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domingo, 25 de agosto de 2019




Los primeros extremeños en el infierno de Mauthausen






Los primeros extremeños que pisarán Mauthausen serán seis hombres que se encontraban detenidos en el stalag o prisión VII-A de Moosburg en Alemania. Con fecha 6 de agosto de 1940, llegarán un total de 398 españoles de diferentes territorios, y entre ellos, nuestros siguientes protagonistas.

Con 38 años de edad pisa Mauthausen Antonio Vera Expósito, natural de Azuaga (Badajoz), a quién en la prisión Moosburg le habían dado el número de prisionero 40703. Al llegar al campo austriaco, le van a dar el número de matrícula 3377, este extremeño duró un año y dos meses en el campo del infierno, ya que falleció el 31 de octubre de 1941.[1]

Junto a nuestro anterior prisionero llegó en el mismo tren venido de Moosburg, su paisano Juan Chavero Zapata, un joven de 23 años, vecino de Azuaga, y al que le pusieron en Mauthausen el número de matrícula 3277.[2] Este joven extremeño, supo campear la situación en lugar tan terrible para la vida, y gritar con puño en alto el agradecido canto en favor de su liberación. Su experiencia le marcaría de por vida. Su lucha en favor de que se conociese lo ocurrido en el campo de exterminio, sería un reto permanente como en el resto de liberados españoles.

Este extremeño fue testigo de los crueles castigos recibidos por parte de los hombres de la SS y de la muerte de miles de compatriotas en tan siniestros e inicuos espacios; aunque la superficie más mortífera era el subcampo de Gusen.


Mauthausen era la central administrativa de todos los comandos exteriores repartidos por Austria. Estaba situado a 5 km. de Mauthausen y los españoles participaron en el inicio en su construcción. Las condiciones higiénicas eran malas y las laborales aun peores que en Mauthausen. Ser transferido a Gusen era como una pena de muerte, seleccionando para ello, a los más debilitados para ello. Fue probablemente aquí, donde se hicieron los primeros ensayos del tristemente célebre Ciklon B, y donde utilizaron el camión fantasma para gasear con monóxido de carbono a los hombres que transferían desde el campo principal hasta Gusen.

En las mismas fechas que nuestro anterior protagonista, 6 de agosto de 1940, vino en el mismo tren salido de Moosburg, un joven de veintidós años natural de Fuente de Cantos. Este extremeño llamado Javier González Muñoz, nació el nueve de noviembre de 1918 y le pusieron el número de prisionero en Moosburg 65044. Una vez que entró en Mauthausen, le dieron el número de matrícula 3540 y al año y dos meses de sufrir un amargo calvario, falleció el día 18 de octubre de 1941.[3]

Lo mismo le ocurrió a otro extremeño venido en el mismo medio de locomoción e igual fecha, natural como nuestro anterior mártir de la libertad de Fuente de Cantos. El nombre de este torturado y sacrificado héroe, era el de Rafael Real Santos, teniendo 35 años de edad cuando fue deportado a Mauthausen. En el Stalang le pusieron el número de prisionero 40526 y al llegar al campo del terror, le dieron como número de matrícula 3192. El último destino de este inmolado extremeño, fue el morir asesinado por el fascismo nazi el día 25 de enero de 1942. Duro su estancia en tan cruento e inhumano predio, un año y cinco meses.[4]

Para poder sobrevivir en este campo y siempre según lo aportado por personajes liberados, ayudaban tres cosas, tener un oficio, hablar el alemán y tener suerte. Los comandos de Gusen destacaron por la brutalidad de sus capos y por la excavación de la galería subterránea que se llevó miles de vida. Los hombres ya seleccionados en Mahuthausen, por estar más débiles, eran explotados hasta el agotamiento físico y el desmoronamiento psíquico. Cuando llegaron a Gusen y vieron lo que era el campo, muchos pensarían que Mauthausen era un paraíso. Gusen era la muerte inexorable del hombre, era la desolación; aparte de los malos tratos, estaba lleno de pulgas piojos y la sarna era la reina.



Otro extremeño que dio con sus carnes en tan fatídico y ominoso lugar, fue un joven de veintidós años, natural de Castuera y que al igual que los anteriores hombres del pijama a rayas, entro junto a ellos el 6 de agosto de 1940. Mientras estuvo en la prisión de Moosburg, llevo como prisionero el número 65050, al entrar en Mauthausen, se le dio el número de matrícula 3312.

Este joven que nació un veinticinco de febrero del año 1918, llevaba por nombre Jerónimo López Fernández, falleció el día once de enero de 1942, durando escasamente un año y cinco meses.[5]

Estos extremeños, como otros que conoceremos en este trabajo, conocieron, que los moribundos o inválidos del campo, durante la tarde noche, eran transportados sobre mantas en una macabra y fúnebre procesión.

Estos muertos eran colocados en los emplazamientos, que cada bloque de presos, tenía la costumbre de ocupar durante la revista en la plaza de Mauthausen, extendidos en líneas detrás del personal formado. Así surgió la expresión que circulaba entre los españoles recientemente llegados a Gusen, ¡aquí hasta los muertos desfilan![6]


Julio Mesonero García, fue otro de esos extremeños que supo soportar, quizás con suerte, la presión sicológica y el esfuerzo bajo las porras de los capos polacos y la SS. Nació el 11 de septiembre del año 1916, en la población de Cáceres. Al igual que el resto, salió el día 6 de agosto de 1940 desde la prisión de Moosburg (Alemania), cuando contaba con 24 años de edad. Su matrícula fue la 3472, soportó bien las penalidades y adversidades y eso le llevó, quizás también por un buen oficio que desempeñaba, el poder ser liberado el 5 de mayo de 1945.[7] El tiempo que estuvo en el campo de exterminio, le sirvió para traerse insertado en su retina, los acontecimientos desarrollados por los orcos del averno de Adolf Hitler.


Una de las diferencias entre Mauthausen y Gusen eran los capos. En Gusen eran casi todos polacos, profundamente católicos. Ellos no querían a los españoles porque decían: que los españoles habían matado a muchos curas. Los capos eran, al igual que en Mauthausen, unos asesinos natos, teniendo muy claro cual tenía que ser su labor dictaminada por los dirigentes nazis para poder salvar sus vidas, <<eliminar a los rojos españoles>>.

Este era el panorama al que se tenían que enfrentar los recién llegados: peores condiciones de vida y salubridad, capos y SS aun más despiadados. Para los extremeños como para el resto de españoles, existían dos lugares especialmente temidos: la famosa cantera de la muerte y el pozo, un enorme agujero en el que construían un enorme molino destinado a machacar las piedras. Los deportados que habían sido cogidos para el pozo salían de las filas, escapándose en un intento supremo de salvar su vida. Después de ser perseguido por un enjambre de capos y salvajemente golpeados por estos, quedaban muchos de ellos tendidos por tierra, para ser más tarde eliminados en el interior del campo.


Agotados y en muchos casos gravemente heridos, los prisioneros de Gusen salían para enfrentarse a doce horas de trabajo. Los más afortunados trabajaban en la construcción del campo, que, como ocurría en Mauthausen, fue levantado por los propios internos. El trabajo era agotador: había piedras que no se podían levantar ni con tres personas. Lo mejor era coger una pala y no dejarla, simulando que trabajabas. La supervivencia dependía de la propia capacidad de dejar pasar las horas haciendo el mínimo esfuerzo. Los SS golpeaban hasta la muerte, aquellos reclusos que portaban piedras demasiados pequeñas. Había capos que se hacían apuestas entre ellos para ver quién era capaz de liquidar más presos en la jornada. Trabajo inhumano, asesinatos, mala alimentación…El coctel que los SS prepararon en Gusen, solo conducía a un terrorífico lugar, el crematorio.



Estos fueron los primeros extremeños que entraron en el campo de Mauthausen el 6 de agosto de 1940, tras ellos vinieron otros con fecha 24 de agosto de 1940 en el famoso convoy de los 927. Esa será nuestra siguiente historia a contar.

[1] Archivo Histórico Nacional. Monográficos. Españoles deportados a campos nazis.


[2] Ibidem.


[3] Ibid.


[4] Ib.


[5] Ib.


[6] Ricardo Rico Palencia. Los recuerdos de un triangulo azul. Españoles bajo el III Reich. Testimonio recogido por Javier Alfaya.


[7] Ib.

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