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martes, 22 de febrero de 2022

 

LAS HIPOLITINAS DE MÁLAGA. SECTA SEXUAL DEL SIGLO XX EN LA CIUDAD DE MÁLAGA. 

FERMÍN MAYORGA


Se llamaba Hipólito Lucena Morales y era el párroco de la iglesia de Santiago. Era un buen sacerdote, muy querido por sus feligreses y buen dinamizador de su parroquia. No he conseguido localizar ningún retrato suyo, pero me lo imagino atractivo y bien plantado. Había fundado una orden, las hipolitinas, cuyas profesas, escogidas entre lo más granado de la sociedad malagueña, ofrendaban su sexualidad a Cristo, representado en la propia persona de don Hipólito, en una ceremonia íntima que tenía lugar en la iglesia de la Merced. Y estalló el escándalo.

Iglesia de la Merced de Málaga

Hipólito Lucena Morales había nacido en Coín en 1907. Era hijo de Francisco y María de la Fuensanta, padres que suponemos muy piadosos porque tuvieron otros dos hijos sacerdotes. A los diez años Hipólito, ya huérfano, ingresó en el Seminario donde terminó todos los cursos con brillantez y aprovechamiento, de manera que a los 23 años, en 1930, fue ordenado sacerdote. Al iniciarse la Guerra Civil fue detenido junto a otros 48 sacerdotes y sufrió persecución por la Justicia. La Providencia quiso que no fuese fusilado, aunque sí lo fueran sus hermanos Hilario y José, también sacerdotes.

José Manuel García Agüera, en sus Crónicas de Coín, trazó el perfil biográfico de don Hipólito. Gracias a él sabemos que fue nombrado en 1939 cura ecónomo de la parroquia de Santiago por el obispo Balbino Santos Olivera. Desde este puesto adecentó su iglesia, que había quedado bastante dañada a causa de la guerra. Colaboró en la reconstrucción de la Semana Santa, especialmente en las cofradías del Rescate y del Rico. De gran formación intelectual, don Hipólito fue profesor del Seminario e impartió las asignaturas de filosofía, teología moral, derecho e historia de la Iglesia. Ocupó los cargos de fiscal de la Curia, examinador y juez prosinodial, miembro de la Junta Catequista Diocesana, consiliario del Patronato de Protección a la Mujer, consejero de la Caja de Ahorros de Ronda, miembro de la Junta Diocesana de Enseñanza de Religión, etc. Por todos sus méritos Ángel Herrera Oria le nombró en 1949 arcipreste.

En cualquier caso, repetimos, don Hipólito fue un sacerdote muy querido y popular entre la feligresía malagueña. Fue creador e impulsor de varias asociaciones religiosas, de las que también fue su director espiritual. Entre todas ellas destaca la de las hipolitinas. Oficialmente daba cabida a señoras y señoritas de la buena sociedad malagueña que prestaban ayuda a niños pobres y abandonados y a familias necesitadas, por lo que en sus días fue muy aplaudida. Sin embargo, pronto empezaron a surgir sospechas. Había quien afirmaba que en su orfanato se recogían, además de niños abandonados, los frutos sacrílegos de las relaciones del director espiritual con sus hermanas. Se decía que don Hipólito celebraba en la iglesia de la Merced desposorios o matrimonios místicos, envueltos en éxtasis. Aclaremos para mejor comprensión del lector que la iglesia de la Merced, que dio nombre a su plaza, había sido arrasada e incendiada en los tristes sucesos de mayo de 1931. Funcionaba en los años cincuenta como anexo de la parroquia de Santiago y, a pesar de que mantenía su estructura en bastante buen estado, nunca llegó a ser reconstruida. La iglesia de la Merced se utilizaba también como cine y salón parroquial.

Las primeras denuncias procedieron, al parecer, de algún marido que no llegaba a entender las necesidades espirituales de su esposa. En 1959 se abrió una investigación por parte del Vaticano que trataba de esclarecer qué había de herejía o de psicosis en todo este asunto. Don Hipólito fue conducido en secreto a Roma y allí se le rasparon las manos, símbolo por el que se borraba el privilegio de consagrar. Fue encerrado en un monasterio de los Alpes austriacos. La iglesia de la Merced fue demolida en 1963.

Zoilo Montero, propietario de la tienda de ultramarinos que hay frente a Santiago, conoció a don Hipólito. Me cuenta que «hizo cosas buenas y que nunca la parroquia tuvo tanta vida como en los años cincuenta, lo que tiene mérito porque fueron años muy difíciles. Era muy querido y se ganó el favor de sus feligreses gracias a sus obras de caridad y de apostolado.» Rafael Aldehuela afirmaba que «don Hipólito fue siempre un buen cura, pero no por ello dejó jamás de sentirse hombre y víctima de sus pasiones».

Hipólito Lucena pasó sus últimos años de vida en Coín, dedicado a sus lecturas y oraciones. Allí se le veía pasear lentamente, abrigado con su boina y su bufanda. Falleció en 1981.

 

martes, 9 de noviembre de 2021

 


Beato de Tábara (968-970) y Donación del Cid al Monasterio de Silos (1076)




Pocas biografías medievales habrá tan apasionantes como la de Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid Campeador. Afamado en vida, al poco de morir sus hazañas ya corrían en boca de juglares y los clérigos componían cuidados versos o redactaban historias latinas para celebrar sus victorias contra sus enemigos almorávides o los mestureros que rodeaban a Alfonso VI. En definitiva, el interés por el guerrero castellano no se achicó con el paso del tiempo sino todo lo contrario.

Sin embargo, mientras que su vida pública pasó a crónicas y textos literarios, quedaron en el olvido de los archivos eclesiásticos los documentos que mostraban la actividad cotidiana de Rodrigo Díaz como un hombre más que seguía las pautas de la sociedad medieval. Buscar estos documentos para completar la biografía cidiana fue mérito de los historiadores del Renacimiento y Barroco por lo que hay que citar con admiración los nombres egregios de Sandoval o Berganza. Así lograron completar el relato cada vez más exaltado de las grandezas del Cid con la humildad de los textos más prosaicos contenidos en los pergaminos altomedievales. En ellos Rodrigo Díaz aparece aconsejando a los reyes Sancho II y Alfonso VI en cuestiones judiciales, actuando como testigo en donaciones o en eventos de suma importancia para el reino, como la apertura del arca santa de Oviedo o la traslación de la sede episcopal a Burgos.

Los medievalistas han rescatado una sesentena de referencias documentales relativas al Cid y a su familia directa. Ahora bien, en casi todas aparece como actor secundario, como situado en una zona de penumbra. Por eso, los documentos expedidos por Rodrigo Díaz como emanación de su voluntad son muy raros. Se cuentan en este reducido grupo la donación que hizo a la Catedral de Valencia con su suscripción autógrafa junto a la de Jimena, ya viuda, ampliando los regalos de su difunto marido o la cada día más polémica carta de arras de la Catedral de Burgos.

Con la misma generosidad que había cubierto al obispo Jerónimo de Perigord en Valencia lo había atestiguado muchos años antes en el corazón de Castilla. Estando en San Pedro de Cardeña, monasterio siempre ligado a la suerte del Cid, regaló al cenobio benedictino de Silos dos villas de su propiedad. Pequeña cosa si comparamos ambas donaciones, pero es que en 1076 Rodrigo Díaz era uno más de los muchos guerreros hidalgos que rodeaban al rey. Aún no era el famoso vencedor de mil lances que le reportarían riqueza y prestigio.

La redacción material del pergamino corrió a cargo de un monje, Munio, poniendo por escrito la voluntad del matrimonio formado por Rodrigo Díaz y Jimena de obtener la protección de la Virgen y una muchedumbre de santos (los apóstoles Pedro y Pablo, los santos Andrés, Martín, Millán y Felipe). Este acto de sumisión a los designios divinos confiando en la providencia divina, pero buscando su activación mediante la entrega gratuita de bienes raíces, era muy común en la Edad Media. Son conocidas como las donaciones pro remedio animae mea.

 

La guerra submarina y sus repercusiones propagandísticas: el incidente del “Baralong”.

 


La guerra submarina y sus repercusiones propagandísticas: el incidente del “Baralong”. La guerra submarina fue una de las grandes novedades de la I Guerra Mundial. Las acciones más conocidas y de más trascendencia de cara al público fueron sin duda los ataques de los submarinos alemanes a buques mercantes. Este tipo de ataques estaba regulado por las “Reglas del crucero” (convenciones relativas al ataque de un buque mercante por un buque armado). Según la Declaración de Londres relativa a las leyes de la guerra naval de 1909 una embarcación desarmada no podría ser atacada sin previo aviso, y en caso de que se quisiera capturar el barco o destruirlo se deberían tomar las medidas adecuadas para garantizar la seguridad de la tripulación. Alemania actuó así en un primer momento, pero los submarinos quedaban muy expuestos al actuar de esta manera, además de que no disponían de espacio para alojar a las tripulaciones capturadas.

La obligación de cumplir estas normas resultó aún más peligrosa para los sumergibles alemanes a raíz de la aparición de los Q-ships, también conocidos como navíos señuelo, barcos mercantes armados con cañones y ametralladoras ocultos, cuyo fin era engañar a los submarinos haciéndoles creer que se trataban de barcos indefensos para que aquellos realizaran ataques en superficie. Esto hizo que los U-Boote recurrieran cada vez más a la política de disparar primero y preguntar después.

 



Esta guerra submarina sin restricciones llevó a uno de los episodios más dramáticos de la guerra con el hundimiento del trasatlántico Lusitania, en el que murieron 1.198 personas entre pasajeros y tripulantes. Su repercusión pública y las exigencias de Estados Unidos hicieron que Alemania diera marcha atrás y volviera a aplicar las reglas del crucero, hasta que a principios de 1917 reanudó la guerra submarina sin restricciones, incluso sabiendo que esto haría entrar en guerra a los Estados Unidos.

La guerra submarina tuvo también su reflejo en la propaganda de la época, intentando cada bando volver la opinión pública a su favor e, incluso, lograr que entraran en guerra países hasta entonces neutrales. El citado caso del Lusitania fue ampliamente difundido para poner de relieve la crueldad de los submarinos alemanes, pero los alemanes también pudieron airear algún caso para justificar su actitud y mostrar el peor lado de sus enemigos.

 


El caso más famoso y publicitado fue el incidente del Baralong, un Q -ship británico que el 19 de agosto de 1915, enarbolando la bandera estadounidense, se acercó hasta el submarino U-27, que acababa de detener al mercante Nicosian a 130 kilómetros al sur de Queenstown (Irlanda). El Baralong fingió ir a rescatar a los tripulantes del mercante, que iba a ser hundido por llevar material de guerra, y que ya estaban en los botes salvavidas, pero cuando llegó a distancia de tiro abrió fuego hundiendo el submarino. Los tripulantes alemanes que lograron salvarse a nado fueron muertos a tiros en el agua, lo mismo que el grupo de abordaje que se encontraba en el Nicosian.

Hemos traído aquí parte de los distintos documentos difundidos por los distintos gobiernos para condenar o justificar el incidente del Baralong. También presentamos otra obra de la propaganda germánica destinada a justificar su actividad como represora del contrabando de guerra.

                                                          

La propaganda siempre ha estado presente en las guerras. Aquí hemos visto cómo se adapta a las nuevas guerras

jueves, 9 de enero de 2020





AUTOPSIA DE D. JOSÉ CALVO SOTELO






(Tui, 1893 - Madrid, 1936) Político español cuyo asesinato precipitó la sublevación militar y la Guerra Civil española (1936-1939). Hermano mayor del futuro dramaturgo Joaquín Calvo Sotelo estudió derecho en Zaragoza y Madrid y se doctoró con premio extraordinario en la universidad madrileña, por lo que ingresó pronto (en 1916) en el Cuerpo de Abogados del Estado. Inició su actividad política dentro del partido de Antonio Maura. Su primera obra escrita fue, precisamente, El proletariado ante el socialismo y el maurismo (1917).


Ya antes, en el año 1915, fue nombrado secretario de la Sección de Ciencias Políticas y Morales del Ateneo de Madrid, cargo que le proporcionó la oportunidad de contactar con lo más granado de la intelectualidad del momento, sobre todo con los últimos epígonos del krausismo, y le permitió imbuirse de las propuestas que éstos pregonaban sobre la necesaria reforma del sistema liberal, si bien Calvo Sotelo readaptó esa reforma dotándola de un profundo carácter autoritario que se reflejó en su segunda obra, La doctrina del abuso del derecho subjetivo (1917).


En 1919, José Calvo Sotelo consiguió su primera acta de diputado a Cortes representando al distrito de O Carballiño, dentro de las filas del partido de Antonio Maura. En 1921 el gobierno de Maura lo nombró gobernador civil de Orense, lo que inició su arraigo con dicha provincia y con sus prohombres políticos. Seguidamente pasó a ocupar el mismo cargo en Valencia.


Pero la carrera política de Calvo Sotelo no alcanzó relevancia hasta el advenimiento de la Dictadura del general Primo de Rivera (1923-29), siempre sin romper con el "maurismo", y guardando ciertas distancias con el antiparlamentarismo de Primo de Rivera. Calvo Sotelo se propuso colaborar con el régimen y así llevar a cabo las reformas del Estado que él consideraba necesarias. Fue puesto al frente de la Dirección General de la Administración, donde se propuso solucionar los problemas que embargaban a la administración local y provincial, las cuales se debatían entre la impotencia económica y el caciquismo heredado desde los tiempos de la restauración de Canovas del Castillo.


Sus intenciones reformistas las realizó con la promulgación de los Estatutos Municipales (Decreto-Ley del 8 de marzo del año 1924), y los Estatutos Provinciales (Real Decreto del 20 de marzo del año 1925), en un intento de fortalecer los poderes locales, a la vez que también éstos eran controlados por el Estado. Por medio de este último decreto, la provincia quedó marcada como la jurisdicción dominante sobre los municipios inscritos en ella.


El proceso de reforma se amplió con la introducción del sistema de Mancomunidades regionales en Galicia y en el País Valenciano, regiones éstas que él conocía muy bien por su práctica política. Este proyecto chocó enseguida con la resistencia pertinaz de las oligarquías locales, perfectamente adaptadas al ámbito provincial, por lo que el proyecto no se pudo llevar a cabo. Otra medida adoptada por Calvo Sotelo fue la remodelación de los gobernadores civiles y la creación del delegado gubernativo, con resultados políticos no siempre satisfactorios.


En el año 1925 fue nombrado ministro de Hacienda por el general Primo de Rivera, cargo que ocupó hasta el año 1929. Durante este período pretendió realizar la reforma del sistema económico español, tratando de incorporar las nuevas pautas mundiales, mediante la superación del liberalismo clásico y la creación de un aparato de Estado intervencionista. Sus decisiones más importantes dentro de este ministerio fueron la creación del Monopolio de Petróleo (CAMPSA); la creación de los Bancos de Crédito Local, Exterior de España e Hipotecario; la nacionalización de varias empresas; la promulgación de la Ley de Contrabando y Defraudación; y el intento de reforzar la inspección tributaria.


Su política económica al frente del ministerio de Hacienda fue altamente contestada por la oposición, así como por las clases sociales oligárquicas, ya que la veían excesivamente intervencionista. Por todo ello, cuando cayó la Dictadura a finales del año 1929, Calvo Sotelo no tuvo más remedio que dimitir. No obstante, continuó su actividad política y durante el gobierno provisional de Dámaso Berenguer intentó crear un partido, la Unión Monárquica Nacional, con la finalidad de agrupar a todos los monárquicos comprometidos con el anterior gobierno. La proclamación, el 14 de abril del año 1931, de la II República española le impidió seguir adelante con su proyecto, obligándole la nueva situación política (totalmente en contra de su persona y de su pasado con Primo de Rivera) a exiliarse, primero en Lisboa y posteriormente en París (1931-34).

Durante su estancia en Francia, Calvo Sotelo entró en contacto con ideólogos del autoritarismo nacionalista monárquico francés como Charles Maurras, lo que resultó en una evolución política hacia posturas cada vez más extremistas de tipo fascista-corporativista. Por otra parte, el exilio le proporcionó la ocasión de escribir sus ideas políticas y de exculparse de las acusaciones que se le hacían en los círculos políticos españoles. De su pluma salieron las obras En defensa propia (1932), Las responsabilidades políticas de la Dictadura: un proceso histórico (1933) y La voz de un perseguido (1933).

En las Cortes Constituyentes fue elegido diputado por Orense, pero, dada su situación de exiliado político, se le impidió hacer acto de posesión formal del Acta de diputado. En las elecciones para la primera legislatura, celebradas en noviembre del año 1933, salió elegido diputado con dos Actas, por Orense y La Coruña, representando al partido Renovación Española. Finalmente, el 4 de mayo del año 1934, regresó del exilio en virtud de la amnistía decretada por el gobierno republicano derechista de Alejandro Lerroux y de José María Gil Robles, lo que le posibilitó acceder a su puesto de diputado por Orense y reanudar su actividad política.

A su vuelta del exilio y con ideas nuevas, se propuso llevar a cabo la creación de un amplio grupo político, afecto a la monarquía, de carácter renovado, en función de sus nuevas orientaciones y contactos con el autoritarismo francés y el fascismo de Mussolini, que aglutinase a todos aquellos grupos y sectores contrarios al régimen democrático y republicano imperante. La idea cristalizó con la creación del partido Bloque Nacional, dispuesto a unir los esfuerzos de todos esos grupos para la instauración de una monarquía totalitaria.

Para Calvo Sotelo, la monarquía tan sólo era un instrumento útil para poder superar el sistema liberal y parlamentario (corrupto bajo su punto de vista), y así proceder a la creación de un poder ejecutivo fuerte y estatizante, al igual que el modelo italiano. Sobre la base de tales argumentos políticos giró el discurso que pronunció en la Academia de la Jurisprudencia y Legislación el 20 de noviembre del año 1935, con el significativo título de El capitalismo contemporáneo y su evolución.

El Bloque Nacional de Calvo Sotelo no obtuvo los resultados esperados, ya que gran parte de su posible electorado se decidió por apoyar al partido derechista de la C.E.D.A., presidido por Gil Robles, el cual tenía mayores posibilidades de éxito. Calvo Sotelo intentó ingresar en el partido Falange Española, de José Antonio Primo de Rivera, hijo del general que presidió la Dictadura. José Antonio se negó en redondo debido a las insalvables diferencias personales e ideológicas habidas entre ambos dirigentes.

Con la victoria, en febrero del año 1936, de las fuerzas de izquierdas coaligadas en el Frente Popular, Calvo Sotelo fue elegido diputado por Orense, con un acta de diputado protestada por el Frente Popular Local, aunque fue aprobada por la mayoría de izquierda, ya que veían imprescindible la presencia de Calvo Sotelo en el Parlamento como interlocutor válido. Todos estos reveses políticos inclinaron a Calvo Sotelo a adoptar una política decididamente conspiradora, radical y antirrepublicana. Desde su escaño protagonizó diversos incidentes que le hicieron ganarse la hostilidad de las fuerzas izquierdistas, destacándose sus continuos enfrentamientos con Casares Quiroga. Calvo Sotelo se convirtió en el portavoz del ultraderechismo de la Cámara, posición ésta que compatibilizaba con todo tipo de actividades antirrepublicanas fuera del Parlamento.

En la madrugada del día 12 al 13 de julio del año 1936, Calvo Sotelo fue sacado de su domicilio mediante engaño y asesinado en una camioneta de la Guardia de Asalto. Fue su muerte la que precipitó y dio argumentos a la rebelión militar que desde meses atrás se venía fraguando entre militares como Emilio Mola, Manuel Goded, José Enrique Varela, Francisco Franco, Joaquín Fanjul o José Sanjurjo. La muerte de Calvo Sotelo fue considerada por los sublevados como la gota de agua que colmaba el vaso de la paciencia patriótica. Calvo Sotelo fue declarado por los golpistas el primer mártir de la cruzada contra los "enemigos de la patria".


Expediente sobre la autopsia del cadáver de José Calvo Sotelo




PIEZA ESPECIAL: Antecedentes y asesinatos de Don José Calvo Sotelo

Tomo I

Autopsia del cadáver del Ecmo. Sr. DON JOSÉ CALVO SOTELO

LEGAJO 1500/ EXPT 8

Diligencia: la extiendo yo el Fiscal Secretario en Madrid, a cinco de febrero de mil novecientos cuarenta y uno, para hacer constar, que en la Pieza Especial “Antecedentes y asesinatos de Don José Calvo Sotelo y Don José Antonio Primo de Rivera” hay un proveído, fecha treinta de noviembre de mil novecientos cuarenta, que copiado en su parte necesaria dice lo siguiente: ……Fórmese ramos separados con las diligencias practicadas y que se practiquen en lo sucesivo, respecto a los hechos de especial interés objeto de la pieza, en razón de su analogía…..” doy fe.

PROVIDENCIA Fiscal Instructor delegado Sr. Reol

Madrid a cinco de febrero de mil novecientos cuarenta y uno.

Fórmese ramo separado dentro de la Pieza Especial, con el título: “Autopsia del cadáver del Excmo. Señor Don José Calvo Sotelo”; interesándose del SR. director de la Escuela de Medicina Legal de esta Capital, envíe a esta Causa General un estudio sobre cuantos antecedentes tengan, incluso fotográficos, referente a dicha autopsia, practicándose cuantas diligencias sean precedentes en relación con la misma.
Lo mandó y firma S. S. Doy fe.
Hay dos firmas
DILIGENCIA Se cumple lo ordenado. Doy fe.

INFORME MÉDICO LEGAL, EMITIDO POR LA ESCUELA DE MEDICINA LEGAL DE LA FACULTAD DE MEDICINA DE MADRID, AL ILMO, SR. FISCAL INSTRUCTOR DELEGADO DE LA CAUSA GENERAL DE MADRID.

En el expediente aparece un sello de la Facultad de Medicina Escuela de medicina legal con fecha 5 de julio de 1941 en mayúscula aparece SECRETARIA y el número de salida es el 606.

UNIVERSIDAD DE MADRID
ESCUELA DE MEDICINA GENERAL
FACULTAD DE MEDICINA

Ilmo. Sr.

En contestación a las preguntas formuladas a esta escuela de Medicina Legal, relativas a cuantos antecedentes existan en la misma y hagan referencia al asesinato del Excmo. Sr. D. José Calvo Sotelo, los profesores que suscriben tienen el honor de remitir al Ilmo. Sr. Fiscal Instructor Delegado, de la Causa General de Madrid, el siguiente informe.

Antes de comenzar consideramos preciso indicar que la honrosa misión confiada a la Escuela de Medicina Legal tiene, por múltiples razones, una significación que la diferencia de otras en las cuales, si resulta obligado servir fielmente a la Justicia no hay porque aquilatar los detalles, ni las técnicas, ni, en suma, lo que carece de interés para la resolución del problema pericial planteado. En el caso actual, las perspectivas históricas del mismo amplían y realzan lo referente al hecho sobre el que a continuación informamos. He aquí porque, en este trabajo, hay algo más que un informe médico legal. En España y fuera de la Patria ha de ser justipreciada una peritación de la cual se deducen terminantes conclusiones y cumple a la Escuela de Medicina Legal, que en ningún momento sea posible poner duda lo que, como consecuencia de minuciosas investigaciones realizamos con el firme propósito de que quede la Justicia servida y la verdad satisfecha.

También resulta este informe, diferente de otros en que los peritos tienen a su disposición cuantos datos requieren, sin desasosiegos dimanados de causas demasiados conocidas. Las investigaciones médico legal fueron hechas en circunstancias trágicas, inadecuadas para la serena labor del perito. Y con riesgo. Como esto, el que hubiese riesgo, nada vale ante el deber, solo se menciona para justificar alguna omisión no fundamental, que en otro momento no existiría en un informe emitido por la Escuela de Medicina Legal.



Para mayor claridad y exposición de este informe lo dividimos en tres partes:

Parte 1ª.- Datos relativos a la autopsia y examen del presunto lugar del suceso. (Camioneta 17)

Parte 2ª.- apreciaciones doctrinales médico- forenses resultantes de todos los datos y pruebas recogidos en la autopsia y en el lugar del suceso.

Parte 3ª.- Conclusiones.

Parte 1ª.- Datos relativos a la autopsia y examen del presunto lugar del suceso. (Camioneta nº 17).

Sobre el primer extremo, la autopsia, debemos dejar sentado que solo por la circunstancia de haber podido conservar en la Escuela de Medicina Legal los negativos fotográficos de las lesiones encontradas en el cadáver del Sr. Calvo Sotelo, nos es posible decir hoy, lo que vimos al hacer la autopsia, sin temor a equivocaciones involuntarias debidas a alteraciones del recuerdo. Por el hecho acabado de indicar nos es factible reconstruir todo lo básico y fundamental con la necesaria exactitud. 

La autopsia fue hecha a las seis de la mañana del día 14 de julio del año 1936, en el cementerio de Nuestra Señora de la Almudena.

Además de los informantes, actuó el médico forense Sr. Águila Collantes, por serlo del Juzgado Nº 2 y la presenciaron otros facultativos debidamente autorizados, en representación de la familia del Sr. Calvo Sotelo.

Encontramos el cadáver, sin la debida compostura, como colocado descuidadamente, sobre una mesa de mármol de uno de los departamentos del depósito del citado cementerio. Las ropas en desorden y con manchas al parecer de sangre en la camisa, que era de rayas finas de color rosa. En el cuello de la victima una cadena con medallas, una de ellas de la Virgen del pilar, con manchas de sangre. La americana vuelta sobre el rostro y el pecho del Sr. Calvo Sotelo. En los pantalones y en el calzado, no se observó nada digno de particular mención. No se observaron perforaciones de proyectiles o desgarros en las ropas del cadáver.

Desnudado el cadáver se procedió a la inspección exterior, apreciándose varias lesiones traumáticas que describimos a continuación. Existía rigidez en las cuatro extremidades.

En la cabeza, parte del cabello estaba manchado de un liquido con los caracteres de la sangre.

En el ángulo externo inferior de la región orbitaria izquierda, había una herida con los caracteres de las de arma de fuego en su orificio de salida (fotografía 1ª). En el dorso de la nariz una equimosis apergaminada de 1 cm aproximadamente de extensión, sin interesar más que el plano cutáneo. En la región de la nuca dos orificios de entrada de proyectiles, con zona contusiva y de taraceo, en la disposición en que se observa en la fotografía nº 2, y con las dimensiones que se determinan en la ampliación fotográfica milimétrica nº 3 (distancia entre los centros de ambos orificios 25 milímetros.
En la cara externa de la pierna izquierda, había una equimosis de unos 15 cm de larga y unos 3 de ancha, de forma regular y sin interesar planos profundos.

Inspección interior. Abierta la cavidad craneal y puesto al descubierto el cerebro, apreciamos el dato anatómico de un gran desarrollo de ese órgano con gran relieve de las circunvoluciones, sobre todo las frontoparietales. Se observó que estaba atravesado de atrás a delante por un proyectil del 9 corto que se encontró, previos los cortes de rigor en el lóbulo frontal derecho. A demás existía otra herida de arma de fuego, también de atrás adelante, con orificio de salida, -ya indicado- en la que por dicha causa no se encontró la bala. Con objeto de estudiar detenidamente los caracteres de los orificios de entrada, ambos con anillo de contusión, se cortó un trozo de piel de la nuca que se dejó en formol en la Escuela de Medicina Legal.

No recordamos más datos de interés que los acabados de señalar.

Tampoco recordamos con entera exactitud las palabras con las que enjuiciamos el caso médico legal, pero sí que afirmamos que ambas heridas habían sido hechas con un pequeñísimo intervalo, con la misma arma, y con la misma mano. No concebíamos ni concebimos, que armas distintas o personas diferentes pudiesen hacer en tiempos distintos dos lesiones situadas exactamente en el mismo plano, a pequeñísima distancia (25 milímetros), que por haber atravesado el cerebro a nivel de los núcleos de la base cerebral, tenían que producir la muerte instantánea. Además, solo se observaba una lesión, por caída hacia adelante -la de la nariz- y una sola equimosis, la de la pierna, que entendíamos producida por el espasmo en el momento de ser herido el Sr. Calvo Sotelo, que originó una presión sobre una superficie resistente.

Respecto del porque se encontraron las ropas en la forma antes indicada se discutieron dos hipótesis. Una de ellas fue la de que una persona colocada por detrás del Sr Calvo Sotelo bruscamente levantase la americana de la víctima para de este modo dejarla indefensa y maniatada. Entonces disparar sobre la nuca del Sr Calvo Sotelo. Era otra la de que después de muerto y a falta de otro modo de ocultar el rostro de persona tan conocida, se cubriera la cara con la americana en la forma en que vimos el cadáver.



Respecto de la primera y desde el punto de vista pericial, podía tener su apoyo el que en algunas ocasiones se ha utilizado este procedimiento por criminales por causa de que sin necesidad de fuertes ligaduras la persona queda prácticamente sin condiciones de defensa. Desechamos sin embargo esta hipótesis porque no había señal alguna de haber sido perforada por los proyectiles la parte de la americana que cubría la región herida y no se podía admitir que al mismo tiempo de hacer los disparos interviniese otra mano para separar el cuello de la americana y dejar la nuca al descubierto. Además, las manchas de sangre hubieran denunciado esta maniobra. Por el contrario, la hipótesis de cubrir el rostro del cadáver después de muerto y aún la de que sirviese la ropa al mismo tiempo como asidero para dejarle donde conveniese es perfectamente verosímil y desde el punto de vista médico legal nada tenemos que oponerla. También se discutió detenidamente si la erosión apergaminada de la pierna había sido producida por un traumatismo voluntario de un agente productor o circunstancialmente. Sobre este último extremo cabían dos posibilidades. La primera que en el momento de ser herido como ya hemos dicho, el Sr. Calvo Sotelo, un espasmo convulsivo hiciese que las piernas chocasen con un cuerpo duro y ancho, o que representase un movimiento defensivo hecho por el Sr. Calvo Sotelo al sentirse agredido. También en estas dos hipótesis se desechó la última por entender que los dos disparos de la región de la nuca se hicieron sin que la victima tuviese ni advertencia, ni tiempo de saber que había de ser herido.



La falta de mancha verde abdominal, no obstante, la estación del año, calurosa y la naturaleza traumática de la muerte nos hizo pensar que esta se había producido en un plazo inferior a 48 horas a partir del momento de la práctica de la autopsia.

Y en cuanto al mecanismo de la muerte entendimos que debía aceptarse el de inhibición instantánea de las funciones vitales por causa de las extensas lesiones del encéfalo.

Debe añadirse, que el mismo día en que se tuvo conocimiento por el Juzgado de la muerte del Sr. Calvo Sotelo y como consecuencia de las primeras indagaciones realizadas en la camioneta nº 17, por orden judicial, uno de nosotros, el profesor Aznar, se personó en el Cementerio del Este con el fin de recoger sangre y pelos para poseer los elementos indispensables a los fines de la peritación médico-forense que se nos había confiado.





Examen del presunto lugar del suceso: camioneta nº 17

Personados el día 13 de julio de 1936 a las 4 de la tarde en la calle del Marqués de la Ensenada en las proximidades del Juzgado de Guardia, donde se encontraba la camioneta nº 17, se procedió a un minucioso examen de la misma, no sólo a simple vista sino empleando cuantos medios ópticos consideramos necesarios (microscopio binocular, filtros cromáticos etc), a los fines de una perfecta investigación. De este primer examen de conjunto sacamos la convicción plena, absoluta, de que la camioneta había sido lavada, lo cual dificultaba bastante nuestras investigaciones ya que el agua disuelve perfectamente algunas manchas como la de sangre, sobre todo si son recientes, y arrastran otras huellas o indicios -partículas de barro, pelos etc- que en determinadas circunstancias puede ser decisivas para la misión pericial. No obstante, estas desfavorables circunstancias, pudimos comprobar la existencia de las huellas del crimen.

La zona primeramente examinada fue la parte externa de la carrocería, solamente en el estribo del lado derecho, entre este y el chasis, pudimos encontrar algunas partículas de tierra impregnada de una sustancia rojo oscuro con los caracteres de la sangre recientemente desecada, probablemente arrastrada aquel lugar por el agua del lavado. En ninguna otra parte del exterior de la camioneta nº 17 logramos localizar, pese a las pacientes investigaciones realizadas, ninguna otra huella sospechosa.
En el examen interior del coche, metódicamente realizado en cada uno de sus departamentos, fueron localizadas manchas, aparentemente de sangre, en el departamento delantero del conductor, sobre el latón que habitualmente cubre el piso de esta parte del coche (figura 4) situadas aproximadamente en el centro del mismo y a unos 2 cm del borde posterior próximo al asiento, en el lugar señalado con la flecha en el esquema (figura 5).

Así mismo fueron recogidas tres pelos que encontramos a unos 5 cm de las manchas.
Con objeto de no desperdiciar la más mínima porción de las huellas, ya que estas se hallaban en óptimas condiciones, para practicar las técnicas químico-biológicas que nos habían de llevar a la identificación e individualización de las manchas, fue recortado el trozo de latón que servía de soporte.

En el departamento central, en el lugar señalado con la flecha en el esquema (figura 5) fueron encontradas, junto con algunas partículas de arena, al parecer impregnadas de sangre, y algunas pequeñas salpicaduras, un papel de fumar ensangrentado (figura 6) completamente apelotonado, incrustado entre las tablas del piso y el pie del asiento y otros dos pelos, adheridos a dichas tablas con costras de sangre.

Todas estas huellas o indicios fueron recogidos y debidamente empaquetados y precintados se trasladaron al laboratorio de la Escuela de Medicina Legal para su investigación médico forense.
Así, pues, como resultado de reconocimiento practicado en la camioneta nº 17 se comprobó la existencia, a todo lo largo del estribo derecho, entre este y el chasis, de partículas de barro y arena al parecer ensangrentadas; en el departamento anterior, sobre el piso de latón, una mancha con salpicaduras constituidas por una sustancia rojo obscura, probablemente sangre, y tres pelos; y en el departamento central, dos pelos con costritas sanguíneas adheridas a las tablas de piso y un papel de fumar igualmente ensangrentado.



Conclusiones

De todo lo expuesto se deduce las siguientes conclusiones:

1ª.- La muerte del Sr. Calvo Sotelo fue debida a las lesiones encefálicas ocasionadas por dos disparos de arma de fuego en la región de la nuca, y a boca de jarro.

2ª.- La muerte fue instantánea y sin que el agredido pudiera defenderse ni suponer acaso el momento de la agresión.

3ª.- La posición del agresor era en un plano posterior y al nivel del agredido.

4ª.- las lesiones de la nariz y de la pierna se produjeron en el momento de la caída, la primera, y como consecuencia de un espasmo convulsivo y choque con un cuerpo duro, la segunda.

5ª.- las manchas rojas oscuras encontradas en la camioneta nº 17 era de sangre humana.

6ª.- Todas las manchas eran recientes.

7ª.- Todas ellas pertenecían al mismo grupo serológico el A B M N.

8ª.- El grupo serológico de la víctima era A B M N.

9ª.- Los pelos hallados en la camioneta nª 17 eran cabellos masculinos de adulto con idénticos caracteres macróscopico, micrográficos y micrométricos que los de la víctima.

10ª.- Los pelos estaban ensangrentados y fueron arrancados violentamente.

11ª.- El cadáver estuvo en contacto con el piso de la zona b) de la camioneta nª 17 manchándole de sangre y dejando en él pelos aglutinados.

12ª.- El agresor no tuvo que mancharse de sangre al hacer los disparos.

13ª.- Los que sacaron el cadáver de la camioneta, o cuando menos uno de ellos, dejaron huellas en la zona a). Y uno de los que tocaron el cadáver -fuese o no el agresor- con la mano ensangrentada manchó un papel de fumar que tiró al suelo acaso por no servirle para liar un pitillo.

14ª.- La fecha del momento de la agresión era inferior a 48 horas a la del momento de la auptosia.

15ª.- La disposición y desorden aparente de las ropas tuvo como finalidad ocultar el rostro del cadáver para que no fuese identificado o lo fuese más tardiamente.

Lo que tenemos el honor de poner en conocimiento de V. I. a.  los fines oportunos.
Madrid 5 de julio de 1941.

Firmado: profesor A. Piga. Director de la Escuela de Medicina Legal.
Firmado: profesor B. Aznar. Jefe de la Sección de Investigación Criminal de la Escuela de Medicina Legal.

Signatura. LEGAJO 1500/ Expt 8

domingo, 1 de diciembre de 2019


PRIMERA MUJER ESPAÑOLA EN CONSEGUIR UN DOCTORADO EN MATEMÁTICAS EN 1928.

Maria del Carmen Martínez Sancho

El Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, inaugurado en 1845 con el nombre de Instituto del Noviciado[1], junto con el Instituto San Isidro, fueron los dos primeros Institutos de Segunda Enseñanza que se crearon en Madrid durante el reinado de Isabel II, para impartir la enseñanza secundaria como consecuencia de la aprobación del conocido Plan Pidal, el cual integraba las enseñanzas medias en estos institutos. Tanto por su claustro como por su alumnado, pasaron multitud de personalidades cuyos expedientes podemos encontrar en el fondo de este instituto custodiado por el Archivo Histórico Nacional desde 1962[2]. Estos se completan con los expedientes de la Universidad Central, ya que al considerarse la Segunda Enseñanza la base para los estudios superiores, muchos de los alumnos de este Instituto continuaron sus estudios en dicha universidad. Los fondos de esta institución fueron igualmente depositados en el Archivo Histórico Nacional en diferentes remesas desde 1896[3]. La consulta de ambos fondos se puede considerar relevante para estudios de carácter biográfico y prosopográfico teniendo en cuenta que muchos alumnos del Instituto llegaron a ser personalidades públicas en el campo de la política, la literatura o las ciencias. Además, si damos un paso más allá, es una gran “mina” para la realización de estudios de género, ya que se puede comprobar la evolución de la presencia de la mujer en los estudios de segundo grado y superiores y el trato que recibían, como en alguna ocasión algunas de estas personalidades han afirmado.
El caso que presentamos a continuación, cuyos expedientes hemos querido reseñar como pieza del mes del AHN, es el de la científica María del Carmen Martínez Sancho, primera mujer en España en conseguir un doctorado en Matemáticas en 1928 y una cátedra de instituto en esta misma disciplina en El Ferrol ese mismo año. Esta investigadora del primer tercio del siglo XX, toledana, ligada a la Institución Libre de Enseñanza (ILE), aunque ella no estudiara en esta sí lo hicieron sus hermanos, finalizó el Bachillerato en 1918 en el Instituto Cardenal Cisneros. En aquel momento, según afirma en sus estudios Natividad Araque, había muy pocas mujeres en sus aulas como alumnas oficiales y les obligaban a sentarse en lugares distantes del alumnado masculino. Nuestra protagonista se mostró muy crítica con estas enseñanzas llegando a afirmar que los profesores calificaban con notable a todas las alumnas, sin ningún tipo de objetividad, puesto que las mayorías de las alumnas carecían de conocimientos. El curso siguiente ingresó en la Universidad Central en la Facultad de Ciencias, donde coincidió con insignes profesores como Julio Rey Pastor, cuya influencia en ella fue decisiva. Fue admitida en el magisterio secundario en la Sección de Matemáticas del Instituto Escuela de Madrid, dependiente de la Junta de Ampliación de Estudios[4] (JAE) el 5 de octubre de 1922 (desempeñando su docencia desde octubre de 1922 hasta junio de 1928). Trabajó en el Laboratorio y Seminario Matemático, organismo igualmente dependiente de la JAE, junto a José María Plans, director de su tesis doctoral titulada “Contribución al estudio de los Espacios Normales de Bianchi” y fue nombrada vocal de la Sociedad Matemática Española en sesión extraordinaria del 8 de enero de 1927. Obtiene la cátedra de Matemáticas del Instituto de Segunda Enseñanza de El Ferrol (La Coruña) en 1928, aunque en 1929 fue nombrada en Comisión de Servicio catedrática de Matemáticas del Instituto Femenino Infanta Beatriz de Madrid. Desanimada por los métodos de enseñanza, y porque fuera un hombre el director del Instituto femenino, en 1930, animada por Plans, su director de tesis, solicita una pensión a la JAE para estudiar dieciocho meses en Alemania, donde entró en contacto con profesores como Friedrich Schur, Ludwig Bieberbach, o Adolf Hammerstein. A su vuelta se incorpora en 1932 en el Instituto Escuela de Sevilla[5] donde es docente hasta que la dictadura clausura el centro. Poco después consigue ser trasladada al Instituto Murillo de esa misma ciudad, donde ejerce su vocación hasta su jubilación en 1974.



[1] En 1877 y por Real Orden de 21 de junio, el Instituto del Noviciado cambiará su nombre por el de Instituto “Cardenal Cisneros”
[2] El Libro Registro del AHN, asiento 739, indica que el 17 de noviembre de 1962 se reciben 503 legajos de expedientes del Instituto Cardenal Cisneros de Madrid anteriores al año 1925.
[3] El Archivo de la Universidad Central de Madrid remite los primeros documentos del Archivo de la antigua Universidad de Alcalá el 31 de diciembre de 1896 (asiento 7 del Libro Registro del AHN). Meses más tarde, el 12 de mayo de 1897 (asiento 27 del Libro Registro del AHN) envía otra remesa de documentación.
[4] La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas fue una institución creada en 1907, en el marco de la Institución Libre de Enseñanza, para promover la investigación y la educación científica en España. Presidida por Santiago Ramón y Cajal desde su fundación hasta su muerte en 1934. Fue desmantelada en 1939 tras la derrota republicana en la Guerra Civil.
[5] Fundado en Madrid en 1918 como experimento educativo para extender a la enseñanza secundaria oficial los principios pedagógicos fundamentales de la Institución Libre de Enseñanza y de la pedagogía europea más avanzada de la época

miércoles, 20 de noviembre de 2019


La Iglesia contra Bartolomé José Gallardo. El fiscal pide la muerte del erudito de Campanario




Las casas de los Gallardos fueron inspeccionadas por los hombres comprometidos en esta causa, el fin que buscaba era encontrar documentos que pudiesen acreditar los movimientos liberales de la familia Gallardo y otros, donde viniese reflejado su odio o desprecio hacia el trono y altar.
Frustrada la esperanza de hallar en poder de los presos escritos criminales o sospechosos, la única razón que encontraran los señores de la Comisión para acusar a los detenidos, será la que venga de la mano de un importante miembro de la Iglesia católica.
Dicho componente del hereje matrimonio formado por la realeza y el ara, era D. Francisco José de Molle, Presbítero, Capellán de honor de S. M. Inquisidor Honorario del Santo Tribunal de Granada y Comisario del de la Corte Real. Personaje que será el encargado de calificar a todos los diputados y a Bartolomé José Gallardo, de las más que evidentes calumnias que implicarán, a todos los condenados en la consolidación de sus acusaciones. En la práctica, los diputados liberales, desarrollaban en las Cortes Constitucionales votar libremente lo que considerasen oportuno para el bien y la libertad del pueblo, mientras tanto, la Iglesia y los serviles, lo veían como un sanguinolento escupitajo lanzado contra la cruz y la corona. El mejor ejemplo de ello lo tenemos en la declaración del Inquisidor D. Francisco Molle, el cual, como no podía ser de otro modo, se le resucitara su vena atributiva, contando lo siguiente de Gallardo.

“Que todo su contenido es cierto y verdadero, y como tal, nada se le ofrece que quitar ni enmendar, antes bien, sí añadir que el ateísta Gallardo era amigo intimo de Francisco Fernández Golfín, que fue uno de los más exaltados diputados liberales, y también del diputado Calatrava, con quienes lo vio pasearse muchas veces; que igualmente lo era de los diputados Torrero, Oliveros, Argüelles, Martínez Tejada, Nicasio Gallego, Zuazo, Giraldo, Villafañe, Conde de Toreno, Mejía y otros.
Que sabe, que el bibliotecario de las Cortes, Gallardo, les enseñaba el arte de declamar, y que Golfín, Calatrava y otros, se juntaban en la biblioteca a ensayarse los discursos que debían pronunciar en las sesiones. Que allí se trazaban con otros diputados, las intrigas políticas para trastornar al Estado, combatiendo las clases todas. Que tenían varias Juntas o club, siendo las principales la de Villanueva en la calle de San Francisco, donde se reunían diariamente a todas horas los principales corifeos de los citados liberales, y en donde vivía un tal Uriortua del Crédito Público; la del Conde de Toreno, donde se reunían varios, entre ellos, Nicasio Gallego, Dueñas y Argüelles, que vivía en la misma casa; la del abogado Saturio que vivía en cuarto bajo de la imprenta de Lema, en cuya casa se juntaban los más exaltados; la de la calle del Puerto, donde vivía un tal Perona, agente de negocios; la del Barón de la Bruguera, editor del Diario Mercantil, la de Aldana, que vivía en la calle del Puerto a la entrada en la calle Ancha. Que hacían igualmente club en los cafés de la Fama, Apolo y de los Patriotas. Que los que pueden mostrar estas materias y que actualmente se hallan en esta Corte son los siguientes: Los arriba citados, y junto a ellos, Bravo, Fap y Núñez, Brum, Michelena, y Piedra-buena (a quienes yo encargaba fuesen al café de Apolo diariamente para oír cuanto allí se hablaba, con el objeto de dar yo cuenta a la Regencia como lo hice muchas veces para su gobierno) Mier y el Padre Parra y los dos diputados del Cabildo Eclesiástico de Cádiz Cervera y Cos.
Los diputados y demás personas que asistían al club de Villanueva son las personas siguientes: Torrero, Oliveros, (que vivía en la casa) Ruiz Padrón, Villanueva, Lujan, el ministro Peruela, Conde de Noblejas y su hermano, Jáuregui, el teniente Rus, el cura del Rosario, Moreno, Guerra, D. Mariano Elias, Uriortua, que vivía en la misma casa, y otros muchos que no tiene presentes.
 Que sobre la Causa formada a nuestro Soberano en el Café de Apolo, lo que puede decir es: que fue notorio en Cádiz y que lo supo por el citado Piedra-buena, el impresor D. Nicolás Requena y por otros muchos que están en la ciudad de Cádiz, y que no tiene presente, siendo los principales que allí asistían, el Mariscal de Campo Aguirre, Corradi, y Aldana, los cuales con el clérigo Fernández al que llamaban el de la Constitución, ya que este cuando hacían músicas y alborotos públicos, llevaba las hachas de viento delante de la música en las noches que esta salía. Que sabe, que todas las personas arriba mencionadas, tenían comunicación con los alborotadores de las galerías de los cafés y de las Juntas o club. Que el declarante mismo había visto varias veces a los susodichos diputados, acompañarse con los partidarios más exaltados de su sistema, y que por asistir diariamente a las galerías de las Cortes para formar el extracto de sus sesiones que había de insertar en su periódico, oía a varios, que en el sentir del declarante, unos eran pagados por aquellos, otros eran hermanos, amigos, conocidos, criados de los citados diputados, los cuales, lanzaban muchas proposiciones impías, antimonárquicas y horrorosas contra las principales personas del Estado, sin perdonar los Reverendos Obispos, y aun varias veces, a la misma Cabeza de la Iglesia. Allí se veían y se escuchaba con frecuencia contar entre sí las tramas que en la noche anterior habían dispuesto para ganar la votación del siguiente día, anticipando muchas veces la resolución que hacían de dar estas según lo pactado.
La repetición de estos actos le ha persuadido siempre al declarante, de la íntima conexión que tenía las galerías, los cafés, y los clubs, con la parte liberal del Congreso.
Sabe igualmente el esmero con que todos ellos difundían sus escritos por toda la península, comisionándose ellos mismos en buscar su venta, recomendándolos y dándolos, unas veces abajo precio y otras gratis. Uno de los que más se esmeraban en hacer esta clase de servicio era Moreno, Guerra, Bujalance y Córdoba, lo que sabe por varias denuncias que se han hecho de aquellas ciudades.
Sabe también por varios conductos, que en las provincias tenían sus corresponsales encargados de dar a conocer sus máximas, por otras denuncias que ha tenido de Santiago y de la Coruña a cuya ciudad enviaron de Cádiz a D. Pablo Serica, el cual fue últimamente secretario de aquella Junta de Censura, a quienes como a otros escritores del Reino de Galicia, les tenía señalado el Gobierno algunos miles de reales para ayuda de su Periódico. Que estas noticias fidedignas las había sabido, por varias cartas de sujetos de aquel Reino, de que uno de los editores del Ciudadano por la Constitución llamado Peña, es uno de los protagonistas por la facción liberal, habiendo recibido cartas de Argüelles y de Nicasio Gallego, ofreciéndose a protegerlo siempre que sostuviere las nuevas ideas e innovaciones que aquellos premeditaban, asiento que no tiene castigado conforme merecía por haber sido editor de la Gaceta de Valladolid en tiempo de los franceses; y que se expulsó por sus máximas impías, revolucionarias y denigrativas del Augusto nombre del Soberano. Que los alborotos de las Galerías los sabe por sí mismo cuando se hallaba en ellas haciendo sus apuntes, donde fue insultado infinitas veces por los facciosos, y muchas amenazado con puñales y pistolas y con ser arrastrado por la plaza de San Felipe Neri. Que en ella vio hacer señas para que se armase el murmullo a los diputados, Torrero, Zorraquín, Nicasio Gallego, Dueñas y Calatrava, y que en efecto y al instante correspondían las galerías altas. Los ruidos escandalosos eran los que estaban en frente del lado de la facción liberal, siendo sus corifeos, Moreno, Guerra, Aldana, Martínez de la Rosa, el Conde de Noblejas y su hermano el Patrón Correa, el Juez de Primera Instancia de Madrid, D. Domingo Quintana, el capitán de navío Goñi, Arana oficial de la Secretaría de Gobernación, Sánchez Barbero y un boticario muy exaltado que no sabe su nombre, Narciso Rubio y D. José Calatrava hermano del diputado, que oyó decir muchas veces “fuera, fuera, muera, muera, a la barra todos esos pícaros serviles, deberíamos arrastrarlos, son unos infames y unos viles traidores”.
Que vio muchas veces sentarse sin dejarles hablaran, a muchos diputados contrarios a la facción liberal, porque no hablaban augusto de aquél. Que los murmullos muchas veces principiaban por los diputados liberales que se burlaban de sus compañeros dándoles gritos para que no continuasen, y otras veces, se levantaban siete u ocho veces los corifeos liberales; que públicamente insultaban por las calles a los diputados no liberales al salir de las Cortes.
Uno de los clubs donde se trataron todos los planes revolucionarios era la Biblioteca de Cortes que la dirigía Gallardo, allí el bibliotecario con algún oficial de la secretaria de Cortes también conocido no solo como ateístas sino como republicanos e inmorales, adiestraban a los diputados en lo que tenían que declarar. En la biblioteca se disponían los gritos y algazaras que se debían armar en las galerías, allí era donde se tomaban las medidas para ganar las votaciones y allí por último era de donde salían las especias para prevenir a los demás diputados de la facción, y lo que al otro día se había de discutir y la resolución que debía de darse. Le consta además al declarante, que hay logias en Cádiz, por cuanto tubo en su mano una patente dada en 1811 en una de las de aquella ciudad que le mostró su amigo el diputado Riesgo Inquisidor de Llerena, la cual fue presentada a la Regencia para que tomase las medidas convenientes. Lo sabe igualmente, porque tratando por acaso con un maestro de otra de las logias de Cádiz, criado del embajador de Inglaterra, en clase de maestro le escribió varias veces para que entrase en una de las logias en la clase de orador español pues no lo tenía. Le habló extensamente de su origen, progreso y trabajos que realizaban en muchas noches de conferencias. Le habló de algunos sujetos que componía la que él frecuentaba, asegurándole, que había diputados de Cortes, marinos, frailes y clérigos españoles, muchos comerciantes extranjeros y españoles y muchos militares ingleses y Walones. Y aun al declarante le dijeron, algunos oficiales de guardias españolas, que los habían inducido a que entrasen en la logia y que otra había en la calle del Puerto en la última casa al salir de la Alameda, sin saber a punto fijo si en ella vivía el Barón de la Brullere o un tal Perona, agente de negocios, pero que uno y otro eran ambos de ella y el último, intimo amigo del poeta Quintana y de todos los principales corifeos del liberalismo. Que en esta entraba también un tal Uriortua del crédito público muy conocido en Cádiz y Sevilla, por su (adicción) digo adhesión a las nuevas máximas y sistema impío y republicano. Que de esto último pueden informar de su conducta, los sujetos referidos al principio, como avecindados en Cádiz y también D. José Brum tesorero de Cádiz; que los diputados que asistían a esta última logia eran Obregón, Rodrigo, y otros que no tiene presentes, lo cual supo por D. Eugenio Agadini oficial de correo de Málaga, a quién querían inducir a entrar en la citada logia. También lo supo por un guarda llamado Rodrigo”. [1]



Con fecha 14 de mayo de 1815, de nuevo hace acto de presencia el Inquisidor Molle ante el juez de Corte en Madrid, la misión de este será, la de ratificar lo que sabe con respecto a los ataques perpetrados por el bibliotecario de las Cortes de Cádiz contra los pretéritos y vetustos desposados. Hecho el juramento según derecho ante Dios y una cruz, el inquisitivo juez determinó lo siguiente.

“D. Francisco José de Molle, Presbítero, Capellán de honor de S. M. Inquisidor Honorario del Santo Tribunal de Granada y Comisario del de la Corte Real.
Certifico en la manera que puedo, que examinadas las declaraciones que anteceden, las encuentro conformes en un todo con las que di en la Sumaria General de las Causas de Estado, por lo que me ratifico en ellas añadiendo, que de mayor dilucidación de la causa pendiente contra D. Bartolomé José Gallardo, tengo que decir, que no solo su obra titulada Diccionario Crítico Burlesco fue la más escandalosa que se publicó en aquella época, sino que además, fue igualmente autor de otros muchos artículos que se insertaron en la Abeja de Madrid, Redactor General de Cádiz, y en otros periódicos de aquella ciudad, en todos los cuales se notaban los mayores improperios, sarcasmos e invectivas contra los Reyes, Pontífices, Obispos, Clérigos, Nobles, Magistrados y Militares; blasfemias, herejías e impiedades que manifestaban el corazón depravado de dicho autor, y su encono contra el Altar y el Trono. Era el principal corifeo de los liberales, a quienes dirigía, y no solo a los exaltados de las galerías, sino también a los mismos diputados de Cortes y club de aquella ciudad.
Su conducta civil y religiosa siempre ha sido depravada, ha estado preso varias veces, quienes pueden dar mucha luz con respecto a aquella y sus delitos, son los Señores Riesco, Inquisidor de Corte, el Presbítero D. José Espejo, que vive calle de la Greda nº 20, cuarto segundo, el Marqués de Villapanes, que vive en la Carrera de San Jerónimo, D. Mariano Martín Esperanza, Provisor de Cádiz, y otras muchas personas a quienes he oído semejantes noticias. También ayudó Gallardo al Príncipe de la Revolución y a los Generales Franceses, a levantar planos topográficos de las fronteras de Portugal y de varias Provincias; tuvo mucho influjo en los diputados americanos y les avisaba de cuantos pasos se daban para sujetar a los infidentes.
He oído también, que después que se huyó de Madrid se fue a Portugal, y que de allí pasó a Inglaterra y Francia, desde donde continúa haciendo daño a la Madre Patria, escribiendo papeles contra nuestro Gobierno y franqueando sus trabajos a los Redactores de Periódicos extranjeros, en descrédito de Nuestro Soberano, Institutos Civiles y Religiosos y contra nuestros usos y costumbres, todo lo cual, lo he oído y visto en el tiempo que estuvo dicho Gallardo en Cádiz y Madrid. Para que conste en los autos que se le están haciendo, doy la presente de orden del Doctor D. José Ruiz Caballero, encargado de la ratificación de testigos. En Madrid a 14 de mayo de 1815. Firmado. Francisco José Molle”[2]

Con estas manifestaciones contundentes del Inquisidor y creíbles para los miembros de la Causa de D. Bartolomé y, vistas las mismas por el Fiscal en el mismo día en que se expusieron, este expresará en el siguiente documento la sentencia que cree se debe dictaminar contra D. Bartolomé José Gallardo Blanco.

“El Fiscal ha visto la causa formada en rebeldía a Bartolomé Gallardo, natural de Campanario en la Provincia de Extremadura, bibliotecario de las extinguidas Cortes, que según los méritos de aquella dice: que por suficiente número de testigos parece ser uno de los más exaltados del Partido Liberal, ya por las remesas de papeles que mandaba a su hermano José Antonio, en los que se vertían las máximas subversivas, por escribirle que si S. M. no juraba la Constitución no entraría en Madrid, y que formase en la oficina de su cargo de la biblioteca de Corte, uno de los club en los que se trataba los medios para alborotar en las galerías si ganaban las votaciones, así como de prevenir las materias y las revoluciones que habían de darse.
Consiguiente a estos principios de ideas, fue individuo y amigo de varias logias de fracmasones donde se tramaban planes horribles, e igualmente, uno de los facciosos en la noche del 16 de septiembre del año 1813, con cuyo hecho ofendía a la llamada representación nacional en quién creía rendir la soberanía. Y si estos procedimientos no fueran suficientes para caracterizarle como reo de los más señalados crímenes, tenemos que decir, que el Diccionario Crítico Burlesco, obra de sus manos, da a conocer en términos claros y convincentes, que sus miras se dirigían a la ruina del Trono y el Altar. En aquel, después de varias invectivas, no deja de notarse la que dirige contra la Sagrada Persona de S. M. y sus ministros, al paso de ridiculizar la infalibilidad de la cabeza visible de la Iglesia.
¿Por qué sería, que cuando los beneméritos españoles avisaban ver a S. M. dentro de la capital, D. Bartolomé Gallardo hiciese retirada no solamente de sus amigos y sectarios, sino también de la compañía de sus parientes de Campanario? Un hombre manchado con tan feos delitos no podía existir entre los buenos, y así es que, a motivo de la inquietud y turbulencias de su pueblo, tuvo que precipitar la salida convencido de su más que reprensible modo de obrar, prefiriendo la pena de expatriarse antes que a las leyes le pudiesen imponer. Por lo que no debiendo el fiscal mirar con indiferencia tan graves delitos sin que sean castigados cual corresponde y, deseando que las leyes y sus penas se apliquen a los verdaderamente reos, él acusa criminalmente en vista de los enunciados cargos y demás resultantes del proceso bajo la protesta de ampliación, o enmiendas si necesario fuere; y pide que a D. Bartolomé Gallardo se le condene a la pena señalada  en la ley segunda título segundo de la Partida 7 con la de confiscación de bienes y su aplicación en los términos que designa: sin embargo la Comisión determinará lo más  justo.
Firmado. D. Francisco Mateo Marchamalo. Madrid 14 de mayo de 1815”[3]

El Fiscal manda su petición de condena a la Comisión de Causas de Estado en Madrid, y esta, a la vez, mandara dicha petición a S. M. para que certifique y sentencie definitivamente al erudito de Campanario. El acusado y condenado como ya sabemos, estaba fuera de España, razón por la cual, la condena que le pusiesen no le afectaría físicamente, pero sí sicológicamente, ya que la Comisión había emprendido la Causa contra su hermano José Antonio, quién por cierto todavía no había declarado.
Esto es lo que cuenta la Comisión a S. M. de la petición de condena que ha hecho el Señor Fiscal.

“A la causa que se formó a su hermano José Antonio Gallardo vecino de Campanario, se unieron varias cartas que se le encontraron de D. Bartolomé José Gallardo, en las que le expresaba y le remitía, diferentes impresos, entre ellos el Diccionario Crítico Burlesco del que indicaba ser autor y la defensa del mismo con el fin de que lo distribuyese a sus amigos. Testigos de la misma sumaria aseguran, que fue editor de la Abeja Madrileña, a cuyo periódico se le ha formado y determinado causa contra otros sujetos.
El expresado Diccionario que se dirige a impugnar el llamado Razonado Manual con expresiones satíricas con que procura ridiculizar, contiene así en su introducción como en todo el discurso de la obra de forma señalada, voces como democracia, libertad, pueblo, verdad, muerte, mortaja y otras proposiciones acaloradas en defensa de la Constitución, e instituciones abolidas y opuestas al sistema Monárquico. Se pone en duda la inhabilidad de la Iglesia y del Papa, así como otras verdades de la religión, también se ofende al Consejo de Castilla, al Tribunal de la Inquisición, y a sus ministros.
Vista la causa y citadas las partes, se ha dado sentencia por parte del Ministerio Fiscal condenando a Bartolomé José Gallardo a la pena ordinaria de muerte, le sean confiscación todos sus bienes y en todas las costas de la causa, con calidad, de que presentándose o pudiendo ser habido, se le oigan sus excepciones y defensas.
V. M. resolverá sin embargo lo que fuere de su soberano agrado. Madrid 13 de noviembre de 1815. Firmado. La Comisión de Causas de Estado”.[4]

A espera de lo que dictamine el Monarca en Madrid, en Extremadura se seguía el Juicio contra el hermano de D. Bartolomé. Vinuesa quería a acreditar la fuga que de Campanario causo D. Bartolomé Gallardo a Portugal, el rumbo que tomó, a que punto se dirigió, que persona o personas le auxiliaron, con quienes trató durante su residencia en este pueblo, donde tuvo su morada y otras preguntas que saldrán a continuación.

“Procédase a recibir la correspondiente sumaria en razón de los fines que conspiran estas actuaciones, siendo esta extensiva a acreditar la fuga que de esta villa parece causo D. Bartolomé Gallardo a Portugal, el rumbo que tomó, a que punto se dirigió, que persona o personas le auxiliaron, con quienes trató durante su residencia en este pueblo y donde tuvo su morada en el, y demás que convenga, para lo cual, se harán comparecer a los vecinos que sobre ello puedan deponer.
Los arrestados, Gallego, Sandía y Gallardo se encuentran en sitio no seguro por falta de cárcel y casa a propósito donde tenerlos, por cuya razón, el progreso de éstos expedientes podrá entorpecerse afín de evitar los perjuicios que son consiguientes, y que los testigos declaren con libertad cuanto le conste en razón de lo que fueron preguntado. Remítanse aquellos al alcalde de D. Benito que los tendrá en su Real Cárcel sin comunicación, privándoles el uso de papel y tintero, a disposición de su Señoría, sobre que será responsable dicho alcalde. Así lo mando y lo firmo el Sr. Gobernador de la Real Sala del Crimen de esta Provincia en Campanario. A 18 de junio de 1814. Firmado Vinuesa. Ante mí Juan Valentín y Galán”.[5]

Los reos serán llevados a las cárceles de D. Benito, y el escribano lo certifica diciendo.

“La doy yo el Escribano, en cumplimiento de lo mandado anteriormente, se remitieron al alcalde de D. Benito los arrestados: Martín Gallego, Juan Sandía y José Antonio Gallardo, fueron acompañados por el comisionado Francisco Antonio Fernández y el correspondiente oficio y auxilio en esta hora que serán las tres de la tarde de este mismo día, y para que conste lo pongo por esta nota que firmo”.

Mientras los convictos liberales dan con sus huesos en las prisiones de D. Benito, en Campanario se reanuda el Juicio contra los Gallardos. Nuevos testigos vendrán a aportar noticias, que irán aclarando los acontecimientos ocurridos en el marco de la familia del bibliotecario de Cádiz. Pero eso será una nueva historia que contaremos en nuestro próximo relato.




[1] AHN. Consejos. Legajo 6301.Exp. 1.

[2] Ibíd.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.