ABANICOS HEREJES
Fermín Mayorga
La Inquisición española,
también llamado el Santo Oficio,
fue creado por los Reyes Católicos en 1478 para proteger la religión católica
frente a los herejes, como los falsos conversos. Sin embargo, esas primeras
atribuciones fueron aumentando con el tiempo y se convirtió en una herramienta
de control para la monarquía.
Por raro que parezca, las labores
inquisitoriales también pusieron sus miradas en la moda y existieron actas
contra aquellos objetos que no seguían los cánones establecidos para la moral
de la época. Generalmente se trataban de complementos que
llevaban dibujos o adornos “demasiado
indecentes”, donde había desde barajas de cartas, tabaqueras, pañuelos,
relojes o incluso abanicos. Estos procesos tuvieron lugar en su mayoría durante
los siglos XVIII y XIX, debido a las nuevas modas.
De entre todos estos casos nos ha llamado la
atención el realizado contra el abanico, ese objeto cuyo origen se remonta al Antiguo Egipto y no fue hasta principios del siglo XIV cuando aparecen
las primeras referencias en la península. Ya a finales del XVIII, el abanico español era de los que tenían mejor fama debido a su calidad.
Fue tan importante la entrada de este utensilio en España, que ya en el siglo
XVII existía el cargo de abaniquero
real. Sin embargo. se comenzó a asimilar al abanico como parte
del cortejo amoroso y por tanto como un instrumento que incitaba la
seducción, más allá de su utilidad estival. Esto pudo hacer que la inquisición
estuviera al loro con estos “depravados” instrumento,
Encontramos dos procesos contra este objeto
tan «peligroso» para la moral y tan útil en tiempos de calor. En uno ellos, el
abanico llevaba impreso una escena de Jesús con la Samaritana, donde este
le pide agua para beber según el Evangelio de Juan. El problema fue que los inquisidores
vieron que la mirada de Jesús era algo lasciva (o quizá mucho) motivando
que el impúdico abanico fuera retirado de la circulación.
El proceso más curioso de todos fue a principios del
siglo XIX, en los últimos tiempos de la Inquisición (abolida definitivamente en
1834) y en la ciudad de Valencia. Se trató del abanico que representaba “el
amor es de toda edad”. En él se muestran varias escenas de parejas con un ángel
y dos versos en cada una de ellas.
Abanico el sexo no tiene edad
Tras iniciar el procedimiento, llegó a
mano de los calificadores como fray Miguel Gadea, que aseguraba que
el amor profano que representaba el abanico inducía a la lascivia y por tanto debía
ser prohibido. Tuvo a alguno de los implicados en su defensa, como el propio
fiscal del caso, pero finalmente triunfó las tesis de los que querían prohibir
su venta, debido a que mostraba la vida como un “camino
de deleite más propio de los animales que los humanos”.
Aunque se trató de casos muy anecdóticos,
en tiempos que la inquisición se estaba extinguiendo, resulta curioso como en
algunos procesos podemos hablar de la inquisición contra la moda.
Desde el inicio de la Revolución Francesa, los distintos bandos enfrentados tuvieron claro que debían apelar a las armas de la publicidad para atraerse al contrario y generar una corriente de opinión pública favorable a sus postulados.
Además, ninguno era indiferente a las alianzas
internacionales que representaban un verdadero peligro diplomático y militar a
la cercada Francia revolucionaria. Lo mejor era estar bien informado de lo que
tramaban los países vecinos y tomar medidas. Una de esas medidas consistió en
tejer una red de información desde el corazón, los ministerios parisinos y los
clubs políticos, que alcanzaba a las autoridades locales, quienes protegían a
espías y emigrados políticos. Desde Francia se había orquestado un complot
publicitario contra la Monarquía española. Cada día salían de los tórculos
franceses hojas volanderas, folletos, sátiras, pasquines, carteles, proclamas,
poesías y caricaturas con el firme propósito de denostar a Carlos IV y mostrar
como referente los beneficios que había traído una revolución a Francia. Así
pues, el juego consistía para unos (los franceses) en ser más listos que el
contrario para introducir estos materiales revoltosos y en los otros (los
españoles), en estar más vigilantes para capturar al introductor, requisar la
mercancía sediciosa y mover los hilos diplomáticos para averiguar quién estaba
detrás de estos escritos. Es el caso de un abanico, custodiado en el Archivo
Histórico Nacional, con una imagen grabada de la toma de la Bastilla,
interceptado por el comisario inquisitorial de Bilbao en 1789.
La Inquisición jugó un papel determinante como policía
encargada de este cordón “sanitario”. Los comisarios distribuidos por los
puertos y fronteras redoblaron sus pesquisas. El trabajo era desbordante y
condenado al fracaso. Era fácil introducir esta literatura revolucionaria
porque tenía el formato adecuado para ocultarla (folletos de pocas hojas y
tamaño pequeño, folios sueltos, etc.) en los forros de los abrigos, en el
interior de los sombreros, entre comida o cereales…
Hasta la fecha fatídica del dos de mayo de 1808, Napoleón
fue una figura tremendamente atractiva en España. Las comparaciones con Godoy
erosionaban al español. La estrella del Príncipe de la Paz se apagaba frente a
la brillantez del cónsul Bonaparte. En 1801 España estaba atrapada entre sus
redes por el Tratado de Aranjuez. En 1804 Napoleón finiquitaba el Consulado y
se nombraba Emperador de los franceses. El corso bien sabía el valor de estas
campañas publicitarias como años atrás habían amañado los girondinos primero y
luego los jacobinos. De ahí que desde 1799 su figura fuera omnipresente en la
prensa, en la literatura y en imágenes. David fue el pintor oficial de la
parafernalia bonapartista y uno de sus cuadros más famosos fue precisamente la
coronación de Josefina como emperatriz. Como sucede con estos cuadros de
aparato, la imagen pasó simplificada y modificada a multitud de grabados y
dibujos, uno de los cuales es este curioso abanico, interceptado por el
Tribunal de la Inquisición de Barcelona en 1805.
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