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martes, 12 de febrero de 2019




Las Brujas de la Campiña sur





La realidad social que encontraremos en este trabajo de investigación, será el seguimiento del “bien y del mal” dentro de lo mágico, lo misterioso, el cielo y el infierno, lo fascinante y lo insólito. Conoceremos personajes de la Comarca de la Campiña Sur extremeña, que aparentemente abrazaban a Dios, y a escondidas, rendían pleitesía al diablo. Brujas para el pueblo y hechiceras para la Inquisición, que con sus más que supersticiosos movimientos, harán que la fascinación, el encantamiento y la sugestión hacia lo desconocido, fuese una realidad insertada dentro del pellejo de la sociedad local del momento.


Nuestros mágicos protagonistas están ubicados durante el siglo VXII, VXIII, fechas en las que el “bien” estaba en propiedad de la Monarquía y la Iglesia Católica, y el “mal” lo mismo, conceptos que vienen dados por la religión dominante. Mientras tanto, el pueblo hará de ello lo que le dicte sus necesidades físicas, alimenticias o circunstancias naturales, utilizando a Dios cuando le interesa y a diablo también.


Ante esta realidad manifiesta, invito al lector a entrar en este fascinante laberinto en el que las cosas, los espacios, los tiempos y las personas no son siempre lo que parecen ser, porque lo que parece ser tampoco es siempre lo que es. Por un lado, está lo malvado, lo impío, lo nocivo y contaminante, hombres y mujeres pervertidos por Satán, -siempre según la Iglesia-, y por el otro, los fieles devotos que se ceñían fielmente a los cambios y directrices que marcaba el Vaticano, aunque a veces, los pupilos vaticanistas llegasen también a sostener en sus manos el mítico tridente neptuniano.


Los documentos inquisitoriales serán en esta misión nuestros mejores aliados, desde ellos iremos desgranando el modo de pensar y de actuar de una gran parte del pueblo extremeño. Si tenemos en cuenta las difíciles condiciones de vida producidas por el aislamiento, pobreza, enfermedad temprana y presencia continuada de la muerte en dicha coyuntura social, no es de extrañar, que la piedad de algunos hombres y mujeres, la centraran no tanto en el dogma y las enseñazas oficiales de las que poco o nada recibían para solucionar los problemas que acuciaban a los miembros de sus familias o de la comunidad, sino más bien, en otros parámetros más “subjetivos”. Razón más que suficiente, para que algunos de los tocados por el dedo de la desgracia, buscasen soluciones a sus problemas, en curanderos, brujas, ensalmadores, “hombres santos”, e incluso, en miembros fallecidos de sus familias a través de las ánimas del purgatorio. Pero esta misteriosa y seductora realidad, chocaba directamente con los cánones establecidos y con los propios vigilantes de la ortodoxia religiosa, siendo los hombres de la Santa Inquisición los encargados de atacar y reprimir a todos aquellos que osasen llevar a cabo este tipo de acercamiento hasta las ardientes y humeantes orillas del príncipe de las tinieblas.


La principal habilidad de estos particulares herejes consistía en decir a sus víctimas, aquello que estaban deseosas de escuchar, convenciéndolas de que los males y achaques que padecían, tenían una solución y que solo ellos podían ofrecérsela por un módico precio si lo comparamos con la utilidad de los resultados. Por lo general estas personas derrochaban optimismo ante los problemas más peliagudos, demostrando frente a los demás una segura confianza en sí mismos y una autoestima más que notable.


El problema surgía cuando el cliente que acudía a buscar los servicios de estos esotéricos personajes, veía frustrada la petición concedida para una determinada curación de sí o de algún familiar. El acercamiento de algún amor acabado y otros tipos de necesidades, convertirían a los engañados usuarios, en perfectos y consumados delatores ante la Inquisición, dando cuenta de lo habido y desarrollado por el oculto y misterioso sujeto. Los delatores acudían ante el sacerdote de la población a contar lo visto días atrás, meses e incluso años. Los acusados de tales prácticas tendrían que enfrentarse a la confiscación de sus bienes, a ser recluidos en las cárceles secretas de la Inquisición de Llerena, a ser torturados, azotados y sacados a los autos públicos de fe, donde la humillación, el desprecio y la degradación en primera persona del reo hasta la escucha de su condena, iba a ser una marcada y estigmatizada realidad.


Fueron muchas las hechiceras, hechiceros, saludadores, beatas y otros personajes que abrazaban lo prohibido en Extremadura, que tuvieron que enfrentarse a los cancerberos y guardianes del Santo Oficio extremeño. La pregunta que nos hacemos en estos momentos es, ¿quienes fueron estos extremeños que osaron seguir la senda de lo oscuro, de lo insólito e inusitado? La respuesta la iremos descubriendo en los distintos protagonistas de este trabajo, cuya misión no es otra, que la de acercar una realidad histórica de Extremadura que yacía aletargada en las viejas y centenarias páginas de los enigmáticos, misteriosos y longevos legajos de la Inquisición de Llerena.


Nuestra primera Celestina a conocer es natural de Medina de las Torres, una mujer de 40 años de edad, qué con sus particulares conjuros y misteriosas oraciones, embaucaba y engañaba a sus necesitados usuarios. Una mujer, como casi todas las que se movieron en estos parámetros supersticiosos, que necesitaba utilizar lo mágico y lo misterioso para poder ganarse la vida en momentos donde la mujer por no tener no tenía siquiera derecho ni a tener alma. El proceso inquisitorial de Mayor Mejía, nuestra primera detenida, es sumamente aclaratorio y explicativo, ya que se pone de manifiesto, la realidad que les tocó vivir a muchas mujeres extremeña de un estamento social bajo en su propia tierra.


Los hechos de esta Circe natural de la actual Comarca de la Campiña Sur, se van a fraguar durante el año 1607, periodo en el que tendrá que salir en el auto público de fe que se celebró en la ciudad de Llerena




Mayor Mejía


“Vecina de la ciudad de Jerez de los Caballeros y natural de Medina de las Torres, de 40 años de edad, fue testificada por dos testigos mujeres, de que estando en la dicha ciudad hará unos dos meses más o menos hizo lo siguiente, para que un hombre fuese a ver a una mujer con quién tenía amistad.


Hizo un cerco redondo en el suelo con un clavo de hierro, el cual hincó a un lado de dicho cerco poniendo en el un baño de agua y una escudilla con aceite y nueve torcidas encendidas, diciendo el siguiente conjuro.


“Yo te conjuro con tres libros misales, con tres corporales, con tres iglesias parroquiales, con tres liebres corredoras, con tres galgos cazadores y con tres diablos de los mejores, el uno Beltrán, el otro Bellán y el otro el Cojuelo, que no te dejen parar ni reposar hasta que vengas conmigo a reposar y estar”.


Con esto y una oración de San Antón que también enseñaba y decía, cuentan las testigos que les dijo: “que con ello hacía venir al dicho hombre a estar con la mujer con quien tenía amistad”. Con esta información fue mandada prender y recluir en las cárceles secretas como se hizo, y en la primera, segunda y tercera audiencia que con ella se tuvo dijo: que ella había sido una mujer pecadora y que había tratado carnalmente con diversos hombres; con unos por el pedazo de pan y con otros por el cuarto que le daban, ya que no tenía otro remedio para sustentarse; y que haría como dos años que estando amancebada con un hombre de la dicha ciudad y habiéndose el mismo apartado de ella y dejándola abandonada, acudió a dos mujeres que le enseñaron hacer el cerco, conjuros y oración de San Antón. Qué con estos actos de conjuros, invocaciones y supersticiones, engañó a las dos mujeres que la testifican y a otras varias, anunciando que ella misma había enseñado a las dos mujeres que la testifican los dichos conjuros e invocaciones. Lo hacía no porque creyese que habría de hacer efecto, ni por tenerlo por bueno, sino para remediar sus necesidades con el interés que le daban de pan y dinero con el que se sustentaba.


Fue votada, a que en un domingo o fiesta de guardar saliese vestida en forma de penitente con una coroza de hechicera y, que con una soga al cuello saliese a una iglesia de esta villa donde se le leyese su sentencia. Que al día siguiente se le diesen 200 azotes por las calles acostumbradas, y que en la sala de la audiencia abjurase de levi y fuese desterrada de la ciudad de Jerez y su término perpetuamente, lo cual se ejecutó.”[1]


Imaginemos la estampa de esta hereje condenada. Una mujer subida en el altar mayor de una de las iglesias de Llerena, con su sambenito y coroza, con una soga al cuello como si fuese un animal, sufriendo en sus carnes la humillación pública en la casa o templo del Crucificado. La mofa, la burla y el escarnio en la casa de Dios era más que evidente, dejando sicológicamente destruida, sin mirada y con la cabeza bajada, a una mujer que tan solo intento ganarse la vida abrazando lo supersticioso. Pero lo más terrible y apocalíptico lo sufriría Mayor Mejía el día después de su auto de fe, cuando tendría que salir montada sobre un burro por las calles de Llerena, con su coroza y desnuda hasta la cintura, para recibir los 200 azotes indicados en su sentencia por las calles acostumbradas.


Nuestra siguiente Circe extremeña es natural de Villagarcía de la Torre, una villa, que ya de por si, tiene el sambenito de ser un auténtico pueblo de brujas, cosa que documentalmente hablando no es así, aunque eso no quiere decir que no las hubiese, quizás muchas de ellas fueron lo suficientemente inteligente para no dejarse cazar por la Inquisición. Pero esto lógicamente no cuenta para un investigador, ya que lo que suma y afianza una crónica determinada, son los expedientes encontrados en los diferentes archivos estatales y con respecto a esta localidad, María González es la única hechicera documentada que encontramos en los papeles y carpetas de la Inquisición de Llerena.


El nombre de la mujer detenida por la Inquisición es el de María González y su expediente inquisitorial nos narra las siguientes supersticiones perpetradas por la embaucadora y seductora sibila de Villagarcía de la Torre.





María González

“Alias “la Berrona”, vecina y natural de Villagarcia, mujer de Domingo García, de oficio hortelano, fue delatada el 10 de diciembre de 1640 de que dijo y aconsejó: “que era bueno sahumar la ropa de la persona que quisiesen inclinar a querer y tener amistad deshonesta contra otra persona. Que María González había ofrecido remedio para matar la mujer de un hombre que estaba amancebado con otra, con quien estaba conversando dicha rea, porque resistiéndole la dicha mujer amancebada la muerte de la otra, ofreció remedio para que dicho hombre no olvidase la amiga, y de que la dijo y aconsejo, que para este efecto cogiese sangre de su costumbre y se la guardase. Que habiéndola guardado se juntó con ella y que estando juntas la dicha rea y la solicitante, puso dicha sangre entre dos velas encendidas y se metió por entre ellas con los pies al revés, diciendo en voz clara, “tras mí te andes como el cordero tras la madre”, y que con esto dijo a la dicha mujer amancebada, delante de quién había hecho aquello, que guardase la dicha sangre y se la diese a beber al dicho su amigo, pidiéndole por todo ello 8 reales.


También a consejo a una mujer soltera que le pidió remedio para casarse con un hombre, a la que le cobro 8 reales y le dijo hiciese lo siguiente con la sangre de su menstruación. Que cogiese una escudilla de harina y que hiciera unos prestiños con dicha sangre y los pusiese a freír, y cuando los hizo en su casa la declarante, como le salieron muy negros no quiso dicha mujer soltera dárselos al dicho hombre con quién deseaba casarse.


Una mujer que servía en una casa se le quejó de que sus amos la trataban mal, y la dicha rea le dio un poco de almea para que con ella sahumase la ropa de su señor y de su señora, y al sahumarla dijese:


“Almea, almea, hija del diablo mayor que estas en la peña, así como el marinero no puede remar sin ti, así el corazón de mi señor y mi señora, conforme se esté fuese sahumando la ropa no pueda pasar ni posar sin mí”.


A otra mujer que estaba amancebada y que la había dejado su amigo, la rea le recomendó hiciese lo siguiente.

“Tomase una tranzadera de la camisa de él y atase en ella un cuchillo de cachas negras y, dijese: “conjurote con el Ángel uno, conjurote con el Ángel dos, conjurote con el Ángel tres, conjurote con el Ángel cuatro, que ande fulano tras mi malito, malito, pero no de muerte”.


Que estas palabras las había de decir de noche en el corral mirando una estrella cualquiera, y qué acabadas de decir dichas palabras, tenía que clavar dicho cuchillo en una pared y luego quitarlo y ponedlo al pie de la cama y quitarlo antes de que saliera el sol; y que esto lo tenía que hacer nueve noches y que con esto quedaría ligado el dicho hombre.


Fue presa en cárceles secretas el 17 de diciembre de 1649, y teniendo con ella la audiencia, culpó a María Valencia su delatora, de ser ella la que hacía todas aquellas cosas. Fue condenada a que se le leyese su sentencia y fuese gravemente reprendida y condenada en tres años precisos de destierro”.[2]


María González, una hechicera qué con sus sahumerios y otras actividades insólitas, conseguía engañar y abastecer su bolsillo gracias a su particular sabiduría y pericia de lo oculto y supersticioso.


Los sahumerios se muestran, pese a todas las tendencias y visto desde nuestro lenguaje, como uno de los remedios más eficaces que existen. La lenta combustión de los aceites esenciales y de las partes corruptibles de las plantas, permite que las partes activas asciendan, en unos casos como ofrendas, en otros como remedios curativos y sean tan sumamente sutiles, que penetren por los poros de la piel y lleguen a los rincones más inaccesibles del cuerpo. El romero, la ruda, el incienso, el cilantro, las palmas del domingo de ramos, la almea de pino y otros elementos, van a ser junto al aceite y las oraciones pertinentes, los remedios utilizados por hechiceras y curanderas para solucionar los problemas planteados por quienes solicitan y requieren a tales personajes.


Nuestra siguiente misionera de lo prohibido y contraindicado por la Inquisición en materia de fetichismo y creencias supersticiosa, es natural de Llerena, panadera de profesión, y llamada María Guerrera. Una mujer que al igual que las anteriores aliadas de lo ilegal y antirreglamentario, se va haber prendida y apresada por el Santo Oficio por sus sahumerios, oraciones y mandatos contrarios a la fe que salvaguardaban y protegían los guardianes de la espada, la cruz y la rama de olivo, símbolos normativos de la Santa Inquisición.





María Guerrera

“Natural de Llerena, de oficio panadera, fue testificada el año de 1648, de que comunicó con una hechicera remedio para que el padre de dos hijos que tenía, los recogiese o les enviase remedio. Que no quería ofender a Dios, que para sí ella ya ganaba de comer y de que la dicha hechicera la pidió una darme de oro, incienso y agua arrojada, un vidrio, un huevo, dos velas de cera y pólvora; y de que habiendo dado a la dicha hechicera tales cosas, ésta en presencia de dicha rea echó una suerte en esta forma.


Cogió pastilla de incienso y las echó en unas brasas que apartó del fuego en un badil; en una redoma echó agua rosada, agua simple, un botón de oro y un huevo, mientras tanto, María Guerrera iba sahumando la dicha redoma con el vino que iba saliendo de los olores. Encendió dos velas y hablaba entre si algunas palabras, e hizo que la dicha rea pusiese la boca encima de dicha redoma y la mandó ir diciendo: “Don Diego, ven que aquí te espero yo y tus hijos, como Santa Marta recogió los que andan por los aires, vuela, recoge, y ven a mi y a tus hijos.”


Que la dicha hechicera la puso en medio del fuego echándole candela alrededor de ella y pólvora en cima de la candela, y que la dicha hechicera le había dicho que hincase siete clavos en siete iglesias para que el padre de sus hijos no se metiese religioso; y que preguntándole la dicha hechicera si había hecho aquello, respondió que sí.


Fue mandada prender el 10 de enero de 1650 y fue puesta en casa del alcalde de cárceles secretas, el 15 de dicho mes se le dio la primera audiencia y en ella confesó haber comunicado con la dicha hechicera y haber hecho lo que le dijo y que se arrepintió de lo que había hecho.


Fue condenada a que saliera a auto y que en la sala de la audiencia se le leyese su sentencia, que fuese gravemente reprendida, advertida y conminada para adelante y que saliese desterrada por dos años voluntarios”.[3]


La condenada por curativas supersticiosas que conoceremos a continuación, es también natural de Llerena; de nombre Agustina González, fue calificada por la Inquisición como una bruja que había hecho pacto explícito e implícito con el Demonio. Bruja que practicaba la necromancia, buscando en los cementerios de Llerena parte cortadas que ella misma pedía a sus cómplices, para poder desarrollar sus hechizos y maleficios. Esto es lo que cuenta de ella su expediente inquisitorial.





Agustina González


“El Inquisidor Fiscal de Llerena contra Agustina González, vecina de Llerena, por delitos de curativas supersticiosas. Tomada sumaria y calificados algunos dichos y hechos de esta detenida, se le acusa el haber tenido pacto implícito o explícito con el demonio y que por esto es sospechosa de levi, viene votada a prisión con embargos de bienes, y que se le siga su causa hasta la definitiva.


Tuvo principio por declaración que sin ser ya llamado hizo ante el comisario de Pozo Blanco el día 15 de diciembre de 1780, D. Francisco Gómez Villares, natural y vecino de Fuente del Maestre, de edad de 37 años, denunció en descargo de su conciencia, que padeciendo una enfermedad habitual pasó por Llerena a las aguas de Marmolejo por el mes de noviembre del año anterior. Un vecino llamado Santiago Araujo viéndole padecer, porque creyó que podía estar maleficiado, le llevó a casa de esta rea para que le curase, administrándole para su curación varias unciones y polvos. Lo hospedó en su casa y le dijo, que lo que tenía eran hechizos y maleficios y que si quería le haría ver en una cazuela de agua quién se los había dado, pero no quiso el delator porque creyó era una gran embustera.


Que le oyó contar estando solos los dos, que a D. Nicolás Montero, presbítero, otra convecina le había dado hechizos hasta que le ocasionó la muerte, pero el delator presumió que esta mujer había sido la asesina de dicho sacerdote, porque se jactaba de contar acto tan criminal sin decir el nombre de la otra vecina. El comisario remitió al tribunal de Córdoba esta delación sin ratificar al delator, porque a más de causarle nota en el Hospital de Jesús Nazareno donde se hallaba, éste estaba bastante grabado de su mal y la cabeza algo perturbada.


El tribunal de Córdoba remitió dicha delación al de Llerena, y a instancia fiscal se examino a Santiago Araujo y demás testigos que resultaron ser vecino de Llerena, de 31 años de edad, sin oficio por estar baldado; y declaró a la primera pregunta de oficio: que diciéndole el delator que su mal no podía ser gálico porque después de tornadas unas unciones hasta tres veces se encontraba peor, y que si acaso serían hechizos; rogó al declarante si sabía de algún sujeto que le pudiese curar esta enfermedad, quién trató este asunto con la reo y le llevo a su casa, y que por referencia del delator sabe el testigo lo que la reo ejecutó con él para curarle; y que no se curó y este marcho a Marmolejo.


Se le pregunta, ¿si sabe que detenida utilizaba o usaba en sus curaciones algunas oraciones, signos o caracteres y si hacía pronósticos sobre sus efectos?, respondiendo que nada sabe sobre el contenido de la pregunta, pero si que esta mujer es muy perjudicial en Llerena por sus embustes y estafas por motivos de sus curativas.


Que por su genio diabólico se hace temer de todos, y qué aunque diga y haga lo que quiera, ninguno se atreve a respirar no sea que le de alguna cosa y le quite la vida.


Examinada Josefa Maldonado de la misma vecindad, de 52 años, ama que fue de D. Nicolás Montero, presbítero, a la segunda pregunta de oficio contesta y declara: qué dicho su amo ya difunto, estuvo enfermo en dos ocasiones y por la pertinacia de su mal hizo juicio con la declarante de que serían hechizos, los cuales tal vez se los habría dado esta rea que vivía en la misma calle. Por tal motivo su amo mandó que la llamasen para que le curara y le llevó y le aplicó unos ungüentos echando encima de la untura unos polvos de ceniza y que ningún alivio consiguió, dándole por ello 2 o 4 reales.


Que en otra ocasión su amo tuvo una fuerte quimera con la detenida por unas gallinas que le faltaron, arrojándose a la casa de la convicta y dándose por agraviada, prorrumpio en malas palabras y amenazas contra el presbítero Montero, quién le dijo a la rea, que su casa era una cueva de maldades. Que a pocos días cayó enfermo su amo y que estuvo así mucho tiempo sin aprovecharle las medicinas, por lo que recelaron le habrían dado hechizos y por que la detenida así se lo dijo públicamente a su mujer, y que por esto pidieron a D. Manuel de Toro ministro de este Santo Oficio que mediase en este asunto.


Que no vio que utilizase oraciones ni cosas sagradas para sus curaciones, pero sabe que es muy perjudicial por sus embustes.

Examinados que fueron D. Manuel del Toro y su mujer Doña María Saavedra de 56 y 37 años dicen: que es público que esta rea dio hechizos a un mozo llamado Milano por haberla imputado de ladrona con motivo de haber tomado unas legumbres de la huerta de su amo D. Vicente Lobo sin su permiso. Que lo amenazó y que a los pocos días cayó enfermo y murió causando mucha novedad a los sujetos que supieron del caso.


Contestan, que es muy perjudicial esta mujer y que en su casa dice el familiar, que en su casa se cometen muchas maldades por algunos vinosos que admite en ella, y que no saben los testigos si usa cruces, oraciones o cosas religiosas en sus curaciones. Que todos la temen, aunque cree que pueden declarar algunos vecinos como Agustín Viles, Basilia Moreno y Juana Cristina, así como toda la vecindad.


Agustín Viles contesta: que en una ocasión la encarcelada le comento que su mujer por el fuerte genio que tiene, le había pedido hechizo para matarlo, y que si él quería podía hacer con ella lo que la misma pretendía hacer con él, cosa que no quiso aceptar el declarante. Aun así, la hechicera le dijo: que le pondría unos polvos sobre la chupa y con ello experimentará usted algo de tranquilidad. Que con esto su mujer se serenará y tendrán paz en su casa, pero que nada se consiguió. Por ello Agustín Viles le dijo en otra ocasión, que la reo era una bruja embustera, a lo que respondió la detenida, que en su casa tiene una pared toda llena de alcayatas y con concurren a ella la Señora Manuela y sus amigas y se ponen a bailar en cuero por las paredes, sujetándose en ellas como si fuesen culebras, y si queremos saber cuando una mujer está en el mismo acto de torpeza, no hay más que poner un librillo con agua y asomarnos para verla y conocerla. También le contó la apresada al testigo, que una noche saliendo con la Manuela y sus amigas a los cercados del camino de los molinos donde cogieron a un pastor y que toda la noche estuvieron jugando con él a la pelota, y zambulléndolo en una laguna y que quedó muy maltratado.


Que también sabe el testigo por haber estado alguna vez en casa de la detenida, que es alcahueta y que su marido consiente que se ejecute e su casa muchas maldades. Que en las diferentes veces que el declarante ha estado en su casa, ha visto llegar muchas mujeres a pedirle remedio para sus depravados intentos; y preguntándole el declarante ¿Anda buena la curativa?, respondía, no anda mala. Que también vio la declarante que hasta su casa venían un hombre de Hornachos con sus alforjas cargadas de viandas, y que al regresar iba cargado de medicinas, y de hecho la vio hacer un día unos berros con otros ingredientes y que le dijo eran para que se los llevase dicho hombre a una sobrina, pero ignora si en dichas composiciones usa de signos, oraciones o cosas religiosas.


Que también le contó la rea al testigo, que en una ocasión la Manuela y sus amigas fueron todas hasta villa de Usagre con el cometido de quitar la vida de un hombre de dicha villa, y reconvenida por el testigo le dijo, como podía quitarle la vida a un hombre que suele tener siempre el rosario en su mano, contestándole la rea, que se lo quitaban del cuello y que lo colgaban en una espiga y que luego le quitaban la vida.


Basilia Díaz Moreno, viuda, de 38 años de edad cuenta: que en una ocasión escucho blasfemar a esta mujer diciendo, que no le tenía miedo a Dios ni al diablo, que es sumamente perjudicial y que todos los vecinos la temen. También declara la testigo, que esta mujer curó en Llerena a Doña Josefa Zambrano y a la tía Guerrosa, pero ignora si usaba de signos, oraciones o cosas santas.


Vicente Lobo, de 33 años, citado sobre el lance que acaeció en su huerta entre su mozo Miguel Molano y esta rea, contesta en esta forma: que llegó la rea a dicha huerta a comprar (no dice a hurtar como el testigo lo cita) unas lechugas y sobre si le daba pocas, tuvieron ambos una fuerte quimera. Cuando llegó el declarante ya la reo se marchaba amenazando al mozo diciéndole, “que antes de 15 días lo habría de ver”; que con efecto a los dos días le dio al mozo un grano en la garganta tan malo, que murió a los seis días. Que esta mujer es temida por todo el pueblo y que su casa es un burdel, tiene maldita lengua, es embustera, estafadora y alcahueta, siendo tenida por todos como muy mala.


También se acusa a la detenida, de contar a Francisca Guerrosa, que esta iba de paseo por las noches con otra amiga y que en dicho paseo llegaban hasta Cádiz en la misma noche.


Examinada Isabel Pérez de 32 años de edad declara: que un día fue la reo a su casa a pedirle un poco de leña y esta se la negó, y que la reo le dijo: que tenía muchos quebrantos con su marido y padre a consecuencia de una amistad; y que si quería la testigo, haría que tanto uno como otro asintiesen a que la testigo confirmase la buena relación que tiene con la Señora Manuela, a lo que accedió la Isabel Pérez dándole a la reo un jubón con puntas de plata y se marchó.


Doña Josefa Zambrano de la misma vecindad, estado casada, de 34 años de edad, fue citada y declaró en su testificación: que fue curada por esta reo; contesta y dice, que hace como cinco años que padeció la testigo una enfermedad sin sentir alivio con las medicinas, por lo que hizo que su criada que era entonces María Rodríguez, consultase a esta reo dicho mal, y le respondió, que para sanarla necesitaba de una prenda de su ama para consultar el mal que tenia con sus amigas. La testigo mando a su criada que le llevase una media de seda, y cuando la vio la detenida dijo contundentemente, que eran hechizos y que daría parte a sus amigas para curarla. Que para ello le envió por su criada la testigo varios maravedíes, dándole Agustina González unos emplastes para que se los aplicase en la parte donde tenía el bulto que le ocasionaba su enfermedad, y juntamente también le mandaba unas tiras de papel de estraza para que en forma de cruz las pusiese encima del emplaste diciéndole: que la cruz de papel que llevaba ya iba conjurada para lo mismo. Que otra vez también le mandó otro emplaste y un medio pliego cortado en forma de cruz de Caravaca para que hiciese lo mismo; que ningún alivio consiguió con esto y haciéndoselo saber a la presa respondió. que era preciso fuese ella a curar a la testigo pues así se prometía conseguirlo, diciéndole, que había de arrojar una bola de gusanos que le causaban el mal. Que con efecto fue durante una siesta que la reo la visito y le puso sobre la parte dolorida un emplaste, y por concluir parece que hizo Agustina González un signo encima con toda la mano derecha en forma de cruz; pero que nada se consiguió y la dejó. Lo mismo declara la que fue criada de María Rodríguez, de edad de 33 años, asegurando de positivo que el final de la última curación fue hacer una cruz con toda la mano tendida encima del emplaste.


El comisario presentó en el tribunal estas diligencias sin informar cosa alguna de los testigos ni de la reo y a instancia fiscal, se recorrieron los registros de los tribunales no resultando nada contra esta; aunque desde el de Barcelona resulto encontrarse testificada una Agustina González, datos que convienen en la edad y en los delitos y no en el estado que se dice de viuda y tener un hijo hortelano.


Sacado extracto para calificar pasó a dos calificadores, y el uno no encontró ni en lo objetivo ni en lo subjetivo censura teológica, sino la de ser esta reo escandalosa, supersticiosa, maléfica, sediciosa y sospechosa de pacto con el diablo; y en lo subjetivo es mujer que se tiene en Llerena como una grandísima embustera, embaucadora con arrendajos de bruja y hechicera, sediciosa y perturbadora de la paz y caridad.


El fiscal puso la clamorosa y el tribunal por auto de 12 de marzo de 1782 dijo: que dicha reo fuese gravemente reprendida por el Inquisidor más antiguo y también su marido, por los excesos cometidos por aquella y por este apercibidos. Se les avisó de que en caso de reincidencia serían castigados con todo rigor de derecho, ordenando el tribual que se suspendiese esta sumaria como así se ejecutó; pero con fecha 26 de noviembre de 1783, fue de nuevo delatada ante este tribunal Agustina González por sus andanzas.


Examinada Maria Marcelina, viuda, de 30 años de edad y que vivía en la casa de esta declara, que observo por la primavera y parte del verano de 1783 que estuvo allí, que esta reo hacía muchas curativas de hechizos, mal de ojo y ligamentos a diferentes personas de Llerena y de otros pueblos que iban a su casa. Entre ellos fue u mozo de Hornachos que estuvo por estas fechas tres días en casa Agustina González y cuando se marchó, vino la noticia a Llerena de que había muerto, diciendo la reo que ella ya sabía que se iba a morir. Que ella había dado prisa de que se lo llevasen porque la Señora Manuela había dicho, que no tenía remedio; y preguntada por la testigo quién era la señora Manuela esta le respondió: que era una amiga de Fregenal y que los más de los días iba a su casa. Que también vio la declarante y su hija Ramona Izquierdo, que esta nefanda mujer cura del mal del ligado al muñidor o enterrador de Llerena a quien le dio diferentes unturas y polvos sacándolos de un deposito que tenía en unos pucheros, y que los polvos unos eran amarillos, rojos y otros blancos. Que un día fue una mujer de Trasierra y expresó a la reo que su marido tenía amistad con otra y que no tenía paz, y le mandó unos polvos que suministrándoselo a su marido este la quisiese más a ella y aborreciese a la otra; también declara la testigo, que asimismo los dio a otra mujer para que poniéndolos dentro de una carta que había de escribir a su marido que estaba ausente y no quería vivir con ella, lo conseguiría al punto y la querría con más extremo que antes. Que vio la testigo que Agustina González tenía una olla con composición de aceites y polvos para evitar quimeras y disensiones en los matrimonios según ella decía, y una noche que salio con la declarante observo, que llevaba otra olla y apartándose de ella se metía en algunos zaguanes y rociaba con agua caldo; y que una de las casas en que lo hizo fue en la de D. Gabriel Torres, diciendo aquí se necesita mucho caldo.


Que expreso la detenida a la declarante, que hacía ovillos a los sujetos que quería, y que había hecho venir a uno con la estopa que le hizo a una moza que iba buscando la justicia. Que a los sujetos que daba polvos y unturas les decía primero, “oigan ustedes lo que dice la Señora Manuela”, y que la detenida hacía preguntas desde la cocina y respondía de adentro, diciendo que llevasen aquella que sanarían haciendo cuanto esta les dijese. Que la declarante no declaró contra la detenida por miedo que la tenía, pues decía que cuanto la hacían se lo pagaban. Que cegó a la ama de un clérigo a pausas, primero de u ojo y después de otro, y que al clérigo lo había muerto con hechizos y que lo curaba puntualmente con la Manuela con consentimiento de los Inquisidores, pero con la condición, de qué aunque ella supiesen este consentimiento ellas no lo podían decir. Que si querían ellas podían decir quienes eran las que daban los hechizos, que solo tenían que tener un cubo, un poco de agua y asomándose en el mismo verían a las delincuentes hechas renacuajos de medio cuerpo para abajo. La testigo declaró, que la detenida iba ya enseñando a una hija de la declarante, de suerte que se vio precisada a salir cuanto antes de su compaña. Finalmente declaró la testigo, que hace como un mes más o menos que Tomasa Fernández había oído a Vicente Cordero, que teniendo este una amistad o procurándola, fue haberse con esta reo a quién regalaba muy bien, y que estando en su cocina oyó un gran ruido y hablar en el cuarto dormitorio y entró en él la reo o se asomó. Y preguntada por dicho Cordero que ruido era dijo: que era la señora Manuela y sus compañeras que a cavaban de entrar por la ventana; y que queriendo asomarse dicho Cordero le dijo la reo que no vería a nadie porque se hacían invisibles; pero si quería las oiría hablar: y de hecho hablando Agustina González desde la puerta del cuarto, respondía de adentro.


Vicenta Izquierdo, de edad de 11 años, hija de la testigo anterior, declara lo que su madre y añade: que le contó la detenida que los ungüentos eran negros porque se hacían con tierra de difuntos y canillas de éstos, y que le enseñaría a la testigo como se hacían, y que sabiendo la justicia que curaba a los pobrecitos no le estorbaba a la Inquisición sus curativas.


Examinados José Hidalgo muñidor y enterrador y su mujer Catalina Jiménez, de edades de 30 y 40 años cuentan: que encontrándose enfermo con el mal del ligado le curó con polvos y pomadas bebiendo aquellos en horchata, y dándose con estos en las unturas de los brazos, piernas y partes pudendas.


Que la reo pidió a los declarantes. un brazo de un difunto recién enterrado o pedazo de ropa donde iba envuelto los cadáveres, y no queriendo condescender en esto, les pidió unas canillas del difunto, tierra de sepultura y todo ello se lo llevaron, pero no sirvió porque dijo que la canilla debía ser fresca para poderle sacar el tuétano y hacer con el mismo el ungüento.


El Comisario presentó al tribunal estas nuevas diligencias informando bien de la fe y crédito que merecen los testigos, que no hay odio ni rencor hacia esta mujer, aunque comentan, que tiene gran fama de embustera, supersticiosa y estafadora. Una testigo entrego al tribunal un puchero con las pócimas que había elaborado para este cliente; también comentan, que le llevaban tocino y dinero que pedía para poder desarrollar sus conjuros y pócimas.


Se sacó extracto para calificar los movimientos de esta mujer y los calificadores determinaron, que practicaba la hidromancia en el hecho de manifestar que poniendo un librillo con agua, y que si se asomaba a el veían hechas renacuajos de medio cuerpo hacia abajo a las que habían dado los hechizos. La superstición llamada “auspitiun” por haber dicho, que ella y sus compañeras habrían de salir aquella noche desde la chimenea de su casa poniéndose sobre unas alcayatas para tomar el impulso. También practicaba la necromancia, en el hecho de haber pedido al enterrador una canilla fresca de difunto y tierra o pedazos de ropa en que iban envueltos los cadáveres y una cinta encarnada. Que todo esto demuestra, que la reo hace pacto explicito e implícito con el demonio y que en lo subjetivo esta reo es escandalosa, una mujer que turba la tranquilidad de los pueblos y que con sus practicas induce al tolerantismo y lo promueve.


Pasada la calificación al Inquisidor este puso la clamorosa, y el tribunal la voto a prisión con embargos de bienes, y que se le siguiese su causa hasta la definitiva, cuyo auto se confirmo con el Consejo de la Inquisición el 13 de octubre de 1784. Con fecha 25 del mismo mes, Agustina González fue llamada para tomarle declaración de los hechos imputados, y bajo juramento dijo llamarse Agustina González Meneses, natural de Llerena y vecina de Llerena, de 64 años de edad, casada con Fernando Almeda de ejercicio sillero y que la reo trabajaba en medir vino en una taberna. Declaró su genealogía que es toda de cristianos viejos naturales de la provincia de Extremadura, y que nunca habían sido castigados por el Santo Oficio: que la presente es cristiana bautizada y confirmada y que comulga cuatro o cinco veces al año, oye misa todos los días de precepto y los días de trabajo cuando puede, se supo signar y santiguase, dijo bien el Padre Nuestro, Ave María y Credo, y no respondió a otras preguntas de doctrina cristiana por decir que no estaba para ello, aunque la sabia; especialmente no se acordaba de los mandamientos de la ley de Dios y que no sabe leer ni escribir ni ha salido de Extremadura.


El 12 de enero de este año se dio a la presa la audiencia de publicación de testigos, en la que niega conforme lo hizo en la acusación, confesando solamente que es cierto que se ha valido de algunos embustes en puntos de curativas tomando lo que la daban voluntariamente para socorrer sus necesidades. Que no pretendía atemorizar ni perjudicar a nadie, ni estafar a persona alguna: que así curó al clérigo de Fuente del Maestre, al hombre de Hornachos a Doña Josefa Zambrano y algunos otros.


Que también había dado algunos polvos a varias personas que han ido a consultarlas y buscar remedios para sus males y ligaduras, pero no para que las mujeres quieran a los hombres o los aborrezcan. Que igualmente es cierto haber contado a modo de conversación, que esta reo salio una noche con la señora Manuela y sus amigas al camino de los molinos donde cogieron un pastor. Y que también otra noche salieron desde Llerena hasta Cádiz volando y volviendo a la mañana siguiente, pero que es falso que lo ejecutase. Que a si mismo es cierto haber contado que ella y la señora Manuela y demás amigas concurrieron a quitar la vida a un hombre de Usagre a petición de su mujer, pero que no es cierto que lo hiciesen ya que todavía vive ese señor y que pedía clemencia y misericordia al tribunal.


Se tuvo el auto el 29 de mayo en la Iglesia de monjas de Santa Clara, hizo sus ejercicios y confesión y demostró arrepentimiento según informo el director que se la puso, como también que la había instruido en la doctrina cristiana suficientemente. Fue puesta en la casa de penitencia, y en agosto de 1786 el alcalde comento al tribunal, que a esta mujer la había amonestado diversas veces por la continuación que tenía en una casa de la calle de Bolaños causando alboroto en toda la vecindad. El tribunal tomo informes y resultó ser cierto lo representado por el alcalde, por lo que fue llamada y reprendida severamente en el cuarto del Inquisidor más antiguo, y se le mando guardase reclusión por un mes sin salir más que a misa; prometió cumplirlo y postrarse en lo sucesivo con el mayor juicio.


Examinado el presbítero D. Gregorio contesta y declara: que estando en el atrio de la iglesia mayor de Santa Maria de la Granada, como a eso de las 11 de la noche el verano próximo pasado, vio pasar y entrar por la calle de la Caña a dos mujeres que no reconoció, y movido por la curiosidad las siguió y vio que se incorporó con ellas esta mujer. Que mudaron de conversación y una de ellas dijo dos o tres palabras en tono más alto sobre trato de cerdos, pero comprobó el testigo que esto era fingimiento porque se habían dado cuenta de que las estaba observando. Que el testigo se oculto en una esquina y que las vio salir al campo, no las quiso seguir por recelo y pavor que tubo.


Se desconoce de este caso la sentencia definitiva por lo que posiblemente no fue juzgada.[4]


El hombre desde siempre ha sentido la necesidad innata de desear el mal a su enemigo, y de entre las numerosas formulas empleadas para proyectarlo hacia otra persona, y ya desde tiempos ancestrales, empleó el maleficio.


Maleficio: es la proyección del mal hacia otra persona a través del hechizo y el encantamiento es la práctica supersticiosa por la cual se embelesan, suspenden o arrebatan las potencias del hombre mediante el pacto habido con el demonio o ser supremo del mal.


Tanto hechizos como maleficios son los actos característicos de la hechicería que se pueden practicar de muy diferentes maneras, y a través de los cuales se puede privar a una persona de la salud e incluso de la vida, según la creencia popular.


Las manzanas a lo largo de la historia, han sido famosas como elemento propagador de hechizos y brujerías, solo tenemos que acudir al famoso cuento de Blancanieves y a los ejercicios maléficos de la bruja, para darnos cuenta de que esta realidad algo de cierto tiene en todo este mundo. Un ejemplo de ello lo vamos a conocer en nuestra siguiente condenada, una mujer natural de Jerez de los Caballeros y vecina de Llerena, lugar en el que perpetraba sus singulares hechizos y envenenamientos.






María la Panda.


“Con fecha de 19 de marzo de 1784, la delató Fr. Francisco Bernardo de Jarandilla, religioso franciscano descalzo en Llerena, con referencia obtenida de Manuela Mateos mujer de Francisco Santos, vecinos del lugar de Trassierra. Examinada dicha Manuela, de 34 años de edad declara: “que por la cuaresma del dicho año de 1784 y estando enferma su madrastra Antonia Palanco y con motivo de creer que estaba hechizada, se valió su padre Francisco Mateos de una persona que ignora, la que hubo de ver a esta mujer que vivía en Llerena. A la misma le llevó una camisa de la enferma y vista por ella expresó, que padecía de hechizos, llevándose a la rea a casa de la enferma para curarla. Llamó a la testigo y habiendo ido encontró allí a la reo a quién no conocía, y que admirada por su modo y soltura la preguntó, ¿como conocía que eran hechizos y porque?, respondiendo la reo: “porque yo lo se y son de muerte, y sé quién y como se lo hicieron en esta villa de Trassierra al pisar un poco de agua vertida; y volviéndola a preguntar la testigo, ¿que porque y como lo sabía?, dijo: “yo bien lo se porque me lo han enseñado”.


Que reparo en un momento que la rea tenía para curar a su madrastra, unos pucheros de barro con ungüentos de color negro y unas bebidas en dos botes que expresó ser para la dicha enferma. Y preguntándole la declarante ¿que como hacía aquello?, respondió otra vez: “que ella curaba mediante Dios”, respondiéndole, que no podía ser mediante Dios sino mediante pacto con el diablo, y que eso no era bueno. Por lo dicho se alteró y llamó al padre de la testigo, diciéndole que la sofocaba la declarante, contestándole el padre: que era su hija y que quería que asistiese a la curación de la enferma y que no tuviese cuidado porque lo supiese. La rea les dijo con amenazas: “que ellos bien pueden saber, que si llegan a denunciarme yo padeceré, pero ustedes todos han de padecer más que yo”.


Que se salió del cuarto la testigo creyendo que la rea era una embustera porque su madrastra se lo dijo. Que en otras ocasiones que estuvo enferma y fue llamada la rea, esta le untaba los ungüentos por los muslos de las piernas y brazos, diciéndoles que el mal lo echaría por las uñas de los pies. Que para dichos frotes ponía a la enferma boca abajo diciendo algunas oraciones, para lo cual pedía una toalla o paño que no hubiera servido y se ceñía con ella, y después se la llevaba diciendo: “que la tenía que introducir en una esterquera”. Que también dijo a dicha su madrastra, que en Llerena había muchas curas y que había hecho una a un clérigo que estaba ligado, y conociendo la rea el mal que padecía le dio por remedio pidiese una liga a fulana y que se la pusiese dicho clérigo, con lo que al punto se sanó.


Que cuando se presentó la testigo en la cura de su madrastra, pidió la detenida un baño grande con ascuas donde puso unas semillas, cáscaras de avellanas y yerbas que llevaba, y levantando a la enferma la ponía a que tomase aquel humo, y que después la dio de las bebidas que llevaba tomando la dicha rea antes de dárselas para que viese que no hacían mal. Que le dijo que era agua con raíces de berros. Que la rea iba y venía de noche para dichas curas, porque decía que no podía faltar de su casa toda la noche por tener visita de cierto sujeto que indispensablemente la había de ver.


A instancia fiscal se examinó a Cristóbal Julián Caballero, Maestro flebotoviato en Trassierra, hombre de 46 años de edad, que por no haber en la villa médico ni cirujano, él visitaba a los enfermos de dicho lugar. Preguntado si la dicha Polanco murió de enfermedad natural y cual contesta: “que la visitó hasta su fallecimiento y que habiendo padecido primeramente un excirso en un pecho se le cortó, y que restablecida le sobrevinieron unos dolores de espaldas y riñones con fiebre continua. Que la visitaron, D. Francisco Pérez, médico de Llerena y un químico de Villagarcia y que el declarante le suministraba las medicinas.


Sacado extracto de lo ocurrido después de la sentencia, se calificó en lo objetivo de supersticiosa de vana observancia, adivinación y embuste, y en subjetivo sospechosa de levi. El tribunal según lo pedido por el Fiscal por auto de 7 de agosto de 1784, la votó a prisión en cárceles secretas y que se la siguiese su causa hasta la definitiva. Vista en el consejo en 2 de febrero, se acordó se suspendiese por ahora.


Suspensa ha estado hasta el 23 de julio de 1790, en que delató y declaró en Llerena ante el Nuncio del tribunal nuevos testigos como Juan Felipe y otros.


Examinado Juan Felipe de León de 38 años, Francisco Sánchez Trejo, María Benita Cardenal y María Antonia Jaramillo, todos citados porque se encontraron presentes en el lance de la cesta de manzanas que la rea en vio a Zafra por el correo.


Juan Felipe de León declara, que hace años estando su madre mala de la vista llamaron a la rea para que la curasen, y dijo que tenía hechizos y por tal los curó; pero la puso peor llevando al declarante un buen dinero.


Dice Francisco de Trejo que fue quién recibió la cesta de manzanas, que la rea le dio dicha cesta de manzanas para que la entregase en Zafra a la mesonera del Mesón del Agua, y que pidiendo al testigo su cuñada la Jaramillo y María Cardenal que las diera unas manzanitas, respondió el testigo, que no quería porque le parecía que dichas manzanas eran compuestas para hacer mal por habérselas entregado esta rea y tener muy mala fama”.


Fue condenada a salir a auto público de fe, abjurase de levi, y fuese gravemente reprendida en una iglesia en día de fiesta mayor, avisándola de qué si volvía a reincidir en su forma de vida supersticiosa, sería castigada con mucho más rigor por el Santo Oficio. [5]


María la Panda, toda una bruja de cuento de Blancanieves. Nuestro siguiente invitado es natural de Berlanga, su nombre Miguel Moreno y de él la Inquisición de Llerena nos cuenta que es un hombre que domina el arte de hacer aparecer las cosas perdidas.


Tuvo principio por delación y aclaración que sin ser llamado hizo ante el Comisario de dicha villa el 20 de enero de este año Juan José de la Cruz, vecino y sacristán de la misma y de 42 años de edad. Este sacristán expresó: “que estando en su casa oyó a María Tirado lamentarse, de que a Este reo su hijo le había imputado tener un libro por el que hacía aparecer las cosas perdidas o hurtadas. Que habiéndole quitado a una tal Medina unas mudas de ropa blanca la dijo el reo, que no tuviese cuidado que aparecerían y que de hecho aparecieron. Que igual caso había acontecido con unos vecinos de la misma villa sobre otra alhaja que se le había perdido. Finalmente dijo la madre del reo, que había quemado el libro y que se lo había dado un forastero en el campo.


Remitió el comisario esta diligencia al tribunal y con fecha de 1 de marzo uno de los Inquisidores le preguntó al reo ¿Qué como hacía para que apareciesen las cosas?, contestando, “que leyendo en su libro se le presentaban tres personajes que eran los diablos, y que le decían que era lo que les mandaba”.


El tribunal dice, qué por lo hechos manifestados por el reo, tiene pacto con el diablo y que así lo conceptúa como sospechoso de levi.[6]


Nuestra siguiente supersticiosa a conocer es natural de Fuente del Maestre, su nombre María Pedrera, una mujer que amén de hacer aparecer cosas perdidas, la misma es una gran curandera de fama en toda la zona.






María Pedrera


“Vecina y natural de Fuente del Maestre, tuvo principio por delación que el 12 de junio de 1781 hizo ante el familiar D. Fernando Ramírez Villarejo, Regidor perpetuo de ella, de edad de 47 años, y dijo: que una tarde del mes de mayo o principio de junio de dicho año, oyó decir a Lucia Peña, que a su hermano el miliciano lo había curado esta rea de hechizos. Que en el vulgo corre con fama que dicha rea es curandera y que hace a parecer cosas perdidas. Hasta ella acuden y recurren los vecinos de la villa como si fuera verdadera profeta. Que a veces, para curar a un enfermo, mandaba echasen sobre el tejado del paciente a curar mostaza, y que con eso de momento acudirían allí todas las brujas que hubiese en el pueblo. Pero que atemorizada dicha Lucía de esto, no experimento ni echó la mostaza. Que asimismo dijo al delator Juana, mujer de Diego Bato, que habiéndosele perdido a su nuera unas calcetas lavando, acudió a la rea para que la dijese quien se las había hurtado, y le respondió, que una vecina suya, cuya adivinación dio lugar a que la cliente pidiese públicamente otras calcetas a los que se la hurtaron.


Cristóbal del Toro afligido por habérsele perdido unas caballerizas, preguntó a la rea si había medio para encontrarlas y respondió, que se acostase descuidado que aquella noche irían a su casa las caballerizas, y con efecto como a media noche llegaron a su puerta dichas caballerizas muy alborotadas.


Que por el mismo tiempo se hallaba esta rea curando de hechizos a una hija de Don Pedro Periañez y a Esteban Gordillo Conde, quién también dijo al familiar declarante Francisco Padín, que adivinó esta rea a F. Alcántara quién le habían hurtado una casaca y un azadón. Dicho hombre le dijo a la rea, que le dijese una oración para que apareciese la dicha casaca, contestándole la rea, “estate quieto y pon atención allí donde cante el gallo”, y oyó cantar tan confusamente un gallo que le pareció muy distante, avisó a la reo de haber cantado el gallo y le instó que aguardase a que cantase tres veces y que la última le parecerá que cantará junto así, diciéndole la reo, “ve en casa de fulana y dile que digo yo que te los de, y si te los negase, entre la cama tiene la casaca”; que fue y que se los entregó.


Isabel la Rabiosa, de 40 años de edad, declara que estando enferma y sospechando que la habían hechizado, acudió a dicha rea para que la curara, para cuyo fin le dijo a la testigo que buscase cogollos de retama y de adelfa florida, cera virgen y aceite con la que hizo un ungüento que aplicado a la declarante se verificó el alivio. También para curar enfermedades mandaba hacer sahumerio de cominos rústicos, azúcar y otras veces hacía un ungüento con flor blanca de adelfa, aceite y unas raíces que partía con su boca. Otros sahumerios que mandaba eran de palma bendita y romero, y que tenía un muñeco con el cual atormentaba a quién tenía que atormentar. Fue condenada a ser recluida en cárceles secretas, con confiscación de bienes, por pacto explicito con el demonio y que se le siga causa hasta la definitiva.”[7]


Otras brujas de la Comarca Campiña Sur fueron las siguientes.






Catalina Simona. Más conocida como “La Capadora”, natural y vecina de Azuaga, fue delatada de hechicerías por dos declaraciones que recibió el comisario de dicha población el 1 de octubre de 1727. Visto por el fiscal en el mismo día pidió comisario para el examen de los que se nombraba, dicho expediente esta sin terminar.[8] Se desconoce la sentencia.


José Rosales. Vecino y carnicero de la villa de Usagre, fue delatado de hechicero por carta recibida el 9 de marzo de 1721, al que la justicia real ya le había abierto auto y se mandó que el comisario le reconociese con los testigos que le delataron.[9] Se desconoce su sentencia.


Catalina la Cereza. Mujer de Luís Blanco, vecina de Ahillones, fue delatada por maleficios, hay solamente una comunicación del Tribunal de 19 de julio de 1724 para el Comisario de Berlanga en la que se dice: que se le renueve la declaración que antes se le había hecho para que examinase a la delatante, no hay otra cosa en el proceso.[10]


Maria Hernández. Gitana residente en Berlanga, fue testificada por dos mujeres de embustes y hechicerías, cuyas declaraciones remitió el Comisario y se recibieron el 9 de noviembre de 1718.[11]


María Manzana. Vecina de Llerena, fue testificada de hechicerías por sumaria hecha el


9 de febrero de 1733.[12]


Agustín Romero. Vecino de Berlanga, fue testificado de embuste por una sumaria que se recibió con fecha 17 de febrero de 1693.[13]


Ana García. Mujer de Manuel Hernández, vecina de Usagre, fue delatada de curativas supersticiosa el 6 de junio de 1722.[14]


Francisca de Aller. Vecina de Llerena, fue delatada de hechicerías y adivinaciones, por un memorial que se recibió en el Tribunal el 12 de octubre de 1696.[15]


María González. Vecina de la Fuente del Maestre, fue delatada de hechizos por delación que remitió el Comisario recibiéndose en este Tribunal el 3 de enero de de 1709.[16]


Antonio Morillo. Vecino de Berlanga, fue delatado de curativas supersticiosas con fecha 8 de noviembre de 1729.[17]


Josefa la Galbana. Vecina de Berlanga, fue delatada el 30 de agosto de 1739 de hechicerías.[18] En esta misma población de Berlanga diferentes personas fueron delatadas por carta de un ministro con fecha 13 de febrero de 1723, de que curaban por medios supersticiosos.[19]


La Candelaria. Vecina de Valencia de las Torres, fue delata por maleficios, solo hay un testigo que declaró contra ella el 19 de julio de 1729.[20]


Una muchacha. Vecina de Llerena, de 12 años de edad, fue delatada en este Santo Oficio con fecha 10 de septiembre de 1716, por un papel en que se indicaba que era Zahorí y que adivinaba los cómplices de aquellos que se dedicaban a robar.[21]


También en Llerena, y en pedimento Fiscal de 12 de abril de 1722, se hizo relación de ser público en esta ciudad de Llerena, de que el día de San Marcos usan de conjuros y bendiciones algunas personas; y que habían introducido un toro en la ermita de San Marcos y que se había predicado el hecho como milagro. Se cuenta que el toro no hizo daño a persona alguna a pesar de que la ermita estaba llena de gente, por todo ello se pidió comisión para la averiguación del caso y todas sus circunstancias: en 30 de dicho mes se mando la comisión y se dio en 2 de mayo donde se examinaron 10 testigos, y hecha la ratificación se trajo al Tribunal el 11 de agosto de dicho año. Con fecha 21 de dicho mes el Fiscal pidió que se sacase extracto y se calificasen los dichos y hechos. Con fecha 22 se pidieron autos y en la misma Audiencia se mandó sacar dicho extracto y dar el mismo a los calificadores, no consta haberse hecho otra cosa.[22]


Juana la Morena. Esclava de Francisco Rodríguez, vecina de Fuente del Maestre, fue delatada de supersticiones y hechicerías el 2 de diciembre de 1732.[23]


Matías José y Antonia Moreno su mujer, Juan Galugo y María de Mena, solteros y vecinos de Llerena, fueron testificados de haber practicado supersticiones en la noche de San Juan del año 1733, siendo el Comisario de Llerena el que presentó al Tribunal la Sumaria el 26 del mismo mes. Con fecha 3 de marzo de 1735, se calificaron dichos hechos dándolos por supersticiosos y sospechosos de pacto implícito con el demonio, y con fecha 5 de dicho mes dictaminó el Tribunal de que fuesen presos con embargos de bienes y que fuesen gravemente reprendidos.[24]


María Sánchez y su hija María de la Cruz, ambas están presas en la cárcel de Usagre de donde son naturales y vecinas, fueron delatadas por carta del comisario de Usagre el 23 de enero de 1733, contando dicho comisario, que durante el registro de sus bienes se hallaron en la casa un medio cuerpo y manos de un sapo, una vasija pequeña de cocos negros y unos huevos podridos de aves.[25]


Estas han sido las personas delatadas ante la Inquisición de Llerena por prácticas supersticiosas, hombres y mujeres que con sus embustes y falsas patrañas intentaron en su momento ganarse la vida de la única forma que sabían, utilizando los siempre rechazados y proscritos caminos del Ángel Caído. Saquen queridos amigos sus propias conclusiones.


[1] AHN. Sección Inquisición. legajo 1988. N 61. Relación de causas año 1607


[2] Ibíd.


[3] AHN. Legajo 3681 N 3. relación de causas año 1650.


[4] AHN. Inquisición, 3730 exp. 128/


[5] AHN. Legajo 3730 Exp. 123.


[6] AHN. Legajo 3730, exp. 122.


[7] AHN. Inquisición Legajo 3730. Exp. 131


[8] Ibíd. 1987, caja 1 segunda parte.


[9] Ibíd.


[10] Ibíd.


[11] Ibíd.


[12] Ibíd.


[13] Ibíd.


[14] Ibíd.


[15] Ibíd.


[16] Ibíd.


[17] Ibíd.


[18] Ibíd.


[19] Ibíd.


[20] Ibíd.


[21] Ibíd.


[22] Ibíd.


[23] Ibíd.


[24] Ibíd.


[25] Ibíd.

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