LOS HEREJES DE GETAFE
El presente artículo trata de dar a conocer, cuanto ocurrió en Getafe con la Inquisición y sus vecinos durante el siglo XVI y XVII. Conoceremos nombres y apellidos de personas, qué por pensar de forma diferente se van a tener que enfrentar cara a cara con los temidos hombres que conformaban el “Santo” Tribunal de la Inquisición de Toledo.
A través de sus procesos, descubriremos los motivos de su detención, sus ritos, ceremonias y todo cuanto sucedió con ellos en las cárceles secretas del Santo Oficio. Las torturas, los autos de fe, las humillaciones públicas, los destierros, las confiscaciones de bienes, los sambenitos, las condenas a galeras y la muerte, van a ser los trágicos protagonistas en las vidas de los herejes de Getafe.
Un amargo calvario, que marcará en adelante el verdadero sentir de un pueblo: había que extender el catolicismo por todo el país y la misión del tribunal eclesiástico consistiría: en destruir y arrancar la cizaña que podría envenenar las calles de la población. Una misión contundente puesta en marcha por la monarquía y la Iglesia católica con un objetivo muy claro, enarbolar la bandera del Crucificado por toda la piel de toro. Se violarán los mandamientos de la ley de Dios, el no mataras, no codiciaras los bienes ajenos, no tomaras el nombre de Dios en vano y tantos otros, que serán justificados en defensa de la fe y destrucción de las herejías.
La Inquisición pondrá en marcha un despliegue exterior auténticamente colosal, con ello mostrará, quienes son los reos condenados por ella y lo más importante, el cumplimiento de las sentencias impuestas. La dimensión de las penas será algo público y notorio, hay que reparar la dignidad herida del cristianismo y los autos de fe serán el momento crucial de restauración de la misma. La misión de dichos actos será: recordar al pueblo asistente, que está prohibido, vedado y sobre todo penado, caer en los mismos errores que en ese momento se están castigando.
En Toledo y más concretamente en la plaza del Zocodover, se desarrollarán los autos de fe de estos herejes de Getafe. El espectáculo, la violencia, el perdón, el poder, la religión, el arte y la diversión, se convertirán en algo único en las pupilas de los vecinos que asistirán a estos acontecimientos. La sociedad del momento, conocedora de estos movimientos inquisitoriales, dará su testimonio de militancia católica en los templos y en la misma plaza, sumándose con su presencia a los actos que rodean al auto de fe.
Pero si estos sucesos públicos ponen de manifiesto los errores de los condenados, no lo van a ser menos las cárceles secretas de la Inquisición, donde las torturas, los suicidios, la locura y un permanente terror manifiesto, serán en dichos habitáculos los siniestros acompañantes de los hombres y mujeres apresados de Getafe. Torturas como los garrotes en las espinillas, las vueltas de cordel en los brazos y muslos estando los reos echados sobre el potro, la famosa tortura de la toca o de los jarrillos de agua, que echaban por la boca del hereje con un embudo y al que previamente le habían puesto un trapo para que este no pudiese expulsar el líquido a ingerir.
Toda una trágica epopeya en nombre del Dios de los cristianos, que pone de manifiesto, la falta de fe de unos “hombres de Iglesia” en busca de una deidad llamada poder y en la que existe una simbiosis de la política eclesiástica y secular por un interés común: la unidad de la fe.
Las páginas que siguen están basadas fundamentalmente, en los fondos del Archivo Histórico Nacional, dentro de su sección Inquisición, y los documentos a presentar, pertenecen al Tribunal de la Inquisición de Toledo. Este tribunal se creó en mayo 1485 y estos fueron los hombres y mujeres de Getafe condenados por la “Santa” Inquisición.
Los Condenados Getafe
En 1669 se desarrolla un proceso contra Elena de Tordesillas Alderete, costurera, hija de María Sánchez Rosa, natural de Getafe (Madrid) y vecina de Madrid, viuda del primer matrimonio de Juan de la Parra y del segundo de Diego de Burgos, por hechicería.
Los vecinos decían de ella, que era hija de la mayor bruja que se haya conocido en estos siglos en Getafe llamada “La Rosa”, la cual está en la galera y fue castigada por el Santo Tribunal con 200 azotes.
Esta hechicera acudía a casa del cura de Getafe a pedir comida ante las necesidades que tenía y le decía al sacerdote, que sacase a su madre de la galera. El cura no accedió a la petición y por tal motivo, a los pocos días estuvo muy enfermo a punto de morir. Cuenta el sacerdote, que se le apareció un gato disforme del tamaño de un cabrito a él y su familia, y que dio el animal unos maullidos que les asombró a todos, ya que nunca habían escuchado algo tan semejante en toda su vida.
Ante la negatividad del sacerdote y aquellos que vivían con él, una de sus amas de llaves comenzó a enfermar y al ver que no curaba decidieron practicarle un exorcismo. Comenta el exorcista, que también tiene hechizada a Doña Ana de Sanz quién tiene unos hechizos muy profundos. Que se va secando poco a poco por no tener apetito en ningún momento.
Catalina Ochoa cuenta: que viniendo por un camino encontró a una mujer disforme cubierta con una mantilla blanca, comentando esta, que los que habían denunciado a su madre se lo pagaría.[1]
Otro condenado fue en 1556 Sebastián Garrido, por utilizar cosas prohibidas por la Inquisición. Estos elementos contraindicados te declaraban inhábil ante los ojos del Santo Oficio, porque en tu seno familiar habías tenido un miembro del clan que había sido en el pasado o en el presente, condenado por el tribunal eclesiástico. El haber tenido un padre, madre, abuelo abuela, hermano o hermana encausado por la Inquisición, esta te imponía las siguientes censuras: no podrías viajar a Indias, no podrías usar el color carmesí en tus vestiduras ya que era el color de la vestimenta del día de fiesta, no podrías trabajar en trabajos públicos, ni usar oro ni plata, ni llevar armas ni montar a caballo; y si esto violabas, la inquisición una vez que recibiese en sus manos denuncia por este desafuero, te detendría, interrogaría y te podría condenar a la pena que considerase. A este hombre de Getafe llamado Sebastián Garrido, lo van a condenar por ocupar oficios públicos, usar caballos y telas de seda. Los delatores y testigos fueron: Francisco de Salazar de Dueñas, vecino de Getafe (Madrid), Juan de Mendoza, vecino de Torrejón de la Calzada (Madrid), Cristóbal Díaz Zapatero, vecino de Getafe (Madrid), María de Torrijos, vecina de Pinto (Madrid), y de otros vecinos de los referidos lugares, sobre su genealogía. Simplemente fue reprendido para que no volviese utilizar cosas prohibidas por la Inquisición, y si volviese a cometer el mismo delito, el Santo Oficio actuaría con más rigor.[2]
En 1759, se abre un proceso criminal de Manuel Blas Morales, alcalde mayor de Getafe (Madrid), a instancia de Manuel Butrageño, familiar del Santo Oficio y vecino de Getafe, sobre la prisión ejecutada en Manuel Brutrageño y excesos en el modo y uso de ella.[3]
Otros condenados de Getafe fueron
1747-Proceso de fe de Diego de Seseña, vecino de Getafe, por injurias hacia Martín de Ocaña y Herrera, ministro del Santo Oficio de Toledo.[5]
1549-Proceso de fe de Francisco de Humara, carnicero, vecino de Getafe (Madrid), por palabras escandalosas.[6]
1795 / 1800-Proceso de fe de Ildefonso Milla de San Joaquín, sacerdote y lector en Artes en el colegio de las Escuelas Pías de Getafe (Madrid), natural de Madrigueras, en el obispado de Cuenca, por solicitante.[7]
1622-Proceso de fe de Juan Bautista de Salazar, natural de Getafe (Madrid) y vecino de la villa de Madrid, de oficio boticario, por hechicerías.[8]
1766-Proceso de fe de Leonardo de las Rivas Balbín, teniente de cura de Getafe y residente en Madrid, por solicitante.[9]
Otra condenada por la Inquisición de Toledo fue nuestra siguiente protagonista llamada Teresa Díaz, alias la “Alabardera”mujer de Mateo Franco, quién en 1748 fue condenada por hechicera. Esta mujer era natural de Getafe y según los documentos, tenía al pueblo completamente aturdido y horrorizado con sus hechicerías, ya que, ligaba a los hombres con invitación de que tomasen un vino tinto en su casa cuando iban con sus mujeres a curarse de algo. E incluso, solo con tocar con sus manos o dedos una ropa que llevase puesta la persona a dañar ya quedaba hechizado. Esto le ocurrió a Manuel Delgado, quién, dejó de tener relaciones sexuales con su mujer.
Cuenta este vendedor de carbón, que un día fue a comprar este elemento Teresa Díaz a su casa y que aprovechando un descuido, esta le toco con una de sus manos la pretina o bragueta del pantalón, este amenazó con denunciar a la Inquisición a esta hechicera, y ante esa reacción, decidió curarlo invitándole a él y su mujer a comer unas morcillas sazonadas. Al pronto quedó curado.
La Inquisición de Toledo, pidió al ministro de Getafe, que la reprenda, conmine y aperciba severamente, a fin de que no vuelva a reincidir en sus embustes, sino quiere recibir después un mayor castigo. Teresa Díaz, la “Alabardera”, abandonó Getafe y se fue a vivir con su marido a San Martín de la Vega.[10]
En 1757, hubo una delación de Manuel Fernández Martín, vecino de Getafe, contra un pasajero borracho que en una calle de esta localidad le contó su vida con proposiciones y palabras escandalosas.[11]
En 1556, nos encontramos con otra hechicera de Getafe que será condenada por la Inquisición de Toledo, el nombre de esta partera de profesión era María García, y el fiscal del rey será quién la denuncie. El documento nos cuenta lo siguiente.
“Ejecutoria del pleito litigado por María García, partera, vecina de Getafe (Madrid), con el fiscal del rey, acusando a la primera de hechicería en el ejercicio de su oficio de partera y comadre.
María García, partera y vecina de Getafe, mantuvo un pleito judicial el 9 de mayo de 1556, realizado por el licenciado Arévalo corregidor de la villa de Madrid. Hizo prisionera a María García, mujer de Pascual Tejero, acusándola de que cuando asistía a un parto, hincaba un clavo en la sangre que caía al suelo y hacía otras hechicerías, utilizaba algunas sortijas de metal para quitar los dolores de cabeza, evitar los calambres y otras enfermedades. La mujer negaba hacerlo con maldad y se defendía que no había caído en pecado mortal, solicitando su absolución, alegando que lo hacían porque era mujer y labradora rústica.
Fue condenada a ser sacada de la cabellera en un asno atada de pies y manos y conducida por las calles, y sea puesta a la vergüenza pública durante una hora, y después de la humillación, la sentencia fue el destierro con so pena de 200 azotes públicos.[12]
Moriscos de Getafe
La presencia morisca en Getafe fue una evidente realidad en su momento, ya que varios vecinos que abrazaban la religión islámica, fueron detenidos y condenados por la Inquisición de Toledo. Los más claros ejemplos de esta evidencia lo tenemos en nuestros siguientes protagonistas.
María López, de Algete, a quien se le imputaba no comer cerdo ni beber vino, acusación que se hacía extensiva a otras personas de su localidad, y a la que se acusó también de amortajar a una vecina muerta con una tela nueva, cumpliendo su última voluntad según la tradición musulmana.
Lo mismo le ocurrió a Francisca Ribera, morisca, mujer casada, vecina de Getafe (Madrid), de 24 años de edad, fue testificada por un testigo preso en esta Inquisición por cosas de moros, la acusan de haber rezado la oración del anduliley y, qué por guarda de la secta de Mahoma, había ayunado ayunos de moros.
Otra acusada morisca de Getafe fue Isabel Franco, mujer de Alonso Rivera, vecina de Getafe (Madrid), de 28 años de edad, fue testificada por dos testigos, uno de los cuales es el dicho preso que está en la cárcel, por cosas de moros. Que depone contra la dicha rea, haber rezado la oración del anduliley por observancia de la secta Mahoma y haber hecho ayunos de moros sin comer ni beber hasta la noche que salía la estrella.
Los mismo le ocurrió a Luis Franco, tendero, morisco, vecino de Getafe (Madrid), de 55 años de edad, tuvo tres testigos de los cuales el primero fue el mismo preso que delató a la anterior condenada por cosas de moros, el cual depone, que le vio rezar la oración del anduliley por observancia de la secta de Mahoma, y así mismo ayunar ayunos de moros por la dicha observancia, y que diciéndole que dejase la ley de los moros y siguiese la de Jesucristo, este le contestó, que había seguido la secta de Mahoma porque era en la que se había de salvar.
Las delaciones del morisco Alonso de Rivera que sirvieron para detener a estos últimos reos, son acusaciones sacadas bajo tortura, momento en el que el torturado ante el martirio que está pasando, delata a su mujer y a todos los conocidos de los que tiene noticias, que andan en estos asuntos relacionados, como dice la Inquisición, de la secta de Mahoma.
Estos han sido los herejes de Getafe, hombres y mujeres condenados por pensar de forma diferente y no seguir en sus vidas las veredas y caminos que enseñaba las directrices de la Iglesia católica. Historias que no hay que olvidar, porque la historia es cultura y la cultura no es enemiga de nadie.
[1] AHN. Sección Inquisición. Leg. 96, exp.14
[2] Archivo Histórico Nacional, Inq. 119, Exp.28
[3] Ibid. 55, Exp.10
[4] Ibid. 196, Exp.28
[5] Ibid. 127, Exp.7
[6] Ibid. 204, Exp.37
[7] Ibid. 230, Exp.17
[8] Ibid. 95, Exp.11
[9] Ibid. 232, Exp.2
[10] Ibid. 85, Exp.8
[11] Ibid. 207, Exp.21
[12] Real Audiencia y Chancillería de Valladolid. Registro de Ejecutorias, caja 865,15
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