Hechiceras y hechiceros del Guadiana
Fronterizo.
La brujería o
hechicería fue perseguida sañudamente por la Inquisición , sobre
todo, porque tales prácticas, fueron consideradas diabólicas y las personas que
las realizaban estaban poseídas por el demonio. Los Tribunales del Santo
Oficio, estaban al acecho de estas desviaciones, pero mientras que en la vida
pública un ciudadano no se apartara del camino trazado, ni mezclara cuestiones
divinas o dogmas de fe, la Inquisición no solía intervenir en cuestiones que no
rozaran estos conceptos. Solo lo hacía cuando alguien había invadido o
traspasado el campo de la herejía,
Las personas
señaladas de brujas o hechiceras, en caso de que hubieran realizado algún acto
herético, hecho pacto implícito o explicito con el demonio, o el haber usado
objetos sagrados y de culto en sus actuaciones, se les imponían como único
castigo, algunas penas saludables, es decir, como mucho de 100 a 200 azotes por las
calles más principales y frecuentadas, así como destierro por cierto tiempo de
la ciudad donde solía vivir.
Para poder
enjuiciar con objetividad estas conductas, hay que tener presente el estado en
que se hallaba inmerso el país, en donde había pocos letrados y un elevado
porcentaje de analfabetos. Épocas medievales o renacentistas, en el que las
clases menos favorecidas de la sociedad luchaban cotidianamente por una mísera
subsistencia; donde las mujeres no contaban para nada y estaban a merced de las
imposiciones o caprichos de los hombres; un país donde la picaresca tenía
asiento propio por carta de naturaleza, y donde los más osados buscaban seguro
refugio para sobrevivir, arrodillándose ante el Rey cuando lo veían y, a Dios
cuando se oía la campanilla que iba delante del viático de los enfermos. Era
mentalidad abonada por la credulidad y la ignorancia, diferente e
incomprensible en nuestros días. Es lógico pensar que estuviera en primer plano
lo misterioso y se le concedieran excesivo crédito a cuanto en tal sentido
pudiera decirse, por lo que afectaba a personas emotivamente dubitativas,
pusilánimes, medrosas o atemorizadas los más mínimos accidentes, como el
cerrarse una o varias puertas violentamente, los ladridos insistentes y a
deshoras de perros, el maullido o reunión de gatos en una riña, un gallo que
canta en tiempo inusual, en una palabra, cualquier causa fortuita, era motivo
más que suficiente para que se estableciera la relación causa-efecto, y se le
adjudicara a las brujas y hechiceras todo cuanto ocurría
En la comarca de
Olivenza nos vamos a encontrar algunas brujas, varias hechiceras y algún que
otro hechicero. Normalmente, estas personas intervenían la mayoría de las veces
en casos de amoríos, a ellas acudían las mozas para saber del conocimiento de
su pareja; de la existencia de algún amante, si la quería o detestaba; si el
casamiento se había de celebrar de inmediato o, por el contrario, no se
realizaría. Para que hiciera impotente –ligara- al que no se mostraba propicio
a entregarse a su apasionado amor o, para que deshiciera el maleficio de
impotencia –desligara-, lo que otras hechiceras hubiesen hecho a su amante o
esposo. También veremos, a mujeres casadas y afligidas, que sospechaban o
querían saber si era cierto que sus maridos tenían secretas relaciones amorosas
o carnales con otras mujeres.
Generalmente
para ligar a una persona, las hechiceras le pedían a las interesadas algún
objeto de la pertenencia, trozo de su vestido o una prenda sobre la que había
de recaer el hechizo, que normalmente era: en los hombres; unos pedazos de sus
vestidos, cabellos de la cabeza u otras prendas; para las mujeres, si eran
doncellas, surtían un gran efecto una parte de la camisa: en los amancebados y
casados, si ello era factible, lo más efectivo y eficaz, o lo más frecuente,
era administrarle algunos potingues bajo el aspecto de chocolate u otras
bebidas, y el rezo de los conjuros los cuales veremos más adelante.
También nos
vamos a encontrar en el mundillo de las hechiceras de la comarca, con los
“cercos” que era uno de los ritos principales e indispensables dentro del arte
de la hechicería. Todo consistía, como su nombre indica, en trazar en la tierra
o en el suelo una circunferencia, unas veces visibles, al realizarlos con
trozos de carbón, yeso o cal, y otros invisibles, colocándose de rodillas en el
centro y dar vueltas con los cabellos sueltos o simplemente con la mano, que
simbolizaba la separación de la tierra con los cielos, y para que se abrieran
las puertas de los infiernos dando suelta y paso libre a los demonios para que
acudieran al centro del cerco.
Recitaban el
conjuro pertinente y, apremiaban a los diablos a que les respondieran a lo preguntado, aunque en un principio se
resistieran, al fin, tras mucho insistir, contestaban por medio de extraños
signos externos como el rebuznar de un asno, el mugir de una vaca, el maullido
de un gato, el ladrido de un perro, la caída fortuita de un objeto, o el
silbido algo más fuerte que lo normal del viento que solo ellas sabían
interpretar.
Conseguido su
propósito, la bruja o hechicera obsequiaba y agasajaba a los demonios con
perfumes, almendras, confites y otras golosinas; toda una fantástica ceremonia
a la que en algunas ocasiones hacia participe a la consultante o clienta.
Veremos, cómo los animales juegan un papel importante en toda esta historia;
estos seres vivos eran sus familiares. A veces eran duendes u otros demonios en
formas de bestezuelas que ayudaban a las brujas y hechiceras nefandas. En la
fantasía de las brujas, existían infinidad de animales a los que consideraban
“familiares”, entre ellos estaban, el gato negro, los sapos, las serpientes,
los erizos, perros, el macho cabrío, y un largo etcétera.
Asistiremos a la
forma de echar la suerte, donde las habas son las protagonistas. No podemos
dejar atrás el famoso mal de ojo, u otros hechizos, de los que todavía algunas
personas lo asumen actualmente como algo real y verídico. Mal, que según las
hechiceras y brujas cuando lo anunciaban, lo causaban las viejas, algunas
solteronas, los lisiados o deficientes físico, mujeres que no tenían la menstruación
y los bizcos. Para preservar a los niños del mal de ojo, al tiempo de su
nacimiento, les colgaban unos amuletos, consistían en una bolsita en la que
habían introducido un huesecillo o un colmillo de jabalí.
Las medallas tal
como en la actualidad se usan, en las mayorías de los casos, mas como adorno
que como devoción a la imagen que representa, en tiempos pretéritos se usaban
para protegerse del mal de ojo.
Ante esta
realidad, la Inquisición
iba a intervenir y la persecución y castigo de este tipo de comportamientos se
iba a llevar a efecto. Fueron muchas las mujeres supersticiosas en toda España,
que tuvieron que enfrentarse a juicio con el Santo Oficio, vamos a ocuparnos de
las de la raya del Guadiana fronterizo, qué con sus hechizos, amuletos, conjuros
y oraciones, tenían mediatizada a toda la comarca fronteriza. La principal
habilidad de estas personas consistía en decir a sus víctimas, aquello que
estaban deseosas de escuchar, convenciéndolas de que los males y achaques que
padecían tenían solución, y que solo ellas podían ofrecérsela por un módico
precio si lo comparamos con la utilidad de los resultados.
Una vez que se
veían ante el Tribunal del Santo Oficio, a pesar de la variada casuística,
todos los acusados de estos delitos presentaban algo en común: me refiero a la
utilización de palabras y objetos que la religión oficial tenía el deber de
salvaguardar y dedicar a otros fines más graves. Lo contrario suponía incurrir
en herejía y el Tribunal inquisitorial se había creado precisamente para estos
menesteres.
El hambre hacia
estragos en las poblaciones del Guadiana fronterizo y campaba a sus anchas por
una comarca eminentemente rural, lo mismo que las plagas y las enfermedades.
Tampoco faltan noticias de desbordamientos de arroyos y otras catástrofes
naturales como las pertinaces sequías, qué prolongándose más de lo acostumbrado
en la torturada geografía comarcal, dejaban a sus habitantes sumidos en esa
triste miseria que rebosan todas las situaciones plasmadas en las historias
particulares de estos personajes.
Raro es, que
entre la documentación inquisitorial extremeña referente al delito de
supersticiones, encontremos la palabra “brujo”. Mas bien se hablaba de
hechiceros, adivinadores, sortílegos o curanderos con tintes supersticiosos.
Sus prácticas de hechicería solo eran conocidas por los más allegados, y el tribunal
inquisitorial únicamente alcanzaría a tener noticias de ellas a través de la
denuncia realizada por algún indiscreto que se había sentido defraudado en sus
aspiraciones. En definitiva, que los hechos a contar dejan entrever los
pormenores de una sociedad minada por la ignorancia y la miseria, y como dice
el refrán: “A buena fe, mal engaño.”
Ante las
repetidas denuncias, los inquisidores de Llerena lanzarán su temido <<Edicto
de Fe>>, escrito que se leería en todas las parroquias del distrito y decía
lo siguiente contra estas prácticas.
Nos los
Inquisidores Apostólicos contra la herética pravedad y apostasía, en la
provincia de León, Maestrazgo de Santiago y Alcántara, Obispado de Plasencia,
Badajoz, Coria, y Ciudad Rodrigo, por autoridad Apostólica, etc. A todos los
vecinos y moradores, estantes y residentes en todas las ciudades, villas y
lugares de nuestro distrito: conviene saber, si sabéis o habéis oído decir, que
alguna o algunas personas han cometido alguna herejía diciendo, que no hay
paraíso o gloria para los buenos, ni infierno para los malos, y que no hay más
de nacer y morir, o algunas blasfemias hereticales, como son: no creo, descreo,
reniego contra Dios nuestro señor y contra la virginidad y limpieza de nuestra
Señora la Virgen María, o contra los santos o santas del cielo, o que tengan o
hayan invocando demonios, hecho cercos y
preguntándoles a los diablos algunas cosas y esperando respuestas de ellos. Si
conocen, á personas que hayan sido brujos o brujas, o hayan tenido pacto tácito
o expreso con el demonio, mezclando para esto cosas sagradas con profanas o,
atribuyendo a la criatura lo que es solo del creador. Por ende y por el tenor
de la presente, amonestamos, exhortamos y requerimos en virtud de santa
obediencia y con pena de excomunión mayor, a todo aquel que sepa de casos
conocido y oculte los mismos...[1]
En cuanto a
conclusiones, por mi parte ninguna; ya se han vertido algunas opiniones y no
quiero ser juez en esta causa, por lo demás, cada cual que extraiga las propias
y así, todos estaremos contentos y complacidos.
Tanto en la
comarca de Olivenza como en el resto de España y en las posesiones ultramarina
que nos pertenecían entonces, con demasiada frecuencia se daban casos de esta
naturaleza, pero concretando a lo que nos interesa, que es la Comarca de Olivenza,
veamos a los supersticiosos protagonistas que actuaron en dicha zona.
En Alconchel nos
encontramos con Dominga Martínez, mujer de Juan, hijo de Antonio el cerrajero,
natural de Alconchel, de 22 años de edad, fue testificada de hechicera en 1639
en la visita inquisitorial que el inquisidor Serrano hizo a la zona. Dominga
varios vecinos la acusan de lo siguiente: que solía hacer para que un hombre se
interesara por una mujer, un cerco en el suelo con un clavo, lo clavaba a un
lado y metía dentro del cerco un baño de agua y una escudilla con aceite y
nueve torcidas encendidas mientras pronunciaba las palabras siguientes: “Yo
te conjuro con tres libros misales, tres corporales, con tres iglesias
parroquiales, con tres liebres corredoras, con tres galgos cazadores y con tres
diablos de los mayores, el uno Beltrán y el otro Bellan y el otro el Consuelo
(que no te dejen pasar ni reposar hasta que vengas conmigo a reposar”. Rezaba
después una oración a San Antón, de quién decía: qué si hacías la dicha
plegaria a este santo, ella hacía venir al hombre que se había marchado de casa
a encontrarse de nuevo con la mujer.
Fue condenada a
auto público de fe, con insignia de hechicera, saliendo con coroza, se le
dieron 200 azotes, abjuró de levi y se le condenó a destierro de la villa de
Alconchel por tres años, además de confiscarle los bienes[2].
También en
Alconchel se daba el caso de otra acusada de hechicería llamada María González,
de 35 años de edad, esta aliada de lo supersticioso, era mujer de Juan Moreno y
fue testificada en la visita que hizo el Inquisidor Serrano Osorio a la ciudad
de Jerez y su partido, fue mandada prender en cárcel secreta, en cadena de
argolla, siendo presa el 4 de septiembre del mismo año. En primera audiencia
declaro ser verdad los hechos que se le imputaban, no convenciendo al
Inquisidor Serrano quién pedía y quería saber más de los movimientos de esta
nefanda mujer. Decidido y certero, el religioso le preguntó a la hechicera si
conocía la causa de su prisión, contestando y culpando María González a sus dos
hermanas y contra sí no dijo nada. Una testigo declaro, que nuestra
protagonista era embustera y que hacía remedios para que los hombres quisieran
bien a las mujeres. Que por el mismo tiempo le había sido vista en su casa una
virgencita blanca, y que decía la rea, ser su vivienda otra iglesia para orar.
Para saber las voluntades ajenas, ofrecía a las personas que le pedían poder
conseguir tal misión, pelos blancos para que lo echasen en las comidas,
descubriendo tras comerlos, las buenas o malas pretensiones de las gentes.
La rea tenía en
su casa una imagen de Santa Marta a la que llamaba la diabólica y a la que
ponía velas encendidas, y cuando tenía que solventar alguna petición de alguna
cliente que pedía atraer hacia sí la figura de algún hombre para sus amoríos,
esta hechicera de Alconchel cogía unos naipes y, mientras barajaba, hacía la
siguiente plegaria a su diabólica e idolatrada efigie.
“Marta, Marta. ni la digna ni la santa, a la
que por los aires anda, a la que se encadena y por ella nuestro padre Adán pecó
y todos pecamos, del demonio del pozo al del reposo, del reposo al que suelta
al preso, al que acompaña al ahorcado, al diablo cojuelo, al del rastro y al de
la carnicería, que todos juntos os juntéis y en el corazón de (tal fulano)
entréis, guerra a sangre y fuego le deis, que no pueda parar hasta que me venga
a buscar, demonio cojuelo, tráemelo luego, demonio del peso, tráemelo presto.”
Y habiendo dicho
esto, el hombre vendría tal día por la mañana a la puerta de la casa de la moza
que quería novio, y si llegaba a entrar en la casa enojado, que le hiciese una
cruz con los dedos de la mano derecha sin que él lo viera y pronunciando su
nombre dijese.
“Fulano tente
en ti, pues que dios murió por ti” repitiéndolo tres veces, y después comentase,
“yo te conjuro con esta cruz, con la santa Veracruz, y con la cruz de tu
frente, que me quieras mostrar y decir el amor que me tienes”. Con estas palabras, al tal pretendiente se
le quitaría el enojo y la amaría más que a su alma.
Otro de los
procedimientos que empleaba la tal María, era encender una vela y rezar un
credo a las animas del purgatorio, mientras hacía “el sortilegio de la toca”,
que disimuladamente consistía en la colocación de un naipe bajo el ara de un
altar y esperar a que se dijeran tres misas con sus correspondientes
evangelios, misas que tenían que ser concelebradas por tres sacerdotes, y
después de conseguido el objetivo, tocar con el naipe durante tres días que
son: el de navidad, de san Juan y el jueves santo antes de la salida del sol,
al que deseara seducir. Las palabras del conjuro eran las siguientes.
“Con dos te
veo, con cinco te ato, tu sangre te bebo, el corazón té parto, con las parias
del vientre de tu madre la boca te tapo, fulano que vengas a mi tan
humildemente como la suela de mis zapatos”.
Para que los
hombres se fijasen en las mujeres, María González traía ostias consagradas para
hacer conjuros, dándolas por la cuaresma a las clientas que se las solicitaban.
Cuando María cayó en manos de la justicia inquisitorial, fue sentenciada a auto
público de fe, con insignia de hechicera, abjuro de levi, y fue llevada a la
vergüenza pública, además de darle 200 azotes y ser desterrada por dos años de
Alconchel, Jerez y su término.[3]
Lo mismo le ocurrió a su hermana Leonor Díaz, mujer de Manuel Codon, vecino de
Alconchel. Esta hechicera alconchelera, sufrió la misma condena que su anterior
hermana, saliendo juntas en el mismo auto de fe.
En Bancarrota
tenemos varias hechiceras condenadas por la Santa Inquisición de Llerena, una
de esas mujeres fue Isabel Sánchez, más conocida como “la Corbacha”, mujer de
Nicolás Sánchez, vecino de Barcarrota, de 50 años de edad, fue testificada por varios
testigos de hechicerías y embustes, siendo presa sin secuestro de bienes.
Declaró ante la Inquisición los siguientes hechizos cometidos: dijo ser
hechicera y que hace unos 8 años, su cuñada le pidió un remedio para que otra
mujer que no conocía su nombre y que decía que estaba embrujada y que de los
hechizos había quedado ciega, pidió un remedio para curar su mal. La rea
prometió hacerlo y se fue a la casa de la mujer ciega; una vez en la casa le
dijo: que le conseguiría una prenda de la mujer que le había hecho el daño, y
ofreció que el demonio con los cercos y un conjuro que ella hiciese, traería la
dicha prenda, para lo que le pidió una vela de cera, un tizón ardiendo para
encenderla y una escoba. Nuestra protagonista se encerró durante 15 minutos en
una habitación de la casa y cuando salió dijo a las dos mujeres: que se le
había aparecido el demonio y que le dio la prenda de la persona que le había
hecho el daño. Fue un pañuelo de narices, pañuelo que la misma rea guardaba
desde su casa en el pecho. Lanzaba mentiras y embustes, pagándole la dicha
ciega cuatro arrobas de aceitunas con promesa que si sanaba se lo pagaría
mejor. La acusada le rezo tres veces la siguiente oración para quitarle el mal
de ojo que le producía la ceguera.
Los que he visto
los que he de ver,
bendígalo Dios amen.
Ángel perdido que a la
puerta fuisteis, quita este
de donde lo pusiste.
Dos te han hecho el mal
y tres lo han de quitar,
que son las personas
de la Santísima Trinidad.
La rea fue
condenada a auto público de fe, con coroza e insignia de hechicera, abjurase de
levi, que fuera traída a la vergüenza publica, se le diese 200 azotes y fuese
desterrada de la villa de Barcarrota, Jerez y sus términos por dos años y si
los quebrantaba se le diesen 200 azotes más.[4]
También en
Bancarrota claudico ante el Santo Oficio, una mujer llamada Catalina y que era
conocida en su pueblo como la “Candelera”, era mujer casada y fue testificada
por varias personas de prácticas de hechicería. Según los testigos, la
Candelera hacia conjuros y oraciones para atraer a los hombres alejados de sus
amantes. Ponía una estampa de Santa Marta con dos velas encendida, haciendo un
sortilegio que llamaba de las torcidas, consistente en fabricar nueve mechas
con tiras de un trozo de lienzo que hubiera estado impregnado de semen
masculino, exclamando al colocarlas en el candil: “yo te conjuro con tres libros misales y tres iglesias parroquiales”
y rezarle un padre nuestro y un ave María a Santa Marta durante nueve noches
consecutivas mientras le prendía fuego, invocando lo siguiente:
Yo te conjuro
vida de la vida,
de la sangre
de (fulano,)
que me ames,
que me estimes,
que me
regales cuanto tuvieres,
y me digas lo
que supieres.
Te conjuro (fulano) con barrabas,
qué así como
estas torcidas,
arden en este
candil, así me quieras.
Haciendo una
extraña ceremonia sentada en el suelo en un circulo alrededor del candil, con
la mecha encendida en la que tomaba nueve habas, tres granos de sal, tres
carbones, una vela de cera normal y otras nueve habas más pequeñas, las cuales
iba pasando a la solicitante. Después tomaba dos de las nueve habas, que cada
una representaba un sexo distinto, las señalaba con los dientes y las lanzaba
sobre el interior del cerco; si casualmente las habas se juntaban, ello
significaba que la persona ausente por la que había realizado el conjuro
llegaría prontamente y ardiendo en amor.
Una noche
estando en compañía de otra persona oyó un golpe, se levanto a ver lo que era,
y dijo que no era hombre sino perro y que se le mostró tan grande como un
becerro de un año, dándole la hechicera pan y al que trató con mucha
familiaridad. El perro procuró salir y se colocó en un rincón de la parte donde
estaban y se salió por un agujero como la copa de un sombrero que tenía la
puerta. Fue presa por el Santo Oficio, condenada a salir a auto de fe en el año
1576 con insignia de hechicera, sambenito y coroza, abjurase de levi y que en
Barcarrota con las mismas insignias, se le volviese a leer la sentencia,
sacándola a la vergüenza por las calles del pueblo, siendo desterrada por
periodo de 6 años, dándosele además 200 azotes y se le confiscasen sus bienes. [5]
En la villa de
Cheles, un tal Juan Díaz de la Rosa, fue delatado en 1735 de prácticas de
hechicería, unos testigos contaron, que Juan Díaz, hacía de curandero, buscador
de tesoros, junto a prácticas de conjuro con el diablo. Una de las prácticas
que utilizaba como hechicero, eran “los cercos”. Primero con un cuchillo hacia
las rayas en el suelo, y después, unas veces colocaba “unas candelillas
encendidas” a su alrededor y otras se introducía dentro del cerco “con
una candelilla y un candelero”, y desde allí, invocaba a los demonios, los
cuales acudían a su llamada bien en forma de perros, gatos o cerdos, ya que
solo le bastaba decir:
Ven, ven…
Barrabás
con Dios y
Santa María,
y con San
Pedro;
ven, ven, Barrabás y Satanás,
Por medio de los
conjuros sabía dónde podía hallar las cosas perdidas más inverosímiles. A las
mujeres, cuando aspiraban a que las quisieran bien sus maridos o amantes, les
recomendaba consiguieran romero, retama y cicuta seca, las quemasen y les
rociase con los residuos los pies. Una de sus especialidades era leer la mano,
adivinando lo que le había de suceder al cliente que lo pedía. Con todas estas
trapacerías tenía embaucada a las gentes sencillas e ignorantes, a las que les
sacaba sus buenos dineros. Los elementos de que se valía para su trabajo de
hechicero eran, un cuchillo, varias “candelas,
candelillas y candeleros” dos sogas, una para hacer los cercos y otra de
ahorcado, utilizando como únicos ingredientes el romero, la retama y la cicuta.
Uno de los
testigos le acusó de hacer pacto con el diablo para hacer daño a algunas
personas. Para ello utilizaba un muñeco de cera y bajo el muñeco colocaba tres
ostias consagradas pegándole fuego por la cabeza hasta reducirlo a cera y
cenizas, que mezclaría con semen humano y lo introduciría en el cascaron de un
huevo al que previamente vaciaban de yema y clara. Mientras tanto, tenía que
rezar algunos conjuros y oraciones, y después, a mediados de mes, colocárselo a
una gallina clueca que estuviera empollando 12 huevos como símbolo de los apóstoles
que concurrieron a la última cena, y que de aquel cascarón había de salir el
espíritu maligno tras 15 días de incubación. Para provocar el daño alguna persona,
cogía un muñeco de cera pinchándole alfileres, y finalizaba atravesando el
muñeco con un puñal. Según los crédulos, podía con esta práctica hacer morir a
un hombre. Para buscar las cosas perdidas, hacia la siguiente oración.
“Señor San
Antonio de Padua
en Padua naciste
en Padua os
criaste,
escribano de
Cristo fuiste,
el breviario
perdiste,
al campo fuiste,
tres pasos atrás
disteis.
Y como esto era
verdad,
lo perdido se
hallará
y lo alejado
será acercado”
Con esta
información dada por sus actos de hechicería, fue preso por la Inquisición desde 1729
hasta 1735, fecha en que salió a auto de fe con sambenito, coroza e insignia de
hechicero. Fue condenado a abjurar de levi, a recibir 200 azotes y a ser traído
a la vergüenza pública y desterrado de Cheles por un periodo de dos años,
además de confiscarle sus bienes.[6]
En Olivenza
tenemos a Manuel Cordero, también conocido como Manuel Pereira, nacido y criado
en esta villa de Olivenza, trabajador de campo, pastor, y según la
documentación, era hombre analfabeto. En su interrogatorio no sabía su edad y
no fue capaz de dar información ninguna de su persona. Se sitúa su tiempo entre
1702 y 1705 en Olivenza. Fue acusado de curandero porque curaba la rabia tanto
en las personas como en los animales. Su padre era soldado de caballos, siendo
su madre Isabel Madeira.
Nuestro
protagonista con 33 años, inicio su andadura de curandero, él mismo decía, que
tenía virtudes dadas por Dios para curar y vencer así a personas como animales
que padecían el mal de la rabia. Hasta él acudían de las poblaciones
portuguesas vecinas, de Boieira, Ferreira, Ramalha, Misericordia, Castaños,
Churreira, gentes que habían sido mordidas por perros, lobos o cualquier otro
animal que produjera la rabia. Era un curandero afamado, lo cual sirvió al
Santo Oficio para ser capturado deprisa. Uno de los varios testigos declara:
“qué teniendo una galga con rabia, fue curada la misma por Manuel Cordero, quién
utilizaba un barreño de agua colocándolo al sol, representando el astro, la
pureza imprescindible para el buen funcionamiento del tratamiento.
Movía el agua
con una mano llena de sal y la soplaba, echando su aliento sobre el agua para
mejor suerte. Decía: que la mezcla de la sal con los rayos del sol en el agua
era curativa. Rociaba con esta agua a las personas y ganados con un ramo verde,
generalmente con rama de romero o torvisco, pronunciando algunas palabras
santas. También curaba las llagas del cuerpo, como fue el caso presenciado en
casa de Leonor María, casada con Joao Cid, el hijo de esta familia sufría de
llagas en las piernas, siendo curado con el mismo procedimiento anterior.
Para todo tipo
de curaciones, utilizaba plantas vegetales como el romero, aceite, la ruda,
mejorana y el ajenjo para curar las personas. Los animales eran curados de su
rabia con sapos, galápagos, corujas, un crucifijo y remedios de botica, según
cuentan los testigos. Con esta información fue detenido en las cárceles
secretas del Santo Oficio de Evora, se le sometió a tormento, salió a auto
público de fe el 19 de marzo de 1747, con sambenito y coroza llevando insignia
de hechicero, y siendo desterrado de Olivenza a la ciudad de Viseu.[7]
También en
Olivenza tenemos a un tal Martín, quien era portugués, fue acusado de
hechicería en 1722, siendo preso de la Inquisición en cárceles de Coria. Fue sacado a
auto público, con sambenito, coroza e insignia de hechicero, abjuro de levi,
además de ser sacado a la vergüenza pública, se le dieron 200 azotes y se le
confiscaron sus bienes en Olivenza a través del Tribunal del Santo Oficio de
Evora.
Siguiendo con la
relación comarcal, tenemos también una serie de casos en Villanueva del Fresno;
el primero habla de una tal Francisca de Malaver, quien era mulata y vecina de
esta villa, de 50 años. Fue remitida al Santo Oficio por el alcalde mayor de
Villanueva del Fresno, se le acusa con 13 testigos, de haber seguido prácticas
de brujas. Cuentan que la veían andar de noche como tal y haber sospechas, de
haber embrujado y ahogado a una niña. También se le achacan movimientos como
los de invitar a otras mujeres a realizar prácticas de brujería. Secretamente
fue detenida y encerrada en las cárceles del Santo Oficio.
Esta mujer era
de ascendencia morisca, los testigos que la denunciaron eran 8 hombres y 5
mujeres. Estos testigos comentaban: que andaba de noche por los campos con
torteros en la cabeza. Entró en las cárceles en junio de 1584, estuvo negativa,
los inquisidores la absolvieron por no encontrar pruebas reales a la acusación.[8]
Una tal Dominga
Rodríguez, alias “la Novela” natural de Villanueva del Fresno y viuda de Nadal
Gomes, fue acusada de bruja, hechicera y embustera por cuatro testigos en 1639
durante la visita que hizo a la villa el inquisidor Serrano. Se le acusó de
hacer conjuros y remedios con los que conseguía, que los hombres quieran más a
las mujeres aplicando los siguientes elementos. Daba seso de asno negro y decía
ser bueno para hacer lo que se quiere de la persona a quien lo da a comer, y
que en tres bocados de pan hizo venir un hombre de muy lejos. Para desligar los
hombres maleficiados, busca agua bendita y gente de tres parroquias. Para
separar un hombre de una mujer y destruir su amor, utilizaba ladrillos de las
sepulturas de los hombres muertos del cementerio mezclando los mismos con agua bendita.
Para quitar el mal de ojo hacia el conjuro de las habas negras poniéndolas en
los ojos de un gato negro muerto y enterrándolo a media noche donde había de
permanecer hasta que granasen nuevas habas, moliendo las mismas y lanzando estas al
umbral de la persona a dañar. también se comentaba, que se transformaba en animal de cuatro patas y, que berreaba, balaba o gruñía como si de un animal se tratase. Fue presa y llevada a las cárceles secretas de
Llerena, no pudiéndose celebrar el juicio condenatorio porque el duque de
Braganza había tomado la villa, por lo cual fue puesta en libertad.[9]
Otro caso de
Villanueva del Fresno, fue el de un sacristán y un monaguillo, que fueron
acusados de hechicería y supersticiones por colaborar con brujas y otros
hechiceros de la villa, dándoles ostias consagradas y agua bendita de la
iglesia parroquial. El sacristán fue acusado por varios testigos, fue preso y
sufrió su auto. Él sacristán fue condenados a abjurar de levi, salir con
insignia de hechicero, sambenito y coroza, además de ser azotados con 200
azotes, al menor se le leyó su sentencia en la sala de la audiencia, dándosele
24 azotes, el sacristán fue desterrado de la villa durante 6 años y se le
confiscaron sus bienes.[10]
Otro caso más de
esta naturaleza ocurría en la misma villa con José Marín, más conocido por “el
Cojo”. Fue testificado de hechicero por el comisario de Villanueva del Fresno, quién
mando la carta al Tribunal de Llerena en 1713, fue preso muriendo en las
cárceles de la Inquisición
y su cuerpo fue enterrado en el corral de la cárcel. Como era preceptivo, salió
en estatua el día que se celebro su auto junto al resto de presos.[11]
Estas y estos
han sido las hechiceras y hechiceros de la comarca, seguro que hubo muchos y
muchas más, al menos estas son seguras. Se nos han descrito a estas mujeres,
como personas despeinadas, andrajosas, de boca hundida y desdentada, legañosas,
nariz de pico de cuervo casi besándose con la saliente barba, rostro rugoso,
corcovada, de palabra melosa e insinuante y vestida de harapos. Nada de cuanto
se ha dicho tiene relación con la realidad humana de estos personajes. Raro era
el pueblo en que no había alguno de estos extraños seres, y familias que
guardaba algún recuerdo de su nefanda intervención en algún acto de su vida
social o privada. La raya extremeña fue muy especial en esta temática, ya que
tenía fama de dar buenas hechiceras, existía una coplilla de la época que
decía:
Tres somos de
la raya,
dos de
Alburquerque,
y la
capitanita
de
Valdefuentes.
Lo mismo que
entre ellas cantaban sus coplas, el pueblo contaba historias cargadas de
crédula morbosidad y acusada superstición; la ignorancia de entonces. La
tradición popular, dada a la fantasía, nos ha legado una serie de curiosas
historias de remedios curativos que aun podemos encontrarlos en algunos pueblos.
Entre los incontables remedios que la gente daba por buenos, estaba y aún mucha
gente recuerda, el procedimiento supersticioso empleado para curar las hernias
de los niños mediante “el pase por el mimbre”.
“Un matrimonio
llevan al niño quebrado al sitio en que vegeta el mimbrero que se ha elegido
para la ceremonia, y en tanto que ella lo desnuda, él hiende de arriba abajo,
uno de los tallos más gruesos de la amentácea. Con los dos ramales en que ha quedado
dividido y atados por sus extremidades superiores, forma un aro o círculo y
mientras dan las doce, lo pasan tres veces de un lado al otro por el aro
repitiendo entre tanto este místico diálogo:
-Toma allá María
- ¿Qué me
entregas Juan?
-Un niño quebrado
- ¿Quién lo
sanara?
La Virgen María
y el señor San
Juan.
Y las tres
personas
de la Santísima Trinidad :
Padre, hijo y
Espíritu Santo.
Amén
Terminada la
ceremonia, mientras la María vuelve a vestir al niño, su camarada Juan torna a
unir los dos ramales del tallo hendido y los liga fuertemente con una
trenzadera de hilo de algodón. Si las dos partes del mimbre unidas de esta
suerte se consolidan en una sola, es señal de que el niño curará de la hernia;
si no se consolidan, y siempre según la creencia supersticiosa del momento, no
hay que esperar a que el paciente vuelva a su estado normal, aunque se someta a
la habilidad curativa de todos los especialistas del mundo.
Otro ejemplo de
comentarios curiosos de brujas y hechiceras es la historia más popular que
corre de boca en boca en Olivenza y sus aldeas vecinas; me estoy refiriendo a la Guruminha , esta es la
bruja portuguesa más acreditada de la comarca.
La Gurumiña lusitana
Hace muchos
lustros, siendo Olivenza plaza portuguesa, llegó hasta ella cierto caballero de
Badajoz para ver una corrida de toros. Este caballero pertenecía a la noble y
acaudalada familia de los Argüelos, estirpe que estaba emparentada con lo más
granado de Extremadura. Durante su estancia en Olivenza, se prendo de una joven
hermosísima, casada hacia cinco años con un propietario de la localidad del que
no había tenido hijos.
El Argüelo, en
cuanto tuvo ocasión, no perdió el tiempo y se lanzó a conquistar a la dama,
pero sus insinuaciones fueron baldías, sus galanteos desatendidos y sus
ofrecimientos despreciados. Mientras más tiempo pasaba, mayor era el estrago
que hacia el fuego impuro que ardía en las entrañas del galán. Como por las
buenas no conseguía nada, recurrió entonces a los buenos oficios de la tal
Guruminha, qué como bruja experta, podía encontrar el hechizo para que Argüelo
alcanzara sus fines.
Mas la bruja,
que debía favores a la honrada dama y a su esposo, cuya casa frecuentaba, se
negó a prestarle algún servicio que endemoniara la casa de aquel matrimonio que
tanto habían hecho por ayudar a la “Guruminha”. Pero el galán como no se daba
por vencido, siguió tentando a la bruja para conseguir sus buenos oficios.
Entonces el deseoso se preguntó “¿para qué sirve el dinero?”- y vaciando sus
bolsillos en los de la hechicera, concluyo por convencerla para que le ayudara
a conquistar a la hermosa dama.
Buscó Guruminha
la ayuda de otra desalmada de su temple, y una noche después de las doce, entre
ambas comadres montadas en sus correspondientes palos de escobas, transportaron
por los aires a la dama aletargada hasta la posada del que la deseaba, donde la
dejaron a merced de éste por espacio de tres horas, volviéndola luego a
conducir en la misma forma al lecho conyugal. Añaden, que el marido, hombre
saludable como pocos, despertó aquella mañana con un dolor de cabeza
inaguantable... ¡lo que no le había ocurrido nunca!, Y que al darle su esposa a
los nueve meses un rollizo sucesor, recordaba el buen hombre la coincidencia de
haber nacido el rorro en el mismo día que padecía su atroz cefalalgia.
Este fenómeno,
como comprenderán los lectores, no tenía nada de particular. Lo que lo tuvo
para las personas que presenciaron el natalicio, fue un lunar de regular tamaño
que aparecía en la parte izquierda de la espalda del niño y parecía la figura
de un sapo, animalejo muy preeminente y emblemático de la magia negra.
Historias como
estas de conjuros, mal de ojos y otros fenómenos se han escuchado siempre en
todos los pueblos manteniéndose hasta nuestros días, todavía se cura en pueblos
de la comarca de Olivenza el mal de habérsele metido el sol en la cabeza alguna
persona.
Hace unos meses
escuché en Cheles a un señor que me contó, como su mujer había curado a un
joven chelero de dicho mal. La curación fue tan admirable como admirada. Para
el tal remedio, tomó su señora un vaso a medio llenar de agua, cubrió la cabeza
del paciente con una servilleta y sobre esta colocó el vaso. Al poco tiempo,
comenzó el líquido a hervir, diciendo la curandera: “ya va saliendo el sol y
meciéndose en el agua”. Viendo el borboteo del líquido, el marido de la
curandera y la madre del chico, se quedaron estupefactos durante diez minutos.
Al cabo de ellos, la curandera aparta el vaso de la cabeza asolanada y
exclamando: “Ya está curado”, el
paciente se encontró sano y el resto boquiabierto.
Hoy todavía
existen personas que siguen creyendo en estos bobalicones fenómenos. No debemos
olvidar, que sobre todo en los ambientes rurales, cuando algún enfermo no se
cura, o una mujer no puede parir, estos acuden a la magia de personajes que
igual que antes, se ganan la vida aprovechándose de la ignorancia y
desesperación de sus pacientes.
[1] B. N. M, Ms / 2440,
folios. 421.
[2] A. H. N. Sección
Inquisición. Legajo 1987. Relación de causas despachadas en el auto celebrado
en la villa de Llerena año 1643. Expediente 32
[3] A. H. N. Sección
Inquisición de Llerena. Legajo 1987, Expediente 32. Relación de causas
despachadas en el año 1643 en la villa de Llerena.
[4] A. H. N. Legajo 1987. Exp.
41. Relación de causas despachadas en el auto de fe celebrado en la villa de
Llerena Año 1636
[5] A. H. N. Sección
Inquisición. Legajo 1988. Exp. 11
[6] A. H. N. Sección
Inquisición de Llerena. Legajo 1987. Expediente 43. Relación de las causas
despachadas en el auto de fe celebrado en la villa de Llerena año 1735.
[7] MARIA BENEDITA AIRES DE
ARAÚJO. Un curandero oliventino en la Inquisición de Évora. Pág. 718. Actas del
Congreso “Encuentros de Ayuda” Olivenza 1987.
[8] A. H. N. Sección
Inquisición. Legajo 1987 Expediente 12. Relación de causas año 1584.
[9] A. H. N. Sección Inquisición de Llerena. Legajo 1987.
Relación de causas despachadas en el auto celebrado en la villa de Llerena año
1643.
[10] A. H. N. Legajo 1987.
Exp. 43
[11] Íbidem.