La Iglesia contra Bartolomé
José Gallardo. El fiscal pide la muerte del erudito de Campanario
Las casas de los Gallardos fueron
inspeccionadas por los hombres comprometidos en esta causa, el fin que buscaba
era encontrar documentos que pudiesen acreditar los movimientos liberales de
la familia Gallardo y otros, donde viniese reflejado su odio o desprecio hacia el trono y altar.
Frustrada la esperanza de hallar en
poder de los presos escritos criminales o sospechosos, la única razón que
encontraran los señores de la Comisión para acusar a los detenidos, será la que
venga de la mano de un importante miembro de la Iglesia católica.
Dicho componente del hereje matrimonio
formado por la realeza y el ara, era D. Francisco José de Molle, Presbítero,
Capellán de honor de S. M. Inquisidor Honorario del Santo Tribunal de Granada y
Comisario del de la Corte Real. Personaje que será el encargado de calificar a
todos los diputados y a Bartolomé José Gallardo, de las más que evidentes
calumnias que implicarán, a todos los condenados en la consolidación de sus
acusaciones. En la práctica, los diputados liberales, desarrollaban en las Cortes
Constitucionales votar libremente lo que considerasen oportuno para el bien y
la libertad del pueblo, mientras tanto, la Iglesia y los serviles, lo veían
como un sanguinolento escupitajo lanzado contra la cruz y la corona. El mejor
ejemplo de ello lo tenemos en la declaración del Inquisidor D. Francisco Molle,
el cual, como no podía ser de otro modo, se le resucitara su vena atributiva,
contando lo siguiente de Gallardo.
“Que todo su contenido es cierto y
verdadero, y como tal, nada se le ofrece que quitar ni enmendar, antes bien, sí
añadir que el ateísta Gallardo era amigo intimo de Francisco Fernández Golfín,
que fue uno de los más exaltados diputados liberales, y también del diputado
Calatrava, con quienes lo vio pasearse muchas veces; que igualmente lo era de
los diputados Torrero, Oliveros, Argüelles, Martínez Tejada, Nicasio Gallego,
Zuazo, Giraldo, Villafañe, Conde de Toreno, Mejía y otros.
Que sabe, que el bibliotecario de las
Cortes, Gallardo, les enseñaba el arte de declamar, y que Golfín, Calatrava y
otros, se juntaban en la biblioteca a ensayarse los discursos que debían
pronunciar en las sesiones. Que allí se trazaban con otros diputados, las
intrigas políticas para trastornar al Estado, combatiendo las clases todas. Que
tenían varias Juntas o club, siendo las principales la de Villanueva en la
calle de San Francisco, donde se reunían diariamente a todas horas los
principales corifeos de los citados liberales, y en donde vivía un tal Uriortua
del Crédito Público; la del Conde de Toreno, donde se reunían varios, entre
ellos, Nicasio Gallego, Dueñas y Argüelles, que vivía en la misma casa; la del
abogado Saturio que vivía en cuarto bajo de la imprenta de Lema, en cuya casa
se juntaban los más exaltados; la de la calle del Puerto, donde vivía un tal
Perona, agente de negocios; la del Barón de la Bruguera, editor del Diario
Mercantil, la de Aldana, que vivía en la calle del Puerto a la entrada en la
calle Ancha. Que hacían igualmente club en los cafés de la Fama, Apolo y de los
Patriotas. Que los que pueden mostrar estas materias y que actualmente se
hallan en esta Corte son los siguientes: Los arriba citados, y junto a ellos, Bravo,
Fap y Núñez, Brum, Michelena, y Piedra-buena (a quienes yo encargaba fuesen al
café de Apolo diariamente para oír cuanto allí se hablaba, con el objeto de dar
yo cuenta a la Regencia como lo hice muchas veces para su gobierno) Mier y el
Padre Parra y los dos diputados del Cabildo Eclesiástico de Cádiz Cervera y
Cos.
Los diputados y demás personas que asistían al club de Villanueva son
las personas siguientes: Torrero, Oliveros, (que vivía en la casa) Ruiz Padrón,
Villanueva, Lujan, el ministro Peruela, Conde de Noblejas y su hermano,
Jáuregui, el teniente Rus, el cura del Rosario, Moreno, Guerra, D. Mariano
Elias, Uriortua, que vivía en la misma casa, y otros muchos que no tiene presentes.
Que sobre la Causa formada a
nuestro Soberano en el Café de Apolo, lo que puede decir es: que fue notorio en
Cádiz y que lo supo por el citado Piedra-buena, el impresor D. Nicolás Requena
y por otros muchos que están en la ciudad de Cádiz, y que no tiene presente,
siendo los principales que allí asistían, el Mariscal de Campo Aguirre,
Corradi, y Aldana, los cuales con el clérigo Fernández al que llamaban el de la
Constitución, ya que este cuando hacían músicas y alborotos públicos, llevaba
las hachas de viento delante de la música en las noches que esta salía. Que sabe,
que todas las personas arriba mencionadas, tenían comunicación con los
alborotadores de las galerías de los cafés y de las Juntas o club. Que el declarante
mismo había visto varias veces a los susodichos diputados, acompañarse con los
partidarios más exaltados de su sistema, y que por asistir diariamente a las
galerías de las Cortes para formar el extracto de sus sesiones que había de
insertar en su periódico, oía a varios, que en el sentir del declarante, unos
eran pagados por aquellos, otros eran hermanos, amigos, conocidos, criados de
los citados diputados, los cuales, lanzaban muchas proposiciones impías,
antimonárquicas y horrorosas contra las principales personas del Estado, sin perdonar
los Reverendos Obispos, y aun varias veces, a la misma Cabeza de la Iglesia.
Allí se veían y se escuchaba con frecuencia contar entre sí las tramas que en
la noche anterior habían dispuesto para ganar la votación del siguiente día,
anticipando muchas veces la resolución que hacían de dar estas según lo pactado.
La repetición de estos actos le ha persuadido siempre al declarante, de
la íntima conexión que tenía las galerías, los cafés, y los clubs, con la parte
liberal del Congreso.
Sabe igualmente el esmero con que todos ellos difundían sus escritos
por toda la península, comisionándose ellos mismos en buscar su venta,
recomendándolos y dándolos, unas veces abajo precio y otras gratis. Uno de los
que más se esmeraban en hacer esta clase de servicio era Moreno, Guerra,
Bujalance y Córdoba, lo que sabe por varias denuncias que se han hecho de
aquellas ciudades.
Sabe también por varios conductos, que en las provincias tenían sus
corresponsales encargados de dar a conocer sus máximas, por otras denuncias que
ha tenido de Santiago y de la Coruña a cuya ciudad enviaron de Cádiz a D. Pablo
Serica, el cual fue últimamente secretario de aquella Junta de Censura, a
quienes como a otros escritores del Reino de Galicia, les tenía señalado el
Gobierno algunos miles de reales para ayuda de su Periódico. Que estas noticias
fidedignas las había sabido, por varias cartas de sujetos de aquel Reino, de
que uno de los editores del Ciudadano por la Constitución llamado Peña, es uno
de los protagonistas por la facción liberal, habiendo recibido cartas de
Argüelles y de Nicasio Gallego, ofreciéndose a protegerlo siempre que
sostuviere las nuevas ideas e innovaciones que aquellos premeditaban, asiento
que no tiene castigado conforme merecía por haber sido editor de la Gaceta de
Valladolid en tiempo de los franceses; y que se expulsó por sus máximas impías,
revolucionarias y denigrativas del Augusto nombre del Soberano. Que los
alborotos de las Galerías los sabe por sí mismo cuando se hallaba en ellas
haciendo sus apuntes, donde fue insultado infinitas veces por los facciosos, y
muchas amenazado con puñales y pistolas y con ser arrastrado por la plaza de
San Felipe Neri. Que en ella vio hacer señas para que se armase el murmullo a
los diputados, Torrero, Zorraquín, Nicasio Gallego, Dueñas y Calatrava, y que
en efecto y al instante correspondían las galerías altas. Los ruidos
escandalosos eran los que estaban en frente del lado de la facción liberal,
siendo sus corifeos, Moreno, Guerra, Aldana, Martínez de la Rosa, el Conde de
Noblejas y su hermano el Patrón Correa, el Juez de Primera Instancia de Madrid,
D. Domingo Quintana, el capitán de navío Goñi, Arana oficial de la Secretaría
de Gobernación, Sánchez Barbero y un boticario muy exaltado que no sabe su
nombre, Narciso Rubio y D. José Calatrava hermano del diputado, que oyó decir
muchas veces “fuera, fuera, muera, muera, a la barra todos esos pícaros
serviles, deberíamos arrastrarlos, son unos infames y unos viles traidores”.
Que vio muchas veces sentarse sin dejarles hablaran, a muchos diputados
contrarios a la facción liberal, porque no hablaban augusto de aquél. Que los
murmullos muchas veces principiaban por los diputados liberales que se burlaban
de sus compañeros dándoles gritos para que no continuasen, y otras veces, se
levantaban siete u ocho veces los corifeos liberales; que públicamente
insultaban por las calles a los diputados no liberales al salir de las Cortes.
Uno de los clubs donde se trataron todos los planes revolucionarios era
la Biblioteca de Cortes que la dirigía Gallardo, allí el bibliotecario con
algún oficial de la secretaria de Cortes también conocido no solo como ateístas
sino como republicanos e inmorales, adiestraban a los diputados en lo que tenían
que declarar. En la biblioteca se disponían los gritos y algazaras que se
debían armar en las galerías, allí era donde se tomaban las medidas para ganar
las votaciones y allí por último era de donde salían las especias para prevenir
a los demás diputados de la facción, y lo que al otro día se había de discutir
y la resolución que debía de darse. Le consta además al declarante, que hay
logias en Cádiz, por cuanto tubo en su mano una patente dada en 1811 en una de
las de aquella ciudad que le mostró su amigo el diputado Riesgo Inquisidor de
Llerena, la cual fue presentada a la Regencia para que tomase las medidas
convenientes. Lo sabe igualmente, porque tratando por acaso con un maestro de
otra de las logias de Cádiz, criado del embajador de Inglaterra, en clase de maestro
le escribió varias veces para que entrase en una de las logias en la clase de
orador español pues no lo tenía. Le habló extensamente de su origen, progreso y
trabajos que realizaban en muchas noches de conferencias. Le habló de algunos
sujetos que componía la que él frecuentaba, asegurándole, que había diputados
de Cortes, marinos, frailes y clérigos españoles, muchos comerciantes
extranjeros y españoles y muchos militares ingleses y Walones. Y aun al
declarante le dijeron, algunos oficiales de guardias españolas, que los habían
inducido a que entrasen en la logia y que otra había en la calle del Puerto en
la última casa al salir de la Alameda, sin saber a punto fijo si en ella vivía
el Barón de la Brullere o un tal Perona, agente de negocios, pero que uno y
otro eran ambos de ella y el último, intimo amigo del poeta Quintana y de todos
los principales corifeos del liberalismo. Que en esta entraba también un tal
Uriortua del crédito público muy conocido en Cádiz y Sevilla, por su (adicción)
digo adhesión a las nuevas máximas y sistema impío y republicano. Que de esto
último pueden informar de su conducta, los sujetos referidos al principio, como
avecindados en Cádiz y también D. José Brum tesorero de Cádiz; que los
diputados que asistían a esta última logia eran Obregón, Rodrigo, y otros que
no tiene presentes, lo cual supo por D. Eugenio Agadini oficial de correo de Málaga,
a quién querían inducir a entrar en la citada logia. También lo supo por un
guarda llamado Rodrigo”. [1]
Con
fecha 14 de mayo de 1815, de nuevo hace acto de presencia el Inquisidor Molle
ante el juez de Corte en Madrid, la misión de este será, la de ratificar lo que
sabe con respecto a los ataques perpetrados por el bibliotecario de las Cortes
de Cádiz contra los pretéritos y vetustos desposados. Hecho el juramento según
derecho ante Dios y una cruz, el inquisitivo juez determinó lo siguiente.
“D. Francisco José de Molle, Presbítero, Capellán de honor de S. M.
Inquisidor Honorario del Santo Tribunal de Granada y Comisario del de la Corte
Real.
Certifico en la manera que puedo, que examinadas las declaraciones que
anteceden, las encuentro conformes en un todo con las que di en la Sumaria
General de las Causas de Estado, por lo que me ratifico en ellas añadiendo, que
de mayor dilucidación de la causa pendiente contra D. Bartolomé José Gallardo,
tengo que decir, que no solo su obra titulada Diccionario Crítico Burlesco fue
la más escandalosa que se publicó en aquella época, sino que además, fue
igualmente autor de otros muchos artículos que se insertaron en la Abeja de
Madrid, Redactor General de Cádiz, y en otros periódicos de aquella ciudad, en
todos los cuales se notaban los mayores improperios, sarcasmos e invectivas
contra los Reyes, Pontífices, Obispos, Clérigos, Nobles, Magistrados y
Militares; blasfemias, herejías e impiedades que manifestaban el corazón
depravado de dicho autor, y su encono contra el Altar y el Trono. Era el
principal corifeo de los liberales, a quienes dirigía, y no solo a los
exaltados de las galerías, sino también a los mismos diputados de Cortes y club
de aquella ciudad.
Su conducta civil y religiosa siempre ha sido depravada, ha estado
preso varias veces, quienes pueden dar mucha luz con respecto a aquella y sus delitos,
son los Señores Riesco, Inquisidor de Corte, el Presbítero D. José Espejo, que
vive calle de la Greda nº 20, cuarto segundo, el Marqués de Villapanes, que vive
en la Carrera de San Jerónimo, D. Mariano Martín Esperanza, Provisor de Cádiz,
y otras muchas personas a quienes he oído semejantes noticias. También ayudó
Gallardo al Príncipe de la Revolución y a los Generales Franceses, a levantar
planos topográficos de las fronteras de Portugal y de varias Provincias; tuvo
mucho influjo en los diputados americanos y les avisaba de cuantos pasos se daban
para sujetar a los infidentes.
He oído también, que después que se huyó de Madrid se fue a Portugal, y
que de allí pasó a Inglaterra y Francia, desde donde continúa haciendo daño a
la Madre Patria, escribiendo papeles contra nuestro Gobierno y franqueando sus
trabajos a los Redactores de Periódicos extranjeros, en descrédito de Nuestro
Soberano, Institutos Civiles y Religiosos y contra nuestros usos y costumbres,
todo lo cual, lo he oído y visto en el tiempo que estuvo dicho Gallardo en
Cádiz y Madrid. Para que conste en los autos que se le están haciendo, doy la
presente de orden del Doctor D. José Ruiz Caballero, encargado de la
ratificación de testigos. En Madrid a 14 de mayo de 1815. Firmado. Francisco
José Molle”[2]
Con estas manifestaciones contundentes
del Inquisidor y creíbles para los miembros de la Causa de D. Bartolomé y,
vistas las mismas por el Fiscal en el mismo día en que se expusieron, este
expresará en el siguiente documento la sentencia que cree se debe dictaminar
contra D. Bartolomé José Gallardo Blanco.
“El Fiscal ha visto la causa formada en
rebeldía a Bartolomé Gallardo, natural de Campanario en la Provincia de
Extremadura, bibliotecario de las extinguidas Cortes, que según los méritos de
aquella dice: que por suficiente número de testigos parece ser uno de los más
exaltados del Partido Liberal, ya por las remesas de papeles que mandaba a su
hermano José Antonio, en los que se vertían las máximas subversivas, por
escribirle que si S. M. no juraba la Constitución no entraría en Madrid, y que
formase en la oficina de su cargo de la biblioteca de Corte, uno de los club en
los que se trataba los medios para alborotar en las galerías si ganaban las
votaciones, así como de prevenir las materias y las revoluciones que habían de
darse.
Consiguiente a estos principios de ideas,
fue individuo y amigo de varias logias de fracmasones donde se tramaban planes
horribles, e igualmente, uno de los facciosos en la noche del 16 de septiembre del
año 1813, con cuyo hecho ofendía a la llamada representación nacional en quién
creía rendir la soberanía. Y si estos procedimientos no fueran suficientes para
caracterizarle como reo de los más señalados crímenes, tenemos que decir, que
el Diccionario Crítico Burlesco, obra de sus manos, da a conocer en términos claros
y convincentes, que sus miras se dirigían a la ruina del Trono y el Altar. En
aquel, después de varias invectivas, no deja de notarse la que dirige contra la
Sagrada Persona de S. M. y sus ministros, al paso de ridiculizar la
infalibilidad de la cabeza visible de la Iglesia.
¿Por qué sería, que cuando los beneméritos
españoles avisaban ver a S. M. dentro de la capital, D. Bartolomé Gallardo
hiciese retirada no solamente de sus amigos y sectarios, sino también de la
compañía de sus parientes de Campanario? Un hombre manchado con tan feos
delitos no podía existir entre los buenos, y así es que, a motivo de la inquietud
y turbulencias de su pueblo, tuvo que precipitar la salida convencido de su más
que reprensible modo de obrar, prefiriendo la pena de expatriarse antes que a
las leyes le pudiesen imponer. Por lo que no debiendo el fiscal mirar con
indiferencia tan graves delitos sin que sean castigados cual corresponde y,
deseando que las leyes y sus penas se apliquen a los verdaderamente reos, él
acusa criminalmente en vista de los enunciados cargos y demás resultantes del
proceso bajo la protesta de ampliación, o enmiendas si necesario fuere; y pide
que a D. Bartolomé Gallardo se le condene a la pena señalada en la ley segunda título segundo de la Partida
7 con la de confiscación de bienes y su aplicación en los términos que designa:
sin embargo la Comisión determinará lo más
justo.
El
Fiscal manda su petición de condena a la Comisión de Causas de Estado en
Madrid, y esta, a la vez, mandara dicha petición a S. M. para que certifique y
sentencie definitivamente al erudito de Campanario. El acusado y condenado como
ya sabemos, estaba fuera de España, razón por la cual, la condena que le pusiesen
no le afectaría físicamente, pero sí sicológicamente, ya que la Comisión había
emprendido la Causa contra su hermano José Antonio, quién por cierto todavía no
había declarado.
Esto es
lo que cuenta la Comisión a S. M. de la petición de condena que ha hecho el
Señor Fiscal.
“A la causa que se formó a su hermano José
Antonio Gallardo vecino de Campanario, se unieron varias cartas que se le
encontraron de D. Bartolomé José Gallardo, en las que le expresaba y le remitía,
diferentes impresos, entre ellos el Diccionario Crítico Burlesco del que indicaba
ser autor y la defensa del mismo con el fin de que lo distribuyese a sus
amigos. Testigos de la misma sumaria aseguran, que fue editor de la Abeja
Madrileña, a cuyo periódico se le ha formado y determinado causa contra otros
sujetos.
El expresado Diccionario que se dirige a
impugnar el llamado Razonado Manual con expresiones satíricas con que procura
ridiculizar, contiene así en su introducción como en todo el discurso de la
obra de forma señalada, voces como democracia, libertad, pueblo, verdad,
muerte, mortaja y otras proposiciones acaloradas en defensa de la Constitución,
e instituciones abolidas y opuestas al sistema Monárquico. Se pone en duda la
inhabilidad de la Iglesia y del Papa, así como otras verdades de la religión,
también se ofende al Consejo de Castilla, al Tribunal de la Inquisición, y a
sus ministros.
Vista la causa y citadas las partes, se ha
dado sentencia por parte del Ministerio Fiscal condenando a Bartolomé José
Gallardo a la pena ordinaria de muerte, le sean confiscación todos sus bienes y
en todas las costas de la causa, con calidad, de que presentándose o pudiendo
ser habido, se le oigan sus excepciones y defensas.
V. M. resolverá sin embargo lo que fuere de
su soberano agrado. Madrid 13 de noviembre de 1815. Firmado. La Comisión de
Causas de Estado”.[4]
A
espera de lo que dictamine el Monarca en Madrid, en Extremadura se seguía el
Juicio contra el hermano de D. Bartolomé. Vinuesa quería a acreditar la fuga
que de Campanario causo D. Bartolomé Gallardo a Portugal, el rumbo que tomó, a
que punto se dirigió, que persona o personas le auxiliaron, con quienes trató
durante su residencia en este pueblo, donde tuvo su morada y otras preguntas
que saldrán a continuación.
“Procédase a recibir la correspondiente
sumaria en razón de los fines que conspiran estas actuaciones, siendo esta
extensiva a acreditar la fuga que de esta villa parece causo D. Bartolomé
Gallardo a Portugal, el rumbo que tomó, a que punto se dirigió, que persona o
personas le auxiliaron, con quienes trató durante su residencia en este pueblo
y donde tuvo su morada en el, y demás que convenga, para lo cual, se harán
comparecer a los vecinos que sobre ello puedan deponer.
Los arrestados, Gallego, Sandía y Gallardo
se encuentran en sitio no seguro por falta de cárcel y casa a propósito donde
tenerlos, por cuya razón, el progreso de éstos expedientes podrá entorpecerse
afín de evitar los perjuicios que son consiguientes, y que los testigos
declaren con libertad cuanto le conste en razón de lo que fueron preguntado. Remítanse
aquellos al alcalde de D. Benito que los tendrá en su Real Cárcel sin
comunicación, privándoles el uso de papel y tintero, a disposición de su
Señoría, sobre que será responsable dicho alcalde. Así lo mando y lo firmo el
Sr. Gobernador de la Real Sala del Crimen de esta Provincia en Campanario. A 18
de junio de 1814. Firmado Vinuesa. Ante mí Juan Valentín y Galán”.[5]
Los
reos serán llevados a las cárceles de D. Benito, y el escribano lo certifica
diciendo.
“La doy yo el Escribano, en cumplimiento de
lo mandado anteriormente, se remitieron al alcalde de D. Benito los arrestados:
Martín Gallego, Juan Sandía y José Antonio Gallardo, fueron acompañados por el
comisionado Francisco Antonio Fernández y el correspondiente oficio y auxilio
en esta hora que serán las tres de la tarde de este mismo día, y para que
conste lo pongo por esta nota que firmo”.
Mientras
los convictos liberales dan con sus huesos en las prisiones de D. Benito, en
Campanario se reanuda el Juicio contra los Gallardos. Nuevos testigos vendrán a
aportar noticias, que irán aclarando los acontecimientos ocurridos en el marco
de la familia del bibliotecario de Cádiz. Pero eso será una nueva historia que
contaremos en nuestro próximo relato.
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