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sábado, 2 de marzo de 2019




NIÑOS HEREJES EN EXTREMADURA 



La Inquisición española se caracterizó, por ser uno de los tribunales encargados de depurar las herejías tanto en España como en América. Por sus cárceles secretas pasaron judaizantes, moriscos, hechiceras, bígamos, sodomitas y un sinfín de personajes, qué por pensar de forma diferente, tuvieron que enfrentarse cara a cara con las fauces impuras del “Santo Oficio”. 

Muchos de estos sujetos eran niños, y digo bien, menores a los que se encarcelaban e incluso azotaban en las mismísimas celdas de la Inquisición. En Extremadura, muchachos de 9, 10, 11, 12, 13, 14 y 15 años, tuvieron que tolerar y padecer este tipo de actuación tan odiosa y execrable. Estos son algunos ejemplos de esos extremeños, menores de edad, que en nombre de Dios y de la cruz, quedaron marcados y señalados de por vida. 

Nuestro primer protagonista fue un niño de once o doce años, natural de Zafra, cuyo documento inquisitorial dice lo siguiente de su increible e inaudita tragedia. 


Miguel de Palma

Morisco vecino de Zafra siendo de edad de once o doce años, fue penitenciado en este Santo Oficio el año de 1582 por testificación que contra él hicieron tres testigos. Se le acusa de haber dicho que “mejor era ser moro que cristiano”, y preguntándole si tenía la ley de los moros por buena, había dicho: “que sí, si algún ruin no le ponía tacha”. Fue reprendido por los testigos y el muchacho volvió a porfiar diciendo: “que la ley de los moros era muy buena”, fue condenado a abjurar de levi, y que sea reprendido e instruido en la fe católica, y azotado en las cárceles.[1]

El ser hijo de morisco ya te señalaba de por vida, existía la posibilidad de que mamases de la teta de una cultura prohibida, herética, y como tal, condenada y vilipendiada por la sociedad del momento. Eso fue lo que le ocurrió a Miguel Palma, un niño al que nadie se enteró de lo que le ocurrió o vivió en las cárceles de la Inquisición, porque el secreto impuesto por el Santo oficio era vital y necesario, lo contrario, equivaldría, a ser de nuevo castigado. 

Otro menor que sufrió la misma pena que el anterior, fue Lorenzo Muñoz, un adolescente de 14 años, natural de Puebla del Prior, que cayó en las redes de la Inquisición de Llerena por tomar el nombre de Dios en Vano y pecar contra natura. Esto nos cuenta su expediente inquisitorial. 

Lorenzo Muñoz

Hijo de Diego Muñoz, ciego, vecino de Puebla del Prior, de 14 años de edad, el provisor de esta provincia le remitió preso por declaración de dos testigos que le testificaron: de que juraba muchas veces en nombre de Dios en vano y de otras muchas cosas. Se le acusa de haber pecado contra natura con una pollina y de otros comportamientos de muy mala inclinación. Después de la acusación confesó el delito por el que fue preso diciendo: Que no sabía si lo que decía era pecado. Fue condenado, a que fuera reprendido y azotado como muchacho en las cárceles, y desterrado de la Puebla del Prior por tiempo de tres años, dos precisos y uno voluntario.[2]

Otros niños que sufrieron la dentellada diabólica de la Inquisición, fueron un grupo de amigos de Puebla de Alcocer, qué influenciados por sus padres en el seguimiento del judaísmo, se vieron abocados a tener que pasar el calvario y sufrimiento que dictaminaba el Santo Oficio. Este grupo de infantes eran amigos de otra niña de Herrera del Duque llamada Inés de Herrera, más conocida como la moza judía. Una niña que profetizaba la venida del mesías esperado por los judíos y que los mayores, tenían como una verdadera profeta. Estos niños de Puebla de Alcocer se ciñeron junto con sus padres a esta esperada llegada del libertador, siendo todos detenidos por la Inquisición de Toledo, ya que este espacio extremeño de la comarca de la Siberia por pertenecer al Arzobispado de Toledo, era la Inquisición de esta ciudad, la encargada de depurar las herejías.



Inés, la moza judía que presenciaba, visionaba e inducía a creer estas historias dirigidas por su padre, fue detenida y llevada hasta las cárceles secretas de la Inquisición de Toledo y allí fue sentenciada a morir quemada viva. Muerto el perro se acabó la rabia, y si encima ese can era un perro judío, más razón para que así sucediese. Muchos niños se sumaron al movimiento que ella creó con la esperanza de ser conducidos a la Tierra Prometida, su niñez no les protegió de la Inquisición y, al igual que sus mayores, niños y niñas fueron arrestados y llevados ante el tribunal de la Inquisición de Toledo para interrogarlos. Una de ellas fue Inés García Jiménez, arrestada el treinta de septiembre del 1500, aunque tuvo que esperar hasta el ocho de marzo de 1501 para que se le designara un tutor, porque sólo tenía nueve años. Esta Inés es la tercera hija de Marcos García, un herrero de Puebla de Alcocer, y de su esposa, Leonor Jiménez. Su padre fue testigo de cargo en el juicio de otro Marcos García, un tintorero de Herrera que leía libros a los conversos, probablemente la Biblia y tal vez otras obras. Esta niña ayunaba con sus hermanas y juntas esperaban la llegada del Mesías. Siguiendo las instrucciones de su tutor, Inés García confesó y el dieciséis de marzo la sentenciaron: la condenaron a hacer penitencia y a participar en un auto de fe, y después la entregaron a una familia muy cristiana para que la reeducara.[3]

Otro joven seguidor de la profetisa Inés fue Rodrigo, hijo de Juan López, cuya edad en el momento de su arresto y juicio en 1500 se desconoce. Rodrigo confesó que había ayunado porque Inés se lo ordenó. Dijo al tribunal que el zapatero López Sánchez, esposo de Elvira González, de Puerto Peña, lo había convencido de que Inés realmente había ido al cielo y que le prometieron que su difunta madre resucitaría si él ayunaba. Rodrigo obedeció la orden de Inés de que ayunara, y también se unió al grupo que buscaba en el cielo la señal del Mesías. Los jueces aceptaron la confesión del niño, pero de todos modos lo condenaron a prisión perpetua.[4]

El tercer niño, también de Puebla de Alcocer, se llamaba Juan González, hijo de Juan González Crespo. Su hermano mayor, Alvar González, lo convenció para que creyera en Inés cuando iban hacía Herrera a comprar pieles cerca de la Navidad de 1499. Alvar González, le contó la ascensión de Inés al cielo y le dijo que allí se había encontrado con un ángel. Después de permanecer un tiempo en Herrera, regresó a Puebla de Alcocer y comenzó a obedecer la mitzvah, a respetar el sábado, a ponerse una camisa limpia ese día y a comer matzá durante la Pascua. El niño huyó después de los primeros arrestos efectuados por la Inquisición en Herrera, pero luego regresó y entonces lo arrestaron y juzgaron. El cuatro de marzo de 1501 lo pusieron bajo la tutela de Diego Téllez, el famoso letrado que defendió a numerosos conversos en Toledo. Fue él quien convenció al niño para que confesara. La consulta de fe se reunió el doce de marzo de 1501 y decidió volver a aceptarlo en el seno de la Iglesia, obligándolo a hacer penitencia.[5]


Mientras que estos niños se vincularon con Inés fundamentalmente por imitar lo que hacían sus padres y los adultos que vivían en sus casas, los de la aldea natal de la profetisa de Herrera tuvieron una participación más inmediata en la excitación que generaron Inés y sus visiones. Se reunían en torno a ella, a jugar, cantar y bailar. Rodrigo, que testificó de estos juegos, cantos y danzas, era hijo del herrero Fernando Sánchez y de su esposa María García; en la primera hoja de los documentos de su juicio figura la sentencia de la Inquisición: hacer un abjurar de vehementi y prisión perpetua.[6] Beatriz era huérfana, porque su madre murió siendo ella muy niña; la entregaron al secretario Luís de Toledo y su esposa Juana García para que la educaran, trabajara y viviera con ellos. Beatriz era familiar de Inés y en la época de sus profecías tenía unos quince o dieciséis años. Inés le prometió que se reuniría con su madre muerta en la Tierra Prometida. También le enseñó los principios de la ley mosaica y los ritos y preceptos judíos. Tras su arresto, Diego Téllez fue su letrado y volvieron a admitirla en la Iglesia, probablemente después de abjurar y hacer penitencia.[7]

Otras cuatro niñas de Herrera con edades comprendidas entre los diez y los trece años, fueron juzgadas por seguir los principios de la profetisa: Isabel, hija de Rodrigo de Villanueva y de Isabel de la Fuente. El caso de Isabel llama la atención porque fue su propia madre quien la denunció a la Inquisición.[8]

Lo mismo ocurrió con la otra familiar y amiga íntima de Inés, Beatriz, hija de Rodrigo de Villanueva. Es posible que las dos niñas se hicieran más amigas por compartir el sueño de encontrar un novio en la Tierra Prometida entre los jóvenes que esperaban a las novias conversas. Sin duda, casarse era un deseo que las niñas acariciaban, pero que sabía que no se cumpliría mientras estuvieran en España.[9] 

La otra Isabel no era más que una niña de apenas diez años cuando fue denunciada por una de las seguidoras de la propia Inés, Inés López, y fue arrestada el cinco de enero de 1501. Como las otras dos niñas, esta Isabel fue aceptada otra vez en la Iglesia, y tuvo más suerte que Beatriz Alonso que, con trece años, era la mayor del grupo. Tal vez, los inquisidores fueran más severos con esta Beatriz porque sus padres, que se encontraban entre los seguidores más fervientes de Inés, para salvarse habían huido a Portugal abandonando a su hija. A instancias de sus padres, Beatriz se afianzó en sus convicciones y se comprometió más con las prácticas judaizantes. La niña incluso tuvo sus propias visiones. Alegando en su defensa que la niña había sido abandonada, Diego Téllez la salvó de la hoguera, pero no de la sentencia a cárcel perpetua.[10]


Inés, la niña profetisa que consiguió infundir esperanzas en el corazón de los conversos de Herrera del Duque, su pueblo natal, y después en muchos pueblos más, aldeas y localidades; se tuvo que enfrentar a la Inquisición. Tras la expulsión de los judíos de España, lo único que les quedó a los miembros de la comunidad de conversos que permaneció en el país fue cultivar una esperanza de redención con la llegada del Mesías que los conduciría a la Tierra Prometida. Pero la niña que infundió esperanza en el corazón de los conversos no vio documentos del juicio de Juan González de fecha tres de agosto del 1500, antes de ese día, la hija de Juan Esteban, la moza profetisa de Herrera del Duque, había muerto quemada en la hoguera.[11]

Saquen sus propias conclusiones. Porque la historia es cultura y la cultura no es enemiga de nadie.


[1] AHN. Legajo 1988. N. 40. Sección Inquisición de Llerena. Relación de causas año 1592.
[2] AHN. Legajo 1988. N. 10. relación de causas año 1576.
[3] AHN. Inquisición de Toledo. Legajo 184, exp. 6
[4] Ibid. 176, exp. 12
[5] Ibid. 158, exp. 17
[6] Ibid. 176, exp. 13
[7] Ibid. 137, exp. 9
[8] Ibid. 158, exp. 6
[9] Ibíd. 137, exp. 8
[10] Ibíd. 137, exp. 9
[11] AHN. Inquisición de Toledo. Legajo 184, exp. 6


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