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jueves, 14 de febrero de 2019




Los Animales del Diablo en Tierras de Extremadura




Han sido muchos los animales que se asociaron y se asocian con el mundo de la superstición en tierras de Extremadura. El gato negro, la gallina negra, el sapo, zorros, alacranes, lagartos, lechuzas, corujas, culebras, y otros muchos que a lo largo de la historia de la brujería fueron soliviantados por la creencia de que eran auténticos colaboradores y simpatizantes del anticristo. Animales que en algunos casos, sufrirían la trágica realidad de ser asesinados por tener propiedades sumamente curativas que solo conocían los hombres y mujeres que se dedicaban a abrazar el mundo de lo fetichista, agorero y supersticioso. Esta realidad vista con ojos de actualidad, nos lleva a pensar, que el estigma caído sobre algunos animales por estas causas mágicas, era más que evidente, naciendo el odio y persecución hacia los mismos llegando hasta nuestros días.

Es creencia popular, que el lagarto es un gran amigo y protector del hombre. A este respecto se cuenta, que si una culebra está a punto de morder a un hombre dormido, siempre hay un lagarto que le despierta haciéndole cosquillas con el rabo.

Cuando se oye la palabra “culebra”, se contrarresta diciendo dos veces la palabra “lagarto”. Por extensión se dice “lagarto, lagarto” como contra-hechizo a cualquier situación que pueda resultar perjudicial.

Aquella persona que cogiendo un lagarto con la mano lo lame de la cabeza a la cola, adquirirá según la tradición más oscura y supersticiosa en el mundo rural, el poder de curar quemaduras con la lengua.

Las supersticiones relacionadas con los sapos hacen referencia a su utilización en remedios curativos y como amuletos, aunque también están muy vinculados con la hechicería. Los sapos, al ser uno de los animales preferidos por brujos y hechiceros para sus maleficios, se dice que son utilizados para envenenar las aguas. Cocidos, se utilizaban en la hechicería para hacer pócimas y ungüentos. El sapo abierto y aplicado en la garganta del paciente hacía reventar, siempre según la tradición, las anginas que algún paciente padeciese.

En tiempos de las grandes epidemias se acostumbraba a llevar para evitarlas polvo procedente de una rana disecada, o bien una rana viva en una caja muy pequeñita. Se decía que una rana disecada y puesta en remojo en vinagre, curaba las hemorragias nasales o si se ponía contra la frente. También se utilizaba para ello una rana muerta con un objeto punzante y colgado del cuello dentro de un saco muy pequeñito, ya que según la costumbre, la carne de rana servía para refrescar el hígado.

Antiguamente, los brujos utilizaban los huesos de rana como amuletos. Estos se obtenían dejando que las hormigas devoraran la carne, después se echaban al agua y se recogían los que no flotaban. Se guardaban los huesos en una bolsa de lino blanco que se colgaba al cuello para engendrar el amor, pero si se tocaba a un hombre con la bolsa, lo que se engendraba era el odio. Se tiene por mala suerte que una rana entre en una casa. Se supone, que la rana personifica al enemigo, por lo que si se la mata se vence a uno de ellos.

En Cheles era muy normal en épocas bien recientes, que si una persona tenía una mala curación de un ojo o estaba con problemas, la madre del enfermo le mandaba metiese un alacrán vivo en una caja de betún y lo llevase colgado del cuello los días que fuesen necesarios. Si este moría, había que salir al campo a la caza y captura de otro hasta que el ojo quedase finalmente sanado.


Muchas de estas creencias venían derivadas de la mano de personas que sabían leer, siempre a escondidas, lecturas de libros prohibidos. Uno de esos libros que la Inquisición perseguía y que contaba hechizos para realizar con animales, era el famoso libro de “San Cipriano o el Tesoro del Hechicero”, ya que en el mismo, aparecen bestias con las que se puede invocar al demonio, como la gallina negra, así como hechizos con sapos, plantas y otros animales.

En cuanto a la gallina negra, lo que nos dice San Cipriano en su libro, es lo siguiente:

“Tomad una gallina negra que no haya puesto huevo todavía y que ningún gallo haya pisado. Al cogerla, hacedlo de modo que no exhale ningún grito, para lo cual iréis a las once de la noche al gallinero; la sorprenderéis mientras duerme, la agarrareis por el cuello apretando lo suficiente para que no cacaraquee, pero sin ahogarla.

Una vez que la tengáis cogida de este modo, la llevareis inmediatamente a un lugar en que se crucen dos caminos: y allí, al dar la media noche, haced en el suelo un circulo con una vara de ciprés, colocaos en el centro y con un cuchillo de mango negro abriréis el cuerpo de la gallina en dos partes pronunciando estas palabras tres veces; “Eloim, Essaim, frugativi et appellativi”. Volved en seguida el rostro hacia el Oriente, arrodillaos y recitar esta oración: “Venite in me spiritus mágicus et tuss in anima mea imbuet”.[1]

El predominio de la mujer en las actividades de brujería y hechicería es tal que ha permitido que se hable más de brujas y hechiceras como si los varones estuvieran ausentes en este fenómeno. Los hechiceros, al igual que las hechiceras, se dedicarán a la curación, a descubrir cosas perdidas o desconocidas y a ser los fieles abastecedores de determinados elementos que necesitarán algunas hechiceras para poder desarrollar sus trabajos. La diferencia quizás más notable entre ambos es, que mientras la hechicera domina más la posición de mujer alcahueta o celestinesca, el hombre, siempre con su gran conocimiento del campo, de las plantas y de los animales, será el encargado de sanar con sus particulares conjuros, sahumerios, y oraciones, a las bestias de sus parroquianos así como la salud de muchos de ellos. Sapos, culebras, zorros, lagartos y otros elementos naturales serán para muchos de nuestros protagonistas sus mejores aliados, ya que con ellos van a poder sanar al cliente o al animal enfermo que le lleve éste.

Un ejemplo claro de ello lo tenemos en un hombre natural de Olivenza, de nombre Manuel Cordero, condenado por la Inquisición de Évora por curar a hombres y animales de la rabia como lo haría un auténtico saludador. Esto es lo que nos cuenta de él su expediente inquisitorial.






Manuel Cordero


“También conocido como Manuel Pereira, nacido y criado en esta villa de Olivenza, trabajador de campo, pastor, era analfabeto y en su interrogatorio no supo su edad y no fue capaz de dar información ninguna de su persona. Se sitúa su tiempo entre 1702 y 1705 en Olivenza. Es acusado de curandero y él mismo curaba la rabia tanto a las personas como a los animales. Su padre era soldado de caballos siendo su madre Isabel Madeira.

Con 33 años inicio su andadura de curandero y decía a quienes le escuchaban, que tenia virtudes causadas por Dios para curar y vencer así a personas como animales que padecían el mal de la rabia. Hasta él acudían personas de las poblaciones vecinas, de Boieira, Ferreira, Ramalha, Misericordia, Castaños, Churreira, gentes que habían sido mordidas por perros, lobos o cualquier otro animal que produjera la rabia. Era un curandero afamado, lo cual sirvió al Santo Oficio para ser capturado deprisa. Uno de los varios testigos declaro,“que teniendo una galga con rabia fue curada la misma por Manuel Cordero, el cual utilizaba un barreño de agua colocando este al sol, representando el agua, la pureza imprescindible para el buen funcionamiento del tratamiento.

Movía el agua con una mano llena de sal, soplando, echando su aliento sobre el agua para mejor suerte y decía, que la mezcla de la sal con los rayos del sol en el agua era curativa, rociando con el agua a las personas y ganados con un ramo verde, generalmente hecho con rama de romero o torvisco, pronunciando a la vez algunas palabras santas. También curaba las llagas del cuerpo, como fue el caso presenciado en casa de Leonor Maria, casada con Joao Cid, el hijo de esta familia sufría de llagas en las piernas, siendo curado con el mismo procedimiento anterior. Para todo este tipo de curaciones con personas, utilizaba plantas vegetales como el romero, aceite, la ruda, mejorana, y el ajenjo. Los animales eran curados de su rabia con sapos, galápagos, corujas, un crucifijo y remedios de botica según cuentan los testigos. Con esta información fue preso en las cárceles secretas del Santo Oficio de Evora, fue sometido a tormento, saliendo a auto público de fe el 19 de marzo de 1747 con sambenito y coroza llevando insignia de hechicero, siendo desterrado de Olivenza a la ciudad de Viseu.[2]

Curioso el curandero saludador de Olivenza. Un auténtico conocedor del mundo campestre y de todo lo que encierra dicho espacio, desde el cual llevaba a cabo tan saludables curaciones.

Fueron los saludadores unos peculiares personajes conocidos en España, al menos desde finales de la Edad Media, y cuyo oficio era el de sanar a los afectados por la enfermedad de la rabia, ya fueran personas o animales. Los saludadores no solo proclamaban sus habilidades para sanar los mordidos por animales rabiosos, sino que además, ampliaban sus servicios a luchar contra otros padecimientos o contagios, e incluso a preservar las cosechas y librar las poblaciones y sus ganados de las alimañas.

En una sociedad fuertemente sacralizada y ante la proliferación de todo tipo de embaucadores y farsantes dedicados al lucro mediante supuestas dotes curadoras, no era infrecuente que tribunales de la Inquisición iniciaran procesos de fe por honor de oficio contra ciertos saludadores y hechiceros. El prestigio y la fama del saludador irían precedidos de la propagación de rumores, de la habilidad de su palabra y de la atracción y captación de los incautos por la necesidad ante sus desgracias. Existió una relación directa entre los saludadores y la enfermedad de la rabia y los animales, ya que la curación de este temido mal era el primordial cometido de aquellos. En muchas ocasiones eran los ganados y los perros el objeto principal de sus prácticas. En esos casos, el saludador daba bocados de pan cortados con su boca y mojados en su saliva como método para sanar a los animales dolientes, ya que el fluido corporal de estos personajes, era considerado con propiedades curativas tanto para sanar la rabia como para curar otras enfermedades.

Muchos españoles y extremeños durante los siglos XVI, XVII y XVIII creían que los curanderos saludadores para poder ser considerados como tales, debían ser el séptimo hijo de una familia que solamente hubiese engendrado varones, pero también podían llegar a serlo quienes nacían en la noche de Navidad o Viernes Santo. Todos creían que tenía una cruz en el cielo de la boca o debajo de la lengua y que su saliva tenía virtud curativa. Se afirmaba además, que si estos nacían en sábado, tenían la particularidad de curar las tercianas y cuartanas, y poseían además la virtud de llevar la cruz dentro de su boca, también conocida como la rueda de Santa Catalina, por medio de la cual curan con el aliento algunas enfermedades. Cuando los enfermos padecían del estómago, echaban su aliento sobre un pedazo de pan y se lo daban a comer. A los enfermos de los ojos, les mojaban los parpados con su saliva, a la que se le atribuyen virtudes curativas muy especiales.[3]

Tan extendida se hallaba esta plaga de hechiceros, ensalmadores, saludadores y otras supersticiones, que en el Sínodo que se celebró en Coria en 1536 bajo el Obispado de D. Francisco Bobadilla, tuvo que ponerse mano en ello y ordenar al clero que vigilase y anatematizase a los tales saludadores y ensalmadores que caían con sus artes en la herejía.

“Se provea y remedie contra las supersticiones, adivinaciones, hechicerías y contra todos los errores de la herética pravedad y apostasía. …ordenamos que nuestros provisores y oficiales no permitan en nuestra diócesis, saludadores ni ensalmadores…y mandamos que los castiguen a su arbitrio, conforme a la calidad de la culpa o delito…”[4]

Lo cierto es que por mucha persecución que existiese contra estos clandestinos personajes, los mismos seguían ejerciendo su actividad en la sombra gracias al apoyo de muchos vecinos que creían en sus poderes mágicos de curación.

Eso mismo le ocurrió a un curandero de Torremocha, un hombre que para sanar a sus pacientes utilizaba cabezas de zorros y otras artimañas saludables con las que tenía atrapadas con su particular superstición, a muchos vecinos de la villa. El documento de este misterioso personaje se conoce como: “El inquisidor fiscal de Llerena contra Alonso Cabello, natural de la ciudad de Montilla de 68 años, vecino de la villa de Torremocha, zapatero y de vicio vago y curandero”. Un reo que ya había sido condenado por la Inquisición de Toledo por tales prácticas en 1755, y que de nuevo el Santo Oficio de Llerena le volverá a llamar por sus sortilegios y pactos con el diablo.




Alonso Cabello

“Se supone que en la Inquisición de Toledo se siguió causa a este reo por el mismo asunto de curandero, fue preso y seguió su causa hasta la definitiva, siendo votado en febrero de 1755.

Hubo principio en esta su segunda causa por delación voluntaria que en el mismo tribunal de Llerena hizo el 25 de marzo de 1768.

Cristóbal Encinas de 52 años dice; que Alonso Ciborro trajo a dicha villa al reo con el fin de curar a dicho Monroy, y al venir al pueblo encargo el reo al casero le cogiese 100 cabezas de zorros para curar con ellas a dicho enfermo, un sapo y sabandijas. Por todo ello fue apresado. Estando el mismo en la cárcel real de Torremocha pidió un trozo de prenda del enfermo y mandó, que un viernes pusiesen en cima del enfermo el sapo y las sabandijas.

María Delgado Barrero, de 19 años, viuda del criado Monroy dice, que habiendo oído esta decir que el reo hacía algunas curaciones, decidió llamarle y así que vino curó al enfermo con plumas de perdiz.

Alonso Fernández solamente declara haber traído al reo a dicho pueblo por encargo de María Delgado `para que curara a su marido

D. Diego Miguel de Villares cura de Torremocha declara, que habían llegado a dicha villa noticias de un curandero que había venido para curar a Monroy, y que llevado por el celo cristiano y de su oficio, procuró indagar el modo y medicinas que utilizaba.

Juan de la Isla cuenta, que cuando este reo le curó, le dio para ello a comer sesos de zorro, una cabeza de ajo y de beber vino y leche de yegua; y que para verificar que estaba curado, lo examinó con cuernos de carnero, romero, humos de pelos de perdiz y cuernecitos de charneca, conociendo el decente alivio con dichos remedios.

El comisario dijo, que los testigos ocultaban mucha verdad sobre el reo, ya que este desde la cárcel real de la villa, seguía practicando curaciones y que tenía aprendices.

A instancia Fiscal se mandó fuese examinado D. Pedro Bote, quién dijo ser de edad de 20 años, hijo del criado Sebastián Monroy, quién declaró, que el reo curó a este con hierbas del campo mezcladas con manteca y que lo sahumaba con humo de romero y cuernecillos.

Ana Martínez de 30 años dice, que este reo curó a su padre Juan Lázaro con cabezas de zorros y leche de yegua.

Vistas las declaraciones por los calificadores del Santo Oficio dicen, que las cosas declaradas son propias de supersticiones y sortilegios llevados a cabo por el reo como el hacer pacto con el diablo. Fue recluido en las cárceles secretas con secuestro de bienes y se hiciese su causa hasta la definitiva estando la misma a prueba.”[5]

Pero si Alonso Cabello se alineaba con el demonio para desarrollar tan sanadores movimientos, según entendía la Inquisición, nuestra siguiente historia cargada de superstición rural no va a ser menos interesante que la anterior. Los hechos que se narrarán en el expediente de la Inquisición de Llerena, van ha suceder en la villa del Acebo (Cáceres), allí todo un pueblo se verá puesto en la picota por seguir las directrices fetichistas, marcadas y controladas por dos vecinos de dicha localidad.

Pero dejemos que sea el propio documento con su particular lenguaje, el que nos trasmita que sucedió en dicha localidad con sus vecinos y la lapidaria persecución del Santo Oficio ante la más que evidente superstición hacia San Cornelio. El documento inquisitorial lleva el titulo de “Superstición de llevar un cuerno a San Cornelio para curar de cuartanas”.




Los Cuernos Curativos de Acebo
“Este expediente es el que remitió el tribunal de Llerena con carta de 19 de enero de este año de 1791, sobre la superstición de ofrecer cuernos yendo en romería a un San Cornelio que está en distrito de Portugal para sanar la enfermedad de cuartana.

En 20 de febrero de 1790, el comisario de Coria D. Juan Cid Salgado envió al tribunal una carta diciendo: que en el lugar del Acebo y sus cercanías, era cosa muy sabida de esta superstición. Se libró comisión para que se averiguase y habiendo el comisario del Acebo examinado cinco testigos entre ellos el cura, sacristán y cirujano, contestan: en que muchos acuden a dicho santo unos porque ofrecen cuando están enfermos, y otros encontrándose con la misma enfermedad. Que les es preciso llevar un cuerno y ha de ser el primero que hallaren, y en llegando al santo lo dejen junto a él, y que es grande la porción que hay junto al santo de estos elementos. Dicha imagen está sin ermita y maltratado por las inclemencias, distante ocho leguas poco más o menos del dicho lugar del Acebo. Que asimismo está creída la gente en ser remedio eficaz para curar las calenturas de cuartana. Añade el cuarto testigo, que le parecen han hecho estas romerías en buena fe y sin pensar hubiese en ello superstición.

El cura en su ratificación dice, que le parece haber oído, que el cuerno ha de ser de buey o de vaca; y el cirujano dice, que en cuanto a la sanidad ha habido de todo, porque unos vuelven sanos y otros del mismo modo que fueron, y que otros fueron a su romería sanos. Todos estos testigos citan a Juana Rodríguez y su hijo Ambrosio Calero de ser los que hicieron y organizaron dicha romería.

El fiscal mandó fuesen reprendido dichos dos sujetos y apercibidos si acudían a San Cornelio. El tribunal mandó se pusiesen edictos e informes de la prohibición de dicha romería en todos los pueblos donde fuesen gente a dicho lugar, y que también se ponga en el convento del Acebo. Los frailes comentan, ser muy cierto no solo en los pueblos cercanos al Acebo, sino en todo el distrito de Ciudad Rodrigo cercanos a Portugal que se acercan hasta las peñas de San Cornelio. Que el lugar cercano a la cueva del santo es Sabapal, en la Abadía de Quadrazán, y es tanta la abundancia de cuernos que llevan al santo, que infectan el aire de suerte, y que es preciso taparse las narices para llegar hasta San Cornelio y que el santo estaba en la inclemencia en el cóncavo de una peña en el obispado de la Guarda.

El fiscal, visto los antecedentes, pidió se publicasen edictos prohibiendo con graves penas la continencia de tales supersticiones y que los que osasen ir, fuesen detenidos por la Inquisición de Evora a quiénes avisaremos por carta para que los detengan. Visto en el tribunal en 19 de enero de 1791”.[6]

Superstición o no, lo cierto es que la Iglesia poco después montará su particular negocio en torno a San Cornelio, vendiendo encorvados y torcidos cuernecitos, piezas que los seguidores del santo llevarán como colgantes, ya que las mismas les ayudarán a curarse de las tan temidas e inquietantes cuartanas del momento. Esta enfermedad era atribuida muchas veces al mítico, legendario y tradicionalmente histórico, mal de ojo.

“En Portugal San Cornelio es el patrón de los animales galhudos, la iglesia del santo se ve llena de los más variados tipos de cuernos como ofrendas que le presentan los fieles. Los capuchinos bajo cuya jurisdicción está la iglesia, fabrican los cuernos de todas las formas y tamaños y los venden con el nombre de “cuernos benditos o cuernecillos de San Cornelio”; y son propicios para preservar a los animales de males ruines y a las personas del mal de ojo”.[7]

El proceso inquisitorial que presentamos a continuación es el de una hechicera de Galisteo que utilizaba para sus hechizos elementos sacados de animales como caballos y mulas. Estaba considerada una muy importante hechicera en la zona, ya que la misma, para desarrollar sus conjuros y oraciones, utilizaba un libro donde las fórmulas a utilizar solían ser diferentes a las del resto de hechiceras. El hecho de saber leer le daba a Elena de Castañeda un toque cultural y didáctico que la hacía aún más importante ante la ciudadanía que pedía sus favores. Este fue su proceso.




Elena de Castañeda

“Que es conocida por la hechicera de Galisteo, y que al presente está presa en la cárcel de Plasencia. Fue testificada por dos testigos mujeres que habían oído decir, que había hecho unas cruces en el suelo con carbón y que la dicha Elena de Castañeda se sentaba sobre ellas; y que en otra ocasión, había hecho la cruz con una vela en un bacín y que se sentaba sobre el, y que tenía un libro sobre la cama en el que estaba escrito los remedios que hacía.

Examinado Gabriel García, sastre de oficio, dijo, que es una gran hechicera como se verá en el proceso y que habría seis años más o menos, para que viniese un cuñado suyo de Madrid a hacer vida con su mujer, le dio un poco de uña de caballo o de mula y una hierba, afirmando, que en tocándole con ello en la ropa o en la carne que sería mejor y que se vendría; y que habiendo ido a Madrid y persuadiéndole mucho que se viniese con él, no lo había conseguido, y en tocándole con la dicha uña y hierba le sintió voluntad de hacerlo; y que así se vino con él y estuvo con la dicha su mujer. Que lo de las cruces sobre que se sentaba sobre ella está en el proceso. Y que también mostró a una mujer su marido amortajado para que se pudiese casar con otro, y que después apareció estando vivo. Fueron calificados de sospechosos de herejía todos los movimientos de la hechicera, herejía contra las imágenes y de pacto expreso o implícito con el demonio, y visto en el tribunal mandó que se traiga el proceso para ver y proveer lo que convenga.”[8]

Nuestra siguiente protagonista es toda una maestra en violar y saquear lo extremadamente prohibido. Una mujer tremenda y desmesurada en sus prácticas de brujerías, natural de Villanueva del Fresno, que tuvo en su momento muchos seguidores jóvenes que acudían hasta ella con la única ilusión de conseguir el amor de quien no le quería o le había dejado por otro/a. En este caso los animales que aparecen y de los que se extrae alguna parte de su cuerpo para tal fin, es el siempre manso y domesticado asno, y como no, el gato negro.



Dominga Rodríguez


Alias “La Novela”, natural de Villanueva del Fresno y viuda de Nadal Gomes, fue acusada de bruja, hechicera y embustera por cuatro testigos en 1639 durante la visita que hizo a la villa el inquisidor Serrano. Se le acusó de hacer conjuros y remedios, y que con ellos conseguía que los hombres quieran más a las mujeres aplicando los siguientes elementos: daba seso de asno negro y decía ser bueno para hacer lo que se quiere de la persona a quien lo da a comer, y que en tres bocados de pan hizo venir un hombre de muy lejos.

Que para desligar los hombres hechizados, busca agua bendita y dientes de finados de tres parroquias y los desliga con ello. Para separar un hombre de una mujer y destruir su amor, utilizaba ladrillos de las sepulturas de los hombres muertos del cementerio mezclando estos con agua bendita. Para quitar el mal de ojo hacia el conjuro de las habas negras, poniéndolas en los ojos de un gato negro muerto y enterrándolo a media noche, donde había de permanecer hasta que granasen nuevas habas, moliendo las mismas y tirándolas al umbral de la persona a dañar. Fue presa y llevada a las cárceles secretas de Llerena no pudiéndose celebrar el juicio condenatorio porque el duque de Braganza había tomado la villa, por lo cual fue puesta en libertad.[9]

Terribles los métodos utilizados por esta bruja profanadora de tumbas de Villanueva del Fresno. Una mujer que salía a buscar sesos de asno muerto, que se acercaba a los carneros de las parroquias a buscar dientes de finados, o se iba al cementerio a por ladrillos de las tumbas para hacer su particular pócima con agua bendita. Toda una lección de necromancia la que nos da esta militante de lo diabólico. Pero no fue la única que utilizaba huesos de muertos o animales para agradar al príncipe de las tinieblas, observemos la actuación de nuestra siguiente Medea natural de Aceitunas en la provincia de Cáceres.




Sebastiana Gómez
“Natural de Aceitunas, que al presente vive en Coria y es conocida por la hechicera de Aceitunas. Fue testificada por una madre y dos hijos, el uno de dieciocho años y el otro de veintidós y por otras dos mujeres, de que estando en Plasencia decía, “que hacía cercos y que sabia hacer cosas para que un hombre y una mujer se quisiesen bien, y también para que ganasen el juego, y que hacía decir misas para que el demonio no le hiciese mal cuando hacía los cercos.

Uno de los mozos añade, que viéndole hablar con unas mozas le dijo,“si quería alcanzar alguna de ellas que le daría el remedio”, y que le dio para ello unos polvos y un hueso diciéndole, “que lo tenía que llevar consigo nueve días” y preguntándole al cabo de los cuatro de que era aquello y quién se lo había dado le dijo que se lo había dado el diablo. El mozo le dijo que como hacía para hablar con el diablo, respondiendo la hechicera, que hacía un cerco y que luego decía unas palabras, y que terminadas de decir las mismas venían una danza de ellos, y que los oía venir y que hablaba con los mismos. Que le pedía un miembro o un dedo y le respondían que no se lo querían dar y que en aquel instante, prometía entre sí tres misas a Dios porque la librase de ellos. Que los diablos le pedían que le diese alguna cosa, y que ella les prometía una gallina, respondiendo los diablos, que la gallina tenía que ser negra y hurtada; y que ella la hurtaba y se la daba a los diablos, y que con esto le daban lo que le pedía.”

El otro mozo dice, que el verano pasado fue una noche con la dicha Sebastiana y con Paredes que está en Sevilla hasta las a fuera de la ciudad para que le diese algo para ganar en el juego, y vio como encendió tres velas y tomó una paja o palo encendido e hizo un cerco alrededor; y que luego hizo otro cerco más pequeño y se metió dentro del mismo. Que estando dentro dio un bramido y un salto que casi vino a parar a donde estaba el testigo y que allí se cayó como amortecida; estuvo hablando entre sí y murmurando sin entender lo que decía, y al dicho Paredes le dijo después, que pusiese una rodilla en el suelo y que estuviese de aquella manera. Que le había dado unos granos que se los fue poniendo en la mano, la primera vez tres y después dos huesos que mostraba la mujer que allí se los había dado. Que los granos eran para ganar en el juego y los huesos, el uno para alcanzar mujeres y el otro para ser valiente con la espada, y que también le había caído en la mano dos pajas y una piedra teniendo la rodilla en el suelo, y se le habían quedado en ella porque había apretado la mano como la hechicera se lo había dicho; de lo cual hay otros dos testigos mujeres a quién lo refirió el dicho Paredes. Fue calificado por pacto expreso y implícito con el diablo y visto en el tribunal mandó que se prenda y se haga su causa.”[10]

Como vamos comprobando, los animales van apareciendo poco a poco en los distintos procesos; asnos, gatos negros, gallinas negras, sapos, raposos y algunos otros que irán saliendo en todo este elenco de Hécates extremeñas. Nuestra siguiente bruja es natural de Trujillo, llamada de nombre Isabel García, la misma tenía como insignia en su mundo maléfico y supersticioso al sapo, animal al que ella misma llamaba en sus oraciones y conjuros maléficos bajo el nombre de “Chapin”.




Isabel García
“Natural de Trujillo, de 50 años de edad, mujer de Bartolomé Díaz, albañil de 25 años, fue testificada por tres testigos de hacer muchos hechizos y conjuros, también fue testificada por el mes de abril de este año de que teniendo una testigo en su casa a Isabel García, escuchó a esta rezar una oración a San Antón con una candelilla de cera encendida, y que decía a San Antón: “Con ese fuego ardiente fuiste al levante, volviste a poniente, abrasaste los puercos que comían a la gente, así abraséis el corazón de fulano”, y que mirándola a los ojos la rea, al punto le dolieron y se le hincharon, de suerte que pensó cegar.

Que otra vez con la estampa de San Antón y vela encendida, hacia sus oraciones y decía lo que hacía para alcanzar de Dios lo que pedía, y que la respuesta de el suceso que esperaba lo oiría entre sueños o lo conjeturaba de los proverbios o lo que oía hablar; y que no quiso declarar las oraciones que rezaba, diciendo que estaban vedadas y que la podrían castigar. También le comentó a la testigo, que sabía una oración que hacía a San Cristóbal con la que le preguntaba al santo las cosas por venir, y que diciendo la dicha oración veía si habían de suceder muertes en agua y que veía ahogada la persona por quién hacía la oración, y que veía por tierra a la persona en el estado que estaba, y que habiéndola echado de su casa a la rea, la amenazó.

Que otro día salió un sapo de debajo de una tarima y que la miro por tres veces, y queriéndolo matar se entró en un agujero, y que otro día volvió a salir y que hizo lo mismo, y que su marido que es uno de los testigos quemó el sapo y se encontró mejor. Que la rea echó la suerte del Chapín, hincando en el sapo las puntas de unas tijeras diciendo: Chapín, Chapín, Chapín, te conjuro de parte de Dios y por la cruz que está en el cielo, por la que está en la tierra y por la que tienes en la frente, que me digas lo que sientes; y que diciendo otras palabras que no entendió el testigo, al punto anduvo el Chapín hacia donde ella le mandaba, diciendo que si esto que le pregunto es así, vuélvete a tal mano. Y que también le había dicho la rea, que había unas palabras que servían para que se quisiesen bien uno a otro, y que se habían de decir cuando en la misa se alza la ostia consagrada entre la ostia y el cáliz, y que había de decir en ese momento el nombre de la persona que aborrecía y lo siguiente, “con dos te miro, con tres te ato, con cinco te engarrafo, tu sangre te bebo”, y que entonces en ese momento de pronunciar “tu sangre te bebo”, tenía que absorber hacia adentro.

En otra ocasión pidió a la testigo unos huevos y habiéndoselos dado después se los devolvió con unos agujeros tapados con cera, diciendo, que los pusiese entre los colchones hacia el lado que se echaba y dijese, “Señor San Juan, así como la gallina pone sus huevos en el nido pongo yo estos en el mío”, y que esto lo dijese tres veces, y que estando la testigo con el mes, tomó la dicha Isabel García dos de los huevos y los puso encima de las camisas diciendo, “pongo estos huevos sobre esta sangre para que al otro mes se cuaje”, diciendo otras palabras entre si que no se entendieron mientras santiguaba el vientre, y que con aquello había de parir un hijo.

En otra ocasión le mostró un barreño con agua en el cual había tres manadas de romero y en la de en medio un poco de cera en figura de criatura, y que eso era señal de que estaba preñada de un hijo. Y que con palabras que decía, se figuraba aquello allí por orden del Señor San Juan, y que después vertió el agua por las paredes diciendo, “que no había de ser pisada y que no debía de estar nadie presente”.

Se calificaron las oraciones y palabras de supersticiosas, y que indicaban pacto con el diablo, ya que todo ello engendraba sospecha de alguna mala doctrina. Fue presa en las cárceles secretas el 30 de marzo de este año y en la primera audiencia confesó que había dicho la oración de San Antón, que rezó en secreto la oración de San Buena Ventura y que echó la suerte del Chapín. También declaró, que sabía echar la suerte de las Habas para saber si el marido del cliente estaba enojado con ella.

Fue condenada el 28 de abril de 1625 a que en la sala de la audiencia se le lea su sentencia y fuese gravemente reprendida y desterrada por tiempo de cuatro años de Trujillo, Madrid y Toledo”.[11]

Claro ejemplo en estos procesos extremeños contra amantes de lo oscuro y tenebroso, de que la creencia en algunos animales cercanos al mundo de lo supersticioso y mágico, fue una realidad manifiesta en las escuelas particulares de estas y estos aliados de lo mágico y misterioso en tierras de Extremadura.












[1] El libro de San Cipriano. Tesoro del hechicero Pág. 108-109. Biblioteca Esotérica Herrón Aragón.
[2] María  Benedita Aires de  Araujo. Un curandero oliventino en la Inquisición de Évora. Pág. 718. Actas del Congreso “Encuentros de Ayuda” Olivenza 1987.
[3] Supersticiones de Galicia. Jesús Rodríguez López. Maxtor. Pág. 151-152.
[4] Anales de la Real Academia de Medicina. Real Academia Nacional de Medicina (España) Instituto de España. Pág. 231.
[5] AHN. Inquisición, Legajo 2728. Exp. 195.
[6] AHN. Legajo 3728. n 285.
[7] Cabaleiro de Oliveira. Biblioteca Nacional. Lisboa 1922, Vol. 1. Pág. 224.
[8] AHN. Legajo 3728.
[9]  AHN.  Sección Inquisición de Llerena. Legajo 1987. Relación de causas despachadas en el auto celebrado en la villa de Llerena año 1643.
[10] AHN. Legajo 1988. N 50. Relación de causas año 1596.
[11] AHN. Inquisición, legajo 2106, n. 26.

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