo la reo envió a Catalina la Dura con su hermanastra,
para que María Sánchez le diese un nuevo remedio llevándole una fanega de trigo
como forma de pago, la bruja de Almendralejo las despachó enviándole tres
manzanas, una para D. José, otra para D. Alonso para que aborreciese a Doña
Inés Cabezas trayendo estas dos manzanas un agujero, y la otra manzana era para
la reo sin agujero. Todos la comieron y no surtió efecto, mandando la reo
comunicarlo a María Sánchez diciéndole si la estaba engañando, y que si así era
que la desengañara y le dijese que D. Alonso se quería casar con Inés Cabezas.
La dijo dicha María Sánchez que fue hasta casa de la reo, que no se habría de
casar D. Alonso con la dicha Inés Sánchez sino con la reo, y para que lo viese
hizo un cerco con su dedo en un baño de agua, trajo un candil y puso tres gotas
de aceite en dicho barreño, diciendo María Sánchez que las gotas representaban
a uno de los tres, D. Alonso, Doña Inés y la reo, y que se fijase porque la
gota que representaba a D. Alonso se estaba acercando más a la reo y no a la de
Inés, señal de que se tendría que casar con la reo. La reo advirtió que cuando
María Sánchez ejecutó esto, estaba moviendo los labios como si rezase algo y que
mandó traer una vela de cuarterón para la que dio esta reo el dinero. Que hizo
de la vela tres pedazos con los que formó tres muñecos de cera a los que les
clavó alfileres en la cabeza, barriga y pecho y que dijo ser uno de ellos D.
José Zalameo, D. Luís Cabezas y su hermana Inés. Que todos tres muñecos los
entró en una olla y que se los dio a la reo, para que cuando llegase a su casa,
hiciese dicha reo una cueva en el suelo y los enterrase con la olla; y que de
cuando en cuando hincase los alfileres a dichos muñecos, con lo que conseguiría
la reo se muriese dicha Doña Inés Cabezas y su hermano, y que con D. José
Zalameo por lo menos perdería las amistades.
Para asegurarle a la reo lo dicho, María Sánchez confió un cedazo y
clavo en el aro unas tijeras, y cogiéndola por los anillos dijo, “cedacito, por
tu poder te pido que me digas la verdad”, diciéndole María Sánchez, que si se
movía era señal de que habría paz, y sino se mueve es que las quimeras
continuarían. María Sánchez le dijo a la reo, que para que ésta no discurriese
que ella movía el cedazo, le pidió que lo cogiese por uno de los anillos de las
tijeras, y que Catalina la Dura lo
hiciese por el otro, y que cuando María Sánchez comenzó a decir las palabras antes
dichas, dio el cedazo media vuelta.
Que la reo hizo con los muñecos lo que le dijo María Sánchez, los
enterró y los pico con los alfileres como cinco veces en varias ocasiones, y
que no surtió el efecto que deseaba; antes bien, dicho D. Alonso se caso con
Doña Inés, deshaciendo la reo los muñecos. Que después de algunos días llegó a
la puerta de la reo un ermitaño tío de la María Sánchez, y refiriéndole lo que
le había pasado con su sobrina, le dijo a la reo que su sobrina era una
embustera y que él iría hasta Almendralejo y que le traería otros polvos con
los que se recompondría todo. Se los
trajo y dijo a la reo, que se los tenía que poner en lo que había de comer Doña
Inés con lo que moriría, y que esto la reo no quiso ejecutarlo. Que la segunda
vez que fue la reo a por remedio, le dio María Sánchez unos polvos blancos para
que rociados en un bollo lo diese a comer a dichos Zalameos, y que aunque la
reo comiese de ellos no le haría mal. Que comieron los bollos los Zalameos y no
surtió efecto ni malo ni bueno. Que estando la reo en la cárcel le preguntó el
Regidor Decano de Almendralejo la causa de su prisión, y entendido lo
preguntado le dijo, que María Sánchez era una embustera y que por tal tenía
descasado a D. Fulano Jara por unos polvos que le había dado, y que por ello
era por lo que estaba presa.
La justicia tenía información de que D. Alonso Zalameo el día 24 de
octubre de 1737 (cerca de tres meses antes de la delación de la reo), se
querelló criminalmente contra la reo ante la justicia ordinaria de Rivera. La
Razón venía dada por el odio y mala voluntad que le tenía a el y a su mujer
Doña Inés Cabezas, para los que había solicitado maleficiarlos con hechizos
para que la aborreciese. Que dicha reo había pasado diferentes veces a
Almendralejo a buscar personas de este trato, y traído recetas y disposiciones
para sus depravados intentos de querer matar a Doña Inés su mujer; con lo que
concluyó pidiendo por la información recibida, se pusiese presa con embargos de
bienes y se le castigase por las penas en las que había incurrido.
La inquisición mandó se llamase a testigos que conociesen el caso,
siendo la primera en ser avisada para testificar María Sánchez de 44 años de edad, quién
declaro: que uno de los días del verano de 1737 pasó a la casa de esta testigo
esta reo en compañía de Catalina la Dura, y estando la reo y la testigo solas
en un cuarto la reo le dijo: que D. Alonso Zalameo le había dado palabra de
casamiento y que ya no se quería casar, por todo cual iba a por remedio hasta
la casa de la testigo a fin de que D. Alonso aborreciese a Doña Inés Cabezas
pues era con quién se quería casar, y que viendo lo insistente que era le dio
unos polvos que había hecho con tabaco pero que no estaban maleficiados.
Que también le dio en una segunda vez que vino diciendo que lo dado no
le había hecho efecto, azúcar y piedra blanca molida para que la pusiese sobre
un bollo y diese de comer a D. Alonso para que olvidase a Doña Inés.
La Inquisición también abrió sumaria contra María Sánchez por haber
colaborado con la reo en intentar asesinar a D. Inés y a D. José Zalamea,
apareciendo en diferentes informes emitidos desde Almendralejo, que María
Sánchez, había sido denunciada por
supersticiones y por curandera de hechizos, una en el año 1712, otra en 1733 y
otra en 1734.
Dado a calificar los informes emitidos, la Inquisición ve herejía
formal en todo lo expuesto, en primer lugar por desarrollar maleficios
amatorios, y aunque los polvos fuesen inútiles para el deseado efecto, el hecho
demostraba que era una persona que había hecho pacto con el demonio cuando hizo
lo del cedazo, y que además era un acto de superstición heretical por haber
nombrado el nombre de San Pedro y de San Juan.”
La causa que conoceremos a
continuación nos pone de manifiesto la cruda realidad que les tocó vivir a
muchas mujeres extremeñas que quedaban embarazadas sin estar casadas, y que por
tal motivo, muchas de ellas, se vieron rechazadas y humilladas por su propio
vecindario. La mujer que conoceremos es natural de Medellín, la misma, se va a
ver rechazada por su marido por encontrarse embarazada supuestamente de otro.
Desesperada ante la realidad y el manifiesto escándalo que hay en la población
por su situación, María de la Concepción, necesita urgentemente que alguna
bruja haga que su marido regrese con ella y, si no se consigue, que le dé algo
para matarle. Pero lo que desearía sería que éste, al menos, estuviese con ella
una noche para paliar las murmuraciones y las patrañas que sobre ella se
estaban vertiendo, de lo contrario su situación pasaría a ser la de una mujer
adúltera y ramera. Esto es lo que dice de ella su proceso inquisitorial.
María Concepción de la Puente
“El Fiscal de Llerena a Doña María Concepción de la Puente, vecina de
Medellín por varios excesos.
Que delatada el 10 de abril de 1817 por Benito Romo Personero, natural
y vecino de Medellín, y por motivos que
resultan del expediente de divorcio que se seguía en la Curia
eclesiástica de Plasencia contra su marido D. Rodrigo Alonso Cimbreño por no
querer seguir casado con su mujer, ésta se había valido de una mujer tenida por
hechicera para hacer daño a su marido. Reconocida la delación, se dio orden al
comisario de Plasencia para que sacase testimonio de lo que resultare del
referido expediente de divorcio resultando lo que sigue.
Que en 4 de julio de 1815 declaró D. Antonio González Bulnes, testigo
presentado por D. Rodrigo Alonso Cimbreño, de que había oído a un tal
Cabanillas vecino de Alcollarin, que Doña María Concepción de la Puente había
solicitado o hablado a dos mujeres de las que se decían que eran brujas, para
poder matar con ellas a su marido.
Que examinado Francisco Cabanillas dijo haberle contado su mujer
Gregoria González: que ella y una tal Ursula habían sido llamadas por la dicha
María en concepto de que eran brujas, para que le diese un veneno para matar a
su marido hijos a su cuñado el de la Oliva, y que ambas la habían contradicho
retirándose avergonzadas y escandalizadas.
Que examinada Ursula Fernández dijo: que un día fue llamada por la
criada de Doña María para que se fuese a hilar a su casa, que fue y la dijo
aquella que se fuese con su hermana Josefa al trastero y que les pagaría bien
si la diere algún remedio para matar a su marido. Que la testigo se sorprendió
y dijo a la dicha María que eso eran cosas de brujas y que como pensaba tan mal
de ellas, con lo cual se salió de la casa quedándose aquella diciendo: “válgame
Dios que no ha de haber quién me de remedio para matar aquel demonio”, y que
todo esto lo vio la testigo.
Matías Bordillo declaró: que la dicha María Concepción se valía de mujerzuelas
notadas de brujas o embusteras, y que el testigo había visto en el año de 1815 a una mujer venida de
Miajadas con mucho bello en su rostro y con bigote, y que le informó la misma
reo que la había traído para que con sus fechorías hiciese que su marido
estuviese con ella una noche, pues se encontraba embarazada con escándalo.
Que Juan Rodríguez había oído a las criadas de Doña María, que
encontrándose ésta embarazada del niño que en aquella época le vivía, había
enviado a buscar con un criado suyo a una mujer de Miajadas tenida por bruja
para que hiciese embrujos a fin de que su marido estuviese con ella una noche.
Y que en efecto, vino la dicha la mujer, y una de las cosas que le mandó traer
de la botica fue azafrán rumino.
Recibido en el tribunal este testimonio se mandaron rehacer todas las
diligencias a instancia del fiscal, y no fueron examinados por no haber notario
de residencia y vecindad en Medellín.
La Inquisición determina, que se le de una fuerte reprensión por el
comisionado del Santo Oficio a Antonia la Partera, que es la mujer de Miajadas,
por embustera y estafadora y por demostrar tener tintes de bruja. Y que la
misma reprensión se le de a Doña María Concepción, por valerse de semejantes
medios supersticiosos para encubrir delitos y otros fines perversos y
criminales. Así lo acordó el tribunal por auto de 29 del propio mes y año.”
En el siguiente proceso
inquisitorial contra una mujer extremeña por prácticas supersticiosas, nos
vamos a encontrar con un enfrentamiento de opiniones dentro del seno de la
Inquisición de Llerena. Por un lado quienes ven en Francisca la Rubia, natural
de Jerez de los Caballeros, a una bruja que hace pacto explícito e implícito
con el diablo, y quienes ven simplemente a una pobre mujer que trata de ganarse
la vida con estos menesteres. Curioso el expediente de esta jerezana conocida
en su población como la “Chaparra”.
Francisca la Rubia, alias La Chaparra
“Mujer vecina de Jerez de los Caballeros, fue condenada por curativas
supersticiosas, y presa en las cárceles secretas del Santo Oficio por delación
que tuvo principio en el año 1786. La primera testigo que la delata es Isabel
María Hernández, viuda de 45 años de edad, quién dice ante la Inquisición: que
por motivo de la fama de curandera que tiene la rea y que cura públicamente de
hechizos jactándose de ello, fue la testigo a su casa para que curase a Mariana
Najarra, a quién la condenada había visto y que le anunció que el mal que
padecía eran hechizos. La Chaparra le dio varios ungüentos, polvos y bebidas,
expresándole la misma, que los hechizos se los había dado Juana la Perrona,
explicando, que los motivos habían sido porque la había pretendido Andrés el
Cojo, que también era del arte.
Una noche fue a casa de la detenida y la encontró en la candela quemando
un sapo grande, y que la dijo, que era para curar a la Najarra. También le
contó, que había curado a Pedro Espejo, pero como los hechizos que tenían eran
de muerte no pudo hacer nada, lo que contó a la testigo María Boza, prima del
dicho espejo. También declara esta primera testigo, que la Chaparra curó de
hechizos a Manuela Mejía y a otras personas.
Otros testigos como Andrés Espejo y Román Espejo padre y hermano de
Pedro Espejo, María Boza prima y Teresa Gallega, todos vecinos de Jerez y
mayores de 25 años contestan: que es cierto que estuvo enfermo dicho Pedro
Espejo aunque los médicos nunca le encontraron frío ni calentura, pero habiéndose
postrado el enfermo, la rea entró y dijo que lo que tenía eran hechizos y que
ella ya no podía hacer nada porque eran de muerte y que se los habían dado
entre dos, esto es, entre la “muchachota” o “mocetona” y otra su ama. Que
habiendo oído el padre que en Fregenal estaba Manuel Aranda, envió a uno de sus
hijos con un camisón del enfermo para que dicho curandero curase a su hermano,
diciéndole Manuel Aranda: que observase si dicho enfermo echaba sangre por el
posadero, y si así era, el enfermo no tendría remedio, pero sino, que volviese,
que le daría remedio para curar los hechizos que padecía, y que llevase 60 o 70
reales.
Que es público en Jerez, que la Chaparra y otras hechiceras tienen
atemorizada a toda la población, que cura a toda persona que le pide remedio,
que adivina el porvenir y que se valen de ella para encontrar cosas perdidas.
Manuela Mejía de la misma vecindad, casada, de 45 años de edad,
contesta reconvenida en lo que es citada, de que padeciendo dolores de cabezas
que le hacían perder el sentido muchas veces, se valió de esta mujer para que
le quitase los dichos dolores, diciéndole Francisca la Rubia, que lo que tenía
eran hechizos y que le demostraría quién se los había dado en un baño de agua
hilando. Que de los hechizos que le habían dado jamás curaría, porque la
persona que se los había dado, había hecho ánimo para que nadie los pudiese
curar, pero que viviría con ellos como la gallina vive con su pepita. Que
durante las curaciones que le hizo, la misma le dio diferentes ungüentos,
polvos, sahumerios y aguas, haciendo al tiempo de la luna llena muchos
movimientos y admiraciones. Que la testigo ha presenciado diferentes curas que
ha hecho a otras personas, y en especial, a un ciego que vive en Burguillo, y
que a todos llevaba buenas porciones de dinero, amenazándola, si revelaba las
curaciones.
María la Rubia fue advertida por el cura de Jerez de que no siguiese
actuando de la forma que lo hacía, porque de lo contrario, en breve podría caer
la Santa Inquisición sobre ella por las curativas supersticiosas que hacía, sus
engaños y sus detestables consejos maléficos que daba.
A instancia Fiscal, se mando sacar calificación de los hechos
supersticiosos de Francisca la Rubia, diciendo el Padre Arias Caldera de la
detenida: que es mujer supersticiosa y que tiene pacto implícito y explícito
con el demonio, además se le acusa de haber cometido sacrilegio con la forma
consagrada, teniendo a la Chaparra en primer lugar como sospechosa de levi y
por lo segundo por sospechosa de vehementi.
El Padre Sánchez Poleo dice: que la detenida no hace pacto explicito ni
implícito con el demonio, sino que es simplemente una mujer supersticiosa, que
se gana la vida con embustes, enredos, dispuestos únicamente para sacar dinero
de ellos.
El Fiscal puso la clamorosa y el tribunal por auto de junio último la
voto a prisión en cárceles secretas con embargos de bienes, y que se le siga
causa hasta la definitiva tomándosele declaración el día 23 de agosto. Bajo
juramento declaró llamarse Francisca Díaz La Rubia, casada de segunda con Juan
Márquez Perdigón, de 42 años de edad y natural de Jerez de los Caballeros, que
siempre se ha ocupado de tejer, coser, lavar y tener oficios propios de su
sexo. Declaró su genealogía todas de cristianos viejos naturales de estos
reinos. Que nunca ha sido castigada ni condenada por el Santo Oficio, que
cumple con los preceptos de la Iglesia, que escucha misa diariamente y que
comulga cada ocho días, especialmente de tres años a esta parte en que hizo una
confesión general con el cura párroco de la Iglesia Santa Catalina, y que se
encuentra instruida en la doctrina cristiana regularmente.
La Inquisición ante la división de pareceres de los dos calificadores,
decide que la sumaria la califique el Consejo de la Inquisición a quién se
elevo la misma, de momento y hasta que lo resuelva el Consejo del Santo Oficio,
la rea queda en las cárceles secretas de la Inquisición a espera de resolución
sumarial.”
Nuestra siguiente bruja malvada y
descarada es natural de Siruela, llamada María de Lares, era temida en la
población por todo el vecindario por los males que causaba. Una verdadera
amante del mal, mujer rencorosa, y servil vasalla de lo satánico y diabólico en
tierras de la Siberia extremeña. La bruja de Siruela entra en escena, y con
ella,
arrastrados por sus maléficas
acciones, algunos vecinos de dicha población que sufrieron en sus carnes la
dentellada luciferina de Maria de Lares. En este caso, la encargada de
condenarle no va a ser la Inquisición de Llerena, sino la de Toledo, por
pertenecer dicha población, religiosamente hablando, al Obispado de Toledo.
Maria de Lares, la
Bruja de Siruela
“María de Lares vecina de Siruela de 50 años de edad, de oficio
costurera, es mujer hechicera, sortílega supersticiosa, embustera y adivina
enseñándolo y persuadiéndolo con diabólicas supersticiones y detestables
maleficios, teniendo pacto implícito y explícito con el demonio, pasándose a
darle culto y veneración e induciendo a
otros a ello en que había cometido gravísimos delitos dignos de severo castigo.
En la villa de Siruela a 21 del mes de julio de 1701, por la mañana y
como ahora de las diez del día, ante el Sr. D. Bartolomé García Cuadrado, presbítero Comisario del Santo
Oficio, pareció habiendo precedido las circunstancias del auto antecedente,
Siendo avisada Catalina de Soto vecina y natural de esta villa, mujer de Félix
Calderón, de oficio labrador de 29 años poco más o menos; la cual para descargo
de su conciencia dijo, que denuncia a María de Lares vecina de esta villa y
mujer de Juan Merino, de que tuvo diferencias con la Lares por un rosario que
había perdido la dicha hechicera. Ésta dijo a la que declara, que ella tenía el
dicho rosario, y porque no le dio el rosario que no tenía, se la juró
poniéndose el dedo en la nariz y diciéndole a la declarante, que se la habría
de pagar, y que mientras viviera tendría reliquias de su mano, todo lo cual fue
en la ocasión que la declarante se encontraba preñada. Declara, que luego como
se lo juró sintió que la criatura se hizo un nudo en el vientre subiéndose al
ombligo. Cuando la declarante le tocó parir la criatura, la misma salió echando
sangre por los ojos, los oídos, la boca y por el intestino. Que llegó a
bautizarse, aunque antes de echarle el agua se quedó como muerto, por lo que
hubo suspensión del bautismo hasta que volviese en si, pero aquella noche
murió. Que cuando dijo las dichas palabras referidas María de Lares, se
encontraron presente Ana Camacho vecina de esta villa y mujer de Pedro Díaz
ambos vecinos de Siruela; y que declara
ha padecido muchos achaques de la cabeza y vientre, y además ha padecido mucho
con su marido por haber sido maltratada de palabra y obra continuamente, pues
no ha tenido ni una hora de paz. De tal modo que le ha dicho muchas veces que
la aborrece y que se vaya de su casa, y que cree la declarante que es a
consecuencia de las maldades lanzadas por Maria de Lares.
Que se encuentra sin fuerza y harta de padecer, y que le dijo a su
marido que su enfermedad y el aborrecimiento que sentía era porque le habían
hecho daño la hechicera de Siruela María de Lares; y que el marido determinó
llevarla a la villa de Santi Espiritu donde tenía noticia que había una mujer
que curaba de hechizos, y que la que declara fue curada hace dos años por esta
hechicera que se llama Isabel y que no sabe su apellido. Que la hechicera de
Santi Espiritu le dijo, que no enojase más a la dicha María de Lares porque la
podría hacer daño mortal, y que ella misma iría hablar con ella para que la
curase definitivamente. La declarante comentó que sino la dejaba en paz se lo
contaría al comisario y a la
Inquisición, diciéndole la mujer de Santi Espiritu que ella
misma iría hablar con ella.
Que un día del mes de abril se presentó María de Lares batiendo en la
puerta de su casa, y que al abrir la puerta ésta le dijo que venía a curarla y
que la dejase pasar. También le dijo que cerrase la puerta, y una vez cerrada
esta la curó, y que la dijo que antes de
un año pariría y que si ella no la curaba que nunca podría parir, porque la
madre la tenía juntas (señalando con el puño cerrado) y que ya quedaba curada y
que no le dijese nada a nadie; y que María de Lares vivía en la calle que
llaman de la horca.
Que otro día que vino a la villa de Siruela Isabel la hechicera de
Santi Espiritu, fue a su casa y le dijo a la declarante, que había venido a
curar a Pedro Seco que estaba hechizado de muerte, pero que por más que lo
intentó no pudo curarle, el cual según la declarante murió a los pocos días por
haber sido hechizado por María de Lares. Que ésta al pasar un día por la puerta
del enfermo, le preguntó a cierta persona que como estaba, respondiéndole que
muy mal, y que ella le contestó que no se preocupase que lo podría curar, pero
que si no lo hacía era por culpa de la bellaca de su madre que la tiene
deshonrada por toda Siruela.
Asimismo declara, que comunicando en el mes de abril esto que lleva
dicho con María Ramírez vecina de esta villa y mujer de Juan Pizarro Garrido,
ésta le contó que la primera niña que tuvieron se puso mala y que no había
manera de hacerla mamar, porque perdió el paladar para el pecho de su madre,
pero que de otras mujeres mamaba y que tenía presunción de que María de Lares
fuese la causa. El motivo fue porque María de Lares estuvo en la casa de María Ramírez con un niño para que le
diese el pecho, y que se lo dio; y que otro día se presentó con el mismo niño
para que le diese el pecho, y que la
dicha María Ramírez le dijo, que no podía porque estaba ocupada en cosas de su
casa y que volviese luego, y que dicha María de Lares se marchó enojada y desde
entonces su niña no quiso más tomar su pecho y que se fue secando, y por
remedio que hizo María de Lares de nuevo le volvió a salir leche del pecho.
Que también sabe que la
Isabel de Santi Espiritu había venido a Siruela a curar a
Juan Nieto Salazar, vecino de Siruela, de oficio labrador del mal que la María de Lares le había
hecho, y que sino le hubiera curado se hubiera muerto.
Fue condenada en la sala de la audiencia a que abjure de levi, sea
advertida y conminada de que no siga usando de curaciones, se le den 200
azotes, sea desterrada de la villa de Siruela, villa de Madrid y de Toledo por
tiempo de dos años, el primero preciso y el segundo a voluntad de este
tribunal”.
Esta misma mujer volvió a ser condenada en el año 1717 por seguir con sus
prácticas supersticiosas.
Poderoso el temor influido en los
vecinos de Siruela por Maria de Lares, pero no era la única aliada de Satán en
tierras de la Siberia Extremeña. Muy cerca de Siruela, en Puebla de Alcocer,
Esparragosa y Talarrubias, existieron bastantes personas que se dedicaban a la
práctica de movimientos supersticiosos, aunque no tan malvados como los de la anterior
condenada.
Procesos de fe de
Isabel Fernández vecina de Esparragosa, de María Gómez y de Catalina Sánchez,
portuguesa y de oficio comadre, vecinas de Puebla de Alcocer, y de otras
personas de la villa de Talarrubias por hechicería.
“En 22 de agosto de 1617, en la villa de Puebla de Alcocer y ante mí el
Doctor D. Pedro de Rua Palencia, Comisario de este Santo Oficio, pareció sin
ser llamada Beatriz González, mujer de Jun Cani vecino del lugar de
Talarrubias; quién habiendo hecho el juramento dijo: “que para descargo de su
conciencia, declaraba que hará como un año antes de la cuaresma y teniendo a
una hija suya enferma del mal de la cojera, tuvo noticias de que Elvira Díaz
mujer de Lorenzo García, comadre vecina del dicho lugar de Talarrubias, curaba
de la dicha enfermedad. Le pidió curase a la dicha su hija, diciéndole la
acusada: “que la llevase a su casa”, y que esta declarante lo hizo, y que la
dicha la curó, primero echando en una taza de agua tres gotas de aceite y poniendo
sobre la cabeza de la enferma la taza con las tres gotas de aceite, las mismas
se hundieron y que no le escuchó palabra alguna. Luego la sahumó con ruda, unos
granos de culantro, una cabeza de perro y que tampoco le oyó palabra alguna,
pero que de momento su hija quedó un poco mejor y que lo que hizo le parece
cura extraordinaria y no muy segura, y que para descargo de su conciencia lo
declara.
También declara, que estando su marido malo de la del monte, le cortó
dicha enfermedad Iñigo de Vallejo, barbero de dicho lugar, y que esto lo hizo
por tres veces.
La testigo también declara, que habiéndole sucedido muchas veces malos
partos, tuvo noticias de que Catalina Rodríguez, portuguesa, comadre en esta
dicha villa, sabía mucho de los achaques y que fue a curarse con ella. Que lo
que hacía era, que había que llevarle una muchacha que se llamase María y que
trajese una espada usada de hierro, y que dicha espada se la pasó a ésta
declarante tres veces por la cabeza y pareciéndole sospechoso el ritual y por
descargo de su conciencia lo declara.
En la villa de la
Puebla de Alcocer en 23 días del mes de agosto de 1617, ante
mí el Doctor Pedro de Roa y Palencia comisario de este Santo Oficio, apareció
sin ser llamado Francisco Sánchez, quién declaró: “que habrá dos años poco más
o menos, que habiéndosele perdido unos borregos y un borrico en otra ocasión y
teniendo noticia que encomendaba lo que se perdía Ana Díaz mujer de Pedro
Hernández de los Pecos, pastor, envió con un criado suyo a que se los
encomendase, y que respondió que sí lo haría. Que era muy oído en la villa, que
los que encomendaban utilizaban a mancebas de abades y estrellas, y otros con
oraciones de Dios nuestro Señor, y que alguna mujer como María Gómez, alza los
brazos teniendo cañas en las manos.
En la villa de Puebla de Alcocer, a 21 días del mes de agosto de 1617,
apareció a declarar Iñigo de Vallejo, quién dijo que el pregonero viejo de
Talarrubias sabia curar la del monte, por otro nombre conocida como el mal de
la Rosa Isipula (erisipela), y que la oración que rezaba el pregonero era la
siguiente.
“Esta rosa que en fulano está, la maldigo y maldígala Jesucristo, que
Santa Maria madre te abata y te hunda, malditote por rosa albar, que Dios te abata y te eche a la mar, dime rosa
maldita, ¿por donde fuiste aquí venida?, dime rosa malvada, ¿por donde fuiste
aquí allegada? Con este cuentillo la raíz se cortará y a la mar honda te
echara, donde no canta gallo ni gallina, que por el mar pase Santa María, San
Antonio, Jesucristo y San Juan, y así te pido mi Jesús, que me sea servido de
desarraigar de aquí este mal hundiéndolo en la mar”.
Mientras decía esta oración, había de tener un cuchillo en la mano para
cortar la dicha rosa, del cual modo dijo ha usado para curar cuatro o cinco
veces.
Pero si nuestros anteriores
delatados curaban la erisipela y la cojera y los beneficiados de sus embustes los
denunciaban por los mismos, nuestra siguiente seguidora y apóstol de lo
satánico, mágico y supersticioso, arrastraba hasta sus dominios a infinidades
de personas que buscaban la curación de algún miembro de su familia. Una
hechicera muy conocida en todo el entorno de Zafra, que supo aprovecharse de su
enigmática y rural sabiduría para poder obtener un medio de vida lo
suficientemente rentable, en momentos donde lo que más se observaba era la dureza
de la longeva y siempre legendaria pobreza.
J. Antonia la Morena
“Tuvo principio por declaración voluntaria, que sin ser llamada, hizo
ante el Comisario de la villa de los Santos el 11 de noviembre de 1773 María
Montaño, viuda de edad de 34 años, la cual por descargo de su conciencia
denunció: que teniendo haría un año a su marido enfermo de mucho tiempo y sin
que los médicos pudiesen curarle por más medicinas que le aplicaron, dijo a la
testigo su cuñada María San Pedro, que si acaso padeciese maleficio que podía
acudir a esta reo que sabía curarlos; que con efecto pasaron a Zafra las dos
llevando unos calzones del enfermo, y habiendo informado a la reo del estado de
aquel y preguntado si tenía remedio, respondió que le tenía y que sanaría.
La reo les dijo que volviesen al día siguiente llevando cuatro pesos
duros, y que habiendo vuelto al día siguiente hasta la casa de la reo, la misma
le dio como cuartilla y media de un agua verdosa para que la bebiese el
enfermo, determinadamente tres veces: que la bebió solamente dos veces, pues le causo tales cursos que no se atrevió
a más. Que la testigo volvió con esta novedad a la reo, y que esta le dio un
aceite o pringue frito con yerbas de su corral para que le untase el vientre,
pero que no surtió efecto. Que la testigo le preguntó, cual era la enfermedad
de su marido, contestándole la reo, que lo que tenia eran hechizos y que quién
se los había hecho era alguien que tenía colmillo, pues tiene en el vientre un
perro con cencerro, y que yo soy la que he de curar a su marido. Que siempre
que la denunciante iba a ver a la reo, siempre le llevaba ya la peseta, ya dos
reales, y que una vez le dio como una medalla que no tenía cruz ni imagen
alguna, y que también le llevo una aceitunas sin adobar para que con ellas
untase el vientre de su esposo y que sobre la unción pusiese la medalla; que
así lo hizo la testigo y que le devolvió la medalla porque así lo convino con
la reo. Y que últimamente, y después de haberla sacado el dinero, murió su marido.
Otra testigo llamada Ana Martín, de 50 años de edad, casada, dice: que
un hijo suyo estuvo muy enfermo del Padrejón sin poderse manejar, y por decirle
varios sujetos se valiese de esta reo para poder curarle, acudió a hasta ella,
y que le mandó para que tomase su hijo, lo mismo que le dio al marido de la
antecedente. Que se comenta en Zafra que la reo cura naturalmente de de mal de
ojo, del mal de madre y del Pedrejón, y que comúnmente esta tenida por bruja y
hechicera.
Otra testigo llamada Maria Oguete dice, que la rea para curar de
hechizos a un familiar de la declarante, mandó hacer sahumerios con hojas de
laurel, un poco de romero y cilantro.
Ante estos hechos la
Inquisición llamó a Antonia la Morena para que fuese
gravemente reprendida, y a la que se le dijo, que no volviese a practicar la
estafa y los embustes contra vecinos de la villa pues sería castigada con mayor
rigor. Así lo practico el Comisario el 14 de marzo de 1774, quedando la reo muy
agradecida a la piedad del tribunal y ofreció la enmienda.
Examinado Juan Esteban Hidalgo, vecino de Valencia del Ventoso, de 50
años de edad, marido que fue de la difunta María Carbaja que padecía hechizos,
éste fue hasta Zafra a visitar la casa de Antonia la Morena a la que llevó una
capa de su mujer, ya que sabía por comentarios de vecinos, que si se le llevaba
una prenda de vestir de la hechizada, Antonia la Morena podía curarla a
distancia. Dice que le dio para que curase su mujer, una bebida bastante negra
por la que pagó 24 reales, que a la tercera jícara que tomó de ella, la excitó
un vomito tan fuerte que murió en él. Se le preguntó al testigo, si dicha reo
usaba cosas sagradas para hacer dichas curaciones y medicinas, contestando, que
como no vio hacer dicha medicina no sabe si usaba de las cosas que se le
preguntan, pero que es cierto, le aseguró la reo, que a las tres tomas había de
surtir el efecto deseado.
Examinada Juana Cachera de edad de 39 años, cuñada de dicha María
Carbaja, cuenta que la reo le dijo al marido, que el pajar estaba muy cascado, que
siempre que pudiera resistir la medicina, a las tres tomas arrojaría los
hechizos. Que para componer dicha medicina, la reo y otra mujer que la
acompañaba llamada Manuela Gil, mandaron a la declarante y al marido de la
enferma que se saliesen fuera, no sabiendo si utilizaron palabras o cosas
sagradas en la composición. Lo que si escuchó a la reo decir a Manuela Gil,
fueron las siguientes palabras: si hay por allá pleitos, yo los gano, si hay
hechizos, los curo, si hay hígados dañados yo los sanos, y si hay mozas que
quieran abortar, yo tengo remedio: añade también, que a más del agua referida,
les dio la reo un parche para el ombligo de la enferma, el cual se había de
poner en cosa colorada. Que habiéndola preguntado quién le había dado los
hechizos a la enferma, la reo respondió, que quién se los había dado llevaba
muleta. La reo le dijo que la enferma que vomitaría, y que el vomito sería
negro y como arena lo que arrojara.
La reo según varios testigos, para curar ciertos hechizos cometidos por
otras brujas, mandaba pusiesen un muñeco de cera que ella previamente había
preparado, muñeco que tendrían que lanzar a la lumbre y esperar a que el mismo
explotase durante su quema, si estallaba era señal de que los hechizos o el mal
que le hubiesen hecho desaparecería al instante, de lo contrario si no
explotaba, los hechizos continuaban en dicho paciente.
También es acusada en Puebla de Sancho Pérez, de haber sacado
cantidades importantes de dinero con sus embustes y patrañas a varios vecinos
de la villa.
Los calificadores del Santo Oficio censuraron sus dichos y hechos de
supersticiosos, sortílegos y maléficos, pues para lograr sus fines la reo se
valía de medios que no tenían conexión con el efecto. También la acusan por
testimonios de varios testigos, que la reo en Zafra es bruja maestra ya que
enseña a otras personas como hacerlo, que hace pacto explícito con el demonio y
que tenía un lazo atado entre ella y el demonio mientras viviese. Que cuando
profesaba culto al diablo, le besaba y profería proposiciones de idolatría y
apostasía. Se voto a prisión en cárceles secretas con embargos de bienes, no
pudiendo comparecer hasta el día 10 de julio por estar enferma y embarazada.
Habiéndose advertido del estado en que se encontraba y pronto dispuesta a
parir, se la sacó de la cárcel secreta y se la llevó hasta una de las
habitaciones del teniente de Alcalde, ordenándose tener con ella caridad por su
situación y hacer todo lo conveniente. Con fecha 8 de noviembre avisó dicho
teniente Alcalde, que en aquella fecha había dado a luz una niña y que se llevó
a la parroquia para que fuese bautizada solemnemente, sin expresar en la
partida la circunstancia de encontrarse su madre presa en el Santo Oficio.
Restablecida la reo según el dictamen del médico, fue vuelta a las
cárceles en compañía de su hija, pero cierto día, el Alcalde de cárceles
anunció, que la prisión en que se encontraba la reo estaba inundada y que sería
necesario por su salud y la de la niña que se trasladase a otro lugar,
dictaminando la Inquisición fuese de nuevo hasta la casa del Alcalde.
Siendo preguntada la reo en audiencia por todas las acusaciones que se
le imputan, esta dijo, que todo cuanto había practicado eran embustes y
engaños, y que ni sabe de hechizos ni curarlos, que nunca ha tenido pacto con
el demonio, y que los polvos y demás medicinas que ha usado para sus embustes
eran todos naturales. Que es cierto que ha dado varias unturas diciendo eran
para curar hechizos, y que ha usado en su aplicación cruces e invocado a la
Virgen del Carmen, que el muñeco expresado era uno de los que usan las
muchachas para su diversión, al que le ponía pólvora y azufre y cuando se
lanzaba al fuego estallaba y causaba estruendo, diciéndole a la cliente que eso
que estallaba eran los hechizos que se habían destruido”.
Hasta el momento hemos vistos
distintos conjuros desarrollados por las amantes de lo prohibido, pero
prácticamente no hemos visto la presencia de los típicos animales que las
hechiceras y hechiceros solían utilizar en sus practicas nigromantes. Tan solo
hemos observado el famoso gato negro de “la Lindica”, la bruja de La Haba que
enterró en una maceta, con tan mala suerte, que el tiesto se le rompió quedando
al descubierto las patas negras del felino.
Un gallo, una gallina negra o un
gato negro, solían determinar la transformación de estos hogareños animales en
seres verdaderamente dignos de pasar a formar parte de algún supersticioso
filtro o conjuro. Algunos animales han seguido disfrutando hasta nuestros días
de esta desagradable reputación, la cual les convertía, con cierta frecuencia,
en las víctimas de las frustraciones amorosas de todo tipo de personas. Este
sería el caso del pobre sapo, del que se debió hacer un enorme consumo para
estas cuestiones durante el Antiguo Régimen. Tema interesante dentro del mundo
de lo mágico y misterioso que vamos a tratar en nuestro siguiente capítulo.
Conoceremos a hombres y mujeres extremeños que utilizaron animales, o miembros
de los mismos, con fines curativos, bien para ligar o desligar algún amor
consagrado o, como en muchos casos, romperlo.