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jueves, 14 de marzo de 2019



Catalina Díaz alias “La Pecera”. La Maestra Hechicera de Jerez de los Caballeros


Catalina la Pecera, fue una hechicera natural de Jerez de los Caballeros, que se caracterizó por el dominio de infinidad de oraciones con las que satisfacía las necesidades de sus clientes. Rezos que servirán como instrumento para poder ganarse el pan de cada día, gracias a sus habilidades y credibilidad manifiesta que les dirigían sus más fervientes seguidoras. Aunque no todas se creía lo que hacía, y eso era todo un riego para la Pecera, ya que podía existir la posibilidad, de que alguna mujer sintiéndose engañada la denunciase ante los pies de los caballos de la Santa Inquisición.

Esta delación y denuncia se fraguó en Jerez de los Caballeros y los documentos inquisitoriales de esta hechicera extremeña, nos dejan claro, cuales fueron sus métodos orales para conseguir lo que las clientas le pedían. Pero dejemos que sean las fuentes primarias de este proceso, las que nos lleven y nos trasladen a conocer un poco mejor a esta aliada y maestra de la superstición en tierras de Extremadura.

“Catalina Díaz alias “La Pecera”, mujer de Lorenzo Pérez, vecina de Jerez de los Caballeros, de cuarenta años, fue testificada de hechicera por cuatro testigos, un varón mayor de edad y el resto mujeres dos menores de edad y dos mayores, tres de vista y el resto de oídas. Fue detenida y puesta en cárceles secretas sin secuestro de bienes y en la primera audiencia que con ella se tuvo el día 12 de febrero de 1636, juró decir la verdad de cuanto se le preguntase y dijo: que habría más de once años que Constanza Fernández, difunta mujer que fue de Juan Rodrigo vecino de Jerez, enseñó a la rea que rezase nueve credos cada día por devoción hacia nueve chinas, las cuales el día de su muerte se le volverían en rosas, ofreciendo siempre lo que rezaba a la ascensión de Nuestra Señora. También dijo que hará como siete años que fulana Enriquez ya difunta, le enseñó la oración del “anima sola” y que dice así.



“Anima sola y la más sola, alma ven que te llamo para lo que sea menester. Yo te conjuro anima sola con los tres vientos, yo te conjuro anima sola con los tres elementos, yo te conjuro anima sola con la sangre de Lucano, yo te conjuro anima sola con las doce tribus de Israel, yo te conjuro anima sola con todos los que están en la peña del Carmesí, que todos juntos os juntéis, que por la puerta del río Jordán paséis, las nueve varas de mimbre negro cogeréis, en las muelas de Barrabas me las amolareis, tres le hincareis a fulano por el corazón para que no pierda mi amor, tres por el sentido de que no me ponga en olvido. Guerra me le daréis, y con esto me lo traeréis, que no me lo dejéis estar ni posar hasta que conmigo venga a estar”.

Que usó de esta oración como dos o tres años después que se la enseñaron, sobre todo para llamar alguna persona que no correspondía con la cliente, y aunque llamase a la persona pedida nunca venía. Que algunas veces oyó ladrar a un perro o cantar a un gallo cuando la decía, ya que esta era la señal que aseguraba que la persona llamada acudiría, y que nunca enseñó la rea la dicha oración ni la hizo en presencia de nadie. También dijo, que haría más de diez años que Beatriz Vázquez, ya difunta, mujer que fue de Luís Fernández y vecina de Jerez, le enseñó a la rea estando en su casa las dos solas la oración de Santa Marta que dice así.

“Bienaventurada Santa Marta, digna sois de la Virgen María, querida y amada de Nuestro Señor Jesucristo, huésped y convidada, por el Palancar entrasteis con la culebra brava, allí os encontrasteis con el hisopo del agua bendita y la rociasteis, con vuestra preciosa cinta la atasteis y con ella entrasteis por la puerta de la ciudad mansa y humilde diciendo, patanes, patanes, veis aquí la serpiente brava, mansa y humilde ligada y atada, así os ruega Santa Marta, que me traigáis a fulano manso, humilde y atado, para que me quiera y por mi muera, y que por mi ande y que no pueda estar ni posar hasta que me venga a buscar”.

Que esta oración la hizo de ordinario sobre unos tres años, y que la utilizó con una amiga suya llamada Antonia González en su casa y a su instancia, la cual era viuda. Que la solía decir al mediodía y por la noche teniendo el cabello tendido y con una o dos candelillas de cera encendidas y otras sin luz, y que las más de las veces delante de la santa y que jamás consiguió el efecto deseado que era el conseguir la llamada del hombre que pretendía su amiga o para sí misma. También contó al tribunal, que haría como once o doce años que una mujer que llamaban “la Chacona” y junto a una muchacha que ya es difunta llamada María, le enseñó a la rea la dicha Chacona la oración de San Erasmo, diciendo que dicha oración era buena para traer a un hombre, aunque este estuviese en el fin del mundo. Que si se hacia la oración se conseguiría que el hombre nunca olvidase a quién la rezaba, y que se tenía que rezar estando desnudas. Había que tener una rueca en la cinta y una luz encendida junto al santo que fuese de cera, un caldero de agua, un aspa y teniendo el pelo tendido, hilando, aspando, y que hay que estar devanando y meneando el agua del dicho caldero con un palo. La oración decía lo siguiente.



“Erasmo, Erasmo, de mi Señor Jesucristo querido y amado, mi Señor Jesucristo te preguntó, que es lo que querías ser, obispo, arzobispo o capellán de la Iglesia de mi Señor Jesucristo, o andar de amores con la hija del rey Herodes. Tú le respondiste, que ni querías ser bispo, ni arzobispo, ni capellán de la Iglesia de Jesucristo, sino andar de amores con la hija del rey Herodes. Anda que allá irás y detrás de la puerta los tres matalotes encontrarás, allí te cogerán y las tripas te sacarán, así te las hilarán, te las aspearán, te las devanarán y así te las coserán. Así os pido Erasmo, que me traigáis a fulano, hilado, aspado, devanado y cocido”.

Dice la rea, que esta oración la hizo solamente una vez en la forma referida en presencia de una mujer que nombró, pero que no vino el hombre ni tampoco la ha enseñado a nadie. Que también otra mujer de Jerez de cuyo nombre no se acuerda, haría como unos tres años le enseñó otra oración que tenía el mismo efecto de hacer que un hombre viniese al ser dichas las siguientes palabras.

“Fulano, donde quieras que estés, la soga del ahorcado traerás arrastrando, un cuchillo de cachas negras traerás hincado y atravesado en tu corazón, te acercarás hasta mi llamándome y diciéndome, fulana, no te quiero valer, que te valga Anás, Caifás, Barrabas y el demonio mayor que en el infierno está, que ni puedas estar ni posar hasta que me vengas en mi búsqueda”.

Que dicha oración había que decirla dos veces, pero que nunca conseguía el efecto pretendido ni la rea así lo creía, ya que dicha oración la decía más por curiosidad que por creencia, y que nunca había enseñado a persona alguna, dichas palabras. También cuenta la rea, que Beatriz Vázquez hará como veinte años que le dijo, que para que su marido la quisiese bien era bueno hacer unas torcidas de tocas en que hubiese caído algo del semen de su marido, conjurándolas luego con las siguientes palabras.

“Te conjuro vida de la vida, con la carne y con la sangre de fulano, que me quieras, que me ames, que me estimes, que me regales, que me des cuanto tuvieres y que me digas lo que supiere. Yo te conjuro fulano, con Barrabas y con Satanás, y que así, como estas torcidas arden en esta candela así me quieras”.

Cuanta la rea, que esta oración la hizo como cuatro o cinco veces pero que nunca tuvo el efecto esperado. También comentó, que habría como diez años que una mujer de Jerez de cuyo nombre no se acuerda la dijo, que para amansar a su marido era bueno hacer un hombre de cera y atarle de un hilo por la garganta, meterlo en un cuenco con vinagre estando pendiente del dicho hilo, darle unas vueltas alrededor y diciéndole las siguientes palabras.

“Así vengáis como tengo la figura del diablo en el dedo.”

Que estas palabras y todo el ritual, lo hizo la rea para Francisca Jiménez vecina de Jerez, y que todo esto lo declaró ante el Inquisidor Cristóbal Serrano. También cuenta que en Jerez le enseñaron hacer la siguiente oración a Santa Marta.


“Marta, Marta, a la digna la digo y no a la santa, a Lucifer digo, a Barrabas llamo, al demonio de la carnicería, al del peso, al del reposo, al del arroyo, al que suelta al preso y al que acompaña al ahorcado, fuiste la que te encadenaste y por ti nuestro primer padre Adán pecó y todos pecamos, y así como esto es verdad, así me traigas a fulano mi marido”.

Que esta oración la estuvo usando como seis meses y que nunca obtuvo el efecto deseado, ni tampoco nunca se la enseñó a nadie, sino que una vez la utilizó rezándola con una amiga llamada Catalina Sánchez, porque esta mujer también la sabía. Que algunas veces con dicha amiga, enterraban nueve chinas porque decía su amiga, que era bueno para hacer venir a quién quisiera, y que no sabía que oración decía mientras las enterraba, aunque si veía que meneaba los labios. Que hacía un cerco redondo y en medio del mismo enterraba las nueve chinas y que lo practicado nunca surtió efecto, y que en otra ocasión le oyó decir a Catalina Sánchez la siguiente oración.

“Por el monte negro entrarás, con las tres cabras negras te encontrarás, con los tres tarros negros las ordeñarás, tres negros quesos harás, con tres cuchillos de cachas negras los cortarás, con ellos convidarás a Barrabas y a Satanás para que me traigan a fulano”.

En otra ocasión fue hasta la casa de la rea Antonia González, vecina de Jerez, quién le contó que el hombre que quería para marido no la quería y no le correspondía como ella deseaba, a lo que la rea la dijo, que eran buenas estas palabras para conseguir lo deseado.

“Fulano, yo te conjuro con Barrabas y con Satanás, con el diablo cojuelo que es más agudo y más ligero, que me traigas a fulano, que no me lo dejes comer, ni beber, ni reposar hasta que me venga a buscar”.

Comentaba la rea que dicha oración se tenía que decir poniendo el pie izquierdo donde hubiese agua. También comentó, que estando la rea en casa de María Sánchez la escuchó decir estas palabras.

“Estrella, estrella, altas sois y bellas, tres ramas de amor tenéis, una le hincareis a fulano por el corazón para que no pierda mi amor, otra le hincareis por el sentido para que no me ponga en el olvido, y la otra por la cabeza para que venga, guerra y sangre de fuego le daréis, que no me lo dejéis estar ni reposar hasta que me venga a buscar”.

Que dicha oración se tenía que decir a cualquier hora de la noche mirando a cualquier estrella repitiéndola durante diez o doce veces, para bien que su marido la quisiese bien, y que había que decirlas dentro de un cerco que se tenía que hacer en el suelo con un cuchillo. Contó que en otra ocasión en el año 1634 y delante del comisario de Jerez, haciendo un recorrido por su memoria se le vino a su mente la siguiente oración.

“Habla, habla Jesucristo, que vino y habló con la su sacramentaria, diciendo paz, paz, con el dominio de Moisés”.

Que dicha oración se la había enseñado Isabel de Cristóbal, vecina de Jerez, diciéndole, que con decirla algunas veces tendría paz con su marido, pero que no sabía el sentido de dichas palabras. También se acordó la rea que viniendo un día del convento de Aguas Santas de Jerez con una amiga llamada María, esta le dijo porque vieron un hormiguero junto al camino, que la tierra del hormiguero era buena para hacer que si un hombre quería bien a una mujer la aborreciese, pero que se tenía que decir estas palabras.



“Así como a la hormiga le nacen alas cuando se quiere perder, así fulano aborrezca a esta mujer”.

Lo cual hizo la rea con dicha mujer, cogiendo del hormiguero un puñado de tierra con hormigas y la llevaron a la casa de una mujer de la dicha ciudad, y en el quicio de la casa y puerta de ella se la arrojaron ambas diciendo las palabras anteriores. Que también aprendió la oración de los encantamientos, y que decía lo siguiente.

“Yo te encanto y te reencanto con la jarabita del quebranto, con los pelos del rey David y el zangarrón de Mahoma, que por donde quieras que fueres por mujer me tengas, y todas cuantas burras con orejas te aparezcan yo seré flor entre ellas.”

Que si alguna vez utilizó esta oración que le enseño Catalina Díaz, fue para tener paz con su marido. El día 3 de agosto de 1636, fue condenada a que saliese en auto de fe con sambenito, coroza e insignia de hechicera, y si no hubiere auto que saliese a una iglesia de Jerez en día de misa mayor vestida de penitente y donde se le leyese su sentencia con méritos. Abjurase de levi y que al día siguiente con insignia de hechicera se le diesen cien azotes por las calles de Llerena y otros cien por las calles de Jerez, y que fuese desterrada de dichas ciudades por tiempo de diez años precisos y así se ejecutó.”[1]


[1] AHN. 1987, exp. N 30. Relación de causas año 1636

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