El Otro Hernán Cortés
En este año 2019 se celebran los 500 años de la llegada de Hernán Cortés a México, una efeméride que hará que se hable mucho del personaje y se escriban libros y artículos entorno al protagonista.
No voy a entrar en las dinámicas de si hay que festejar la efeméride del extremeño o no celebrarla en función de lo que la historia nos cuenta. Mi misión en este artículo es aportar documentos y escritos, que en la mayoría de las ocasiones no se dan a conocer, y que al igual que el resto, forman parte de la historia de España.
Hernán Cortés tuvo su nacimiento en Medellín (Badajoz), una población extremeña bañada por el río Guadiana y que al igual que otros de su mismo territorio, decidieron en su día con ilusión y ganas ir allende los mares.
La historia que vamos a narrar en esta crónica, son los momentos vividos por el personaje y que le ponen en la picota de la historia, como un maltratador de mujeres, un envenenador de personas en su propia casa y un corrupto ante la Corona.
Esto que estamos redactando y expresando, puede hacer que algunos de los interesados lectores se rasgen las vestiduras y no solemnizar ni conmemorar su celebración.
No debería de ser así, ya que la libertad de cada uno camina y se manifiesta en función de aquello que se desea realizar en pro de tus apetencias, afán y aspiración. Mi misión es la de compartir con ustedes estos relatos documentados y, a partir de ello, que cada cual saque sus propias conclusiones.
Investigando en el Archivo Histórico Nacional dentro de la sección Archivo General de Indias, me encontré con una documentación en la sección Patronato, que me sorprendió en cuanto al comportamiento de este conquistador. Un talante que deja en evidencia la mala conducta y la ambición de algunos históricos españoles en favor de su grandeza y alta posición.
Crónicas que no se nos cuentan en los colegios, institutos ni universidades, pero que llevan la rúbrica y el timbre de haber sido en su momento, memorias y relaciones de la historia de España. En dichos escritos localice noticias como la relación de los cargos que resultaron en una pesquisa secreta que se hizo en Nueva España por Nuño de Guzmán, Juan Ortiz de Matienzo y el licenciado Delgadillo, presidente y oidores de la Audiencia de Nueva España, remitida a Su Majestad Carlos I para los fines que convinieran. Está firmada por los tres y por Gregorio de Saldaña, escribano de Su Majestad. Entre otras cosas de dice lo siguiente.
“Sobre haber tenido Cortés excesos carnales con muchas mujeres, algunas de ellas sus parientas en 4º grado y también con 3 hijas de Moctezuma. Así se justifica por varias declaraciones de testigos.
Coretes
Sobre la muerte que Hernán Cortés dio a su mujer Catalina Juárez. Así se justifica por varias declaraciones de testigos, pues la noche en que murió se acostó buena y sana con su marido y a la hora y media era ya difunta. Por ciertas señales que se le hallaron en la garganta se creyó que fue ahogada con un cordel, habiéndole quitado unas gargantillas que tenía en el cuello para no impedirle la muerte, las cuales se encontraron derramadas en la cama.
Esta Catalina Juárez se quedó en la isla de Santo Domingo o Fernandina al separarse de ella su marido e impulsada de su cariño se fue a Nueva España, donde le sucedió su desgraciada muerte. Fueron testigos Juan de Burgos, Ana Rodríguez, Elvira Fernández, Piolanta Rodríguez (estas eran tres damas de la difunta), Isidro Moreno (este dice que la muerte acaeció en el año de 1522), Martín de Vera y Francisco de Orduña”.[1]
Sobre la muerte que Hernán Cortés dio a su mujer Catalina Juárez. Así se justifica por varias declaraciones de testigos, pues la noche en que murió se acostó buena y sana con su marido y a la hora y media era ya difunta. Por ciertas señales que se le hallaron en la garganta se creyó que fue ahogada con un cordel, habiéndole quitado unas gargantillas que tenía en el cuello para no impedirle la muerte, las cuales se encontraron derramadas en la cama.
Esta Catalina Juárez se quedó en la isla de Santo Domingo o Fernandina al separarse de ella su marido e impulsada de su cariño se fue a Nueva España, donde le sucedió su desgraciada muerte. Fueron testigos Juan de Burgos, Ana Rodríguez, Elvira Fernández, Piolanta Rodríguez (estas eran tres damas de la difunta), Isidro Moreno (este dice que la muerte acaeció en el año de 1522), Martín de Vera y Francisco de Orduña”.[1]
Otras imputaciones que su majestad va a recibir de tan notorio y memorable individuo, son las que nos hablan de un sujeto que se dedica a envenenar a otros semejantes compatriotas. El ejemplo más claro lo tenemos en la siguiente delación documental extraída de las fuentes archivísticas del Archivo General de Indias.
“Sobre la muerte que Hernán Cortés dio a Luis Ponce de León. Dicen los testigos y particularmente el doctor Cristóbal de Ojeda, que conocieron a Luis Ponce de León, juez de residencia de Nueva España, y que habiendo llegado este a un pueblo llamado Estepalapa, le tenían dispuesta una gran cena por orden de Cortés. Entre los manjares que se sirvieron a la mesa estaba un plato de requesón o manjar blanco del cual comió el dicho Ponce con algún exceso y a los pocos minutos se puso malo y muy acongojado. Sin embargo, se levantó de la cama y se puso en camino para México: se le aplicaron varias medicinas siendo una de ellas por mano de una india, que le hizo arrojar una cosa muy hedionda y podrida; pero a los 17 días murió. Los testigos que deponen sobre una inesperada muerte son: Francisco de Orduña, Lope de Samaniego (quien como testigo ocular relaciona con detalle lo que ocurrió). Estos testigos y otros dicen que Andrés de Tapia fue cómplice en esta muerte”. [2]
Otras noticias de intento de envenenamiento de este personaje nos dicen: que cortés envió con un paje suyo, un torrezno flamenco al licenciado Marcos de Aguilar, justicia mayor en México, quien habiendo comido de él se acercó infinito a la muerte, lo que no se verificó por haberle dado a beber aceite, con lo que pudo vomitar mucho.
Sobre la muerte que se dio a Francisco de Garay. Dicen los testigos, que Cortés envió con un paje suyo, un torrezno flamenco al licenciado Marcos de Aguilar, justicia mayor en México, quien habiendo comido de él se acercó infinito a la muerte, lo que no se verificó por haberle dado a beber aceite, con lo que pudo vomitar mucho.[3]
Otras razones por las que se acusa a Hernán Cortés en su momento, es por la falta de respeto a Carlos I, a quién en un momento determinado llega a decir lo siguiente de SM.
“Sobre que al tiempo que quería Cortés enviar a descubrir la especiería, dejó ciertas cosas de Su Majestad abandonadas. El testigo Hernán Pérez de Bocanegra dice que estando gobernando en México, como justicia mayor, Marcos de Aguilar tras la muerte de Luis Ponce de León, sabiendo que un navío que se dirigía hacia la especiería enviado por Su Majestad desde España en conserva de otros navíos de los que iba por capitán general frey García de Loaysa, llegó al puerto de Tehuantepec, en el Mar del Sur, y por muerte de este capitán en Oaxaca, se intentó nombrar al que declara, lo cual impidió Cortés con su autoridad y poderío.
Este testigo detalla las contestaciones que tuvo con Cortés sobre dicha expedición, y los acontecimientos con Álvaro de Saavedra. Marcos Ruiz dice: que Juan de Umbría por mandado de Cortés había ido al Mar del Sur, donde cortó dos árboles, diciendo que tomaba posesión de ella en nombre de Su Majestad. Lope de Samaniego, Gonzalo de Salazar y Alonso de Estrada dicen: que Cortés tuvo toda la provincia de Michoacán mucho tiempo sin repartir, cuyo delito le reprendieron los oficiales reales, diciéndole que tenía que repartir a Su Majestad algunas provincias, a lo que Cortés respondió con mucho enojo: “Si mucha tierra tengo, mucha he menester, que yo lo he ganado, que toda es poca para mí, que si tierra tengo, poco le costó al Rey, y que de ello informasen a Su Majestad lo que quisieren”.[4]
Carlos I ante este tipo de informes llegados a sus manos, decide contestar a esta última parte diciendo con energía lo que a continuación detallamos.
Carlos I
“Que hagan que el marqués del Valle les entregue la bula original en la que se le concede el derecho de patronato de las tierras contenidas en la merced real que se le hizo, y la envíen, y entretanto se provee, no consientan que use de este patronato sin consentimiento real”.[5]
La ocupación e invasión de México por Hernán Cortes, sembró el descontento en muchísimos naturales del territorio sometido, creando con ello, un cierto desprecio hacia su persona, ante la evidencia de las tributaciones que les hacía pagar a los nativos y naturales del territorio arrebatado. La prueba más contundente la tenemos en las quejas de los indios de Cuernavaca, quienes ponen por escrito una declaración con fecha 24 de enero de 1533, de los muchos tributos que estos tienen que pagar a su señor en Nueva España el Marqués del Valle. El documento nos habla lo siguiente:
“En 24 de enero de 1533, trajeron ocho pinturas los indios de la provincia de Cuernavaca y me las dieron a mí Pedro García, interprete de esta Real Audiencia y me rogaron: que las diese a los señores presidentes y oidores de la Audiencia Real y que se las dijese de la misma forma que ellos me la trasladaron.
Se quejaban del Marqués del Valle, su señor, que le habían oído decir a Hernán Cortes y a sus criados, que el rey nuestro señor se los había dado como vasallos y que el dicho marqués no los trataba como vasallos sino como esclavos.
Que eran muy mal tratados por los criados del Marqués del Valle, porque le habían tomado sus tierras, haciendas y granjerías, llevándoles tributos y servicios demasiados, a cuya causa, los naturales de la dicha provincia se han despoblado y despueblan.
Que les hacen pagar el tributo cada ochenta días al Marqués del Valle y le dan solo en la provincia de Cuernavaca: cuatro mil ochocientos toldillos de a cuatro piernas y de dos brazas en ancho y otras dos en largo, 20 enaguas, 20 camisas ricas, más de diez paños damascados de cama, más otros diez paños damascados de indios, más cuatro colchas de algodón, y que esto se le da cada ochenta días; sin la comida y sementeras que le hacen y los servicios de casa.
Más le hacen cada año veinte sementeras de algodón y ocho de maíz, y se las cogen y encierran al dicho Marques del Valle. Cada treinta días los llevan a las minas, cargando ciento cuarenta cargas de maíz, seis de agi, cuatro de frijoles e indios para el servicio de las dichas minas.
Más le dan al dicho Hernán Cortés: comida para su despensa y casa que sea menester, y un día a la semana se le da: quince cargas de maíz, más diez gallinas de la tierra, más dos gallinas de Castilla, tres palomas de la tierra, dos conejos, diez codornices, ochenta cestillos de pan, veinte tortillas, sal, fruta, agi, leña y hierba la que sea menester, café, doscientos huevos y pescado que sea menester.
También se le da mucha loza, platos, ollas y escudillas, que no hay cuenta de esto, sino que se le da cada vez que lo piden sus despenseros y criados, y si no dan todo esto que se les pide como tributo, los encierran y echan presos, les dan de coces y les tiran de los cabellos los criados del dicho marqués. Que algunos criados del dicho marqués, cuando necesitan amas para dar leche a sus hijos para criarlos, les toman algunos sus mujeres.
Que Juan Altamirano, teniente de justicia del marquesado y otro que se dice Juan de Salamanca, les han tomado cinco amas y que un Martín Santos les ha tomado dos indias para su servicio. Que este mismo Martín Santos, les ha tomado dos tierras grandes que la siembra de melones, de las cuales se sustentaban y se mantenían muchos de los naturales del dicho pueblo de Cuernavaca, porque se cogía dos veces frutos en un año por ser tierra de regadíos.
No nos han pagado nada por nuestras tierras y los maraguales y principales junto a los naturales que habitaban en ellas, se han marchado despoblando lo que fueron sus tierras. Por todo ello pido y suplico a los señores presidentes y oidores de la Audiencia Real, pues están en nombre del rey nuestro señor, hagan justicia y devuelvan las tierras a los naturales”.
Que así mismo dan a la despensa del dicho marqués del Valle en cada día, ochocientas almendras de cacao y que a consecuencia de estos tributos que les pagan, viven muy necesitados y pobres.
Qué a mí mismo en el año 1532, les pidió el dicho Marqués del Valle cuarenta esclavos para que le labren sus sementeras, siendo indios estos esclavos los cuales están siempre trabajando. Que los indios le han construido una casa al Marques del Valle en Cuernavaca y le han dado cal a la misma, y no les ha pagado nada a los indios, corriendo a sus costas, la madera, la piedra y la misma cal.
Que Hernán Cortés les dijo a los dichos indios cuando vino de los reinos de Castilla hasta México, que el rey le había hecho merced de ellos y que los señores presidentes y oidores enviarían personal para contarlos.
Que derriben casas y que dijesen a los dichos contadores que fuesen hacer la dicha cuenta, que donde hubiese dos o tres vecinos que todo era de uno y que estuviesen sobre aviso los dichos indios para cuando se le preguntasen y que otros indios dijesen que eran esclavos.
Qué si no se escondían, que le darían más tributo que pagar y si se escondían, al ser menos indios, pagaría menos tributo y podía pedir más indios de otros pueblos.
Que los dichos indios se escondieron y se venían a la noche a sus casas como el dicho marqués se lo mandó. Más que ni aún por eso el dicho marqués les ha quitado de los tributos y trabajos que le tienen que pagar los naturales.[6]
Hernán Cortés, maltratador de mujeres, envenenador, corrupto con no querer pagar a la corona lo que le pertenece por lo que tiene en el territorio que controla, y un personaje al que hay que darle también la parte de historia que dejó con esta peculiaridad tan llamativa.
Esta es la primera parte del otro Hernán Cortés y en breve os entregaré la segunda, para que conozcáis la otra historia jamás contada de este conquistador español, que en este año 2019 se celebran los 500 años de la expugnación e incautación del territorio mexicano.
Saquen sus propias conclusiones.
[1] AHN. Archivo General de Indias. Patronato,17, R.24
[2] Ibidem.
[3] Ibidem.
[4] Ibidem.
[5] Archivo General de Indias. Mexico,1088, L. 2, F.32R-46V
[6] Archivo General de Indias, Patronato,16, N .2, R.37. <
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