La Clériga de Zafra (Badajoz)
La renuncia a los bienes materiales y a otras mundanas satisfacciones que impone la vida religiosa para quienes se consagran al cuidado de las almas, a veces no resulta fácil de sobre llevar, y determinados individuos no llegan a asumir de buen grado las frustraciones de la vida clerical.
Pero si en nuestros días es relativamente sencillo rectificar una errónea vocación de entregar la propia existencia al servicio de Dios, en el periodo dentro del cual se movía nuestro personaje, la vida de sacerdote no solía ser algo por lo que la persona optase libremente, sino que venía impuesta al hilo de los diferentes avatares del destino, y sobre todo, por constituirse en una salida honrosa para todos aquellos que no encontraban otros arbitrios con que ganarse el sustento.
Una vez puesto el hábito se hacía voto de obediencia, pobreza, y castidad, pero nuestro personaje de esta real historia, no soportaba el peso y el sacrificio inaudito del voto de castidad. Sus instintos naturales no los podía reprimir y estos manifestaban su libertad de movimiento rompiendo diferentes prejuicios mentales.
La naturaleza imponía su razón, y a partir de ahí, sálvese quien pueda. La inquisición de Llerena, ante las denuncias de los “perfectos” cristianos personajes de la calle, ponía su maquinaria en marcha. Comenzaba la persecución de “la Iglesia santa contra la Iglesia hereje”.
El personaje que nos ocupa es un sacerdote llamado Juan Díaz Donoso, este miembro de la Iglesia ejercía su ministerio en la villa de Zafra, y el único pecado que cometió este sacerdote fue, el haber nacido hermafrodita. Los hechos suceden en 1634, cuando un miembro de la Inquisición de Llerena, llamado Juan Vallejo, escribe una carta al obispo de Badajoz contándole los acontecimientos. Este documento se encuentra en el Archivo Histórico Nacional en la Sección de Inquisición, legajo 4570 caja 3. La lectura completa del manuscrito me permitió pensar y soñar en la posibilidad de escribir este artículo, pues como se verá a lo largo de sus páginas, el sumario presentaba los ingredientes suficientes en cantidad y en calidad para animar tal propósito.
Tengo que confesar, qué este personaje me cautivó, por su forma tan real de vivir su intimidad en tiempos de persecuciones por actos de sodomía, cuyo final en la mayoría de los casos solía ser la condena a galeras o a la hoguera. Juan Díaz Donoso sabía lo que se jugaba, pero su sentir natural estaba por encima de imposiciones obligadas que solo conducían a vivir amargamente su vida de ser humano. Decía lo que pensaba y vivía como sentía, pero algunos seguidores de Barrabas no iban a dejarle tranquilo. Esta es la historia de un clérigo extremeño al que la villa donde ejercía su ministerio sacerdotal, lo conocía y lo nombraban bajo el apelativo de, “La Clériga de Zafra”.
Llerena 3 de agosto de 1634. De un caso muy particular y extraordinario, que necesita de remedio. Doy cuenta a V. A. y es, que en la villa de Zafra hay un clérigo que se llama Juan Díaz Donoso el cual es hermafrodita.
Se sabe de muy cierto, que por dos veces a estado amancebado con dos hombres, habiendo solicitado a uno de ellos el casarse con este, diciendo, que dejaría los hábitos por ser mujer. Se dio cuenta de este caso al tribunal hace más de un año, teniendo el comisario detenido a un cómplice en casa de un familiar del Santo Oficio de Zafra y dando las quejas al tribunal.
Este comisario buscaba se examinase tal delito y le respondieron, que lo soltase porque no tocaba al Santo Oficio calificar este acontecimiento.
Recorriendo yo los cuadernos de comisión encontré este caso, y extrañando este decreto, hice los apuntamientos en derecho (que van con esta) mostrándolos a mis colegas para calificar. De ningún modo han querido tratar de ello, porque existe decreto del tribunal al respecto y no quieren alterar el mismo. Yo volví a escribir al comisario pidiendo me avisase de cómo estaba transcurriendo la vida de este clérigo, respondiendo, que el caso es particular.
Yo hallo que el caso en derecho debe de ser tratado por el santo oficio de Llerena, tanto más cuando el caso lo conocen muchas personas. Estas cuentan que hay gran escándalo en la villa de Zafra y que la gente del pueblo le llama la clériga.
Suplico a V. A. mande se vea mi parecer y el del padre Fonseca, para bien de su Iglesia y remedio a la profanación de los sacramentos. Llerena 3 de agosto de 1634.
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Con esta carta, comienza el seguimiento de Juan Díaz Donoso. La Iglesia comenzaba su investigación particular. El miembro del tribunal Juan Vallejo, esperaba respuesta a su carta, ésta llego y en la misma se contaba lo siguiente:
En la ciudad de Badajoz, a diecisiete días del mes de febrero de 1635 años, yo el licenciado D. Felipe de la Plaza, deán en la santa iglesia catedral de esta ciudad, provisor oficial y vicario general en esta y en todo su obispado sede vacante digo: que a mi noticia es venido que en la villa de Zafra está un clérigo que se llama Juan Díaz Donoso y el cual es hermafrodita. Siendo como es tal clérigo, este ha tratado con hombres y el de mujer de estos, con gran daño y perjuicio de su conciencia. Creando grandes notas de murmuraciones y escándalo de las personas que lo han sabido, oído, y entendido. Y para que la verdad se sepa y averigüe, mandaba y mando a Francisco Salguero, presbítero y notario apostólico vecino de esta ciudad, que valla a la villa de Zafra y en ella y las demás partes de este obispado, haga averiguación de la certidumbre que tiene o a tenido en este auto, con todo secreto y recato posible examinando para ello, los testigos que fueran necesarios y que supieren, hubieren oído o entendido lo dicho, para que la verdad se sepa y la fama o rumor que de lo contado hay en dicha villa de Zafra se aclare. Para todo ello me dio comisión en forma con facultad de excomulgar y absolver a los testigos que pudieren decir en esta causa y fueren rebeldes en ella. Y así lo proveyó, mando y firmo y que este auto sirva de mandamiento en forma. Don Felipe de La Plaza ante mí el notario Francisco Salguero.
Comienza por parte de la iglesia la búsqueda de testigos que puedan demostrar, que Juan Díaz Donoso es hermafrodita. Los citados, serán personas que conocen a dicho clérigo y la pregunta más repetida por el notario apostólico será, ¿si saben que dicho sacerdote es hermafrodita? Las declaraciones serán mandadas a los inquisidores de Llerena, quienes quedarán estupefactos ante tan sorprendentes testimonios.
Testimonios de los testigos del proceso a la Clériga de Zafra
Primer testigo
En la villa de Zafra a 20 de febrero de 1635.
Para averiguación, de lo contenido en el auto y cabeza de proceso. Yo Francisco Salguero, presbítero notario apostólico en virtud de la dicha comisión, recibí juramento en forma del testigo Esteban García Delgado “El Moco” y lo hizo, por una señal de cruz en que puso su mano derecha, prometió decir verdad y siendo preguntado por el tenor de dicho auto, dijo:
Que lo que sabe acerca de lo contenido con el auto, es que este testigo conoce a Juan Díaz Donoso, el cual sabe, que es hombre que ordinariamente tiene en su casa conversaciones con hombres mozos de todo género. A su casa van personas ricas como pobres, principales y villanos, seglares y clérigos, lo mismo en las noches de verano como en las de invierno, y entre días muchas veces. Sentándose a la puerta, teniendo juegos y en su casa tañen cantan y bailan toda gente moza.
Si bien este testigo ha visto, de un año a esta parte, que ha habido pocas o ninguna visita. Que ha oído decir a gente de la villa de Zafra, que Juan Díaz Donoso tiene ambos sexos de hombre y de mujer, y que estando del estómago enfermo el dicho Juan Díaz, entro una mujer de esta villa de la que no se acuerda su nombre a visitarle. Le preguntó que tenía, contestándole el clérigo, que le dolía el estómago. La mujer con malicia, por haber oído decir que no tenía natura de hombre, le paso la mano en el estómago y le preguntaba: es aquí, respondió Juan Díaz, que más abajo, la mujer con la dicha malicia llego hasta tentarle en sus partes secretas. A la mujer le pareció, según ha oído decir él testigo, que tenía natura de varón y que esto es la verdad de lo que sabe.
Para el juramento lo fechó y lo firmó, que es de edad de treinta años poco más o menos.
Esteban García Delgado ante mí Francisco Salguero.
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Segundo testigo
En la villa de Zafra, en el dicho día mes y año. Yo Francisco Salguero recibí juramento en forma de derecho a Don Alonso Delgado, vecino de Zafra, quién Prometió decir la verdad, preguntado este por la causa del proceso dijo:
Que este testigo conoce a Juan Díaz Donoso de vista trato y comunicación, que con él ha tenido muchos años, por haber comido y bebido juntos, y que lo que sabe de lo contenido en dicho auto es, que estando este testigo en su casa hablando con él del clérigo hace unos 8 años, que este testigo le enseñaba el oficio de sedero, preguntándole al testigo si sabía que orden tenia de vivir dicho clérigo, comentó que un día Juan Díaz le comentó, que tenía un bulero de Roma de su Santidad en que dispensaba con él para que tomase el estado que quisiese de hombre o de mujer. Que a este testigo se lo enseñó, y lo tuvo en sus manos, el cual, por no saber latín, no lo entendió. Comentó, que Juan Díaz le persuadió una noche para que se quedase en su casa, porque al día siguiente de madrugada habían de encerrar unos toros que se habían de correr en esta villa. Este testigo a persuasión suya convino aquella noche, dormir en su casa acostado sobre un banco al lado de una ventana, para cuando oyese la venida de los toros avisarle.
Juan Díaz se fue a costar más de las once de la noche, y desde su cuarto el cura llamaba a este testigo para que se levantase del banco y fuese a dormir a su cama, respondiéndole, que bien estaba allí, que desde esa posición oiría la venida de los toros y le llamaría. El sacerdote le volvió a decir y persuadir, para que se fuese a la cama con él, y el testigo no se movió del lugar en el que estuvo hasta por la mañana. El testigo dijo, que no era buena su amistad y nunca más volvió a la casa del clérigo.
Un día yendo a la casa de su hermano, le salió al encuentro Juan Díaz con una espada, y preguntando él testigo que quería, este le dijo, que porqué había dejado su casa y conversación, respondiendo él mozo, que no estaba a cuento tenerla con él, que se fuese con Dios y mirase no le apretase y le dijese alguna cosa que le sentara mal. El cura le respondió, que podía hacer, porque él era mujer. Contestándole el testigo, qué si era mujer que se fuese a hilar y no anduviese alborotando las calles y le pusiese en ocasión de que se perdiese.
Este testigo queriendo a una mujer de la villa, vio como Juan Díaz le ofreció dinero y trigo a la mujer para que dejase a este testigo. El testigo sabe, que el Juan Díaz es clérigo presbítero, porque dicho testigo le ha ayudado muchas veces en misa, y que después decidió no oírle la misa, porque sabe, que algunos de la villa sabiendo sus cosas huyen de él, y que es la verdad para el juramento.
Que tiene fecha y lo firmó y que es de edad de treinta años poco más o menos. Alonso Delgado ante mí Francisco Salguero.
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Tercer testigo
En la villa de Zafra en el dicho día mes y año, yo el notario hice comparecer ante mí a Francisco Gómez, vecino de la villa. Del cual recibí juramento y prometió decir la verdad, y siendo preguntado por el tenor de la cabeza del proceso dijo: que conoce a Juan Díaz Donoso de vista trato y comunicación de casi toda su vida, porque ha sido su vecino, y que lo que sabe de él es, que a casa del dicho cura acude mucha gente moza, hombres a conversaciones, tanto de día como de noche y en las siestas de verano. Unos con otros se holgaban, cantaban, bailaban, tañían y tenían otros entretenimientos, y que no sabe otra cosa de lo que se le pregunta, y esto es la verdad para el juramento. No firmó por no saber, siendo de edad de 28 años, esto lo hizo ante mí Francisco Salguero.
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Cuarto testigo
En la villa de Zafra, a 19 días del mes de febrero de 1635, yo el notario, recibí juramento de Manuel Carballo vecino de esta villa, quién prometió decir la verdad y siendo preguntado por la cabeza del proceso dijo: que conocía a Juan Díaz porque lo trato y comunicó algunos días. Sabe él testigo que es clérigo presbítero, porque le ha visto decir misa varias veces. Y lo que sabe de dicho sacerdote es, que yendo hace unos cuatro años para su casa, convidaba a este testigo a menudo. Le ofrecía todo lo que tenía en su casa y que una noche, decidió quedarse a dormir en casa de Juan Díaz Donoso, porque este le dijo, que le guardara su casa mientras él iba a escribir unas cartas a unas mujeres que se lo habían pedido.
Al regresar de nuevo el clérigo sé a costo con él testigo en su cama. Después de haber pasado una hora más o menos, Juan Díaz le metió la mano debajo de la cintura y lo echo encima de sí; y que este testigo, que estaba con la malicia, le echó, las manos a sus partes genitales, no consintiéndolo el sacerdote. El testigo le decía, que si eso lo había hecho con otros porque no se lo dejaba hacer a él, contestándole Juan Díaz, que si se lo dejaba hacer, que no se alborotase y volviese a meterse en la cama con él. Y él testigo no quiso antes le dijo, que era un bellaco infame y que le abriese la puerta que se quería marchar.
El presbítero le decía que no se marchara, que le haría otra cama en otro lado de la casa por no abrir la puerta en aquellas horas, no queriendo el testigo. Saliendo a la casa delantera, el testigo le comentaba, que mirase lo que hacía, que el diablo le engañaba y que los sacerdotes no habían de dar tan mal ejemplo.
Respondiendo Juan Díaz, que el testigo era un hombre de bien, un ángel que había entrado en su casa, y que no descubra nada que yo le prometo de aquí en adelante de hacer vida nueva. Después de todo esto, estando en la puerta de la casa Juan Díaz le dijo al testigo, señor Carballo, aunque todos dicen que soy hembra, no lo soy, y le mostró teniendo los calzones blancos puestos, un bulto a modo de genital de varón. Y con esto, el testigo le dio tres o cuatro palos y le dejó, no volviendo a hablar con él.
Cuando Manuel Carballo entra en la iglesia este no quiere oír su misa. Después de esto ha oído decir a unos cuantos, que es mujer y a otros que es varón y hembra, siendo esto público y notorio en la villa de Zafra. Esta es la verdad de su juramento, firmó siendo de edad de 33 años Manuel Carballo ante mí Francisco Salguero.
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Quinto testigo
En la villa de Zafra en el dicho día mes y año, yo el notario recibí juramento de Francisco Hernández Navarrete, zapatero vecino de esta villa, el cual, prometió decir la verdad. Siendo preguntado por el tenor del auto del ilustrísimo Deán provisor dijo: que conoce al dicho Juan Díaz, porque ha sido su vecino mucho tiempo, sabe que es clérigo presbítero y que como tal este testigo le ha visto decir misa. De lo que dice el auto, solo sabe que él cura es una persona muy amistosa para con todos, y que este testigo tiene malas sospechas del sacerdote respecto de la amistad, que a los que van a su casa muestra. Y que esto es lo que sabe para el juramento, fechó y lo firmó, siendo de edad de treinta años. Francisco Hernández, ante mí Francisco Salguero.
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El notario mete una coletilla en el documento y en la que dice, que todos los testigos concuerdan con la información original.
Todo este trabajo de información dirigido por el notario, se hace a espaldas del “presunto hereje” Juan Díaz Donoso alias “La Clériga”.
Por ese entonces, un mozo portugués que trabajaba de ayudante con un zapatero de zafra, va a descargar su conciencia, contando al comisario de la villa, los hechos ocurridos cierta noche con dicho Juan Díaz en su casa. Lo que cuenta el portugués, es lo siguiente:
Domingo Rodríguez Hidalgo, de oficio zapatero, vecino de dicha villa, de edad de 26 años de edad. El cual, por descargo de su conciencia dice y denuncia, que el lunes pasado estando descansando en la casa que es su morada en la calle de Jerez, a horas de por la mañana, un mozo oficial de zapatero que se llama Juan, portugués de nación, que será de veinte años poco más o menos, estaba hablando en secreto con la mujer de éste declarante, el cual le preguntó al dicho Juan, qué era lo que hablaba en secreto.
Respondió el mozo, que no lo podía decir, y notaba al portugués como espantado, atónito, le volvió a preguntar que dijese que tenía, y si había visto al diablo, respondiendo que no. Comentaba el mozo, que me iba a comentar lo que le pasaba porque si no reventaría, diciendo lo siguiente.
Que el domingo en la noche del día veinte de este mes y año, fue el dicho Juan a casa de Juan Díaz Donoso, presbítero vecino de Zafra y que se estuvo en la lumbre calentándose para irse después a acostar a su posada, la que se encuentra en la misma calle del dicho sacerdote y una casa en medio las divide.
Él clérigo le dijo y le persuadió al dicho portugués, que se quedase sentado en la lumbre y que se quedase a dormir con él aquella noche. Juan lo hizo y se acostaron juntos en una cama y que tuvieron exceso carnal tres veces aquella noche.
Este declarante le dijo, que, si lo había engañado el diablo y si había sido por detrás, respondiendo, que por los Santos Evangelios que el dicho Juan Díaz era mujer. A la mañana siguiente amaneció lloviendo y el dicho presbítero dijo a Juan el Portugués, que también había de llover sobre él, el mozo se puso debajo de él teniendo acceso carnal con el clérigo; y que luego este declarante le dijo a su mujer, que le pusiese una ropa limpia para que el dicho Juan se fuese a confesar, así lo hizo y fue a San Francisco.
El portugués no se confesó porque no había hallado ocasión. Dice asimismo éste declarante, que el dicho Juan le dijo, que pocos días antes que sucediera lo que tiene declarado, le había comentado el clérigo Juan Díaz Donoso, que habían de venir a prender a esta villa a unos portugueses porque habían hecho unas muertes; y que como era el dicho Juan portugués, que si oía en la noche golpes en la puerta de su posada, le dijo el presbítero, que saltase a su corral que allí estaría seguro, pero sobre todo, porque aunque hay una casa en medio, no iban a ir a la casa del cura.
Dice más este declarante, que en la noche que estuvieron juntos él y el clérigo, comentaba este referido, que el clérigo tenía en su casa a un mozo sastre de Badajoz, que con él había tenido las mismas ocasiones y que lo sustentaba.
No le dijo a este declarante que tiempo estuvo en la casa del cura ni como se llama el dicho sastre. Y dice más este declarante, que lo que el dicho Juan portugués le refirió de lo que pasó con dicho clérigo, se lo contó a Benito Pérez, albañil y cuñado de este declarante vecino de Zafra. Lo mismo lo sabe la mujer del tal Benito Pérez como la mujer del declarante, por habérselo contado el dicho Juan. Y que no sabe que otra persona pueda tener noticia del hecho.
Que el dicho Juan trabajaba en la casa del declarante como su ayudante durante 24 días más o menos, y que duerme en la casa de la madre del declarante, que es la casa que está en la calle del dicho clérigo.
El dicho Juan, es natural de junto a Villaviciosa en el reino de Portugal, y no sabe el nombre del lugar más que son como caseríos, que están apartados unos de otros. Que lo que tiene dicho es la verdad y que no lo ha dicho por odio, sino por cumplir con su conciencia, y por la obligación que tiene de obedecer al Santo Oficio, y por haber oído el edicto de la fe.
Se le dijo que guardase secreto bajo censuras, y el declarante lo prometió. No firmó por no saber ante mí el notario.
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Mientras tanto, el clérigo de Zafra al que el pueblo llamaba “La Clériga” seguía haciendo su vida normal, ajeno a los acontecimientos que se estaban fraguando muy cerca de su domicilio. La declaración de Domingo Rodríguez es elemental para poner en funcionamiento a la Inquisición de Llerena. Lo declarado es enviado al inquisidor Don Cristóbal Serrano Osorio, quién visitará la villa de Zafra para tomar declaración a Domingo Rodríguez y a su cuñado el albañil en audiencia de la tarde.
Las noticias de la clériga de Zafra, empieza a preocupar a los inquisidores de Llerena. Para verificar que la declaración de Domingo Rodríguez es fiable, el Santo Oficio va a mandar hacer una declaración a este joven lusitano. El encargado de llevarla a efecto será Alonso de Jeremías Porras, arcediano de la villa de Feria y comisario de la Inquisición en ella. El tribunal quiere comprobar que lo declarado en la primera declaración, es igual a la declaración de Juan “el portugués”.
Declaración de Juan el Portugués
En la villa de Zafra, Don Alonso de Jeremías y Porras arcediano de Feria y comisario del Santo Oficio en ella, llamo a un hombre que dijo llamarse Juan Rodríguez, de oficio zapatero. Era natural del Reino de Portugal, de edad de 23 años, quién, recibió juramento de manos del señor comisario, prometiendo decir la verdad en todo lo que supiere y guardando secreto de todo.
Preguntado, si sabe o presume la causa para la que ha sido traído ante el dicho señor comisario de parte del santo oficio, dijo:
Que presume será para hacer alguna declaración acerca de un negocio, sobre el cual, estuvo preso por el Santo Oficio secretamente en casa de un familiar de la inquisición de esta villa de Zafra, de la que salió sin hacer ninguna diligencia. El comisario le dijo, que contase lo que sabía del dicho negocio por el que entiende fue preso.
Dijo, qué en la cuaresma de hace dos años, estando este declarante en esta villa posando en casa de la madre de Domingo Rodríguez, maestro zapatero de este declarante en cuya casa trabajaba sita en la calle Santa Ana; llamó a su posada un clérigo, que se llamaba fulano Díaz y de cuyo nombre propio no se acuerda. Solo sé que vive por encima de la casa de este declarante, y que entre las dos casas hay una casilla en medio y los corrales de la casa donde posaba, y de la del dicho clérigo está pared en medio lindando uno con otro sin que la dicha casilla lo impida.
Habiendo llamado el dicho clérigo a la puerta de la posada de este declarante, le abrió y el cura le dijo: mira Juan que andan por aquí prendiendo a unos portugueses que mataron un hombre en Portugal, si os teméis de algo y llamaren a esta posada de noche, saltad por la pared del corral y ven a mi casa que allí estarás seguro.
Aquella misma noche y como a la mitad de ella, oyó este declarante llamar a la puerta y no quiso levantarse, y pasados dos días, fue este declarante a casa de dicho clérigo a las ocho de la noche a beber un jarro de agua. Al tiempo de querer volver este declarante a la posada, el cura le dijo, que no se fuese, sino que se sentase con él a la lumbre. Estando sentado le dijo el clérigo, que como dormía, respondiéndole, qué con poco abrigo, en una mala camilla y pasando frío.
El clérigo le dijo, que se quedase en su casa que allí dormiría y le mandaría hacer una cama al lado de la lumbre. Que el cura mandó a una mulata que lo servía, aunque ésta no dormía en su casa, para que hiciese la cama junto a la candela, terminada de hacer, la mulata se fue a dormir a su casa quedando solos el declarante y el clérigo, el cual se fue acostar a su cama, quedándose acostando este declarante. Antes de acabase de acostar, lo llamo el dicho clérigo y le dijo, que se acostase con él en su cama. El sacerdote porfió varias veces al joven para que se acostase con él, recibiendo el no por respuesta, Al final el cura, obligó al declarante a dormir con él como así lo hizo.
Una vez acostados, el clérigo comenzó acariciando el cuerpo del declarante desde el pecho hasta las partes vergonzosas, escandalizándose este declarante de semejantes acciones. Queriéndose levantar, el sacerdote le dijo, que se quedase quieto porque él era mujer. A lo cual le respondió, que como podía ser pues tenía barbas y decía misas, contestándole el clérigo, que muchos remedios había para hacer nacer la barba. Luego el cura llegando más al declarante lo puso sobre sí, y este declarante llegando con sus manos hacia las partes vergonzosas del clérigo, no hallo natura de hombre sino de mujer. Tuvo exceso carnal y cópula como con una mujer, y pasando este acto y habiéndose satisfecho, volvió a repetir el acto dos veces más, en cuanto a su natura era mujer.
Por la mañana estándose levantando le dijo el clérigo, que callase y mirase lo que decía, y, que si fuera hombre de bien y callado, lo traería más galán que el sol porque así lo había hecho con un sastrecillo de Barcarrota.
Éste declarante una vez salido de la casa del clérigo, se fue derecho al convento de la mina de esta villa que es de la orden de Santo Domingo, no hallando a la comunidad en el convento porque estaban en la iglesia mayor en un entierro, fue luego allá y sé confeso con un fraile en la iglesia mayor. Y cuando este declarante escandalizado se lo contó a su maestro Domingo Rodríguez arriba referido, el mismo lo contó al Santo Oficio para que comprendiesen lo ocurrido.
Preguntado si volvió más a la casa del dicho clérigo, o si se había vuelto a ver o hablar, dijo el declarante:
Que aquel día que sé confesó, acabado de confesar estando en la dicha iglesia mayor, el dicho clérigo llama a este declarante, y no solo no quise ir a su llamada, sino que salió por otra puerta de la iglesia, no volviendo a ir más a su casa ni verlo ni hablar con él.
Dos días más tarde, fue este declarante preso durante la noche como dicho tiene, y una vez suelto se partió de Zafra para Andalucía donde ha estado hasta ahora. Volvió a esta villa desde la del Almendral donde ahora reside, a comprar unas suelas para su maestro donde trabaja hace dos meses.
Preguntado si sabe o ha oído decir que el dicho clérigo haya tenido algunos malos tratos con otros hombres.
Dijo, que después de lo que le dijo el clérigo acerca del sastrecillo de Barcarrota referido arriba, estando este declarante cómo un mes poco más o menos en la dicha villa del Almendral trabajando en casa de su maestro que se llama Alonso García, estaban otros hombres en conversación tratando de cosas diferentes. Uno de los hombres dijo, que una monja había parecido después ser varón. Dijo un Don Luís Venegas vecino de Barcarrota que estaba en la conversación, que un mocito sastre natural de su tierra de Barcarrota, le había dicho, que estando en la villa de Zafra había tenido acceso carnal con un clérigo como con una mujer. Este declarante al escuchar le preguntó a Don Luís, que si le había dicho el sastre cuando le contó lo referido el lugar donde vivía el dicho clérigo en Zafra, a lo que no se acuerda bien la respuesta que le dio el dicho Don Luís, más de haberle oído decir cuando contó el caso que el dicho clérigo decía misa.
Preguntado, que personas estaban presentes en la dicha conversación en la villa del Almendral cuando contó el dicho Don Luís el caso.
Dijo, que Alonso Benítez, labrador que vivía en Fuente de Cantos y quiere mudarse a vivir en el Almendral, que también estaba Domingo Netos, zapatero vecino del Almendral y éste declarante. Lo que ha dicho es la verdad y lo que sabe por el juramento es, que lo declarado no lo dice por odio ni enemistad sino por juramento y por descarga de su conciencia.
Se le encargó el secreto y él lo prometió por el dicho juramento firmándolo con su nombre.
[8]
En el documento se puede ver las firmas de Juan Rodríguez el mozo portugués, del arcediano de Feria, quién le hacía las preguntas llamado Alonso Jeremías Porras, y la del escribano Juan Barragán.
Esta declaración es mandada a los inquisidores de Llerena, los cuales, quedan estupefactos ante tan sorprendente testimonio. El Santo Oficio manda un auto ordenando se detenga al clérigo con muchísimo secreto y recato, y que dos médicos declaren los sexos que tiene Juan Díaz Donoso. Que certifiquen, si lo declarado de que tiene sexo femenino es cierto y que vean si está usado o no. Con lo que comenten los médicos, se llame dos comadres para que vean el sexo del presbítero y declaren para poder comenzar de nuevo la causa. Esto lo pide el inquisidor Jiménez Valverde.
La inquisición de Llerena va a coger el toro por los cuernos, no sólo va a arrestar a Juan Díaz, sino que va hacer diligencias para que el sastrecillo de Barcarrota, con quien dicen estuviera amancebado mucho tiempo, declare lo que sabe de lo sucedido.
Siguiendo la lectura del documento encontrado en el Archivo Histórico Nacional, lo siguiente es la venida del inquisidor de Llerena a esclarecer los hechos y pronunciarse en torno a la cabeza del proceso.
Desde el palacio de la inquisición en Llerena montado en el carruaje de caballos del Santo Oficio, pone rumbo a Zafra el inquisidor Osorio Serrano, su misión, cerrar definitivamente el proceso contra Juan Díaz Donoso por hermafrodita. Se le presentan las delaciones y declaraciones de los testigos, y ante la evidencian de lo declarado por él mozo portugués de que el clérigo es mujer, el inquisidor pide urgentemente el arresto del presbítero. El inquisidor quiere rápidamente que los médicos dictaminen el informe para creer la declaración del mozo portugués. Quieren saber si el sexo femenino del que hace alusión el joven lusitano, es adecuado en sus dimensiones para recibir la verga viril y si por el fluyen los menstruos; y en cuanto a las partes genitales que pertenecen al hombre, hay que examinar y ver si hay gran cantidad de pelo en el monte de Venus y alrededor del ano: igualmente hay que examinar bien, si la verga viril es bien proporcionada en grosor y longitud, si se levanta y si de ella sale semen: lo que se hará por confesión del hermafrodita. Que por este examen se podrá verdaderamente discernir y conocer si el clérigo es macho o hembra, o que sean lo uno y lo otro, si el sexo del hermafrodita tiene más de hombre que de mujer, debe llamársele hombre y lo mismo con la mujer.
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Los médicos del Santo Oficio de la Inquisición de Llerena, van a ser los encargados de supervisar las partes íntimas del presbítero. Éstos no saben que Juan Díaz Donoso es sacerdote, había que mantener la honra del hábito y por si acaso, la Inquisición determina que el protagonista de esta historia el día de la supervisión traiga en su cabeza una capucha.
Mientras llega ese momento, Juan Díaz sigue haciendo su vida normal, da sus misas, atiende a sus feligreses, familia y vecinos, con una tranquilidad que sorprende a la mismísima Iglesia. Una imperturbabilidad que viene dada, entre otras cosas, por la bula papal que dictamina, la opción que quiera elegir en la vida en función de las características propias de su nacimiento, cosa que desconocen los inquisidores. El Sumo Pontífice le da la posibilidad de vivir bien como hombre o como mujer, pero siempre manifestando las actitudes y cualidades de uno de ellos no de los dos, en términos de intimidad. Este hecho, fue más que suficiente para que la clériga de Zafra no sufriese ningún tipo de vejación ante miembros de la iglesia extremeña. Una vez verificada la bula del santo padre, la única orden recibida fue, la de ser trasladado a otra villa para así calmar murmuraciones en Zafra.
Saquen sus propias conclusiones.