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miércoles, 21 de agosto de 2019



Creencia y fetichismo en Las Hurdes .

Lo escrito está sacado del Congreso Nacional de Hurdanófilos, celebrado en Plasencia, en los día 14 y 15 de junio del año 1908. Biblioteca Nacional de España. MS. R 758. 259

A poco que me extendiera; tendría materia para un libro, pues las luces de la cultura, al ahuyentarlas de las tierras civilizadas, parece que han ido acorralando las supersticiones en las gargantas y salvajes hondonadas de las Hurdes, como los vientos amontonan las nubes en los agrestes picos de sus peladas montañas.

Las supersticiones jurdanas, aparte de mil consejas de las cuales hablaremos en otra ocasión, se reducen principalmente, a la creencia en duendes, zánganos y brujas.



El duende jurdano no tiene formas determinada, y tan pronto es una mano fría e invisible que en la obscuridad de la alcoba se complace en atormentar a sus perseguidos, contándoles los huesos de la espina dorsal. En otras ocasiones, se convertía en un caballo alado y herrado, que en el silencio de la noche paseaba cargado de horrísonas cadenas por las calles de la alquería. Hay quienes cuentan, que se transforma en negrísimo y descomunal cuervo de temeroso graznido, que se posa en el campanario y revuela noches entera sobre las chozas del caserío. En Ladrillar, hubo una temporada en la cual este malévolo duende tenía asustados y encerrados a los vecinos en sus casas desde el obscurecer hasta el amanecer, hasta que un señor cura los convenció, de que el duende había muerto a sus manos. Hay quien asegura haber visto al duende en forma humana.

Un cabrero velaba su rebaño cierta clarísima noche de Julio en las cumbres de La Gineta, le entró ganas de fumar un cigarro y al ir a encenderlo, se encontró sin mecha, mustio y desconsolado, con el apagado cigarro en la boca, tendió la vista hacia el río que a los pies de la montaña corría, y ¡oh asombró! Vio a un duende descomunal y gigantesco que, en forma humana, vestido de levita y chistera, descendía del Arroceño y caminaba rio abajo con un larguísimo puro encendido en la boca, y era tal la estatura del duende, que mojándose sus pies en el agua del rio, la copa de su sombrero repasaba los nevados picos de la Gineta y el Capallar. Mas el cabrero no se asustó; porque, como él decía, quien viste de levita y chistera, aunque sea duende, por necesidad ha de ser persona decente; y con la mayor naturalidad del mundo, le pidió lumbre para el cigarro. ¡Toma! le dijo el duende, y sin necesidad de empinarse, le tendió el puro. Lo cogió el cabrero con ambas manos, encendió el cigarro, devolvió su puro al duende, y este siguió su camino hasta perderse por la parte de Nuñomoral, mientras que el jurdano, se fumó el cigarro tan campante.



Los zánganos son las brujas del sexo masculino. Estos abundan poco, ya son muy raros los hombres tenidos por zánganos en las Hurdes; todo lo que más abajo diré de las brujas, a los zánganos es aplicable y por tanto empecemos con las brujas.

Estas son muy comunes y rara es la alquería en la cual no haya una, dos y aún más mujeres tildadas de brujas por sus convecinos. Algunas de estas brujas traspasan los límites de su caserío y se hacen famosas en todo el concejo.

La bruja jurdana es muy parecida a las demás brujas peninsulares; envenenan las aguas, hace mal de ojo a los niños, embruja a los hombres y a los animales, seca los pechos de las mujeres paridas, etc. etc. No sale por la chimenea montada en una escoba, por la sencilla razón, de que en las Hurdes no hay chimeneas... y las escobas son muy raras. Pero tienen sus reuniones nocturnas, en las que cantan y bailan al son de un pandero tocado por el zángano más viejo de la comparsa. Estas pobres mujeres pasan una vida de perros. Si los jurdanos no les niegan la sal y el fuego es por el temor que tienen a sus maleficios; pero este temor que infunden a sus paisanos, no las libra, en algunas ocasiones, de sendas palizas propinadas por jurdanos animosos y valientes, que valiente ha de ser el que se atreva con estas señoras.




No ha muchos años una pobre mujer, bruja famosa en el concejo de Casares, tuvo que expatriarse porque sus convecinos se ensañaron en buscarle el cuerpo y molerlo a estacazos.

Todas las desgracias que ocurrían en la comarca eran malos quereres de la tía... no recuerdo el nombre, pero lo he oído más de una vez. Y los perjudicados no se andaban con chiquitas; asaltaban la casucha de la pobre viuda y le ponían el cuerpo como alheña. Hasta que optó por abandonar los patrios lares para no morir a manos de sus convecinos.


No siempre las brujas son conocidas como tales, y por casualidad, hay alguna alquería en la cual la opinión pública no señala a ninguna mujer como bruja; pero en esa alquería, a un jurdano se le muere el pilo, a otro le dan calenturas, al de más allá se le perniquiebra una cabra, etc. etc.; pues no hay duda, alguna bruja oculta anda en el ajo; y entonces, para descubrirla acuden un medio infalible: si el Sr. cura al terminar la misa deja, por olvido, abierto el misal, la mujer que sea bruja y esté en la iglesia, no podrá moverse de su sitio hasta que cierren el misal. Mas como el Sr. Cura rara vez se olvida de cerrar el misal y no todas las mujeres van a misa, de ahí que no logren su intento, pero el medio es infalible.


Para terminar, diré algo de los amuletos que emplean para preservarse de los maleficios brujeriles: Poco diré, porque este artículo va pareciendo la deuda pública según lo que crece. Los principales son: La sarta de la leche, piedrezuela blanca que cuelgan al cuello las mujeres a las cuales, lactando un niño, se les ha retirado la leche.

la sarta de las calenturas, piedrecita negra que tiene la virtud de cortar las calenturas. Estas sartas son un tesoro para sus poseedores, quienes las prestan a no bajo precio, y son aveces, causa de graves disgustos entre los herederos del afortunado dueño de la sarta.







Pero el más famoso de todos los amuletos son los testículos de zorro. Quien lleve consigo unos testículos de zorro conveniente mente preparados y encerrados en una bolsita de lienzo, puede hacer frente a todos los duendes, zánganos y brujas del universo. Este amuleto ha llegado a venderse al precio de 10, 12 y 15 duros. Las estafas a que este y los anteriores amuletos pueden dar y han dado ocasión, no son para contadas.



Se sirven también del aceite de la lámpara del Santísimo, no robada sino cambiada, y con anuencia del Sr. Cura, que se ve obligado a transigir algo con sus feligreses en materia de brujas. También usan el agua bendita, de la que hacen un consumo inmenso, y las ropas de la iglesia. Existen noticias de sacerdotes, que se habían quejado amargamente, de los destrozos que hacen en las ropas sagradas las bárbaras tijeras de sus supersticiosas feligresas.

martes, 26 de marzo de 2019



El Otro Hernán Cortés




En este año 2019 se celebran los 500 años de la llegada de Hernán Cortés a México, una efeméride que hará que se hable mucho del personaje y se escriban libros y artículos entorno al protagonista.

No voy a entrar en las dinámicas de si hay que festejar la efeméride del extremeño o no celebrarla en función de lo que la historia nos cuenta. Mi misión en este artículo es aportar documentos y escritos, que en la mayoría de las ocasiones no se dan a conocer, y que al igual que el resto, forman parte de la historia de España.

Hernán Cortés tuvo su nacimiento en Medellín (Badajoz), una población extremeña bañada por el río Guadiana y que al igual que otros de su mismo territorio, decidieron en su día con ilusión y ganas ir allende los mares.

La historia que vamos a narrar en esta crónica, son los momentos vividos por el personaje y que le ponen en la picota de la historia, como un maltratador de mujeres, un envenenador de personas en su propia casa y un corrupto ante la Corona.

Esto que estamos redactando y expresando, puede hacer que algunos de los interesados lectores se rasgen las vestiduras y no solemnizar ni conmemorar su celebración.

No debería de ser así, ya que la libertad de cada uno camina y se manifiesta en función de aquello que se desea realizar en pro de tus apetencias, afán y aspiración. Mi misión es la de compartir con ustedes estos relatos documentados y, a partir de ello, que cada cual saque sus propias conclusiones.

Investigando en el Archivo Histórico Nacional dentro de la sección Archivo General de Indias, me encontré con una documentación en la sección Patronato, que me sorprendió en cuanto al comportamiento de este conquistador. Un talante que deja en evidencia la mala conducta y la ambición de algunos históricos españoles en favor de su grandeza y alta posición.

Crónicas que no se nos cuentan en los colegios, institutos ni universidades, pero que llevan la rúbrica y el timbre de haber sido en su momento, memorias y relaciones de la historia de España. En dichos escritos localice noticias como la relación de los cargos que resultaron en una pesquisa secreta que se hizo en Nueva España por Nuño de Guzmán, Juan Ortiz de Matienzo y el licenciado Delgadillo, presidente y oidores de la Audiencia de Nueva España, remitida a Su Majestad Carlos I para los fines que convinieran. Está firmada por los tres y por Gregorio de Saldaña, escribano de Su Majestad. Entre otras cosas de dice lo siguiente.



“Sobre haber tenido Cortés excesos carnales con muchas mujeres, algunas de ellas sus parientas en 4º grado y también con 3 hijas de Moctezuma. Así se justifica por varias declaraciones de testigos.

Coretes

Sobre la muerte que Hernán Cortés dio a su mujer Catalina Juárez. Así se justifica por varias declaraciones de testigos, pues la noche en que murió se acostó buena y sana con su marido y a la hora y media era ya difunta. Por ciertas señales que se le hallaron en la garganta se creyó que fue ahogada con un cordel, habiéndole quitado unas gargantillas que tenía en el cuello para no impedirle la muerte, las cuales se encontraron derramadas en la cama.
Esta Catalina Juárez se quedó en la isla de Santo Domingo o Fernandina al separarse de ella su marido e impulsada de su cariño se fue a Nueva España, donde le sucedió su desgraciada muerte. Fueron testigos Juan de Burgos, Ana Rodríguez, Elvira Fernández, Piolanta Rodríguez (estas eran tres damas de la difunta), Isidro Moreno (este dice que la muerte acaeció en el año de 1522), Martín de Vera y Francisco de Orduña”.[1] 



Otras imputaciones que su majestad va a recibir de tan notorio y memorable individuo, son las que nos hablan de un sujeto que se dedica a envenenar a otros semejantes compatriotas. El ejemplo más claro lo tenemos en la siguiente delación documental extraída de las fuentes archivísticas del Archivo General de Indias.

“Sobre la muerte que Hernán Cortés dio a Luis Ponce de León. Dicen los testigos y particularmente el doctor Cristóbal de Ojeda, que conocieron a Luis Ponce de León, juez de residencia de Nueva España, y que habiendo llegado este a un pueblo llamado Estepalapa, le tenían dispuesta una gran cena por orden de Cortés. Entre los manjares que se sirvieron a la mesa estaba un plato de requesón o manjar blanco del cual comió el dicho Ponce con algún exceso y a los pocos minutos se puso malo y muy acongojado. Sin embargo, se levantó de la cama y se puso en camino para México: se le aplicaron varias medicinas siendo una de ellas por mano de una india, que le hizo arrojar una cosa muy hedionda y podrida; pero a los 17 días murió. Los testigos que deponen sobre una inesperada muerte son: Francisco de Orduña, Lope de Samaniego (quien como testigo ocular relaciona con detalle lo que ocurrió). Estos testigos y otros dicen que Andrés de Tapia fue cómplice en esta muerte”. [2] 



Otras noticias de intento de envenenamiento de este personaje nos dicen: que cortés envió con un paje suyo, un torrezno flamenco al licenciado Marcos de Aguilar, justicia mayor en México, quien habiendo comido de él se acercó infinito a la muerte, lo que no se verificó por haberle dado a beber aceite, con lo que pudo vomitar mucho.

Sobre la muerte que se dio a Francisco de Garay. Dicen los testigos, que Cortés envió con un paje suyo, un torrezno flamenco al licenciado Marcos de Aguilar, justicia mayor en México, quien habiendo comido de él se acercó infinito a la muerte, lo que no se verificó por haberle dado a beber aceite, con lo que pudo vomitar mucho.[3]

Otras razones por las que se acusa a Hernán Cortés en su momento, es por la falta de respeto a Carlos I, a quién en un momento determinado llega a decir lo siguiente de SM.


“Sobre que al tiempo que quería Cortés enviar a descubrir la especiería, dejó ciertas cosas de Su Majestad abandonadas. El testigo Hernán Pérez de Bocanegra dice que estando gobernando en México, como justicia mayor, Marcos de Aguilar tras la muerte de Luis Ponce de León, sabiendo que un navío que se dirigía hacia la especiería enviado por Su Majestad desde España en conserva de otros navíos de los que iba por capitán general frey García de Loaysa, llegó al puerto de Tehuantepec, en el Mar del Sur, y por muerte de este capitán en Oaxaca, se intentó nombrar al que declara, lo cual impidió Cortés con su autoridad y poderío.
Este testigo detalla las contestaciones que tuvo con Cortés sobre dicha expedición, y los acontecimientos con Álvaro de Saavedra. Marcos Ruiz dice: que Juan de Umbría por mandado de Cortés había ido al Mar del Sur, donde cortó dos árboles, diciendo que tomaba posesión de ella en nombre de Su Majestad. Lope de Samaniego, Gonzalo de Salazar y Alonso de Estrada dicen: que Cortés tuvo toda la provincia de Michoacán mucho tiempo sin repartir, cuyo delito le reprendieron los oficiales reales, diciéndole que tenía que repartir a Su Majestad algunas provincias, a lo que Cortés respondió con mucho enojo: “Si mucha tierra tengo, mucha he menester, que yo lo he ganado, que toda es poca para mí, que si tierra tengo, poco le costó al Rey, y que de ello informasen a Su Majestad lo que quisieren”.[4]

Carlos I ante este tipo de informes llegados a sus manos, decide contestar a esta última parte diciendo con energía lo que a continuación detallamos. 

Carlos I

“Que hagan que el marqués del Valle les entregue la bula original en la que se le concede el derecho de patronato de las tierras contenidas en la merced real que se le hizo, y la envíen, y entretanto se provee, no consientan que use de este patronato sin consentimiento real”.[5]

La ocupación e invasión de México por Hernán Cortes, sembró el descontento en muchísimos naturales del territorio sometido, creando con ello, un cierto desprecio hacia su persona, ante la evidencia de las tributaciones que les hacía pagar a los nativos y naturales del territorio arrebatado. La prueba más contundente la tenemos en las quejas de los indios de Cuernavaca, quienes ponen por escrito una declaración con fecha 24 de enero de 1533, de los muchos tributos que estos tienen que pagar a su señor en Nueva España el Marqués del Valle. El documento nos habla lo siguiente:

“En 24 de enero de 1533, trajeron ocho pinturas los indios de la provincia de Cuernavaca y me las dieron a mí Pedro García, interprete de esta Real Audiencia y me rogaron: que las diese a los señores presidentes y oidores de la Audiencia Real y que se las dijese de la misma forma que ellos me la trasladaron.

Se quejaban del Marqués del Valle, su señor, que le habían oído decir a Hernán Cortes y a sus criados, que el rey nuestro señor se los había dado como vasallos y que el dicho marqués no los trataba como vasallos sino como esclavos.

Que eran muy mal tratados por los criados del Marqués del Valle, porque le habían tomado sus tierras, haciendas y granjerías, llevándoles tributos y servicios demasiados, a cuya causa, los naturales de la dicha provincia se han despoblado y despueblan.

Que les hacen pagar el tributo cada ochenta días al Marqués del Valle y le dan solo en la provincia de Cuernavaca: cuatro mil ochocientos toldillos de a cuatro piernas y de dos brazas en ancho y otras dos en largo, 20 enaguas, 20 camisas ricas, más de diez paños damascados de cama, más otros diez paños damascados de indios, más cuatro colchas de algodón, y que esto se le da cada ochenta días; sin la comida y sementeras que le hacen y los servicios de casa.

Más le hacen cada año veinte sementeras de algodón y ocho de maíz, y se las cogen y encierran al dicho Marques del Valle. Cada treinta días los llevan a las minas, cargando ciento cuarenta cargas de maíz, seis de agi, cuatro de frijoles e indios para el servicio de las dichas minas.

Más le dan al dicho Hernán Cortés: comida para su despensa y casa que sea menester, y un día a la semana se le da: quince cargas de maíz, más diez gallinas de la tierra, más dos gallinas de Castilla, tres palomas de la tierra, dos conejos, diez codornices, ochenta cestillos de pan, veinte tortillas, sal, fruta, agi, leña y hierba la que sea menester, café, doscientos huevos y pescado que sea menester.

También se le da mucha loza, platos, ollas y escudillas, que no hay cuenta de esto, sino que se le da cada vez que lo piden sus despenseros y criados, y si no dan todo esto que se les pide como tributo, los encierran y echan presos, les dan de coces y les tiran de los cabellos los criados del dicho marqués. Que algunos criados del dicho marqués, cuando necesitan amas para dar leche a sus hijos para criarlos, les toman algunos sus mujeres.

Que Juan Altamirano, teniente de justicia del marquesado y otro que se dice Juan de Salamanca, les han tomado cinco amas y que un Martín Santos les ha tomado dos indias para su servicio. Que este mismo Martín Santos, les ha tomado dos tierras grandes que la siembra de melones, de las cuales se sustentaban y se mantenían muchos de los naturales del dicho pueblo de Cuernavaca, porque se cogía dos veces frutos en un año por ser tierra de regadíos.

No nos han pagado nada por nuestras tierras y los maraguales y principales junto a los naturales que habitaban en ellas, se han marchado despoblando lo que fueron sus tierras. Por todo ello pido y suplico a los señores presidentes y oidores de la Audiencia Real, pues están en nombre del rey nuestro señor, hagan justicia y devuelvan las tierras a los naturales”.

Que así mismo dan a la despensa del dicho marqués del Valle en cada día, ochocientas almendras de cacao y que a consecuencia de estos tributos que les pagan, viven muy necesitados y pobres.

Qué a mí mismo en el año 1532, les pidió el dicho Marqués del Valle cuarenta esclavos para que le labren sus sementeras, siendo indios estos esclavos los cuales están siempre trabajando. Que los indios le han construido una casa al Marques del Valle en Cuernavaca y le han dado cal a la misma, y no les ha pagado nada a los indios, corriendo a sus costas, la madera, la piedra y la misma cal.

Que Hernán Cortés les dijo a los dichos indios cuando vino de los reinos de Castilla hasta México, que el rey le había hecho merced de ellos y que los señores presidentes y oidores enviarían personal para contarlos.

Que derriben casas y que dijesen a los dichos contadores que fuesen hacer la dicha cuenta, que donde hubiese dos o tres vecinos que todo era de uno y que estuviesen sobre aviso los dichos indios para cuando se le preguntasen y que otros indios dijesen que eran esclavos.

Qué si no se escondían, que le darían más tributo que pagar y si se escondían, al ser menos indios, pagaría menos tributo y podía pedir más indios de otros pueblos.

Que los dichos indios se escondieron y se venían a la noche a sus casas como el dicho marqués se lo mandó. Más que ni aún por eso el dicho marqués les ha quitado de los tributos y trabajos que le tienen que pagar los naturales.[6]

Hernán Cortés, maltratador de mujeres, envenenador, corrupto con no querer pagar a la corona lo que le pertenece por lo que tiene en el territorio que controla, y un personaje al que hay que darle también la parte de historia que dejó con esta peculiaridad tan llamativa.

Esta es la primera parte del otro Hernán Cortés y en breve os entregaré la segunda, para que conozcáis la otra historia jamás contada de este conquistador español, que en este año 2019 se celebran los 500 años de la expugnación e incautación del territorio mexicano.

Saquen sus propias conclusiones.










[1] AHN. Archivo General de Indias. Patronato,17, R.24


[2] Ibidem.


[3] Ibidem.


[4] Ibidem.


[5] Archivo General de Indias. Mexico,1088, L. 2, F.32R-46V




[6] Archivo General de Indias, Patronato,16, N .2, R.37. <

domingo, 24 de marzo de 2019




Mártires de Moisés. Médicos Quemados por la Inquisición de Portugal 



Conversos o cristianos nuevos, jugaron un papel importante como médicos en la península ibérica durante la Edad moderna. Ya antes, en el periodo medieval, los judíos de Portugal y España alcanzaron un rol muy destacado como médicos y cirujanos. En Portugal, por ejemplo, el sesenta por ciento de los hombres que recibían licencias autorizándoles a practicar medicina o cirugía, eran judíos. 

Desde la Edad Media, la población cristiana abrigaba una gran desconfianza hacia los médicos judíos. Recelo que se agudizó contra los doctores conversos durante el mismo periodo. Ya en las instrucciones para la inquisición publicadas por el inquisidor general Tomás de Torquemada (1420-1498) en 1484, apenas algunos años después del establecimiento del santo oficio en Castilla, se incluían los oficios de médico, cirujano, sangrador y boticario entre los que eran prohibidos a los hijos y nietos de conversos condenados por herejes.[1]

Al final del siglo XVI, los estatutos de limpieza de sangre impedían, en teoría, el acceso de cristianos nuevos a muchos colegios y universidades dónde hubieran podido proseguir estudios médicos. Sin embargo, y a pesar de estas medidas, cristianos nuevos en España y Portugal continuaban estudiando medicina y cirugía utilizando documentos falsos o sobornando oficiales. 

Puede afirmarse, que la alarma provocada por el número de conversos que practicaban la medicina se transformó en una psicosis durante los siglos XVI Y XVII. Por estas fechas se elaboraron numerosas teorías conspirativas, atribuyendo a doctores o cirujanos conversos, un papel activo en una gran conspiración judía, cuyo objetivo era, la destrucción de los cristianos viejos y de la cristiandad. Estos temores eran admitidos no sólo por el pueblo sino también por miembros de la aristocracia y de la elite eclesiástica. Una de las teorías más populares en España y Portugal, que en este periodo se formuló, giraba en torno a una supuesta carta enviada por la comunidad judía de Constantinopla hacia los cristianos nuevos de la Península Ibérica, dándoles consejos para arruinar a la cristiandad. No hay duda alguna de que este documento era una falsificación producida por los enemigos de los conversos, no obstante, logró sus objetivos y fue aceptada como verdadera por muchos cristianos viejos. Un parecer sin fecha, que fue escrito por un obispo portugués, refleja el temor de una conspiración de los médicos conversos contra la sociedad vieja cristina:

“Emfim cumprirão o que escreveo hum judeo de Constantinopla aos de sua nação destas partes, que fizessem seus filhos medicos e ecclesiasticos, para que fossem senhores das almas e corpos dos christãos”[2]

En otra carta, esta vez enviada por un inquisidor del tribunal de Coímbra en 1619 al Consejo Supremo de la Inquisición portuguesa, se ve que los mitos acerca de los médicos conversos eran aceptados como un hecho dentro del mismo Santo 0ficio: 

"Hum medico confessou no S. O. (depois de confessar seu judaismo) que matou muitos christãos velhos com purgas e outros medicamentos contrarios ás enfermidades que tinhão, e que se a alguns aplicava convenientes era por seu credito e reputação, entendendo que se matara a todos ninguem se quereria curar com elle, e assi não ganharia por seu officio..."[3]

Por falsos comentarios como estos, más de setecientos médicos portugueses fueron condenados por la Inquisición lusitana, algunos fueron deportados a Brasil y a otras colonias africanas como castigo y condena del Santo Oficio. La misión era clara, destruir la mente del galeno a través del alejamiento de su familia, durante tres, cuatro o cinco años. Algunos, fueron condenados como galeotes (remeros) en las galeras reales portuguesas, mientras que otros, fueron literalmente quemados vivos en las piras de la Inquisición. De esos mártires de Moisés nos vamos a ocupar en este pequeño artículo, para honrar, levantar y ensalzar, con sus nombres y apellidos, no solamente el ser humano que representaban, sino el ideal por el que fueron chamuscados en las hogueras de la “Santa Inquisición”, el judaísmo. Estos fueron algunos de los judaizantes abrasados en nombre del Crucificado en tierras de Vasco de Gama. 

Antonio Rodríguez Mezquita 

Cristiano nuevo, de 50 años de edad, fue acusado de confesión diminuta, de oficio médico, natural de Vila Flor, arzobispado de Braga, tiene su morada en Viseu, hijo de Manuel López, cristiano nuevo, mercader, es su madre Blanca Rodríguez, cristiana nueva, es hombre casado con Ana López, cristiana nueva. Entró en prisión el día 12 de marzo de 1694, fue sentenciado en el auto de fe que se celebró en Coimbra el día 25 de noviembre del año 1696, fue condenado a llevar hábito a perpetuidad, cárcel perpetua, y fuese desterrado cuatro años para Angola y esté un año encarcelado en la prisión que le asignase el Santo Oficio, sea instruido en nuestra fe y penas espirituales. 

Con fecha 25 de julio del año 1706, éste reo de nuevo fue condenado por la Inquisición por reincidir en el judaísmo, siendo sentenciado con excomunión mayor, confiscación de bienes, sean sus huesos desenterrados y quemados hasta hacerlos cenizas, y sea su estatua relajada a la justicia secular. El reo falleció en las cárceles de la Inquisición el 12 de octubre del año 1704.[4]

La cárcel perpetua mató a nuestro primer protagonista, enfermedades, problemas mentales por la ausencia familiar, frío, calor y un sin fin de elementos en contra hicieron, que el cuerpo de Antonio Rodríguez de Mezquita, se quebrara para siempre como una caña pisada por una pesada bestia. Al morir, su cuerpo no se lo entregaron a la familia, la Inquisición tenía en su feudo un cementerio particular donde enterraban los cuerpos de estos judaizantes fallecidos a espera que se celebrase su auto de fe. Estuvo enterrado dos años y, como nos indica el documento, en 1706 sus huesos fueron desenterrados y quemados hasta hacerlos cenizas. Cuando desenterraban el cadáver, la Inquisición solía poner sus huesos en serones que eran llevados por asnos, haciendo un pelele o muñeco de cartón al que se le pondría el sambenito que el reo no pudo llevar. Sobre el pecho del polichinela se le ponía un letrero con el nombre y apellidos del reo, la herejía cometida y la procedencia o lugar de nacimiento. Cuando sus huesos se lanzaban a la hoguera para hacerlos desaparecer, también se lanzaba el pelele al que previamente se le había quitado el sambenito correspondiente, prenda difamatoria, que sería colgada en la iglesia del pueblo del reo para perpetuar su infamia y la de todas sus generaciones. Esta realidad hacía que los familiares del condenado no pudiesen viajar a Indias, no podían utilizar el color carmesí, ni llevar oro ni plata sobre su cuerpo, tampoco se les permitía llevar armas ni trabajar en trabajos públicos. Proscritos de por vida. Ciudadanos de segunda o tercera categoría. Los familiares solían abandonar inmediatamente la población por una razón evidente, el sambenito colgado en la pared de la iglesia de donde procedía el reo, los estaba acusando permanentemente de ser descendientes de herejes. La pobreza hacía acto de presencia en una familia que antes había vivido cómodamente, la razón, la confiscación de bienes del quemado. Por el judaísmo murió en la hoguera, por abrazar las enseñanzas de Moisés, toda su familia se verá severamente empobrecida, arruinada, pero el maná, la palabra del Dios Israel no la podrían abrasar en la hoguera. La familia clandestinamente seguiría manteniendo, aunque con miedo, algunas tradiciones judías como comidas, oraciones y costumbres sefarditas siempre de puertas adentro. Los ojos de la Inquisición y de los cristianos de raza, estaban atentos a cualquier movimiento que pudiera ser tachado o reprochado como propio de seguidores de la ley de Moisés. Las denuncias seguirían llegando hasta las casas de la Inquisición en Coimbra y la Inquisición seguiría estando preparada para arrancar y pisotear la cizaña del trigo. Eso fue lo que le pasó al siguiente médico judaizante llamado Miguel Núñez.

Miguel Núñez 

Cristiano nuevo, de 33 años de edad, fue condenado por judaísmo, médico de profesión, natural de Trancoso, obispado de Viseu, morada en Aveiro, obispado de Coimbra, hijo de Diego Rodríguez, cristiano nuevo, médico, y de Antonia Núñez, cristiana nueva, casado con Isabel Díaz, cristiana nueva. Entró en prisión el día 6 de diciembre del año 1599, fue sentenciado a salir en el auto de fe que se celebró en Coimbra el día el 15 de septiembre del año 1602, siendo condenado con excomunión mayor, confiscación de bienes y sea relajado a la justicia secular (quemado vivo).[5]




Otros médicos judaizantes condenados a la hoguera fueron nuestros siguientes sacrificados e inmolados personajes. 

Joao Fernández Alcácer 

Cristiano nuevo, de 63 años de edad, fue acusado de apostasía, de oficio médico, natural de Evora, tiene su morada en la misma ciudad citada, hijo de Manuel Fernández Alcácer, cristiano nuevo y Leonor […]cristiana nueva, soltero. Entró en prisión el día 28 de mayo de 1594, siendo sentenciado en el auto de fe que se celebró el 12 de mayo del año 1596. Fue condenado con excomunión mayor, confiscación de bienes y que sus huesos sean desenterrados, quemados y hechos polvos, y que su estatua o pelele sea relajada a la justicia secular. El reo falleció en las cárceles.[6]

García López 

Cristiano nuevo, de 47 años de edad, fue acusado de judaísmo, de oficio médico, natural de Portalegre y que tiene su morada en la misma ciudad citada, es su padre Jorge Gómez, cristiano nuevo, tratante, es su madre Violante Gómez, cristiana nueva, es casado con Clara López, cristiana nueva. Entró en prisión el 8 de agosto del año 1570, fue sentenciado en el auto de fe que se celebró el 14 de diciembre del año 1572, le fueron confiscados todos sus bienes para el fisco y la Corona Real del Reino, fue relajado a la justicia secular y que su muerte sea sin derramamiento de sangre. El reo se licenció en Medicina en la universidad de Lovaina, teniendo su familia viviendo en Flandes, en el actual territorio de Bélgica. Fue quemado vivo.[7]

Joáo Tavares Pacheco 

Cristiano nuevo, fue acusado de practica de judaísmo, médico de profesión, natural de Trancoso, obispado de Viseu, tiene su morada en la feligresía de Sao Nicolau, Lisboa, casado con Branca Henriques, cristiana nueva. Fue sentenciado en el auto de fe que se celebró en Évora el día 22 de marzo del año 1705, su condena fue la de ser excomulgado con excomunión mayor, se le confiscaron sus bienes, y fue relajado en estatua a manos de la justicia secular. El reo se encontraba ausente en Inglaterra. El 19 de febrero de 1706 y en cumplimiento de una orden del comisario Leonardo Pesoa, fueron colgados los retratos en la iglesia de San Juan Bautista extramuros de la villa de Trancoso, del reo y de Antonio Henriques.[8]

Baltasar Soares 

Médico del partido de Alpalháo, fue acusado de judaísmo, natural de Alter do Cháo, tiene su morada en Alpalháo, es hijo de Diego Díaz Caldeiráo, es su madre Inés Soares, casado con Andresa Gómes. Entró en prisión el día 29 de diciembre del año 1702, fue sentenciado en el auto de fe que se celebró en Évora el día 9 de septiembre del año 1708, solo acabó de confesar culpas después de sentenciado y ser entregado a la justicia secular para ser quemado.[9]

Diego Correa del Valle 

Cristiano nuevo, de 58 años de edad, fue acusado de judaísmo, médico de profesión, natural de Sevilla, España, tenía su morada en Minas do Ouro Preto, Brasil, hijo de Luís Correa, cristiano nuevo, es su madre Violante de Mesquita, cristiana nueva, viudo de Isabel Méndez, cristiana nueva. Entró en prisión el día 12 de octubre del año 1730, siendo sentenciado en el auto que se celebró en Lisboa el día 6 de julio del año 1732, fue condenado a ser quemado vivo a manos de la justicia secular. El reo cuando estaba en el cadalso hizo nueva confesión, y siendo mirada esta por la mesa, fue mandada al Consejo General de la Santa Inquisición quién dictaminó: que la referida confesión no contenía nada que alterase la sentencia anteriormente proferida, por lo que se ordenó el cumplimiento de la pena. El reo no era hijo legítimo de Luís Correa y Violante de Mezquita, fue criado por ellos como tal. El verdadero hijo del matrimonio había fallecido.[10]

Tomás Nunes 

Cristiano nuevo, fue acusado de judaísmo, de 60 años de edad, médico de profesión, natural de Barcelos, tiene su morada en Vila do Conde, asistente en Lisboa, es hijo de Lopo Nunes, cristiano nuevo, mercader de oficio, y es su madre Branca Lopes, casado con María Vaz, cristiana nueva. Entró en prisión el día 14 de julio del año 1594, fue sentenciado en el auto de fe que se celebró en Lisboa el día 23 de febrero del año 1597, fue excomulgado con excomunión mayor, se le confiscaron sus bienes, y fue relajado a la justicia seglar. Quemado vivo.[11]

Manuel de Almeida 

Parte de cristiano nuevo, de 57 años de edad, fue acusado de judaísmo, médico de profesión, natural de Arraiolos, tiene su morada en Palmela, hijo de Antonio Rodríguez, zapatero y de Inés de Almeida, casado con Leonor de Oliveira, segunda mujer. Entró en prisión el día 3 de febrero del año 1642, siendo sentenciado en el auto de fe que se celebró en Lisboa el día 10 de julio del año 1644 donde se le leyó su condena. Fue penado con excomunión mayor, confiscación de bienes y fuese relajado a la justicia secular. Quemado vivo.[12]

André de Pina Trigueiro 

Cristiano nuevo, de 43 años de edad, fue acusado de judaísmo, es médico de profesión, natural de Faro y tiene su morada en Beja, hijo de Sebastián Francisco de Pina, hombre de negocios y parte de cristiano nuevo, soltero, entró en prisión el día 21 de noviembre del año 1720, fue sentenciado en el auto de fe que se celebró en Lisboa el día 10 de octubre del año 1723, fue condenado con excomunión mayor, confiscación de todos su bienes y sea relajado a la justicia seglar. Quemado vivo.[13]

Doctor Antonio Borges 

Cristiano nuevo, de 38 años de edad, fue acusado de judaísmo, médico y físico, natural de Viseu, tiene su morada en Ponta Delgada, isla de San Miguel, Azores, hijo de Diego López, cristiano nuevo, es su madre Leonor Borges, cristiana nueva, casado con Isabel Rodríguez Caiada, cristiana vieja. Fue sentenciado en el auto de fe que se celebró en Lisboa el día 24 de septiembre del año 1559, se le confiscaron sus bienes, excomunión mayor, fue relajado a la justicia secular.[14]

Gabriel Lopes de Amarilha 

Cristiano nuevo, de 44 años de edad, fue acusado de judaísmo, médico de profesión, natural de Sevilla, reino de Castilla, hijo de Pedro de Aragón, mercader y de María de Santiago Amarilha, casado con Isabel Rodríguez de Cáceres, cristiana nueva. Entró en prisión el día 9 de diciembre de 1677, fue sentenciado en el auto de fe que se celebró el día 8 de agosto del año 1683, se le confiscaron sus bienes, fue excomulgado con excomunión mayor, y que sean sus huesos desenterrados y quemados por la justicia secular. El reo era residente en Lisboa. El 9 de diciembre del año 1678, el reo falleció en las cárceles.[15]

Tomás de Castro 

De 27 años de edad, fue acusado de judaísmo, médico de oficio, natural de Río de Janeiro, Brasil y que tiene su morada en Lisboa. Es su padre Miguel de Castro Lara, abogado, cristiano nuevo, de estado civil soltero, entró en prisión el día 22 de mayo del año 1726, siendo sentenciado en el auto de fe que se celebró el día 16 de octubre de 1729. Fue entregado a la justicia secular para que fuese relajado y procedan a su ejecución sin derramamiento de sangres, fue quemado. Los padres del reo eran naturales de Río de Janeiro y moraban en Lisboa en la feligresía de Santa Justa. Los abuelos maternos del reo se llamaban, Baltasar Rodríguez Coutnho y Brites Cardosa y los paternos, Joao Tomar Brum y Branca Gómez Courinho.[16]

Diogo Rodríguez Nobre 

Cristiano nuevo, de 38 años de edad, fue acusado de judaísmo, médico de profesión, natural de Guarda y que tiene su morada en la misma ciudad, es hijo de Simón Rodríguez Nobre y María Luisa Núñez, es hombre casado con Guiomar Núñez. Entró en prisión el día 19 de noviembre de 1652, siendo sentenciado en el auto de fe que se celebró el día 11 de octubre de 1654, fue condenado con excomunión mayor, se le confiscaron todos sus bienes para el fisco y Cámara Real, siendo entregado para ser quemado vivo a la justicia secular.[17]

Estas han sido las trágicas y tristes historias de médicos seguidores de Moisés en tierras de Portugal, hombres que lucharon contra corriente por lo que más amaban, su familia, la medicina y el Dios de Israel. Eruditos que tuvieron que sufrir en sus carnes el escarnio cruento de los que decían ser seguidores de Jesús de Nazaret. La misión de este pequeño artículo, como dije al principio, es la de honrarles, sacarles del anonimato en el que estaban y darles el mérito que tienen, no solo por su valía profesional, sino también, por lo que fueron, victimas, mártires de Moisés a manos de la Santa Inquisición. 

[1] A. H. N. Sección Inquisición, Libro 497, folios 22-23. 
[2] J. Lúcio de Azevedo. Historia dos cristãos novos portugueses, 198, nota 1. 
[3] Ibíd. 469, doc. 12. 
[4] Archivo Da Torre do Tombo. Inquisición de Coimbra. Proceso 734 
[5] bíd. Proceso 889 
[6] Tribunal do Santo Ofício, Inquisição de Évora, proc. 166 
[7] Ibíd. Proceso 171 
[8] Ibíd. Proceso. 11786 
[9] Tribunal del Santo Oficio. Inquisición de Lisboa. Proceso. 4002 
[10] Ibíd. Proceso 821 
[11] Ibíd. Proceso 1883 
[12] Ibíd. Proceso 2281. 
[13] Ibíd. Proceso 3586 
[14] Ibíd. Proceso 4199 
[15] Ibíd. Proceso 6312 
[16] Ibíd. Proceso 6312 
[17] Tribunal do Santo Ofício, Inquisição de Lisboa, proc. 11114

miércoles, 20 de marzo de 2019



Los Herejes de Jaraicejo 




El presente trabajo nace de la necesidad de compartir con los vecinos de Jaraicejo (Cáceres), una parte de la historia de esta villa, qué durante siglos, como en todas partes, el bien y el mal formo parte de su realidad cotidiana en momentos determinados de sus anales. El objetivo y misión de esta investigación es, ante todo, el dar a conocer una realidad social donde lo cruento y a veces lo encarnizado, marcó durante mucho tiempo el paso de muchas generaciones que se vieron obligadas a sucumbir ante los poderes fácticos del momento. 

Crónicas reales documentas, que ponen de manifiesto, que el paso de la silueta de Caín por estos núcleos urbanos, dejó su negativa impronta impregnando con su sombra los cuatro costados de esta urbe pacense. Memoria que lleva insertada en su núcleo los valores del enfrentamiento, la hostilidad y el combate entre ciudadanos de una misma población, auspiciado por uno de los mayores enemigos de la humanidad, el mundo de los ideales. 

Conoceremos, episodios cargados de tensiones víricas propias de la irreflexión y la ofuscación del hombre hacia su prójimo, siempre dominados e influenciados por el funesto y luctuoso criterio de lo irreal e imaginario. 

En este estudio apasionante y conmovedor de la historia inquisitorial de Jaraicejo, nos encontraremos con documentos que llevan en sus hojas la marca y el sonido del dolor, la humillación y el estigma. Contar lo ocurrido con la Inquisición de Llerena en esta localidad extremeña, nos hará presagiar, vaticinar y predecir en la mente del lector, que la sombra y silueta de Caín cubrió durante muchísimo tiempo los cuatro puntos cardinales de estas vetustas y pardas tierras. Sombra que ha dejado enarboladas durante infaustos y dramáticos momentos, las fúnebres y lúgubres banderolas del espíritu cainita de los hombres, quienes, en nombre del Crucificado, llegaban a vulnerar y atropellar los mandamientos de la ley de Dios. 

Espero que esta veraz y fidedigna historia, ayude a desenmascarar al bíblico Caín, para que cuando sintamos cerca de nosotros la fétida y negativa presencia de su sombra, sepamos alejarnos de su camino, antes de que las penumbras y umbrías de su masa nos marquen y nos signen con su particular quijada. 

Estos fueron los hombres y mujeres de la población condenados por la Inquisición de Llerena.




El Bachiller Juan de la Cerda

Cura de Jaraicejo, fue testificado por dos testigos varones, de que haría tres años que predicando el sermón del nacimiento dijo: “qué llegando nuestra Señora fatigada a Belén con los dolores del parto, se entró con José debajo de un portal y allí parió”. Que otro año que también predicó el mismo sermón dijo: “que había parido sin dolor”. Visto en el tribunal se suspendió. 



Cristóbal Rodríguez 



Labrador, cristiano viejo, vecino de Jaraicejo, fue testificado por un testigo clérigo, de que habría tres años que andando pidiendo limosnas con otro clérigo llegaron a su casa, y que poniéndole la mano sobre la cabeza a un niño que estaba allí, dijo el dicho Cristóbal Rodríguez: multiplica, multiplica, y diciéndole que no dijese aquellas palabras porque eran mal dichas, respondió, que Dios y todos multiplicasen, y diciéndole que aquello no se decía por los clérigos sino por los casados replicó, que por todos se dijo, y reprendiéndoselo ambos clérigos le dijeron, que lo que decía era herejía. Cuando fue llamado contestó, que lo que había dicho no lo dijo con malicia sino por ignorancia. Visto en el tribunal se suspendió. 


Mari Jara 


Cristiana vieja, vecina de Jaraicejo, fue testificada por un testigo clérigo, de haber oído decir a otra mujer habría medio año, que viniendo de lavar había dicho: que no debía de haber día del juicio final. Qué si se lo hubieran preguntado ahora, no dijera tal cosa por ser mujer de buen entendimiento. No se pudo examinar el testigo y se mandó el tribunal que el comisario lo haga. 


Hechiceras 


El comisario de Jaraicejo escribió al tribunal el 30 de octubre de 1719, dando cuenta de unas mujeres de aquel lugar que hacían unas curativas sospechosas sin expresar los nombres. Signatura: AHN. Inq. Leg. 1987, n, 42. 


Ana Lasa 


Vecina de Jaraicejo fue delatada de hechicerías el 8 de enero 1731, signatura:  AHN. Inq. Leg. 1987, n, 42. 


El Doctor Juan Jiménez Moreno 


Clérigo presbítero natural de Jarandilla teniente de cura de Jaraicejo, de 35 años de edad, fue testificado por nueve testigos, de que estando predicando el día de San José había dicho: que quería tratar un pleito matrimonial sobre adulterio y que el actor acusador era San José y la rea acusada era María hija de Joaquín y Ana. Que prosiguiendo en el sermón había dicho: que más parte tenía San José en Jesucristo que no el Espíritu Santo; y que los bienes de la virgen eran partibles con San José en bienes gananciales. Que San José era inmortal y que se le podría llamar rey de los cielos y de los ángeles. Que la Virgen había sido acusada de adultera y había sido dada por libre y que San José se parecía a Jesucristo y Jesucristo a San José. 

Que después de haber predicado dicho sermón y viendo que la gente murmuraba, el mismo volvió otro día al púlpito estando en la misa mayor vestido de diacono y se afirmó en ello porque tenía el parecer de dos teólogos. 

Los testigos dicen que el reo es cristiano nuevo, y por parte de la Inquisición se calificaron estas proposiciones por escandalosa, temerarias y sospechosas de herejía. Fue llevado al tribunal en 1613, se le advirtió que no se metiese en estas cosas.






Elvira Sánchez Díaz. 



“Mujer de Diego González, reconciliado por este Santo Oficio, vecina de Jaraicejo, de generación de judíos, de 42 años de edad, fue presa por octubre de 1576 por hereje judaizante, fue testificada por tres testigos y entre ellos su marido de tracto y comunicación; estuvo siempre negativa, hizo ciertas defensas que pareció no relevarle, se le dio tormento sobre lo testificado de cinco vueltas de cordel a los brazos, y estando tendida en el potro se le dio dos garrotes en las espinillas, se le echaron dos jarros de agua y persistió en su negativa. Fue votada a que salga al auto en forma de penitente, abjure de vehementi, pague cien mil maravedíes para gastos del Santo Oficio y sea desterrada por dos años precisos de Jaraicejo”.[1]


Alonso Hernández Ramos. 


“Mercader, vecino de Jaraicejo, de edad de 60 años, de generación de judíos: fue preso por junio de 1572 con información de dos testigos, que le testificaron de haber tenido con él trato y comunicación sobre la ley de Moisés. Estuvo negativo, se le dio tormento sobre lo testificado de seis vueltas de cordel a los brazos, y por julio de 1573 fue absuelto de la instancia, siendo nuevamente preso por marzo de 1575 por segunda vez. Fue testificado por tres testigos que le sobrevinieron, dos de ellos de haber tenido trato y comunicación de los mismos delitos, siendo contestes en muchas juntas y comidas que hicieron con él por la dicha ley de Moisés. Estuvo negativo. Se le dio tormento sobre lo testificado con cuatro vueltas de cordel a los brazos, tres garrotes en las espinillas y tres jarros de agua, siempre negó las acusaciones. Siendo votado en consulta, a que salga al auto, abjure de vehementi, y sea desterrado de Jaraicejo por dos años precisos.”[2]


Francisco Pérez Torres 


“Portugues, de oficio mercader y estanquero del tabaco, vecino de Jaraicejo, de 27 años de edad, salió al auto por hereje judaizante y confesó haber guardado la ley de Moisés por tiempo de cinco años. Haber hecho por su observancia en dicho tiempo muchos ayunos de dicha ley en diferentes días, por los meses de septiembre el ayuno que llaman del Día Grande, no comiendo ni bebiendo hasta la noche, que cenaba cosas de pescado, garbanzos y huevos y nada de carne; que antes de hacer dichos ayunos se lavaba los pies, se cortaba las uñas y ponía ropa limpia. Declaró que hizo algunos ayunos por difuntos no comiendo carne dicho día, y que al terminar los ayunos volvía a comerla y que guardó los sábados por fiestas. Declaró quién le había enseñado dicha ley y las personas en cuya compañía había hecho los ritos y ceremonias de ella, declaró que habían tratado y comunicado con él como judaizante. Se le leyó su sentencia con méritos y fue reconciliado en forma, se le confiscaron sus bienes, sambenito y cárcel perpetua.”[3]




Miguel Gómez Martín 

Trabajador, vecino de Jaraicejo, de 38 años de edad, compareció ante el comisario de su lugar que hace de juez ordinario y confesor, de haber dicho que no era pecado mortal echarse carnalmente un hombre con una mujer pagándoselo. El comisario lo envió al Santo Oficio, donde examinados cuatro testigos que dijeron haberse hallado presentes, le testificaron de lo mismo. Fue votado a Prisión y penitenciado con penitencia pública, la cual consiste en que dicho reo salga en un domingo o día de fiesta en la iglesia mayor de Jaraicejo vestido de penitente, donde se le declarara su causa y penitencia de destierro por un año, y que abjure de levi.[4]

Estos fueron los condenados de Jaraicejo por la Inquisición de Llerena, hombres y mujeres que sufriron en sus vidas un amargo y atormentado calvario que marcó en adelante el verdadero sentir religioso de sus vidas y el de la población. Había que extender el catolicismo por todo el país y la mejor fórmula encontrada por el tribunal eclesiástico para tal misión iba a ser, la de destruir y arrancar la cizaña que envenenaba las espigas cristianas del territorio. Una misión contundente puesta en marcha por la monarquía y la Iglesia Católica con un objetivo muy claro, enarbolar y blandir la bandera del Crucificado por toda la piel de toro. 

La Inquisición de Llerena pondrá en marcha un despliegue exterior auténticamente colosal, mostrando cuales son los reos condenados por ella y lo más importante, el cumplimiento de las sentencias impuestas. Proceder que en última instancia viene determinado por la naturaleza de los delitos, en los que entiende y determina que algunos de ellos son de tremenda gravedad. Pecados que lesionan la imagen del Nazareno y que deben de ser castigados según las instrucciones del Santo Oficio del momento. 

La dimensión de las penas será algo público y notorio; hay que reparar la dignidad herida del cristianismo y para ello los autos de fe serán el momento crucial de restauración de la misma. La misión de dichos actos será la de recordar al pueblo asistente, que está prohibido y sobre todo penado, caer en los mismos errores que en ese momento se están castigando. 

En Llerena, y más concretamente en la plaza de Santa María de la Granada, fue donde se desarrollarán los autos de fe de los herejes de Jaraicejo y otras poblaciones extremeñas. En ese espacio público, el espectáculo, la violencia, el perdón, el poder, la religión, el arte y la diversión, se convertirán en algo único e inolvidable en los cerebros y pupilas de los ciudadanos asistentes. Los vecinos presentes conocedores de estos acontecimientos, darán su testimonio de militancia católica en los templos y en la misma plaza donde el auto de fe se va a desarrollar, sumándose con su presencia a los actos que rodean el espectáculo religioso. 

Pero si el auto de fe pone de manifiesto los errores de los condenados, no lo van a ser menos las cárceles de la Inquisición, donde las torturas, los suicidios, la locura, y un permanente terror manifiesto, serán en dichos habitáculos los siniestros acompañantes de los hombres y mujeres detenidos por el Santo Oficio. Torturas como los garrotes en las espinillas, las vueltas de cordel en los brazos y muslos estando los reos echados sobre el potro, la famosa tortura de la toca o de los jarrillos de agua y otras por el estilo, harán que los cuerpos y mentes de muchos vecinos de Jaraicejo, queden traumatizados y estigmatizados para siempre. Toda una trágica epopeya en nombre del Dios de los cristianos, que pone de manifiesto, la falta de fe de unos hombres de Iglesia en busca de un solo Dios, una deidad llamada poder en la que existe una simbiosis de la política eclesiástica y secular por un interés común: la unidad de la fe. 

[1] Ibídem.
[2] Ibídem.
[3] Ibíd.
[4] Legajo 1988. N. 13. Relación de las causas despachadas en el Santo Oficio de la Inquisición de Llerena, desde el 29 de mayo de 1580, hasta el 24 de mayo de este presente año de 1581.

jueves, 14 de marzo de 2019



Catalina Díaz alias “La Pecera”. La Maestra Hechicera de Jerez de los Caballeros


Catalina la Pecera, fue una hechicera natural de Jerez de los Caballeros, que se caracterizó por el dominio de infinidad de oraciones con las que satisfacía las necesidades de sus clientes. Rezos que servirán como instrumento para poder ganarse el pan de cada día, gracias a sus habilidades y credibilidad manifiesta que les dirigían sus más fervientes seguidoras. Aunque no todas se creía lo que hacía, y eso era todo un riego para la Pecera, ya que podía existir la posibilidad, de que alguna mujer sintiéndose engañada la denunciase ante los pies de los caballos de la Santa Inquisición.

Esta delación y denuncia se fraguó en Jerez de los Caballeros y los documentos inquisitoriales de esta hechicera extremeña, nos dejan claro, cuales fueron sus métodos orales para conseguir lo que las clientas le pedían. Pero dejemos que sean las fuentes primarias de este proceso, las que nos lleven y nos trasladen a conocer un poco mejor a esta aliada y maestra de la superstición en tierras de Extremadura.

“Catalina Díaz alias “La Pecera”, mujer de Lorenzo Pérez, vecina de Jerez de los Caballeros, de cuarenta años, fue testificada de hechicera por cuatro testigos, un varón mayor de edad y el resto mujeres dos menores de edad y dos mayores, tres de vista y el resto de oídas. Fue detenida y puesta en cárceles secretas sin secuestro de bienes y en la primera audiencia que con ella se tuvo el día 12 de febrero de 1636, juró decir la verdad de cuanto se le preguntase y dijo: que habría más de once años que Constanza Fernández, difunta mujer que fue de Juan Rodrigo vecino de Jerez, enseñó a la rea que rezase nueve credos cada día por devoción hacia nueve chinas, las cuales el día de su muerte se le volverían en rosas, ofreciendo siempre lo que rezaba a la ascensión de Nuestra Señora. También dijo que hará como siete años que fulana Enriquez ya difunta, le enseñó la oración del “anima sola” y que dice así.



“Anima sola y la más sola, alma ven que te llamo para lo que sea menester. Yo te conjuro anima sola con los tres vientos, yo te conjuro anima sola con los tres elementos, yo te conjuro anima sola con la sangre de Lucano, yo te conjuro anima sola con las doce tribus de Israel, yo te conjuro anima sola con todos los que están en la peña del Carmesí, que todos juntos os juntéis, que por la puerta del río Jordán paséis, las nueve varas de mimbre negro cogeréis, en las muelas de Barrabas me las amolareis, tres le hincareis a fulano por el corazón para que no pierda mi amor, tres por el sentido de que no me ponga en olvido. Guerra me le daréis, y con esto me lo traeréis, que no me lo dejéis estar ni posar hasta que conmigo venga a estar”.

Que usó de esta oración como dos o tres años después que se la enseñaron, sobre todo para llamar alguna persona que no correspondía con la cliente, y aunque llamase a la persona pedida nunca venía. Que algunas veces oyó ladrar a un perro o cantar a un gallo cuando la decía, ya que esta era la señal que aseguraba que la persona llamada acudiría, y que nunca enseñó la rea la dicha oración ni la hizo en presencia de nadie. También dijo, que haría más de diez años que Beatriz Vázquez, ya difunta, mujer que fue de Luís Fernández y vecina de Jerez, le enseñó a la rea estando en su casa las dos solas la oración de Santa Marta que dice así.

“Bienaventurada Santa Marta, digna sois de la Virgen María, querida y amada de Nuestro Señor Jesucristo, huésped y convidada, por el Palancar entrasteis con la culebra brava, allí os encontrasteis con el hisopo del agua bendita y la rociasteis, con vuestra preciosa cinta la atasteis y con ella entrasteis por la puerta de la ciudad mansa y humilde diciendo, patanes, patanes, veis aquí la serpiente brava, mansa y humilde ligada y atada, así os ruega Santa Marta, que me traigáis a fulano manso, humilde y atado, para que me quiera y por mi muera, y que por mi ande y que no pueda estar ni posar hasta que me venga a buscar”.

Que esta oración la hizo de ordinario sobre unos tres años, y que la utilizó con una amiga suya llamada Antonia González en su casa y a su instancia, la cual era viuda. Que la solía decir al mediodía y por la noche teniendo el cabello tendido y con una o dos candelillas de cera encendidas y otras sin luz, y que las más de las veces delante de la santa y que jamás consiguió el efecto deseado que era el conseguir la llamada del hombre que pretendía su amiga o para sí misma. También contó al tribunal, que haría como once o doce años que una mujer que llamaban “la Chacona” y junto a una muchacha que ya es difunta llamada María, le enseñó a la rea la dicha Chacona la oración de San Erasmo, diciendo que dicha oración era buena para traer a un hombre, aunque este estuviese en el fin del mundo. Que si se hacia la oración se conseguiría que el hombre nunca olvidase a quién la rezaba, y que se tenía que rezar estando desnudas. Había que tener una rueca en la cinta y una luz encendida junto al santo que fuese de cera, un caldero de agua, un aspa y teniendo el pelo tendido, hilando, aspando, y que hay que estar devanando y meneando el agua del dicho caldero con un palo. La oración decía lo siguiente.



“Erasmo, Erasmo, de mi Señor Jesucristo querido y amado, mi Señor Jesucristo te preguntó, que es lo que querías ser, obispo, arzobispo o capellán de la Iglesia de mi Señor Jesucristo, o andar de amores con la hija del rey Herodes. Tú le respondiste, que ni querías ser bispo, ni arzobispo, ni capellán de la Iglesia de Jesucristo, sino andar de amores con la hija del rey Herodes. Anda que allá irás y detrás de la puerta los tres matalotes encontrarás, allí te cogerán y las tripas te sacarán, así te las hilarán, te las aspearán, te las devanarán y así te las coserán. Así os pido Erasmo, que me traigáis a fulano, hilado, aspado, devanado y cocido”.

Dice la rea, que esta oración la hizo solamente una vez en la forma referida en presencia de una mujer que nombró, pero que no vino el hombre ni tampoco la ha enseñado a nadie. Que también otra mujer de Jerez de cuyo nombre no se acuerda, haría como unos tres años le enseñó otra oración que tenía el mismo efecto de hacer que un hombre viniese al ser dichas las siguientes palabras.

“Fulano, donde quieras que estés, la soga del ahorcado traerás arrastrando, un cuchillo de cachas negras traerás hincado y atravesado en tu corazón, te acercarás hasta mi llamándome y diciéndome, fulana, no te quiero valer, que te valga Anás, Caifás, Barrabas y el demonio mayor que en el infierno está, que ni puedas estar ni posar hasta que me vengas en mi búsqueda”.

Que dicha oración había que decirla dos veces, pero que nunca conseguía el efecto pretendido ni la rea así lo creía, ya que dicha oración la decía más por curiosidad que por creencia, y que nunca había enseñado a persona alguna, dichas palabras. También cuenta la rea, que Beatriz Vázquez hará como veinte años que le dijo, que para que su marido la quisiese bien era bueno hacer unas torcidas de tocas en que hubiese caído algo del semen de su marido, conjurándolas luego con las siguientes palabras.

“Te conjuro vida de la vida, con la carne y con la sangre de fulano, que me quieras, que me ames, que me estimes, que me regales, que me des cuanto tuvieres y que me digas lo que supiere. Yo te conjuro fulano, con Barrabas y con Satanás, y que así, como estas torcidas arden en esta candela así me quieras”.

Cuanta la rea, que esta oración la hizo como cuatro o cinco veces pero que nunca tuvo el efecto esperado. También comentó, que habría como diez años que una mujer de Jerez de cuyo nombre no se acuerda la dijo, que para amansar a su marido era bueno hacer un hombre de cera y atarle de un hilo por la garganta, meterlo en un cuenco con vinagre estando pendiente del dicho hilo, darle unas vueltas alrededor y diciéndole las siguientes palabras.

“Así vengáis como tengo la figura del diablo en el dedo.”

Que estas palabras y todo el ritual, lo hizo la rea para Francisca Jiménez vecina de Jerez, y que todo esto lo declaró ante el Inquisidor Cristóbal Serrano. También cuenta que en Jerez le enseñaron hacer la siguiente oración a Santa Marta.


“Marta, Marta, a la digna la digo y no a la santa, a Lucifer digo, a Barrabas llamo, al demonio de la carnicería, al del peso, al del reposo, al del arroyo, al que suelta al preso y al que acompaña al ahorcado, fuiste la que te encadenaste y por ti nuestro primer padre Adán pecó y todos pecamos, y así como esto es verdad, así me traigas a fulano mi marido”.

Que esta oración la estuvo usando como seis meses y que nunca obtuvo el efecto deseado, ni tampoco nunca se la enseñó a nadie, sino que una vez la utilizó rezándola con una amiga llamada Catalina Sánchez, porque esta mujer también la sabía. Que algunas veces con dicha amiga, enterraban nueve chinas porque decía su amiga, que era bueno para hacer venir a quién quisiera, y que no sabía que oración decía mientras las enterraba, aunque si veía que meneaba los labios. Que hacía un cerco redondo y en medio del mismo enterraba las nueve chinas y que lo practicado nunca surtió efecto, y que en otra ocasión le oyó decir a Catalina Sánchez la siguiente oración.

“Por el monte negro entrarás, con las tres cabras negras te encontrarás, con los tres tarros negros las ordeñarás, tres negros quesos harás, con tres cuchillos de cachas negras los cortarás, con ellos convidarás a Barrabas y a Satanás para que me traigan a fulano”.

En otra ocasión fue hasta la casa de la rea Antonia González, vecina de Jerez, quién le contó que el hombre que quería para marido no la quería y no le correspondía como ella deseaba, a lo que la rea la dijo, que eran buenas estas palabras para conseguir lo deseado.

“Fulano, yo te conjuro con Barrabas y con Satanás, con el diablo cojuelo que es más agudo y más ligero, que me traigas a fulano, que no me lo dejes comer, ni beber, ni reposar hasta que me venga a buscar”.

Comentaba la rea que dicha oración se tenía que decir poniendo el pie izquierdo donde hubiese agua. También comentó, que estando la rea en casa de María Sánchez la escuchó decir estas palabras.

“Estrella, estrella, altas sois y bellas, tres ramas de amor tenéis, una le hincareis a fulano por el corazón para que no pierda mi amor, otra le hincareis por el sentido para que no me ponga en el olvido, y la otra por la cabeza para que venga, guerra y sangre de fuego le daréis, que no me lo dejéis estar ni reposar hasta que me venga a buscar”.

Que dicha oración se tenía que decir a cualquier hora de la noche mirando a cualquier estrella repitiéndola durante diez o doce veces, para bien que su marido la quisiese bien, y que había que decirlas dentro de un cerco que se tenía que hacer en el suelo con un cuchillo. Contó que en otra ocasión en el año 1634 y delante del comisario de Jerez, haciendo un recorrido por su memoria se le vino a su mente la siguiente oración.

“Habla, habla Jesucristo, que vino y habló con la su sacramentaria, diciendo paz, paz, con el dominio de Moisés”.

Que dicha oración se la había enseñado Isabel de Cristóbal, vecina de Jerez, diciéndole, que con decirla algunas veces tendría paz con su marido, pero que no sabía el sentido de dichas palabras. También se acordó la rea que viniendo un día del convento de Aguas Santas de Jerez con una amiga llamada María, esta le dijo porque vieron un hormiguero junto al camino, que la tierra del hormiguero era buena para hacer que si un hombre quería bien a una mujer la aborreciese, pero que se tenía que decir estas palabras.



“Así como a la hormiga le nacen alas cuando se quiere perder, así fulano aborrezca a esta mujer”.

Lo cual hizo la rea con dicha mujer, cogiendo del hormiguero un puñado de tierra con hormigas y la llevaron a la casa de una mujer de la dicha ciudad, y en el quicio de la casa y puerta de ella se la arrojaron ambas diciendo las palabras anteriores. Que también aprendió la oración de los encantamientos, y que decía lo siguiente.

“Yo te encanto y te reencanto con la jarabita del quebranto, con los pelos del rey David y el zangarrón de Mahoma, que por donde quieras que fueres por mujer me tengas, y todas cuantas burras con orejas te aparezcan yo seré flor entre ellas.”

Que si alguna vez utilizó esta oración que le enseño Catalina Díaz, fue para tener paz con su marido. El día 3 de agosto de 1636, fue condenada a que saliese en auto de fe con sambenito, coroza e insignia de hechicera, y si no hubiere auto que saliese a una iglesia de Jerez en día de misa mayor vestida de penitente y donde se le leyese su sentencia con méritos. Abjurase de levi y que al día siguiente con insignia de hechicera se le diesen cien azotes por las calles de Llerena y otros cien por las calles de Jerez, y que fuese desterrada de dichas ciudades por tiempo de diez años precisos y así se ejecutó.”[1]


[1] AHN. 1987, exp. N 30. Relación de causas año 1636

martes, 12 de marzo de 2019



La Reina del Vudú de Navalmoral de la Mata 



Nuestra protagonista es una mujer hechicera natural de Navalmoral de la Mata llamada Isabel Gómez, una bruja para el pueblo, que dominaba en pleno siglo XVII las artes del Vudú y otros métodos más comunes para recuperar la memoria en aquellos que la habían perdido; también hacía amarres de amor y diferentes curaciones en la población y fuera de ella, así como pactar, siempre según la Inquisición, con el diablo.

La angustia ante lo desconocido, el temor a lo futuro, la impotencia ante las adversidades o los propios misterios de la vida y de la muerte, hacen que el hombre se sienta inseguro de sí mismo y busque remedios y soluciones que palien de alguna forma su continua angustia e incertidumbre. En su afán de conseguir tales logros, imagina las más disparatadas fórmulas que se alejan de toda razón y caen en el error y el disparate. Tomemos un ejemplo más de estas realidades misteriosas de la mano de nuestra siguiente invitada.

Isabel Gómez

“Mujer de Lorenzo Muñoz, vecina de Navalmoral Obispado de Plasencia, de 30 años de edad, fue testificada por 15 testigos, siete varones y el resto mujeres, de que por el mes de marzo de 1626 cuentan de ella: que estando en la ciudad de Trujillo a donde había ido a curar a una enferma, mujer casada que decían estaba mala de hechizos, le había comenzado a aplicar medicinas. Que una noche se había entrado con otra persona en un aposento junto a un barreño de agua que había puesto con dos velas encendidas a los lados y un crucifijo, y que en el dicho barreño había echado un muñeco de cera figura de mujer llenos de alfileres por las coyunturas, muñeco que había echado la rea a la lumbre diciendo: que en él estaba el daño no consintiendo llegase nadie hasta él. Que después que lo quemó la enferma se había levantado y dicho que estaba mejor y que había hecho un arco con mimbre y nueve candelillas metiendo por el a la enferma, introduciéndola por los pies y sacándolo por la cabeza. Que también había puesto en dicho aposento, un cordel, un cedazo y que había dado muchos golpes a unas piedras, teniendo en el cedazo puesto y pinchado una tijera.


Otro testigo añade, que cuando la rea estaba en estos menesteres había dicho al cedazo: “te conjuro cedazo con tijeras y con diablos, con la gracia del espíritu santo y de fulano (nombrando entonces a una persona), si es verdad lo que te quiero preguntar da una vuelta hacia la mano derecha y luego hacia la izquierda”, y que decía muchas palabras entre sí.

El testigo le dijo si le podía dar un remedio para recuperar memoria para sus estudios, y que le había dado unos polvos colorados y le había hecho escribir una oración o conjuro para que la dijese a las nueve horas de la noche tres noches unas tras otras. Y que las palabras eran:

“Te conjuro estrella la más linda y bella que en el cielo estás, te conjuro con una con dos con tres, con cuatro, con cinco, con seis, con siete, con ocho y con nueve estrellas, os juntareis y por la mar salada pasareis y en el monte Olibete entrareis y de las mimbres de amor tres varas cortareis y en la muela de Satanás la aguzareis y en las de Barrabas las amolareis y con ello buena sabiduría me traeréis”.

Se calificaron sus hechos como pacto expreso y lícito con el demonio, y que la misma daba culto ha dicho ser.

El 18 de febrero fue votada a prisión en cárceles secretas sin secuestro de bienes y estando en ellas se tuvo con ella la primera audiencia. Contó, que a una tía suya le pidió que podía hacer para que su marido se acercase más e hiciese vida con ella, la cual le respondió: que saliese de noche donde viese el norte y dijese el conjuro de la estrella. Que otro día fue a la ciudad de Trujillo a curar a una enferma que estaba ligada por hechizos, y que para curarla en ocho días que allí estuvo en su casa, la había untado con unos aceites, y que bendiciéndola y haciéndole cruces le había dicho:

“Jesucristo nació, Jesucristo murió, Jesucristo resucito, así señor mío Jesucristo como estas palabras son buenas y verdaderas, y como así lo creo, seáis servido de curar y sanar esta enfermedad, y que la misma no crezca ni prevalezca en dolor ni en calor”

Y que no decía ni hacía otra cosa. La verdad era que ella no sabía lo que hacía ni estaba en su juicio porque le habían dado de beber mucho vino, diciendo que no era hechicera ni nigromántica ni embaucadora de demonios, sino que era cristiana vieja.

También contó qué en otra ocasión, una mujer le preguntó que para que era buena la cabeza de un gato negro, porque ella había oído decir que era para que un hombre quisiese más a su mujer y no se despegase de ella, y que la rea le había respondido: que se había de enterrar la cabeza en un tiesto con tierra de sepultura y que al cabo de los dichos nueve días habían de nacer siete habas en el dicho tiesto por la boca y ojos de la dicha cabeza del gato negro. También indicaba la detenida, que se había de enterrar en un tiesto la cabeza del gato negro con tierra de sepultura y regarla nueve días continuos con agua bendita. Que cuando la regara tenía que decir: con agua bendita y tierra de sepultura te entierro y siete habas de ti espero, y que tomase un espejo en la mano y se estuviese mirando en él y que estuviese sacando a la vez las dichas habas del tiesto una a una y entrándoselas en la boca, y la que se quedase escondida debajo de la lengua esa había de ser la haba invisible, la cual le serviría si la llevaba en la boca para que no fuese vista la persona que la llevase aunque entrase donde hubiese gente; y que las otras seis habas que las guardase, porque las mismas les servirían para que tocando con cualquiera de ella a alguna persona, esta comenzaría a querer bien a la persona que le tocase con la dicha haba”.



Que en otra ocasión Ana Tellez le había pedido un remedio para que los huéspedes fueran a su casa, y que esta le había dicho, que le llevase unos huesos de difunto. Se los llevó y la rea los cogió haciendo con sus uñas un hoyo en los quicios de las dos puertas de la calle de la casa de la dicha Ana Tellez, poniendo en cada uno un hueso dando algunas higas al hoyo antes de poner los huesos, y que después de puestos los cubrió con tierra y les puso agua bendita diciendo algunas palabras.

En una nueva audiencia dijo la rea, que pedía misericordia porque estaba mala con muchos dolores y que en dicho día con juramento hizo relación el médico que vio a la rea, la cual y según el informe, esta estaba podrida de bubas y con dolores de piernas, brazos y cabeza, granos en la cara, llagas en sus partes de donde salía cantidad de podrido y también en el pecho, que echaba sangre en los escupidos y que todo le procedía de la dicha enfermedad de bubas. Que tenía mucha necesidad de curarse porque si no, correría riesgo su vida y que parecía sería imposible se curase en las cárceles por la descomodidad de ellas, y que en la ciudad no había hospital para curar semejante enfermedad. Que tenía muchísimo riego de contagiar a otros reos y lo mejor era sacarla cuanto antes de la Inquisición. Fue mandada llamar y se le hizo su proceso, siendo condenada a ser advertida y gravemente reprendida y que dentro de un día saliese a cumplir su destierro de cuatro años no volviendo a su pueblo, ni a Trujillo ni Llerena, y que no los quebrantase so pena de 200 azotes.”[1]


Terrible la situación final de Isabel Gómez. Una pobre mujer qué como otras de su tiempo, utilizaba la picaresca para poder sobrevivir y poder paliar con ello remedio para sus males. Una hechicera que decía curar a otros pero que no supo curarse a sí misma las bubas o sífilis que padecía.




[1] AHN. Legajo 1987. N. 22. Relación de causas de fe año 1626