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lunes, 21 de marzo de 2022

 

El Expediente Picasso. En 2021 se cumplen cien años del llamado “Desastre de Annual”

 



En 2021 se cumplen cien años del llamado “Desastre de Annual” y de los sucesos militares ocurridos entre los meses de junio a septiembre en la Comandancia General de Melilla, que supusieron la pérdida de gran parte del ejército español en el Norte de África. El Archivo Histórico Nacional (AHN) quiere recordar estos hechos mediante esta Pieza del Mes, que se dedica a la información gubernativa encargada por el ministro de la Guerra, Luis Marichalar y Monreal, vizconde de Eza, al general de división Juan Picasso González con el fin de averiguar los antecedentes y circunstancias que ocurrieron en la citada Comandancia durante el mes de julio de 1921 y que provocaron el abandono de las posiciones del territorio de Melilla ante el ataque de los rifeños, dirigidos por Abd el Krim, de la familia de Beni Urriaguel.

Desde comienzos del mes de junio de ese año, el ejército español se había visto inmerso en una serie de actuaciones mal planificadas en la zona del Rif que dieron lugar a la pérdida del Monte Abarrán, seguida de la caída de Igueriben y Annual entre los días 17 y 22 de julio, en una cruenta batalla en la que, además, se dio por fallecido al comandante general de Melilla, Manuel Fernández Silvestre. El repliegue del ejército español se desarrollaba de manera desorganizada y con numerosas bajas personales y de material por lo que, ante tal situación, se dictó la Real Orden de 4 de agosto ordenando la instrucción de la información gubernativa. El general Picasso, juez instructor de la misma, llegaba a Melilla el 9 de agosto, acompañado del secretario y auditor de brigada, Juan Martínez de la Vega y Zegrí. Sus actuaciones comenzaron el 13 de ese mes, centrándose en la recogida de no sólo los testimonios y declaraciones de los militares que se encontraban en la Comandancia, sino también de los prisioneros que iban siendo liberados por los rifeños, quienes, antes de hablar con nadie, debían contar lo ocurrido al general Picasso por indicación del Alto Comisario en Marruecos, Dámaso Berenguer (fol.277).

Otra de las primeras acciones de Picasso al llegar a Melilla fue la solicitud a Berenguer de los planes de las operaciones ordenados por el Alto Mando en el territorio (fol.194). Sin embargo, éstos no le fueron facilitados y su campo de actuación fue limitado por la Real Orden de 24 de agosto, en la que expresamente se indicaba a Picasso que la información no debía extenderse “a los acuerdos, planes o disposiciones del Alto Mando, concretándose a los hechos realizados por los Jefes, Oficiales y tropa en las operaciones que dieron lugar a la rápida evacuación de las posiciones ocupadas por nuestras fuerzas” (fol.411)1 . Entre los meses de agosto de 1921 y enero de 1922 el juez instructor y el secretario fueron reuniendo una voluminosa documentación que reflejaba la situación de la Comandancia durante esos meses y en años anteriores: declaraciones de testigos; estados del material, fuerza y ganado; órdenes militares y partes de operaciones en esos periodos; telegramas y conferencias telegráficas; información sobre las evacuaciones; obras realizadas en la zona; planos de las posiciones y caminos; y otros documentos. A lo largo de este tiempo, Picasso y Martínez de la Vega fueron testigos de todo lo que iba ocurriendo en el territorio de la Comandancia de Melilla hasta que a finales de enero del 1922 el Juzgado de Instrucción se trasladó a Madrid para concluir la información gubernativa. Ésta terminó con el informe de Juan González Picasso, firmado el 18 de abril de 1922 y formado por un resumen de las actuaciones militares entre el mes de julio y comienzos del mes de agosto de 1921 (fols.2172-2413) y la conclusión final (fols.2413-2417), a la que se dedica un apartado especial en esta Pieza del Mes. En ella, Picasso expone las dificultades encontradas para la realización de la información, resumiendo la pérdida de ciento treinta posiciones españolas debido a la desmedida expansión del territorio y apuntando como causa la conducta del ejército de ocupación, relajado en el desempeño de sus funciones y con defectos en su preparación y moral. Es muy significativa la reflexión que realiza sobre la responsabilidad directamente relacionada con la autoridad, indicando que debía imputarse en primer término al Mando que con “inconciencia, con incapacidad, con aturdimiento o temeridad ha provocado el derrumbamiento de la artificiosa constitución del territorio”, y, en segundo lugar, “a todos aquellos según su medida y grado, que no respondieron a sus deberes militares”.

Picasso focaliza una parte de su informe en el día 22 de julio, recalcando cómo en la Comandancia de Melilla existía una fuerza oficial de 19923 hombres disponibles y un territorio extenso con numerosas posiciones dispersas, deficientemente organizadas y mal abastecidas. Incide, igualmente, en la existencia de múltiples cabilas armadas en la retaguardia y en la falta de líneas de apoyo para casos de repliegue, circunstancias que, junto con la acumulación de fuerzas en el frente y otros factores, tuvieron como consecuencia una retirada desastrosa y desordenada de las tropas españolas. Concluía su informe con estas palabras:

Y condensando en un juicio definitivo los acaecimientos del territorio, puede aducirse la aseveración del P. Alfonso Rey, religioso franciscano de la Misión de Nador, que preguntado - folio 405 vuelto - por las causas que en su concepto hubiesen provocado los sucesos, encierra su opinión en el aserto o sentencia de que los atribuya “al abandono en que estaba la vigilancia antes de declararse y al miedo después que comenzaron”

La información gubernativa, denominada también Expediente Picasso, consta de 10 piezas y 2418 folios y fue enviada al ministro de la Guerra el mismo 18 de abril. Independientemente de las repercusiones que tuvo a nivel político y social, fue utilizada como información fundamental por varias instancias judiciales y por las Cortes. En primer lugar, por Real Orden Comunicada del Ministerio de la Guerra de 21 de abril de 1922 se remitió al Consejo Supremo de Guerra y Marina para que el fiscal militar elaborara un dictamen. Éste, de 28 de junio de 1922, sirvió de base para que el citado Consejo acordara la formación de varias causas para depurar.




Archivo Histórico Nacional. FC-TRIBUNAL_SUPREMO_RESERVADO,Exp.50,N.10 El Expediente Picasso.

  

EL MORRILLO DE SEGOVIA ¿UN CASO DE “MEMORIA HISTÓRICA” DE LA GUERRA DE LAS COMUNIDADES?



 


 

En la historia de las naciones y de los pueblos (de todos) suceden acontecimientos traumáticos que influyen en las vidas no solamente de las generaciones que las viven, sino también de aquellas personas que, no habiéndolas padecido directamente, sufren sus consecuencias y sus secuelas décadas o incluso siglos después. Europa no es ajena a esto, pues tenemos una amplia experiencia en guerras que, siendo ya antiguas, aún proyectan su larga sombra sobre nosotros. Es el caso de ambas Guerras Mundiales o de la Guerra Civil Española que, años después de finalizadas, han seguido teniendo consecuencias de muy diversa índole en las naciones que las padecieron.

No obstante, no debemos pensar que esto es algo que afecta sólo a estos acontecimientos relativamente recientes en nuestra Historia. Otros conflictos de nuestro pasado generaron preocupación e inquietudes en generaciones que no las vivieron incluso muchos años después, cuando sus rescoldos se creían ya apagados. Algo así es lo que sucedió en la ciudad de Segovia en relación con la Guerra de las Comunidades más de cien años después de que ésta acabara.

En el verano de 1629, durante ciertas obras en la iglesia de Santa Olalla (Santa Eulalia) de Segovia, fue encontrada una columna como del tamaño de un hombre con una pequeña argolla de hierro en lo alto de la misma. Se trataba de lo que en la ciudad había sido conocido como “el morrillo de los comuneros”, que presidía el lugar en donde éstos formaban sus juntas durante la guerra desarrollada en Castilla entre los años 1520 y 1521 y en la que tanto se significó la ciudad de Segovia.

El hallazgo de la columna y la decisión del párroco de Santa Olalla de colocarla en la plaza frontera a la iglesia desató un revuelo y una inquietud que no sólo afectó a la ciudad y a sus autoridades, sino que llegó a conocimiento del rey y de su más importante brazo gubernativo, el Consejo de Castilla.

Conociendo los problemas de orden público que la exhibición en lugar tan a la vista podía crear este símbolo de agitaciones pasadas, el corregidor de la ciudad, Gonzalo Rodríguez de Monroy, mandó retirarlo bajo el pretexto de que el párroco de Santa Olalla había pretendido extender la jurisdicción eclesiástica propia de su iglesia más allá de los límites convenientes, ampliándola a una plaza pública. A las pocas horas de su retirada, el morrillo volvió a ser alzado, esta vez dentro de los terrenos afectados por la inmunidad eclesiástica, sustrayéndola por tanto de la jurisdicción civil del corregidor. Este desacato, unido a los rumores que afirmaban que, al amparo de la noche, varios desconocidos habían vuelto a juntarse en el morrillo aumentó aún más, si cabía, la preocupación de las autoridades.

Las principales sospechas recayeron sobre el párroco que, sabiendo lo que significaba la señal encontrada en su iglesia, sólo podía pretender con su exhibición pública recordar al pueblo pasadas alteraciones contra la autoridad real y tal vez alentarles a otras nuevas; o bien evocar maliciosamente antiguas infamias que afectarían al honor de algunas familias de la ciudad. Sea cual fuere la inocencia o la intención del párroco, la intervención del obispo Moscoso y Sandoval fue decisiva pues con él se concertó el corregidor para, aprovechando la discreción de la noche, sacar el morrillo de la plaza en una carreta y, llevándolo a la plazuela del Alcázar, despeñarlo por el barranco para posteriormente hacer añicos cualquier resto que quedase.

Del morrillo de los comuneros de Segovia no quedó vestigio para la posteridad y las perturbaciones sociales que, tal vez como catalizador de problemas subyacentes, había originado su redescubrimiento más de un siglo después del final de la guerra, se fueron apagando gracias a la prudencia del corregidor Rodríguez de Monroy que impidió que se abriera proceso alguno contra los ciudadanos inquietos y disuadió las reuniones levantiscas y los corrillos nocturnos. Las palabras del corregidor en toda la gestión de asunto del morrillo son más que significativas: no despertemos a los que duermen.[1]



[1]    Archivo Histórico Nacional. CONSEJOS,7146, N.59

lunes, 7 de marzo de 2022

 


ABANICOS HEREJES


Fermín Mayorga 


La Inquisición española, también llamado el Santo Oficio, fue creado por los Reyes Católicos en 1478 para proteger la religión católica frente a los herejes, como los falsos conversos. Sin embargo, esas primeras atribuciones fueron aumentando con el tiempo y se convirtió en una herramienta de control para la monarquía.

Por raro que parezca, las labores inquisitoriales también pusieron sus miradas en la moda y existieron actas contra aquellos objetos que no seguían los cánones establecidos para la moral de la época. Generalmente se trataban de complementos que llevaban dibujos o adornos “demasiado indecentes”, donde había desde barajas de cartas, tabaqueras, pañuelos, relojes o incluso abanicos. Estos procesos tuvieron lugar en su mayoría durante los siglos XVIII y XIX, debido a las nuevas modas.

De entre todos estos casos nos ha llamado la atención el realizado contra el abanico, ese objeto cuyo origen se remonta al Antiguo Egipto y no fue hasta principios del siglo XIV cuando aparecen las primeras referencias en la península. Ya a finales del XVIII, el abanico español era de los que tenían mejor fama debido a su calidad. Fue tan importante la entrada de este utensilio en España, que ya en el siglo XVII existía el cargo de abaniquero real. Sin embargo. se comenzó a asimilar al abanico como parte del cortejo amoroso y por tanto como un instrumento que incitaba la seducción, más allá de su utilidad estival. Esto pudo hacer que la inquisición estuviera al loro con estos “depravados” instrumento,

Encontramos dos procesos contra este objeto tan «peligroso» para la moral y tan útil en tiempos de calor. En uno ellos, el abanico llevaba impreso una escena de Jesús con la Samaritana, donde este le pide agua para beber según el Evangelio de Juan. El problema fue que los inquisidores vieron que la mirada de Jesús era algo lasciva (o quizá mucho) motivando que el impúdico abanico fuera retirado de la circulación.

El proceso más curioso de todos fue a principios del siglo XIX, en los últimos tiempos de la Inquisición (abolida definitivamente en 1834) y en la ciudad de Valencia. Se trató del abanico que representaba “el amor es de toda edad”. En él se muestran varias escenas de parejas con un ángel y dos versos en cada una de ellas.

                                          Abanico el sexo no tiene edad

El abanico, cuyas escenas representaban para los inquisidores el amor profano, fue retenido en la Real Aduana de la capital del Turia y entregado a la Inquisición (no sabemos si con grilletes) el 30 de septiembre de 1806 y cuyo expediente se inició el 8 de octubre.

Tras iniciar el procedimiento, llegó a mano de los calificadores como fray Miguel Gadea, que aseguraba que el amor profano que representaba el abanico inducía a la lascivia y por tanto debía ser prohibido. Tuvo a alguno de los implicados en su defensa, como el propio fiscal del caso, pero finalmente triunfó las tesis de los que querían prohibir su venta, debido a que mostraba la vida como un “camino de deleite más propio de los animales que los humanos”.

Aunque se trató de casos muy anecdóticos, en tiempos que la inquisición se estaba extinguiendo, resulta curioso como en algunos procesos podemos hablar de la inquisición contra la moda.

Desde el inicio de la Revolución Francesa, los distintos bandos enfrentados tuvieron claro que debían apelar a las armas de la publicidad para atraerse al contrario y generar una corriente de opinión pública favorable a sus postulados.

Además, ninguno era indiferente a las alianzas internacionales que representaban un verdadero peligro diplomático y militar a la cercada Francia revolucionaria. Lo mejor era estar bien informado de lo que tramaban los países vecinos y tomar medidas. Una de esas medidas consistió en tejer una red de información desde el corazón, los ministerios parisinos y los clubs políticos, que alcanzaba a las autoridades locales, quienes protegían a espías y emigrados políticos. Desde Francia se había orquestado un complot publicitario contra la Monarquía española. Cada día salían de los tórculos franceses hojas volanderas, folletos, sátiras, pasquines, carteles, proclamas, poesías y caricaturas con el firme propósito de denostar a Carlos IV y mostrar como referente los beneficios que había traído una revolución a Francia. Así pues, el juego consistía para unos (los franceses) en ser más listos que el contrario para introducir estos materiales revoltosos y en los otros (los españoles), en estar más vigilantes para capturar al introductor, requisar la mercancía sediciosa y mover los hilos diplomáticos para averiguar quién estaba detrás de estos escritos. Es el caso de un abanico, custodiado en el Archivo Histórico Nacional, con una imagen grabada de la toma de la Bastilla, interceptado por el comisario inquisitorial de Bilbao en 1789.


Abanico Toma de la Bastilla 

La Inquisición jugó un papel determinante como policía encargada de este cordón “sanitario”. Los comisarios distribuidos por los puertos y fronteras redoblaron sus pesquisas. El trabajo era desbordante y condenado al fracaso. Era fácil introducir esta literatura revolucionaria porque tenía el formato adecuado para ocultarla (folletos de pocas hojas y tamaño pequeño, folios sueltos, etc.) en los forros de los abrigos, en el interior de los sombreros, entre comida o cereales…

Hasta la fecha fatídica del dos de mayo de 1808, Napoleón fue una figura tremendamente atractiva en España. Las comparaciones con Godoy erosionaban al español. La estrella del Príncipe de la Paz se apagaba frente a la brillantez del cónsul Bonaparte. En 1801 España estaba atrapada entre sus redes por el Tratado de Aranjuez. En 1804 Napoleón finiquitaba el Consulado y se nombraba Emperador de los franceses. El corso bien sabía el valor de estas campañas publicitarias como años atrás habían amañado los girondinos primero y luego los jacobinos. De ahí que desde 1799 su figura fuera omnipresente en la prensa, en la literatura y en imágenes. David fue el pintor oficial de la parafernalia bonapartista y uno de sus cuadros más famosos fue precisamente la coronación de Josefina como emperatriz. Como sucede con estos cuadros de aparato, la imagen pasó simplificada y modificada a multitud de grabados y dibujos, uno de los cuales es este curioso abanico, interceptado por el Tribunal de la Inquisición de Barcelona en 1805.

                                Abanico representando la coronación de Josefina como emperatriz por Napoleón

martes, 22 de febrero de 2022

 

LAS HIPOLITINAS DE MÁLAGA. SECTA SEXUAL DEL SIGLO XX EN LA CIUDAD DE MÁLAGA. 

FERMÍN MAYORGA


Se llamaba Hipólito Lucena Morales y era el párroco de la iglesia de Santiago. Era un buen sacerdote, muy querido por sus feligreses y buen dinamizador de su parroquia. No he conseguido localizar ningún retrato suyo, pero me lo imagino atractivo y bien plantado. Había fundado una orden, las hipolitinas, cuyas profesas, escogidas entre lo más granado de la sociedad malagueña, ofrendaban su sexualidad a Cristo, representado en la propia persona de don Hipólito, en una ceremonia íntima que tenía lugar en la iglesia de la Merced. Y estalló el escándalo.

Iglesia de la Merced de Málaga

Hipólito Lucena Morales había nacido en Coín en 1907. Era hijo de Francisco y María de la Fuensanta, padres que suponemos muy piadosos porque tuvieron otros dos hijos sacerdotes. A los diez años Hipólito, ya huérfano, ingresó en el Seminario donde terminó todos los cursos con brillantez y aprovechamiento, de manera que a los 23 años, en 1930, fue ordenado sacerdote. Al iniciarse la Guerra Civil fue detenido junto a otros 48 sacerdotes y sufrió persecución por la Justicia. La Providencia quiso que no fuese fusilado, aunque sí lo fueran sus hermanos Hilario y José, también sacerdotes.

José Manuel García Agüera, en sus Crónicas de Coín, trazó el perfil biográfico de don Hipólito. Gracias a él sabemos que fue nombrado en 1939 cura ecónomo de la parroquia de Santiago por el obispo Balbino Santos Olivera. Desde este puesto adecentó su iglesia, que había quedado bastante dañada a causa de la guerra. Colaboró en la reconstrucción de la Semana Santa, especialmente en las cofradías del Rescate y del Rico. De gran formación intelectual, don Hipólito fue profesor del Seminario e impartió las asignaturas de filosofía, teología moral, derecho e historia de la Iglesia. Ocupó los cargos de fiscal de la Curia, examinador y juez prosinodial, miembro de la Junta Catequista Diocesana, consiliario del Patronato de Protección a la Mujer, consejero de la Caja de Ahorros de Ronda, miembro de la Junta Diocesana de Enseñanza de Religión, etc. Por todos sus méritos Ángel Herrera Oria le nombró en 1949 arcipreste.

En cualquier caso, repetimos, don Hipólito fue un sacerdote muy querido y popular entre la feligresía malagueña. Fue creador e impulsor de varias asociaciones religiosas, de las que también fue su director espiritual. Entre todas ellas destaca la de las hipolitinas. Oficialmente daba cabida a señoras y señoritas de la buena sociedad malagueña que prestaban ayuda a niños pobres y abandonados y a familias necesitadas, por lo que en sus días fue muy aplaudida. Sin embargo, pronto empezaron a surgir sospechas. Había quien afirmaba que en su orfanato se recogían, además de niños abandonados, los frutos sacrílegos de las relaciones del director espiritual con sus hermanas. Se decía que don Hipólito celebraba en la iglesia de la Merced desposorios o matrimonios místicos, envueltos en éxtasis. Aclaremos para mejor comprensión del lector que la iglesia de la Merced, que dio nombre a su plaza, había sido arrasada e incendiada en los tristes sucesos de mayo de 1931. Funcionaba en los años cincuenta como anexo de la parroquia de Santiago y, a pesar de que mantenía su estructura en bastante buen estado, nunca llegó a ser reconstruida. La iglesia de la Merced se utilizaba también como cine y salón parroquial.

Las primeras denuncias procedieron, al parecer, de algún marido que no llegaba a entender las necesidades espirituales de su esposa. En 1959 se abrió una investigación por parte del Vaticano que trataba de esclarecer qué había de herejía o de psicosis en todo este asunto. Don Hipólito fue conducido en secreto a Roma y allí se le rasparon las manos, símbolo por el que se borraba el privilegio de consagrar. Fue encerrado en un monasterio de los Alpes austriacos. La iglesia de la Merced fue demolida en 1963.

Zoilo Montero, propietario de la tienda de ultramarinos que hay frente a Santiago, conoció a don Hipólito. Me cuenta que «hizo cosas buenas y que nunca la parroquia tuvo tanta vida como en los años cincuenta, lo que tiene mérito porque fueron años muy difíciles. Era muy querido y se ganó el favor de sus feligreses gracias a sus obras de caridad y de apostolado.» Rafael Aldehuela afirmaba que «don Hipólito fue siempre un buen cura, pero no por ello dejó jamás de sentirse hombre y víctima de sus pasiones».

Hipólito Lucena pasó sus últimos años de vida en Coín, dedicado a sus lecturas y oraciones. Allí se le veía pasear lentamente, abrigado con su boina y su bufanda. Falleció en 1981.

 

martes, 9 de noviembre de 2021

 


Beato de Tábara (968-970) y Donación del Cid al Monasterio de Silos (1076)




Pocas biografías medievales habrá tan apasionantes como la de Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid Campeador. Afamado en vida, al poco de morir sus hazañas ya corrían en boca de juglares y los clérigos componían cuidados versos o redactaban historias latinas para celebrar sus victorias contra sus enemigos almorávides o los mestureros que rodeaban a Alfonso VI. En definitiva, el interés por el guerrero castellano no se achicó con el paso del tiempo sino todo lo contrario.

Sin embargo, mientras que su vida pública pasó a crónicas y textos literarios, quedaron en el olvido de los archivos eclesiásticos los documentos que mostraban la actividad cotidiana de Rodrigo Díaz como un hombre más que seguía las pautas de la sociedad medieval. Buscar estos documentos para completar la biografía cidiana fue mérito de los historiadores del Renacimiento y Barroco por lo que hay que citar con admiración los nombres egregios de Sandoval o Berganza. Así lograron completar el relato cada vez más exaltado de las grandezas del Cid con la humildad de los textos más prosaicos contenidos en los pergaminos altomedievales. En ellos Rodrigo Díaz aparece aconsejando a los reyes Sancho II y Alfonso VI en cuestiones judiciales, actuando como testigo en donaciones o en eventos de suma importancia para el reino, como la apertura del arca santa de Oviedo o la traslación de la sede episcopal a Burgos.

Los medievalistas han rescatado una sesentena de referencias documentales relativas al Cid y a su familia directa. Ahora bien, en casi todas aparece como actor secundario, como situado en una zona de penumbra. Por eso, los documentos expedidos por Rodrigo Díaz como emanación de su voluntad son muy raros. Se cuentan en este reducido grupo la donación que hizo a la Catedral de Valencia con su suscripción autógrafa junto a la de Jimena, ya viuda, ampliando los regalos de su difunto marido o la cada día más polémica carta de arras de la Catedral de Burgos.

Con la misma generosidad que había cubierto al obispo Jerónimo de Perigord en Valencia lo había atestiguado muchos años antes en el corazón de Castilla. Estando en San Pedro de Cardeña, monasterio siempre ligado a la suerte del Cid, regaló al cenobio benedictino de Silos dos villas de su propiedad. Pequeña cosa si comparamos ambas donaciones, pero es que en 1076 Rodrigo Díaz era uno más de los muchos guerreros hidalgos que rodeaban al rey. Aún no era el famoso vencedor de mil lances que le reportarían riqueza y prestigio.

La redacción material del pergamino corrió a cargo de un monje, Munio, poniendo por escrito la voluntad del matrimonio formado por Rodrigo Díaz y Jimena de obtener la protección de la Virgen y una muchedumbre de santos (los apóstoles Pedro y Pablo, los santos Andrés, Martín, Millán y Felipe). Este acto de sumisión a los designios divinos confiando en la providencia divina, pero buscando su activación mediante la entrega gratuita de bienes raíces, era muy común en la Edad Media. Son conocidas como las donaciones pro remedio animae mea.

 

La guerra submarina y sus repercusiones propagandísticas: el incidente del “Baralong”.

 


La guerra submarina y sus repercusiones propagandísticas: el incidente del “Baralong”. La guerra submarina fue una de las grandes novedades de la I Guerra Mundial. Las acciones más conocidas y de más trascendencia de cara al público fueron sin duda los ataques de los submarinos alemanes a buques mercantes. Este tipo de ataques estaba regulado por las “Reglas del crucero” (convenciones relativas al ataque de un buque mercante por un buque armado). Según la Declaración de Londres relativa a las leyes de la guerra naval de 1909 una embarcación desarmada no podría ser atacada sin previo aviso, y en caso de que se quisiera capturar el barco o destruirlo se deberían tomar las medidas adecuadas para garantizar la seguridad de la tripulación. Alemania actuó así en un primer momento, pero los submarinos quedaban muy expuestos al actuar de esta manera, además de que no disponían de espacio para alojar a las tripulaciones capturadas.

La obligación de cumplir estas normas resultó aún más peligrosa para los sumergibles alemanes a raíz de la aparición de los Q-ships, también conocidos como navíos señuelo, barcos mercantes armados con cañones y ametralladoras ocultos, cuyo fin era engañar a los submarinos haciéndoles creer que se trataban de barcos indefensos para que aquellos realizaran ataques en superficie. Esto hizo que los U-Boote recurrieran cada vez más a la política de disparar primero y preguntar después.

 



Esta guerra submarina sin restricciones llevó a uno de los episodios más dramáticos de la guerra con el hundimiento del trasatlántico Lusitania, en el que murieron 1.198 personas entre pasajeros y tripulantes. Su repercusión pública y las exigencias de Estados Unidos hicieron que Alemania diera marcha atrás y volviera a aplicar las reglas del crucero, hasta que a principios de 1917 reanudó la guerra submarina sin restricciones, incluso sabiendo que esto haría entrar en guerra a los Estados Unidos.

La guerra submarina tuvo también su reflejo en la propaganda de la época, intentando cada bando volver la opinión pública a su favor e, incluso, lograr que entraran en guerra países hasta entonces neutrales. El citado caso del Lusitania fue ampliamente difundido para poner de relieve la crueldad de los submarinos alemanes, pero los alemanes también pudieron airear algún caso para justificar su actitud y mostrar el peor lado de sus enemigos.

 


El caso más famoso y publicitado fue el incidente del Baralong, un Q -ship británico que el 19 de agosto de 1915, enarbolando la bandera estadounidense, se acercó hasta el submarino U-27, que acababa de detener al mercante Nicosian a 130 kilómetros al sur de Queenstown (Irlanda). El Baralong fingió ir a rescatar a los tripulantes del mercante, que iba a ser hundido por llevar material de guerra, y que ya estaban en los botes salvavidas, pero cuando llegó a distancia de tiro abrió fuego hundiendo el submarino. Los tripulantes alemanes que lograron salvarse a nado fueron muertos a tiros en el agua, lo mismo que el grupo de abordaje que se encontraba en el Nicosian.

Hemos traído aquí parte de los distintos documentos difundidos por los distintos gobiernos para condenar o justificar el incidente del Baralong. También presentamos otra obra de la propaganda germánica destinada a justificar su actividad como represora del contrabando de guerra.

                                                          

La propaganda siempre ha estado presente en las guerras. Aquí hemos visto cómo se adapta a las nuevas guerras

jueves, 9 de enero de 2020





AUTOPSIA DE D. JOSÉ CALVO SOTELO






(Tui, 1893 - Madrid, 1936) Político español cuyo asesinato precipitó la sublevación militar y la Guerra Civil española (1936-1939). Hermano mayor del futuro dramaturgo Joaquín Calvo Sotelo estudió derecho en Zaragoza y Madrid y se doctoró con premio extraordinario en la universidad madrileña, por lo que ingresó pronto (en 1916) en el Cuerpo de Abogados del Estado. Inició su actividad política dentro del partido de Antonio Maura. Su primera obra escrita fue, precisamente, El proletariado ante el socialismo y el maurismo (1917).


Ya antes, en el año 1915, fue nombrado secretario de la Sección de Ciencias Políticas y Morales del Ateneo de Madrid, cargo que le proporcionó la oportunidad de contactar con lo más granado de la intelectualidad del momento, sobre todo con los últimos epígonos del krausismo, y le permitió imbuirse de las propuestas que éstos pregonaban sobre la necesaria reforma del sistema liberal, si bien Calvo Sotelo readaptó esa reforma dotándola de un profundo carácter autoritario que se reflejó en su segunda obra, La doctrina del abuso del derecho subjetivo (1917).


En 1919, José Calvo Sotelo consiguió su primera acta de diputado a Cortes representando al distrito de O Carballiño, dentro de las filas del partido de Antonio Maura. En 1921 el gobierno de Maura lo nombró gobernador civil de Orense, lo que inició su arraigo con dicha provincia y con sus prohombres políticos. Seguidamente pasó a ocupar el mismo cargo en Valencia.


Pero la carrera política de Calvo Sotelo no alcanzó relevancia hasta el advenimiento de la Dictadura del general Primo de Rivera (1923-29), siempre sin romper con el "maurismo", y guardando ciertas distancias con el antiparlamentarismo de Primo de Rivera. Calvo Sotelo se propuso colaborar con el régimen y así llevar a cabo las reformas del Estado que él consideraba necesarias. Fue puesto al frente de la Dirección General de la Administración, donde se propuso solucionar los problemas que embargaban a la administración local y provincial, las cuales se debatían entre la impotencia económica y el caciquismo heredado desde los tiempos de la restauración de Canovas del Castillo.


Sus intenciones reformistas las realizó con la promulgación de los Estatutos Municipales (Decreto-Ley del 8 de marzo del año 1924), y los Estatutos Provinciales (Real Decreto del 20 de marzo del año 1925), en un intento de fortalecer los poderes locales, a la vez que también éstos eran controlados por el Estado. Por medio de este último decreto, la provincia quedó marcada como la jurisdicción dominante sobre los municipios inscritos en ella.


El proceso de reforma se amplió con la introducción del sistema de Mancomunidades regionales en Galicia y en el País Valenciano, regiones éstas que él conocía muy bien por su práctica política. Este proyecto chocó enseguida con la resistencia pertinaz de las oligarquías locales, perfectamente adaptadas al ámbito provincial, por lo que el proyecto no se pudo llevar a cabo. Otra medida adoptada por Calvo Sotelo fue la remodelación de los gobernadores civiles y la creación del delegado gubernativo, con resultados políticos no siempre satisfactorios.


En el año 1925 fue nombrado ministro de Hacienda por el general Primo de Rivera, cargo que ocupó hasta el año 1929. Durante este período pretendió realizar la reforma del sistema económico español, tratando de incorporar las nuevas pautas mundiales, mediante la superación del liberalismo clásico y la creación de un aparato de Estado intervencionista. Sus decisiones más importantes dentro de este ministerio fueron la creación del Monopolio de Petróleo (CAMPSA); la creación de los Bancos de Crédito Local, Exterior de España e Hipotecario; la nacionalización de varias empresas; la promulgación de la Ley de Contrabando y Defraudación; y el intento de reforzar la inspección tributaria.


Su política económica al frente del ministerio de Hacienda fue altamente contestada por la oposición, así como por las clases sociales oligárquicas, ya que la veían excesivamente intervencionista. Por todo ello, cuando cayó la Dictadura a finales del año 1929, Calvo Sotelo no tuvo más remedio que dimitir. No obstante, continuó su actividad política y durante el gobierno provisional de Dámaso Berenguer intentó crear un partido, la Unión Monárquica Nacional, con la finalidad de agrupar a todos los monárquicos comprometidos con el anterior gobierno. La proclamación, el 14 de abril del año 1931, de la II República española le impidió seguir adelante con su proyecto, obligándole la nueva situación política (totalmente en contra de su persona y de su pasado con Primo de Rivera) a exiliarse, primero en Lisboa y posteriormente en París (1931-34).

Durante su estancia en Francia, Calvo Sotelo entró en contacto con ideólogos del autoritarismo nacionalista monárquico francés como Charles Maurras, lo que resultó en una evolución política hacia posturas cada vez más extremistas de tipo fascista-corporativista. Por otra parte, el exilio le proporcionó la ocasión de escribir sus ideas políticas y de exculparse de las acusaciones que se le hacían en los círculos políticos españoles. De su pluma salieron las obras En defensa propia (1932), Las responsabilidades políticas de la Dictadura: un proceso histórico (1933) y La voz de un perseguido (1933).

En las Cortes Constituyentes fue elegido diputado por Orense, pero, dada su situación de exiliado político, se le impidió hacer acto de posesión formal del Acta de diputado. En las elecciones para la primera legislatura, celebradas en noviembre del año 1933, salió elegido diputado con dos Actas, por Orense y La Coruña, representando al partido Renovación Española. Finalmente, el 4 de mayo del año 1934, regresó del exilio en virtud de la amnistía decretada por el gobierno republicano derechista de Alejandro Lerroux y de José María Gil Robles, lo que le posibilitó acceder a su puesto de diputado por Orense y reanudar su actividad política.

A su vuelta del exilio y con ideas nuevas, se propuso llevar a cabo la creación de un amplio grupo político, afecto a la monarquía, de carácter renovado, en función de sus nuevas orientaciones y contactos con el autoritarismo francés y el fascismo de Mussolini, que aglutinase a todos aquellos grupos y sectores contrarios al régimen democrático y republicano imperante. La idea cristalizó con la creación del partido Bloque Nacional, dispuesto a unir los esfuerzos de todos esos grupos para la instauración de una monarquía totalitaria.

Para Calvo Sotelo, la monarquía tan sólo era un instrumento útil para poder superar el sistema liberal y parlamentario (corrupto bajo su punto de vista), y así proceder a la creación de un poder ejecutivo fuerte y estatizante, al igual que el modelo italiano. Sobre la base de tales argumentos políticos giró el discurso que pronunció en la Academia de la Jurisprudencia y Legislación el 20 de noviembre del año 1935, con el significativo título de El capitalismo contemporáneo y su evolución.

El Bloque Nacional de Calvo Sotelo no obtuvo los resultados esperados, ya que gran parte de su posible electorado se decidió por apoyar al partido derechista de la C.E.D.A., presidido por Gil Robles, el cual tenía mayores posibilidades de éxito. Calvo Sotelo intentó ingresar en el partido Falange Española, de José Antonio Primo de Rivera, hijo del general que presidió la Dictadura. José Antonio se negó en redondo debido a las insalvables diferencias personales e ideológicas habidas entre ambos dirigentes.

Con la victoria, en febrero del año 1936, de las fuerzas de izquierdas coaligadas en el Frente Popular, Calvo Sotelo fue elegido diputado por Orense, con un acta de diputado protestada por el Frente Popular Local, aunque fue aprobada por la mayoría de izquierda, ya que veían imprescindible la presencia de Calvo Sotelo en el Parlamento como interlocutor válido. Todos estos reveses políticos inclinaron a Calvo Sotelo a adoptar una política decididamente conspiradora, radical y antirrepublicana. Desde su escaño protagonizó diversos incidentes que le hicieron ganarse la hostilidad de las fuerzas izquierdistas, destacándose sus continuos enfrentamientos con Casares Quiroga. Calvo Sotelo se convirtió en el portavoz del ultraderechismo de la Cámara, posición ésta que compatibilizaba con todo tipo de actividades antirrepublicanas fuera del Parlamento.

En la madrugada del día 12 al 13 de julio del año 1936, Calvo Sotelo fue sacado de su domicilio mediante engaño y asesinado en una camioneta de la Guardia de Asalto. Fue su muerte la que precipitó y dio argumentos a la rebelión militar que desde meses atrás se venía fraguando entre militares como Emilio Mola, Manuel Goded, José Enrique Varela, Francisco Franco, Joaquín Fanjul o José Sanjurjo. La muerte de Calvo Sotelo fue considerada por los sublevados como la gota de agua que colmaba el vaso de la paciencia patriótica. Calvo Sotelo fue declarado por los golpistas el primer mártir de la cruzada contra los "enemigos de la patria".


Expediente sobre la autopsia del cadáver de José Calvo Sotelo




PIEZA ESPECIAL: Antecedentes y asesinatos de Don José Calvo Sotelo

Tomo I

Autopsia del cadáver del Ecmo. Sr. DON JOSÉ CALVO SOTELO

LEGAJO 1500/ EXPT 8

Diligencia: la extiendo yo el Fiscal Secretario en Madrid, a cinco de febrero de mil novecientos cuarenta y uno, para hacer constar, que en la Pieza Especial “Antecedentes y asesinatos de Don José Calvo Sotelo y Don José Antonio Primo de Rivera” hay un proveído, fecha treinta de noviembre de mil novecientos cuarenta, que copiado en su parte necesaria dice lo siguiente: ……Fórmese ramos separados con las diligencias practicadas y que se practiquen en lo sucesivo, respecto a los hechos de especial interés objeto de la pieza, en razón de su analogía…..” doy fe.

PROVIDENCIA Fiscal Instructor delegado Sr. Reol

Madrid a cinco de febrero de mil novecientos cuarenta y uno.

Fórmese ramo separado dentro de la Pieza Especial, con el título: “Autopsia del cadáver del Excmo. Señor Don José Calvo Sotelo”; interesándose del SR. director de la Escuela de Medicina Legal de esta Capital, envíe a esta Causa General un estudio sobre cuantos antecedentes tengan, incluso fotográficos, referente a dicha autopsia, practicándose cuantas diligencias sean precedentes en relación con la misma.
Lo mandó y firma S. S. Doy fe.
Hay dos firmas
DILIGENCIA Se cumple lo ordenado. Doy fe.

INFORME MÉDICO LEGAL, EMITIDO POR LA ESCUELA DE MEDICINA LEGAL DE LA FACULTAD DE MEDICINA DE MADRID, AL ILMO, SR. FISCAL INSTRUCTOR DELEGADO DE LA CAUSA GENERAL DE MADRID.

En el expediente aparece un sello de la Facultad de Medicina Escuela de medicina legal con fecha 5 de julio de 1941 en mayúscula aparece SECRETARIA y el número de salida es el 606.

UNIVERSIDAD DE MADRID
ESCUELA DE MEDICINA GENERAL
FACULTAD DE MEDICINA

Ilmo. Sr.

En contestación a las preguntas formuladas a esta escuela de Medicina Legal, relativas a cuantos antecedentes existan en la misma y hagan referencia al asesinato del Excmo. Sr. D. José Calvo Sotelo, los profesores que suscriben tienen el honor de remitir al Ilmo. Sr. Fiscal Instructor Delegado, de la Causa General de Madrid, el siguiente informe.

Antes de comenzar consideramos preciso indicar que la honrosa misión confiada a la Escuela de Medicina Legal tiene, por múltiples razones, una significación que la diferencia de otras en las cuales, si resulta obligado servir fielmente a la Justicia no hay porque aquilatar los detalles, ni las técnicas, ni, en suma, lo que carece de interés para la resolución del problema pericial planteado. En el caso actual, las perspectivas históricas del mismo amplían y realzan lo referente al hecho sobre el que a continuación informamos. He aquí porque, en este trabajo, hay algo más que un informe médico legal. En España y fuera de la Patria ha de ser justipreciada una peritación de la cual se deducen terminantes conclusiones y cumple a la Escuela de Medicina Legal, que en ningún momento sea posible poner duda lo que, como consecuencia de minuciosas investigaciones realizamos con el firme propósito de que quede la Justicia servida y la verdad satisfecha.

También resulta este informe, diferente de otros en que los peritos tienen a su disposición cuantos datos requieren, sin desasosiegos dimanados de causas demasiados conocidas. Las investigaciones médico legal fueron hechas en circunstancias trágicas, inadecuadas para la serena labor del perito. Y con riesgo. Como esto, el que hubiese riesgo, nada vale ante el deber, solo se menciona para justificar alguna omisión no fundamental, que en otro momento no existiría en un informe emitido por la Escuela de Medicina Legal.



Para mayor claridad y exposición de este informe lo dividimos en tres partes:

Parte 1ª.- Datos relativos a la autopsia y examen del presunto lugar del suceso. (Camioneta 17)

Parte 2ª.- apreciaciones doctrinales médico- forenses resultantes de todos los datos y pruebas recogidos en la autopsia y en el lugar del suceso.

Parte 3ª.- Conclusiones.

Parte 1ª.- Datos relativos a la autopsia y examen del presunto lugar del suceso. (Camioneta nº 17).

Sobre el primer extremo, la autopsia, debemos dejar sentado que solo por la circunstancia de haber podido conservar en la Escuela de Medicina Legal los negativos fotográficos de las lesiones encontradas en el cadáver del Sr. Calvo Sotelo, nos es posible decir hoy, lo que vimos al hacer la autopsia, sin temor a equivocaciones involuntarias debidas a alteraciones del recuerdo. Por el hecho acabado de indicar nos es factible reconstruir todo lo básico y fundamental con la necesaria exactitud. 

La autopsia fue hecha a las seis de la mañana del día 14 de julio del año 1936, en el cementerio de Nuestra Señora de la Almudena.

Además de los informantes, actuó el médico forense Sr. Águila Collantes, por serlo del Juzgado Nº 2 y la presenciaron otros facultativos debidamente autorizados, en representación de la familia del Sr. Calvo Sotelo.

Encontramos el cadáver, sin la debida compostura, como colocado descuidadamente, sobre una mesa de mármol de uno de los departamentos del depósito del citado cementerio. Las ropas en desorden y con manchas al parecer de sangre en la camisa, que era de rayas finas de color rosa. En el cuello de la victima una cadena con medallas, una de ellas de la Virgen del pilar, con manchas de sangre. La americana vuelta sobre el rostro y el pecho del Sr. Calvo Sotelo. En los pantalones y en el calzado, no se observó nada digno de particular mención. No se observaron perforaciones de proyectiles o desgarros en las ropas del cadáver.

Desnudado el cadáver se procedió a la inspección exterior, apreciándose varias lesiones traumáticas que describimos a continuación. Existía rigidez en las cuatro extremidades.

En la cabeza, parte del cabello estaba manchado de un liquido con los caracteres de la sangre.

En el ángulo externo inferior de la región orbitaria izquierda, había una herida con los caracteres de las de arma de fuego en su orificio de salida (fotografía 1ª). En el dorso de la nariz una equimosis apergaminada de 1 cm aproximadamente de extensión, sin interesar más que el plano cutáneo. En la región de la nuca dos orificios de entrada de proyectiles, con zona contusiva y de taraceo, en la disposición en que se observa en la fotografía nº 2, y con las dimensiones que se determinan en la ampliación fotográfica milimétrica nº 3 (distancia entre los centros de ambos orificios 25 milímetros.
En la cara externa de la pierna izquierda, había una equimosis de unos 15 cm de larga y unos 3 de ancha, de forma regular y sin interesar planos profundos.

Inspección interior. Abierta la cavidad craneal y puesto al descubierto el cerebro, apreciamos el dato anatómico de un gran desarrollo de ese órgano con gran relieve de las circunvoluciones, sobre todo las frontoparietales. Se observó que estaba atravesado de atrás a delante por un proyectil del 9 corto que se encontró, previos los cortes de rigor en el lóbulo frontal derecho. A demás existía otra herida de arma de fuego, también de atrás adelante, con orificio de salida, -ya indicado- en la que por dicha causa no se encontró la bala. Con objeto de estudiar detenidamente los caracteres de los orificios de entrada, ambos con anillo de contusión, se cortó un trozo de piel de la nuca que se dejó en formol en la Escuela de Medicina Legal.

No recordamos más datos de interés que los acabados de señalar.

Tampoco recordamos con entera exactitud las palabras con las que enjuiciamos el caso médico legal, pero sí que afirmamos que ambas heridas habían sido hechas con un pequeñísimo intervalo, con la misma arma, y con la misma mano. No concebíamos ni concebimos, que armas distintas o personas diferentes pudiesen hacer en tiempos distintos dos lesiones situadas exactamente en el mismo plano, a pequeñísima distancia (25 milímetros), que por haber atravesado el cerebro a nivel de los núcleos de la base cerebral, tenían que producir la muerte instantánea. Además, solo se observaba una lesión, por caída hacia adelante -la de la nariz- y una sola equimosis, la de la pierna, que entendíamos producida por el espasmo en el momento de ser herido el Sr. Calvo Sotelo, que originó una presión sobre una superficie resistente.

Respecto del porque se encontraron las ropas en la forma antes indicada se discutieron dos hipótesis. Una de ellas fue la de que una persona colocada por detrás del Sr Calvo Sotelo bruscamente levantase la americana de la víctima para de este modo dejarla indefensa y maniatada. Entonces disparar sobre la nuca del Sr Calvo Sotelo. Era otra la de que después de muerto y a falta de otro modo de ocultar el rostro de persona tan conocida, se cubriera la cara con la americana en la forma en que vimos el cadáver.



Respecto de la primera y desde el punto de vista pericial, podía tener su apoyo el que en algunas ocasiones se ha utilizado este procedimiento por criminales por causa de que sin necesidad de fuertes ligaduras la persona queda prácticamente sin condiciones de defensa. Desechamos sin embargo esta hipótesis porque no había señal alguna de haber sido perforada por los proyectiles la parte de la americana que cubría la región herida y no se podía admitir que al mismo tiempo de hacer los disparos interviniese otra mano para separar el cuello de la americana y dejar la nuca al descubierto. Además, las manchas de sangre hubieran denunciado esta maniobra. Por el contrario, la hipótesis de cubrir el rostro del cadáver después de muerto y aún la de que sirviese la ropa al mismo tiempo como asidero para dejarle donde conveniese es perfectamente verosímil y desde el punto de vista médico legal nada tenemos que oponerla. También se discutió detenidamente si la erosión apergaminada de la pierna había sido producida por un traumatismo voluntario de un agente productor o circunstancialmente. Sobre este último extremo cabían dos posibilidades. La primera que en el momento de ser herido como ya hemos dicho, el Sr. Calvo Sotelo, un espasmo convulsivo hiciese que las piernas chocasen con un cuerpo duro y ancho, o que representase un movimiento defensivo hecho por el Sr. Calvo Sotelo al sentirse agredido. También en estas dos hipótesis se desechó la última por entender que los dos disparos de la región de la nuca se hicieron sin que la victima tuviese ni advertencia, ni tiempo de saber que había de ser herido.



La falta de mancha verde abdominal, no obstante, la estación del año, calurosa y la naturaleza traumática de la muerte nos hizo pensar que esta se había producido en un plazo inferior a 48 horas a partir del momento de la práctica de la autopsia.

Y en cuanto al mecanismo de la muerte entendimos que debía aceptarse el de inhibición instantánea de las funciones vitales por causa de las extensas lesiones del encéfalo.

Debe añadirse, que el mismo día en que se tuvo conocimiento por el Juzgado de la muerte del Sr. Calvo Sotelo y como consecuencia de las primeras indagaciones realizadas en la camioneta nº 17, por orden judicial, uno de nosotros, el profesor Aznar, se personó en el Cementerio del Este con el fin de recoger sangre y pelos para poseer los elementos indispensables a los fines de la peritación médico-forense que se nos había confiado.





Examen del presunto lugar del suceso: camioneta nº 17

Personados el día 13 de julio de 1936 a las 4 de la tarde en la calle del Marqués de la Ensenada en las proximidades del Juzgado de Guardia, donde se encontraba la camioneta nº 17, se procedió a un minucioso examen de la misma, no sólo a simple vista sino empleando cuantos medios ópticos consideramos necesarios (microscopio binocular, filtros cromáticos etc), a los fines de una perfecta investigación. De este primer examen de conjunto sacamos la convicción plena, absoluta, de que la camioneta había sido lavada, lo cual dificultaba bastante nuestras investigaciones ya que el agua disuelve perfectamente algunas manchas como la de sangre, sobre todo si son recientes, y arrastran otras huellas o indicios -partículas de barro, pelos etc- que en determinadas circunstancias puede ser decisivas para la misión pericial. No obstante, estas desfavorables circunstancias, pudimos comprobar la existencia de las huellas del crimen.

La zona primeramente examinada fue la parte externa de la carrocería, solamente en el estribo del lado derecho, entre este y el chasis, pudimos encontrar algunas partículas de tierra impregnada de una sustancia rojo oscuro con los caracteres de la sangre recientemente desecada, probablemente arrastrada aquel lugar por el agua del lavado. En ninguna otra parte del exterior de la camioneta nº 17 logramos localizar, pese a las pacientes investigaciones realizadas, ninguna otra huella sospechosa.
En el examen interior del coche, metódicamente realizado en cada uno de sus departamentos, fueron localizadas manchas, aparentemente de sangre, en el departamento delantero del conductor, sobre el latón que habitualmente cubre el piso de esta parte del coche (figura 4) situadas aproximadamente en el centro del mismo y a unos 2 cm del borde posterior próximo al asiento, en el lugar señalado con la flecha en el esquema (figura 5).

Así mismo fueron recogidas tres pelos que encontramos a unos 5 cm de las manchas.
Con objeto de no desperdiciar la más mínima porción de las huellas, ya que estas se hallaban en óptimas condiciones, para practicar las técnicas químico-biológicas que nos habían de llevar a la identificación e individualización de las manchas, fue recortado el trozo de latón que servía de soporte.

En el departamento central, en el lugar señalado con la flecha en el esquema (figura 5) fueron encontradas, junto con algunas partículas de arena, al parecer impregnadas de sangre, y algunas pequeñas salpicaduras, un papel de fumar ensangrentado (figura 6) completamente apelotonado, incrustado entre las tablas del piso y el pie del asiento y otros dos pelos, adheridos a dichas tablas con costras de sangre.

Todas estas huellas o indicios fueron recogidos y debidamente empaquetados y precintados se trasladaron al laboratorio de la Escuela de Medicina Legal para su investigación médico forense.
Así, pues, como resultado de reconocimiento practicado en la camioneta nº 17 se comprobó la existencia, a todo lo largo del estribo derecho, entre este y el chasis, de partículas de barro y arena al parecer ensangrentadas; en el departamento anterior, sobre el piso de latón, una mancha con salpicaduras constituidas por una sustancia rojo obscura, probablemente sangre, y tres pelos; y en el departamento central, dos pelos con costritas sanguíneas adheridas a las tablas de piso y un papel de fumar igualmente ensangrentado.



Conclusiones

De todo lo expuesto se deduce las siguientes conclusiones:

1ª.- La muerte del Sr. Calvo Sotelo fue debida a las lesiones encefálicas ocasionadas por dos disparos de arma de fuego en la región de la nuca, y a boca de jarro.

2ª.- La muerte fue instantánea y sin que el agredido pudiera defenderse ni suponer acaso el momento de la agresión.

3ª.- La posición del agresor era en un plano posterior y al nivel del agredido.

4ª.- las lesiones de la nariz y de la pierna se produjeron en el momento de la caída, la primera, y como consecuencia de un espasmo convulsivo y choque con un cuerpo duro, la segunda.

5ª.- las manchas rojas oscuras encontradas en la camioneta nº 17 era de sangre humana.

6ª.- Todas las manchas eran recientes.

7ª.- Todas ellas pertenecían al mismo grupo serológico el A B M N.

8ª.- El grupo serológico de la víctima era A B M N.

9ª.- Los pelos hallados en la camioneta nª 17 eran cabellos masculinos de adulto con idénticos caracteres macróscopico, micrográficos y micrométricos que los de la víctima.

10ª.- Los pelos estaban ensangrentados y fueron arrancados violentamente.

11ª.- El cadáver estuvo en contacto con el piso de la zona b) de la camioneta nª 17 manchándole de sangre y dejando en él pelos aglutinados.

12ª.- El agresor no tuvo que mancharse de sangre al hacer los disparos.

13ª.- Los que sacaron el cadáver de la camioneta, o cuando menos uno de ellos, dejaron huellas en la zona a). Y uno de los que tocaron el cadáver -fuese o no el agresor- con la mano ensangrentada manchó un papel de fumar que tiró al suelo acaso por no servirle para liar un pitillo.

14ª.- La fecha del momento de la agresión era inferior a 48 horas a la del momento de la auptosia.

15ª.- La disposición y desorden aparente de las ropas tuvo como finalidad ocultar el rostro del cadáver para que no fuese identificado o lo fuese más tardiamente.

Lo que tenemos el honor de poner en conocimiento de V. I. a.  los fines oportunos.
Madrid 5 de julio de 1941.

Firmado: profesor A. Piga. Director de la Escuela de Medicina Legal.
Firmado: profesor B. Aznar. Jefe de la Sección de Investigación Criminal de la Escuela de Medicina Legal.

Signatura. LEGAJO 1500/ Expt 8