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martes, 12 de febrero de 2019




Las Brujas de la Campiña sur





La realidad social que encontraremos en este trabajo de investigación, será el seguimiento del “bien y del mal” dentro de lo mágico, lo misterioso, el cielo y el infierno, lo fascinante y lo insólito. Conoceremos personajes de la Comarca de la Campiña Sur extremeña, que aparentemente abrazaban a Dios, y a escondidas, rendían pleitesía al diablo. Brujas para el pueblo y hechiceras para la Inquisición, que con sus más que supersticiosos movimientos, harán que la fascinación, el encantamiento y la sugestión hacia lo desconocido, fuese una realidad insertada dentro del pellejo de la sociedad local del momento.


Nuestros mágicos protagonistas están ubicados durante el siglo VXII, VXIII, fechas en las que el “bien” estaba en propiedad de la Monarquía y la Iglesia Católica, y el “mal” lo mismo, conceptos que vienen dados por la religión dominante. Mientras tanto, el pueblo hará de ello lo que le dicte sus necesidades físicas, alimenticias o circunstancias naturales, utilizando a Dios cuando le interesa y a diablo también.


Ante esta realidad manifiesta, invito al lector a entrar en este fascinante laberinto en el que las cosas, los espacios, los tiempos y las personas no son siempre lo que parecen ser, porque lo que parece ser tampoco es siempre lo que es. Por un lado, está lo malvado, lo impío, lo nocivo y contaminante, hombres y mujeres pervertidos por Satán, -siempre según la Iglesia-, y por el otro, los fieles devotos que se ceñían fielmente a los cambios y directrices que marcaba el Vaticano, aunque a veces, los pupilos vaticanistas llegasen también a sostener en sus manos el mítico tridente neptuniano.


Los documentos inquisitoriales serán en esta misión nuestros mejores aliados, desde ellos iremos desgranando el modo de pensar y de actuar de una gran parte del pueblo extremeño. Si tenemos en cuenta las difíciles condiciones de vida producidas por el aislamiento, pobreza, enfermedad temprana y presencia continuada de la muerte en dicha coyuntura social, no es de extrañar, que la piedad de algunos hombres y mujeres, la centraran no tanto en el dogma y las enseñazas oficiales de las que poco o nada recibían para solucionar los problemas que acuciaban a los miembros de sus familias o de la comunidad, sino más bien, en otros parámetros más “subjetivos”. Razón más que suficiente, para que algunos de los tocados por el dedo de la desgracia, buscasen soluciones a sus problemas, en curanderos, brujas, ensalmadores, “hombres santos”, e incluso, en miembros fallecidos de sus familias a través de las ánimas del purgatorio. Pero esta misteriosa y seductora realidad, chocaba directamente con los cánones establecidos y con los propios vigilantes de la ortodoxia religiosa, siendo los hombres de la Santa Inquisición los encargados de atacar y reprimir a todos aquellos que osasen llevar a cabo este tipo de acercamiento hasta las ardientes y humeantes orillas del príncipe de las tinieblas.


La principal habilidad de estos particulares herejes consistía en decir a sus víctimas, aquello que estaban deseosas de escuchar, convenciéndolas de que los males y achaques que padecían, tenían una solución y que solo ellos podían ofrecérsela por un módico precio si lo comparamos con la utilidad de los resultados. Por lo general estas personas derrochaban optimismo ante los problemas más peliagudos, demostrando frente a los demás una segura confianza en sí mismos y una autoestima más que notable.


El problema surgía cuando el cliente que acudía a buscar los servicios de estos esotéricos personajes, veía frustrada la petición concedida para una determinada curación de sí o de algún familiar. El acercamiento de algún amor acabado y otros tipos de necesidades, convertirían a los engañados usuarios, en perfectos y consumados delatores ante la Inquisición, dando cuenta de lo habido y desarrollado por el oculto y misterioso sujeto. Los delatores acudían ante el sacerdote de la población a contar lo visto días atrás, meses e incluso años. Los acusados de tales prácticas tendrían que enfrentarse a la confiscación de sus bienes, a ser recluidos en las cárceles secretas de la Inquisición de Llerena, a ser torturados, azotados y sacados a los autos públicos de fe, donde la humillación, el desprecio y la degradación en primera persona del reo hasta la escucha de su condena, iba a ser una marcada y estigmatizada realidad.


Fueron muchas las hechiceras, hechiceros, saludadores, beatas y otros personajes que abrazaban lo prohibido en Extremadura, que tuvieron que enfrentarse a los cancerberos y guardianes del Santo Oficio extremeño. La pregunta que nos hacemos en estos momentos es, ¿quienes fueron estos extremeños que osaron seguir la senda de lo oscuro, de lo insólito e inusitado? La respuesta la iremos descubriendo en los distintos protagonistas de este trabajo, cuya misión no es otra, que la de acercar una realidad histórica de Extremadura que yacía aletargada en las viejas y centenarias páginas de los enigmáticos, misteriosos y longevos legajos de la Inquisición de Llerena.


Nuestra primera Celestina a conocer es natural de Medina de las Torres, una mujer de 40 años de edad, qué con sus particulares conjuros y misteriosas oraciones, embaucaba y engañaba a sus necesitados usuarios. Una mujer, como casi todas las que se movieron en estos parámetros supersticiosos, que necesitaba utilizar lo mágico y lo misterioso para poder ganarse la vida en momentos donde la mujer por no tener no tenía siquiera derecho ni a tener alma. El proceso inquisitorial de Mayor Mejía, nuestra primera detenida, es sumamente aclaratorio y explicativo, ya que se pone de manifiesto, la realidad que les tocó vivir a muchas mujeres extremeña de un estamento social bajo en su propia tierra.


Los hechos de esta Circe natural de la actual Comarca de la Campiña Sur, se van a fraguar durante el año 1607, periodo en el que tendrá que salir en el auto público de fe que se celebró en la ciudad de Llerena




Mayor Mejía


“Vecina de la ciudad de Jerez de los Caballeros y natural de Medina de las Torres, de 40 años de edad, fue testificada por dos testigos mujeres, de que estando en la dicha ciudad hará unos dos meses más o menos hizo lo siguiente, para que un hombre fuese a ver a una mujer con quién tenía amistad.


Hizo un cerco redondo en el suelo con un clavo de hierro, el cual hincó a un lado de dicho cerco poniendo en el un baño de agua y una escudilla con aceite y nueve torcidas encendidas, diciendo el siguiente conjuro.


“Yo te conjuro con tres libros misales, con tres corporales, con tres iglesias parroquiales, con tres liebres corredoras, con tres galgos cazadores y con tres diablos de los mejores, el uno Beltrán, el otro Bellán y el otro el Cojuelo, que no te dejen parar ni reposar hasta que vengas conmigo a reposar y estar”.


Con esto y una oración de San Antón que también enseñaba y decía, cuentan las testigos que les dijo: “que con ello hacía venir al dicho hombre a estar con la mujer con quien tenía amistad”. Con esta información fue mandada prender y recluir en las cárceles secretas como se hizo, y en la primera, segunda y tercera audiencia que con ella se tuvo dijo: que ella había sido una mujer pecadora y que había tratado carnalmente con diversos hombres; con unos por el pedazo de pan y con otros por el cuarto que le daban, ya que no tenía otro remedio para sustentarse; y que haría como dos años que estando amancebada con un hombre de la dicha ciudad y habiéndose el mismo apartado de ella y dejándola abandonada, acudió a dos mujeres que le enseñaron hacer el cerco, conjuros y oración de San Antón. Qué con estos actos de conjuros, invocaciones y supersticiones, engañó a las dos mujeres que la testifican y a otras varias, anunciando que ella misma había enseñado a las dos mujeres que la testifican los dichos conjuros e invocaciones. Lo hacía no porque creyese que habría de hacer efecto, ni por tenerlo por bueno, sino para remediar sus necesidades con el interés que le daban de pan y dinero con el que se sustentaba.


Fue votada, a que en un domingo o fiesta de guardar saliese vestida en forma de penitente con una coroza de hechicera y, que con una soga al cuello saliese a una iglesia de esta villa donde se le leyese su sentencia. Que al día siguiente se le diesen 200 azotes por las calles acostumbradas, y que en la sala de la audiencia abjurase de levi y fuese desterrada de la ciudad de Jerez y su término perpetuamente, lo cual se ejecutó.”[1]


Imaginemos la estampa de esta hereje condenada. Una mujer subida en el altar mayor de una de las iglesias de Llerena, con su sambenito y coroza, con una soga al cuello como si fuese un animal, sufriendo en sus carnes la humillación pública en la casa o templo del Crucificado. La mofa, la burla y el escarnio en la casa de Dios era más que evidente, dejando sicológicamente destruida, sin mirada y con la cabeza bajada, a una mujer que tan solo intento ganarse la vida abrazando lo supersticioso. Pero lo más terrible y apocalíptico lo sufriría Mayor Mejía el día después de su auto de fe, cuando tendría que salir montada sobre un burro por las calles de Llerena, con su coroza y desnuda hasta la cintura, para recibir los 200 azotes indicados en su sentencia por las calles acostumbradas.


Nuestra siguiente Circe extremeña es natural de Villagarcía de la Torre, una villa, que ya de por si, tiene el sambenito de ser un auténtico pueblo de brujas, cosa que documentalmente hablando no es así, aunque eso no quiere decir que no las hubiese, quizás muchas de ellas fueron lo suficientemente inteligente para no dejarse cazar por la Inquisición. Pero esto lógicamente no cuenta para un investigador, ya que lo que suma y afianza una crónica determinada, son los expedientes encontrados en los diferentes archivos estatales y con respecto a esta localidad, María González es la única hechicera documentada que encontramos en los papeles y carpetas de la Inquisición de Llerena.


El nombre de la mujer detenida por la Inquisición es el de María González y su expediente inquisitorial nos narra las siguientes supersticiones perpetradas por la embaucadora y seductora sibila de Villagarcía de la Torre.





María González

“Alias “la Berrona”, vecina y natural de Villagarcia, mujer de Domingo García, de oficio hortelano, fue delatada el 10 de diciembre de 1640 de que dijo y aconsejó: “que era bueno sahumar la ropa de la persona que quisiesen inclinar a querer y tener amistad deshonesta contra otra persona. Que María González había ofrecido remedio para matar la mujer de un hombre que estaba amancebado con otra, con quien estaba conversando dicha rea, porque resistiéndole la dicha mujer amancebada la muerte de la otra, ofreció remedio para que dicho hombre no olvidase la amiga, y de que la dijo y aconsejo, que para este efecto cogiese sangre de su costumbre y se la guardase. Que habiéndola guardado se juntó con ella y que estando juntas la dicha rea y la solicitante, puso dicha sangre entre dos velas encendidas y se metió por entre ellas con los pies al revés, diciendo en voz clara, “tras mí te andes como el cordero tras la madre”, y que con esto dijo a la dicha mujer amancebada, delante de quién había hecho aquello, que guardase la dicha sangre y se la diese a beber al dicho su amigo, pidiéndole por todo ello 8 reales.


También a consejo a una mujer soltera que le pidió remedio para casarse con un hombre, a la que le cobro 8 reales y le dijo hiciese lo siguiente con la sangre de su menstruación. Que cogiese una escudilla de harina y que hiciera unos prestiños con dicha sangre y los pusiese a freír, y cuando los hizo en su casa la declarante, como le salieron muy negros no quiso dicha mujer soltera dárselos al dicho hombre con quién deseaba casarse.


Una mujer que servía en una casa se le quejó de que sus amos la trataban mal, y la dicha rea le dio un poco de almea para que con ella sahumase la ropa de su señor y de su señora, y al sahumarla dijese:


“Almea, almea, hija del diablo mayor que estas en la peña, así como el marinero no puede remar sin ti, así el corazón de mi señor y mi señora, conforme se esté fuese sahumando la ropa no pueda pasar ni posar sin mí”.


A otra mujer que estaba amancebada y que la había dejado su amigo, la rea le recomendó hiciese lo siguiente.

“Tomase una tranzadera de la camisa de él y atase en ella un cuchillo de cachas negras y, dijese: “conjurote con el Ángel uno, conjurote con el Ángel dos, conjurote con el Ángel tres, conjurote con el Ángel cuatro, que ande fulano tras mi malito, malito, pero no de muerte”.


Que estas palabras las había de decir de noche en el corral mirando una estrella cualquiera, y qué acabadas de decir dichas palabras, tenía que clavar dicho cuchillo en una pared y luego quitarlo y ponedlo al pie de la cama y quitarlo antes de que saliera el sol; y que esto lo tenía que hacer nueve noches y que con esto quedaría ligado el dicho hombre.


Fue presa en cárceles secretas el 17 de diciembre de 1649, y teniendo con ella la audiencia, culpó a María Valencia su delatora, de ser ella la que hacía todas aquellas cosas. Fue condenada a que se le leyese su sentencia y fuese gravemente reprendida y condenada en tres años precisos de destierro”.[2]


María González, una hechicera qué con sus sahumerios y otras actividades insólitas, conseguía engañar y abastecer su bolsillo gracias a su particular sabiduría y pericia de lo oculto y supersticioso.


Los sahumerios se muestran, pese a todas las tendencias y visto desde nuestro lenguaje, como uno de los remedios más eficaces que existen. La lenta combustión de los aceites esenciales y de las partes corruptibles de las plantas, permite que las partes activas asciendan, en unos casos como ofrendas, en otros como remedios curativos y sean tan sumamente sutiles, que penetren por los poros de la piel y lleguen a los rincones más inaccesibles del cuerpo. El romero, la ruda, el incienso, el cilantro, las palmas del domingo de ramos, la almea de pino y otros elementos, van a ser junto al aceite y las oraciones pertinentes, los remedios utilizados por hechiceras y curanderas para solucionar los problemas planteados por quienes solicitan y requieren a tales personajes.


Nuestra siguiente misionera de lo prohibido y contraindicado por la Inquisición en materia de fetichismo y creencias supersticiosa, es natural de Llerena, panadera de profesión, y llamada María Guerrera. Una mujer que al igual que las anteriores aliadas de lo ilegal y antirreglamentario, se va haber prendida y apresada por el Santo Oficio por sus sahumerios, oraciones y mandatos contrarios a la fe que salvaguardaban y protegían los guardianes de la espada, la cruz y la rama de olivo, símbolos normativos de la Santa Inquisición.





María Guerrera

“Natural de Llerena, de oficio panadera, fue testificada el año de 1648, de que comunicó con una hechicera remedio para que el padre de dos hijos que tenía, los recogiese o les enviase remedio. Que no quería ofender a Dios, que para sí ella ya ganaba de comer y de que la dicha hechicera la pidió una darme de oro, incienso y agua arrojada, un vidrio, un huevo, dos velas de cera y pólvora; y de que habiendo dado a la dicha hechicera tales cosas, ésta en presencia de dicha rea echó una suerte en esta forma.


Cogió pastilla de incienso y las echó en unas brasas que apartó del fuego en un badil; en una redoma echó agua rosada, agua simple, un botón de oro y un huevo, mientras tanto, María Guerrera iba sahumando la dicha redoma con el vino que iba saliendo de los olores. Encendió dos velas y hablaba entre si algunas palabras, e hizo que la dicha rea pusiese la boca encima de dicha redoma y la mandó ir diciendo: “Don Diego, ven que aquí te espero yo y tus hijos, como Santa Marta recogió los que andan por los aires, vuela, recoge, y ven a mi y a tus hijos.”


Que la dicha hechicera la puso en medio del fuego echándole candela alrededor de ella y pólvora en cima de la candela, y que la dicha hechicera le había dicho que hincase siete clavos en siete iglesias para que el padre de sus hijos no se metiese religioso; y que preguntándole la dicha hechicera si había hecho aquello, respondió que sí.


Fue mandada prender el 10 de enero de 1650 y fue puesta en casa del alcalde de cárceles secretas, el 15 de dicho mes se le dio la primera audiencia y en ella confesó haber comunicado con la dicha hechicera y haber hecho lo que le dijo y que se arrepintió de lo que había hecho.


Fue condenada a que saliera a auto y que en la sala de la audiencia se le leyese su sentencia, que fuese gravemente reprendida, advertida y conminada para adelante y que saliese desterrada por dos años voluntarios”.[3]


La condenada por curativas supersticiosas que conoceremos a continuación, es también natural de Llerena; de nombre Agustina González, fue calificada por la Inquisición como una bruja que había hecho pacto explícito e implícito con el Demonio. Bruja que practicaba la necromancia, buscando en los cementerios de Llerena parte cortadas que ella misma pedía a sus cómplices, para poder desarrollar sus hechizos y maleficios. Esto es lo que cuenta de ella su expediente inquisitorial.





Agustina González


“El Inquisidor Fiscal de Llerena contra Agustina González, vecina de Llerena, por delitos de curativas supersticiosas. Tomada sumaria y calificados algunos dichos y hechos de esta detenida, se le acusa el haber tenido pacto implícito o explícito con el demonio y que por esto es sospechosa de levi, viene votada a prisión con embargos de bienes, y que se le siga su causa hasta la definitiva.


Tuvo principio por declaración que sin ser ya llamado hizo ante el comisario de Pozo Blanco el día 15 de diciembre de 1780, D. Francisco Gómez Villares, natural y vecino de Fuente del Maestre, de edad de 37 años, denunció en descargo de su conciencia, que padeciendo una enfermedad habitual pasó por Llerena a las aguas de Marmolejo por el mes de noviembre del año anterior. Un vecino llamado Santiago Araujo viéndole padecer, porque creyó que podía estar maleficiado, le llevó a casa de esta rea para que le curase, administrándole para su curación varias unciones y polvos. Lo hospedó en su casa y le dijo, que lo que tenía eran hechizos y maleficios y que si quería le haría ver en una cazuela de agua quién se los había dado, pero no quiso el delator porque creyó era una gran embustera.


Que le oyó contar estando solos los dos, que a D. Nicolás Montero, presbítero, otra convecina le había dado hechizos hasta que le ocasionó la muerte, pero el delator presumió que esta mujer había sido la asesina de dicho sacerdote, porque se jactaba de contar acto tan criminal sin decir el nombre de la otra vecina. El comisario remitió al tribunal de Córdoba esta delación sin ratificar al delator, porque a más de causarle nota en el Hospital de Jesús Nazareno donde se hallaba, éste estaba bastante grabado de su mal y la cabeza algo perturbada.


El tribunal de Córdoba remitió dicha delación al de Llerena, y a instancia fiscal se examino a Santiago Araujo y demás testigos que resultaron ser vecino de Llerena, de 31 años de edad, sin oficio por estar baldado; y declaró a la primera pregunta de oficio: que diciéndole el delator que su mal no podía ser gálico porque después de tornadas unas unciones hasta tres veces se encontraba peor, y que si acaso serían hechizos; rogó al declarante si sabía de algún sujeto que le pudiese curar esta enfermedad, quién trató este asunto con la reo y le llevo a su casa, y que por referencia del delator sabe el testigo lo que la reo ejecutó con él para curarle; y que no se curó y este marcho a Marmolejo.


Se le pregunta, ¿si sabe que detenida utilizaba o usaba en sus curaciones algunas oraciones, signos o caracteres y si hacía pronósticos sobre sus efectos?, respondiendo que nada sabe sobre el contenido de la pregunta, pero si que esta mujer es muy perjudicial en Llerena por sus embustes y estafas por motivos de sus curativas.


Que por su genio diabólico se hace temer de todos, y qué aunque diga y haga lo que quiera, ninguno se atreve a respirar no sea que le de alguna cosa y le quite la vida.


Examinada Josefa Maldonado de la misma vecindad, de 52 años, ama que fue de D. Nicolás Montero, presbítero, a la segunda pregunta de oficio contesta y declara: qué dicho su amo ya difunto, estuvo enfermo en dos ocasiones y por la pertinacia de su mal hizo juicio con la declarante de que serían hechizos, los cuales tal vez se los habría dado esta rea que vivía en la misma calle. Por tal motivo su amo mandó que la llamasen para que le curara y le llevó y le aplicó unos ungüentos echando encima de la untura unos polvos de ceniza y que ningún alivio consiguió, dándole por ello 2 o 4 reales.


Que en otra ocasión su amo tuvo una fuerte quimera con la detenida por unas gallinas que le faltaron, arrojándose a la casa de la convicta y dándose por agraviada, prorrumpio en malas palabras y amenazas contra el presbítero Montero, quién le dijo a la rea, que su casa era una cueva de maldades. Que a pocos días cayó enfermo su amo y que estuvo así mucho tiempo sin aprovecharle las medicinas, por lo que recelaron le habrían dado hechizos y por que la detenida así se lo dijo públicamente a su mujer, y que por esto pidieron a D. Manuel de Toro ministro de este Santo Oficio que mediase en este asunto.


Que no vio que utilizase oraciones ni cosas sagradas para sus curaciones, pero sabe que es muy perjudicial por sus embustes.

Examinados que fueron D. Manuel del Toro y su mujer Doña María Saavedra de 56 y 37 años dicen: que es público que esta rea dio hechizos a un mozo llamado Milano por haberla imputado de ladrona con motivo de haber tomado unas legumbres de la huerta de su amo D. Vicente Lobo sin su permiso. Que lo amenazó y que a los pocos días cayó enfermo y murió causando mucha novedad a los sujetos que supieron del caso.


Contestan, que es muy perjudicial esta mujer y que en su casa dice el familiar, que en su casa se cometen muchas maldades por algunos vinosos que admite en ella, y que no saben los testigos si usa cruces, oraciones o cosas religiosas en sus curaciones. Que todos la temen, aunque cree que pueden declarar algunos vecinos como Agustín Viles, Basilia Moreno y Juana Cristina, así como toda la vecindad.


Agustín Viles contesta: que en una ocasión la encarcelada le comento que su mujer por el fuerte genio que tiene, le había pedido hechizo para matarlo, y que si él quería podía hacer con ella lo que la misma pretendía hacer con él, cosa que no quiso aceptar el declarante. Aun así, la hechicera le dijo: que le pondría unos polvos sobre la chupa y con ello experimentará usted algo de tranquilidad. Que con esto su mujer se serenará y tendrán paz en su casa, pero que nada se consiguió. Por ello Agustín Viles le dijo en otra ocasión, que la reo era una bruja embustera, a lo que respondió la detenida, que en su casa tiene una pared toda llena de alcayatas y con concurren a ella la Señora Manuela y sus amigas y se ponen a bailar en cuero por las paredes, sujetándose en ellas como si fuesen culebras, y si queremos saber cuando una mujer está en el mismo acto de torpeza, no hay más que poner un librillo con agua y asomarnos para verla y conocerla. También le contó la apresada al testigo, que una noche saliendo con la Manuela y sus amigas a los cercados del camino de los molinos donde cogieron a un pastor y que toda la noche estuvieron jugando con él a la pelota, y zambulléndolo en una laguna y que quedó muy maltratado.


Que también sabe el testigo por haber estado alguna vez en casa de la detenida, que es alcahueta y que su marido consiente que se ejecute e su casa muchas maldades. Que en las diferentes veces que el declarante ha estado en su casa, ha visto llegar muchas mujeres a pedirle remedio para sus depravados intentos; y preguntándole el declarante ¿Anda buena la curativa?, respondía, no anda mala. Que también vio la declarante que hasta su casa venían un hombre de Hornachos con sus alforjas cargadas de viandas, y que al regresar iba cargado de medicinas, y de hecho la vio hacer un día unos berros con otros ingredientes y que le dijo eran para que se los llevase dicho hombre a una sobrina, pero ignora si en dichas composiciones usa de signos, oraciones o cosas religiosas.


Que también le contó la rea al testigo, que en una ocasión la Manuela y sus amigas fueron todas hasta villa de Usagre con el cometido de quitar la vida de un hombre de dicha villa, y reconvenida por el testigo le dijo, como podía quitarle la vida a un hombre que suele tener siempre el rosario en su mano, contestándole la rea, que se lo quitaban del cuello y que lo colgaban en una espiga y que luego le quitaban la vida.


Basilia Díaz Moreno, viuda, de 38 años de edad cuenta: que en una ocasión escucho blasfemar a esta mujer diciendo, que no le tenía miedo a Dios ni al diablo, que es sumamente perjudicial y que todos los vecinos la temen. También declara la testigo, que esta mujer curó en Llerena a Doña Josefa Zambrano y a la tía Guerrosa, pero ignora si usaba de signos, oraciones o cosas santas.


Vicente Lobo, de 33 años, citado sobre el lance que acaeció en su huerta entre su mozo Miguel Molano y esta rea, contesta en esta forma: que llegó la rea a dicha huerta a comprar (no dice a hurtar como el testigo lo cita) unas lechugas y sobre si le daba pocas, tuvieron ambos una fuerte quimera. Cuando llegó el declarante ya la reo se marchaba amenazando al mozo diciéndole, “que antes de 15 días lo habría de ver”; que con efecto a los dos días le dio al mozo un grano en la garganta tan malo, que murió a los seis días. Que esta mujer es temida por todo el pueblo y que su casa es un burdel, tiene maldita lengua, es embustera, estafadora y alcahueta, siendo tenida por todos como muy mala.


También se acusa a la detenida, de contar a Francisca Guerrosa, que esta iba de paseo por las noches con otra amiga y que en dicho paseo llegaban hasta Cádiz en la misma noche.


Examinada Isabel Pérez de 32 años de edad declara: que un día fue la reo a su casa a pedirle un poco de leña y esta se la negó, y que la reo le dijo: que tenía muchos quebrantos con su marido y padre a consecuencia de una amistad; y que si quería la testigo, haría que tanto uno como otro asintiesen a que la testigo confirmase la buena relación que tiene con la Señora Manuela, a lo que accedió la Isabel Pérez dándole a la reo un jubón con puntas de plata y se marchó.


Doña Josefa Zambrano de la misma vecindad, estado casada, de 34 años de edad, fue citada y declaró en su testificación: que fue curada por esta reo; contesta y dice, que hace como cinco años que padeció la testigo una enfermedad sin sentir alivio con las medicinas, por lo que hizo que su criada que era entonces María Rodríguez, consultase a esta reo dicho mal, y le respondió, que para sanarla necesitaba de una prenda de su ama para consultar el mal que tenia con sus amigas. La testigo mando a su criada que le llevase una media de seda, y cuando la vio la detenida dijo contundentemente, que eran hechizos y que daría parte a sus amigas para curarla. Que para ello le envió por su criada la testigo varios maravedíes, dándole Agustina González unos emplastes para que se los aplicase en la parte donde tenía el bulto que le ocasionaba su enfermedad, y juntamente también le mandaba unas tiras de papel de estraza para que en forma de cruz las pusiese encima del emplaste diciéndole: que la cruz de papel que llevaba ya iba conjurada para lo mismo. Que otra vez también le mandó otro emplaste y un medio pliego cortado en forma de cruz de Caravaca para que hiciese lo mismo; que ningún alivio consiguió con esto y haciéndoselo saber a la presa respondió. que era preciso fuese ella a curar a la testigo pues así se prometía conseguirlo, diciéndole, que había de arrojar una bola de gusanos que le causaban el mal. Que con efecto fue durante una siesta que la reo la visito y le puso sobre la parte dolorida un emplaste, y por concluir parece que hizo Agustina González un signo encima con toda la mano derecha en forma de cruz; pero que nada se consiguió y la dejó. Lo mismo declara la que fue criada de María Rodríguez, de edad de 33 años, asegurando de positivo que el final de la última curación fue hacer una cruz con toda la mano tendida encima del emplaste.


El comisario presentó en el tribunal estas diligencias sin informar cosa alguna de los testigos ni de la reo y a instancia fiscal, se recorrieron los registros de los tribunales no resultando nada contra esta; aunque desde el de Barcelona resulto encontrarse testificada una Agustina González, datos que convienen en la edad y en los delitos y no en el estado que se dice de viuda y tener un hijo hortelano.


Sacado extracto para calificar pasó a dos calificadores, y el uno no encontró ni en lo objetivo ni en lo subjetivo censura teológica, sino la de ser esta reo escandalosa, supersticiosa, maléfica, sediciosa y sospechosa de pacto con el diablo; y en lo subjetivo es mujer que se tiene en Llerena como una grandísima embustera, embaucadora con arrendajos de bruja y hechicera, sediciosa y perturbadora de la paz y caridad.


El fiscal puso la clamorosa y el tribunal por auto de 12 de marzo de 1782 dijo: que dicha reo fuese gravemente reprendida por el Inquisidor más antiguo y también su marido, por los excesos cometidos por aquella y por este apercibidos. Se les avisó de que en caso de reincidencia serían castigados con todo rigor de derecho, ordenando el tribual que se suspendiese esta sumaria como así se ejecutó; pero con fecha 26 de noviembre de 1783, fue de nuevo delatada ante este tribunal Agustina González por sus andanzas.


Examinada Maria Marcelina, viuda, de 30 años de edad y que vivía en la casa de esta declara, que observo por la primavera y parte del verano de 1783 que estuvo allí, que esta reo hacía muchas curativas de hechizos, mal de ojo y ligamentos a diferentes personas de Llerena y de otros pueblos que iban a su casa. Entre ellos fue u mozo de Hornachos que estuvo por estas fechas tres días en casa Agustina González y cuando se marchó, vino la noticia a Llerena de que había muerto, diciendo la reo que ella ya sabía que se iba a morir. Que ella había dado prisa de que se lo llevasen porque la Señora Manuela había dicho, que no tenía remedio; y preguntada por la testigo quién era la señora Manuela esta le respondió: que era una amiga de Fregenal y que los más de los días iba a su casa. Que también vio la declarante y su hija Ramona Izquierdo, que esta nefanda mujer cura del mal del ligado al muñidor o enterrador de Llerena a quien le dio diferentes unturas y polvos sacándolos de un deposito que tenía en unos pucheros, y que los polvos unos eran amarillos, rojos y otros blancos. Que un día fue una mujer de Trasierra y expresó a la reo que su marido tenía amistad con otra y que no tenía paz, y le mandó unos polvos que suministrándoselo a su marido este la quisiese más a ella y aborreciese a la otra; también declara la testigo, que asimismo los dio a otra mujer para que poniéndolos dentro de una carta que había de escribir a su marido que estaba ausente y no quería vivir con ella, lo conseguiría al punto y la querría con más extremo que antes. Que vio la testigo que Agustina González tenía una olla con composición de aceites y polvos para evitar quimeras y disensiones en los matrimonios según ella decía, y una noche que salio con la declarante observo, que llevaba otra olla y apartándose de ella se metía en algunos zaguanes y rociaba con agua caldo; y que una de las casas en que lo hizo fue en la de D. Gabriel Torres, diciendo aquí se necesita mucho caldo.


Que expreso la detenida a la declarante, que hacía ovillos a los sujetos que quería, y que había hecho venir a uno con la estopa que le hizo a una moza que iba buscando la justicia. Que a los sujetos que daba polvos y unturas les decía primero, “oigan ustedes lo que dice la Señora Manuela”, y que la detenida hacía preguntas desde la cocina y respondía de adentro, diciendo que llevasen aquella que sanarían haciendo cuanto esta les dijese. Que la declarante no declaró contra la detenida por miedo que la tenía, pues decía que cuanto la hacían se lo pagaban. Que cegó a la ama de un clérigo a pausas, primero de u ojo y después de otro, y que al clérigo lo había muerto con hechizos y que lo curaba puntualmente con la Manuela con consentimiento de los Inquisidores, pero con la condición, de qué aunque ella supiesen este consentimiento ellas no lo podían decir. Que si querían ellas podían decir quienes eran las que daban los hechizos, que solo tenían que tener un cubo, un poco de agua y asomándose en el mismo verían a las delincuentes hechas renacuajos de medio cuerpo para abajo. La testigo declaró, que la detenida iba ya enseñando a una hija de la declarante, de suerte que se vio precisada a salir cuanto antes de su compaña. Finalmente declaró la testigo, que hace como un mes más o menos que Tomasa Fernández había oído a Vicente Cordero, que teniendo este una amistad o procurándola, fue haberse con esta reo a quién regalaba muy bien, y que estando en su cocina oyó un gran ruido y hablar en el cuarto dormitorio y entró en él la reo o se asomó. Y preguntada por dicho Cordero que ruido era dijo: que era la señora Manuela y sus compañeras que a cavaban de entrar por la ventana; y que queriendo asomarse dicho Cordero le dijo la reo que no vería a nadie porque se hacían invisibles; pero si quería las oiría hablar: y de hecho hablando Agustina González desde la puerta del cuarto, respondía de adentro.


Vicenta Izquierdo, de edad de 11 años, hija de la testigo anterior, declara lo que su madre y añade: que le contó la detenida que los ungüentos eran negros porque se hacían con tierra de difuntos y canillas de éstos, y que le enseñaría a la testigo como se hacían, y que sabiendo la justicia que curaba a los pobrecitos no le estorbaba a la Inquisición sus curativas.


Examinados José Hidalgo muñidor y enterrador y su mujer Catalina Jiménez, de edades de 30 y 40 años cuentan: que encontrándose enfermo con el mal del ligado le curó con polvos y pomadas bebiendo aquellos en horchata, y dándose con estos en las unturas de los brazos, piernas y partes pudendas.


Que la reo pidió a los declarantes. un brazo de un difunto recién enterrado o pedazo de ropa donde iba envuelto los cadáveres, y no queriendo condescender en esto, les pidió unas canillas del difunto, tierra de sepultura y todo ello se lo llevaron, pero no sirvió porque dijo que la canilla debía ser fresca para poderle sacar el tuétano y hacer con el mismo el ungüento.


El Comisario presentó al tribunal estas nuevas diligencias informando bien de la fe y crédito que merecen los testigos, que no hay odio ni rencor hacia esta mujer, aunque comentan, que tiene gran fama de embustera, supersticiosa y estafadora. Una testigo entrego al tribunal un puchero con las pócimas que había elaborado para este cliente; también comentan, que le llevaban tocino y dinero que pedía para poder desarrollar sus conjuros y pócimas.


Se sacó extracto para calificar los movimientos de esta mujer y los calificadores determinaron, que practicaba la hidromancia en el hecho de manifestar que poniendo un librillo con agua, y que si se asomaba a el veían hechas renacuajos de medio cuerpo hacia abajo a las que habían dado los hechizos. La superstición llamada “auspitiun” por haber dicho, que ella y sus compañeras habrían de salir aquella noche desde la chimenea de su casa poniéndose sobre unas alcayatas para tomar el impulso. También practicaba la necromancia, en el hecho de haber pedido al enterrador una canilla fresca de difunto y tierra o pedazos de ropa en que iban envueltos los cadáveres y una cinta encarnada. Que todo esto demuestra, que la reo hace pacto explicito e implícito con el demonio y que en lo subjetivo esta reo es escandalosa, una mujer que turba la tranquilidad de los pueblos y que con sus practicas induce al tolerantismo y lo promueve.


Pasada la calificación al Inquisidor este puso la clamorosa, y el tribunal la voto a prisión con embargos de bienes, y que se le siguiese su causa hasta la definitiva, cuyo auto se confirmo con el Consejo de la Inquisición el 13 de octubre de 1784. Con fecha 25 del mismo mes, Agustina González fue llamada para tomarle declaración de los hechos imputados, y bajo juramento dijo llamarse Agustina González Meneses, natural de Llerena y vecina de Llerena, de 64 años de edad, casada con Fernando Almeda de ejercicio sillero y que la reo trabajaba en medir vino en una taberna. Declaró su genealogía que es toda de cristianos viejos naturales de la provincia de Extremadura, y que nunca habían sido castigados por el Santo Oficio: que la presente es cristiana bautizada y confirmada y que comulga cuatro o cinco veces al año, oye misa todos los días de precepto y los días de trabajo cuando puede, se supo signar y santiguase, dijo bien el Padre Nuestro, Ave María y Credo, y no respondió a otras preguntas de doctrina cristiana por decir que no estaba para ello, aunque la sabia; especialmente no se acordaba de los mandamientos de la ley de Dios y que no sabe leer ni escribir ni ha salido de Extremadura.


El 12 de enero de este año se dio a la presa la audiencia de publicación de testigos, en la que niega conforme lo hizo en la acusación, confesando solamente que es cierto que se ha valido de algunos embustes en puntos de curativas tomando lo que la daban voluntariamente para socorrer sus necesidades. Que no pretendía atemorizar ni perjudicar a nadie, ni estafar a persona alguna: que así curó al clérigo de Fuente del Maestre, al hombre de Hornachos a Doña Josefa Zambrano y algunos otros.


Que también había dado algunos polvos a varias personas que han ido a consultarlas y buscar remedios para sus males y ligaduras, pero no para que las mujeres quieran a los hombres o los aborrezcan. Que igualmente es cierto haber contado a modo de conversación, que esta reo salio una noche con la señora Manuela y sus amigas al camino de los molinos donde cogieron un pastor. Y que también otra noche salieron desde Llerena hasta Cádiz volando y volviendo a la mañana siguiente, pero que es falso que lo ejecutase. Que a si mismo es cierto haber contado que ella y la señora Manuela y demás amigas concurrieron a quitar la vida a un hombre de Usagre a petición de su mujer, pero que no es cierto que lo hiciesen ya que todavía vive ese señor y que pedía clemencia y misericordia al tribunal.


Se tuvo el auto el 29 de mayo en la Iglesia de monjas de Santa Clara, hizo sus ejercicios y confesión y demostró arrepentimiento según informo el director que se la puso, como también que la había instruido en la doctrina cristiana suficientemente. Fue puesta en la casa de penitencia, y en agosto de 1786 el alcalde comento al tribunal, que a esta mujer la había amonestado diversas veces por la continuación que tenía en una casa de la calle de Bolaños causando alboroto en toda la vecindad. El tribunal tomo informes y resultó ser cierto lo representado por el alcalde, por lo que fue llamada y reprendida severamente en el cuarto del Inquisidor más antiguo, y se le mando guardase reclusión por un mes sin salir más que a misa; prometió cumplirlo y postrarse en lo sucesivo con el mayor juicio.


Examinado el presbítero D. Gregorio contesta y declara: que estando en el atrio de la iglesia mayor de Santa Maria de la Granada, como a eso de las 11 de la noche el verano próximo pasado, vio pasar y entrar por la calle de la Caña a dos mujeres que no reconoció, y movido por la curiosidad las siguió y vio que se incorporó con ellas esta mujer. Que mudaron de conversación y una de ellas dijo dos o tres palabras en tono más alto sobre trato de cerdos, pero comprobó el testigo que esto era fingimiento porque se habían dado cuenta de que las estaba observando. Que el testigo se oculto en una esquina y que las vio salir al campo, no las quiso seguir por recelo y pavor que tubo.


Se desconoce de este caso la sentencia definitiva por lo que posiblemente no fue juzgada.[4]


El hombre desde siempre ha sentido la necesidad innata de desear el mal a su enemigo, y de entre las numerosas formulas empleadas para proyectarlo hacia otra persona, y ya desde tiempos ancestrales, empleó el maleficio.


Maleficio: es la proyección del mal hacia otra persona a través del hechizo y el encantamiento es la práctica supersticiosa por la cual se embelesan, suspenden o arrebatan las potencias del hombre mediante el pacto habido con el demonio o ser supremo del mal.


Tanto hechizos como maleficios son los actos característicos de la hechicería que se pueden practicar de muy diferentes maneras, y a través de los cuales se puede privar a una persona de la salud e incluso de la vida, según la creencia popular.


Las manzanas a lo largo de la historia, han sido famosas como elemento propagador de hechizos y brujerías, solo tenemos que acudir al famoso cuento de Blancanieves y a los ejercicios maléficos de la bruja, para darnos cuenta de que esta realidad algo de cierto tiene en todo este mundo. Un ejemplo de ello lo vamos a conocer en nuestra siguiente condenada, una mujer natural de Jerez de los Caballeros y vecina de Llerena, lugar en el que perpetraba sus singulares hechizos y envenenamientos.






María la Panda.


“Con fecha de 19 de marzo de 1784, la delató Fr. Francisco Bernardo de Jarandilla, religioso franciscano descalzo en Llerena, con referencia obtenida de Manuela Mateos mujer de Francisco Santos, vecinos del lugar de Trassierra. Examinada dicha Manuela, de 34 años de edad declara: “que por la cuaresma del dicho año de 1784 y estando enferma su madrastra Antonia Palanco y con motivo de creer que estaba hechizada, se valió su padre Francisco Mateos de una persona que ignora, la que hubo de ver a esta mujer que vivía en Llerena. A la misma le llevó una camisa de la enferma y vista por ella expresó, que padecía de hechizos, llevándose a la rea a casa de la enferma para curarla. Llamó a la testigo y habiendo ido encontró allí a la reo a quién no conocía, y que admirada por su modo y soltura la preguntó, ¿como conocía que eran hechizos y porque?, respondiendo la reo: “porque yo lo se y son de muerte, y sé quién y como se lo hicieron en esta villa de Trassierra al pisar un poco de agua vertida; y volviéndola a preguntar la testigo, ¿que porque y como lo sabía?, dijo: “yo bien lo se porque me lo han enseñado”.


Que reparo en un momento que la rea tenía para curar a su madrastra, unos pucheros de barro con ungüentos de color negro y unas bebidas en dos botes que expresó ser para la dicha enferma. Y preguntándole la declarante ¿que como hacía aquello?, respondió otra vez: “que ella curaba mediante Dios”, respondiéndole, que no podía ser mediante Dios sino mediante pacto con el diablo, y que eso no era bueno. Por lo dicho se alteró y llamó al padre de la testigo, diciéndole que la sofocaba la declarante, contestándole el padre: que era su hija y que quería que asistiese a la curación de la enferma y que no tuviese cuidado porque lo supiese. La rea les dijo con amenazas: “que ellos bien pueden saber, que si llegan a denunciarme yo padeceré, pero ustedes todos han de padecer más que yo”.


Que se salió del cuarto la testigo creyendo que la rea era una embustera porque su madrastra se lo dijo. Que en otras ocasiones que estuvo enferma y fue llamada la rea, esta le untaba los ungüentos por los muslos de las piernas y brazos, diciéndoles que el mal lo echaría por las uñas de los pies. Que para dichos frotes ponía a la enferma boca abajo diciendo algunas oraciones, para lo cual pedía una toalla o paño que no hubiera servido y se ceñía con ella, y después se la llevaba diciendo: “que la tenía que introducir en una esterquera”. Que también dijo a dicha su madrastra, que en Llerena había muchas curas y que había hecho una a un clérigo que estaba ligado, y conociendo la rea el mal que padecía le dio por remedio pidiese una liga a fulana y que se la pusiese dicho clérigo, con lo que al punto se sanó.


Que cuando se presentó la testigo en la cura de su madrastra, pidió la detenida un baño grande con ascuas donde puso unas semillas, cáscaras de avellanas y yerbas que llevaba, y levantando a la enferma la ponía a que tomase aquel humo, y que después la dio de las bebidas que llevaba tomando la dicha rea antes de dárselas para que viese que no hacían mal. Que le dijo que era agua con raíces de berros. Que la rea iba y venía de noche para dichas curas, porque decía que no podía faltar de su casa toda la noche por tener visita de cierto sujeto que indispensablemente la había de ver.


A instancia fiscal se examinó a Cristóbal Julián Caballero, Maestro flebotoviato en Trassierra, hombre de 46 años de edad, que por no haber en la villa médico ni cirujano, él visitaba a los enfermos de dicho lugar. Preguntado si la dicha Polanco murió de enfermedad natural y cual contesta: “que la visitó hasta su fallecimiento y que habiendo padecido primeramente un excirso en un pecho se le cortó, y que restablecida le sobrevinieron unos dolores de espaldas y riñones con fiebre continua. Que la visitaron, D. Francisco Pérez, médico de Llerena y un químico de Villagarcia y que el declarante le suministraba las medicinas.


Sacado extracto de lo ocurrido después de la sentencia, se calificó en lo objetivo de supersticiosa de vana observancia, adivinación y embuste, y en subjetivo sospechosa de levi. El tribunal según lo pedido por el Fiscal por auto de 7 de agosto de 1784, la votó a prisión en cárceles secretas y que se la siguiese su causa hasta la definitiva. Vista en el consejo en 2 de febrero, se acordó se suspendiese por ahora.


Suspensa ha estado hasta el 23 de julio de 1790, en que delató y declaró en Llerena ante el Nuncio del tribunal nuevos testigos como Juan Felipe y otros.


Examinado Juan Felipe de León de 38 años, Francisco Sánchez Trejo, María Benita Cardenal y María Antonia Jaramillo, todos citados porque se encontraron presentes en el lance de la cesta de manzanas que la rea en vio a Zafra por el correo.


Juan Felipe de León declara, que hace años estando su madre mala de la vista llamaron a la rea para que la curasen, y dijo que tenía hechizos y por tal los curó; pero la puso peor llevando al declarante un buen dinero.


Dice Francisco de Trejo que fue quién recibió la cesta de manzanas, que la rea le dio dicha cesta de manzanas para que la entregase en Zafra a la mesonera del Mesón del Agua, y que pidiendo al testigo su cuñada la Jaramillo y María Cardenal que las diera unas manzanitas, respondió el testigo, que no quería porque le parecía que dichas manzanas eran compuestas para hacer mal por habérselas entregado esta rea y tener muy mala fama”.


Fue condenada a salir a auto público de fe, abjurase de levi, y fuese gravemente reprendida en una iglesia en día de fiesta mayor, avisándola de qué si volvía a reincidir en su forma de vida supersticiosa, sería castigada con mucho más rigor por el Santo Oficio. [5]


María la Panda, toda una bruja de cuento de Blancanieves. Nuestro siguiente invitado es natural de Berlanga, su nombre Miguel Moreno y de él la Inquisición de Llerena nos cuenta que es un hombre que domina el arte de hacer aparecer las cosas perdidas.


Tuvo principio por delación y aclaración que sin ser llamado hizo ante el Comisario de dicha villa el 20 de enero de este año Juan José de la Cruz, vecino y sacristán de la misma y de 42 años de edad. Este sacristán expresó: “que estando en su casa oyó a María Tirado lamentarse, de que a Este reo su hijo le había imputado tener un libro por el que hacía aparecer las cosas perdidas o hurtadas. Que habiéndole quitado a una tal Medina unas mudas de ropa blanca la dijo el reo, que no tuviese cuidado que aparecerían y que de hecho aparecieron. Que igual caso había acontecido con unos vecinos de la misma villa sobre otra alhaja que se le había perdido. Finalmente dijo la madre del reo, que había quemado el libro y que se lo había dado un forastero en el campo.


Remitió el comisario esta diligencia al tribunal y con fecha de 1 de marzo uno de los Inquisidores le preguntó al reo ¿Qué como hacía para que apareciesen las cosas?, contestando, “que leyendo en su libro se le presentaban tres personajes que eran los diablos, y que le decían que era lo que les mandaba”.


El tribunal dice, qué por lo hechos manifestados por el reo, tiene pacto con el diablo y que así lo conceptúa como sospechoso de levi.[6]


Nuestra siguiente supersticiosa a conocer es natural de Fuente del Maestre, su nombre María Pedrera, una mujer que amén de hacer aparecer cosas perdidas, la misma es una gran curandera de fama en toda la zona.






María Pedrera


“Vecina y natural de Fuente del Maestre, tuvo principio por delación que el 12 de junio de 1781 hizo ante el familiar D. Fernando Ramírez Villarejo, Regidor perpetuo de ella, de edad de 47 años, y dijo: que una tarde del mes de mayo o principio de junio de dicho año, oyó decir a Lucia Peña, que a su hermano el miliciano lo había curado esta rea de hechizos. Que en el vulgo corre con fama que dicha rea es curandera y que hace a parecer cosas perdidas. Hasta ella acuden y recurren los vecinos de la villa como si fuera verdadera profeta. Que a veces, para curar a un enfermo, mandaba echasen sobre el tejado del paciente a curar mostaza, y que con eso de momento acudirían allí todas las brujas que hubiese en el pueblo. Pero que atemorizada dicha Lucía de esto, no experimento ni echó la mostaza. Que asimismo dijo al delator Juana, mujer de Diego Bato, que habiéndosele perdido a su nuera unas calcetas lavando, acudió a la rea para que la dijese quien se las había hurtado, y le respondió, que una vecina suya, cuya adivinación dio lugar a que la cliente pidiese públicamente otras calcetas a los que se la hurtaron.


Cristóbal del Toro afligido por habérsele perdido unas caballerizas, preguntó a la rea si había medio para encontrarlas y respondió, que se acostase descuidado que aquella noche irían a su casa las caballerizas, y con efecto como a media noche llegaron a su puerta dichas caballerizas muy alborotadas.


Que por el mismo tiempo se hallaba esta rea curando de hechizos a una hija de Don Pedro Periañez y a Esteban Gordillo Conde, quién también dijo al familiar declarante Francisco Padín, que adivinó esta rea a F. Alcántara quién le habían hurtado una casaca y un azadón. Dicho hombre le dijo a la rea, que le dijese una oración para que apareciese la dicha casaca, contestándole la rea, “estate quieto y pon atención allí donde cante el gallo”, y oyó cantar tan confusamente un gallo que le pareció muy distante, avisó a la reo de haber cantado el gallo y le instó que aguardase a que cantase tres veces y que la última le parecerá que cantará junto así, diciéndole la reo, “ve en casa de fulana y dile que digo yo que te los de, y si te los negase, entre la cama tiene la casaca”; que fue y que se los entregó.


Isabel la Rabiosa, de 40 años de edad, declara que estando enferma y sospechando que la habían hechizado, acudió a dicha rea para que la curara, para cuyo fin le dijo a la testigo que buscase cogollos de retama y de adelfa florida, cera virgen y aceite con la que hizo un ungüento que aplicado a la declarante se verificó el alivio. También para curar enfermedades mandaba hacer sahumerio de cominos rústicos, azúcar y otras veces hacía un ungüento con flor blanca de adelfa, aceite y unas raíces que partía con su boca. Otros sahumerios que mandaba eran de palma bendita y romero, y que tenía un muñeco con el cual atormentaba a quién tenía que atormentar. Fue condenada a ser recluida en cárceles secretas, con confiscación de bienes, por pacto explicito con el demonio y que se le siga causa hasta la definitiva.”[7]


Otras brujas de la Comarca Campiña Sur fueron las siguientes.






Catalina Simona. Más conocida como “La Capadora”, natural y vecina de Azuaga, fue delatada de hechicerías por dos declaraciones que recibió el comisario de dicha población el 1 de octubre de 1727. Visto por el fiscal en el mismo día pidió comisario para el examen de los que se nombraba, dicho expediente esta sin terminar.[8] Se desconoce la sentencia.


José Rosales. Vecino y carnicero de la villa de Usagre, fue delatado de hechicero por carta recibida el 9 de marzo de 1721, al que la justicia real ya le había abierto auto y se mandó que el comisario le reconociese con los testigos que le delataron.[9] Se desconoce su sentencia.


Catalina la Cereza. Mujer de Luís Blanco, vecina de Ahillones, fue delatada por maleficios, hay solamente una comunicación del Tribunal de 19 de julio de 1724 para el Comisario de Berlanga en la que se dice: que se le renueve la declaración que antes se le había hecho para que examinase a la delatante, no hay otra cosa en el proceso.[10]


Maria Hernández. Gitana residente en Berlanga, fue testificada por dos mujeres de embustes y hechicerías, cuyas declaraciones remitió el Comisario y se recibieron el 9 de noviembre de 1718.[11]


María Manzana. Vecina de Llerena, fue testificada de hechicerías por sumaria hecha el


9 de febrero de 1733.[12]


Agustín Romero. Vecino de Berlanga, fue testificado de embuste por una sumaria que se recibió con fecha 17 de febrero de 1693.[13]


Ana García. Mujer de Manuel Hernández, vecina de Usagre, fue delatada de curativas supersticiosa el 6 de junio de 1722.[14]


Francisca de Aller. Vecina de Llerena, fue delatada de hechicerías y adivinaciones, por un memorial que se recibió en el Tribunal el 12 de octubre de 1696.[15]


María González. Vecina de la Fuente del Maestre, fue delatada de hechizos por delación que remitió el Comisario recibiéndose en este Tribunal el 3 de enero de de 1709.[16]


Antonio Morillo. Vecino de Berlanga, fue delatado de curativas supersticiosas con fecha 8 de noviembre de 1729.[17]


Josefa la Galbana. Vecina de Berlanga, fue delatada el 30 de agosto de 1739 de hechicerías.[18] En esta misma población de Berlanga diferentes personas fueron delatadas por carta de un ministro con fecha 13 de febrero de 1723, de que curaban por medios supersticiosos.[19]


La Candelaria. Vecina de Valencia de las Torres, fue delata por maleficios, solo hay un testigo que declaró contra ella el 19 de julio de 1729.[20]


Una muchacha. Vecina de Llerena, de 12 años de edad, fue delatada en este Santo Oficio con fecha 10 de septiembre de 1716, por un papel en que se indicaba que era Zahorí y que adivinaba los cómplices de aquellos que se dedicaban a robar.[21]


También en Llerena, y en pedimento Fiscal de 12 de abril de 1722, se hizo relación de ser público en esta ciudad de Llerena, de que el día de San Marcos usan de conjuros y bendiciones algunas personas; y que habían introducido un toro en la ermita de San Marcos y que se había predicado el hecho como milagro. Se cuenta que el toro no hizo daño a persona alguna a pesar de que la ermita estaba llena de gente, por todo ello se pidió comisión para la averiguación del caso y todas sus circunstancias: en 30 de dicho mes se mando la comisión y se dio en 2 de mayo donde se examinaron 10 testigos, y hecha la ratificación se trajo al Tribunal el 11 de agosto de dicho año. Con fecha 21 de dicho mes el Fiscal pidió que se sacase extracto y se calificasen los dichos y hechos. Con fecha 22 se pidieron autos y en la misma Audiencia se mandó sacar dicho extracto y dar el mismo a los calificadores, no consta haberse hecho otra cosa.[22]


Juana la Morena. Esclava de Francisco Rodríguez, vecina de Fuente del Maestre, fue delatada de supersticiones y hechicerías el 2 de diciembre de 1732.[23]


Matías José y Antonia Moreno su mujer, Juan Galugo y María de Mena, solteros y vecinos de Llerena, fueron testificados de haber practicado supersticiones en la noche de San Juan del año 1733, siendo el Comisario de Llerena el que presentó al Tribunal la Sumaria el 26 del mismo mes. Con fecha 3 de marzo de 1735, se calificaron dichos hechos dándolos por supersticiosos y sospechosos de pacto implícito con el demonio, y con fecha 5 de dicho mes dictaminó el Tribunal de que fuesen presos con embargos de bienes y que fuesen gravemente reprendidos.[24]


María Sánchez y su hija María de la Cruz, ambas están presas en la cárcel de Usagre de donde son naturales y vecinas, fueron delatadas por carta del comisario de Usagre el 23 de enero de 1733, contando dicho comisario, que durante el registro de sus bienes se hallaron en la casa un medio cuerpo y manos de un sapo, una vasija pequeña de cocos negros y unos huevos podridos de aves.[25]


Estas han sido las personas delatadas ante la Inquisición de Llerena por prácticas supersticiosas, hombres y mujeres que con sus embustes y falsas patrañas intentaron en su momento ganarse la vida de la única forma que sabían, utilizando los siempre rechazados y proscritos caminos del Ángel Caído. Saquen queridos amigos sus propias conclusiones.


[1] AHN. Sección Inquisición. legajo 1988. N 61. Relación de causas año 1607


[2] Ibíd.


[3] AHN. Legajo 3681 N 3. relación de causas año 1650.


[4] AHN. Inquisición, 3730 exp. 128/


[5] AHN. Legajo 3730 Exp. 123.


[6] AHN. Legajo 3730, exp. 122.


[7] AHN. Inquisición Legajo 3730. Exp. 131


[8] Ibíd. 1987, caja 1 segunda parte.


[9] Ibíd.


[10] Ibíd.


[11] Ibíd.


[12] Ibíd.


[13] Ibíd.


[14] Ibíd.


[15] Ibíd.


[16] Ibíd.


[17] Ibíd.


[18] Ibíd.


[19] Ibíd.


[20] Ibíd.


[21] Ibíd.


[22] Ibíd.


[23] Ibíd.


[24] Ibíd.


[25] Ibíd.

jueves, 7 de febrero de 2019




Mujeres Emplumadas Españolas 


Las mujeres de mala vida y principalmente las que tenían por oficio el corromper a las doncellas, así como rufianes y alcahuetas, eran castigadas de una manera tan singular como extraña.

No hace mucho tiempo, cuando una mujer se hallaba convicta de haberse prostituido o de haber corrompido a cualquier otra, se la solía condenar a ser emplumada.

La sentencia se ejecutaba de la siguiente manera:

A las once de la mañana el verdugo iba en busca de la condenada y auxiliado por sus ayudantes, la desnudaba desde la cintura hacia arriba. El cuerpo se lo untaban de una capa de miel y ponían una coroza o birrete de cartón en forma de cono. Adornada de esta forma, la condenada subía encima de un asno, y se le ponía una argolla fijada en una barra de hierro cuya extremidad inferior se apoyaba sobre la albarda que llevaba el animal. Enseguida se la paseaba por las calles entre dos filas de soldados y alguaciles escoltados por la plebe.

Detrás de la condenada iban los dos ayudantes del verdugo llevando un gran cesto lleno de plumas de ave, así como el pregonero y el mismo ejecutor de la justicia.

La procesión se detenía en las principales calles y plazas donde el pregonero leía en alta voz la sentencia en la que se mandaba emplumar a la condenada, citando al mismo tiempo sus delitos. Este acto concluía, con la fórmula de “quién tal hizo que tal pague”.

Enseguida el verdugo cogía un puñado de plumas y las echaba sobre la miel con la que estaba untado el cuerpo de la condenada. Estas plumas daban un horrible y grotesco aspecto que movía a risa a la muchedumbre. Esta realidad la vivieron muchas mujeres españolas hasta bien entrado el siglo XIX, un ejemplo de ello es Antonia Inés (La Emplumada de Chinchón (Madrid), quién en 1817 sufrió tan denigrante castigo público.


Expediente emplumada de Chinchón 

“Oficio del excelentísimo señor duque, presidente del Consejo, dándole cuenta de haber sido sentenciada por la sala 2ª Antonia Inés a vergüenza pública, a ser emplumada por rufiana y alcahueta.

En el día de ayer se vio la causa contra Antonia Inés, de 40 años de edad, natural de Chichón por rufiana o alcahueta en su casa en la que tiene una tienda de vinos generosos, calle del Horno de la Gata n 15. Por sentencia con ejecución se le ha condenado a vergüenza pública, sea emplumada y a diez años en galeras”. Ésta condenada se encuentra en la cárcel de Corte de Madrid.[1]

En este caso como en otros donde una o varias mujeres eran emplumadas por delitos de sensualidad, no solo no servían para nada este tipo de castigos públicos, sino que publicaban las habilidades de tales mujeres, cuya consecuencia revertía en un aumento de la clientela, que ahora con más claridad sabía a quién dirigirse.

No todas las emplumadas tenían la misma suerte, hubo algunas qué durante la tercera guerra carlista, tuvieron que sucumbir con sus vidas por haber sido mujeres de los liberales migueletes. Esta realidad la vivió Tolosa (Guipúzcoa) en un día de San Juan de 1874, donde tres féminas después de sufrir la humillación publica con el emplumado, fueron asesinadas con azotes en diferentes lugares de la población. Las crónicas nos cuentan lo siguiente.

“Día de San Juan de 1874

Francisco Savalls, cabecilla carlista que en Olot fusiló a cuarenta y nueve carabineros, apresó en Tolosa a tres mujeres cuyos delitos eran ser esposas de migueletes liberales, y ordenó fueran emplumadas y azotadas.

Cuarenta sicarios a su mando ejecutaron su orden: se desnudó a las tres mujeres (una tenía 70 años), se desnudaron de cintura para arriba untándose de miel sus espaldas, pechos y se les lanzaron las plumas para que se le pegaran. Fueron montadas en burros y con una pandereta en la mano se las hizo recorrer las calles, de vez en cuando Savalls que iba al frente de los verdugos, gritaba <<Paluac o rain, paluac>> (apalearlas ahora, apalearlas); entonces el cortejo se detenía y las mujeres eran con gruesos cordeles azotadas: en la calle larga y en la calle de Guipúzcoa, cayeron muertas María Cudez y Teresa Espino; la última Magdalena Torres cayó cadáver en la Plaza Playor.

¡Esto presenció Tolosa el día 24 de junio de 1874!


Otras noticas de mujeres emplumadas la encontramos en Málaga donde el periódico el Alabardero de Sevilla con fecha 22 de junio de 1881 refiere lo siguiente:

“Que en el Valle de Abdalajis ha ocurrido el caso de haber sido emplumadas dos jóvenes y paseadas después por las calles en un borrico. Añade el mencionado periódico, qué al protestar los parientes contra tan brutal procedimiento, estos fueron apaleados por el alcalde”.[2]




El caso que presentamos a continuación no tiene desperdicios. La protagonista es una mujer obligada a ser matador de toros sin serlo, la anunciaron como tal, pero la intención era la burla y la mofa de esta dama. Anunciaron el festejo y se llenó la plaza a reventar y por su condición de hembra, después de terminar el espectáculo taurino, va a sufrir el castigo de ser emplumada en la misma plaza de lidia. La señora la presentaban como <<La Frascuelo>> y de ella se cuenta lo siguiente.

No sabemos quién metería a esta mujer a matar toros.

Al anuncio de la matadora <<Frascuelo>>, se llenó anteayer la plaza, cuando esta pobre mujer se conocía que en su vida las había visto más gordas. El señor Burgos que presidía la corrida, al oír la gritería y la algazara que produjo aquella pantomima, en lugar de encerrar a la fiera encerró a la pobre matadora.

Pero el público que debió de haber dado media vuelta y pillar con tiempo la salida, la reclamaba con insistencia y el señor burgos la dejó en libertad para que saliera de nuevo a la plaza. Nueva algazara y nuevo griterío. El temblor se apoderó de una manera tal de la Frascuelo, que aún cogido el toro por los cuernos y presentado de frente a ella, en vez de meter la espada al toro, hirió levemente en la muñeca a uno que sujetaba a la fiera.

Aquí empezó de nuevo el escándalo hasta que un joven pidió licencia para despachar al cornúpeto. La Frascuelo fue emplumada y paseada por la plaza de toros y por las calles siendo hospedada después de finalizar el escarmiento, en un calabozo de la cárcel del ayuntamiento.[3]

De nuevo en Tolosa vamos a tener un nuevo maltrato a la mujer por sus ideas liberales a manos de los carlistas. Dice el diario de San Sebastián, que el día 25 ofrecieron los carlistas nuevamente al pueblo de Tolosa, uno de esos bárbaros espectáculos tan comunes entre los defensores del absolutismo.

Tres mujeres que olían sin duda a liberales, fueron emplumadas y paseadas en burro entre bayonetas con la cabeza afeitada, al son del tamboril, de la gritería y de los insultos de una salvaje muchedumbre que gozaba en el suplicio de aquellas infelices.[4]



Otro caso de las mismas características se vivió en Villafranca (Navarra), donde de nuevo un grupo de mujeres serán vejadas en nombre de Dios y del Rey allá por 1834.

En el número 26 de el Motín de 1834, Zumalacarregui, genio militar a quién se cita como general insigne y muy competente en la ciencia de la guerra, mandó apalear hasta ensangrentarlas a varias mujeres de familias liberales.

Las desgraciadas víctimas desnudas de medio cuerpo hacia arriba, fueron untadas con sustancias adherentes, emplumadas y cabalgando sobre asnos fueron paseadas por entre una turba que prorrumpía en vivas a la religión y al Rey.[5]

Esta realidad ha quedado marcada en la historia actual con frases como: “a este lo han emplumado o vaya pluma que lleva ese”, cuando se ve por la calle a un hombre varón con afeminación en sus ademanes. Esta verdad sirvió en siglos anteriores, para estigmatizar y descalificar a muchos españoles que se movían en este ámbito más propio de personas que formaban parten del lumpen social del momento.


[1] Archivo Histórico Nacional. Consejos, L. 1409, Exp.42

[2]Crónica Meridional: diario liberal independiente y de intereses generales: Año XXII Número 6400 - 1881 junio 22

[3] Crónica Meridional: diario liberal independiente y de intereses generales: Año XXX Número 8582 - 1888 diciembre 28

[4] El Cascabel: Época 2ª Año XI Número 922 - 1874 agosto 9 (09/08/1874)

[5] La Voz de Menorca: diario republicano: Año VII Número 2581 - 1912 octubre 2




lunes, 7 de enero de 2019




Fr. Miguel Fernández Leonardo. El Endemoniado de Atocha.




El religioso que presentamos a continuación, es un personaje cansado de pedir a Dios por sus intereses mujeriegos, y al ver que el Todopoderoso no le escucha ni le ayuda en la misión pedida, decide entregar su alma al diablo a cambió de que el príncipe de las tinieblas le otorgue lo que no le da el príncipe de los cielos. Para poder conseguir su objetivo, nuestro protagonista tendrá que pactar con el demonio, aún sabiendo que eso puede tener en su vida consecuencias negativas. 


Demos paso a su expediente inquisitorial y descubramos, que aveces, el mal de amores, puede llevarte por las peligrosas y pantanosas veredas del emperador de los infiernos. 




"El Inquisidor Fiscal de Cuenca, contra Fr. Miguel Fernández Leonardo, natural de esta Corte (Madrid), de 22 años de edad, Mercedario Calzado, por proposiciones y pacto expreso con el demonio.


Tubo principio esta sumaria el 19 de enero del año 1790, ante el Inquisidor Ocilla, por delación espontánea del mismo reo, qué presentando un papel firmado por sí, dijo: “Que teniendo 20 años y encontrándose en esta Corte, se aficionó el reo a una moza soltera hija de un platero y de una señora llamada Dª. María del Campo.


No pudiéndola lograr para torpezas, ni por cariño ni ofertas añadidas, sin reparar en la autoridad del delito, se valió este reo del demonio. Lo invocó repetidas veces con instancias para que le lograse su fin, ofreciéndole su alma con esta condición. Que a la tercera vez que le invocó, se le apareció el demonio en forma de un gallardo mozo y trabando conversación le dijo: “Que era el demonio y que tenía mucho más poder que Dios, y que cuanto le pidiese lo lograría”.





Que este reo le dijo: “qué si así fuese le entregaría toda su alma y su tiempo en servirle”. El reo le comentó al demonio: que sentía una gran pasión por la moza sin que la hubiese podido conseguir, y que si se la facilitaba cumpliría su promesa.

El demonio sacó un papel de media cuartilla y él mismo la escribió y se lo leyó al reo, y que aunque el encausado no se acuerda de las palabras materiales, ofrecía su alma y firmó con gusto con su propia sangre del muslo derecho que el propio demonio le sacó. 


La fisura hecha para extraer la sangre, el diablo se la cerró pasando su mano por ella. Que cogida dicha cédula, el demonio le prometió, que estaría con la moza deseada siendo ella condesciende con los gustos del reo, y que este lance pasó en Madrid en el Prado Nuevo junto a Nuestra Señora del Puerto a las diez de la noche.




Pasado un mes, el demonio se le volvió a presentar en forma de clérigo tuerto y feo, y que estando en esos momentos el reo junto a Nuestra Señora de Atocha por la tarde, le dijo este: “que ya había logrado a la moza”, a lo que respondió el demonio, “que ya lo sabía y que pidiese cuanto quisiese”.


Al enterarse el reo que la moza estaba embarazada por él, este invocó al demonio para pedirle, que nadie lo supiese en su casa y que no deseaba casar con ella, aunque ella se lo pidió, viniendo inmediatamente el diablo en figura de mancebo. También comentó el fraile: “qué ya que podía tanto, le sacase de aquel enredo”, a lo que respondió el diablo: “Que no podía ser de otra forma que quitando la vida a la moza”, y el reo le dijo: “que se la quitara”. Que esto sucedió una mañana de julio junto Atocha, y que pasando luego el demonio a la casa de la moza, este volvió al paraje donde le esperaba el reo apareciendo de la misma forma. El demonio le comentó al religioso: “que ya estaba muerta. Que le había echado unos polvos en la comida de forma invisible”.


Que por el mismo mes de julio se le apareció el demonio en figura de sacerdote en el Parque del Retiro, y que el diablo le dijo: “que se entrase en un convento” y que habiendo pedido el hábito de la merced entró como religioso. Que estando en el cenobio, el reo ni rezaba, ni comulgaba ni asistía a ningún acto de la comunidad por no faltar al pacto firmado.




Cuenta un miembro de la comunidad llamado Fr. Manuel Carpintero en su declaración ante la Inquisición: “que un día llegó hasta el convento un clérigo preguntando por el reo y que este le señaló con el dedo diciéndole aquél es. Que le llamó la atención la gran altura que tenía, que era corcovado o algo agobiado y con un ojo espantoso, pero que no sabe si era tuerto, aunque se lo pareció, su aspecto era horroroso y estaba también presente Fr. Fernando Parrilla”. A este último religioso, el reo le enseñó la señal por donde el diablo le sacó la sangre para firmar la cédula donde le entregaba su alma, apercibiendo el testigo que era como un lunar o garbanzo. Que en una ocasión que le obligaron a confesar, entre varios frailes de la comunidad le abrieron la boca y le dieron el Santísimo Sacramento, y que al momento lo escupió. El Vicario le reprendió por los hechos consumados y le preguntó: “¿porque hacía aquellas renuncias a nuestro Dios y su Santísima Madre?”, respondiendo el reo: “que estaba llevado del demonio y no tenía perdón de Dios”.




Que en otra ocasión contó: que en el convento se le volvió aparecer el demonio invitándole a que abandonase la vida religiosa que llevaba y se marchase a tierras de moros, ya que allí podría renegar libremente de Cristo, y que ese mismo día Satanás lo quiso ayudar a escapar por una ventana.


Estando en una celebración de misa se le apareció el demonio en forma de perro negro y le dijo: “que abandonase inmediatamente la iglesia”.

Los calificadores del Santo Oficio dijeron de él: “que era un hereje formal, ateo y que había hecho pacto expreso con adoración al demonio”. Fue condenado a que fuese recluido en su convento con embargo de su peculio (haciendas), y fuese gravemente reprendido dentro del recinto religioso".

Como podemos ir observando en estos procesos, la Inquisición nunca hacía escarnio público de aquellos religiosos condenados por el “santo tribunal”, es decir, el pueblo nunca se enteraba de lo que realmente ocurría dentro de los cenobios. Salvar la honra del hábito era el mayor cometido a defender, razón por la cual las reprensiones o castigos disciplinarios se hacían dentro del convento. Un religioso, dependiendo de la herejía cometida, no podía salir en un auto de fe, ya que era poner en evidencia una vocación. Con el tiempo dicho personajes se enmendaría y su preferencia o entrega a la causa de la fe, volvería a estar activa y nadie fuera del monasterio podría criticar su actuación anterior. El sigilo o secreto formaba parte de las normas inquisitoriales, y era una misteriosa y reservada forma de mantener indemne la estructura monacal sin escándalo ni ruptura dentro del cuerpo eclesiástico.

No así le sucedían aquellos civiles que pactaban con el demonio, ya que ellos sí que tendrían que sufrir la detención pública, humillación oficial, cárceles y participación en los temidos y ofensivos autos de fe.




Signatura: Archivo Histórico Nacional. Inquisición. Legajo 3728, expediente 

viernes, 4 de enero de 2019




El Caso del Cura Español Parricida y Ladrón


      
   El rostro del cura asesino

Esta es la historia verídica de un sacerdote español natural de Coruña, que a finales del siglo XIX  asesinó a su amante y a su propia hija tenida con la mujer indicada. Los hechos conmocionaron al país. la historia del cura asesino deja sin aliento con solo recordarla. Cuantas circunstancias de perversidad puedan imaginarse concurren en este crimen: premeditación, intenciones de lucro, alevosía, ensañamiento, profanación, cinismo inaudito antes, en y después de su perpetración. Esto contaban del caso los periódicos del momento, entre ello, "Las Dominicales del Libre Pensamiento".


Se llama el presbítero Pedro Castro Rodríguez, es natural de la Coruña y cuenta con cuarenta y cuatro años de edad. Desde su llegada a la Argentina ejerció su profesión, hasta que compromisos de cierto genero contraídos con la joven Dª Rufina Padín, a quién sedujo fingiéndose seglar, le obligaron abjurar del catolicismo, ingresando en la religión anglicana y casándose con la joven. De esta unión nació el 24 de julio de 1878, una niña, a la que pusieron los nombres de Petrona María.


Una vez agotado el dinero y viendo que no podía vivir de forma desahogada, a pesar de que su mujer trabajaba en labores propias de su sexo, se presentó al arzobispo diciéndole que quería volver al catolicismo.


Rehabilitado en su ministerio, fue destinado a la parroquia del Azul, enviando a Buenos Aires a su mujer y su hija. Esta separación, fue más aparente que real, pues Castro visitaba con frecuencia a Rufina y le pasaba cien pesos mensuales; y aún debía enviarle algunas otras sumas, puesto que pudo adquirir una propiedad valuada en 25.000 pesos.


Pasado algún tiempo Castro fue trasladado a Olavarría, parroquia de más utilidad, donde contrató para su servicio doméstico al sacristán, español también, llamado Ernesto Perín. Castro adquirió pronto en su nuevo curato fama de expansivo y jovial, un tanto derrochador y muy mujeriego. Sus prodigalidades y compromisos femeniles le hicieron pensar en volver a España, y escribió a su mujer diciéndole, que vendiera la finca y depositando el importe a nombre de él en el Banco de la provincia, y que luego, acompañada de su hija, fuese a unírsele a Olavarría.


Hecha la venta y depositados los 25.000 pesos que produjo, Dª Rufina se puso en marcha acompañada de la niña Petrona y llegaron a Olavarría. Después de la expansión natural de los primeros momentos se pusieron a cenar, sirviéndoles el sacristán, quién se retiró al poco rato. Con el pretexto de calmar los nervios a Dª Rufina, que se hallaba en el lecho con él, le propinó el cura en una miga de pan una fuerte dosis de sulfato de atropina, que pronto produjo sus efectos; la victima comenzó agitarse en horribles contorsiones y a lanzar algunos gritos. Entonces el cogió un martillo y la remató con dos tremendos golpes.


                                                       Rufina Padin Esposa del asesino


La niña comenzó a llorar y el cura ¡su padre! La oprimió fuertemente en sus brazos, tomó el resto de atropina que quedaba en el frasco, le abrió violentamente la boca, se lo hizo tragar y continuó oprimiéndola contra su pecho hasta que al cabo de tres horas, más bien ahogada que envenenada, exhaló el último suspiro.


Hasta aquí la comisión del crimen horroroso en todos sus detalles como se ha visto; pero hubo algo más horrible aun: el autor permaneció toda la noche cuidando los cadáveres y al día siguiente salió a encargar a un carpintero un ataúd bastante grande porque se trataba de una señora muy gruesa; después acudió al juzgado municipal y pidió una orden de enterramiento para una Dª Indalecia Burgos por encargo de su familia.


Una vez obtenida y teniendo en su poder el féretro, se dispuso a colocar los cadáveres; como sus habitaciones comunicaban con el templo, juzgó más apropósito operar en él y los trasladó arrastrando por el suelo el cuerpo de Rufina. Allí, ante las imágenes de los santos, algunos de ellos alumbrados por velas, envolvió el cadáver de Rufina en una toalla para que no destilara sangre, y lo colocó boca abajo en el ataúd; luego puso en él y en sentido inverso el de su hija y clavó la caja. Terminada su tarea, se retiró a dormir en la misma cama en que asesinó a su mujer y esperó a que los sepultureros fuesen por aquello al día siguiente.


En la traslación de la iglesia al carro fúnebre, alguien notó que el ataúd estaba manchado de sangre. Se lo advirtieron al cura y contestó con el mayor cinismo:


-No es extraño; se trata de una señora muerta a causa de una fiebre puerperal.


Cuando el carro partió, el cura tomó un coche de alquiler y se fue hasta el cementerio por otro camino, presenció a distancia la inhumación y se retiró al caer sobre la fosa número 13 la última palada de tierra. El vecindario no sospechó nada y Castro continuó diciendo misas, oyendo confesiones y dedicándose a todas las tareas propias de su ministerio.


El sacristán, advirtiendo la desaparición de la querida del cura y su hija, (palabras textuales de su declaración), le pidió algunas explicaciones, contestándole el cura con ásperas evasivas; cayó en sospechas, se presentó en La Plata y celebró una entrevista reservada con el jefe de policía.

Hija del cura

Decretado por telégrafo el arresto del cura, llegó después el jefe y le fue preciso emplear cuantos recursos le sugirió su ingenio y su larga práctica para arrancar una confesión rotunda al tonsurado, consiguiéndolo al fin ante la fosa de sus víctimas. Convicto y confeso fue trasladado a la capital costándole gran esfuerzo a la policía tener a raya en todas las estaciones por donde pasaban a la multitud, la que quería invadir el coche en que iba el preso y tomarse la justicia por su mano; tal indignación se había apoderado de todos.


Ya en 1870, según se averiguó en el sumario, intentó el cura Castro envenenar en Buenos aires al doctor Real, amigo y protector suyo, quedando impune el delito por deficiencias judiciales. Entre el legajo de cartas intervenidas por la policía, aparecen epístolas de una Elvira, una Clotilde, una Dominga y otras varias. Una de estas era dueña de un comercio, casada, aunque separada de su marido. El presbítero le aconsejó que liquidase y depositara a su nombre en el Banco de la provincia el producto.


Como disculpa a su crimen, dice Castro que lo cometió en un momento de arrebato producido por la obstinación de su mujer en permanecer al lado suyo, el recuerdo de algunas infidelidades que le atribuye y el temor de que la niña descubriese cuanto había presenciado”.


Castro Rodríguez fue llevado a juicio y condenado a reclusión perpetua. La sentencia la cumplió en el Penal de Sierra Chica, dónde falleció. Su cuerpo lo sepultaron en el cementerio local, pero luego fue exhumado y su cráneo llevado por el doctor Juan B. Aranda para estudiarlo. 


                                                                  Cráneo del cura asesino


jueves, 3 de enero de 2019


 Hechiceras Sahumadoras en Extremadura






En la antigüedad, el hombre da por hecho que todo lo que existe tiene un ánima o alma, y que ese ente, al igual que el hombre, por ser de las características de los dioses, debía de tener un alimento igual que ellos. Puesto que los dioses no tenían cuerpo, en las diferentes culturas siempre le han intentado dar forma, es decir, se creó el arquetipo de lo que ellos entendían que debía ser, y mediante los sahumerios, darle un alimento que ellos consideraban de la misma naturaleza que las deidades, mediante humo y fuego, que eran los alimentos que consideraban que debían de utilizar el ánima de esas deidades. Los antiguos eran antiguos, pero no eran tontos, sabían que los arquetipos de las deidades no podían recibir alimentos humanos, y por eso se refugiaron en buscar plantas y diferentes materiales para quemar a modo de ofrendas, para que les fueran propicios, y ponerlas a los pies de las diferentes representaciones arquetípicas que cada pueblo representó.


Tan alto llegó en la antigüedad el uso casi sagrado de los sahumerios, que los antiguos médicos egipcios, pese a practicar magia, que era como los consideraban los “extranjeros” babilónicos, tenían la creencia de que la quema de dichas plantas con otros elementos servirían para curar también el alma humana.

Los egipcios tenían la leyenda de que en cada uno de nosotros había un molde de luz al que denominaban “sahu”, alrededor del cual se iba organizando la materia, que era lo que nosotros vemos del cuerpo humano, y que si esa materia se iba separando de ese molde de luz, entonces se iba acercando su hora de ir hacia la única enfermedad: la muerte. Pese a la creencia común de que no sabían lo que eran los dioses, sin embargo, sí que sabían perfectamente lo que estaban haciendo, ya que desde su punto de vista estaban curando igual con igual mediante las fuerzas que ellos creían que armonizaban, y que era la misma fuerza que había creado tanto al dios, como a la enfermedad, es más, tenían las enfermedades clasificadas por “dioses”.

A modo terapéutico, los médicos andalusíes (hakim) fueron practicantes de esta técnica y, sin embargo, su aplicación y su uso cae en abandono a mediados del S. XVI.


En la parte mágica y esotérica, igualmente, el alumno y discípulo bien formado sabrá que cada fuerza, o deidad, necesita de unos “olores” determinados, y que, sabiéndolos conjugar bien, podrá llamar con mayor facilidad a lo que se desee.

También se han utilizado como limpiadores de ambientes, como tranquilizantes, como armonizadores en las casas o espacios donde se esparce. Conocido es también el uso que tienen los inciensos y sahumerios, que te invitan con sus aromas a las prácticas de la meditación.

Los sahumerios se muestran, pese a todas las tendencias y visto desde nuestro lenguaje, como uno de los remedios más eficaces que existen. La lenta combustión de los aceites esenciales y de las partes corruptibles de la planta, permite que las partes activas asciendan, en unos casos como ofrendas, en otros como remedios curativos, y sean tan sumamente sutiles que penetren por los poros de la piel y lleguen a los rincones más inaccesibles del cuerpo.


El romero, la ruda, el incienso, el cilantro, las palmas del domingo de ramos, la almea de pino y otros elementos, van a ser junto al aceite y las oraciones pertinentes, los remedios utilizados por hechiceras y curanderas para solucionar los problemas planteados por quienes solicitan y requieren a tales personajes. Sahumerios, que en algún que otro caso se utilizarán, incluso, para que un hombre se fije más en una mujer, para que aparezcan cosas perdidas y, en algunos casos, para provocar la muerte de algún aguerrido amante que no ha cumplido con las expectativas amorosas de la cliente.


Las plantas a utilizar por nuestras protagonistas para sus sahumerios van a ser siempre aquellas que tienen más cerca de sí, y como tal, conocen las propiedades de las mismas gracias a anteriores colegas, ya fallecidas, que dejaron su sabiduría, conocimientos y simbolismos de las mismas desde tiempos inmemoriales.

El romero, por ejemplo, es una planta con gran significado simbólico desde la antigua Grecia, donde se le otorgaba poderes especiales. Los estudiantes griegos se colocaban coronas de romero antes de los exámenes para mejorar la memoria, además, dicha planta estaba consagrado a Afrodita, la diosa del amor, ya que se consideraba un afrodisíaco. Los romanos mantuvieron su uso medicinal y ofrendaban romero a sus dioses. El romero se empleaba en los sahumerios, quemándose durante los rituales mágicos de purificación del hogar.

Para los cristianos, el romero debe el color de sus flores a una leyenda que relata que cuando la Virgen María huyó a Egipto para salvar al niño Jesús, lo colocó sobre una cama de flores blancas y que al levantar éstas se habían tornado azules.





En la Edad Media la planta era ampliamente utilizada y dio nombre a los romeros o peregrinos, ya que era frecuentemente empleada por los mismos tras las duras marchas a pie, por sus propiedades calmantes y relajantes. Aún en esa época seguía considerándose la planta del amor, por su poder estimulante. Razón más que sobrada, para que las hechiceras extremeñas y de otros lugares del mediterráneo, acudiesen a buscar dicha planta con fines curativos. El romero tiene efectos estimulantes y tónicos; favorece la recuperación en las enfermedades respiratorias, del aparato digestivo, y del hígado. El romero también ayuda a rebajar ligeramente los dolores de la menstruación y además facilita el vaciado sanguíneo, evitando los problemas colaterales que origina, tales como dolores de cabeza, estomago, retención de líquidos e irritabilidad general. El romero además contiene hierro, lo que ayuda a luchar contra la anemia.

En intoxicaciones alimenticias, el romero inhibe la formación de bacterias peligrosas, por lo que su uso podría ser interesante en casos de intoxicación por alimentos en mal estado, contaminados por bacterias peligrosas. También es idóneo para tratar dolores musculares, mitigando los calambres y dolores asociados con este esfuerzo.

También se puede aplicar en el cabello combinado con otros aceites esenciales para ayudar a mejorar la circulación sanguínea y favorecer la regeneración capilar. De hecho, se utiliza en la elaboración de champúes naturales.

Finalmente, combate el mal aliento y las fricciones con aceite de romero pueden ser útiles en el tratamiento del Alzheimer. Todo ello, sin hablar de sus propiedades culinarias, como condimento en inmensidad de platos y menús o aromáticas como perfume.

Una vez conocidos estos beneficios terapéuticos del romero para la vida del hombre, conozcamos algunas hechiceras extremeñas que, como autenticas conocedoras de las plantas medicinales, usaban las mismas no para atentar contra la salud del hombre, sino para ejercer como curanderas en sus pueblos; aunque algunas, equivocadamente, las utilizases para otros fines menos plausibles.






Ana González.


“Casada, mujer de Marcos Aragón, vecina de Madroñeras, fue condenada por curativas supersticiosas. Se formuló su caso en 1784 y fue condenada a ser reprendida y conminada de que si reincidía se la castigaría con mayor rigor. La misma ha reincidido con efecto hasta 3 veces y viene votada a prisión.


Tuvo principio por delación, que con fecha 24 de enero de 1784, recibió este tribunal por escrito del familiar del Santo Oficio D. Francisco Durán, cura rector de la villa de Madroñeras, quién expresó haber oído: que esta reo es y ha sido curandera supersticiosa. Que había curado a Miguel González de aquella vecindad y a otros varios, y que la misma pone unas gotas de aceite en el agua y que moviendo la misma con los dedos, se van al fondo con ciertas oraciones y palabras que dice. El delator la reprendió varias veces, pero sin embargo, no hace mucho tiempo que escuchó el denunciante a María Antonia y Teresa Rodríguez, quienes dijeron que delante de ellas esta rea ha curado y puesto aceite en el agua y que se le ha ido al fondo.


Miguel González, de 50 años de aquella vecindad y que es uno de los curados por la rea, declara: que habiéndole acometido un fuerte de dolor de cabeza, llamó a esta rea, quién le dijo, llevase un cordón de seda con el que le midió la cabeza, diciéndole que la tenía abierta como de dos en dos, y aplicándole un emplaste que compuso la reo con romero, arraigán y otros simples que ignora el testigo, quedó bueno de dolor al día siguiente. Que no hizo la rea ninguna oración ni dijo palabras con las que curar al testigo, y ha oído que es muy común que personas enfermas de la villa y de otros lugares acudan a casa de la rea.


Teresa Rodríguez, soltera, de 35 años de edad, dice haber visto a esta rea curar echando aceite en el agua y que el aceite se iba al fondo. También declara, que lavando en el año 1783 con esta reo en el arroyo inmediato a Madroñeras en un día del mes de diciembre, la reprendió la testigo porque curaba, habiéndole reñido también por ello el cura varias veces. La rea respondió, que el cura no tenía razón, porque sus medicinas se reducían a poner emplastes a los enfermos, y decir entonces, unas palabras del Credo que son santas y buenas. Que también ha visto la testigo, que María la Cruz y Catalina Guijarro vecinas de Zorita, llevaron unos niños para que los curase esta reo y lo mismo hizo otra que llaman la Bermeja del mismo lugar y otra de Alcollarín que llaman Rosa.


María Rodríguez, soltera de 39 años de edad, dice que por San Miguel, se acercó a su casa Catalina Guijarro, vecina de Zorita y preguntó por la casa de esta reo, y acompañándola la testigo a su presencia preguntó dicha Guijarro a la reo: si podría curar a una niña sobrina que estaba enferma hacía días de unas parótidas que le habían salido en los carrillos, y que le habían dicho que eran hechizos o mal de ojo; y parece a la testigo, que dicha Guijarro entregó a la reo para la curación ropa de la niña enferma; y que luego la respondió la reo, que la dicha niña estaba ya muy pasada del mal y tenía poco o ningún remedio. Que entró en un cuarto y echando un poco de agua en un cuenco y aceite del candil, empezó a menearlo con el dedo diciendo unas oraciones que la testigo no entendió. Le parece a la testigo que dijo la rea a dicha Guijarro, mira y ven a mirar aquí como está tu sobrina, pero la testigo no vio nada por ser muy corta de vista, pero si oyó que dijo que era mal de ojo, muy añejo, y que estaba pasada. Que pasados algunos días, volvió dicha Guijarro con su sobrina a la casa de la testigo con otras dos mujeres y un niño, y fueron a casa de la reo para que curasen al niño, pero no fue la testigo ni sabe que medicinas les aplicó.


Catalina Guijarro, vecina de Zorita, de 32 años de edad, dice: que siempre ha creído que las mujeres que curan de hechizos lo pueden hacer sin artificios diabólicos. Un día llevó a casa de la reo a su sobrina porque sufría de parótidas, y le habían dicho que era a consecuencia de que estaba hechizada. Observándola Ana González le dijo: que le entregara unos cabellos de la niña enferma, y que se quedó con ello, no sabiendo el uso que haría. Pero sí se acuerda, que puso agua en un cuenco y que se metió en un cuarto con un candil, y que puso unas gotas de aceite, le dijo la reo, que la niña estaba muy cogida por el hechizo de mal de ojo y que lo veía en el agua, que de momento la sahumara durante nueve días con romero y ruda, y que le aplicase unos emplaste de berza que la testigo no sabe de que están formado , y si no se ponía buena la niña con eso, que se la llevasen a su casa, y que desconocía las medicinas que les aplicó.


Otro testigo llamado Antonio Jiménez natural de Aldea Nueva, le llevó a la reo una camisa y cabellos de un sobrino que tenía, el cual estaba enfermo a consecuencia del mal de ojo, diciéndole la reo que le colgase del cuello una cruz de romero, calentar un badil y apagar el mismo en vinagre fuerte, pero que nada hizo porque aquella misma noche murió.


María Antonia Nolásco, vecina de Madroñeras, de 19 años de edad declara: que encontrándose enferma mandó llamar su madre a esta reo, la cual, puso agua en un cuenco con aceite diciendo, que si el aceite bajaba era señal de que tenía el mal de ojo y si nadaba que no. Que como remedio le dijo que la sahumara con salvado, no queriendo hacerlo la testigo porque no le parecía bueno, y que le mandó que hiciese un emplaste con rosas, romero, vino arrayan, y un miajón de pan, y que lo pusiese en la frente como una estopa, que mandase a dar una misa y rezase a San Antonio que la pondría buena.


Juan Pizarro, de la misma vecindad, de 31 año de edad, informó el testigo, que se le había puesto mala una mula y que buscó remedio para el animal en esta rea, la cual le dijo, que le habían hecho mal al animal y que para quitarle el mal la sahumase con salvado albanes, y que para comida de la bestia mientras se sahumaba, le diese a comer romero durante nueve mañanas seguidas. Le preguntó la rea si se llevaba bien con su mujer, respondiendo el mismo, que a veces tenían quimeras, le dijo que hiciese una cruz de ruda para él y otra para su mujer y que las trajesen consigo que les iría bien.


Francisco Fernández, vecino de Madroñeras, fue a visitar a la rea para que la misma le diese remedio para su mujer que creía estaba mala con el mal de ojo, la rea le hizo lo que acostumbra con el agua y el aceite, y dijo, que estaba hechizada con dicho mal. Que en las oraciones que decía, las palabras que más repetía era la de Antonio, que le mandó comprar media cuarta de tabaco, y que la partiese por mitad, una parte la cociese por la noche en agua y la pusiese al sereno y que la tomase por la mañana la enferma, y que también le dio unos polvos para que los tomase por la mañana, pero que no sabía que llevaba dichos polvos.


El cura de Madroñeras da el siguiente informe: que esta reo que tiene ahora 70 años, agobiada y con cabeza cana, sigue con las curas supersticiosas según dijo el testigo Miguel de Reyes, vecino de Trujillo, quién buscó a la reo para que le curase el mal de ojo y que la reo se desplazó a Trujillo.


Según el fiscal, esta mujer es una embustera incorregible que se gana la vida con estos embustes como muchas mujeres que eligen esta forma de vivir, sin querer trabajar, sacando dinero con pronósticos, sentencias y curativas supersticiosas.”[1]


Un claro ejemplo de una curandera extremeña que conocía perfectamente los beneficios del romero, la ruda, planta del tabaco, con un claro fin, curar a las personas de Madroñeras y pueblos cercanos ante la falta de médicos. Razón más que suficiente para que los vecinos de las villas extremeñas, ante la nula presencia de galenos en sus pueblos, creyesen y siguiesen las directrices naturales marcadas por nuestras mágicas protagonistas. Otra mujer conocedora de estos ejercicios curativos es María Pedrera, natural de Fuente del Maestre, una hechicera curandera con una doble función, curar a quienes pedían su ayuda, y a la vez, tener la propiedad de hacer aparecer cosas perdidas. Aunque algún testigo manifestará que la misma tiene un muñeco que utiliza para dañar a quien le pidiesen atormentar.


Su expediente inquisitorial cuenta de la misma, lo siguiente:





María Pedrera
“Vecina y natural de Fuente del Maestre, tuvo principio por delación, que en 12 de junio de 1781 que hizo ante el familiar D. Fernando Ramírez Villarejo, Regidor perpetuo de ella, de edad de 47 años quién dijo: que una tarde del mes de mayo o principio de junio de dicho año, oyó decir a Lucia Peña, que a su hermano el miliciano lo había curado esta reo de hechizos. Que en el vulgo corre con fama, que dicha rea es curandera y que hace a parecer cosas perdidas. Hasta ella acuden y recurren los vecinos de la villa como si fuera verdadera profeta. Que a veces para curar a un enfermo, mandaba echasen sobre el tejado del paciente a curar mostaza, y que de momento acudirían allí todas las brujas que hubiese en el pueblo. Pero que atemorizada dicha Lucía de esto, no experimento ni echó la mostaza. Que asimismo dijo al delator, Juana, mujer de Diego Bato, que habiéndosele perdido a su nuera unas calcetas lavando, acudió a la reo para que la dijese quien se las había hurtado, y le respondió, que una vecina suya, cuya adivinación dio lugar, a que la cliente pidiese públicamente otras calcetas a los que se la hurtaron.


Cristóbal del Toro, afligido por habérsele perdido unas caballerizas, preguntó a la reo si había medio para encontrarlas, y respondió: que se acostase descuidado que aquella noche irían a su casa las caballerizas, y con efecto, como a media noche llegaron a su puerta dichas caballerizas muy alborotadas.


Que por el mismo tiempo se hallaba esta reo curando de hechizos a una hija de Don Pedro Periañez, y a Esteban Gordillo Conde, quién también dijo al familiar declarante Francisco Padín, que adivinó esta reo a F. Alcántara, a quién le habían hurtado una casaca y un azadón. Dicho hombre le dijo a la reo, que le dijese una oración para que apareciese la dicha casaca, contestándole la reo: estate quieto y pon atención donde canta un gallo, y oyó cantar tan confusamente un gallo que le pareció muy distante, avisó a la reo de haber cantado el gallo y le instó, que aguardase a que cantase tres veces, y que la última le parecerá que cantará junto así, diciéndole la reo, ve en casa de fulana y dile que digo yo que te los de, y si te los negase, entre la cama tiene la casaca; que fue y que se los entregó.


Isabel la Rabiosa, de 40 años de edad, declara que estando enferma y sospechando que la habían hechizado, acudió a dicha rea para que la curara, para cuyo fin le dijo a la testigo que buscase cogollos de retama de adelfa florida, cera virgen y aceite, con la que hizo un ungüento que aplicado a la declarante se verificó el alivio. También para curar enfermedades mandaba hacer sahumerios de cominos rústicos y azúcar, y otras veces hacía un ungüento con flor blanca de adelfa, aceite y unas raíces que partía con su boca. Otros sahumerios que mandaba eran de palma bendita y romero, y que tenía un muñeco con el cual atormentaba a quién tenía que atormentar. Fue condenada a ser recluida en cárceles secretas, con confiscación de bienes, por pacto explicito con el demonio y que se le siga causa hasta la definitiva.”[2]


El romero, la ruda, el comino, la flor de adelfa, plantas todas con propiedades curativas, ya conocimos los beneficios del romero, pero sigamos conociendo qué provechos saludables para la salud tienen estos vegetales.


La ruda es una planta que puede llegar a medir entre los 40 y los 70 centímetros de altura. Sus hojas son gruesas, alternas y de color verde. Posee flores que son de color amarillo limón. Su característica principal es su sabor amargo y su olor penetrante.


A esta planta se le ha atribuido una gran cantidad de propiedades curativas, tales como: fortalecer la resistencia de los vasos sanguíneos, evita las hemorragias, estimulante del periodo menstrual, es efectiva en casos de escorbuto, nefritis y afecciones causadas por nervios. Del mismo modo es empleada en casos de falta de apetito, para los mareos constantes, el exceso de flujo de la sangre en la cabeza, o para cuando se padecen dolores de estomago, luxaciones, reuma y gota.


En cuanto al comino, los principales beneficios curativos son: como diurético, estimula la función renal, generando un aumento de la eliminación de líquidos del organismo, siendo muy útil para tratar infecciones urinarias, cálculos renales y problemas en la vejiga. El comino tiene en pequeña medida la propiedad de hipoglucemiante, por lo que está muy recomendado su consumo en caso de presentar diabetes, ya que podría actuar como un regulador de los niveles de glucosa en la sangre. Como carminativo, el comino facilita la eliminación de gases acumulados en el tubo digestivo, por lo que es muy recomendable para tratar flatulencias y meteorismo. Otras propiedades medicinales de la planta del comino es su utilidad en casos de diarreas, tanto en niños como en adultos y favorece la producción de leche en las mujeres durante la lactancia.


Una curandera que utilizaba el comino en sus prácticas de restablecimiento de la salud, era Catalina Sanguina, vecina de Valdehúncar en la provincia de Cáceres, de quien la Inquisición de Llerena cuenta lo siguiente en su proceso sumarial.





Catalina Sanguina.


“Vecina de Valdehúncar diócesis de Plasencia, fue testificada en la Inquisición de Toledo, de que estando enfermo cierto hombre en la villa de Alcolea de aquel distrito, la enviaron a llamar porque estaba muy malo y casi sin juicio. Y habiendo la persona que la iba a llamar llegado a su casa, la encontró en la puerta conversando con otras vecinas y sin conocer ni haber visto en su vida a la dicha Catalina Sanguina dijo la suso dicha al dicho mensajero: que ya sabía a que iba, que el dicho enfermo estaba ya muy malo y no tenía remedio porque habían acudido muy tarde y que ya tenía medio perdido el juicio. Y no fue posible entonces el que fuese a la casa del enfermo a curarle. Pero dijo al dicho mensajero, que se volviese y pusiese al dicho enfermo unos cominos rústicos pisados en una clara de huevo con estopas en la frente, y que en dichas estopas echase tres gotas de aceite haciendo tres cruces en nombre de la Santísima Trinidad. Y si con aquello mejorase volviese a buscarla que iría a curar al dicho enfermo. Y aunque no mejoró, volvió el dicho hombre mensajero a buscarla y la llevo consigo, y entrando en casa de dicho enfermo en el aposento que le habían prevenido para dormir, dio a guardar el rosario que traía. Viendo unas imágenes que adornaba dicho aposento dijo: para que me tienen esto aquí, quiten estos santos de mi vista que yo no puedo obrar estando ellos aquí. Y por darla gusto quitaron dichas imágenes, y luego pidió unos huevos y bizcocho para cenar, porque según decía, tenía mucho que hacer, que hasta que cantase el gallo no podía tratar de curar a dicho enfermo. Cuando llego la hora de curarle, le puso una tortilla de huevos en el estomago y unos defensivos en la cabeza y le santiguo diciendo unas palabras entre dientes que no se entendieron. Dijo que dicho enfermo estaba hechizado y que ella mandaba a los diablos a zapatazos, y dijo a cierta mujer, pacienta de dicho enfermo que le asistía en la enfermedad, que si quería andar por todo el mundo, que ella la llevaría por arte del diablo a donde quisiese ir. Y al despedirse del dicho enfermo que estaba ya algo mejor, le pidió la medida de un pie y de una mano y una camisa, y dijo, que con aquello le curaría desde su casa sin que fuese menester volverle haber en persona.


Fue declarada por hechicera formal. Y el 25 de enero de 1650 entró en prisión y en cárceles secretas en 4 de octubre, estando la rea a espera de ser condenada.”[3]


Las médicos rurales de la época, chamanes extremeñas conocedoras del beneficio de las plantas para la curación de un enfermo; las dominadoras de la cultura de lo mágico, las maestras del bien y del mal siempre dependiendo de quién contrate su servicio.


Algunas hechiceras se caracterizaban o tenían predilección por las venganzas de amor y los asuntos relacionados con el sexo. Sus filtros, maleficios y encantamientos sexuales, podían provocar, evitar o curar incluso hasta la impotencia en las mujeres. Una de las que dominaba las artes de curar la deficiencia y minusvalía sexual en las hembras era una hechicera de Fuente de Cantos llamada María Candelaria. La quema de determinados elementos y una determinada oración, eran atributos más que suficientes para conseguir, siempre según la Celestina de Fuente de Cantos, la recuperación potencial de la inutilidad sexual.





María Candelaria


Mujer de Alonso Domínguez vecina de la villa de Fuente de cantos, fue acusada de hechicerías. Según la testigo, la rea curaba de impotencia a las mujeres. Para sanarlas le pedía a la testigo uñas de los pies y manos, pelos de diferentes partes del cuerpo, un pedazo de pan mordido y un real para candelas de cera. La rea hacía una pócima con agua a la que echaba romero, cilantro seco e incienso, quemaba las uñas, pelos y el pan mordido, mezclando las cenizas con el agua y los demás elementos. Movía el agua con una rama de retama y con la misma rociaba a la testigo por debajo de las piernas y por todo el cuerpo diciendo:


Santa Ana parió virgo,
Santa María a Jesucristo,
Santa Isabel a San Juan, y
Así como esto es verdad,
Así se sane este mal.


Contaba la testigo que mientras la rociaba, se le espeluznaban los pelos y sentía pasar un temblor por entre cuero y carne.[4]


Sorprendente la pócima de María Candelaria para curar la impotencia en las mujeres de Fuente de Cantos. Siguiendo la búsqueda de hechiceras dedicadas a solucionar problemas amatorios entre hombres y mujeres a través de sahumerios, nos encontramos con una persona natural de Villagarcía llamada María González, auque en la villa la conocían como “la Berrona”. Una Medea dedicada por completo a la causa de solucionar problemas, tanto a hombres como a mujeres, aunque para ello tuviese que asesinar para conseguir su objetivo. El expediente inquisitorial de Maria González, alias “la Berrona”, dice lo siguiente de su maléfica conducta.







María González.


“Alias “la Berrona”, vecina y natural de Villagarcia, mujer de Domingo García, de oficio hortelano, fue delatada el 10 de diciembre de 1640, de que dijo y aconsejó: que era bueno sahumar la ropa de la persona que quisiesen inclinar a querer y tener amistad deshonesta contra otra persona. Y de que había ofrecido remedio para matar la mujer de un hombre que estaba amancebado con otra, con quien estaba conversando dicha rea, porque resistiéndole la dicha mujer amancebada la muerte de la otra, ofreció remedio para que dicho hombre no olvidase la amiga, y de que la dijo y aconsejo: que para este efecto cogiese sangre de su costumbre y se la guardase, y de que habiéndosela guardado se juntó con ella y que estando juntas la dicha rea y la solicitante, puso dicha sangre entre dos velas encendidas y se metió por entre ellas con los pies al revés, diciendo en voz clara.


“Tras mi te andes como el cordero tras la madre”, y que con esto dijo a la dicha mujer amancebada delante de quién había hecho aquello, que guardase la dicha sangre y se la diese a beber al dicho su amigo, pidiéndole por todo ello 8 reales. También a consejo a una mujer soltera que le pidió remedio para casarse con un hombre, a la que le cobro 8 reales y le dijo hiciese lo siguiente con la sangre de su menstruación. Cogió una escudilla de harina y hizo unos prestiños con dicha sangre y los puso a freír, y porque salieron muy negros no quiso dicha mujer soltera dárselos al dicho hombre con quién deseaba casarse.


A una mujer que servía en una casa, se le quejó de que sus amos la trataban mal y la dicha rea le dio un poco de almea y que con ella sahumase la ropa de su señor y de su señora, y al sahumarla dijese: “almea, almea, hija del diablo mayor que estas en la peña, así como el marinero no puede remar sin ti, así el corazón de mi señor y mi señora conforme fuese la ropa sahumarse no pueda pasar ni posar sin mi”.


A otra mujer que estaba amancebada y que la había dejado su amigo, la rea le recomendó hiciese lo siguiente: “tomase una tranzadera de la camisa de él y atase en ella un cuchillo de cachas negras y dijese: “conjurote con el Ángel uno, conjurote con el Ángel dos, conjurote con el Ángel tres, conjurote con el Ángel cuatro, que ande fulano tras mi malito, malito, pero no de muerte”, y que estas palabras las había de decir de noche en el corral mirando una estrella cualquiera, y que acabado de decir dichas palabras tenía que clavar dicho cuchillo en una pared y luego quitarlo y ponedlo al pie de la cama y quitarlo antes que saliera el sol; y que esto lo tenía que hacer nueve noches y que con esto quedaría ligado el dicho hombre.


Fue presa en cárceles secretas el 17 de diciembre de 1649, teniendo con ella la audiencia, culpó a María Valencia su delatora, de ser ella la que hacía todas aquellas cosas. Fue condenada a que se le leyese su sentencia y fuese gravemente reprendida y condenada en tres años precisos de destierro”.[5]


Otra importante mujer dedicada a conseguir efectos increíbles con la práctica de sahumar determinados elementos la encontramos en la ciudad de Llerena, allí María Guerrera, de oficio panadera, llevó a cabo misiones tan difíciles de conseguir como las que siguen.









María Guerrera.


“Natural de Llerena, de oficio panadera, fue testificada el año de 1648, de que comunicó con una hechicera remedio para que el padre de dos hijos que tenía, los recogiese o les enviase remedio. Que no quería ofender a Dios, que para sí ella ya ganaba de comer, y de que la dicha hechicera la pidió una darme de oro, incienso y agua arrojada, un vidrio, un huevo, dos velas de cera y pólvora; y de que habiendo dado a la dicha hechicera tales cosas, en presencia de dicha rea echó una suerte en esta forma.

Cogió pastilla e incienso y lo echó en unas brasas que apartó del fuego en un badil, en una redoma echó agua rosada, agua simple, un botón de oro y un huevo, mientras tanto, María Guerrera iba sahumando la dicha redoma con el vino que iba saliendo de los olores. Encendió dos velas y hablaba entre si algunas palabras, e hizo que la dicha rea pusiese la boca encima de dicha redoma y la mandó ir diciendo, y ella lo dijo.


“Don Diego, ven que aquí que te espero yo y tus hijos. Como Santa Marta recogió los que andan por los aires, vuela, recoge, y ven a mi y a tus hijos.”


Que la dicha hechicera la puso en medio del fuego echándole candela alrededor de ella y pólvora en cima de la candela, y que la dicha hechicera le había dicho que hincase siete clavos en siete iglesias para que el dicho padre de sus hijos no se metiese religioso; y de que preguntándole la dicha hechicera si había hecho aquello, respondió que sí.

Fue mandada prender el 10 de enero de 1650 y fue puesta en casa del alcalde de cárceles secretas, el 15 de dicho mes se le dio la primera audiencia y en ella confesó haber comunicado con la dicha hechicera, haber hecho lo que le dijo, y se arrepintió de lo que había hecho.


Fue condenada a que saliera a auto, y que en la sala de la audiencia se le leyese su sentencia, que fuese gravemente reprendida, advertida y conminada para adelante, y saliese desterrada por dos años voluntarios”.[6]


Otra mujer que utilizaba plantas para sus ceremonias supersticiosas, fue una vecina de Fuente de Cantos que utilizaba el romero para que el mal saliese de las casas y entrase el bien.







María Alonso


Mujer de Pedro Duran, herrador de Fuente de Cantos, según la narrativa del pedimento fiscal de 22 de noviembre de 1718, ésta reo fue delatada de supersticiones por varias vecinas de la villa por ser mujer hechicera. Contaban las testigos que decía la rea, “que para tener paz en su casa y que el diablo no entrara en ella y la amase todo el mundo, había hecho el sahumerio del romero en diferentes veces en dicha casa. Daba tres bendiciones al romero antes de encenderle, diciendo al tiempo de hacer las bendiciones en cada una de ella; “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, romero sois nacido y no sembrado, dame de la virtud que Dios te ha dado, que entre en mi casa el bien y salga el mal”. Terminada la dicha oración encendía el romero, sahumaba la casa y se ponía a la puerta diciendo “entre el bien y salga el mal”. Las testigos contaron que en sus casas hizo el sahumerio y que nunca tuvo efecto. La rea fue llevada a las cárceles secretas de la Inquisición de Llerena donde está a espera de auto.[7]


Pero no solo había mujeres que conocían el mundo de los beneficios de las plantas medicinales y los sahumerios, también existieron curanderas cuya fama a veces venía dada por el boca a boca de diferentes personas que habían presenciado sus saludables prácticas.


De momento, estas hechiceras que con sus naturales sahumerios se ganaban la vida, las tenemos como mujeres protagonistas de una época en la que, a pesar de la incultura de las mismas, éstas ya conocían la sabiduría de la madre naturaleza en uno de sus más beneficiosos elementos, las plantas útiles y provechosas para la salud y lozanía de los hombres, así como aquellas cuyos aportes desfavorables podían producir el efecto contrario en quienes las ingiriesen. Lo que si vamos comprobando en los diferentes casos contados de prácticas mágicas entre hechiceras, es la cantidad y variedad de casos de “mal de amores” destinados a influir de una u otra manera en el ánimo de la pareja, fuera ésta la propia, la ajena o simplemente la deseada.

Algunas recetas propiciadas por la mano mágica de estas conocedoras de la medicina popular para curar el mal de amores son:


- Para convencer a un novio reacio al matrimonio, enterrar bajo la cama una jícara con “unas bolitas de algodón, un pistolete y una poquita de agua”. Esta receta también sirve para quitar a los maridos de malas amistades.


- A los hombres, para tener suerte con las mujeres, traer consigo “un papel con unas yerbas y un pajarito seco”.


- A las mujeres, para hacerse atractivas a los hombres, traer “unas yerbas en las alforza de las enaguas”


- Para que a una mujer la quiera su hombre, darle sangre de su menstruo en el chocolate. También sirve el darle a beber el agua en que se lavaron las faldas usadas durante la menstruación; pero hay que tener cuidado, pues si esto lo descubre el hombre le tomará “aborrecimiento a la mujer y ella nunca más lo volverá a ver”.


- Para una mujer que pretenda a un hombre “con el mal fin de tener acto carnal” con él, darle un bebedizo compuesto “de la raspadura de una piedra de lumbre que llaman pedernal”.


- Para saber si uno se va a casar, poner el día de San Juan un huevo en agua, si se cuaja, habrá boda.


- Cuando el hombre tiene tratos con una mujer casada, para su seguridad “hacer con un cuchillo una cruz en el suelo de casa y clavar el cuchillo en la cruz” con eso, “aunque esté el hombre dormido, el marido de la mujer no lo despertará si viniese, ni lo verá en la cama de la mujer”.


- Cuando se quiere entrar en la casa de la amada sin que ladren los perros, “es buena diligencia meterse una tajada de queso entre la suela del zapato”.


Pero mientras algunas hechiceras ponían en prácticas estas fórmulas mágicas para curar el mal de amores y todo lo relacionado con lo más íntimamente ligado a lo sexual del ser humano, no es menos cierto, que en todo este mundo donde se fragua lo misterioso, fantástico, supersticioso y fascinante, existían pueblos donde la hechicería estaba perfectamente consagrada. En nuestro siguiente capítulo vamos a conocer a un importante grupo de mujeres, que por el número tan elevado, documentalmente hablando, de condenadas por prácticas supersticiosas, harán que Jerez de los Caballeros sea el pueblo de las hechiceras por antonomasia en Extremadura.


[1] AHN. Inquisición, legajo 3730. exp. 135.



[2] AHN. Inquisición Legajo 3730. Exp. 131


[3] Ibíd.


[4] AHN. Legajo 1988. N 42. Legajo 1987.


[5] Ibíd.


[6] AHN. Legajo 3681 N 3. relación de causas año 1650.


[7] A. H. N. Legajo 1988. N 42. Relación de causas año 1735.