La Reina del Vudú de Navalmoral de la Mata
Nuestra protagonista es una mujer hechicera natural de Navalmoral de la Mata llamada Isabel Gómez, una bruja para el pueblo, que dominaba en pleno siglo XVII las artes del Vudú y otros métodos más comunes para recuperar la memoria en aquellos que la habían perdido; también hacía amarres de amor y diferentes curaciones en la población y fuera de ella, así como pactar, siempre según la Inquisición, con el diablo.
La angustia ante lo desconocido, el temor a lo futuro, la impotencia ante las adversidades o los propios misterios de la vida y de la muerte, hacen que el hombre se sienta inseguro de sí mismo y busque remedios y soluciones que palien de alguna forma su continua angustia e incertidumbre. En su afán de conseguir tales logros, imagina las más disparatadas fórmulas que se alejan de toda razón y caen en el error y el disparate. Tomemos un ejemplo más de estas realidades misteriosas de la mano de nuestra siguiente invitada.
Isabel Gómez
“Mujer de Lorenzo Muñoz, vecina de Navalmoral Obispado de Plasencia, de 30 años de edad, fue testificada por 15 testigos, siete varones y el resto mujeres, de que por el mes de marzo de 1626 cuentan de ella: que estando en la ciudad de Trujillo a donde había ido a curar a una enferma, mujer casada que decían estaba mala de hechizos, le había comenzado a aplicar medicinas. Que una noche se había entrado con otra persona en un aposento junto a un barreño de agua que había puesto con dos velas encendidas a los lados y un crucifijo, y que en el dicho barreño había echado un muñeco de cera figura de mujer llenos de alfileres por las coyunturas, muñeco que había echado la rea a la lumbre diciendo: que en él estaba el daño no consintiendo llegase nadie hasta él. Que después que lo quemó la enferma se había levantado y dicho que estaba mejor y que había hecho un arco con mimbre y nueve candelillas metiendo por el a la enferma, introduciéndola por los pies y sacándolo por la cabeza. Que también había puesto en dicho aposento, un cordel, un cedazo y que había dado muchos golpes a unas piedras, teniendo en el cedazo puesto y pinchado una tijera.
Otro testigo añade, que cuando la rea estaba en estos menesteres había dicho al cedazo: “te conjuro cedazo con tijeras y con diablos, con la gracia del espíritu santo y de fulano (nombrando entonces a una persona), si es verdad lo que te quiero preguntar da una vuelta hacia la mano derecha y luego hacia la izquierda”, y que decía muchas palabras entre sí.
El testigo le dijo si le podía dar un remedio para recuperar memoria para sus estudios, y que le había dado unos polvos colorados y le había hecho escribir una oración o conjuro para que la dijese a las nueve horas de la noche tres noches unas tras otras. Y que las palabras eran:
“Te conjuro estrella la más linda y bella que en el cielo estás, te conjuro con una con dos con tres, con cuatro, con cinco, con seis, con siete, con ocho y con nueve estrellas, os juntareis y por la mar salada pasareis y en el monte Olibete entrareis y de las mimbres de amor tres varas cortareis y en la muela de Satanás la aguzareis y en las de Barrabas las amolareis y con ello buena sabiduría me traeréis”.
Se calificaron sus hechos como pacto expreso y lícito con el demonio, y que la misma daba culto ha dicho ser.
El 18 de febrero fue votada a prisión en cárceles secretas sin secuestro de bienes y estando en ellas se tuvo con ella la primera audiencia. Contó, que a una tía suya le pidió que podía hacer para que su marido se acercase más e hiciese vida con ella, la cual le respondió: que saliese de noche donde viese el norte y dijese el conjuro de la estrella. Que otro día fue a la ciudad de Trujillo a curar a una enferma que estaba ligada por hechizos, y que para curarla en ocho días que allí estuvo en su casa, la había untado con unos aceites, y que bendiciéndola y haciéndole cruces le había dicho:
“Jesucristo nació, Jesucristo murió, Jesucristo resucito, así señor mío Jesucristo como estas palabras son buenas y verdaderas, y como así lo creo, seáis servido de curar y sanar esta enfermedad, y que la misma no crezca ni prevalezca en dolor ni en calor”
Y que no decía ni hacía otra cosa. La verdad era que ella no sabía lo que hacía ni estaba en su juicio porque le habían dado de beber mucho vino, diciendo que no era hechicera ni nigromántica ni embaucadora de demonios, sino que era cristiana vieja.
También contó qué en otra ocasión, una mujer le preguntó que para que era buena la cabeza de un gato negro, porque ella había oído decir que era para que un hombre quisiese más a su mujer y no se despegase de ella, y que la rea le había respondido: que se había de enterrar la cabeza en un tiesto con tierra de sepultura y que al cabo de los dichos nueve días habían de nacer siete habas en el dicho tiesto por la boca y ojos de la dicha cabeza del gato negro. También indicaba la detenida, que se había de enterrar en un tiesto la cabeza del gato negro con tierra de sepultura y regarla nueve días continuos con agua bendita. Que cuando la regara tenía que decir: con agua bendita y tierra de sepultura te entierro y siete habas de ti espero, y que tomase un espejo en la mano y se estuviese mirando en él y que estuviese sacando a la vez las dichas habas del tiesto una a una y entrándoselas en la boca, y la que se quedase escondida debajo de la lengua esa había de ser la haba invisible, la cual le serviría si la llevaba en la boca para que no fuese vista la persona que la llevase aunque entrase donde hubiese gente; y que las otras seis habas que las guardase, porque las mismas les servirían para que tocando con cualquiera de ella a alguna persona, esta comenzaría a querer bien a la persona que le tocase con la dicha haba”.
Que en otra ocasión Ana Tellez le había pedido un remedio para que los huéspedes fueran a su casa, y que esta le había dicho, que le llevase unos huesos de difunto. Se los llevó y la rea los cogió haciendo con sus uñas un hoyo en los quicios de las dos puertas de la calle de la casa de la dicha Ana Tellez, poniendo en cada uno un hueso dando algunas higas al hoyo antes de poner los huesos, y que después de puestos los cubrió con tierra y les puso agua bendita diciendo algunas palabras.
En una nueva audiencia dijo la rea, que pedía misericordia porque estaba mala con muchos dolores y que en dicho día con juramento hizo relación el médico que vio a la rea, la cual y según el informe, esta estaba podrida de bubas y con dolores de piernas, brazos y cabeza, granos en la cara, llagas en sus partes de donde salía cantidad de podrido y también en el pecho, que echaba sangre en los escupidos y que todo le procedía de la dicha enfermedad de bubas. Que tenía mucha necesidad de curarse porque si no, correría riesgo su vida y que parecía sería imposible se curase en las cárceles por la descomodidad de ellas, y que en la ciudad no había hospital para curar semejante enfermedad. Que tenía muchísimo riego de contagiar a otros reos y lo mejor era sacarla cuanto antes de la Inquisición. Fue mandada llamar y se le hizo su proceso, siendo condenada a ser advertida y gravemente reprendida y que dentro de un día saliese a cumplir su destierro de cuatro años no volviendo a su pueblo, ni a Trujillo ni Llerena, y que no los quebrantase so pena de 200 azotes.”[1]
Terrible la situación final de Isabel Gómez. Una pobre mujer qué como otras de su tiempo, utilizaba la picaresca para poder sobrevivir y poder paliar con ello remedio para sus males. Una hechicera que decía curar a otros pero que no supo curarse a sí misma las bubas o sífilis que padecía.
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