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domingo, 17 de noviembre de 2019


EXPEDIENTE FORMADO POR LA COMISIÓN DE CAUSAS DE ESTADO A D. BARTOLOMÉ JOSÉ GALLARDO, BIBLIOTECARIO QUE FUE DE LAS CORTES DE CÁDIZ POR DELITOS CONTRA LA NACIÓN Y LA SOBERANÍA DEL REY.



Gallardo había huido desde Madrid a su pueblo natal Campanario en los primeros días del mes de mayo. Recordemos, que se encontraba en Madrid hospedado en la calle Príncipe con casi todos los diputados de Cortes ubicados en otras zonas de la capital de España, para celebrar la llegada de Fernando VII a la Corte. Al ver que estaban siendo detenidos algunos de sus compañeros como Calatrava, Lujan, o Álvarez Guerra, en esos momentos todo su pensamiento encauzó sus movimientos hacia una clara misión, huir de Madrid. Con fecha 11 de mayo (según los testigos) llegó a Campanario. El cometido de éste en la villa extremeña consistiría en despedirse de su madre, hermanos y familiares en general. Con fecha 27 de mayo llega la noticia a Madrid de que el bibliotecario de Cortes había estado en su villa natal, y según algunos testigos, este había desertado para evitar con ello la segura prisión impuesta.

“En la villa de Madrid a 6 de junio de 1814, el Sr. D. Ignacio Martínez de Velilla, del Consejo de S. M. en el Supremo de Castilla, y uno de los jueces comisionado de la Policía de Madrid y su casco dijo:
Ha llegado ha noticia de su señoría, que con fecha 27 de mayo último avisan de Campanario partido de la Serena en Extremadura, haber estado allí D. Bartolomé José Gallardo, el bibliotecario de Cortes natural de aquel pueblo, y añaden, que su hermano D. José, escribano de Ayuntamiento, el cojo Antonio Peña, su hijo Rufino, el alcalde actual y los dos anteriores, seguían las mismas máximas liberales que el bibliotecario. Que el Gallardo marchó de allí sin decir el día ni para donde. Que convendría apremiar a los demás, para que declaren la dirección que ha llevado y todo lo demás que pueda convenir a su prisión y examen de la conducta de los otros.

Por lo que debía de mandar y mandó a S. S., se pase oficio al Señor Regente de la Real Audiencia de Cáceres, con inserción de todo lo referido, para que por sí o persona de su confianza proceda a su averiguación; y resultando su certeza, se proceda a su prisión, ocupándole sus papeles y librando ordenes en los parajes donde se adquieran noticias, y especialmente si son de Bartolomé Gallardo, dando aviso de lo que adelantare.

Por mano del Sr. D. Mateo Serralguín Fiscal de la Sala de Señores Alcaldes de Corte, y por éste su auto, así lo mando y rubricó S. S. de todo lo cual, yo el escribano doy fe. Ante mí, Miguel Gómez Pasas”.[1]

El mismo escribano dictaminará lo siguiente.

“Doy fe, qué por el correo de este día, se ha pasado el oficio que se manda en el auto anterior al Sr. Regente de la Real Audiencia de Cáceres; y para que conste lo pongo por diligencias que firmo en Madrid a 7 de junio de éste año. El escribano Pasas”[2]

En Cáceres se va a recibir el oficio de Martínez Velilla con la orden de detención de Gallardo, siendo contestado el recibí por el Regente de dicha provincia D. Manuel Marchamal.

“He recibido el oficio de V. S. de 1 del actual como uno de los jueces de la Comisión de la Policía de Madrid y su casco nombrado por el Rey N. S. desde el 16 de mayo último, comunicada por el Excelentísimo Sr. D. Pedro Macanaz Ministro de Estado y del Despacho Universal de Gracia y Justicia, para que en cumplimiento de los estrechos encargos que S. M. tiene, se procediese siempre con persona de confianza a la averiguación de haber estado en Campanario, Partido de la Serena, D. Bartolomé José Gallardo, bibliotecario de Cortes, de haber marchado de allí y, si su hermano, D. José, escribano del Ayuntamiento, el cojo Antonio Peña, su hijo Rufino, el alcalde actual y los dos anteriores, seguían las mismas máximas que Gallardo. Se pedía que estuviesen presos, ocupándoles los papeles y librando las ordenes oportunas a los parajes donde se adquieran noticias, especialmente, las que hagan referencia a D. Bartolomé José Gallardo, por estar mandada su prisión por orden se S. M., dándose aviso de lo que se adelantare.

D. Juan López de Vinuesa, Real Oidor de esta Audiencia y Gobernador de la Real Sala del crimen desde 1807 dice: que los mencionados no han tenido nunca causa de Justicia, pero que el referido pueblo de Campanario tenía y tiene dos partidos fuertes entre sus vecinos, y que los jueces de letras inmediatos eran nuevos y carecían de los conocimientos necesarios. Y que deseando el acierto que pide S. M, le he dado la comisión al hombre que tengo de mayor confianza por su instrucción y cristianismo; y sea este señor el que de las noticias oportunas por su mucha práctica.  Se avisará de cuanto se sepa. Cáceres 11 de junio de 1814.
Firmado Manuel Marchamalo. Regente”.[3]

En Cáceres se estaban moviendo con sigilo las tanquetas de la Justicia. El encargado de trasmitir desde Campanario a Martínez de Villela las noticias recibidas del bibliotecario de Cortes será D. Juan López de Vinuesa.

“Como Ministro de la Real Audiencia de esta Provincia, estoy comisionado por el Señor Regente de ella para la practica de las diligencias que V. S. le prevenía en su oficio 7 de junio. Las averiguaciones que en estos momentos tengo en mí poder relativas a la dirección que desde esta villa había tomado D. Bartolomé José Gallardo, y que sigo formando dicen: que el referido Gallardo salió de Campanario el día 22 de mayo último en compañía de su hermano político Diego Durán; que se dirigieron hacia el inmediato Reino de Portugal y que próximos a la raya, le dijo el expresado Gallardo a su cuñado, que se volviese a casa, porque él pensaba dirigirse a Aldea Gallega en aquel Reino, y desde allí a Lisboa. Lo que pongo en noticia de V. S. para los fines que puedan convenir, incluyéndole la adjunta nota de su Señor, advirtiendo a V. S., que con esta fecha paso oficio a nuestro encargado de negocios en aquella Corte, afín de que solicite de su gobierno, la prisión del referido Gallardo según está mandado por S. M.




Dios guarde a V. S. muchos años. Campanario 20 de junio de 1814. Firmado Juan López de Vinuesa.

P. D.  Me parece oportuno advertir a V. S., que si sobre el asunto tiene algo que comunicar, lo haga al Regente de la Audiencia de Cáceres a donde pienso remitirme muy breve”.[4]

Se estaban empezando a recibir noticias de nuestro protagonista. Mientras tanto, en Campanario, López de Vinuesa buscaba toda la información posible que facilitara pistas sobre los pasos seguidos del bibliotecario. El mismo dará la siguiente información sobre la indumentaria que llevaba durante su huida el progresista extremeño.

“Lleva un pasaporte dado por la Junta del Valle en Extremadura, lo mismo que Diego Durán y Juan García, los cuales dicen que lo necesitan porque tienen que ir a buscar unas caballerías, con fecha 22 de mayo.
Gallardo va vestido con una chaqueta, calzón y botines de paño pardo, medias de hilo, zapato Cordobés blanco y un chaleco de balbutina negra”.[5]

Todas las noticias que se van recibiendo de Gallardo llegarán a Madrid a la Comisión de Causas de Estado, la cual ordenará prisiones contra las personas de Campanario que se nombran en el Auto.

“D. Juan Garrido, escribano de Cámara por S. M. y de la Comisión nombrada para la determinación de todas las Causas de Estado.
Certifico: que la seguida contra D. Bartolomé José Gallardo y consortes en cinco de octubre próximo pasado, se dio la providencia siguiente.

Se sobresea en esta causa y por lo que de autos resulta, se condena a José Antonio Gallardo a ocho años de presidio en cualquiera de los de África y privado del oficio de escribano.
A Martín Gallego, se le destierra por diez años de su pueblo, de esta Corte y sitios Reales, y sea privado de poder obtener todo empleo de república, y a los dos se les condena en las costas y si reincidiesen serán tratados con mayor rigor.

A D. Francisco Javier de Salas, se le destinará por cuatro años de su pueblo y condena en las costas, por sí causadas y apercibe, no de lugar con su conducta a que se tomen providencias más severas; y por lo que aparece de autos contra Francisco Mateo, se le apercibe en los mismos términos que el anterior.

Instrúyase la causa de D. Bartolomé José Gallardo poniéndose testimonio de las órdenes que siguen en la Comisión y de lo que resulte contra él en la justificación general.

Que se le llame por edictos y pregones en la forma ordinaria y que se practiquen las diligencias correspondientes para averiguar las noticias que se sepan, ocurridas en los días seis, siete y ocho de mayo o los inmediatos, y se averigüe quién le dio pasaporte al expresado Gallardo en esta Corte.
Que se dé cuenta a S. M. de esta providencia haciéndole al mismo tiempo presente lo útil y conveniente que será, se recojan las laminas que existen en Cádiz y las que se han estampado las colecciones de muestras escritas y grabadas por D. José Asensio, grabador de Cámara del Rey y todos los ejemplares que se tengan de ellas; los que contienen varios artículos de la Constitución y sirven para la enseñanza de los niños. Madrid cinco de octubre de 1814. Está rubricado. Lic. Rovira”.[6]

El hermano de Gallardo detenido y condenado a las prisiones de África, y el resto de fieles enjuiciados, desterrados apagar las costas del Auto. La dureza de esta condena por parte de la Comisión de Causas de Estado es más que evidente. ¿Se pretendería con estas acciones meter el miedo en el cuerpo a esa mitad del pueblo de Campanario que seguía las máximas del liberalismo constitucional del momento?, posiblemente sí. Pero lo más injusto de todo esto, es el absolutismo reinante del gobierno de Fernando VII que no da opciones de defensa, al menos en principio, a los civiles condenados de la población.



La certificación de detención de dichos vecinos de Campanario la recibirá el Regente Manuel Marchamalo, para que este la ponga en práctica lo antes posible, y esto es lo que le contesta dicho señor, al presidente de la Comisión de Causas de Estado D. José Arteaga.

“Excelentísimo Señor.

En el día de ayer, recibí la certificación que V. E. de acuerdo de la Comisión nombrada por S. M. para la sustanciación y determinación de todas las Causas de Estado, me dirige relativas a las condenas impuestas y aprobadas por S. M. en la que remití al Señor Fiscal de la Sala de Alcaldes de Casa de Corte, a José Antonio Gallardo, Martín Gallego y D. Francisco Javier Salas, vecinos de la villa de Campanario, presos en la cárcel de esta Real Audiencia, y apercibimiento de Francisco Mato para que las ponga en ejecución en todas sus partes.

En su cumplimiento, y del oficio de V. E. fecha 11 del corriente mes con que acompaña dicha certificación, proveí la correspondiente, y en su consecuencia, se pusieron en libertad a los expresados Gallego y Salas con las prevenciones oportunas, y se libró certificación para la conducción del escribano Gallardo al presidio citado, habiendo sido antes notificados todos como verá V. E. de las diligencias que le remitiré luego que estén en estado. Que los bienes de los detenidos continuarán embargados hasta que se me envíe la regulación con costas para su ejecución. Lo que aviso a V. E. como en cargo para noticia de la misma Comisión.
Dios guarde a V. E. muchos años. Cáceres 22 de octubre de 1814.
Firmado. Manuel Marchamalo”.

Mientras José Antonio Gallardo ponía rumbo a sus más que incómodo y vergonzoso destinos, el bibliotecario de Cortes de Cádiz, D. Bartolomé José Gallardo, seguía desaparecido. En Madrid no olvidaban la causa del extremeño, y como se ordenó en un documento anterior, se iba a comenzar a airear y a pregonar a viva voz y en papel, los edictos que contra el desaparecido había dictado la Comisión de Causas de Estado.

“En la villa de Madrid a 31 de octubre de 1814 se dictó el edicto siguiente.

La comisión nombrada por S. M. para la sustanciación y determinación de todas las Causas de Estado, presidida por el excelentísimo Sr. Capitán General de Castilla la Nueva y de esta plaza D. José de Arteaga. En virtud de Real Orden, conoce y sigue la causa contra D. Bartolomé José Gallardo, ausente, por adicto a las instituciones constitucionales y por trastornar todo el orden y sistema antiguo en el gobierno; siendo sostenedor en las galerías y todo sitio público de dicho sistema, y por ello, ser desafecto completamente al Rey Nuestro Señor: por todo lo cual, ha acordado la propia comisión, se le cite, llame y emplace por el presente, para que dentro de tres días que por primer plazo se le asigna, se presente a disposición de la propia comisión a usar de su derecho y defensa en la referida causa. Qué silo hiciese se le oirá y administrará justicia y en su defecto, se sustanciará en su ausencia y rebeldía en los listados del Tribunal de la Comisión, y la sentencia que recayere le parará entero perjuicio.

Corresponde con sus originales y quede a efecto de fijarse dicho edicto en los sitios públicos de esta Corte, como La Plazuela del Ángel, Puerta del Sol, Portales de Provincias, Guadalajara, Casas Consistoriales, la de los Reales Consejos y Pórtico de la Real Cárcel de esta Corte. Se lo entregué al portero de la comisión en este propio día que certifico.
Firmado. El escribano Garrido”.[7]

El nombre de Gallardo plasmado en un papel, como si fuese un criminal, figuraría por las principales calles de Madrid y en todos los lugares anteriormente citados. La humillación de su persona y la de su familia se estaba consumando en una vergonzosa realidad. Los escritos citando a Gallardo ya estaban humillando y vilipendiando a su persona y clan.

“Diligencia.

En Madrid a 2 de noviembre de dicho año, el portero Francisco Pérez que lo es de la comisión, se me presentó manifestándome haber fijado el mismo día treinta y uno de octubre en los sitios descritos, los edictos que resultan del anterior que certificó. Firmado el escribano Garrido”.[8]

El día 2 de noviembre se pone en marcha el primer edicto contra Gallardo. Los vecinos de Madrid ya saben por el documento, que el cuerpo del delito del de Campanario es el de haber atentado desde su puesto de bibliotecario en Cádiz, contra las leyes antiguas que abrazaba Fernando VII, y como tal, contra el Trono y el Altar. El día 5 del mismo mes de noviembre, saldrá de nuevo a la calle el mismo bando contra Gallardo, fijándose en los sitios acostumbrados, y el día 9 de nuevo se volverá a poner dicha proclama donde corresponde.

Con fecha 12 del mismo mes el escribano Garrido certificará el siguiente documento sobre los decretos fijados.

“En Madrid a 12 de noviembre de 1814, yo el escribano de Cámara certifico, que sin embargo de los pregones anteriores y edictos fijados llamando al ausente comprendido en esta causa, no se ha presentado hasta este día. Que este dictamen se una a esta causa con certificación de lo que resulte contra D. Bartolomé José Gallardo en las diligencias venidas de Cádiz, como así mismo un ejemplar del Diccionario Crítico Burlesco.





Que enseguida se reciba la causa a prueba con todos los cargos por un breve término, dentro del que se ratifiquen los testigos del Sumario y verificados vuelva al Fiscal para proceder a la acusación.
Y qué sin perjuicio de lo anteriormente pedido, se lleven a efecto las diligencias mandadas ejecutar por la comisión para investigar si a la salida de Gallardo de esta Corte en los días que menciona, se le dio pasaporte y por quién. Sobre todo resolver la comisión como siempre lo más acertado. 
Madrid 19 de noviembre de 1814”.

Con fecha 21 de noviembre, los Señores de la Comisión de Causa de Estado a propuesta del Sr. Fiscal, van a poner la causa a prueba en términos de 8 días con todos los cargos, pidiendo haga acto de presencia el testigo número 20 para que se ratifique en sus acusaciones.

“D. Juan Garrido, Escribano de Cámara por S. M., y de la Comisión nombrado para la sustanciación y determinación de todas las Causas de Estado.

Certifico. Que de los ramos de autos de Comisión formados en la ciudad de Cádiz por el Sr. D. Diego María Vadillos del Consejo de S. M. en el Real de las Ordenes y comisionado que fue en ella, resulta citado Gallardo por el testigo número 20 cuyo particular que le comprende dice.

D. Manuel de Llera Iñiguez, natural de la Rioja, de estado soltero, vecino y de comercio de la ciudad de Cádiz, que vive en la calle de Murguía dijo: que en el mismo acto de firmar D. Manuel de Llera Iñiguez la declaración que antecede manifestó, que acababa de recordar otras circunstancias que notó en la parroquia de S. Antonio el día de las elecciones, y en su consecuencia bajo la misma religión del juramento que tenía prestado comentando: que con motivo de las repetidas veces que fue para dar su voto, lo mismo que hicieron los liberales en S. Antonio, practicaron en las demás parroquias haciéndose como árbitros de las elecciones, y notó que todo el día y parte de la noche permanecieron en la parroquia los tales liberales perturbando la franca elección del que expone, para dar las papeletas que se dice repartían a los incautos, a los de su devoción y a los forastero o transeúntes que no debían ser admitidos en esta votación, y que por lo mismo no debían ser de ella, Pereyra, Aldana, y otros que resultara de las actas de estas elecciones en todas las parroquias; que se dijo en aquel entonces, que en la Catedral se opuso el cura a admitir la votación de Gallardo por ser el autor del Diccionario Critico Burlesco y que no pudo evitar.

Corresponde con su original que obra en los citados ramos de autos y en mí escribanía de Cámara de la Comisión a que me refiero. Y para que conste y unir a la causa de Gallardo a virtud de lo mandado, pongo esta que firmo en Madrid a 5 de enero de 1815.
Firmado. D. Juan Garrido.

Certifico como escribano de Cámara de la de la Comisión nombrada por S. M. para la sustanciación y determinación de todas las Causas de Estado, que habiendo practicado infinitas diligencias para ver si podía hallarse en la secretaría de aquella algún ejemplar del Diccionario Crítico Burlesco,  para unirle a esta Causa con arreglo a lo pedido por el Sr. Fiscal en su respuesta de 19 de noviembre del año anterior, y  acordado en el decreto de los Señores de dicha Comisión que la publiqué, no puede verificar aquella por no existir ninguno en la expresada secretaría. Madrid 11 de enero de 1815. Firmado Garrido”.[9]

La comisión, como podemos comprobar por los documentos, no solo quería enjuiciar a Gallardo por su desobediencia al absolutismo del “Deseado”, sino que también le interesaba y mucho, el despreciado para unos y alabado para otros Diccionario Crítico Burlesco, qué además, ya había sido purgado por los calificadores del Santo Oficio años atrás. La Causa no paraba. Era mucha la lana que habría que hilvanar para dar forma a tan absolutista prenda, que serviría, entre otras cosas, para tapar y revestir las filosóficas ideas del liberalista extremeño.

Desde Madrid el presidente de la Comisión escribirá a los Excelentísimos Conde de Villa-Paterna y al Marqués de las Hormaras con la misión de averiguar quién dio a Gallardo el ya mencionado pasaporte.

“La comisión nombrada por S. M. para sustanciación y determinación de todas las Causas de Estado de la que soy presidente, ha acordado a instancias del Fiscal y para instruir la que se sigue en la propia Comisión contra el Bibliotecario de Cortes D. Bartolomé José Gallardo, pase a V. E. esto como lo hago a efecto de que se sirva noticiarme, si en los días 6, 7, u 8 de mayo del año anterior se dio pasaporte al dicho Gallardo. Teniendo V. E. la bondad de verificarlo con la más posible brevedad por convenir así al mejor servicio del Rey.
Dios guarde muchos años. 11 de enero de 1811”.[10]

El primero en contestar será el Conde de Villa-Paterna, este expone en su escrito, qué enterado del oficio recibido, su Comisión de Alcalde Constitucional habilitado para dar pasaporte cesó en diciembre de 1813, y, que por tal motivo, no puede manifestar si se le dio o no dicho documento a Gallardo. El mismo Conde remite al presidente de la Comisión de Causas diciéndoles: que quien se lo puede dar es la Secretaría del Corregimiento en donde constan todos los pasaportes que se entregaban, así como las formalidades que se necesitaban para concederlos. Pedida dicha información el día 13 de enero se escribe lo siguiente sobre dicho tema.

“A consecuencia del oficio de V. E., he mandado reconocer los asientos que existen en esta secretaría a cerca de la expedición de pasaportes, y no resulta que se diese ninguno a D. Bartolomé José Gallardo en los días 6, 7, 8, ni inmediatos del mes de mayo del año anterior. Lo participo a V. E. por contestación a su citado oficio.
Dios guarde a V. E. muchos años. Madrid 13 de enero de 1815. Firmado el Corregidor. Conde de Motezuma”.[11]

A la comisión le interesaba saber quién dio el pasaporte a Gallardo, y para ello seguiría insistiendo en el asunto para verificar la realidad expeditiva de dicho salvoconducto, insistiendo, entre las personas que conformaron o conformaban dicha Secretaría del Corregimiento, en éste caso, la contestación la dará, el Marqués de las Hormaras.

“Excelentísimo Sr. D. José de Arteaga

Dando puntual contestación al más atento oficio de V. E. de ayer, digo: que aunque al principio del año y en algunos otros meses más se firmaban por mí junto con mí compañero el Sr. Conde de Motezuma los pasaportes de salida de los vecinos o transeúntes de éste pueblo, era el mismo Conde, quién por tener en su casa la única secretaria que costeaba la villa, los llenaba tomando la razón competente de los sujetos y demás circunstancias que prescribía el reglamento, mandado observar para ello, pues de mí parte solo mediaba la firma en blanco en porciones de ciento o más ejemplares, y por consiguiente, será indefectible, que si se despachó el pasaporte a que V. E. refiere, constará en dicha secretaria que a la sazón servía . Siendo cuanto tengo que trasladar a noticia de V. E., en justa satisfacción de su encargo,
Dios guarde…Madrid 12 de enero de 1815. Firmado el Marques de la Hormaras”.[12]

De momento, la Comisión olvidaría el tema de quién concedió el pasaporte a Gallardo. La misma, con fecha 3 de febrero de 1815, retomará la ratificación de las declaraciones de los testigos, escribiendo López de Vinuesa al alcalde de Villanueva de la Serena una carta, en la que pediría lo siguiente.

“Por el Sr. Regente de esta Real Audiencia, se me pasó en el día de ayer el oficio siguiente.

Por el correo de este día se me ha comunicado por el excelentísimo Sr. presidente de la comisión nombrada por S. M. para la sustanciación de todas las Causas de Estado, la orden siguiente.
Acompaño a V. S., el acuerdo de la comisión nombrada por S. M., que es la pieza general formada para la causa del ausente D. Bartolomé José Gallardo, bibliotecario que fue de Cortes, en la que se entera la sumaria recibida para acreditar su estancia en Campanario, y ver, si se podía asegurarle en la que se justificaron sus delitos, los de su hermano y otros; compuesta de 28 folios para que se sirva disponer, que por el comisionado que entonces conoció de ella u otro de su confianza, se ratifiquen en sus disposiciones todos los testigos que depusieron contra Gallardo, entendiéndose aquellas con toda claridad y distinción en la que acompaña, privativa al mismo  que se le sigue por separado, por no inculcarle con su hermano y demás, componiéndose esta de 41 folios. Todo lo que deberá verificarse en el término de prueba, de forma que alcance a los que deben también hacerlo en esta corte.

Madrid 3 de enero de 1815. José Arteaga al Sr. Regente de la Real Audiencia de Cáceres.
Para que en todas sus partes tenga efecto lo prevenido en la anterior orden, lo traslado a V. S. para su cumplimiento, incluyéndole las dos piezas de autos con los folios que expresa.
Cáceres 6 de febrero de 1815. Manuel de Marchamalo Regente a D. Juan López de Vinuesa gobernador de la Sala del Crimen de esta Audiencia Real.
Y a fin de que V. D. practique la ratificación de testigos prevenida, con abono de muertos y ausentes en la forma ordinaria y con la claridad y distinción que se encarga a la mayor brevedad posible para que en Madrid se ejecute en el termino de prueba, le remito las dos piezas de autos que se expresan, con los mismos folios que obrare por mano del Fiscal de S. M. y por la propia me avisará el recibo.
Dios guarde…Cáceres 7 de febrero de 1815. Firmado Juan López de Vinuesa”.[13]

La causa contra Gallardo ya estaba en marcha en Extremadura. Entraban en juego los testigos de Campanario, sujetos que declararán todas las acciones que conociesen de su erudito paisano, así como las noticias del mismo. El alcalde de Villanueva de la Serena el Lic. D. Juan Francisco Biscamilla, será el encargado de ordenar los preparativos para tal efecto, pero el mismo, sin esperarlo, se encontraría de inmediato con un problema natural que le impediría acceder al pueblo natal del convicto.

“Villanueva de la Serena a 11 de febrero de 1815

 “El Sr. Juan Francisco de Biscamilla Alcalde Mayor de la misma, por ante mí el escribano, dijo: que por el correo ordinario llegado ayer tarde  a ésta, recibió la orden superior que antecede con las piezas de autos que expresa, en la cual, se le manda, lo que en la misma se continua: se manda con cargo en todas sus partes, aceptándola como la acepta, se tenga presente para su ejecución en lo principal a la primera oportunidad en la villa de Campanario una vez haya desaguado el arroyo de el Molar, que según noticias está intransitable a causa de las copiosas lluvias. Que por de pronto se acuse recibo según se proviene por mano del Sr. Regente a la Real Audiencia de esta Provincia, y qué para la evacuación de esta comisión, nombraba por actuario en ella, al presente escribano.
Firmado D. Juan Francisco Biscamilla. Ante mí el escribano Antonio Muñoz de Rivera”.[14]

Ya sabemos por el anterior documento, quienes van a ser los encargados de tomar declaración a los testigos de Campanario, uno el alcalde de Villanueva de la Serena y su escribano, pero de momento, el arroyo de el Molar no da paso a los encargados de dicha misión judicial, los cuales se acercarán a Campanario junto a un grupo de escoltas, mandados por el Alcalde de Villanueva de la Serena.

“Se tiene noticias de que el arroyo de el Molar está muy difícilmente vadeable, por ello pido se traslade la instruida, compuesta por el escribano en el día de mañana a la villa de Campanario, pídase la escolta de ocho caballos al coronel del Regimiento de Caballería de la Reina por el oficio correspondiente.
 Se provea, mando y firmo el Sr. Alcalde Mayor en Villanueva de la Serena a 12 de febrero de 1815. Firmado Lic. Juan Francisco Biscamilla. Ante mí el Escribano Antonio Muñoz de Rivera”.[15]

“Fe de la salida. Doy fe, que el Excelentísimo Alcalde Mayor con su escribano, han salido en este día de la fecha y hora como a las diez de su mañana con mí asistencia y escolta de ocho soldados y un cabo todos del Regimiento de Caballería de la Reina para la villa de Campanario, a la evacuación de la comisión conferida y a efecto conducente lo pongo por diligencia, que firmo en Villanueva de la Serena a 13 de febrero de 1815. Firmado. Muñoz de Rivera.

Fe de llegada. También la doy, habiendo llegado en este mismo día y hora de las cuatro de la tarde dicho Sr. Alcalde Mayor y demás acompañamiento a esta villa de Campanario, y para que también conste lo firmo. Muñoz de Rivera.[16]

Los encargados de la causa de Gallardo ya están en Campanario, mientras tanto, en la villa, los comentarios de todo cuanto está sucediendo con ciertas personas a fines a las doctrinas liberales es una evidencia. Lo crecidos seguidores de Fernando VII aplauden los acontecimientos que se están desarrollando en la población, detenciones, destierros, así como la consiguiente humillación de los familiares de los acusados. Los vecinos liberales preocupados y temerosos de lo que está sucediendo, intentarán pasear lo menos posible por las calles de la villa, refugiándose en sus casas al calor de las candelas de febrero. Un número importante de personas serán llamados a declarar, manifestar y revelar todo cuanto sepan de los penados liberales de la villa de Campanario, para ello, se abrirá Auto.

“Auto.

Comparezcan D. Antonio García Miranda, D. Diego Alfonso Calderón, Diego Durán, Antonia Gallardo, Mateo Oyarrejón, Diego Calderón Trenado, D. Antonio Centeno, Andrés García Miranda, Diego Sánchez, José López Guerrero y Diego Fernández Vadillo, vecinos todos de esta villa, los cuales declararan con respecto a D. Bartolomé José Gallardo, siendo citados por el Alguacil a quién se de nota expresa de dichos sujetos. Una vez presentados, se ratifiquen clara y distintamente en sus deposiciones a dicho respecto, y para verificar dichas diligencias se nombra a D. Francisco Cabanillas y Pedro Horrillo vecinos del Valle. Expídase al momento oficio por propio a la Justicia de aquella villa para que les haga se presenten a disposición del Tribunal. Precisamente en el día de mañana y para que en el caso que ambos, o algunos de ellos fuese muerto o ausente, remita en el mismo día y con la misma urgencia, otras personas del pueblo de la mayor probidad y que hallan tratado al citado para su abono, reservándose su Merced, el practicar la correspondiente diligencia con D. José de Tena vecino de Villanueva de la Serena al regreso a aquella villa. Así lo proveo mando y firmo el Alcalde Mayor de Villanueva de la Serena y comisionado para este efecto en la villa de Campanario. 13 de febrero de 1815.
Firmado.  Lic. Juan Francisco Biscamilla. Ante mí Antonio Muñoz de Rivera.

Estando todo preparado en las dependencias municipales de Campanario, van a comenzar las comparecencias de testigos: el primero en hacerlo será D. Antonio García Miranda, al que previamente se le hará jurar por Dios y ante una cruz, siempre, según derecho.

Pero lo que viene a continuación, queridos amigos, lo daremos a conocer en nuestra próxima crónica, que en breve colgaremos, en mi blog del Hereje.  




[1] AHN. Consejos. Legajo 6301.Exp. 1.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd.



[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] Ibíd.
[9] Ibíd.
[10] Ibíd
[11] Ibíd.
[12] Ibíd.
[13] Ibíd.
[14] Ibíd.
[15] Ibíd.
[16] Ibíd.


Algunos datos históricos de D. Bartolomé José Gallardo Blanco, en relación con sus diferentes puestos de trabajo.



Para conocer la mayoría de los datos biográficos de D. Bartolomé José Gallardo, vamos a utilizar su expediente de clasificación de jubilación formalizado con fecha 5 de junio del año 1841. En los documentos aparecen su partida de nacimiento y todos los lugares por los que ha pasado trabajando en favor de su país, siendo el mismo Bartolomé quién nos cuente los años que ha estado prestando su servicio al pueblo español, y por ello, exigir su retiro o jubilación. Su partida de nacimiento dice así.

“D. Andrés Conde, cura Rector de la única Parroquia Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de esta villa de Campanario, certifico en cuanto puedo y el Derecho me permite.

Que en su archivo se halla un libro forrado en pergamino y foliado, que su asiento es de Bautizados y que tuvo principio en el año de mil setecientos setenta y cinco y concluye en el de mil setecientos ochenta y dos, en el que al folio treinta y uno vuelto la primera partida dice así.

Partida. En la Parroquial de la villa de Campanario, en diez y siete día del mes de agosto, año de mil setecientos setenta y seis, yo D. Bartolomé de Soto Rebollo, teniente de cura de dicha parroquial, bauticé a Bartolomé José, hijo legítimo de María Lucía Blanco y de Juan Gallardo, sus padres; que nació el día trece de dicho mes y año. Fue su madrina D. Leonor Manuela González de Mendoza: todos vecinos y naturales de esta dicha villa, advirtiéndosele el parentesco espiritual. Y lo firme: Bartolomé de Soto Rebollo.

Así consta, y parece de dicho libro, folio y partida, a que me remito; y para que obre los efectos que haya lugar en derecho, doy la presente que a petición de parte firmo en la villa de Campanario a veintiséis de agosto de mil ochocientos cuarenta. Andrés Conde”.[1]

Los siguientes en constatar su originalidad serán los escribanos públicos de Campanario quienes expresarán lo siguiente sobre dicho documento.

Los infrascritos Escribanos Públicos de S. M. la Reina Nuestra Señora y del número de esta villa de Campanario nuestra vecindad.

Damos fe: que D. Andrés Conde, Presbítero, y por quién va dada la certificación anterior, es tal cura propio de la única Parroquial Iglesia de esta villa según y como en ella se titula. Que la firma y rúbrica que la autoriza es al parecer de su puño y letra, y que es la misma que acostumbra en todos sus escritos, a los cuales siempre se les ha dado entera fe y crédito, así en juicio como fuera de el. Y para los efectos convenientes y a petición de parte, colocamos la presente que signamos y firmamos en expresada villa de Campanario 25 de agosto de 1840. Firmado Ramón Molina. Francisco Fernández Gallardo.[2]

Con fecha 16 de marzo de 1841, Gallardo, ya con 65 años, escribe una carta al Sr. Presidente e individuos de la Junta de Clasificación de Empleados Civiles, en la misma, el bibliotecario de las Cortes de Cádiz va hacer su particular currículo sobre sus años trabajados, exponiendo lo siguiente.

Excelentísimo Sr. presidente e individuos de la Junta de Clasificación de Empleados Civiles.

D. Bartolomé José Gallardo, Bibliotecario cesante por su presión de la Nacional Española de Cortes, deseando obtener mí clasificación para obstar  a la cesantía que me corresponde por mis años de servicio y con arreglo a la ley de presupuestos  vigentes, a V. E. con la consideración debida hago presente: que empecé la carrera de mis servicios a la Patria con empleo de nombramiento Real en plaza de la Contaduría de propios de Salamanca, que serví hasta que obtenida por oposición el año 1800 una Cátedra en la Real Casa para las enseñanzas de los pajes de S. M., vine a Madrid con ese nuevo destino. Estando en la Corte desempeñe mi trabajo con honor hasta el memorable día 2 de mayo, en el ejercí que declarada con un acto atroz de perfidia que escandalizó al mundo, la tiranía francesa me sustrajo a su yugo y pasé a Extremadura mí Patria a ofrecerla mis servicios.

Allí los continué siendo empleado oficial y oficiosamente en objetos patrióticos hasta la batalla de Medellín, en que estuve a punto de perecer en desempeño de una arriesgadísima comisión de alarma de la Junta de Provincia.

Últimamente convocadas las Cortes (para cuya convocación tuve la honra de ser uno de los que más trabajaron en Sevilla, Cádiz y San Fernando), en aquella Isla fui nombrado Bibliotecario de las Cortes el 24 de enero de 1811: destino que serví hasta la destrucción de las Cortes por el despotismo en el año de 1814, en el cual pasé a Inglaterra, donde permanecí hasta que restablecidas en 1820 fui llamado a continuar mis servicios reorganizando la Biblioteca. La supresión de estas. por las fuerzas violentas que abolió las Cortes y el sistema Constitucional del año 1823, me despojó por segunda vez de mí destino, y siendo restablecida de nuevo la Constitución de 1812, fui reintegrado por Real Orden de 12 de octubre de 1836, donde ejercí y desempeñe mi trabajo hasta la supresión de la Biblioteca por ley de 21 de mayo de 1838.

Como para el objeto de esta relación no necesito probar documentalmente todos sus extremos, me limito por ahora a las que bastan para mí cesantía pagadera, en justificación de las cuales, presento (con calidad de devolución) los documentos siguientes.

-La de bautismo.

- Informe de la Contaduría de propios de Salamanca.

- El impreso de Biblioteca Nacional de Cortes con las referencias al diario de las mismas, únicos documentos que restan.

- Real Orden para mí última rehabilitación de Bibliotecario.
- El cese de la pagaduría de Cortes.

En cuya vista Suplico a V. E.:  se sirva clasificar mis servicios declarándome en ley de equidad los años de abono para la cesantía de la mitad del sueldo que disfrutaba.
Madrid 13 de marzo de 1841.  Firmado. B. J. Gallardo.[3]

La misma Comisión encargada de valorar la pensión del erudito de Campanario, va a presentar, los distintos trabajos realizados y el tiempo que el trabajador a estado al frente de ellos, mandando el expediente al ministro de la gobernación para su visto bueno.

Don Bartolomé José Gallardo bibliotecario cesante de la Nacional Española de Cortes, ha solicitado su clasificación a la que se ha procedido por la sección en los términos siguientes.

Servicio según hoja……………….27 años y 19 días.

Sueldo del destino………..............15.000 reales

Sueldo por clasificación, mitad….7500 reales.

Si la Junta lo estima podía remitirse a la aprobación de la Regencia Provisional del Reino. Madrid 30 de abril de 1841. Firmado. Francisco de Vargas[4]


Carta al ministro de la gobernación, 1 de mayo de 1841

Con el acuerdo de esta Junta tengo el honor de remitir a V. E., la adjunta hoja formada sobre la clasificación hecha a D. Bartolomé José Gallardo, bibliotecario cesante de la Nacional Española de Cortes hoy suprimida, por la que se le reconoce 27 años y 19 días de servicio, y por ello, el haber anual de 7500 reales, mitad del que dispuso en activo; a fin de que si V. E. lo tiene a bien, se sirva elevarlo a la aprobación de la Regencia Provisional del Reino, y si la mereciese, espero tenga la bondad de comunicármelo con devolución del expediente para los fines consiguiente.[5]

La carta del Ministro de Gobernación llegará hasta la Comisión General de Clasificaciones de Empleos Civiles, la cual ordenará por año, los distintos servicios prestados por Gallardo Blanco.

Comisión General de Clasificaciones de Empleos Civiles

Hoja de servicios de D. Bartolomé José Gallardo, bibliotecario cesante de la Nacional Española de Cortes, natural de Campanario, de 64 años de edad.

Destinos que ha servido.

1-El 18 de febrero de 1804 por Real orden oficial de la Contaduría de propios de Salamanca y según el informe dado por la Sección de Contabilidad de la Diputación Provincial, D. Bartolomé José Gallardo trabajó en dicha Diputación durante 1 año 10 meses y 13 días.

2-El 1 de enero de 1806, fue nombrado por S. M. para regentar la Cátedra de idioma francés de la Real casa de pajes en la que estuvo al frente durante 2 años 4 meses y 1 día.

3- El 2 de mayo de 1808 y con motivo de la entrada de los franceses en Madrid, pasó a Extremadura, donde el interesado prestó grandes servicios a la Patria y contribuyó para la convocación de las Cortes, y reunidas, estuvo al frente 2 años 8 meses y 22 días.

4- El 24 de enero de 1811, fue nombrado por el Congreso en la fecha del margen como bibliotecario de las Cortes, estando al frente de dicho servicio, 3 años 3 meses y 18 días.

5-El 12 de mayo de 1814, cesó con motivo de la extinción de las Cortes y estuvo en Inglaterra 5 años, 9 mese y 25 días.

6-El 7 de marzo de 1820 fue restablecida de nuevo volviendo a su destino que desempeñó durante 5 años 9 meses y 25 días.

7-El 1 de octubre de 1823 cesó como bibliotecario por virtud del Real Decreto de esta fecha, y como comprendido en la segunda parte del artículo 19 de la ley de presupuestos, se le abona por entero hasta 11 años y 3 meses.

8-El 1 de enero de 1835, ídem por mitad como cesante hasta 1 de junio del mismo año 11 años 2 meses y 15 días.

9- El 12 de octubre de 1836, repuesto en su destino por Real Orden, sirvió hasta 1 año 7 meses y 10 días teniendo de sueldo 1500 reales.

10-El 21 de mayo de 1838 año en que se suprimió la Biblioteca, D. Bartolomé José Gallardo tenía un total de servicios prestados de 32 años 8 meses y 8 días.

Deducciones.

Por la época del intruso desde el 2 de mayo de 1808 hasta el 24 de enero de 1811, se le deducen 2 años 8 meses y 22 días.
Por mitad del tiempo de cesantía desde el año 1814 hasta 1820, se le deducen 2 años diez meses y 27 días, sumando un total de tiempo no prestado de servicio de 5 años 7 meses y 19 días. Siendo el tiempo de abono de 27 años 7 meses y 19 días.

Madrid 30 de abril de 1841.[6]

Una vez presentados por Gallardo todos los documentos necesarios para la obtención de su jubilación, la misma le vendrá aprobada con fecha 5 de junio de 1841 por D. José López García, diciendo lo siguiente.

D. José López García del Consejo de S. M., su Secretario Honorario, Comendador de la Orden Americana de Isabel la Católica, Intendente Efectivo de Provincia, Socio de Número de las de Amigos del País de Córdoba, Málaga y Secretario en Comisión con voto de la Junta de Calificación de Derechos de los Empleados Civiles.

Certifico: que examinados por dicha Junta los documentos justificativos presentados por D. Bartolomé José Gallardo, bibliotecario cesante de la Nacional Española de Cortes para la calificación del sueldo que debiese gozar al respecto de sus años de servicio, conforme a la ley de Presupuestos de 26 de mayo de 1835 y Real Decreto de 14 de octubre de 1836, le encuentro con derecho al abono hasta 21 de mayo de 1838, de 22 años 10 meses y 5 días, y el sueldo anual de 7500 reales vellón que es mitad del que disfrutó en el expresado destino; cuya calificación ha sido aprobada por Real orden de 30 de mayo último y entendiéndose sujeto a lo que se determine en lo sucesivo sobre clases pasivas.

En su virtud y de acuerdo de la Junta, expido la presente Certificación que firmo en Madrid a 5 de junio de 1841.[7]

Pero amén de estos documentos que nos cercioran de algunos aspectos de nuestro protagonista, no es menos cierto, que su vida fue mucho más intensa en otros campos como el literario. No voy a nombrar sus obras, pero sí remitiré a los interesados en ellas, que oteen los trabajos de, Sainz Rodríguez, Manuel Pecellín Lancharro, Rodríguez Moñino, Delgado Casado, Pérez Vidal, José Marqués Merchán y otros tantos, que se han preocupado de ir dando a conocer las entrañas literarias del autor.

Aportada esta pequeña realidad histórica de Gallardo y teniendo presente que su vida fue mucho más potente y penetrante, vayamos a conocer el cuerpo de su Causa de Estado, sus protagonistas, delaciones e interrogatorios, que nos pondrán sobre la pista de sus vínculos directos con algunos personajes cercanos al condenado, y sobre todo, la consolidada y arraigada influencia de sus ideas en tierras de la Serena, Extremadura y España.

Al estar D. Bartolomé fugado y por ello no poder enjuiciarle, la Comisión de Causas buscará testigos en Campanario y alrededores que pondrán de manifiesto su verdad. Pero sobre todo conoceremos, como la Causa de Estado del bibliotecario de Cortes se volverá contra su propio hermano, José Antonio Gallardo, por su más que manifiesta (según los testigos) perseverancia y lucha en favor de los ideales constitucionales. Abramos las puertas de la libertad en este trabajo y demos paso libre a los documentos para que estos nos vayan contando el desarrollo de dicha sumaria, de cuya información comprobaremos y verificaremos en años de incertidumbres políticas, las tensiones y divisiones ideológicas que se desarrollaban a principios del siglo XIX en tierras de Extremadura.
Pero esto queridos amigos: lo daremos a conocer en nuestro siguiente artículo.


[1] AHN. FC-Ministerio de Hacienda. Legajo 1622, exp. 12.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.

miércoles, 6 de noviembre de 2019


Un Cervantista Quemado por la Inquisición





Signatura: Archivo da Torre do Tombo de Lisboa (Portugal), Legajo 8027-1


Con grandísima concurrencia de público de todas las clases sociales, y con extraordinaria animación, se representaba en el teatro do Barrio alto de Lisboa, en la tarde del día 14 de octubre del año 1733, una comedia titulada Vida do grande Don Quijote y del gordo Sancho Panza.

La platea, que hoy llamamos patio, no podía contener el inmenso número de espectadores que en ella se apiñaban; los aposentos estaban llenos de damas y señores de la primera nobleza de la corte; y hasta en los llamados camarotes dos frades, se notaban, a través de las espesas celosías que los disimulaban, las venerables cabezas de los reverendos padres de todas las órdenes religiosas, sin exceptuar a los señores inquisidores, que muy de propósito y en gran número, concurrían siempre a las primeras representaciones, llenando el aposento que para ellos estaba reservado.

Importa y mucho a los lectores españoles, conocer los pormenores de aquella fiesta escénica, porque la obra era tributo de admiración al mayor ingenio de España, al desventurado é inmortal autor de El Ingenioso Hidalgo; y también porque la vida del desdichado poeta de aquella obra dramática es verdaderamente interesante, y además casi desconocida en nuestra historia literaria.

Representaba una compañía que había recibido lecciones y ejemplo del célebre español Antonio Rodríguez, que de Madrid pasó a Lisboa, donde colmado de aplausos vio correr los últimos años de su dilatada existencia, dejando muchos y buenos discípulos.
La comedia estaba discretamente escrita en lo general, graciosa y ligeramente dialogada, y sostenía el interés de los espectadores, tanto por la variedad incesante de las escenas, que conservaban mucha de la gracia del original, como por los chistes de que estaba salpicada la obra, y que, sin ser áticos ni mucho menos, llenaban las medidas del gusto del auditorio, acostumbrado a obras muy escasas de mérito y de gracia. En los bancos primeros, cercanos al proscenio, se veía á casi todos los poetas portugueses de aquel tiempo; medianos algunos, malos, detestables en su mayor número, que acudían á escuchar la nueva producción dramática de un rival favorecido, con disposiciones de ánimo poco benévolas en verdad.

Los aplausos despertaron la emulación de aquellos escritores; el entusiasmo del público la convirtió en envidia; un suceso, puramente casual, vino a trocar aquellas malas pasiones en abierta enemistad y malquerencia.

Después de una escena originalísima, en la que Don Quijote imagina que los encantadores que le persiguen han mudado a su Dulcinea, transformándola en la figura de Sancho Panza, escena que fue calurosamente aplaudida, a pesar de su equívoca moralidad y subido color, Caliope, descendiendo de una nube, arrebató en ella a Don Quijote y a Sancho para llevarlos en socorro del Numen Deifico. Se mudó el teatro en el Monte-Parnaso, y apareció el Dios Apolo rodeado de un enjambre de malos poetas, con los que reñía porfiada batalla. Y de allí fue Troya.

………………………………………………………………………………………

—Esperad, bastardos hijos, exclamaba Apolo, que presto vendrá quien sepa vengarme de vuestras injurias.

— Ya no te reconocemos por Dios de la poesía, señor Apolo, gritaban a su vez los poetas, pues cualquiera de nosotros es un Apolo, y cada idea nuestra una nueva Musa.

APOLO. — ¿Así os atrevéis á profanar el decoro que se debe  a mis apolíneos rayos?

POETAS. — Toquemos a embestir el Parnaso. (Caen de una nube Don Quijote, Sancho y Caliope.)

APOLO. — En hora buena vengas, valiente Don Quijote, que sólo tu espada puede asegurarme en el trono y conservar mis laureles. Ven, ven a vengarme de estos poetastros, que sin más armas que su presunción, quieren, no tan sólo emular mi plectro, sino despojarme del Parnaso; y como son las armas y las letras tán fidelísimas compañeras, quiero valerme de tus armas para restauración de mi ciencia; y como esta violencia que se me hace no desdice de las empresas de tus caballerías, te ruego y llamo para que me acorras.

DON OUIJOTE. — Señor Apolo, yo tomo sobre mí su desagravio, y ya desde ahora puede sentarse tranquilo en su trono, que nadie será osado a tocarle.

SANCHO. — Señor Don Quijote, yo cuido que estoy soñando. Que entre Vm. en el Parnaso no es extraño, porque es algo loco y locos aquí vienen; pero que yo siendo un ignorante esté también a su lado, es lo que me admira; y de ello vengo a concluir que no hay bolonio que no se cuele hoy día en el Parnaso.

DON QUIJOTE. — Y dígame por su vida, señor Apolo, ¿cómo se llaman esos poetas que de tal manera os persiguen?

APOLO. — Pues esa es la desgracia, amigo Don Quijote, que los poetas que me afligen no son de nombre, y con todo cada uno se cree que tiene más que yo mismo.

DON QUIJOTE. — Decidme, poetas de aguachirle; decidme, ranas que graznáis en el charco de Catalina; decidme, cisnes contrahechos, que os zambullís en el lodo de Hipocrene, ¿con qué méritos contáis para competir con el Dios de la Poesía...?

…………………………………………………………………………………………

Ya desde el principio de la escena los aplausos intencionados se habían repetido con mucha frecuencia, y más de un chusco dirigía sus miradas a los bancos ocupados por los poetas; pero al llegar a este punto, al apostrofar Don Quijote a los poetas de aguachirle, los aplausos fueron generales, las risas continuas, y todos se volvían a mirar a los escritorzuelos, que sufrieron avergonzados una rechifla estrepitosa.

La ira que aquellos poetastros sentían, no podían desahogarla sobre el público, descargandola sobre el inocente autor de la comedia.

—¡Es un bufón! —decían.

— Es un judío, y obra como tal; — añadían otros.

—Bien se descubre el rabo de sus malas creencias a través de sus intencionados chistes....

— Y después de todo, esto no es más que una mala copia de un célebre escritor español; — decía un tercero en voz alta y campanuda para que llegase a los oídos de la multitud, que se apiñaba a las puertas de la botillería durante el entreacto.

Bajaban de sus aposentos los señores inquisidores, y un escritor mal intencionado, llamado Lobo Correa, se atrevió a decir:

—En efecto, asoma el rabo del judío en muchos lugares de la comedia; y es que se va olvidando el autor, de que existen en Portugal vigilantes o centinelas de la fe, que ya en otra ocasión, le obligaron a este mismo autor a la abjuración de levi, por haberse burlado de doctrinas sustentadas por autores católicos.

No lo dijo á sordos. Al día siguiente estaban sobre la mesa del Calificador del Santo Oficio todos los escritos del poeta dramático autor de la comedia sobre El Grande Don Quijote y del gordo Sancho Panza, y se comenzaba una información secreta de su vida y costumbres, que andando el tiempo produjo funestos resultados. Veamos lo que averiguó la Inquisición.



Averiguaciones de la Inquisición

Antonio de Silva, que en aquella sazón ejercía ya con crédito la profesión de abogado en la ciudad de Lisboa, era hijo de otro notable jurisconsulto, Juan Méndez de Silva, y de su legítima esposa Lorenza Coutinho.
Había nacido en Rio-Janeiro en el año 1705, y allí corrieron tranquilos los primeros años de su existencia, dando singulares muestras de felicísimo ingenio y disposiciones nada comunes para todo género de estudios.

Trasladada a Lisboa la familia, ya en el año 1726 era Antonio José bachiller en leyes por la Universidad de Coimbra, donde en la temprana edad de veinte años había llamado la atención por su claro entendimiento, su aplicación extraordinaria, y más que nada por su carácter franco, alegre, jovial y decidor, que le había granjeado muchos y buenos amigos. Estas mismas condiciones de carácter le trajeron a posteriori un grave disgusto.

Ejerciendo la abogacía con asiduidad al lado de su padre, iba adquiriendo buen concepto como jurisconsulto entre los más principales señores de la nobleza, así como entre graves y doctos magistrados; teniendo la misma admiración por sus aficiones literarias y por sus composiciones poéticas, razón por la cual, era recibido con especial agrado en todas las reuniones de la capital.

Entre los nobles que con mayor amistad le distinguían y más se gozaban en su ameno trato, figuraba el cuarto Conde de Ericeira, don Francisco Javier de Meneses. Refiere uno de los más apasionados biógrafos de Silva (Camilo de Castello-Branco), que entrando este un día en la biblioteca del Conde, que era una de las más escogidas y preciosas de Lisboa, encontró en ella a un cierto Bartolomé Lobo Correa, literato de escasa valía, y antipático además por las condiciones especiales de su carácter. Entre los libros del Conde tropezó Silva con uno, titulado Centinela contra judíos, puesta en la torre de la Iglesia de Dios, obra del extremeño Fr. Francisco de Torrejoncillo, traducida del español al portugués por el padre del Lobo Correa; y tomándolo en las manos se propuso mortificar a aquél, haciendo reír a su costa, al P. Luis Álvarez y a Francisco Javier Oliveira, que se hallaban presentes, sacando a plaza algunas de las muchas necedades que el libro contenía.

El mentado biógrafo del poeta describe con sin igual donaire y con gran fuerza cómica, la escena de la biblioteca, origen de todas las desgracias de aquél. Oigámosle.

—<< ¡Oh, Francisco Javier—dijo Antonio de Silva,— ya encontré un libro que es alhaja, traducido aquí por el padre del Sr. Bartolomé.>> ¡Centinela contra judíos...! — ¡Oh! ¡oh...! —exclamó riendo el P. Luis Álvarez; —esa es una obra que hace cosquillas en los pies a cuantos la lean.

—¿Y por qué razón...? —preguntó algo avispado y sospechoso el hijo del difunto traductor.

—¿Por qué?,—repuso el Padre; —porque es obra llena de sandeces, inmoralmente puerca y torpe.
…………………………………………………………………………………………

Silva abrió el libro y leyó en voz baja algunos renglones, y dijo:


—Díganme vuestras mercedes, si la inmortalidad no les parece mezquina y pequeña recompensa para un libro donde se leen estas cosas; ¡atención!:—"Si los hombres pusieron cuidado en señalar a los judíos para que fuesen conocidos por sus traiciones, no menos cuidó Dios de señalarlos, para confusión suya y castigo de lo que merecieron sus antepasados. En algunos no son muy patentes las señales que por su maldad pone en ellos la naturaleza; pero en otros, se ven claras y evidentes, sin que pueda su cuidado celarlas y ocultarlas a las gentes. Digo, pues, que hay muchos señalados por la mano de Dios después que crucificaron d su Divina Majestad; unos...

—¡Fíjense en esto! —exclamó Antonio José, interrumpiendo la lectura. —¡Fíjense en esto para aumento de la Historia Natural, y en honra del Lobo muerto y del Lobo vivo! — Y prosiguió leyendo:

" Unos tienen unas colillas o rabillos que le salen en su cuerpo del remate del espinazo; otros echan y derraman sangre...„

— ¡Alto ahí! —interrumpió el P. Álvarez. —Hay señoras en la habitación inmediata: el que quiera leer el resto de esa inmundicia hágalo en secreto....

— Yo lo he leído ya, —dijo Oliveira, llevándose la mano a la nariz, —y eso exhala vapores de cloaca.

— Y según esto—repuso Silva—¿está vuestra merced persuadido, Sr. Lobo, de que algunos judíos tienen rabos que les nacen del remate del espinazo?
— Lo estoy; sí señor.

— ¿Y violo tal vez con sus propios ojos, tan vivos y penetrantes? Ahora veo yo también que no es mentiroso el refrán que dice que los sabios meten la nariz en todo. ¡Cuánta investigación por lugares tan poco frecuentados ha hecho su nariz de usted, sabio D. Bartolomé!


—¿Qué libro lee nuestro moderno Gil Vicente? —dijo entrando el Conde de Ericeira.
— ¡Ah!... Centinela contra judíos.... Es un libro notable, que prueba el adelanto de la Historia Natural en España. Habla ahí de unos rabinos....

—Con eso nos entreteníamos, —añadió el Prior de San Jorge. —¿Y vieron—repuso el Conde—el por qué tienen rabo los israelitas? La explicación está dos hojas adelante.
—Aquí está—dijo Silva. — Y leyó:

“Los judíos de las colillas o rabillos en el fin del espinazo, son descendientes por línea recta de aquellos que eran maestros entre ellos, a quien llamaban Rabíes, y acá llamamos Rabinos; éstos se sentaban a juzgar, y hoy se sientan a enseñar su ley, como maestros y jueces; y para pena suya, y que no puedan estar sentados sin trabajo y penalidad, les sale aquel rabillo en las asentaderas. „

Me parece que el Sr. Bartolomé está con mala sombra.... —dijo el Conde—Pero observe nuestro amigo, que su padre no incurre en nuestra crítica. A un traductor solamente se le exige fidelidad en la versión...

—Mi padre, Sr. Conde, —dijo Bartolomé, — no pide disculpa por haber hecho un servicio a la religión. A los judíos fue a los que no les hizo favor, traduciendo este religioso libro y del que estos señores se están zumbando.

Y al proferir Bartolomé las palabras a los judíos, clavó los ojos con marcada intención en Antonio José de Silva. Quince días después, el 6 de agosto de 1726, fue detenido el poeta por los familiares del Santo Oficio, y encerrado en las cárceles de la Inquisición. Como el Prior de San Jorge fue reducido a prisión en el mismo día, conocieron bien todos los amigos de ambos de dónde procedía la denuncia.

El Conde de Ericeira, Juan Méndez de Silva, el anciano contador Diego Barros y otras muchas personas de cuenta comenzaron inmediatamente a influir con los inquisidores en favor del calumniado joven, haciendo llegar a sus oídos la causa del rencor de Lobo Correa.

Mucho sirvieron al acusado las informaciones de tan poderosos amigos, y las muestras de simpatía y afecto de que era objeto Silva en todas partes, pusieron muy en su favor a los inquisidores.

Mas por desgracia, la madre del poeta, Lorenza Coutinho, era de raza judía; se sospechaba que pudiera mantener en su familia recuerdos de la antigua creencia; y aunque nada se justificó que indicase falta de ortodoxia, ni de prácticas contrarias al cristianismo en la casa de aquélla, creyeron de necesidad los señores del tribunal de la fe depurar el hecho, y sometieron a cuestión de tormento al procesado, que conservó para todo el resto de su vida las señales de los tornillos en sus desfigurados pulgares.

Fue absuelto el desventurado Silva; abjuró de levi, y con expresiva recomendación de los inquisidores para que se dedicara al estudio de la doctrina cristiana, volvió triste y meditabundo al seno de su atribulada familia. Recobrando poco a poco, la salud y la tranquilidad de ánimo, se dedicó el escritor a sus negocios del foro, guardando la más rigorosa observancia de las prácticas religiosas, y sin que su conducta ofreciera nada digno de censura, hasta la época en que el Calificador del Santo Oficio recogió estos informes secretos.

La denuncia de Lobo Correa no tuvo por entonces otros resultados; pero por ella Antonio José de Silva fue sometido a tormento, y el P. Luis Álvarez, prior de San Jorge, salió desterrado de Lisboa. En los libros de la Inquisición quedó Silva apuntado desde entonces como sospechoso de judaísmo.

Muchos meses después de haber vuelto a su casa, apenas salía de ella Antonio José de Silva, fuera por la vergüenza de haber salido al auto de fe, por temor de dar pábulo a nuevas sospechas, por un acceso de misantropía, nada extraño en hombre de su imaginación y de su carácter después de la prisión y el tormento, es cierto, que huía el trato de sus antiguos compañeros, nunca se presentaba en público, y aun dentro de su misma casa pasaba largas horas encerrado en su habitación, sin más compañía que sus libros, reducidos a pocos volúmenes de poesía y muchos de devoción, de obras ascéticas, vidas de Santos y expositores bíblicos.

Este retraimiento voluntario influyó, muy directamente, en su carrera literaria. Al paso que iba recobrando la tranquilidad de su espíritu, buscó esparcimiento en su afición por la poesía, escribiendo del todo o formulando.



Segunda Parte

Muchos meses después de haber vuelto a su casa, apenas salía de ella nuestro protagonista. Fuera por la vergüenza de haber salido al auto de fe, fuera por temor de dar pábulo a nuevas sospechas, o por un acceso de misantropía, nada extraño en hombre de su imaginación y de su carácter después de la prisión y el tormento, es lo cierto que huía el trato de sus antiguos compañeros, nunca se presentaba en público, y aun dentro de su misma casa pasaba largas horas encerrado en su habitación, sin más compañía que sus libros, reducidos a pocos volúmenes de poesía y muchos de devoción, de obras ascéticas, vidas de Santos y expositores bíblicos.

Este retraimiento voluntario influyó muy directamente en su carrera literaria. Al paso que iba recobrando la tranquilidad de su espíritu, buscó esparcimiento y solaz en su afición a la poesía, escribiendo del todo o formulando los planes de muchas obras dramáticas, que representadas en los años siguientes, contribuyeron a extender su fama de poeta por una parte, siendo por otra causantes de su total ruina y lastimosa tragedia, al decir de muchos historiadores; aunque otros sólo atribuyen su desgracia al judaísmo, antiguo en su familia y que en ella se perpetuó por el enlace de que ahora debemos dar noticia.

En su voluntaria reclusión, viviendo aislado con su familia, Antonio Jos estrechó relaciones con la del anciano contador Luis de Barros, y de ellas nacieron sus amores con la nieta del mismo, llamada Leonor, joven de singular hermosura e ingenio. Le consagró el poeta sus mejores y más sentidas composiciones; y tal vez estimulado también por aquel afecto, empezó á dar término á sus comedias para representarlas en el teatro.

Uno de los asuntos que más agradaban al escritor y causaban efecto en su familia, eran las aventuras de Don Quijote de la Mancha, relatadas por la inimitable pluma de Miguel de Cervantes. Tanto se prendaba Silva de la gracia y de la fuerza cómica del autor español, que sin cuidarse de que el personaje de Don Quijote había sido presentado ya en la escena lusitana por Ñuño Sutil, se decidió trasladarlo al teatro, y su primera obra cómica, seis años después de haber salido a la abjuración, fue la que tituló: Vida do grande Don Quijote de la Mancha e do gordo Sancho Panza.

El éxito que alcanzó la obra despertó la saña de los envidiosos, según intentamos describir al principio de esta biografía; volvió a ponerse en tela de juicio la sospecha de judaísmo de ANTONIO JOSÉ, pero su conducta en aquellos últimos años había sido ejemplar, sus costumbres muy religiosas, y la envidia tuvo que devorar en silencio la pena que le causaban los aplausos que se prodigaban al autor y su creciente fama.

Al año siguiente de este triunfo escénico, en el de 1734, vio Antonio José de Silva colmados los deseos de su corazón, contrayendo matrimonio con Leonor de Moura, hija de Jorge, y nieta de Luis Pereira de Barros, según antes dijimos. Las familias habían vivido siempre en la mayor intimidad; desde aquel punto, puede decirse que se confundieron en una sola. Mas, por desgraciada coincidencia, como ya indicábamos, Jorge Barros estaba casado con una joven huérfana, a la que había dado asilo el anciano Contador Mayor de Alfonso VI, movido a compasión al verla sola en el mundo. Los padres de aquella infeliz niña habían sido quemados por judaizantes; el Contador la recogió en la temprana edad de cinco a seis años, la hizo bautizar, y le puso en su regeneración el nombre de María, en lugar del de Sara con que la llamaron sus padres.

Poco tiempo después del casamiento del poeta, en el mes de mayo de 1735, se representó con gran éxito la obra, pero la alegría que produjo este nuevo triunfo fue de corta duración, pues se sintió indispuesto el anciano Juan Méndez de Silva, y murió en breves días al comenzar el mes de junio siguiente.

Desde fines del año 1726 en que salió absuelto de las prisiones de la Inquisición, hasta el mes de octubre de 1737 en que volvió nuevamente a ellas, cómo veremos en seguida, dio al teatro casi todas sus producciones, se hizo aplaudir y admirar del público, y gozó de la mayor tranquilidad en su azarosa existencia.

Al salir de Rio-Janeiro para establecerse en Europa, había traído consigo Lorenza Coutinho una muchacha negra, que constantemente vivió con la familia en Lisboa, sin dar nunca sospechas de tener mala voluntad a sus señores, ni dar muestras de natural vengativo, disimulado carácter, ni genio descontentadizo.

Se ignoran en absoluto los motivos que pudieran inducirla para variar de conducta y abrigar odio en su corazón. En algún autor hemos visto indicada la noticia de que fue castigada hacia este tiempo por una pequeña falta; otros aseguran, que fue ganada por dinero y promesas de libertad por los enemigos del poeta; es lo cierto que la esclava negra, cuyo nombre parece era Francisca o Feliciana, delató a Antonio José de Silva, a su madre y su mujer, por judíos impenitentes, y que conservaban en su casa todas las ceremonias y prácticas del rito mosaico.

En uno de los primeros días del mes de octubre del dicho año 1737, se presentaron de improviso dos familiares del Santo Oficio y condujeron a las cárceles secretas á Lorenza Coutinho, Leonor Moura y Antonio José de Silva, apoderándose de todos los papeles que a éste pertenecían, sellando sus habitaciones y dejando vigilada la casa, para tener detalladas noticias de cuanto en ella pudiera suceder y de las personas que pudieran llegar a interesarse en la suerte del acusado.

Conocidos los procedimientos del Santo Oficio y su manera de sentenciar las causas, a nadie extrañará que no se volviera a saber de la persona de Antonio José de Silva durante dos años, hasta que se le vio salir al auto de fe de 18 de octubre de 1739.

Se celebró en la iglesia de Santo Domingo, ante el inquisidor general, el cardenal D. Ñuño de Acuña. Fue un acto imponente al decir de una relación contemporánea; y el numeroso público aplaudió la condenación al fuego de las estatuas de tres herejes fugitivos, y de los huesos de otros que habían muerto en la prisión o en el tormento; y escuchó las sentencias de muerte de otros varios que se hallaban presentes vestidos con sambenitos pintados de llamas, de diablos, de animales inmundos, según el delito de cada uno. A nuestro protagonista se le aplicó el agravante de judaizante convicto, negativo y relapso, fue relajado Antonio José de Silva y entregado al brazo seglar.

Pero el poeta había muerto moralmente muchos días antes. Desde el punto en que escuchó la lectura de la sentencia, viéndose perdido y sin sombra de esperanza, cayó en un abatimiento del que no volvió a salir. La postración de sus fuerzas era tan extremada, que tuvieron que llevarle casi en hombros a la iglesia de Santo Domingo. Permaneció insensible durante la ceremonia, y ni aun dio muestras de haber reconocido a su madre ni a su esposa, que con él salieron al auto, condenadas a prisión perpetua.

En aquel estado de insensibilidad, fue conducido al prado del Rocío, donde se le decapitó y se entregó su cadáver a las llamas.

El proceso de Antonio José de Silva fue desconocido hasta que en el año 1821 pasó con otros muchos papeles de la Inquisición y vino a los archivos públicos de Lisboa. Examinado entonces, pudo conocerse, que la sentencia había sido a todas luces injusta e infundada. La delación se refería a la vida del poeta en su casa y entre su familia; la esclava delatora murió arrepentida pocos días después, y las pruebas se obtuvieron por declaraciones de los carceleros.