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jueves, 14 de febrero de 2019




Los Animales del Diablo en Tierras de Extremadura




Han sido muchos los animales que se asociaron y se asocian con el mundo de la superstición en tierras de Extremadura. El gato negro, la gallina negra, el sapo, zorros, alacranes, lagartos, lechuzas, corujas, culebras, y otros muchos que a lo largo de la historia de la brujería fueron soliviantados por la creencia de que eran auténticos colaboradores y simpatizantes del anticristo. Animales que en algunos casos, sufrirían la trágica realidad de ser asesinados por tener propiedades sumamente curativas que solo conocían los hombres y mujeres que se dedicaban a abrazar el mundo de lo fetichista, agorero y supersticioso. Esta realidad vista con ojos de actualidad, nos lleva a pensar, que el estigma caído sobre algunos animales por estas causas mágicas, era más que evidente, naciendo el odio y persecución hacia los mismos llegando hasta nuestros días.

Es creencia popular, que el lagarto es un gran amigo y protector del hombre. A este respecto se cuenta, que si una culebra está a punto de morder a un hombre dormido, siempre hay un lagarto que le despierta haciéndole cosquillas con el rabo.

Cuando se oye la palabra “culebra”, se contrarresta diciendo dos veces la palabra “lagarto”. Por extensión se dice “lagarto, lagarto” como contra-hechizo a cualquier situación que pueda resultar perjudicial.

Aquella persona que cogiendo un lagarto con la mano lo lame de la cabeza a la cola, adquirirá según la tradición más oscura y supersticiosa en el mundo rural, el poder de curar quemaduras con la lengua.

Las supersticiones relacionadas con los sapos hacen referencia a su utilización en remedios curativos y como amuletos, aunque también están muy vinculados con la hechicería. Los sapos, al ser uno de los animales preferidos por brujos y hechiceros para sus maleficios, se dice que son utilizados para envenenar las aguas. Cocidos, se utilizaban en la hechicería para hacer pócimas y ungüentos. El sapo abierto y aplicado en la garganta del paciente hacía reventar, siempre según la tradición, las anginas que algún paciente padeciese.

En tiempos de las grandes epidemias se acostumbraba a llevar para evitarlas polvo procedente de una rana disecada, o bien una rana viva en una caja muy pequeñita. Se decía que una rana disecada y puesta en remojo en vinagre, curaba las hemorragias nasales o si se ponía contra la frente. También se utilizaba para ello una rana muerta con un objeto punzante y colgado del cuello dentro de un saco muy pequeñito, ya que según la costumbre, la carne de rana servía para refrescar el hígado.

Antiguamente, los brujos utilizaban los huesos de rana como amuletos. Estos se obtenían dejando que las hormigas devoraran la carne, después se echaban al agua y se recogían los que no flotaban. Se guardaban los huesos en una bolsa de lino blanco que se colgaba al cuello para engendrar el amor, pero si se tocaba a un hombre con la bolsa, lo que se engendraba era el odio. Se tiene por mala suerte que una rana entre en una casa. Se supone, que la rana personifica al enemigo, por lo que si se la mata se vence a uno de ellos.

En Cheles era muy normal en épocas bien recientes, que si una persona tenía una mala curación de un ojo o estaba con problemas, la madre del enfermo le mandaba metiese un alacrán vivo en una caja de betún y lo llevase colgado del cuello los días que fuesen necesarios. Si este moría, había que salir al campo a la caza y captura de otro hasta que el ojo quedase finalmente sanado.


Muchas de estas creencias venían derivadas de la mano de personas que sabían leer, siempre a escondidas, lecturas de libros prohibidos. Uno de esos libros que la Inquisición perseguía y que contaba hechizos para realizar con animales, era el famoso libro de “San Cipriano o el Tesoro del Hechicero”, ya que en el mismo, aparecen bestias con las que se puede invocar al demonio, como la gallina negra, así como hechizos con sapos, plantas y otros animales.

En cuanto a la gallina negra, lo que nos dice San Cipriano en su libro, es lo siguiente:

“Tomad una gallina negra que no haya puesto huevo todavía y que ningún gallo haya pisado. Al cogerla, hacedlo de modo que no exhale ningún grito, para lo cual iréis a las once de la noche al gallinero; la sorprenderéis mientras duerme, la agarrareis por el cuello apretando lo suficiente para que no cacaraquee, pero sin ahogarla.

Una vez que la tengáis cogida de este modo, la llevareis inmediatamente a un lugar en que se crucen dos caminos: y allí, al dar la media noche, haced en el suelo un circulo con una vara de ciprés, colocaos en el centro y con un cuchillo de mango negro abriréis el cuerpo de la gallina en dos partes pronunciando estas palabras tres veces; “Eloim, Essaim, frugativi et appellativi”. Volved en seguida el rostro hacia el Oriente, arrodillaos y recitar esta oración: “Venite in me spiritus mágicus et tuss in anima mea imbuet”.[1]

El predominio de la mujer en las actividades de brujería y hechicería es tal que ha permitido que se hable más de brujas y hechiceras como si los varones estuvieran ausentes en este fenómeno. Los hechiceros, al igual que las hechiceras, se dedicarán a la curación, a descubrir cosas perdidas o desconocidas y a ser los fieles abastecedores de determinados elementos que necesitarán algunas hechiceras para poder desarrollar sus trabajos. La diferencia quizás más notable entre ambos es, que mientras la hechicera domina más la posición de mujer alcahueta o celestinesca, el hombre, siempre con su gran conocimiento del campo, de las plantas y de los animales, será el encargado de sanar con sus particulares conjuros, sahumerios, y oraciones, a las bestias de sus parroquianos así como la salud de muchos de ellos. Sapos, culebras, zorros, lagartos y otros elementos naturales serán para muchos de nuestros protagonistas sus mejores aliados, ya que con ellos van a poder sanar al cliente o al animal enfermo que le lleve éste.

Un ejemplo claro de ello lo tenemos en un hombre natural de Olivenza, de nombre Manuel Cordero, condenado por la Inquisición de Évora por curar a hombres y animales de la rabia como lo haría un auténtico saludador. Esto es lo que nos cuenta de él su expediente inquisitorial.






Manuel Cordero


“También conocido como Manuel Pereira, nacido y criado en esta villa de Olivenza, trabajador de campo, pastor, era analfabeto y en su interrogatorio no supo su edad y no fue capaz de dar información ninguna de su persona. Se sitúa su tiempo entre 1702 y 1705 en Olivenza. Es acusado de curandero y él mismo curaba la rabia tanto a las personas como a los animales. Su padre era soldado de caballos siendo su madre Isabel Madeira.

Con 33 años inicio su andadura de curandero y decía a quienes le escuchaban, que tenia virtudes causadas por Dios para curar y vencer así a personas como animales que padecían el mal de la rabia. Hasta él acudían personas de las poblaciones vecinas, de Boieira, Ferreira, Ramalha, Misericordia, Castaños, Churreira, gentes que habían sido mordidas por perros, lobos o cualquier otro animal que produjera la rabia. Era un curandero afamado, lo cual sirvió al Santo Oficio para ser capturado deprisa. Uno de los varios testigos declaro,“que teniendo una galga con rabia fue curada la misma por Manuel Cordero, el cual utilizaba un barreño de agua colocando este al sol, representando el agua, la pureza imprescindible para el buen funcionamiento del tratamiento.

Movía el agua con una mano llena de sal, soplando, echando su aliento sobre el agua para mejor suerte y decía, que la mezcla de la sal con los rayos del sol en el agua era curativa, rociando con el agua a las personas y ganados con un ramo verde, generalmente hecho con rama de romero o torvisco, pronunciando a la vez algunas palabras santas. También curaba las llagas del cuerpo, como fue el caso presenciado en casa de Leonor Maria, casada con Joao Cid, el hijo de esta familia sufría de llagas en las piernas, siendo curado con el mismo procedimiento anterior. Para todo este tipo de curaciones con personas, utilizaba plantas vegetales como el romero, aceite, la ruda, mejorana, y el ajenjo. Los animales eran curados de su rabia con sapos, galápagos, corujas, un crucifijo y remedios de botica según cuentan los testigos. Con esta información fue preso en las cárceles secretas del Santo Oficio de Evora, fue sometido a tormento, saliendo a auto público de fe el 19 de marzo de 1747 con sambenito y coroza llevando insignia de hechicero, siendo desterrado de Olivenza a la ciudad de Viseu.[2]

Curioso el curandero saludador de Olivenza. Un auténtico conocedor del mundo campestre y de todo lo que encierra dicho espacio, desde el cual llevaba a cabo tan saludables curaciones.

Fueron los saludadores unos peculiares personajes conocidos en España, al menos desde finales de la Edad Media, y cuyo oficio era el de sanar a los afectados por la enfermedad de la rabia, ya fueran personas o animales. Los saludadores no solo proclamaban sus habilidades para sanar los mordidos por animales rabiosos, sino que además, ampliaban sus servicios a luchar contra otros padecimientos o contagios, e incluso a preservar las cosechas y librar las poblaciones y sus ganados de las alimañas.

En una sociedad fuertemente sacralizada y ante la proliferación de todo tipo de embaucadores y farsantes dedicados al lucro mediante supuestas dotes curadoras, no era infrecuente que tribunales de la Inquisición iniciaran procesos de fe por honor de oficio contra ciertos saludadores y hechiceros. El prestigio y la fama del saludador irían precedidos de la propagación de rumores, de la habilidad de su palabra y de la atracción y captación de los incautos por la necesidad ante sus desgracias. Existió una relación directa entre los saludadores y la enfermedad de la rabia y los animales, ya que la curación de este temido mal era el primordial cometido de aquellos. En muchas ocasiones eran los ganados y los perros el objeto principal de sus prácticas. En esos casos, el saludador daba bocados de pan cortados con su boca y mojados en su saliva como método para sanar a los animales dolientes, ya que el fluido corporal de estos personajes, era considerado con propiedades curativas tanto para sanar la rabia como para curar otras enfermedades.

Muchos españoles y extremeños durante los siglos XVI, XVII y XVIII creían que los curanderos saludadores para poder ser considerados como tales, debían ser el séptimo hijo de una familia que solamente hubiese engendrado varones, pero también podían llegar a serlo quienes nacían en la noche de Navidad o Viernes Santo. Todos creían que tenía una cruz en el cielo de la boca o debajo de la lengua y que su saliva tenía virtud curativa. Se afirmaba además, que si estos nacían en sábado, tenían la particularidad de curar las tercianas y cuartanas, y poseían además la virtud de llevar la cruz dentro de su boca, también conocida como la rueda de Santa Catalina, por medio de la cual curan con el aliento algunas enfermedades. Cuando los enfermos padecían del estómago, echaban su aliento sobre un pedazo de pan y se lo daban a comer. A los enfermos de los ojos, les mojaban los parpados con su saliva, a la que se le atribuyen virtudes curativas muy especiales.[3]

Tan extendida se hallaba esta plaga de hechiceros, ensalmadores, saludadores y otras supersticiones, que en el Sínodo que se celebró en Coria en 1536 bajo el Obispado de D. Francisco Bobadilla, tuvo que ponerse mano en ello y ordenar al clero que vigilase y anatematizase a los tales saludadores y ensalmadores que caían con sus artes en la herejía.

“Se provea y remedie contra las supersticiones, adivinaciones, hechicerías y contra todos los errores de la herética pravedad y apostasía. …ordenamos que nuestros provisores y oficiales no permitan en nuestra diócesis, saludadores ni ensalmadores…y mandamos que los castiguen a su arbitrio, conforme a la calidad de la culpa o delito…”[4]

Lo cierto es que por mucha persecución que existiese contra estos clandestinos personajes, los mismos seguían ejerciendo su actividad en la sombra gracias al apoyo de muchos vecinos que creían en sus poderes mágicos de curación.

Eso mismo le ocurrió a un curandero de Torremocha, un hombre que para sanar a sus pacientes utilizaba cabezas de zorros y otras artimañas saludables con las que tenía atrapadas con su particular superstición, a muchos vecinos de la villa. El documento de este misterioso personaje se conoce como: “El inquisidor fiscal de Llerena contra Alonso Cabello, natural de la ciudad de Montilla de 68 años, vecino de la villa de Torremocha, zapatero y de vicio vago y curandero”. Un reo que ya había sido condenado por la Inquisición de Toledo por tales prácticas en 1755, y que de nuevo el Santo Oficio de Llerena le volverá a llamar por sus sortilegios y pactos con el diablo.




Alonso Cabello

“Se supone que en la Inquisición de Toledo se siguió causa a este reo por el mismo asunto de curandero, fue preso y seguió su causa hasta la definitiva, siendo votado en febrero de 1755.

Hubo principio en esta su segunda causa por delación voluntaria que en el mismo tribunal de Llerena hizo el 25 de marzo de 1768.

Cristóbal Encinas de 52 años dice; que Alonso Ciborro trajo a dicha villa al reo con el fin de curar a dicho Monroy, y al venir al pueblo encargo el reo al casero le cogiese 100 cabezas de zorros para curar con ellas a dicho enfermo, un sapo y sabandijas. Por todo ello fue apresado. Estando el mismo en la cárcel real de Torremocha pidió un trozo de prenda del enfermo y mandó, que un viernes pusiesen en cima del enfermo el sapo y las sabandijas.

María Delgado Barrero, de 19 años, viuda del criado Monroy dice, que habiendo oído esta decir que el reo hacía algunas curaciones, decidió llamarle y así que vino curó al enfermo con plumas de perdiz.

Alonso Fernández solamente declara haber traído al reo a dicho pueblo por encargo de María Delgado `para que curara a su marido

D. Diego Miguel de Villares cura de Torremocha declara, que habían llegado a dicha villa noticias de un curandero que había venido para curar a Monroy, y que llevado por el celo cristiano y de su oficio, procuró indagar el modo y medicinas que utilizaba.

Juan de la Isla cuenta, que cuando este reo le curó, le dio para ello a comer sesos de zorro, una cabeza de ajo y de beber vino y leche de yegua; y que para verificar que estaba curado, lo examinó con cuernos de carnero, romero, humos de pelos de perdiz y cuernecitos de charneca, conociendo el decente alivio con dichos remedios.

El comisario dijo, que los testigos ocultaban mucha verdad sobre el reo, ya que este desde la cárcel real de la villa, seguía practicando curaciones y que tenía aprendices.

A instancia Fiscal se mandó fuese examinado D. Pedro Bote, quién dijo ser de edad de 20 años, hijo del criado Sebastián Monroy, quién declaró, que el reo curó a este con hierbas del campo mezcladas con manteca y que lo sahumaba con humo de romero y cuernecillos.

Ana Martínez de 30 años dice, que este reo curó a su padre Juan Lázaro con cabezas de zorros y leche de yegua.

Vistas las declaraciones por los calificadores del Santo Oficio dicen, que las cosas declaradas son propias de supersticiones y sortilegios llevados a cabo por el reo como el hacer pacto con el diablo. Fue recluido en las cárceles secretas con secuestro de bienes y se hiciese su causa hasta la definitiva estando la misma a prueba.”[5]

Pero si Alonso Cabello se alineaba con el demonio para desarrollar tan sanadores movimientos, según entendía la Inquisición, nuestra siguiente historia cargada de superstición rural no va a ser menos interesante que la anterior. Los hechos que se narrarán en el expediente de la Inquisición de Llerena, van ha suceder en la villa del Acebo (Cáceres), allí todo un pueblo se verá puesto en la picota por seguir las directrices fetichistas, marcadas y controladas por dos vecinos de dicha localidad.

Pero dejemos que sea el propio documento con su particular lenguaje, el que nos trasmita que sucedió en dicha localidad con sus vecinos y la lapidaria persecución del Santo Oficio ante la más que evidente superstición hacia San Cornelio. El documento inquisitorial lleva el titulo de “Superstición de llevar un cuerno a San Cornelio para curar de cuartanas”.




Los Cuernos Curativos de Acebo
“Este expediente es el que remitió el tribunal de Llerena con carta de 19 de enero de este año de 1791, sobre la superstición de ofrecer cuernos yendo en romería a un San Cornelio que está en distrito de Portugal para sanar la enfermedad de cuartana.

En 20 de febrero de 1790, el comisario de Coria D. Juan Cid Salgado envió al tribunal una carta diciendo: que en el lugar del Acebo y sus cercanías, era cosa muy sabida de esta superstición. Se libró comisión para que se averiguase y habiendo el comisario del Acebo examinado cinco testigos entre ellos el cura, sacristán y cirujano, contestan: en que muchos acuden a dicho santo unos porque ofrecen cuando están enfermos, y otros encontrándose con la misma enfermedad. Que les es preciso llevar un cuerno y ha de ser el primero que hallaren, y en llegando al santo lo dejen junto a él, y que es grande la porción que hay junto al santo de estos elementos. Dicha imagen está sin ermita y maltratado por las inclemencias, distante ocho leguas poco más o menos del dicho lugar del Acebo. Que asimismo está creída la gente en ser remedio eficaz para curar las calenturas de cuartana. Añade el cuarto testigo, que le parecen han hecho estas romerías en buena fe y sin pensar hubiese en ello superstición.

El cura en su ratificación dice, que le parece haber oído, que el cuerno ha de ser de buey o de vaca; y el cirujano dice, que en cuanto a la sanidad ha habido de todo, porque unos vuelven sanos y otros del mismo modo que fueron, y que otros fueron a su romería sanos. Todos estos testigos citan a Juana Rodríguez y su hijo Ambrosio Calero de ser los que hicieron y organizaron dicha romería.

El fiscal mandó fuesen reprendido dichos dos sujetos y apercibidos si acudían a San Cornelio. El tribunal mandó se pusiesen edictos e informes de la prohibición de dicha romería en todos los pueblos donde fuesen gente a dicho lugar, y que también se ponga en el convento del Acebo. Los frailes comentan, ser muy cierto no solo en los pueblos cercanos al Acebo, sino en todo el distrito de Ciudad Rodrigo cercanos a Portugal que se acercan hasta las peñas de San Cornelio. Que el lugar cercano a la cueva del santo es Sabapal, en la Abadía de Quadrazán, y es tanta la abundancia de cuernos que llevan al santo, que infectan el aire de suerte, y que es preciso taparse las narices para llegar hasta San Cornelio y que el santo estaba en la inclemencia en el cóncavo de una peña en el obispado de la Guarda.

El fiscal, visto los antecedentes, pidió se publicasen edictos prohibiendo con graves penas la continencia de tales supersticiones y que los que osasen ir, fuesen detenidos por la Inquisición de Evora a quiénes avisaremos por carta para que los detengan. Visto en el tribunal en 19 de enero de 1791”.[6]

Superstición o no, lo cierto es que la Iglesia poco después montará su particular negocio en torno a San Cornelio, vendiendo encorvados y torcidos cuernecitos, piezas que los seguidores del santo llevarán como colgantes, ya que las mismas les ayudarán a curarse de las tan temidas e inquietantes cuartanas del momento. Esta enfermedad era atribuida muchas veces al mítico, legendario y tradicionalmente histórico, mal de ojo.

“En Portugal San Cornelio es el patrón de los animales galhudos, la iglesia del santo se ve llena de los más variados tipos de cuernos como ofrendas que le presentan los fieles. Los capuchinos bajo cuya jurisdicción está la iglesia, fabrican los cuernos de todas las formas y tamaños y los venden con el nombre de “cuernos benditos o cuernecillos de San Cornelio”; y son propicios para preservar a los animales de males ruines y a las personas del mal de ojo”.[7]

El proceso inquisitorial que presentamos a continuación es el de una hechicera de Galisteo que utilizaba para sus hechizos elementos sacados de animales como caballos y mulas. Estaba considerada una muy importante hechicera en la zona, ya que la misma, para desarrollar sus conjuros y oraciones, utilizaba un libro donde las fórmulas a utilizar solían ser diferentes a las del resto de hechiceras. El hecho de saber leer le daba a Elena de Castañeda un toque cultural y didáctico que la hacía aún más importante ante la ciudadanía que pedía sus favores. Este fue su proceso.




Elena de Castañeda

“Que es conocida por la hechicera de Galisteo, y que al presente está presa en la cárcel de Plasencia. Fue testificada por dos testigos mujeres que habían oído decir, que había hecho unas cruces en el suelo con carbón y que la dicha Elena de Castañeda se sentaba sobre ellas; y que en otra ocasión, había hecho la cruz con una vela en un bacín y que se sentaba sobre el, y que tenía un libro sobre la cama en el que estaba escrito los remedios que hacía.

Examinado Gabriel García, sastre de oficio, dijo, que es una gran hechicera como se verá en el proceso y que habría seis años más o menos, para que viniese un cuñado suyo de Madrid a hacer vida con su mujer, le dio un poco de uña de caballo o de mula y una hierba, afirmando, que en tocándole con ello en la ropa o en la carne que sería mejor y que se vendría; y que habiendo ido a Madrid y persuadiéndole mucho que se viniese con él, no lo había conseguido, y en tocándole con la dicha uña y hierba le sintió voluntad de hacerlo; y que así se vino con él y estuvo con la dicha su mujer. Que lo de las cruces sobre que se sentaba sobre ella está en el proceso. Y que también mostró a una mujer su marido amortajado para que se pudiese casar con otro, y que después apareció estando vivo. Fueron calificados de sospechosos de herejía todos los movimientos de la hechicera, herejía contra las imágenes y de pacto expreso o implícito con el demonio, y visto en el tribunal mandó que se traiga el proceso para ver y proveer lo que convenga.”[8]

Nuestra siguiente protagonista es toda una maestra en violar y saquear lo extremadamente prohibido. Una mujer tremenda y desmesurada en sus prácticas de brujerías, natural de Villanueva del Fresno, que tuvo en su momento muchos seguidores jóvenes que acudían hasta ella con la única ilusión de conseguir el amor de quien no le quería o le había dejado por otro/a. En este caso los animales que aparecen y de los que se extrae alguna parte de su cuerpo para tal fin, es el siempre manso y domesticado asno, y como no, el gato negro.



Dominga Rodríguez


Alias “La Novela”, natural de Villanueva del Fresno y viuda de Nadal Gomes, fue acusada de bruja, hechicera y embustera por cuatro testigos en 1639 durante la visita que hizo a la villa el inquisidor Serrano. Se le acusó de hacer conjuros y remedios, y que con ellos conseguía que los hombres quieran más a las mujeres aplicando los siguientes elementos: daba seso de asno negro y decía ser bueno para hacer lo que se quiere de la persona a quien lo da a comer, y que en tres bocados de pan hizo venir un hombre de muy lejos.

Que para desligar los hombres hechizados, busca agua bendita y dientes de finados de tres parroquias y los desliga con ello. Para separar un hombre de una mujer y destruir su amor, utilizaba ladrillos de las sepulturas de los hombres muertos del cementerio mezclando estos con agua bendita. Para quitar el mal de ojo hacia el conjuro de las habas negras, poniéndolas en los ojos de un gato negro muerto y enterrándolo a media noche, donde había de permanecer hasta que granasen nuevas habas, moliendo las mismas y tirándolas al umbral de la persona a dañar. Fue presa y llevada a las cárceles secretas de Llerena no pudiéndose celebrar el juicio condenatorio porque el duque de Braganza había tomado la villa, por lo cual fue puesta en libertad.[9]

Terribles los métodos utilizados por esta bruja profanadora de tumbas de Villanueva del Fresno. Una mujer que salía a buscar sesos de asno muerto, que se acercaba a los carneros de las parroquias a buscar dientes de finados, o se iba al cementerio a por ladrillos de las tumbas para hacer su particular pócima con agua bendita. Toda una lección de necromancia la que nos da esta militante de lo diabólico. Pero no fue la única que utilizaba huesos de muertos o animales para agradar al príncipe de las tinieblas, observemos la actuación de nuestra siguiente Medea natural de Aceitunas en la provincia de Cáceres.




Sebastiana Gómez
“Natural de Aceitunas, que al presente vive en Coria y es conocida por la hechicera de Aceitunas. Fue testificada por una madre y dos hijos, el uno de dieciocho años y el otro de veintidós y por otras dos mujeres, de que estando en Plasencia decía, “que hacía cercos y que sabia hacer cosas para que un hombre y una mujer se quisiesen bien, y también para que ganasen el juego, y que hacía decir misas para que el demonio no le hiciese mal cuando hacía los cercos.

Uno de los mozos añade, que viéndole hablar con unas mozas le dijo,“si quería alcanzar alguna de ellas que le daría el remedio”, y que le dio para ello unos polvos y un hueso diciéndole, “que lo tenía que llevar consigo nueve días” y preguntándole al cabo de los cuatro de que era aquello y quién se lo había dado le dijo que se lo había dado el diablo. El mozo le dijo que como hacía para hablar con el diablo, respondiendo la hechicera, que hacía un cerco y que luego decía unas palabras, y que terminadas de decir las mismas venían una danza de ellos, y que los oía venir y que hablaba con los mismos. Que le pedía un miembro o un dedo y le respondían que no se lo querían dar y que en aquel instante, prometía entre sí tres misas a Dios porque la librase de ellos. Que los diablos le pedían que le diese alguna cosa, y que ella les prometía una gallina, respondiendo los diablos, que la gallina tenía que ser negra y hurtada; y que ella la hurtaba y se la daba a los diablos, y que con esto le daban lo que le pedía.”

El otro mozo dice, que el verano pasado fue una noche con la dicha Sebastiana y con Paredes que está en Sevilla hasta las a fuera de la ciudad para que le diese algo para ganar en el juego, y vio como encendió tres velas y tomó una paja o palo encendido e hizo un cerco alrededor; y que luego hizo otro cerco más pequeño y se metió dentro del mismo. Que estando dentro dio un bramido y un salto que casi vino a parar a donde estaba el testigo y que allí se cayó como amortecida; estuvo hablando entre sí y murmurando sin entender lo que decía, y al dicho Paredes le dijo después, que pusiese una rodilla en el suelo y que estuviese de aquella manera. Que le había dado unos granos que se los fue poniendo en la mano, la primera vez tres y después dos huesos que mostraba la mujer que allí se los había dado. Que los granos eran para ganar en el juego y los huesos, el uno para alcanzar mujeres y el otro para ser valiente con la espada, y que también le había caído en la mano dos pajas y una piedra teniendo la rodilla en el suelo, y se le habían quedado en ella porque había apretado la mano como la hechicera se lo había dicho; de lo cual hay otros dos testigos mujeres a quién lo refirió el dicho Paredes. Fue calificado por pacto expreso y implícito con el diablo y visto en el tribunal mandó que se prenda y se haga su causa.”[10]

Como vamos comprobando, los animales van apareciendo poco a poco en los distintos procesos; asnos, gatos negros, gallinas negras, sapos, raposos y algunos otros que irán saliendo en todo este elenco de Hécates extremeñas. Nuestra siguiente bruja es natural de Trujillo, llamada de nombre Isabel García, la misma tenía como insignia en su mundo maléfico y supersticioso al sapo, animal al que ella misma llamaba en sus oraciones y conjuros maléficos bajo el nombre de “Chapin”.




Isabel García
“Natural de Trujillo, de 50 años de edad, mujer de Bartolomé Díaz, albañil de 25 años, fue testificada por tres testigos de hacer muchos hechizos y conjuros, también fue testificada por el mes de abril de este año de que teniendo una testigo en su casa a Isabel García, escuchó a esta rezar una oración a San Antón con una candelilla de cera encendida, y que decía a San Antón: “Con ese fuego ardiente fuiste al levante, volviste a poniente, abrasaste los puercos que comían a la gente, así abraséis el corazón de fulano”, y que mirándola a los ojos la rea, al punto le dolieron y se le hincharon, de suerte que pensó cegar.

Que otra vez con la estampa de San Antón y vela encendida, hacia sus oraciones y decía lo que hacía para alcanzar de Dios lo que pedía, y que la respuesta de el suceso que esperaba lo oiría entre sueños o lo conjeturaba de los proverbios o lo que oía hablar; y que no quiso declarar las oraciones que rezaba, diciendo que estaban vedadas y que la podrían castigar. También le comentó a la testigo, que sabía una oración que hacía a San Cristóbal con la que le preguntaba al santo las cosas por venir, y que diciendo la dicha oración veía si habían de suceder muertes en agua y que veía ahogada la persona por quién hacía la oración, y que veía por tierra a la persona en el estado que estaba, y que habiéndola echado de su casa a la rea, la amenazó.

Que otro día salió un sapo de debajo de una tarima y que la miro por tres veces, y queriéndolo matar se entró en un agujero, y que otro día volvió a salir y que hizo lo mismo, y que su marido que es uno de los testigos quemó el sapo y se encontró mejor. Que la rea echó la suerte del Chapín, hincando en el sapo las puntas de unas tijeras diciendo: Chapín, Chapín, Chapín, te conjuro de parte de Dios y por la cruz que está en el cielo, por la que está en la tierra y por la que tienes en la frente, que me digas lo que sientes; y que diciendo otras palabras que no entendió el testigo, al punto anduvo el Chapín hacia donde ella le mandaba, diciendo que si esto que le pregunto es así, vuélvete a tal mano. Y que también le había dicho la rea, que había unas palabras que servían para que se quisiesen bien uno a otro, y que se habían de decir cuando en la misa se alza la ostia consagrada entre la ostia y el cáliz, y que había de decir en ese momento el nombre de la persona que aborrecía y lo siguiente, “con dos te miro, con tres te ato, con cinco te engarrafo, tu sangre te bebo”, y que entonces en ese momento de pronunciar “tu sangre te bebo”, tenía que absorber hacia adentro.

En otra ocasión pidió a la testigo unos huevos y habiéndoselos dado después se los devolvió con unos agujeros tapados con cera, diciendo, que los pusiese entre los colchones hacia el lado que se echaba y dijese, “Señor San Juan, así como la gallina pone sus huevos en el nido pongo yo estos en el mío”, y que esto lo dijese tres veces, y que estando la testigo con el mes, tomó la dicha Isabel García dos de los huevos y los puso encima de las camisas diciendo, “pongo estos huevos sobre esta sangre para que al otro mes se cuaje”, diciendo otras palabras entre si que no se entendieron mientras santiguaba el vientre, y que con aquello había de parir un hijo.

En otra ocasión le mostró un barreño con agua en el cual había tres manadas de romero y en la de en medio un poco de cera en figura de criatura, y que eso era señal de que estaba preñada de un hijo. Y que con palabras que decía, se figuraba aquello allí por orden del Señor San Juan, y que después vertió el agua por las paredes diciendo, “que no había de ser pisada y que no debía de estar nadie presente”.

Se calificaron las oraciones y palabras de supersticiosas, y que indicaban pacto con el diablo, ya que todo ello engendraba sospecha de alguna mala doctrina. Fue presa en las cárceles secretas el 30 de marzo de este año y en la primera audiencia confesó que había dicho la oración de San Antón, que rezó en secreto la oración de San Buena Ventura y que echó la suerte del Chapín. También declaró, que sabía echar la suerte de las Habas para saber si el marido del cliente estaba enojado con ella.

Fue condenada el 28 de abril de 1625 a que en la sala de la audiencia se le lea su sentencia y fuese gravemente reprendida y desterrada por tiempo de cuatro años de Trujillo, Madrid y Toledo”.[11]

Claro ejemplo en estos procesos extremeños contra amantes de lo oscuro y tenebroso, de que la creencia en algunos animales cercanos al mundo de lo supersticioso y mágico, fue una realidad manifiesta en las escuelas particulares de estas y estos aliados de lo mágico y misterioso en tierras de Extremadura.












[1] El libro de San Cipriano. Tesoro del hechicero Pág. 108-109. Biblioteca Esotérica Herrón Aragón.
[2] María  Benedita Aires de  Araujo. Un curandero oliventino en la Inquisición de Évora. Pág. 718. Actas del Congreso “Encuentros de Ayuda” Olivenza 1987.
[3] Supersticiones de Galicia. Jesús Rodríguez López. Maxtor. Pág. 151-152.
[4] Anales de la Real Academia de Medicina. Real Academia Nacional de Medicina (España) Instituto de España. Pág. 231.
[5] AHN. Inquisición, Legajo 2728. Exp. 195.
[6] AHN. Legajo 3728. n 285.
[7] Cabaleiro de Oliveira. Biblioteca Nacional. Lisboa 1922, Vol. 1. Pág. 224.
[8] AHN. Legajo 3728.
[9]  AHN.  Sección Inquisición de Llerena. Legajo 1987. Relación de causas despachadas en el auto celebrado en la villa de Llerena año 1643.
[10] AHN. Legajo 1988. N 50. Relación de causas año 1596.
[11] AHN. Inquisición, legajo 2106, n. 26.


Las Brujas del Pueblo de La Haba (Badajoz)

En el Archivo Histórico Nacional se conservan todos los expedientes del tribunal de la Inquisición de Llerena. Entre ellos hay varios relacionados con vecinos de La Haba, que tratan sobre limpieza de sangre o sobre problemas de fe y moral. En los tres siglos de existencia del Tribunal de la Inquisición, se abrió expediente a tres mujeres de La Haba, a las que se acusaba de hechicería o brujería y curanderismo. ¿Pero quienes fueron estas nefandas hembras extremeñas? Eso será lo que descubriremos en este mágico y misterioso artículo.


Nuestras protagonistas todas vecinas de la población de La Haba y fieles colaboradoras en sus satánicas misiones del Emperador de Averno, desarrollarán actos que serán catalogados y registrados como pacto y componenda con el Anticristo, llegando incluso a producir con sus tóxicas pócimas, la muerte por envenenamiento de algunas que otras personas del entorno.

Estas fueron las brujas de la Haba

Inés Sánchez


“Alias “la Lindica” vecina de La Haba, fue condenada por el Santo Oficio de la Inquisición de Llerena el 23 de septiembre de 1638 por hechicera. Los testigos que la acusan son: Inés de Soto, viuda de Diego Miguel, vecina de La Haba, Juana, hija de la dicha Inés de Soto, vecina del mismo lugar. Bartolomé de Ávila, vecino de la Haba., Alonso, alguacil del mismo lugar referido, María de Sande, presa en este Santo Oficio por hechicera y vecina de La Haba, D. Pedro Alonso López, familiar del Santo Oficio del lugar de D. Benito, Francisco Cabezas natural de D. Benito y D. Diego de Paredes vecino de D. Benito. Estos testigos declaran ante el tribunal, que Inés Sánchez para conseguir matar a un hombre hacia lo siguiente: mataba un gato prieto y lo enterraba en un tiesto de Albahaca el cual iba regando día a día. Uno de los testigos cuenta, que un día estando en su casa se rompió dicho tiesto y entre el estiércol aparecían las patas de un animal que no sabía que era, diciéndole la hija de “la Lindica” que eran las patas de un gato. Inés Sánchez al ver lo ocurrido fue a recoger dicho tiesto y lo tiro.


La testigo Juana Muñoz, hija de Inés de Soto, de 20 años de edad, declaró ante el comisario del Santo Oficio D. Sebastián Pérez Moreno, que hará como un año más o menos que vio entrar en su casa a Inés Sánchez que llaman “la Lindica” y que está presa en Villanueva de la Serena. Cierto testigo le dijo, que tenía que sembrar un tiesto que habría de nacer y secarse en quince días y que se lo tenía que llevar a casa de “la Lindica” para que lo sembrase de albahaca y dejarlo en su corral. Cierto día estando en casa de la hechicera, dicho tiesto se rompió y aparecieron las patas prietas entre el estiércol tirando Inés Sánchez de ellas y sacando un gato negro. “La Lindica” le dijo, que no tuviera pena que aquello era un remedio que preparaba para Doña María, mujer de Pedro Alfonso que ya es difunta, y que esto es la verdad.

María de Sande, presa en este Santo Oficio por hechicera y natural de la Haba declaró, que pidió a Inés Sánchez hará como un año en una conversa sentadas en la puerta de su casa, que le diese un remedio para que le naciesen pelos en la ceja izquierda. “La Lindica” le dijo, que tomase unas cagadas de ratas, unas moscas y un poco de aceite, todo ello lo friese y se untase con ello la ceja izquierda y que en poco tiempo le nacería. La testigo lo tomó a burla y no hizo lo recomendado por Inés Sánchez, seis meses después vino a su casa la referida y le preguntó si tenía un gato prieto, que lo quería mandar a un primo de Zalamea, contestando la testigo que tenía uno y que en cuanto lo cogiese se lo daría. Cuando lo pudo coger se lo llevó a Inés Sánchez a su casa, la cual estaba sola cuando se lo llevo. Que otro día, “la Lindica” se presentó en casa de la testigo con el tiesto a medio llenar de tierra y que el mismo lo terminaron de llenar con tierra de su corral. Inés Sánchez le dijo, que lo pusiese entre sus macetas que ella vendría a regarlo todos los días. Lo pusieron colgado de una horquilla y el tiesto se rompió cierto día por abajo. La testigo vio unas patas prietas y llamó a Inés Sánchez para que se llevase de allí la maceta, viniendo “la Lindica” a por ella.

Bartolomé Sánchez de Ávila, la acusa de embrujar a ciertos hombres para que no pudiesen tener acceso carnal con sus mujeres, para ello rezaba una oración a Santa Marta, y que él mismo había sido uno de los ligados por su hechizo. También acusan a Inés Sánchez de hacer abortar a ciertas mujeres que le piden tal asunto, que por ello “la Lindica” cobra 40 ducados y que por no dárselo se fue sin remedio. Que había hecho abortar a una mujer de Medellin y que le habían dado 40 ducados por dicha diligencia. Fue condenada a salir en auto público de fe con sambenito y coroza, oiga una misa en la villa de La Haba en forma de penitente, se le confisquen sus bienes, sea desterrada por tiempo de cuatro años y se le den 200 azotes”.[1]


Otra bruja natural y vecina de la Haba es María de Sande, una mujer dominadora de lo malvado, satánico y perverso, que se va a convertir con su más que evidente comportamiento, en una fiel seguidora de las directrices del maligno. Esta va a ser cazada por ser cómplice de la anterior bruja de la Haba y por ser junto a “la Lindica” unas fieles practicantes de las doctrinas del infierno.




María de Sande

“Vecina de la villa de la Haba, de 30 años de edad, fue condenada por la Inquisición de Llerena por hechicera en la misma fecha que Inés Sánchez “la Lindica, Inés de Soto que fue una de las testigos dice, que culpa a María de Sande de envenenar a Juan Ramos vecino de esta villa de la Haba. Que es público y notorio en este lugar que murió de veneno que le dieron y culpan de su muerte a la dicha María de Sande y que los vecinos comentan, que no es mujer de buena vida y costumbres. Que la dicha rea tiene en su casa una imagen en lienzo de Santa Marta a la que reza cuando quiere embrujar a un hombre y desembrujarlo, y a la que pone dos velas dadas por el que le solicita tal asunto. Que se inca de rodillas delante de la imagen y reza una oración que según el testigo dice lo siguiente:

“Santa Marta bienaventurada de Jesucristo fuisteis, querida y amada de Nuestra señora fuisteis, huésped y convidada en el monte Olivete entrasteis, y a la serpiente con vuestra cinta la atasteis y la ligasteis”.

Dicho testigo cuenta que un día dicha hechicera le llevó un poco de vino, sospechando que dicho vino llevase algún maleficio, lo probo en presencia de la dicha rea, de Ana Sánchez mujer de Pedro de Paredes, de Isabel Donosa y de Cristóbal Muñoz vecino del dicho lugar de la Haba donde éste residía. Al comprobar que dicho vino tenía mal olor y sabor, hizo que el resto de testigo lo probara delante de la dicha María d Sande, los cuales dijeron que estaba malo y que dicho vino estaba maléfico. Dicho testigo al día siguiente cogió el vino y lo llevó en otra vasija hasta D. Benito, lo entregó a D. Bartolomé, médico que residía en D. Benito y ahora lo hace en Cabeza del Buey. También lo enseñó a Francisco de Tamayo boticario del dicho lugar de D. Benito y ambos juzgaron que dicho vino tenía maleficio y veneno. Ambos pidieron que le entregase el vino para ver si tenía maleficio o veneno, dice el testigo que es público y notorio que en el contorno se comenta que se han hecho muchos abortos con maleficios que hacen Inés Sánchez, María de Sande, Catalina Delgada e Isabel Brito. Que dichas mujeres curan poniendo las manos en ciertas partes del cuerpo y que dicen una oración a las personas que en sus ojos tengan una espina, mota o china. Se cuenta que una vez dicha la oración sale del cuerpo la mota o china.

Que para hacer crecer el pelo a quién tenía falta del mismo, mandaba freír unos lagartos y que el sebo lo pusiesen en la cabeza ya que era el remedio que se utilizaba para hacer crecer las colas a los caballos. Otro remedio para hacer crecer el pelo era que enterraban un gato negro y cuando estuviese pudriéndose la grasa del gato la utilizase como jabón sobre el pelo. Fue condenada a salir en auto público de fe con sambenito y coroza, oiga una misa en la villa de La Haba en forma de penitente, se le confisquen sus bienes, y sea desterrada por tiempo de cuatro años y se le den 200 azotes”.[2]





Catalina Delgada- Isabel Brito.


“Ambas brujas fueron condenadas por el Santo Oficio por haber participado y ser de la pandilla de Inés Sánchez y María de Sande, las cuales comentaban que tenían poderes particulares dados en gracia y virtud desde el cielo. Que cuando se le fueron a confiscar sus bienes, se encontraron en su casa unos polvos que se decía tenían veneno, se encontraron dientes, muelas, un pedazo de soga de ahorcado, una lagartija y una camisa de culebra. Fueron condenadas a salir en auto público de fe con sambenito y coroza, que escuchen una misa en día de misa mayor en la villa de La Haba en forma de penitente, se le confisquen sus bienes y sean desterradas por tiempo de cuatro años y se le den 200 azotes”.[3]



Terriblemente satánicas fueron éstas apóstoles del príncipe de las tinieblas en tierras de Extremadura, siendo la verdadera maestra del grupo “la Lindica”. Sus alumnas conocían a la perfección las directrices de las veredas del ángel caído. Mujeres que producían abortos, envenenaban, pactaban con el demonio, brujas en definitiva de primera división, eran estas de la Serena, las Medeas de lo misterioso y de lo infernal.



[1] AHN. Inquisición. Legajo 4566. Expediente 16.
[2] Ibid.
[3] Ibíd.

martes, 12 de febrero de 2019




Las Brujas de la Campiña sur





La realidad social que encontraremos en este trabajo de investigación, será el seguimiento del “bien y del mal” dentro de lo mágico, lo misterioso, el cielo y el infierno, lo fascinante y lo insólito. Conoceremos personajes de la Comarca de la Campiña Sur extremeña, que aparentemente abrazaban a Dios, y a escondidas, rendían pleitesía al diablo. Brujas para el pueblo y hechiceras para la Inquisición, que con sus más que supersticiosos movimientos, harán que la fascinación, el encantamiento y la sugestión hacia lo desconocido, fuese una realidad insertada dentro del pellejo de la sociedad local del momento.


Nuestros mágicos protagonistas están ubicados durante el siglo VXII, VXIII, fechas en las que el “bien” estaba en propiedad de la Monarquía y la Iglesia Católica, y el “mal” lo mismo, conceptos que vienen dados por la religión dominante. Mientras tanto, el pueblo hará de ello lo que le dicte sus necesidades físicas, alimenticias o circunstancias naturales, utilizando a Dios cuando le interesa y a diablo también.


Ante esta realidad manifiesta, invito al lector a entrar en este fascinante laberinto en el que las cosas, los espacios, los tiempos y las personas no son siempre lo que parecen ser, porque lo que parece ser tampoco es siempre lo que es. Por un lado, está lo malvado, lo impío, lo nocivo y contaminante, hombres y mujeres pervertidos por Satán, -siempre según la Iglesia-, y por el otro, los fieles devotos que se ceñían fielmente a los cambios y directrices que marcaba el Vaticano, aunque a veces, los pupilos vaticanistas llegasen también a sostener en sus manos el mítico tridente neptuniano.


Los documentos inquisitoriales serán en esta misión nuestros mejores aliados, desde ellos iremos desgranando el modo de pensar y de actuar de una gran parte del pueblo extremeño. Si tenemos en cuenta las difíciles condiciones de vida producidas por el aislamiento, pobreza, enfermedad temprana y presencia continuada de la muerte en dicha coyuntura social, no es de extrañar, que la piedad de algunos hombres y mujeres, la centraran no tanto en el dogma y las enseñazas oficiales de las que poco o nada recibían para solucionar los problemas que acuciaban a los miembros de sus familias o de la comunidad, sino más bien, en otros parámetros más “subjetivos”. Razón más que suficiente, para que algunos de los tocados por el dedo de la desgracia, buscasen soluciones a sus problemas, en curanderos, brujas, ensalmadores, “hombres santos”, e incluso, en miembros fallecidos de sus familias a través de las ánimas del purgatorio. Pero esta misteriosa y seductora realidad, chocaba directamente con los cánones establecidos y con los propios vigilantes de la ortodoxia religiosa, siendo los hombres de la Santa Inquisición los encargados de atacar y reprimir a todos aquellos que osasen llevar a cabo este tipo de acercamiento hasta las ardientes y humeantes orillas del príncipe de las tinieblas.


La principal habilidad de estos particulares herejes consistía en decir a sus víctimas, aquello que estaban deseosas de escuchar, convenciéndolas de que los males y achaques que padecían, tenían una solución y que solo ellos podían ofrecérsela por un módico precio si lo comparamos con la utilidad de los resultados. Por lo general estas personas derrochaban optimismo ante los problemas más peliagudos, demostrando frente a los demás una segura confianza en sí mismos y una autoestima más que notable.


El problema surgía cuando el cliente que acudía a buscar los servicios de estos esotéricos personajes, veía frustrada la petición concedida para una determinada curación de sí o de algún familiar. El acercamiento de algún amor acabado y otros tipos de necesidades, convertirían a los engañados usuarios, en perfectos y consumados delatores ante la Inquisición, dando cuenta de lo habido y desarrollado por el oculto y misterioso sujeto. Los delatores acudían ante el sacerdote de la población a contar lo visto días atrás, meses e incluso años. Los acusados de tales prácticas tendrían que enfrentarse a la confiscación de sus bienes, a ser recluidos en las cárceles secretas de la Inquisición de Llerena, a ser torturados, azotados y sacados a los autos públicos de fe, donde la humillación, el desprecio y la degradación en primera persona del reo hasta la escucha de su condena, iba a ser una marcada y estigmatizada realidad.


Fueron muchas las hechiceras, hechiceros, saludadores, beatas y otros personajes que abrazaban lo prohibido en Extremadura, que tuvieron que enfrentarse a los cancerberos y guardianes del Santo Oficio extremeño. La pregunta que nos hacemos en estos momentos es, ¿quienes fueron estos extremeños que osaron seguir la senda de lo oscuro, de lo insólito e inusitado? La respuesta la iremos descubriendo en los distintos protagonistas de este trabajo, cuya misión no es otra, que la de acercar una realidad histórica de Extremadura que yacía aletargada en las viejas y centenarias páginas de los enigmáticos, misteriosos y longevos legajos de la Inquisición de Llerena.


Nuestra primera Celestina a conocer es natural de Medina de las Torres, una mujer de 40 años de edad, qué con sus particulares conjuros y misteriosas oraciones, embaucaba y engañaba a sus necesitados usuarios. Una mujer, como casi todas las que se movieron en estos parámetros supersticiosos, que necesitaba utilizar lo mágico y lo misterioso para poder ganarse la vida en momentos donde la mujer por no tener no tenía siquiera derecho ni a tener alma. El proceso inquisitorial de Mayor Mejía, nuestra primera detenida, es sumamente aclaratorio y explicativo, ya que se pone de manifiesto, la realidad que les tocó vivir a muchas mujeres extremeña de un estamento social bajo en su propia tierra.


Los hechos de esta Circe natural de la actual Comarca de la Campiña Sur, se van a fraguar durante el año 1607, periodo en el que tendrá que salir en el auto público de fe que se celebró en la ciudad de Llerena




Mayor Mejía


“Vecina de la ciudad de Jerez de los Caballeros y natural de Medina de las Torres, de 40 años de edad, fue testificada por dos testigos mujeres, de que estando en la dicha ciudad hará unos dos meses más o menos hizo lo siguiente, para que un hombre fuese a ver a una mujer con quién tenía amistad.


Hizo un cerco redondo en el suelo con un clavo de hierro, el cual hincó a un lado de dicho cerco poniendo en el un baño de agua y una escudilla con aceite y nueve torcidas encendidas, diciendo el siguiente conjuro.


“Yo te conjuro con tres libros misales, con tres corporales, con tres iglesias parroquiales, con tres liebres corredoras, con tres galgos cazadores y con tres diablos de los mejores, el uno Beltrán, el otro Bellán y el otro el Cojuelo, que no te dejen parar ni reposar hasta que vengas conmigo a reposar y estar”.


Con esto y una oración de San Antón que también enseñaba y decía, cuentan las testigos que les dijo: “que con ello hacía venir al dicho hombre a estar con la mujer con quien tenía amistad”. Con esta información fue mandada prender y recluir en las cárceles secretas como se hizo, y en la primera, segunda y tercera audiencia que con ella se tuvo dijo: que ella había sido una mujer pecadora y que había tratado carnalmente con diversos hombres; con unos por el pedazo de pan y con otros por el cuarto que le daban, ya que no tenía otro remedio para sustentarse; y que haría como dos años que estando amancebada con un hombre de la dicha ciudad y habiéndose el mismo apartado de ella y dejándola abandonada, acudió a dos mujeres que le enseñaron hacer el cerco, conjuros y oración de San Antón. Qué con estos actos de conjuros, invocaciones y supersticiones, engañó a las dos mujeres que la testifican y a otras varias, anunciando que ella misma había enseñado a las dos mujeres que la testifican los dichos conjuros e invocaciones. Lo hacía no porque creyese que habría de hacer efecto, ni por tenerlo por bueno, sino para remediar sus necesidades con el interés que le daban de pan y dinero con el que se sustentaba.


Fue votada, a que en un domingo o fiesta de guardar saliese vestida en forma de penitente con una coroza de hechicera y, que con una soga al cuello saliese a una iglesia de esta villa donde se le leyese su sentencia. Que al día siguiente se le diesen 200 azotes por las calles acostumbradas, y que en la sala de la audiencia abjurase de levi y fuese desterrada de la ciudad de Jerez y su término perpetuamente, lo cual se ejecutó.”[1]


Imaginemos la estampa de esta hereje condenada. Una mujer subida en el altar mayor de una de las iglesias de Llerena, con su sambenito y coroza, con una soga al cuello como si fuese un animal, sufriendo en sus carnes la humillación pública en la casa o templo del Crucificado. La mofa, la burla y el escarnio en la casa de Dios era más que evidente, dejando sicológicamente destruida, sin mirada y con la cabeza bajada, a una mujer que tan solo intento ganarse la vida abrazando lo supersticioso. Pero lo más terrible y apocalíptico lo sufriría Mayor Mejía el día después de su auto de fe, cuando tendría que salir montada sobre un burro por las calles de Llerena, con su coroza y desnuda hasta la cintura, para recibir los 200 azotes indicados en su sentencia por las calles acostumbradas.


Nuestra siguiente Circe extremeña es natural de Villagarcía de la Torre, una villa, que ya de por si, tiene el sambenito de ser un auténtico pueblo de brujas, cosa que documentalmente hablando no es así, aunque eso no quiere decir que no las hubiese, quizás muchas de ellas fueron lo suficientemente inteligente para no dejarse cazar por la Inquisición. Pero esto lógicamente no cuenta para un investigador, ya que lo que suma y afianza una crónica determinada, son los expedientes encontrados en los diferentes archivos estatales y con respecto a esta localidad, María González es la única hechicera documentada que encontramos en los papeles y carpetas de la Inquisición de Llerena.


El nombre de la mujer detenida por la Inquisición es el de María González y su expediente inquisitorial nos narra las siguientes supersticiones perpetradas por la embaucadora y seductora sibila de Villagarcía de la Torre.





María González

“Alias “la Berrona”, vecina y natural de Villagarcia, mujer de Domingo García, de oficio hortelano, fue delatada el 10 de diciembre de 1640 de que dijo y aconsejó: “que era bueno sahumar la ropa de la persona que quisiesen inclinar a querer y tener amistad deshonesta contra otra persona. Que María González había ofrecido remedio para matar la mujer de un hombre que estaba amancebado con otra, con quien estaba conversando dicha rea, porque resistiéndole la dicha mujer amancebada la muerte de la otra, ofreció remedio para que dicho hombre no olvidase la amiga, y de que la dijo y aconsejo, que para este efecto cogiese sangre de su costumbre y se la guardase. Que habiéndola guardado se juntó con ella y que estando juntas la dicha rea y la solicitante, puso dicha sangre entre dos velas encendidas y se metió por entre ellas con los pies al revés, diciendo en voz clara, “tras mí te andes como el cordero tras la madre”, y que con esto dijo a la dicha mujer amancebada, delante de quién había hecho aquello, que guardase la dicha sangre y se la diese a beber al dicho su amigo, pidiéndole por todo ello 8 reales.


También a consejo a una mujer soltera que le pidió remedio para casarse con un hombre, a la que le cobro 8 reales y le dijo hiciese lo siguiente con la sangre de su menstruación. Que cogiese una escudilla de harina y que hiciera unos prestiños con dicha sangre y los pusiese a freír, y cuando los hizo en su casa la declarante, como le salieron muy negros no quiso dicha mujer soltera dárselos al dicho hombre con quién deseaba casarse.


Una mujer que servía en una casa se le quejó de que sus amos la trataban mal, y la dicha rea le dio un poco de almea para que con ella sahumase la ropa de su señor y de su señora, y al sahumarla dijese:


“Almea, almea, hija del diablo mayor que estas en la peña, así como el marinero no puede remar sin ti, así el corazón de mi señor y mi señora, conforme se esté fuese sahumando la ropa no pueda pasar ni posar sin mí”.


A otra mujer que estaba amancebada y que la había dejado su amigo, la rea le recomendó hiciese lo siguiente.

“Tomase una tranzadera de la camisa de él y atase en ella un cuchillo de cachas negras y, dijese: “conjurote con el Ángel uno, conjurote con el Ángel dos, conjurote con el Ángel tres, conjurote con el Ángel cuatro, que ande fulano tras mi malito, malito, pero no de muerte”.


Que estas palabras las había de decir de noche en el corral mirando una estrella cualquiera, y qué acabadas de decir dichas palabras, tenía que clavar dicho cuchillo en una pared y luego quitarlo y ponedlo al pie de la cama y quitarlo antes de que saliera el sol; y que esto lo tenía que hacer nueve noches y que con esto quedaría ligado el dicho hombre.


Fue presa en cárceles secretas el 17 de diciembre de 1649, y teniendo con ella la audiencia, culpó a María Valencia su delatora, de ser ella la que hacía todas aquellas cosas. Fue condenada a que se le leyese su sentencia y fuese gravemente reprendida y condenada en tres años precisos de destierro”.[2]


María González, una hechicera qué con sus sahumerios y otras actividades insólitas, conseguía engañar y abastecer su bolsillo gracias a su particular sabiduría y pericia de lo oculto y supersticioso.


Los sahumerios se muestran, pese a todas las tendencias y visto desde nuestro lenguaje, como uno de los remedios más eficaces que existen. La lenta combustión de los aceites esenciales y de las partes corruptibles de las plantas, permite que las partes activas asciendan, en unos casos como ofrendas, en otros como remedios curativos y sean tan sumamente sutiles, que penetren por los poros de la piel y lleguen a los rincones más inaccesibles del cuerpo. El romero, la ruda, el incienso, el cilantro, las palmas del domingo de ramos, la almea de pino y otros elementos, van a ser junto al aceite y las oraciones pertinentes, los remedios utilizados por hechiceras y curanderas para solucionar los problemas planteados por quienes solicitan y requieren a tales personajes.


Nuestra siguiente misionera de lo prohibido y contraindicado por la Inquisición en materia de fetichismo y creencias supersticiosa, es natural de Llerena, panadera de profesión, y llamada María Guerrera. Una mujer que al igual que las anteriores aliadas de lo ilegal y antirreglamentario, se va haber prendida y apresada por el Santo Oficio por sus sahumerios, oraciones y mandatos contrarios a la fe que salvaguardaban y protegían los guardianes de la espada, la cruz y la rama de olivo, símbolos normativos de la Santa Inquisición.





María Guerrera

“Natural de Llerena, de oficio panadera, fue testificada el año de 1648, de que comunicó con una hechicera remedio para que el padre de dos hijos que tenía, los recogiese o les enviase remedio. Que no quería ofender a Dios, que para sí ella ya ganaba de comer y de que la dicha hechicera la pidió una darme de oro, incienso y agua arrojada, un vidrio, un huevo, dos velas de cera y pólvora; y de que habiendo dado a la dicha hechicera tales cosas, ésta en presencia de dicha rea echó una suerte en esta forma.


Cogió pastilla de incienso y las echó en unas brasas que apartó del fuego en un badil; en una redoma echó agua rosada, agua simple, un botón de oro y un huevo, mientras tanto, María Guerrera iba sahumando la dicha redoma con el vino que iba saliendo de los olores. Encendió dos velas y hablaba entre si algunas palabras, e hizo que la dicha rea pusiese la boca encima de dicha redoma y la mandó ir diciendo: “Don Diego, ven que aquí te espero yo y tus hijos, como Santa Marta recogió los que andan por los aires, vuela, recoge, y ven a mi y a tus hijos.”


Que la dicha hechicera la puso en medio del fuego echándole candela alrededor de ella y pólvora en cima de la candela, y que la dicha hechicera le había dicho que hincase siete clavos en siete iglesias para que el padre de sus hijos no se metiese religioso; y que preguntándole la dicha hechicera si había hecho aquello, respondió que sí.


Fue mandada prender el 10 de enero de 1650 y fue puesta en casa del alcalde de cárceles secretas, el 15 de dicho mes se le dio la primera audiencia y en ella confesó haber comunicado con la dicha hechicera y haber hecho lo que le dijo y que se arrepintió de lo que había hecho.


Fue condenada a que saliera a auto y que en la sala de la audiencia se le leyese su sentencia, que fuese gravemente reprendida, advertida y conminada para adelante y que saliese desterrada por dos años voluntarios”.[3]


La condenada por curativas supersticiosas que conoceremos a continuación, es también natural de Llerena; de nombre Agustina González, fue calificada por la Inquisición como una bruja que había hecho pacto explícito e implícito con el Demonio. Bruja que practicaba la necromancia, buscando en los cementerios de Llerena parte cortadas que ella misma pedía a sus cómplices, para poder desarrollar sus hechizos y maleficios. Esto es lo que cuenta de ella su expediente inquisitorial.





Agustina González


“El Inquisidor Fiscal de Llerena contra Agustina González, vecina de Llerena, por delitos de curativas supersticiosas. Tomada sumaria y calificados algunos dichos y hechos de esta detenida, se le acusa el haber tenido pacto implícito o explícito con el demonio y que por esto es sospechosa de levi, viene votada a prisión con embargos de bienes, y que se le siga su causa hasta la definitiva.


Tuvo principio por declaración que sin ser ya llamado hizo ante el comisario de Pozo Blanco el día 15 de diciembre de 1780, D. Francisco Gómez Villares, natural y vecino de Fuente del Maestre, de edad de 37 años, denunció en descargo de su conciencia, que padeciendo una enfermedad habitual pasó por Llerena a las aguas de Marmolejo por el mes de noviembre del año anterior. Un vecino llamado Santiago Araujo viéndole padecer, porque creyó que podía estar maleficiado, le llevó a casa de esta rea para que le curase, administrándole para su curación varias unciones y polvos. Lo hospedó en su casa y le dijo, que lo que tenía eran hechizos y maleficios y que si quería le haría ver en una cazuela de agua quién se los había dado, pero no quiso el delator porque creyó era una gran embustera.


Que le oyó contar estando solos los dos, que a D. Nicolás Montero, presbítero, otra convecina le había dado hechizos hasta que le ocasionó la muerte, pero el delator presumió que esta mujer había sido la asesina de dicho sacerdote, porque se jactaba de contar acto tan criminal sin decir el nombre de la otra vecina. El comisario remitió al tribunal de Córdoba esta delación sin ratificar al delator, porque a más de causarle nota en el Hospital de Jesús Nazareno donde se hallaba, éste estaba bastante grabado de su mal y la cabeza algo perturbada.


El tribunal de Córdoba remitió dicha delación al de Llerena, y a instancia fiscal se examino a Santiago Araujo y demás testigos que resultaron ser vecino de Llerena, de 31 años de edad, sin oficio por estar baldado; y declaró a la primera pregunta de oficio: que diciéndole el delator que su mal no podía ser gálico porque después de tornadas unas unciones hasta tres veces se encontraba peor, y que si acaso serían hechizos; rogó al declarante si sabía de algún sujeto que le pudiese curar esta enfermedad, quién trató este asunto con la reo y le llevo a su casa, y que por referencia del delator sabe el testigo lo que la reo ejecutó con él para curarle; y que no se curó y este marcho a Marmolejo.


Se le pregunta, ¿si sabe que detenida utilizaba o usaba en sus curaciones algunas oraciones, signos o caracteres y si hacía pronósticos sobre sus efectos?, respondiendo que nada sabe sobre el contenido de la pregunta, pero si que esta mujer es muy perjudicial en Llerena por sus embustes y estafas por motivos de sus curativas.


Que por su genio diabólico se hace temer de todos, y qué aunque diga y haga lo que quiera, ninguno se atreve a respirar no sea que le de alguna cosa y le quite la vida.


Examinada Josefa Maldonado de la misma vecindad, de 52 años, ama que fue de D. Nicolás Montero, presbítero, a la segunda pregunta de oficio contesta y declara: qué dicho su amo ya difunto, estuvo enfermo en dos ocasiones y por la pertinacia de su mal hizo juicio con la declarante de que serían hechizos, los cuales tal vez se los habría dado esta rea que vivía en la misma calle. Por tal motivo su amo mandó que la llamasen para que le curara y le llevó y le aplicó unos ungüentos echando encima de la untura unos polvos de ceniza y que ningún alivio consiguió, dándole por ello 2 o 4 reales.


Que en otra ocasión su amo tuvo una fuerte quimera con la detenida por unas gallinas que le faltaron, arrojándose a la casa de la convicta y dándose por agraviada, prorrumpio en malas palabras y amenazas contra el presbítero Montero, quién le dijo a la rea, que su casa era una cueva de maldades. Que a pocos días cayó enfermo su amo y que estuvo así mucho tiempo sin aprovecharle las medicinas, por lo que recelaron le habrían dado hechizos y por que la detenida así se lo dijo públicamente a su mujer, y que por esto pidieron a D. Manuel de Toro ministro de este Santo Oficio que mediase en este asunto.


Que no vio que utilizase oraciones ni cosas sagradas para sus curaciones, pero sabe que es muy perjudicial por sus embustes.

Examinados que fueron D. Manuel del Toro y su mujer Doña María Saavedra de 56 y 37 años dicen: que es público que esta rea dio hechizos a un mozo llamado Milano por haberla imputado de ladrona con motivo de haber tomado unas legumbres de la huerta de su amo D. Vicente Lobo sin su permiso. Que lo amenazó y que a los pocos días cayó enfermo y murió causando mucha novedad a los sujetos que supieron del caso.


Contestan, que es muy perjudicial esta mujer y que en su casa dice el familiar, que en su casa se cometen muchas maldades por algunos vinosos que admite en ella, y que no saben los testigos si usa cruces, oraciones o cosas religiosas en sus curaciones. Que todos la temen, aunque cree que pueden declarar algunos vecinos como Agustín Viles, Basilia Moreno y Juana Cristina, así como toda la vecindad.


Agustín Viles contesta: que en una ocasión la encarcelada le comento que su mujer por el fuerte genio que tiene, le había pedido hechizo para matarlo, y que si él quería podía hacer con ella lo que la misma pretendía hacer con él, cosa que no quiso aceptar el declarante. Aun así, la hechicera le dijo: que le pondría unos polvos sobre la chupa y con ello experimentará usted algo de tranquilidad. Que con esto su mujer se serenará y tendrán paz en su casa, pero que nada se consiguió. Por ello Agustín Viles le dijo en otra ocasión, que la reo era una bruja embustera, a lo que respondió la detenida, que en su casa tiene una pared toda llena de alcayatas y con concurren a ella la Señora Manuela y sus amigas y se ponen a bailar en cuero por las paredes, sujetándose en ellas como si fuesen culebras, y si queremos saber cuando una mujer está en el mismo acto de torpeza, no hay más que poner un librillo con agua y asomarnos para verla y conocerla. También le contó la apresada al testigo, que una noche saliendo con la Manuela y sus amigas a los cercados del camino de los molinos donde cogieron a un pastor y que toda la noche estuvieron jugando con él a la pelota, y zambulléndolo en una laguna y que quedó muy maltratado.


Que también sabe el testigo por haber estado alguna vez en casa de la detenida, que es alcahueta y que su marido consiente que se ejecute e su casa muchas maldades. Que en las diferentes veces que el declarante ha estado en su casa, ha visto llegar muchas mujeres a pedirle remedio para sus depravados intentos; y preguntándole el declarante ¿Anda buena la curativa?, respondía, no anda mala. Que también vio la declarante que hasta su casa venían un hombre de Hornachos con sus alforjas cargadas de viandas, y que al regresar iba cargado de medicinas, y de hecho la vio hacer un día unos berros con otros ingredientes y que le dijo eran para que se los llevase dicho hombre a una sobrina, pero ignora si en dichas composiciones usa de signos, oraciones o cosas religiosas.


Que también le contó la rea al testigo, que en una ocasión la Manuela y sus amigas fueron todas hasta villa de Usagre con el cometido de quitar la vida de un hombre de dicha villa, y reconvenida por el testigo le dijo, como podía quitarle la vida a un hombre que suele tener siempre el rosario en su mano, contestándole la rea, que se lo quitaban del cuello y que lo colgaban en una espiga y que luego le quitaban la vida.


Basilia Díaz Moreno, viuda, de 38 años de edad cuenta: que en una ocasión escucho blasfemar a esta mujer diciendo, que no le tenía miedo a Dios ni al diablo, que es sumamente perjudicial y que todos los vecinos la temen. También declara la testigo, que esta mujer curó en Llerena a Doña Josefa Zambrano y a la tía Guerrosa, pero ignora si usaba de signos, oraciones o cosas santas.


Vicente Lobo, de 33 años, citado sobre el lance que acaeció en su huerta entre su mozo Miguel Molano y esta rea, contesta en esta forma: que llegó la rea a dicha huerta a comprar (no dice a hurtar como el testigo lo cita) unas lechugas y sobre si le daba pocas, tuvieron ambos una fuerte quimera. Cuando llegó el declarante ya la reo se marchaba amenazando al mozo diciéndole, “que antes de 15 días lo habría de ver”; que con efecto a los dos días le dio al mozo un grano en la garganta tan malo, que murió a los seis días. Que esta mujer es temida por todo el pueblo y que su casa es un burdel, tiene maldita lengua, es embustera, estafadora y alcahueta, siendo tenida por todos como muy mala.


También se acusa a la detenida, de contar a Francisca Guerrosa, que esta iba de paseo por las noches con otra amiga y que en dicho paseo llegaban hasta Cádiz en la misma noche.


Examinada Isabel Pérez de 32 años de edad declara: que un día fue la reo a su casa a pedirle un poco de leña y esta se la negó, y que la reo le dijo: que tenía muchos quebrantos con su marido y padre a consecuencia de una amistad; y que si quería la testigo, haría que tanto uno como otro asintiesen a que la testigo confirmase la buena relación que tiene con la Señora Manuela, a lo que accedió la Isabel Pérez dándole a la reo un jubón con puntas de plata y se marchó.


Doña Josefa Zambrano de la misma vecindad, estado casada, de 34 años de edad, fue citada y declaró en su testificación: que fue curada por esta reo; contesta y dice, que hace como cinco años que padeció la testigo una enfermedad sin sentir alivio con las medicinas, por lo que hizo que su criada que era entonces María Rodríguez, consultase a esta reo dicho mal, y le respondió, que para sanarla necesitaba de una prenda de su ama para consultar el mal que tenia con sus amigas. La testigo mando a su criada que le llevase una media de seda, y cuando la vio la detenida dijo contundentemente, que eran hechizos y que daría parte a sus amigas para curarla. Que para ello le envió por su criada la testigo varios maravedíes, dándole Agustina González unos emplastes para que se los aplicase en la parte donde tenía el bulto que le ocasionaba su enfermedad, y juntamente también le mandaba unas tiras de papel de estraza para que en forma de cruz las pusiese encima del emplaste diciéndole: que la cruz de papel que llevaba ya iba conjurada para lo mismo. Que otra vez también le mandó otro emplaste y un medio pliego cortado en forma de cruz de Caravaca para que hiciese lo mismo; que ningún alivio consiguió con esto y haciéndoselo saber a la presa respondió. que era preciso fuese ella a curar a la testigo pues así se prometía conseguirlo, diciéndole, que había de arrojar una bola de gusanos que le causaban el mal. Que con efecto fue durante una siesta que la reo la visito y le puso sobre la parte dolorida un emplaste, y por concluir parece que hizo Agustina González un signo encima con toda la mano derecha en forma de cruz; pero que nada se consiguió y la dejó. Lo mismo declara la que fue criada de María Rodríguez, de edad de 33 años, asegurando de positivo que el final de la última curación fue hacer una cruz con toda la mano tendida encima del emplaste.


El comisario presentó en el tribunal estas diligencias sin informar cosa alguna de los testigos ni de la reo y a instancia fiscal, se recorrieron los registros de los tribunales no resultando nada contra esta; aunque desde el de Barcelona resulto encontrarse testificada una Agustina González, datos que convienen en la edad y en los delitos y no en el estado que se dice de viuda y tener un hijo hortelano.


Sacado extracto para calificar pasó a dos calificadores, y el uno no encontró ni en lo objetivo ni en lo subjetivo censura teológica, sino la de ser esta reo escandalosa, supersticiosa, maléfica, sediciosa y sospechosa de pacto con el diablo; y en lo subjetivo es mujer que se tiene en Llerena como una grandísima embustera, embaucadora con arrendajos de bruja y hechicera, sediciosa y perturbadora de la paz y caridad.


El fiscal puso la clamorosa y el tribunal por auto de 12 de marzo de 1782 dijo: que dicha reo fuese gravemente reprendida por el Inquisidor más antiguo y también su marido, por los excesos cometidos por aquella y por este apercibidos. Se les avisó de que en caso de reincidencia serían castigados con todo rigor de derecho, ordenando el tribual que se suspendiese esta sumaria como así se ejecutó; pero con fecha 26 de noviembre de 1783, fue de nuevo delatada ante este tribunal Agustina González por sus andanzas.


Examinada Maria Marcelina, viuda, de 30 años de edad y que vivía en la casa de esta declara, que observo por la primavera y parte del verano de 1783 que estuvo allí, que esta reo hacía muchas curativas de hechizos, mal de ojo y ligamentos a diferentes personas de Llerena y de otros pueblos que iban a su casa. Entre ellos fue u mozo de Hornachos que estuvo por estas fechas tres días en casa Agustina González y cuando se marchó, vino la noticia a Llerena de que había muerto, diciendo la reo que ella ya sabía que se iba a morir. Que ella había dado prisa de que se lo llevasen porque la Señora Manuela había dicho, que no tenía remedio; y preguntada por la testigo quién era la señora Manuela esta le respondió: que era una amiga de Fregenal y que los más de los días iba a su casa. Que también vio la declarante y su hija Ramona Izquierdo, que esta nefanda mujer cura del mal del ligado al muñidor o enterrador de Llerena a quien le dio diferentes unturas y polvos sacándolos de un deposito que tenía en unos pucheros, y que los polvos unos eran amarillos, rojos y otros blancos. Que un día fue una mujer de Trasierra y expresó a la reo que su marido tenía amistad con otra y que no tenía paz, y le mandó unos polvos que suministrándoselo a su marido este la quisiese más a ella y aborreciese a la otra; también declara la testigo, que asimismo los dio a otra mujer para que poniéndolos dentro de una carta que había de escribir a su marido que estaba ausente y no quería vivir con ella, lo conseguiría al punto y la querría con más extremo que antes. Que vio la testigo que Agustina González tenía una olla con composición de aceites y polvos para evitar quimeras y disensiones en los matrimonios según ella decía, y una noche que salio con la declarante observo, que llevaba otra olla y apartándose de ella se metía en algunos zaguanes y rociaba con agua caldo; y que una de las casas en que lo hizo fue en la de D. Gabriel Torres, diciendo aquí se necesita mucho caldo.


Que expreso la detenida a la declarante, que hacía ovillos a los sujetos que quería, y que había hecho venir a uno con la estopa que le hizo a una moza que iba buscando la justicia. Que a los sujetos que daba polvos y unturas les decía primero, “oigan ustedes lo que dice la Señora Manuela”, y que la detenida hacía preguntas desde la cocina y respondía de adentro, diciendo que llevasen aquella que sanarían haciendo cuanto esta les dijese. Que la declarante no declaró contra la detenida por miedo que la tenía, pues decía que cuanto la hacían se lo pagaban. Que cegó a la ama de un clérigo a pausas, primero de u ojo y después de otro, y que al clérigo lo había muerto con hechizos y que lo curaba puntualmente con la Manuela con consentimiento de los Inquisidores, pero con la condición, de qué aunque ella supiesen este consentimiento ellas no lo podían decir. Que si querían ellas podían decir quienes eran las que daban los hechizos, que solo tenían que tener un cubo, un poco de agua y asomándose en el mismo verían a las delincuentes hechas renacuajos de medio cuerpo para abajo. La testigo declaró, que la detenida iba ya enseñando a una hija de la declarante, de suerte que se vio precisada a salir cuanto antes de su compaña. Finalmente declaró la testigo, que hace como un mes más o menos que Tomasa Fernández había oído a Vicente Cordero, que teniendo este una amistad o procurándola, fue haberse con esta reo a quién regalaba muy bien, y que estando en su cocina oyó un gran ruido y hablar en el cuarto dormitorio y entró en él la reo o se asomó. Y preguntada por dicho Cordero que ruido era dijo: que era la señora Manuela y sus compañeras que a cavaban de entrar por la ventana; y que queriendo asomarse dicho Cordero le dijo la reo que no vería a nadie porque se hacían invisibles; pero si quería las oiría hablar: y de hecho hablando Agustina González desde la puerta del cuarto, respondía de adentro.


Vicenta Izquierdo, de edad de 11 años, hija de la testigo anterior, declara lo que su madre y añade: que le contó la detenida que los ungüentos eran negros porque se hacían con tierra de difuntos y canillas de éstos, y que le enseñaría a la testigo como se hacían, y que sabiendo la justicia que curaba a los pobrecitos no le estorbaba a la Inquisición sus curativas.


Examinados José Hidalgo muñidor y enterrador y su mujer Catalina Jiménez, de edades de 30 y 40 años cuentan: que encontrándose enfermo con el mal del ligado le curó con polvos y pomadas bebiendo aquellos en horchata, y dándose con estos en las unturas de los brazos, piernas y partes pudendas.


Que la reo pidió a los declarantes. un brazo de un difunto recién enterrado o pedazo de ropa donde iba envuelto los cadáveres, y no queriendo condescender en esto, les pidió unas canillas del difunto, tierra de sepultura y todo ello se lo llevaron, pero no sirvió porque dijo que la canilla debía ser fresca para poderle sacar el tuétano y hacer con el mismo el ungüento.


El Comisario presentó al tribunal estas nuevas diligencias informando bien de la fe y crédito que merecen los testigos, que no hay odio ni rencor hacia esta mujer, aunque comentan, que tiene gran fama de embustera, supersticiosa y estafadora. Una testigo entrego al tribunal un puchero con las pócimas que había elaborado para este cliente; también comentan, que le llevaban tocino y dinero que pedía para poder desarrollar sus conjuros y pócimas.


Se sacó extracto para calificar los movimientos de esta mujer y los calificadores determinaron, que practicaba la hidromancia en el hecho de manifestar que poniendo un librillo con agua, y que si se asomaba a el veían hechas renacuajos de medio cuerpo hacia abajo a las que habían dado los hechizos. La superstición llamada “auspitiun” por haber dicho, que ella y sus compañeras habrían de salir aquella noche desde la chimenea de su casa poniéndose sobre unas alcayatas para tomar el impulso. También practicaba la necromancia, en el hecho de haber pedido al enterrador una canilla fresca de difunto y tierra o pedazos de ropa en que iban envueltos los cadáveres y una cinta encarnada. Que todo esto demuestra, que la reo hace pacto explicito e implícito con el demonio y que en lo subjetivo esta reo es escandalosa, una mujer que turba la tranquilidad de los pueblos y que con sus practicas induce al tolerantismo y lo promueve.


Pasada la calificación al Inquisidor este puso la clamorosa, y el tribunal la voto a prisión con embargos de bienes, y que se le siguiese su causa hasta la definitiva, cuyo auto se confirmo con el Consejo de la Inquisición el 13 de octubre de 1784. Con fecha 25 del mismo mes, Agustina González fue llamada para tomarle declaración de los hechos imputados, y bajo juramento dijo llamarse Agustina González Meneses, natural de Llerena y vecina de Llerena, de 64 años de edad, casada con Fernando Almeda de ejercicio sillero y que la reo trabajaba en medir vino en una taberna. Declaró su genealogía que es toda de cristianos viejos naturales de la provincia de Extremadura, y que nunca habían sido castigados por el Santo Oficio: que la presente es cristiana bautizada y confirmada y que comulga cuatro o cinco veces al año, oye misa todos los días de precepto y los días de trabajo cuando puede, se supo signar y santiguase, dijo bien el Padre Nuestro, Ave María y Credo, y no respondió a otras preguntas de doctrina cristiana por decir que no estaba para ello, aunque la sabia; especialmente no se acordaba de los mandamientos de la ley de Dios y que no sabe leer ni escribir ni ha salido de Extremadura.


El 12 de enero de este año se dio a la presa la audiencia de publicación de testigos, en la que niega conforme lo hizo en la acusación, confesando solamente que es cierto que se ha valido de algunos embustes en puntos de curativas tomando lo que la daban voluntariamente para socorrer sus necesidades. Que no pretendía atemorizar ni perjudicar a nadie, ni estafar a persona alguna: que así curó al clérigo de Fuente del Maestre, al hombre de Hornachos a Doña Josefa Zambrano y algunos otros.


Que también había dado algunos polvos a varias personas que han ido a consultarlas y buscar remedios para sus males y ligaduras, pero no para que las mujeres quieran a los hombres o los aborrezcan. Que igualmente es cierto haber contado a modo de conversación, que esta reo salio una noche con la señora Manuela y sus amigas al camino de los molinos donde cogieron un pastor. Y que también otra noche salieron desde Llerena hasta Cádiz volando y volviendo a la mañana siguiente, pero que es falso que lo ejecutase. Que a si mismo es cierto haber contado que ella y la señora Manuela y demás amigas concurrieron a quitar la vida a un hombre de Usagre a petición de su mujer, pero que no es cierto que lo hiciesen ya que todavía vive ese señor y que pedía clemencia y misericordia al tribunal.


Se tuvo el auto el 29 de mayo en la Iglesia de monjas de Santa Clara, hizo sus ejercicios y confesión y demostró arrepentimiento según informo el director que se la puso, como también que la había instruido en la doctrina cristiana suficientemente. Fue puesta en la casa de penitencia, y en agosto de 1786 el alcalde comento al tribunal, que a esta mujer la había amonestado diversas veces por la continuación que tenía en una casa de la calle de Bolaños causando alboroto en toda la vecindad. El tribunal tomo informes y resultó ser cierto lo representado por el alcalde, por lo que fue llamada y reprendida severamente en el cuarto del Inquisidor más antiguo, y se le mando guardase reclusión por un mes sin salir más que a misa; prometió cumplirlo y postrarse en lo sucesivo con el mayor juicio.


Examinado el presbítero D. Gregorio contesta y declara: que estando en el atrio de la iglesia mayor de Santa Maria de la Granada, como a eso de las 11 de la noche el verano próximo pasado, vio pasar y entrar por la calle de la Caña a dos mujeres que no reconoció, y movido por la curiosidad las siguió y vio que se incorporó con ellas esta mujer. Que mudaron de conversación y una de ellas dijo dos o tres palabras en tono más alto sobre trato de cerdos, pero comprobó el testigo que esto era fingimiento porque se habían dado cuenta de que las estaba observando. Que el testigo se oculto en una esquina y que las vio salir al campo, no las quiso seguir por recelo y pavor que tubo.


Se desconoce de este caso la sentencia definitiva por lo que posiblemente no fue juzgada.[4]


El hombre desde siempre ha sentido la necesidad innata de desear el mal a su enemigo, y de entre las numerosas formulas empleadas para proyectarlo hacia otra persona, y ya desde tiempos ancestrales, empleó el maleficio.


Maleficio: es la proyección del mal hacia otra persona a través del hechizo y el encantamiento es la práctica supersticiosa por la cual se embelesan, suspenden o arrebatan las potencias del hombre mediante el pacto habido con el demonio o ser supremo del mal.


Tanto hechizos como maleficios son los actos característicos de la hechicería que se pueden practicar de muy diferentes maneras, y a través de los cuales se puede privar a una persona de la salud e incluso de la vida, según la creencia popular.


Las manzanas a lo largo de la historia, han sido famosas como elemento propagador de hechizos y brujerías, solo tenemos que acudir al famoso cuento de Blancanieves y a los ejercicios maléficos de la bruja, para darnos cuenta de que esta realidad algo de cierto tiene en todo este mundo. Un ejemplo de ello lo vamos a conocer en nuestra siguiente condenada, una mujer natural de Jerez de los Caballeros y vecina de Llerena, lugar en el que perpetraba sus singulares hechizos y envenenamientos.






María la Panda.


“Con fecha de 19 de marzo de 1784, la delató Fr. Francisco Bernardo de Jarandilla, religioso franciscano descalzo en Llerena, con referencia obtenida de Manuela Mateos mujer de Francisco Santos, vecinos del lugar de Trassierra. Examinada dicha Manuela, de 34 años de edad declara: “que por la cuaresma del dicho año de 1784 y estando enferma su madrastra Antonia Palanco y con motivo de creer que estaba hechizada, se valió su padre Francisco Mateos de una persona que ignora, la que hubo de ver a esta mujer que vivía en Llerena. A la misma le llevó una camisa de la enferma y vista por ella expresó, que padecía de hechizos, llevándose a la rea a casa de la enferma para curarla. Llamó a la testigo y habiendo ido encontró allí a la reo a quién no conocía, y que admirada por su modo y soltura la preguntó, ¿como conocía que eran hechizos y porque?, respondiendo la reo: “porque yo lo se y son de muerte, y sé quién y como se lo hicieron en esta villa de Trassierra al pisar un poco de agua vertida; y volviéndola a preguntar la testigo, ¿que porque y como lo sabía?, dijo: “yo bien lo se porque me lo han enseñado”.


Que reparo en un momento que la rea tenía para curar a su madrastra, unos pucheros de barro con ungüentos de color negro y unas bebidas en dos botes que expresó ser para la dicha enferma. Y preguntándole la declarante ¿que como hacía aquello?, respondió otra vez: “que ella curaba mediante Dios”, respondiéndole, que no podía ser mediante Dios sino mediante pacto con el diablo, y que eso no era bueno. Por lo dicho se alteró y llamó al padre de la testigo, diciéndole que la sofocaba la declarante, contestándole el padre: que era su hija y que quería que asistiese a la curación de la enferma y que no tuviese cuidado porque lo supiese. La rea les dijo con amenazas: “que ellos bien pueden saber, que si llegan a denunciarme yo padeceré, pero ustedes todos han de padecer más que yo”.


Que se salió del cuarto la testigo creyendo que la rea era una embustera porque su madrastra se lo dijo. Que en otras ocasiones que estuvo enferma y fue llamada la rea, esta le untaba los ungüentos por los muslos de las piernas y brazos, diciéndoles que el mal lo echaría por las uñas de los pies. Que para dichos frotes ponía a la enferma boca abajo diciendo algunas oraciones, para lo cual pedía una toalla o paño que no hubiera servido y se ceñía con ella, y después se la llevaba diciendo: “que la tenía que introducir en una esterquera”. Que también dijo a dicha su madrastra, que en Llerena había muchas curas y que había hecho una a un clérigo que estaba ligado, y conociendo la rea el mal que padecía le dio por remedio pidiese una liga a fulana y que se la pusiese dicho clérigo, con lo que al punto se sanó.


Que cuando se presentó la testigo en la cura de su madrastra, pidió la detenida un baño grande con ascuas donde puso unas semillas, cáscaras de avellanas y yerbas que llevaba, y levantando a la enferma la ponía a que tomase aquel humo, y que después la dio de las bebidas que llevaba tomando la dicha rea antes de dárselas para que viese que no hacían mal. Que le dijo que era agua con raíces de berros. Que la rea iba y venía de noche para dichas curas, porque decía que no podía faltar de su casa toda la noche por tener visita de cierto sujeto que indispensablemente la había de ver.


A instancia fiscal se examinó a Cristóbal Julián Caballero, Maestro flebotoviato en Trassierra, hombre de 46 años de edad, que por no haber en la villa médico ni cirujano, él visitaba a los enfermos de dicho lugar. Preguntado si la dicha Polanco murió de enfermedad natural y cual contesta: “que la visitó hasta su fallecimiento y que habiendo padecido primeramente un excirso en un pecho se le cortó, y que restablecida le sobrevinieron unos dolores de espaldas y riñones con fiebre continua. Que la visitaron, D. Francisco Pérez, médico de Llerena y un químico de Villagarcia y que el declarante le suministraba las medicinas.


Sacado extracto de lo ocurrido después de la sentencia, se calificó en lo objetivo de supersticiosa de vana observancia, adivinación y embuste, y en subjetivo sospechosa de levi. El tribunal según lo pedido por el Fiscal por auto de 7 de agosto de 1784, la votó a prisión en cárceles secretas y que se la siguiese su causa hasta la definitiva. Vista en el consejo en 2 de febrero, se acordó se suspendiese por ahora.


Suspensa ha estado hasta el 23 de julio de 1790, en que delató y declaró en Llerena ante el Nuncio del tribunal nuevos testigos como Juan Felipe y otros.


Examinado Juan Felipe de León de 38 años, Francisco Sánchez Trejo, María Benita Cardenal y María Antonia Jaramillo, todos citados porque se encontraron presentes en el lance de la cesta de manzanas que la rea en vio a Zafra por el correo.


Juan Felipe de León declara, que hace años estando su madre mala de la vista llamaron a la rea para que la curasen, y dijo que tenía hechizos y por tal los curó; pero la puso peor llevando al declarante un buen dinero.


Dice Francisco de Trejo que fue quién recibió la cesta de manzanas, que la rea le dio dicha cesta de manzanas para que la entregase en Zafra a la mesonera del Mesón del Agua, y que pidiendo al testigo su cuñada la Jaramillo y María Cardenal que las diera unas manzanitas, respondió el testigo, que no quería porque le parecía que dichas manzanas eran compuestas para hacer mal por habérselas entregado esta rea y tener muy mala fama”.


Fue condenada a salir a auto público de fe, abjurase de levi, y fuese gravemente reprendida en una iglesia en día de fiesta mayor, avisándola de qué si volvía a reincidir en su forma de vida supersticiosa, sería castigada con mucho más rigor por el Santo Oficio. [5]


María la Panda, toda una bruja de cuento de Blancanieves. Nuestro siguiente invitado es natural de Berlanga, su nombre Miguel Moreno y de él la Inquisición de Llerena nos cuenta que es un hombre que domina el arte de hacer aparecer las cosas perdidas.


Tuvo principio por delación y aclaración que sin ser llamado hizo ante el Comisario de dicha villa el 20 de enero de este año Juan José de la Cruz, vecino y sacristán de la misma y de 42 años de edad. Este sacristán expresó: “que estando en su casa oyó a María Tirado lamentarse, de que a Este reo su hijo le había imputado tener un libro por el que hacía aparecer las cosas perdidas o hurtadas. Que habiéndole quitado a una tal Medina unas mudas de ropa blanca la dijo el reo, que no tuviese cuidado que aparecerían y que de hecho aparecieron. Que igual caso había acontecido con unos vecinos de la misma villa sobre otra alhaja que se le había perdido. Finalmente dijo la madre del reo, que había quemado el libro y que se lo había dado un forastero en el campo.


Remitió el comisario esta diligencia al tribunal y con fecha de 1 de marzo uno de los Inquisidores le preguntó al reo ¿Qué como hacía para que apareciesen las cosas?, contestando, “que leyendo en su libro se le presentaban tres personajes que eran los diablos, y que le decían que era lo que les mandaba”.


El tribunal dice, qué por lo hechos manifestados por el reo, tiene pacto con el diablo y que así lo conceptúa como sospechoso de levi.[6]


Nuestra siguiente supersticiosa a conocer es natural de Fuente del Maestre, su nombre María Pedrera, una mujer que amén de hacer aparecer cosas perdidas, la misma es una gran curandera de fama en toda la zona.






María Pedrera


“Vecina y natural de Fuente del Maestre, tuvo principio por delación que el 12 de junio de 1781 hizo ante el familiar D. Fernando Ramírez Villarejo, Regidor perpetuo de ella, de edad de 47 años, y dijo: que una tarde del mes de mayo o principio de junio de dicho año, oyó decir a Lucia Peña, que a su hermano el miliciano lo había curado esta rea de hechizos. Que en el vulgo corre con fama que dicha rea es curandera y que hace a parecer cosas perdidas. Hasta ella acuden y recurren los vecinos de la villa como si fuera verdadera profeta. Que a veces, para curar a un enfermo, mandaba echasen sobre el tejado del paciente a curar mostaza, y que con eso de momento acudirían allí todas las brujas que hubiese en el pueblo. Pero que atemorizada dicha Lucía de esto, no experimento ni echó la mostaza. Que asimismo dijo al delator Juana, mujer de Diego Bato, que habiéndosele perdido a su nuera unas calcetas lavando, acudió a la rea para que la dijese quien se las había hurtado, y le respondió, que una vecina suya, cuya adivinación dio lugar a que la cliente pidiese públicamente otras calcetas a los que se la hurtaron.


Cristóbal del Toro afligido por habérsele perdido unas caballerizas, preguntó a la rea si había medio para encontrarlas y respondió, que se acostase descuidado que aquella noche irían a su casa las caballerizas, y con efecto como a media noche llegaron a su puerta dichas caballerizas muy alborotadas.


Que por el mismo tiempo se hallaba esta rea curando de hechizos a una hija de Don Pedro Periañez y a Esteban Gordillo Conde, quién también dijo al familiar declarante Francisco Padín, que adivinó esta rea a F. Alcántara quién le habían hurtado una casaca y un azadón. Dicho hombre le dijo a la rea, que le dijese una oración para que apareciese la dicha casaca, contestándole la rea, “estate quieto y pon atención allí donde cante el gallo”, y oyó cantar tan confusamente un gallo que le pareció muy distante, avisó a la reo de haber cantado el gallo y le instó que aguardase a que cantase tres veces y que la última le parecerá que cantará junto así, diciéndole la reo, “ve en casa de fulana y dile que digo yo que te los de, y si te los negase, entre la cama tiene la casaca”; que fue y que se los entregó.


Isabel la Rabiosa, de 40 años de edad, declara que estando enferma y sospechando que la habían hechizado, acudió a dicha rea para que la curara, para cuyo fin le dijo a la testigo que buscase cogollos de retama y de adelfa florida, cera virgen y aceite con la que hizo un ungüento que aplicado a la declarante se verificó el alivio. También para curar enfermedades mandaba hacer sahumerio de cominos rústicos, azúcar y otras veces hacía un ungüento con flor blanca de adelfa, aceite y unas raíces que partía con su boca. Otros sahumerios que mandaba eran de palma bendita y romero, y que tenía un muñeco con el cual atormentaba a quién tenía que atormentar. Fue condenada a ser recluida en cárceles secretas, con confiscación de bienes, por pacto explicito con el demonio y que se le siga causa hasta la definitiva.”[7]


Otras brujas de la Comarca Campiña Sur fueron las siguientes.






Catalina Simona. Más conocida como “La Capadora”, natural y vecina de Azuaga, fue delatada de hechicerías por dos declaraciones que recibió el comisario de dicha población el 1 de octubre de 1727. Visto por el fiscal en el mismo día pidió comisario para el examen de los que se nombraba, dicho expediente esta sin terminar.[8] Se desconoce la sentencia.


José Rosales. Vecino y carnicero de la villa de Usagre, fue delatado de hechicero por carta recibida el 9 de marzo de 1721, al que la justicia real ya le había abierto auto y se mandó que el comisario le reconociese con los testigos que le delataron.[9] Se desconoce su sentencia.


Catalina la Cereza. Mujer de Luís Blanco, vecina de Ahillones, fue delatada por maleficios, hay solamente una comunicación del Tribunal de 19 de julio de 1724 para el Comisario de Berlanga en la que se dice: que se le renueve la declaración que antes se le había hecho para que examinase a la delatante, no hay otra cosa en el proceso.[10]


Maria Hernández. Gitana residente en Berlanga, fue testificada por dos mujeres de embustes y hechicerías, cuyas declaraciones remitió el Comisario y se recibieron el 9 de noviembre de 1718.[11]


María Manzana. Vecina de Llerena, fue testificada de hechicerías por sumaria hecha el


9 de febrero de 1733.[12]


Agustín Romero. Vecino de Berlanga, fue testificado de embuste por una sumaria que se recibió con fecha 17 de febrero de 1693.[13]


Ana García. Mujer de Manuel Hernández, vecina de Usagre, fue delatada de curativas supersticiosa el 6 de junio de 1722.[14]


Francisca de Aller. Vecina de Llerena, fue delatada de hechicerías y adivinaciones, por un memorial que se recibió en el Tribunal el 12 de octubre de 1696.[15]


María González. Vecina de la Fuente del Maestre, fue delatada de hechizos por delación que remitió el Comisario recibiéndose en este Tribunal el 3 de enero de de 1709.[16]


Antonio Morillo. Vecino de Berlanga, fue delatado de curativas supersticiosas con fecha 8 de noviembre de 1729.[17]


Josefa la Galbana. Vecina de Berlanga, fue delatada el 30 de agosto de 1739 de hechicerías.[18] En esta misma población de Berlanga diferentes personas fueron delatadas por carta de un ministro con fecha 13 de febrero de 1723, de que curaban por medios supersticiosos.[19]


La Candelaria. Vecina de Valencia de las Torres, fue delata por maleficios, solo hay un testigo que declaró contra ella el 19 de julio de 1729.[20]


Una muchacha. Vecina de Llerena, de 12 años de edad, fue delatada en este Santo Oficio con fecha 10 de septiembre de 1716, por un papel en que se indicaba que era Zahorí y que adivinaba los cómplices de aquellos que se dedicaban a robar.[21]


También en Llerena, y en pedimento Fiscal de 12 de abril de 1722, se hizo relación de ser público en esta ciudad de Llerena, de que el día de San Marcos usan de conjuros y bendiciones algunas personas; y que habían introducido un toro en la ermita de San Marcos y que se había predicado el hecho como milagro. Se cuenta que el toro no hizo daño a persona alguna a pesar de que la ermita estaba llena de gente, por todo ello se pidió comisión para la averiguación del caso y todas sus circunstancias: en 30 de dicho mes se mando la comisión y se dio en 2 de mayo donde se examinaron 10 testigos, y hecha la ratificación se trajo al Tribunal el 11 de agosto de dicho año. Con fecha 21 de dicho mes el Fiscal pidió que se sacase extracto y se calificasen los dichos y hechos. Con fecha 22 se pidieron autos y en la misma Audiencia se mandó sacar dicho extracto y dar el mismo a los calificadores, no consta haberse hecho otra cosa.[22]


Juana la Morena. Esclava de Francisco Rodríguez, vecina de Fuente del Maestre, fue delatada de supersticiones y hechicerías el 2 de diciembre de 1732.[23]


Matías José y Antonia Moreno su mujer, Juan Galugo y María de Mena, solteros y vecinos de Llerena, fueron testificados de haber practicado supersticiones en la noche de San Juan del año 1733, siendo el Comisario de Llerena el que presentó al Tribunal la Sumaria el 26 del mismo mes. Con fecha 3 de marzo de 1735, se calificaron dichos hechos dándolos por supersticiosos y sospechosos de pacto implícito con el demonio, y con fecha 5 de dicho mes dictaminó el Tribunal de que fuesen presos con embargos de bienes y que fuesen gravemente reprendidos.[24]


María Sánchez y su hija María de la Cruz, ambas están presas en la cárcel de Usagre de donde son naturales y vecinas, fueron delatadas por carta del comisario de Usagre el 23 de enero de 1733, contando dicho comisario, que durante el registro de sus bienes se hallaron en la casa un medio cuerpo y manos de un sapo, una vasija pequeña de cocos negros y unos huevos podridos de aves.[25]


Estas han sido las personas delatadas ante la Inquisición de Llerena por prácticas supersticiosas, hombres y mujeres que con sus embustes y falsas patrañas intentaron en su momento ganarse la vida de la única forma que sabían, utilizando los siempre rechazados y proscritos caminos del Ángel Caído. Saquen queridos amigos sus propias conclusiones.


[1] AHN. Sección Inquisición. legajo 1988. N 61. Relación de causas año 1607


[2] Ibíd.


[3] AHN. Legajo 3681 N 3. relación de causas año 1650.


[4] AHN. Inquisición, 3730 exp. 128/


[5] AHN. Legajo 3730 Exp. 123.


[6] AHN. Legajo 3730, exp. 122.


[7] AHN. Inquisición Legajo 3730. Exp. 131


[8] Ibíd. 1987, caja 1 segunda parte.


[9] Ibíd.


[10] Ibíd.


[11] Ibíd.


[12] Ibíd.


[13] Ibíd.


[14] Ibíd.


[15] Ibíd.


[16] Ibíd.


[17] Ibíd.


[18] Ibíd.


[19] Ibíd.


[20] Ibíd.


[21] Ibíd.


[22] Ibíd.


[23] Ibíd.


[24] Ibíd.


[25] Ibíd.

jueves, 7 de febrero de 2019




Mujeres Emplumadas Españolas 


Las mujeres de mala vida y principalmente las que tenían por oficio el corromper a las doncellas, así como rufianes y alcahuetas, eran castigadas de una manera tan singular como extraña.

No hace mucho tiempo, cuando una mujer se hallaba convicta de haberse prostituido o de haber corrompido a cualquier otra, se la solía condenar a ser emplumada.

La sentencia se ejecutaba de la siguiente manera:

A las once de la mañana el verdugo iba en busca de la condenada y auxiliado por sus ayudantes, la desnudaba desde la cintura hacia arriba. El cuerpo se lo untaban de una capa de miel y ponían una coroza o birrete de cartón en forma de cono. Adornada de esta forma, la condenada subía encima de un asno, y se le ponía una argolla fijada en una barra de hierro cuya extremidad inferior se apoyaba sobre la albarda que llevaba el animal. Enseguida se la paseaba por las calles entre dos filas de soldados y alguaciles escoltados por la plebe.

Detrás de la condenada iban los dos ayudantes del verdugo llevando un gran cesto lleno de plumas de ave, así como el pregonero y el mismo ejecutor de la justicia.

La procesión se detenía en las principales calles y plazas donde el pregonero leía en alta voz la sentencia en la que se mandaba emplumar a la condenada, citando al mismo tiempo sus delitos. Este acto concluía, con la fórmula de “quién tal hizo que tal pague”.

Enseguida el verdugo cogía un puñado de plumas y las echaba sobre la miel con la que estaba untado el cuerpo de la condenada. Estas plumas daban un horrible y grotesco aspecto que movía a risa a la muchedumbre. Esta realidad la vivieron muchas mujeres españolas hasta bien entrado el siglo XIX, un ejemplo de ello es Antonia Inés (La Emplumada de Chinchón (Madrid), quién en 1817 sufrió tan denigrante castigo público.


Expediente emplumada de Chinchón 

“Oficio del excelentísimo señor duque, presidente del Consejo, dándole cuenta de haber sido sentenciada por la sala 2ª Antonia Inés a vergüenza pública, a ser emplumada por rufiana y alcahueta.

En el día de ayer se vio la causa contra Antonia Inés, de 40 años de edad, natural de Chichón por rufiana o alcahueta en su casa en la que tiene una tienda de vinos generosos, calle del Horno de la Gata n 15. Por sentencia con ejecución se le ha condenado a vergüenza pública, sea emplumada y a diez años en galeras”. Ésta condenada se encuentra en la cárcel de Corte de Madrid.[1]

En este caso como en otros donde una o varias mujeres eran emplumadas por delitos de sensualidad, no solo no servían para nada este tipo de castigos públicos, sino que publicaban las habilidades de tales mujeres, cuya consecuencia revertía en un aumento de la clientela, que ahora con más claridad sabía a quién dirigirse.

No todas las emplumadas tenían la misma suerte, hubo algunas qué durante la tercera guerra carlista, tuvieron que sucumbir con sus vidas por haber sido mujeres de los liberales migueletes. Esta realidad la vivió Tolosa (Guipúzcoa) en un día de San Juan de 1874, donde tres féminas después de sufrir la humillación publica con el emplumado, fueron asesinadas con azotes en diferentes lugares de la población. Las crónicas nos cuentan lo siguiente.

“Día de San Juan de 1874

Francisco Savalls, cabecilla carlista que en Olot fusiló a cuarenta y nueve carabineros, apresó en Tolosa a tres mujeres cuyos delitos eran ser esposas de migueletes liberales, y ordenó fueran emplumadas y azotadas.

Cuarenta sicarios a su mando ejecutaron su orden: se desnudó a las tres mujeres (una tenía 70 años), se desnudaron de cintura para arriba untándose de miel sus espaldas, pechos y se les lanzaron las plumas para que se le pegaran. Fueron montadas en burros y con una pandereta en la mano se las hizo recorrer las calles, de vez en cuando Savalls que iba al frente de los verdugos, gritaba <<Paluac o rain, paluac>> (apalearlas ahora, apalearlas); entonces el cortejo se detenía y las mujeres eran con gruesos cordeles azotadas: en la calle larga y en la calle de Guipúzcoa, cayeron muertas María Cudez y Teresa Espino; la última Magdalena Torres cayó cadáver en la Plaza Playor.

¡Esto presenció Tolosa el día 24 de junio de 1874!


Otras noticas de mujeres emplumadas la encontramos en Málaga donde el periódico el Alabardero de Sevilla con fecha 22 de junio de 1881 refiere lo siguiente:

“Que en el Valle de Abdalajis ha ocurrido el caso de haber sido emplumadas dos jóvenes y paseadas después por las calles en un borrico. Añade el mencionado periódico, qué al protestar los parientes contra tan brutal procedimiento, estos fueron apaleados por el alcalde”.[2]




El caso que presentamos a continuación no tiene desperdicios. La protagonista es una mujer obligada a ser matador de toros sin serlo, la anunciaron como tal, pero la intención era la burla y la mofa de esta dama. Anunciaron el festejo y se llenó la plaza a reventar y por su condición de hembra, después de terminar el espectáculo taurino, va a sufrir el castigo de ser emplumada en la misma plaza de lidia. La señora la presentaban como <<La Frascuelo>> y de ella se cuenta lo siguiente.

No sabemos quién metería a esta mujer a matar toros.

Al anuncio de la matadora <<Frascuelo>>, se llenó anteayer la plaza, cuando esta pobre mujer se conocía que en su vida las había visto más gordas. El señor Burgos que presidía la corrida, al oír la gritería y la algazara que produjo aquella pantomima, en lugar de encerrar a la fiera encerró a la pobre matadora.

Pero el público que debió de haber dado media vuelta y pillar con tiempo la salida, la reclamaba con insistencia y el señor burgos la dejó en libertad para que saliera de nuevo a la plaza. Nueva algazara y nuevo griterío. El temblor se apoderó de una manera tal de la Frascuelo, que aún cogido el toro por los cuernos y presentado de frente a ella, en vez de meter la espada al toro, hirió levemente en la muñeca a uno que sujetaba a la fiera.

Aquí empezó de nuevo el escándalo hasta que un joven pidió licencia para despachar al cornúpeto. La Frascuelo fue emplumada y paseada por la plaza de toros y por las calles siendo hospedada después de finalizar el escarmiento, en un calabozo de la cárcel del ayuntamiento.[3]

De nuevo en Tolosa vamos a tener un nuevo maltrato a la mujer por sus ideas liberales a manos de los carlistas. Dice el diario de San Sebastián, que el día 25 ofrecieron los carlistas nuevamente al pueblo de Tolosa, uno de esos bárbaros espectáculos tan comunes entre los defensores del absolutismo.

Tres mujeres que olían sin duda a liberales, fueron emplumadas y paseadas en burro entre bayonetas con la cabeza afeitada, al son del tamboril, de la gritería y de los insultos de una salvaje muchedumbre que gozaba en el suplicio de aquellas infelices.[4]



Otro caso de las mismas características se vivió en Villafranca (Navarra), donde de nuevo un grupo de mujeres serán vejadas en nombre de Dios y del Rey allá por 1834.

En el número 26 de el Motín de 1834, Zumalacarregui, genio militar a quién se cita como general insigne y muy competente en la ciencia de la guerra, mandó apalear hasta ensangrentarlas a varias mujeres de familias liberales.

Las desgraciadas víctimas desnudas de medio cuerpo hacia arriba, fueron untadas con sustancias adherentes, emplumadas y cabalgando sobre asnos fueron paseadas por entre una turba que prorrumpía en vivas a la religión y al Rey.[5]

Esta realidad ha quedado marcada en la historia actual con frases como: “a este lo han emplumado o vaya pluma que lleva ese”, cuando se ve por la calle a un hombre varón con afeminación en sus ademanes. Esta verdad sirvió en siglos anteriores, para estigmatizar y descalificar a muchos españoles que se movían en este ámbito más propio de personas que formaban parten del lumpen social del momento.


[1] Archivo Histórico Nacional. Consejos, L. 1409, Exp.42

[2]Crónica Meridional: diario liberal independiente y de intereses generales: Año XXII Número 6400 - 1881 junio 22

[3] Crónica Meridional: diario liberal independiente y de intereses generales: Año XXX Número 8582 - 1888 diciembre 28

[4] El Cascabel: Época 2ª Año XI Número 922 - 1874 agosto 9 (09/08/1874)

[5] La Voz de Menorca: diario republicano: Año VII Número 2581 - 1912 octubre 2