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martes, 26 de marzo de 2019



El Otro Hernán Cortés




En este año 2019 se celebran los 500 años de la llegada de Hernán Cortés a México, una efeméride que hará que se hable mucho del personaje y se escriban libros y artículos entorno al protagonista.

No voy a entrar en las dinámicas de si hay que festejar la efeméride del extremeño o no celebrarla en función de lo que la historia nos cuenta. Mi misión en este artículo es aportar documentos y escritos, que en la mayoría de las ocasiones no se dan a conocer, y que al igual que el resto, forman parte de la historia de España.

Hernán Cortés tuvo su nacimiento en Medellín (Badajoz), una población extremeña bañada por el río Guadiana y que al igual que otros de su mismo territorio, decidieron en su día con ilusión y ganas ir allende los mares.

La historia que vamos a narrar en esta crónica, son los momentos vividos por el personaje y que le ponen en la picota de la historia, como un maltratador de mujeres, un envenenador de personas en su propia casa y un corrupto ante la Corona.

Esto que estamos redactando y expresando, puede hacer que algunos de los interesados lectores se rasgen las vestiduras y no solemnizar ni conmemorar su celebración.

No debería de ser así, ya que la libertad de cada uno camina y se manifiesta en función de aquello que se desea realizar en pro de tus apetencias, afán y aspiración. Mi misión es la de compartir con ustedes estos relatos documentados y, a partir de ello, que cada cual saque sus propias conclusiones.

Investigando en el Archivo Histórico Nacional dentro de la sección Archivo General de Indias, me encontré con una documentación en la sección Patronato, que me sorprendió en cuanto al comportamiento de este conquistador. Un talante que deja en evidencia la mala conducta y la ambición de algunos históricos españoles en favor de su grandeza y alta posición.

Crónicas que no se nos cuentan en los colegios, institutos ni universidades, pero que llevan la rúbrica y el timbre de haber sido en su momento, memorias y relaciones de la historia de España. En dichos escritos localice noticias como la relación de los cargos que resultaron en una pesquisa secreta que se hizo en Nueva España por Nuño de Guzmán, Juan Ortiz de Matienzo y el licenciado Delgadillo, presidente y oidores de la Audiencia de Nueva España, remitida a Su Majestad Carlos I para los fines que convinieran. Está firmada por los tres y por Gregorio de Saldaña, escribano de Su Majestad. Entre otras cosas de dice lo siguiente.



“Sobre haber tenido Cortés excesos carnales con muchas mujeres, algunas de ellas sus parientas en 4º grado y también con 3 hijas de Moctezuma. Así se justifica por varias declaraciones de testigos.

Coretes

Sobre la muerte que Hernán Cortés dio a su mujer Catalina Juárez. Así se justifica por varias declaraciones de testigos, pues la noche en que murió se acostó buena y sana con su marido y a la hora y media era ya difunta. Por ciertas señales que se le hallaron en la garganta se creyó que fue ahogada con un cordel, habiéndole quitado unas gargantillas que tenía en el cuello para no impedirle la muerte, las cuales se encontraron derramadas en la cama.
Esta Catalina Juárez se quedó en la isla de Santo Domingo o Fernandina al separarse de ella su marido e impulsada de su cariño se fue a Nueva España, donde le sucedió su desgraciada muerte. Fueron testigos Juan de Burgos, Ana Rodríguez, Elvira Fernández, Piolanta Rodríguez (estas eran tres damas de la difunta), Isidro Moreno (este dice que la muerte acaeció en el año de 1522), Martín de Vera y Francisco de Orduña”.[1] 



Otras imputaciones que su majestad va a recibir de tan notorio y memorable individuo, son las que nos hablan de un sujeto que se dedica a envenenar a otros semejantes compatriotas. El ejemplo más claro lo tenemos en la siguiente delación documental extraída de las fuentes archivísticas del Archivo General de Indias.

“Sobre la muerte que Hernán Cortés dio a Luis Ponce de León. Dicen los testigos y particularmente el doctor Cristóbal de Ojeda, que conocieron a Luis Ponce de León, juez de residencia de Nueva España, y que habiendo llegado este a un pueblo llamado Estepalapa, le tenían dispuesta una gran cena por orden de Cortés. Entre los manjares que se sirvieron a la mesa estaba un plato de requesón o manjar blanco del cual comió el dicho Ponce con algún exceso y a los pocos minutos se puso malo y muy acongojado. Sin embargo, se levantó de la cama y se puso en camino para México: se le aplicaron varias medicinas siendo una de ellas por mano de una india, que le hizo arrojar una cosa muy hedionda y podrida; pero a los 17 días murió. Los testigos que deponen sobre una inesperada muerte son: Francisco de Orduña, Lope de Samaniego (quien como testigo ocular relaciona con detalle lo que ocurrió). Estos testigos y otros dicen que Andrés de Tapia fue cómplice en esta muerte”. [2] 



Otras noticias de intento de envenenamiento de este personaje nos dicen: que cortés envió con un paje suyo, un torrezno flamenco al licenciado Marcos de Aguilar, justicia mayor en México, quien habiendo comido de él se acercó infinito a la muerte, lo que no se verificó por haberle dado a beber aceite, con lo que pudo vomitar mucho.

Sobre la muerte que se dio a Francisco de Garay. Dicen los testigos, que Cortés envió con un paje suyo, un torrezno flamenco al licenciado Marcos de Aguilar, justicia mayor en México, quien habiendo comido de él se acercó infinito a la muerte, lo que no se verificó por haberle dado a beber aceite, con lo que pudo vomitar mucho.[3]

Otras razones por las que se acusa a Hernán Cortés en su momento, es por la falta de respeto a Carlos I, a quién en un momento determinado llega a decir lo siguiente de SM.


“Sobre que al tiempo que quería Cortés enviar a descubrir la especiería, dejó ciertas cosas de Su Majestad abandonadas. El testigo Hernán Pérez de Bocanegra dice que estando gobernando en México, como justicia mayor, Marcos de Aguilar tras la muerte de Luis Ponce de León, sabiendo que un navío que se dirigía hacia la especiería enviado por Su Majestad desde España en conserva de otros navíos de los que iba por capitán general frey García de Loaysa, llegó al puerto de Tehuantepec, en el Mar del Sur, y por muerte de este capitán en Oaxaca, se intentó nombrar al que declara, lo cual impidió Cortés con su autoridad y poderío.
Este testigo detalla las contestaciones que tuvo con Cortés sobre dicha expedición, y los acontecimientos con Álvaro de Saavedra. Marcos Ruiz dice: que Juan de Umbría por mandado de Cortés había ido al Mar del Sur, donde cortó dos árboles, diciendo que tomaba posesión de ella en nombre de Su Majestad. Lope de Samaniego, Gonzalo de Salazar y Alonso de Estrada dicen: que Cortés tuvo toda la provincia de Michoacán mucho tiempo sin repartir, cuyo delito le reprendieron los oficiales reales, diciéndole que tenía que repartir a Su Majestad algunas provincias, a lo que Cortés respondió con mucho enojo: “Si mucha tierra tengo, mucha he menester, que yo lo he ganado, que toda es poca para mí, que si tierra tengo, poco le costó al Rey, y que de ello informasen a Su Majestad lo que quisieren”.[4]

Carlos I ante este tipo de informes llegados a sus manos, decide contestar a esta última parte diciendo con energía lo que a continuación detallamos. 

Carlos I

“Que hagan que el marqués del Valle les entregue la bula original en la que se le concede el derecho de patronato de las tierras contenidas en la merced real que se le hizo, y la envíen, y entretanto se provee, no consientan que use de este patronato sin consentimiento real”.[5]

La ocupación e invasión de México por Hernán Cortes, sembró el descontento en muchísimos naturales del territorio sometido, creando con ello, un cierto desprecio hacia su persona, ante la evidencia de las tributaciones que les hacía pagar a los nativos y naturales del territorio arrebatado. La prueba más contundente la tenemos en las quejas de los indios de Cuernavaca, quienes ponen por escrito una declaración con fecha 24 de enero de 1533, de los muchos tributos que estos tienen que pagar a su señor en Nueva España el Marqués del Valle. El documento nos habla lo siguiente:

“En 24 de enero de 1533, trajeron ocho pinturas los indios de la provincia de Cuernavaca y me las dieron a mí Pedro García, interprete de esta Real Audiencia y me rogaron: que las diese a los señores presidentes y oidores de la Audiencia Real y que se las dijese de la misma forma que ellos me la trasladaron.

Se quejaban del Marqués del Valle, su señor, que le habían oído decir a Hernán Cortes y a sus criados, que el rey nuestro señor se los había dado como vasallos y que el dicho marqués no los trataba como vasallos sino como esclavos.

Que eran muy mal tratados por los criados del Marqués del Valle, porque le habían tomado sus tierras, haciendas y granjerías, llevándoles tributos y servicios demasiados, a cuya causa, los naturales de la dicha provincia se han despoblado y despueblan.

Que les hacen pagar el tributo cada ochenta días al Marqués del Valle y le dan solo en la provincia de Cuernavaca: cuatro mil ochocientos toldillos de a cuatro piernas y de dos brazas en ancho y otras dos en largo, 20 enaguas, 20 camisas ricas, más de diez paños damascados de cama, más otros diez paños damascados de indios, más cuatro colchas de algodón, y que esto se le da cada ochenta días; sin la comida y sementeras que le hacen y los servicios de casa.

Más le hacen cada año veinte sementeras de algodón y ocho de maíz, y se las cogen y encierran al dicho Marques del Valle. Cada treinta días los llevan a las minas, cargando ciento cuarenta cargas de maíz, seis de agi, cuatro de frijoles e indios para el servicio de las dichas minas.

Más le dan al dicho Hernán Cortés: comida para su despensa y casa que sea menester, y un día a la semana se le da: quince cargas de maíz, más diez gallinas de la tierra, más dos gallinas de Castilla, tres palomas de la tierra, dos conejos, diez codornices, ochenta cestillos de pan, veinte tortillas, sal, fruta, agi, leña y hierba la que sea menester, café, doscientos huevos y pescado que sea menester.

También se le da mucha loza, platos, ollas y escudillas, que no hay cuenta de esto, sino que se le da cada vez que lo piden sus despenseros y criados, y si no dan todo esto que se les pide como tributo, los encierran y echan presos, les dan de coces y les tiran de los cabellos los criados del dicho marqués. Que algunos criados del dicho marqués, cuando necesitan amas para dar leche a sus hijos para criarlos, les toman algunos sus mujeres.

Que Juan Altamirano, teniente de justicia del marquesado y otro que se dice Juan de Salamanca, les han tomado cinco amas y que un Martín Santos les ha tomado dos indias para su servicio. Que este mismo Martín Santos, les ha tomado dos tierras grandes que la siembra de melones, de las cuales se sustentaban y se mantenían muchos de los naturales del dicho pueblo de Cuernavaca, porque se cogía dos veces frutos en un año por ser tierra de regadíos.

No nos han pagado nada por nuestras tierras y los maraguales y principales junto a los naturales que habitaban en ellas, se han marchado despoblando lo que fueron sus tierras. Por todo ello pido y suplico a los señores presidentes y oidores de la Audiencia Real, pues están en nombre del rey nuestro señor, hagan justicia y devuelvan las tierras a los naturales”.

Que así mismo dan a la despensa del dicho marqués del Valle en cada día, ochocientas almendras de cacao y que a consecuencia de estos tributos que les pagan, viven muy necesitados y pobres.

Qué a mí mismo en el año 1532, les pidió el dicho Marqués del Valle cuarenta esclavos para que le labren sus sementeras, siendo indios estos esclavos los cuales están siempre trabajando. Que los indios le han construido una casa al Marques del Valle en Cuernavaca y le han dado cal a la misma, y no les ha pagado nada a los indios, corriendo a sus costas, la madera, la piedra y la misma cal.

Que Hernán Cortés les dijo a los dichos indios cuando vino de los reinos de Castilla hasta México, que el rey le había hecho merced de ellos y que los señores presidentes y oidores enviarían personal para contarlos.

Que derriben casas y que dijesen a los dichos contadores que fuesen hacer la dicha cuenta, que donde hubiese dos o tres vecinos que todo era de uno y que estuviesen sobre aviso los dichos indios para cuando se le preguntasen y que otros indios dijesen que eran esclavos.

Qué si no se escondían, que le darían más tributo que pagar y si se escondían, al ser menos indios, pagaría menos tributo y podía pedir más indios de otros pueblos.

Que los dichos indios se escondieron y se venían a la noche a sus casas como el dicho marqués se lo mandó. Más que ni aún por eso el dicho marqués les ha quitado de los tributos y trabajos que le tienen que pagar los naturales.[6]

Hernán Cortés, maltratador de mujeres, envenenador, corrupto con no querer pagar a la corona lo que le pertenece por lo que tiene en el territorio que controla, y un personaje al que hay que darle también la parte de historia que dejó con esta peculiaridad tan llamativa.

Esta es la primera parte del otro Hernán Cortés y en breve os entregaré la segunda, para que conozcáis la otra historia jamás contada de este conquistador español, que en este año 2019 se celebran los 500 años de la expugnación e incautación del territorio mexicano.

Saquen sus propias conclusiones.










[1] AHN. Archivo General de Indias. Patronato,17, R.24


[2] Ibidem.


[3] Ibidem.


[4] Ibidem.


[5] Archivo General de Indias. Mexico,1088, L. 2, F.32R-46V




[6] Archivo General de Indias, Patronato,16, N .2, R.37. <

domingo, 24 de marzo de 2019




Mártires de Moisés. Médicos Quemados por la Inquisición de Portugal 



Conversos o cristianos nuevos, jugaron un papel importante como médicos en la península ibérica durante la Edad moderna. Ya antes, en el periodo medieval, los judíos de Portugal y España alcanzaron un rol muy destacado como médicos y cirujanos. En Portugal, por ejemplo, el sesenta por ciento de los hombres que recibían licencias autorizándoles a practicar medicina o cirugía, eran judíos. 

Desde la Edad Media, la población cristiana abrigaba una gran desconfianza hacia los médicos judíos. Recelo que se agudizó contra los doctores conversos durante el mismo periodo. Ya en las instrucciones para la inquisición publicadas por el inquisidor general Tomás de Torquemada (1420-1498) en 1484, apenas algunos años después del establecimiento del santo oficio en Castilla, se incluían los oficios de médico, cirujano, sangrador y boticario entre los que eran prohibidos a los hijos y nietos de conversos condenados por herejes.[1]

Al final del siglo XVI, los estatutos de limpieza de sangre impedían, en teoría, el acceso de cristianos nuevos a muchos colegios y universidades dónde hubieran podido proseguir estudios médicos. Sin embargo, y a pesar de estas medidas, cristianos nuevos en España y Portugal continuaban estudiando medicina y cirugía utilizando documentos falsos o sobornando oficiales. 

Puede afirmarse, que la alarma provocada por el número de conversos que practicaban la medicina se transformó en una psicosis durante los siglos XVI Y XVII. Por estas fechas se elaboraron numerosas teorías conspirativas, atribuyendo a doctores o cirujanos conversos, un papel activo en una gran conspiración judía, cuyo objetivo era, la destrucción de los cristianos viejos y de la cristiandad. Estos temores eran admitidos no sólo por el pueblo sino también por miembros de la aristocracia y de la elite eclesiástica. Una de las teorías más populares en España y Portugal, que en este periodo se formuló, giraba en torno a una supuesta carta enviada por la comunidad judía de Constantinopla hacia los cristianos nuevos de la Península Ibérica, dándoles consejos para arruinar a la cristiandad. No hay duda alguna de que este documento era una falsificación producida por los enemigos de los conversos, no obstante, logró sus objetivos y fue aceptada como verdadera por muchos cristianos viejos. Un parecer sin fecha, que fue escrito por un obispo portugués, refleja el temor de una conspiración de los médicos conversos contra la sociedad vieja cristina:

“Emfim cumprirão o que escreveo hum judeo de Constantinopla aos de sua nação destas partes, que fizessem seus filhos medicos e ecclesiasticos, para que fossem senhores das almas e corpos dos christãos”[2]

En otra carta, esta vez enviada por un inquisidor del tribunal de Coímbra en 1619 al Consejo Supremo de la Inquisición portuguesa, se ve que los mitos acerca de los médicos conversos eran aceptados como un hecho dentro del mismo Santo 0ficio: 

"Hum medico confessou no S. O. (depois de confessar seu judaismo) que matou muitos christãos velhos com purgas e outros medicamentos contrarios ás enfermidades que tinhão, e que se a alguns aplicava convenientes era por seu credito e reputação, entendendo que se matara a todos ninguem se quereria curar com elle, e assi não ganharia por seu officio..."[3]

Por falsos comentarios como estos, más de setecientos médicos portugueses fueron condenados por la Inquisición lusitana, algunos fueron deportados a Brasil y a otras colonias africanas como castigo y condena del Santo Oficio. La misión era clara, destruir la mente del galeno a través del alejamiento de su familia, durante tres, cuatro o cinco años. Algunos, fueron condenados como galeotes (remeros) en las galeras reales portuguesas, mientras que otros, fueron literalmente quemados vivos en las piras de la Inquisición. De esos mártires de Moisés nos vamos a ocupar en este pequeño artículo, para honrar, levantar y ensalzar, con sus nombres y apellidos, no solamente el ser humano que representaban, sino el ideal por el que fueron chamuscados en las hogueras de la “Santa Inquisición”, el judaísmo. Estos fueron algunos de los judaizantes abrasados en nombre del Crucificado en tierras de Vasco de Gama. 

Antonio Rodríguez Mezquita 

Cristiano nuevo, de 50 años de edad, fue acusado de confesión diminuta, de oficio médico, natural de Vila Flor, arzobispado de Braga, tiene su morada en Viseu, hijo de Manuel López, cristiano nuevo, mercader, es su madre Blanca Rodríguez, cristiana nueva, es hombre casado con Ana López, cristiana nueva. Entró en prisión el día 12 de marzo de 1694, fue sentenciado en el auto de fe que se celebró en Coimbra el día 25 de noviembre del año 1696, fue condenado a llevar hábito a perpetuidad, cárcel perpetua, y fuese desterrado cuatro años para Angola y esté un año encarcelado en la prisión que le asignase el Santo Oficio, sea instruido en nuestra fe y penas espirituales. 

Con fecha 25 de julio del año 1706, éste reo de nuevo fue condenado por la Inquisición por reincidir en el judaísmo, siendo sentenciado con excomunión mayor, confiscación de bienes, sean sus huesos desenterrados y quemados hasta hacerlos cenizas, y sea su estatua relajada a la justicia secular. El reo falleció en las cárceles de la Inquisición el 12 de octubre del año 1704.[4]

La cárcel perpetua mató a nuestro primer protagonista, enfermedades, problemas mentales por la ausencia familiar, frío, calor y un sin fin de elementos en contra hicieron, que el cuerpo de Antonio Rodríguez de Mezquita, se quebrara para siempre como una caña pisada por una pesada bestia. Al morir, su cuerpo no se lo entregaron a la familia, la Inquisición tenía en su feudo un cementerio particular donde enterraban los cuerpos de estos judaizantes fallecidos a espera que se celebrase su auto de fe. Estuvo enterrado dos años y, como nos indica el documento, en 1706 sus huesos fueron desenterrados y quemados hasta hacerlos cenizas. Cuando desenterraban el cadáver, la Inquisición solía poner sus huesos en serones que eran llevados por asnos, haciendo un pelele o muñeco de cartón al que se le pondría el sambenito que el reo no pudo llevar. Sobre el pecho del polichinela se le ponía un letrero con el nombre y apellidos del reo, la herejía cometida y la procedencia o lugar de nacimiento. Cuando sus huesos se lanzaban a la hoguera para hacerlos desaparecer, también se lanzaba el pelele al que previamente se le había quitado el sambenito correspondiente, prenda difamatoria, que sería colgada en la iglesia del pueblo del reo para perpetuar su infamia y la de todas sus generaciones. Esta realidad hacía que los familiares del condenado no pudiesen viajar a Indias, no podían utilizar el color carmesí, ni llevar oro ni plata sobre su cuerpo, tampoco se les permitía llevar armas ni trabajar en trabajos públicos. Proscritos de por vida. Ciudadanos de segunda o tercera categoría. Los familiares solían abandonar inmediatamente la población por una razón evidente, el sambenito colgado en la pared de la iglesia de donde procedía el reo, los estaba acusando permanentemente de ser descendientes de herejes. La pobreza hacía acto de presencia en una familia que antes había vivido cómodamente, la razón, la confiscación de bienes del quemado. Por el judaísmo murió en la hoguera, por abrazar las enseñanzas de Moisés, toda su familia se verá severamente empobrecida, arruinada, pero el maná, la palabra del Dios Israel no la podrían abrasar en la hoguera. La familia clandestinamente seguiría manteniendo, aunque con miedo, algunas tradiciones judías como comidas, oraciones y costumbres sefarditas siempre de puertas adentro. Los ojos de la Inquisición y de los cristianos de raza, estaban atentos a cualquier movimiento que pudiera ser tachado o reprochado como propio de seguidores de la ley de Moisés. Las denuncias seguirían llegando hasta las casas de la Inquisición en Coimbra y la Inquisición seguiría estando preparada para arrancar y pisotear la cizaña del trigo. Eso fue lo que le pasó al siguiente médico judaizante llamado Miguel Núñez.

Miguel Núñez 

Cristiano nuevo, de 33 años de edad, fue condenado por judaísmo, médico de profesión, natural de Trancoso, obispado de Viseu, morada en Aveiro, obispado de Coimbra, hijo de Diego Rodríguez, cristiano nuevo, médico, y de Antonia Núñez, cristiana nueva, casado con Isabel Díaz, cristiana nueva. Entró en prisión el día 6 de diciembre del año 1599, fue sentenciado a salir en el auto de fe que se celebró en Coimbra el día el 15 de septiembre del año 1602, siendo condenado con excomunión mayor, confiscación de bienes y sea relajado a la justicia secular (quemado vivo).[5]




Otros médicos judaizantes condenados a la hoguera fueron nuestros siguientes sacrificados e inmolados personajes. 

Joao Fernández Alcácer 

Cristiano nuevo, de 63 años de edad, fue acusado de apostasía, de oficio médico, natural de Evora, tiene su morada en la misma ciudad citada, hijo de Manuel Fernández Alcácer, cristiano nuevo y Leonor […]cristiana nueva, soltero. Entró en prisión el día 28 de mayo de 1594, siendo sentenciado en el auto de fe que se celebró el 12 de mayo del año 1596. Fue condenado con excomunión mayor, confiscación de bienes y que sus huesos sean desenterrados, quemados y hechos polvos, y que su estatua o pelele sea relajada a la justicia secular. El reo falleció en las cárceles.[6]

García López 

Cristiano nuevo, de 47 años de edad, fue acusado de judaísmo, de oficio médico, natural de Portalegre y que tiene su morada en la misma ciudad citada, es su padre Jorge Gómez, cristiano nuevo, tratante, es su madre Violante Gómez, cristiana nueva, es casado con Clara López, cristiana nueva. Entró en prisión el 8 de agosto del año 1570, fue sentenciado en el auto de fe que se celebró el 14 de diciembre del año 1572, le fueron confiscados todos sus bienes para el fisco y la Corona Real del Reino, fue relajado a la justicia secular y que su muerte sea sin derramamiento de sangre. El reo se licenció en Medicina en la universidad de Lovaina, teniendo su familia viviendo en Flandes, en el actual territorio de Bélgica. Fue quemado vivo.[7]

Joáo Tavares Pacheco 

Cristiano nuevo, fue acusado de practica de judaísmo, médico de profesión, natural de Trancoso, obispado de Viseu, tiene su morada en la feligresía de Sao Nicolau, Lisboa, casado con Branca Henriques, cristiana nueva. Fue sentenciado en el auto de fe que se celebró en Évora el día 22 de marzo del año 1705, su condena fue la de ser excomulgado con excomunión mayor, se le confiscaron sus bienes, y fue relajado en estatua a manos de la justicia secular. El reo se encontraba ausente en Inglaterra. El 19 de febrero de 1706 y en cumplimiento de una orden del comisario Leonardo Pesoa, fueron colgados los retratos en la iglesia de San Juan Bautista extramuros de la villa de Trancoso, del reo y de Antonio Henriques.[8]

Baltasar Soares 

Médico del partido de Alpalháo, fue acusado de judaísmo, natural de Alter do Cháo, tiene su morada en Alpalháo, es hijo de Diego Díaz Caldeiráo, es su madre Inés Soares, casado con Andresa Gómes. Entró en prisión el día 29 de diciembre del año 1702, fue sentenciado en el auto de fe que se celebró en Évora el día 9 de septiembre del año 1708, solo acabó de confesar culpas después de sentenciado y ser entregado a la justicia secular para ser quemado.[9]

Diego Correa del Valle 

Cristiano nuevo, de 58 años de edad, fue acusado de judaísmo, médico de profesión, natural de Sevilla, España, tenía su morada en Minas do Ouro Preto, Brasil, hijo de Luís Correa, cristiano nuevo, es su madre Violante de Mesquita, cristiana nueva, viudo de Isabel Méndez, cristiana nueva. Entró en prisión el día 12 de octubre del año 1730, siendo sentenciado en el auto que se celebró en Lisboa el día 6 de julio del año 1732, fue condenado a ser quemado vivo a manos de la justicia secular. El reo cuando estaba en el cadalso hizo nueva confesión, y siendo mirada esta por la mesa, fue mandada al Consejo General de la Santa Inquisición quién dictaminó: que la referida confesión no contenía nada que alterase la sentencia anteriormente proferida, por lo que se ordenó el cumplimiento de la pena. El reo no era hijo legítimo de Luís Correa y Violante de Mezquita, fue criado por ellos como tal. El verdadero hijo del matrimonio había fallecido.[10]

Tomás Nunes 

Cristiano nuevo, fue acusado de judaísmo, de 60 años de edad, médico de profesión, natural de Barcelos, tiene su morada en Vila do Conde, asistente en Lisboa, es hijo de Lopo Nunes, cristiano nuevo, mercader de oficio, y es su madre Branca Lopes, casado con María Vaz, cristiana nueva. Entró en prisión el día 14 de julio del año 1594, fue sentenciado en el auto de fe que se celebró en Lisboa el día 23 de febrero del año 1597, fue excomulgado con excomunión mayor, se le confiscaron sus bienes, y fue relajado a la justicia seglar. Quemado vivo.[11]

Manuel de Almeida 

Parte de cristiano nuevo, de 57 años de edad, fue acusado de judaísmo, médico de profesión, natural de Arraiolos, tiene su morada en Palmela, hijo de Antonio Rodríguez, zapatero y de Inés de Almeida, casado con Leonor de Oliveira, segunda mujer. Entró en prisión el día 3 de febrero del año 1642, siendo sentenciado en el auto de fe que se celebró en Lisboa el día 10 de julio del año 1644 donde se le leyó su condena. Fue penado con excomunión mayor, confiscación de bienes y fuese relajado a la justicia secular. Quemado vivo.[12]

André de Pina Trigueiro 

Cristiano nuevo, de 43 años de edad, fue acusado de judaísmo, es médico de profesión, natural de Faro y tiene su morada en Beja, hijo de Sebastián Francisco de Pina, hombre de negocios y parte de cristiano nuevo, soltero, entró en prisión el día 21 de noviembre del año 1720, fue sentenciado en el auto de fe que se celebró en Lisboa el día 10 de octubre del año 1723, fue condenado con excomunión mayor, confiscación de todos su bienes y sea relajado a la justicia seglar. Quemado vivo.[13]

Doctor Antonio Borges 

Cristiano nuevo, de 38 años de edad, fue acusado de judaísmo, médico y físico, natural de Viseu, tiene su morada en Ponta Delgada, isla de San Miguel, Azores, hijo de Diego López, cristiano nuevo, es su madre Leonor Borges, cristiana nueva, casado con Isabel Rodríguez Caiada, cristiana vieja. Fue sentenciado en el auto de fe que se celebró en Lisboa el día 24 de septiembre del año 1559, se le confiscaron sus bienes, excomunión mayor, fue relajado a la justicia secular.[14]

Gabriel Lopes de Amarilha 

Cristiano nuevo, de 44 años de edad, fue acusado de judaísmo, médico de profesión, natural de Sevilla, reino de Castilla, hijo de Pedro de Aragón, mercader y de María de Santiago Amarilha, casado con Isabel Rodríguez de Cáceres, cristiana nueva. Entró en prisión el día 9 de diciembre de 1677, fue sentenciado en el auto de fe que se celebró el día 8 de agosto del año 1683, se le confiscaron sus bienes, fue excomulgado con excomunión mayor, y que sean sus huesos desenterrados y quemados por la justicia secular. El reo era residente en Lisboa. El 9 de diciembre del año 1678, el reo falleció en las cárceles.[15]

Tomás de Castro 

De 27 años de edad, fue acusado de judaísmo, médico de oficio, natural de Río de Janeiro, Brasil y que tiene su morada en Lisboa. Es su padre Miguel de Castro Lara, abogado, cristiano nuevo, de estado civil soltero, entró en prisión el día 22 de mayo del año 1726, siendo sentenciado en el auto de fe que se celebró el día 16 de octubre de 1729. Fue entregado a la justicia secular para que fuese relajado y procedan a su ejecución sin derramamiento de sangres, fue quemado. Los padres del reo eran naturales de Río de Janeiro y moraban en Lisboa en la feligresía de Santa Justa. Los abuelos maternos del reo se llamaban, Baltasar Rodríguez Coutnho y Brites Cardosa y los paternos, Joao Tomar Brum y Branca Gómez Courinho.[16]

Diogo Rodríguez Nobre 

Cristiano nuevo, de 38 años de edad, fue acusado de judaísmo, médico de profesión, natural de Guarda y que tiene su morada en la misma ciudad, es hijo de Simón Rodríguez Nobre y María Luisa Núñez, es hombre casado con Guiomar Núñez. Entró en prisión el día 19 de noviembre de 1652, siendo sentenciado en el auto de fe que se celebró el día 11 de octubre de 1654, fue condenado con excomunión mayor, se le confiscaron todos sus bienes para el fisco y Cámara Real, siendo entregado para ser quemado vivo a la justicia secular.[17]

Estas han sido las trágicas y tristes historias de médicos seguidores de Moisés en tierras de Portugal, hombres que lucharon contra corriente por lo que más amaban, su familia, la medicina y el Dios de Israel. Eruditos que tuvieron que sufrir en sus carnes el escarnio cruento de los que decían ser seguidores de Jesús de Nazaret. La misión de este pequeño artículo, como dije al principio, es la de honrarles, sacarles del anonimato en el que estaban y darles el mérito que tienen, no solo por su valía profesional, sino también, por lo que fueron, victimas, mártires de Moisés a manos de la Santa Inquisición. 

[1] A. H. N. Sección Inquisición, Libro 497, folios 22-23. 
[2] J. Lúcio de Azevedo. Historia dos cristãos novos portugueses, 198, nota 1. 
[3] Ibíd. 469, doc. 12. 
[4] Archivo Da Torre do Tombo. Inquisición de Coimbra. Proceso 734 
[5] bíd. Proceso 889 
[6] Tribunal do Santo Ofício, Inquisição de Évora, proc. 166 
[7] Ibíd. Proceso 171 
[8] Ibíd. Proceso. 11786 
[9] Tribunal del Santo Oficio. Inquisición de Lisboa. Proceso. 4002 
[10] Ibíd. Proceso 821 
[11] Ibíd. Proceso 1883 
[12] Ibíd. Proceso 2281. 
[13] Ibíd. Proceso 3586 
[14] Ibíd. Proceso 4199 
[15] Ibíd. Proceso 6312 
[16] Ibíd. Proceso 6312 
[17] Tribunal do Santo Ofício, Inquisição de Lisboa, proc. 11114

miércoles, 20 de marzo de 2019



Los Herejes de Jaraicejo 




El presente trabajo nace de la necesidad de compartir con los vecinos de Jaraicejo (Cáceres), una parte de la historia de esta villa, qué durante siglos, como en todas partes, el bien y el mal formo parte de su realidad cotidiana en momentos determinados de sus anales. El objetivo y misión de esta investigación es, ante todo, el dar a conocer una realidad social donde lo cruento y a veces lo encarnizado, marcó durante mucho tiempo el paso de muchas generaciones que se vieron obligadas a sucumbir ante los poderes fácticos del momento. 

Crónicas reales documentas, que ponen de manifiesto, que el paso de la silueta de Caín por estos núcleos urbanos, dejó su negativa impronta impregnando con su sombra los cuatro costados de esta urbe pacense. Memoria que lleva insertada en su núcleo los valores del enfrentamiento, la hostilidad y el combate entre ciudadanos de una misma población, auspiciado por uno de los mayores enemigos de la humanidad, el mundo de los ideales. 

Conoceremos, episodios cargados de tensiones víricas propias de la irreflexión y la ofuscación del hombre hacia su prójimo, siempre dominados e influenciados por el funesto y luctuoso criterio de lo irreal e imaginario. 

En este estudio apasionante y conmovedor de la historia inquisitorial de Jaraicejo, nos encontraremos con documentos que llevan en sus hojas la marca y el sonido del dolor, la humillación y el estigma. Contar lo ocurrido con la Inquisición de Llerena en esta localidad extremeña, nos hará presagiar, vaticinar y predecir en la mente del lector, que la sombra y silueta de Caín cubrió durante muchísimo tiempo los cuatro puntos cardinales de estas vetustas y pardas tierras. Sombra que ha dejado enarboladas durante infaustos y dramáticos momentos, las fúnebres y lúgubres banderolas del espíritu cainita de los hombres, quienes, en nombre del Crucificado, llegaban a vulnerar y atropellar los mandamientos de la ley de Dios. 

Espero que esta veraz y fidedigna historia, ayude a desenmascarar al bíblico Caín, para que cuando sintamos cerca de nosotros la fétida y negativa presencia de su sombra, sepamos alejarnos de su camino, antes de que las penumbras y umbrías de su masa nos marquen y nos signen con su particular quijada. 

Estos fueron los hombres y mujeres de la población condenados por la Inquisición de Llerena.




El Bachiller Juan de la Cerda

Cura de Jaraicejo, fue testificado por dos testigos varones, de que haría tres años que predicando el sermón del nacimiento dijo: “qué llegando nuestra Señora fatigada a Belén con los dolores del parto, se entró con José debajo de un portal y allí parió”. Que otro año que también predicó el mismo sermón dijo: “que había parido sin dolor”. Visto en el tribunal se suspendió. 



Cristóbal Rodríguez 



Labrador, cristiano viejo, vecino de Jaraicejo, fue testificado por un testigo clérigo, de que habría tres años que andando pidiendo limosnas con otro clérigo llegaron a su casa, y que poniéndole la mano sobre la cabeza a un niño que estaba allí, dijo el dicho Cristóbal Rodríguez: multiplica, multiplica, y diciéndole que no dijese aquellas palabras porque eran mal dichas, respondió, que Dios y todos multiplicasen, y diciéndole que aquello no se decía por los clérigos sino por los casados replicó, que por todos se dijo, y reprendiéndoselo ambos clérigos le dijeron, que lo que decía era herejía. Cuando fue llamado contestó, que lo que había dicho no lo dijo con malicia sino por ignorancia. Visto en el tribunal se suspendió. 


Mari Jara 


Cristiana vieja, vecina de Jaraicejo, fue testificada por un testigo clérigo, de haber oído decir a otra mujer habría medio año, que viniendo de lavar había dicho: que no debía de haber día del juicio final. Qué si se lo hubieran preguntado ahora, no dijera tal cosa por ser mujer de buen entendimiento. No se pudo examinar el testigo y se mandó el tribunal que el comisario lo haga. 


Hechiceras 


El comisario de Jaraicejo escribió al tribunal el 30 de octubre de 1719, dando cuenta de unas mujeres de aquel lugar que hacían unas curativas sospechosas sin expresar los nombres. Signatura: AHN. Inq. Leg. 1987, n, 42. 


Ana Lasa 


Vecina de Jaraicejo fue delatada de hechicerías el 8 de enero 1731, signatura:  AHN. Inq. Leg. 1987, n, 42. 


El Doctor Juan Jiménez Moreno 


Clérigo presbítero natural de Jarandilla teniente de cura de Jaraicejo, de 35 años de edad, fue testificado por nueve testigos, de que estando predicando el día de San José había dicho: que quería tratar un pleito matrimonial sobre adulterio y que el actor acusador era San José y la rea acusada era María hija de Joaquín y Ana. Que prosiguiendo en el sermón había dicho: que más parte tenía San José en Jesucristo que no el Espíritu Santo; y que los bienes de la virgen eran partibles con San José en bienes gananciales. Que San José era inmortal y que se le podría llamar rey de los cielos y de los ángeles. Que la Virgen había sido acusada de adultera y había sido dada por libre y que San José se parecía a Jesucristo y Jesucristo a San José. 

Que después de haber predicado dicho sermón y viendo que la gente murmuraba, el mismo volvió otro día al púlpito estando en la misa mayor vestido de diacono y se afirmó en ello porque tenía el parecer de dos teólogos. 

Los testigos dicen que el reo es cristiano nuevo, y por parte de la Inquisición se calificaron estas proposiciones por escandalosa, temerarias y sospechosas de herejía. Fue llevado al tribunal en 1613, se le advirtió que no se metiese en estas cosas.






Elvira Sánchez Díaz. 



“Mujer de Diego González, reconciliado por este Santo Oficio, vecina de Jaraicejo, de generación de judíos, de 42 años de edad, fue presa por octubre de 1576 por hereje judaizante, fue testificada por tres testigos y entre ellos su marido de tracto y comunicación; estuvo siempre negativa, hizo ciertas defensas que pareció no relevarle, se le dio tormento sobre lo testificado de cinco vueltas de cordel a los brazos, y estando tendida en el potro se le dio dos garrotes en las espinillas, se le echaron dos jarros de agua y persistió en su negativa. Fue votada a que salga al auto en forma de penitente, abjure de vehementi, pague cien mil maravedíes para gastos del Santo Oficio y sea desterrada por dos años precisos de Jaraicejo”.[1]


Alonso Hernández Ramos. 


“Mercader, vecino de Jaraicejo, de edad de 60 años, de generación de judíos: fue preso por junio de 1572 con información de dos testigos, que le testificaron de haber tenido con él trato y comunicación sobre la ley de Moisés. Estuvo negativo, se le dio tormento sobre lo testificado de seis vueltas de cordel a los brazos, y por julio de 1573 fue absuelto de la instancia, siendo nuevamente preso por marzo de 1575 por segunda vez. Fue testificado por tres testigos que le sobrevinieron, dos de ellos de haber tenido trato y comunicación de los mismos delitos, siendo contestes en muchas juntas y comidas que hicieron con él por la dicha ley de Moisés. Estuvo negativo. Se le dio tormento sobre lo testificado con cuatro vueltas de cordel a los brazos, tres garrotes en las espinillas y tres jarros de agua, siempre negó las acusaciones. Siendo votado en consulta, a que salga al auto, abjure de vehementi, y sea desterrado de Jaraicejo por dos años precisos.”[2]


Francisco Pérez Torres 


“Portugues, de oficio mercader y estanquero del tabaco, vecino de Jaraicejo, de 27 años de edad, salió al auto por hereje judaizante y confesó haber guardado la ley de Moisés por tiempo de cinco años. Haber hecho por su observancia en dicho tiempo muchos ayunos de dicha ley en diferentes días, por los meses de septiembre el ayuno que llaman del Día Grande, no comiendo ni bebiendo hasta la noche, que cenaba cosas de pescado, garbanzos y huevos y nada de carne; que antes de hacer dichos ayunos se lavaba los pies, se cortaba las uñas y ponía ropa limpia. Declaró que hizo algunos ayunos por difuntos no comiendo carne dicho día, y que al terminar los ayunos volvía a comerla y que guardó los sábados por fiestas. Declaró quién le había enseñado dicha ley y las personas en cuya compañía había hecho los ritos y ceremonias de ella, declaró que habían tratado y comunicado con él como judaizante. Se le leyó su sentencia con méritos y fue reconciliado en forma, se le confiscaron sus bienes, sambenito y cárcel perpetua.”[3]




Miguel Gómez Martín 

Trabajador, vecino de Jaraicejo, de 38 años de edad, compareció ante el comisario de su lugar que hace de juez ordinario y confesor, de haber dicho que no era pecado mortal echarse carnalmente un hombre con una mujer pagándoselo. El comisario lo envió al Santo Oficio, donde examinados cuatro testigos que dijeron haberse hallado presentes, le testificaron de lo mismo. Fue votado a Prisión y penitenciado con penitencia pública, la cual consiste en que dicho reo salga en un domingo o día de fiesta en la iglesia mayor de Jaraicejo vestido de penitente, donde se le declarara su causa y penitencia de destierro por un año, y que abjure de levi.[4]

Estos fueron los condenados de Jaraicejo por la Inquisición de Llerena, hombres y mujeres que sufriron en sus vidas un amargo y atormentado calvario que marcó en adelante el verdadero sentir religioso de sus vidas y el de la población. Había que extender el catolicismo por todo el país y la mejor fórmula encontrada por el tribunal eclesiástico para tal misión iba a ser, la de destruir y arrancar la cizaña que envenenaba las espigas cristianas del territorio. Una misión contundente puesta en marcha por la monarquía y la Iglesia Católica con un objetivo muy claro, enarbolar y blandir la bandera del Crucificado por toda la piel de toro. 

La Inquisición de Llerena pondrá en marcha un despliegue exterior auténticamente colosal, mostrando cuales son los reos condenados por ella y lo más importante, el cumplimiento de las sentencias impuestas. Proceder que en última instancia viene determinado por la naturaleza de los delitos, en los que entiende y determina que algunos de ellos son de tremenda gravedad. Pecados que lesionan la imagen del Nazareno y que deben de ser castigados según las instrucciones del Santo Oficio del momento. 

La dimensión de las penas será algo público y notorio; hay que reparar la dignidad herida del cristianismo y para ello los autos de fe serán el momento crucial de restauración de la misma. La misión de dichos actos será la de recordar al pueblo asistente, que está prohibido y sobre todo penado, caer en los mismos errores que en ese momento se están castigando. 

En Llerena, y más concretamente en la plaza de Santa María de la Granada, fue donde se desarrollarán los autos de fe de los herejes de Jaraicejo y otras poblaciones extremeñas. En ese espacio público, el espectáculo, la violencia, el perdón, el poder, la religión, el arte y la diversión, se convertirán en algo único e inolvidable en los cerebros y pupilas de los ciudadanos asistentes. Los vecinos presentes conocedores de estos acontecimientos, darán su testimonio de militancia católica en los templos y en la misma plaza donde el auto de fe se va a desarrollar, sumándose con su presencia a los actos que rodean el espectáculo religioso. 

Pero si el auto de fe pone de manifiesto los errores de los condenados, no lo van a ser menos las cárceles de la Inquisición, donde las torturas, los suicidios, la locura, y un permanente terror manifiesto, serán en dichos habitáculos los siniestros acompañantes de los hombres y mujeres detenidos por el Santo Oficio. Torturas como los garrotes en las espinillas, las vueltas de cordel en los brazos y muslos estando los reos echados sobre el potro, la famosa tortura de la toca o de los jarrillos de agua y otras por el estilo, harán que los cuerpos y mentes de muchos vecinos de Jaraicejo, queden traumatizados y estigmatizados para siempre. Toda una trágica epopeya en nombre del Dios de los cristianos, que pone de manifiesto, la falta de fe de unos hombres de Iglesia en busca de un solo Dios, una deidad llamada poder en la que existe una simbiosis de la política eclesiástica y secular por un interés común: la unidad de la fe. 

[1] Ibídem.
[2] Ibídem.
[3] Ibíd.
[4] Legajo 1988. N. 13. Relación de las causas despachadas en el Santo Oficio de la Inquisición de Llerena, desde el 29 de mayo de 1580, hasta el 24 de mayo de este presente año de 1581.

jueves, 14 de marzo de 2019



Catalina Díaz alias “La Pecera”. La Maestra Hechicera de Jerez de los Caballeros


Catalina la Pecera, fue una hechicera natural de Jerez de los Caballeros, que se caracterizó por el dominio de infinidad de oraciones con las que satisfacía las necesidades de sus clientes. Rezos que servirán como instrumento para poder ganarse el pan de cada día, gracias a sus habilidades y credibilidad manifiesta que les dirigían sus más fervientes seguidoras. Aunque no todas se creía lo que hacía, y eso era todo un riego para la Pecera, ya que podía existir la posibilidad, de que alguna mujer sintiéndose engañada la denunciase ante los pies de los caballos de la Santa Inquisición.

Esta delación y denuncia se fraguó en Jerez de los Caballeros y los documentos inquisitoriales de esta hechicera extremeña, nos dejan claro, cuales fueron sus métodos orales para conseguir lo que las clientas le pedían. Pero dejemos que sean las fuentes primarias de este proceso, las que nos lleven y nos trasladen a conocer un poco mejor a esta aliada y maestra de la superstición en tierras de Extremadura.

“Catalina Díaz alias “La Pecera”, mujer de Lorenzo Pérez, vecina de Jerez de los Caballeros, de cuarenta años, fue testificada de hechicera por cuatro testigos, un varón mayor de edad y el resto mujeres dos menores de edad y dos mayores, tres de vista y el resto de oídas. Fue detenida y puesta en cárceles secretas sin secuestro de bienes y en la primera audiencia que con ella se tuvo el día 12 de febrero de 1636, juró decir la verdad de cuanto se le preguntase y dijo: que habría más de once años que Constanza Fernández, difunta mujer que fue de Juan Rodrigo vecino de Jerez, enseñó a la rea que rezase nueve credos cada día por devoción hacia nueve chinas, las cuales el día de su muerte se le volverían en rosas, ofreciendo siempre lo que rezaba a la ascensión de Nuestra Señora. También dijo que hará como siete años que fulana Enriquez ya difunta, le enseñó la oración del “anima sola” y que dice así.



“Anima sola y la más sola, alma ven que te llamo para lo que sea menester. Yo te conjuro anima sola con los tres vientos, yo te conjuro anima sola con los tres elementos, yo te conjuro anima sola con la sangre de Lucano, yo te conjuro anima sola con las doce tribus de Israel, yo te conjuro anima sola con todos los que están en la peña del Carmesí, que todos juntos os juntéis, que por la puerta del río Jordán paséis, las nueve varas de mimbre negro cogeréis, en las muelas de Barrabas me las amolareis, tres le hincareis a fulano por el corazón para que no pierda mi amor, tres por el sentido de que no me ponga en olvido. Guerra me le daréis, y con esto me lo traeréis, que no me lo dejéis estar ni posar hasta que conmigo venga a estar”.

Que usó de esta oración como dos o tres años después que se la enseñaron, sobre todo para llamar alguna persona que no correspondía con la cliente, y aunque llamase a la persona pedida nunca venía. Que algunas veces oyó ladrar a un perro o cantar a un gallo cuando la decía, ya que esta era la señal que aseguraba que la persona llamada acudiría, y que nunca enseñó la rea la dicha oración ni la hizo en presencia de nadie. También dijo, que haría más de diez años que Beatriz Vázquez, ya difunta, mujer que fue de Luís Fernández y vecina de Jerez, le enseñó a la rea estando en su casa las dos solas la oración de Santa Marta que dice así.

“Bienaventurada Santa Marta, digna sois de la Virgen María, querida y amada de Nuestro Señor Jesucristo, huésped y convidada, por el Palancar entrasteis con la culebra brava, allí os encontrasteis con el hisopo del agua bendita y la rociasteis, con vuestra preciosa cinta la atasteis y con ella entrasteis por la puerta de la ciudad mansa y humilde diciendo, patanes, patanes, veis aquí la serpiente brava, mansa y humilde ligada y atada, así os ruega Santa Marta, que me traigáis a fulano manso, humilde y atado, para que me quiera y por mi muera, y que por mi ande y que no pueda estar ni posar hasta que me venga a buscar”.

Que esta oración la hizo de ordinario sobre unos tres años, y que la utilizó con una amiga suya llamada Antonia González en su casa y a su instancia, la cual era viuda. Que la solía decir al mediodía y por la noche teniendo el cabello tendido y con una o dos candelillas de cera encendidas y otras sin luz, y que las más de las veces delante de la santa y que jamás consiguió el efecto deseado que era el conseguir la llamada del hombre que pretendía su amiga o para sí misma. También contó al tribunal, que haría como once o doce años que una mujer que llamaban “la Chacona” y junto a una muchacha que ya es difunta llamada María, le enseñó a la rea la dicha Chacona la oración de San Erasmo, diciendo que dicha oración era buena para traer a un hombre, aunque este estuviese en el fin del mundo. Que si se hacia la oración se conseguiría que el hombre nunca olvidase a quién la rezaba, y que se tenía que rezar estando desnudas. Había que tener una rueca en la cinta y una luz encendida junto al santo que fuese de cera, un caldero de agua, un aspa y teniendo el pelo tendido, hilando, aspando, y que hay que estar devanando y meneando el agua del dicho caldero con un palo. La oración decía lo siguiente.



“Erasmo, Erasmo, de mi Señor Jesucristo querido y amado, mi Señor Jesucristo te preguntó, que es lo que querías ser, obispo, arzobispo o capellán de la Iglesia de mi Señor Jesucristo, o andar de amores con la hija del rey Herodes. Tú le respondiste, que ni querías ser bispo, ni arzobispo, ni capellán de la Iglesia de Jesucristo, sino andar de amores con la hija del rey Herodes. Anda que allá irás y detrás de la puerta los tres matalotes encontrarás, allí te cogerán y las tripas te sacarán, así te las hilarán, te las aspearán, te las devanarán y así te las coserán. Así os pido Erasmo, que me traigáis a fulano, hilado, aspado, devanado y cocido”.

Dice la rea, que esta oración la hizo solamente una vez en la forma referida en presencia de una mujer que nombró, pero que no vino el hombre ni tampoco la ha enseñado a nadie. Que también otra mujer de Jerez de cuyo nombre no se acuerda, haría como unos tres años le enseñó otra oración que tenía el mismo efecto de hacer que un hombre viniese al ser dichas las siguientes palabras.

“Fulano, donde quieras que estés, la soga del ahorcado traerás arrastrando, un cuchillo de cachas negras traerás hincado y atravesado en tu corazón, te acercarás hasta mi llamándome y diciéndome, fulana, no te quiero valer, que te valga Anás, Caifás, Barrabas y el demonio mayor que en el infierno está, que ni puedas estar ni posar hasta que me vengas en mi búsqueda”.

Que dicha oración había que decirla dos veces, pero que nunca conseguía el efecto pretendido ni la rea así lo creía, ya que dicha oración la decía más por curiosidad que por creencia, y que nunca había enseñado a persona alguna, dichas palabras. También cuenta la rea, que Beatriz Vázquez hará como veinte años que le dijo, que para que su marido la quisiese bien era bueno hacer unas torcidas de tocas en que hubiese caído algo del semen de su marido, conjurándolas luego con las siguientes palabras.

“Te conjuro vida de la vida, con la carne y con la sangre de fulano, que me quieras, que me ames, que me estimes, que me regales, que me des cuanto tuvieres y que me digas lo que supiere. Yo te conjuro fulano, con Barrabas y con Satanás, y que así, como estas torcidas arden en esta candela así me quieras”.

Cuanta la rea, que esta oración la hizo como cuatro o cinco veces pero que nunca tuvo el efecto esperado. También comentó, que habría como diez años que una mujer de Jerez de cuyo nombre no se acuerda la dijo, que para amansar a su marido era bueno hacer un hombre de cera y atarle de un hilo por la garganta, meterlo en un cuenco con vinagre estando pendiente del dicho hilo, darle unas vueltas alrededor y diciéndole las siguientes palabras.

“Así vengáis como tengo la figura del diablo en el dedo.”

Que estas palabras y todo el ritual, lo hizo la rea para Francisca Jiménez vecina de Jerez, y que todo esto lo declaró ante el Inquisidor Cristóbal Serrano. También cuenta que en Jerez le enseñaron hacer la siguiente oración a Santa Marta.


“Marta, Marta, a la digna la digo y no a la santa, a Lucifer digo, a Barrabas llamo, al demonio de la carnicería, al del peso, al del reposo, al del arroyo, al que suelta al preso y al que acompaña al ahorcado, fuiste la que te encadenaste y por ti nuestro primer padre Adán pecó y todos pecamos, y así como esto es verdad, así me traigas a fulano mi marido”.

Que esta oración la estuvo usando como seis meses y que nunca obtuvo el efecto deseado, ni tampoco nunca se la enseñó a nadie, sino que una vez la utilizó rezándola con una amiga llamada Catalina Sánchez, porque esta mujer también la sabía. Que algunas veces con dicha amiga, enterraban nueve chinas porque decía su amiga, que era bueno para hacer venir a quién quisiera, y que no sabía que oración decía mientras las enterraba, aunque si veía que meneaba los labios. Que hacía un cerco redondo y en medio del mismo enterraba las nueve chinas y que lo practicado nunca surtió efecto, y que en otra ocasión le oyó decir a Catalina Sánchez la siguiente oración.

“Por el monte negro entrarás, con las tres cabras negras te encontrarás, con los tres tarros negros las ordeñarás, tres negros quesos harás, con tres cuchillos de cachas negras los cortarás, con ellos convidarás a Barrabas y a Satanás para que me traigan a fulano”.

En otra ocasión fue hasta la casa de la rea Antonia González, vecina de Jerez, quién le contó que el hombre que quería para marido no la quería y no le correspondía como ella deseaba, a lo que la rea la dijo, que eran buenas estas palabras para conseguir lo deseado.

“Fulano, yo te conjuro con Barrabas y con Satanás, con el diablo cojuelo que es más agudo y más ligero, que me traigas a fulano, que no me lo dejes comer, ni beber, ni reposar hasta que me venga a buscar”.

Comentaba la rea que dicha oración se tenía que decir poniendo el pie izquierdo donde hubiese agua. También comentó, que estando la rea en casa de María Sánchez la escuchó decir estas palabras.

“Estrella, estrella, altas sois y bellas, tres ramas de amor tenéis, una le hincareis a fulano por el corazón para que no pierda mi amor, otra le hincareis por el sentido para que no me ponga en el olvido, y la otra por la cabeza para que venga, guerra y sangre de fuego le daréis, que no me lo dejéis estar ni reposar hasta que me venga a buscar”.

Que dicha oración se tenía que decir a cualquier hora de la noche mirando a cualquier estrella repitiéndola durante diez o doce veces, para bien que su marido la quisiese bien, y que había que decirlas dentro de un cerco que se tenía que hacer en el suelo con un cuchillo. Contó que en otra ocasión en el año 1634 y delante del comisario de Jerez, haciendo un recorrido por su memoria se le vino a su mente la siguiente oración.

“Habla, habla Jesucristo, que vino y habló con la su sacramentaria, diciendo paz, paz, con el dominio de Moisés”.

Que dicha oración se la había enseñado Isabel de Cristóbal, vecina de Jerez, diciéndole, que con decirla algunas veces tendría paz con su marido, pero que no sabía el sentido de dichas palabras. También se acordó la rea que viniendo un día del convento de Aguas Santas de Jerez con una amiga llamada María, esta le dijo porque vieron un hormiguero junto al camino, que la tierra del hormiguero era buena para hacer que si un hombre quería bien a una mujer la aborreciese, pero que se tenía que decir estas palabras.



“Así como a la hormiga le nacen alas cuando se quiere perder, así fulano aborrezca a esta mujer”.

Lo cual hizo la rea con dicha mujer, cogiendo del hormiguero un puñado de tierra con hormigas y la llevaron a la casa de una mujer de la dicha ciudad, y en el quicio de la casa y puerta de ella se la arrojaron ambas diciendo las palabras anteriores. Que también aprendió la oración de los encantamientos, y que decía lo siguiente.

“Yo te encanto y te reencanto con la jarabita del quebranto, con los pelos del rey David y el zangarrón de Mahoma, que por donde quieras que fueres por mujer me tengas, y todas cuantas burras con orejas te aparezcan yo seré flor entre ellas.”

Que si alguna vez utilizó esta oración que le enseño Catalina Díaz, fue para tener paz con su marido. El día 3 de agosto de 1636, fue condenada a que saliese en auto de fe con sambenito, coroza e insignia de hechicera, y si no hubiere auto que saliese a una iglesia de Jerez en día de misa mayor vestida de penitente y donde se le leyese su sentencia con méritos. Abjurase de levi y que al día siguiente con insignia de hechicera se le diesen cien azotes por las calles de Llerena y otros cien por las calles de Jerez, y que fuese desterrada de dichas ciudades por tiempo de diez años precisos y así se ejecutó.”[1]


[1] AHN. 1987, exp. N 30. Relación de causas año 1636

martes, 12 de marzo de 2019



La Reina del Vudú de Navalmoral de la Mata 



Nuestra protagonista es una mujer hechicera natural de Navalmoral de la Mata llamada Isabel Gómez, una bruja para el pueblo, que dominaba en pleno siglo XVII las artes del Vudú y otros métodos más comunes para recuperar la memoria en aquellos que la habían perdido; también hacía amarres de amor y diferentes curaciones en la población y fuera de ella, así como pactar, siempre según la Inquisición, con el diablo.

La angustia ante lo desconocido, el temor a lo futuro, la impotencia ante las adversidades o los propios misterios de la vida y de la muerte, hacen que el hombre se sienta inseguro de sí mismo y busque remedios y soluciones que palien de alguna forma su continua angustia e incertidumbre. En su afán de conseguir tales logros, imagina las más disparatadas fórmulas que se alejan de toda razón y caen en el error y el disparate. Tomemos un ejemplo más de estas realidades misteriosas de la mano de nuestra siguiente invitada.

Isabel Gómez

“Mujer de Lorenzo Muñoz, vecina de Navalmoral Obispado de Plasencia, de 30 años de edad, fue testificada por 15 testigos, siete varones y el resto mujeres, de que por el mes de marzo de 1626 cuentan de ella: que estando en la ciudad de Trujillo a donde había ido a curar a una enferma, mujer casada que decían estaba mala de hechizos, le había comenzado a aplicar medicinas. Que una noche se había entrado con otra persona en un aposento junto a un barreño de agua que había puesto con dos velas encendidas a los lados y un crucifijo, y que en el dicho barreño había echado un muñeco de cera figura de mujer llenos de alfileres por las coyunturas, muñeco que había echado la rea a la lumbre diciendo: que en él estaba el daño no consintiendo llegase nadie hasta él. Que después que lo quemó la enferma se había levantado y dicho que estaba mejor y que había hecho un arco con mimbre y nueve candelillas metiendo por el a la enferma, introduciéndola por los pies y sacándolo por la cabeza. Que también había puesto en dicho aposento, un cordel, un cedazo y que había dado muchos golpes a unas piedras, teniendo en el cedazo puesto y pinchado una tijera.


Otro testigo añade, que cuando la rea estaba en estos menesteres había dicho al cedazo: “te conjuro cedazo con tijeras y con diablos, con la gracia del espíritu santo y de fulano (nombrando entonces a una persona), si es verdad lo que te quiero preguntar da una vuelta hacia la mano derecha y luego hacia la izquierda”, y que decía muchas palabras entre sí.

El testigo le dijo si le podía dar un remedio para recuperar memoria para sus estudios, y que le había dado unos polvos colorados y le había hecho escribir una oración o conjuro para que la dijese a las nueve horas de la noche tres noches unas tras otras. Y que las palabras eran:

“Te conjuro estrella la más linda y bella que en el cielo estás, te conjuro con una con dos con tres, con cuatro, con cinco, con seis, con siete, con ocho y con nueve estrellas, os juntareis y por la mar salada pasareis y en el monte Olibete entrareis y de las mimbres de amor tres varas cortareis y en la muela de Satanás la aguzareis y en las de Barrabas las amolareis y con ello buena sabiduría me traeréis”.

Se calificaron sus hechos como pacto expreso y lícito con el demonio, y que la misma daba culto ha dicho ser.

El 18 de febrero fue votada a prisión en cárceles secretas sin secuestro de bienes y estando en ellas se tuvo con ella la primera audiencia. Contó, que a una tía suya le pidió que podía hacer para que su marido se acercase más e hiciese vida con ella, la cual le respondió: que saliese de noche donde viese el norte y dijese el conjuro de la estrella. Que otro día fue a la ciudad de Trujillo a curar a una enferma que estaba ligada por hechizos, y que para curarla en ocho días que allí estuvo en su casa, la había untado con unos aceites, y que bendiciéndola y haciéndole cruces le había dicho:

“Jesucristo nació, Jesucristo murió, Jesucristo resucito, así señor mío Jesucristo como estas palabras son buenas y verdaderas, y como así lo creo, seáis servido de curar y sanar esta enfermedad, y que la misma no crezca ni prevalezca en dolor ni en calor”

Y que no decía ni hacía otra cosa. La verdad era que ella no sabía lo que hacía ni estaba en su juicio porque le habían dado de beber mucho vino, diciendo que no era hechicera ni nigromántica ni embaucadora de demonios, sino que era cristiana vieja.

También contó qué en otra ocasión, una mujer le preguntó que para que era buena la cabeza de un gato negro, porque ella había oído decir que era para que un hombre quisiese más a su mujer y no se despegase de ella, y que la rea le había respondido: que se había de enterrar la cabeza en un tiesto con tierra de sepultura y que al cabo de los dichos nueve días habían de nacer siete habas en el dicho tiesto por la boca y ojos de la dicha cabeza del gato negro. También indicaba la detenida, que se había de enterrar en un tiesto la cabeza del gato negro con tierra de sepultura y regarla nueve días continuos con agua bendita. Que cuando la regara tenía que decir: con agua bendita y tierra de sepultura te entierro y siete habas de ti espero, y que tomase un espejo en la mano y se estuviese mirando en él y que estuviese sacando a la vez las dichas habas del tiesto una a una y entrándoselas en la boca, y la que se quedase escondida debajo de la lengua esa había de ser la haba invisible, la cual le serviría si la llevaba en la boca para que no fuese vista la persona que la llevase aunque entrase donde hubiese gente; y que las otras seis habas que las guardase, porque las mismas les servirían para que tocando con cualquiera de ella a alguna persona, esta comenzaría a querer bien a la persona que le tocase con la dicha haba”.



Que en otra ocasión Ana Tellez le había pedido un remedio para que los huéspedes fueran a su casa, y que esta le había dicho, que le llevase unos huesos de difunto. Se los llevó y la rea los cogió haciendo con sus uñas un hoyo en los quicios de las dos puertas de la calle de la casa de la dicha Ana Tellez, poniendo en cada uno un hueso dando algunas higas al hoyo antes de poner los huesos, y que después de puestos los cubrió con tierra y les puso agua bendita diciendo algunas palabras.

En una nueva audiencia dijo la rea, que pedía misericordia porque estaba mala con muchos dolores y que en dicho día con juramento hizo relación el médico que vio a la rea, la cual y según el informe, esta estaba podrida de bubas y con dolores de piernas, brazos y cabeza, granos en la cara, llagas en sus partes de donde salía cantidad de podrido y también en el pecho, que echaba sangre en los escupidos y que todo le procedía de la dicha enfermedad de bubas. Que tenía mucha necesidad de curarse porque si no, correría riesgo su vida y que parecía sería imposible se curase en las cárceles por la descomodidad de ellas, y que en la ciudad no había hospital para curar semejante enfermedad. Que tenía muchísimo riego de contagiar a otros reos y lo mejor era sacarla cuanto antes de la Inquisición. Fue mandada llamar y se le hizo su proceso, siendo condenada a ser advertida y gravemente reprendida y que dentro de un día saliese a cumplir su destierro de cuatro años no volviendo a su pueblo, ni a Trujillo ni Llerena, y que no los quebrantase so pena de 200 azotes.”[1]


Terrible la situación final de Isabel Gómez. Una pobre mujer qué como otras de su tiempo, utilizaba la picaresca para poder sobrevivir y poder paliar con ello remedio para sus males. Una hechicera que decía curar a otros pero que no supo curarse a sí misma las bubas o sífilis que padecía.




[1] AHN. Legajo 1987. N. 22. Relación de causas de fe año 1626

domingo, 10 de marzo de 2019



La Redención de Cautivos en Tierras de Extremadura





Han sido muchos los trabajos que se han realizado sobre esclavos en tierras de Extremadura. Obras que cuentan una realidad histórica donde el ser humano por el solo motivo de creer en un Dios diferente, o tener un color de piel distinto, se va a encontrar en vuelto en una persecución cruenta a manos de determinados sujetos españoles o portugueses, quienes harán de la presa cazada un esclavo más para sus negocios particulares.

Pero lo que no se ha contado sobre el mundo de los esclavos en tierra de Extremadura, es la realidad histórica de que los españoles y por supuesto los extremeños, también fuimos esclavos durante casi cinco siglos de los turcos y, sobre todo, de países del norte de África como Marruecos y Argelia. Esa será la misión a contar en este pequeño artículo, la de dar a conocer los nombres y apellidos de diferentes extremeños que sufrieron en sus carnes el cautiverio en las lúgubres mazmorras de Tetuán, Argel y otras ciudades norteafricanas. Sin duda un tema apasionante, conmovedor e interesante, que pone de manifiesto, que a veces, las malas acciones, tienen consecuencias que repercuten en uno mismo; y es que como dice el refrán. “donde las dan, las toman”.

El siglo XIII, época de cautividad, vio nacer dos órdenes religiosas con la misión de redimir cristianos que por hallarse presos corrían peligro de apostasía: la orden de la Santísima Trinidad Redención de Cautivos, nacida con San Juan de Mata (1160-1213) y San Félix de Valois en 1193, y la orden de Santa María de la Merced Redención de Cautivos Cristianos, creada por el seglar San Pedro Nolasco el 10 de agosto de 1218, en Barcelona.

Las llamadas órdenes redentoras (Trinitarios y Mercedarios) no solo van a hacer de intermediarios entre el gobierno español y los poderes magrebí, si no, que además, dichas órdenes, van a aportar los caudales recolectados mediante limosnas para la compra de esclavos cristianos. Los Trinitarios poseía tanto en Argel como en Túnez hospitales para auxiliar a los cristianos esclavizados, en el hospital de Argel había un pequeño cementerio para enterrar a los que fallecían, de esta forma las operaciones de compra eran un poco más fáciles de realizar teniendo en cuenta, las condiciones antes comentadas.[1] En este trabajo no vamos a contar crónicas de cautivos canjeados por cristianos, que los había, sino de extremeños que fueron rescatados de sus presidios o mazmorras situadas en el norte de África, a cambio de una suculenta cantidad de dinero que tenían que depositar los padres redentores en manos de los propietarios de dichos confinados .

Las presas humanas capturadas en el mar, o bien los prisioneros hechos en los asaltos a las costas peninsulares, o los que caían vivos en los encuentros constantes con las guarniciones lusitanas, eran llevados a los mercados de Argel, Tetuán o Sale-Rabat en Marruecos; una vez allí, los esclavos españoles eran vendidos a algún personaje con capital, que podía retener la «mercancía» el tiempo preciso hasta que llegaran los redentores. Esos grandes capitales sólo los acumulaban quienes tenían el poder político o sus allegados, formándose así una burguesía enriquecida entorno al corso.

Lo dicho basta para comprender el interés que tiene para nosotros todo documento que trate de ese tráfico esclavista, donde los protagonistas fueron miles de españoles cazados por los turcos, moriscos, y otros corsarios europeos que ayudaban a los anteriores en su particular cruzada contra los cristianos católicos. Los cautivos capturados serán llevados hasta tierras sarracenas, y allí, en el espacio de Alá, serán vendidos como tales en los diferentes mercados del entorno musulmán. Sufrirán prisiones, padecimientos, crueldades, hambre, sed y frío, todo ello con objeto de conseguir buenas y enriquecedoras cantidades de dinero, o como en algunos casos sucediera, la apostasía de los cristianos.

El cautiverio para las diferentes órdenes encargadas de tan emblemática y evangelizadora misión, es el lugar de perdición del alma del cautivo, y como tal, la redención es la mejor fórmula y expresión para salvar de las garras del agareno al cristiano capturado. Por lo tanto, hay que redimirlos cuanto antes y asegurar su regreso a casa, reintegrándolos a la sociedad mediante ceremonias propagandísticas para que los cristianos se apiadasen de las lamentables condiciones del cautiverio y subvencionasen nuevos rescates.

Cuando un cristiano renegaba de su fe ante sus dueños, y se convertía a la religión de Mahoma, los poderes de la ciudad hacían un día de fiesta completo para integrar al apostata en su nueva comunidad ideológica. Desde ese mismo momento sus cadenas pasarían a la historia de su vida, y su nueva página a escribir sería, la de colaborar con las hordas sarracenas en la piratería contra sus nuevos enemigos, sus anteriores hermanos cristianos.


En ocasiones los renegados eran auténticos piratas que ejercían su actividad desde el otro lado del Mediterráneo, seducidos sobre todo, por algunos armadores y personalidades importantes de las ciudades berberiscas que buscaban marinos expertos para sus barcos, aunque generalmente, la apostasía, estaba vinculada al miedo o a una mejora en la situación del cautivo.

Fueron muchos los renegados o apostatas extremeños naturales de pueblos como Hornachos, Alburquerque, Valencia de Alcántara y otras localidades, que pusieron sus músculos y sapiencia al servicio del Islam, bien por su tradición morisca, o quizás también, por salvarse de los martirios que conllevaba el ser un cautivo en tierras de sarracenos. Ejemplos de esta realidad lo tenemos en un hombre natural de Valencia de Alcántara llamado Diego de Encinas, un testigo que fue cautivo en Marruecos cuenta de él lo siguiente en una visita que hizo el Inquisidor Miguel Jiménez Palomino por el distrito el año 1595.

“Diego de Encinas, natural de Valencia de Alcántara, fue testificado por un testigo varón, de que habiendo sido cautivado en una jornada del Rey D. Sebastián y llevándole a la ciudad de Marruecos, había renegado allí de su cristianismo y que él mismo se lo dijo al testigo. Que estaba muy contento y casado con una mora, vio que andaba en hábito de moro con turbante capellar y alfanje ceñido, y que parece que se llamaba de nombre moro Abdala.

Este mismo testigo depone contra otros renegados de los cuales no sabe el nombre, y que todos eran naturales de Valencia de Alcántara, que uno dijo ser hijo de Pedro Méndez, ermitaño, y que el testigo habló con él diciéndole: que había renegado y que era moro, y que por ser hombre pequeño se le llamaba Almanzor; le vio con ropa de moro, turbante capellar cerrado y alfanje. Otro de los renegados dice que es hijo de Gonzalo Hernández, y que a este no lo vio sino que lo escuchó decir a otra persona la cual no pudo ser examinada.

Asimismo, dice este testigo, que vio en Marruecos dos mozos naturales de Alburquerque, el uno con hábito de judío y el otro con hábito de moro, y que no les sabe los nombres ni los de sus padres, más de que se los enseñaron allí. También cuenta el testigo, que conoció en Marruecos a un moro que se llamaba Pedro el cual estaba tuerto de un ojo y que decía ser natural de las Brozas; iba vestido como los anteriores renegados con turbante capellar cerrado y alfanje como tal. Le dijo el dicho renegado, que era moro y que era mejor que ser cristiano, desconoce el testigo el nombre moro que tomó, declarando a una persona que lo podía conocer pero que no se pudo examinar”.[2]

Todos los renegados o apostatas del cristianismo, tendrían que desarrollar los diferentes ritos que les iniciaría en la ansiada y pedida conversión, la circuncisión, las prácticas oracionales del guadoc y la zala o la mítica y siempre celebrada fiesta del Ramadán. La circuncisión era el aspecto más temido del paso al Islam, el más problemático y a la vez el más abiertamente rechazado por los neófitos catecúmenos renegados del cristianismo, sobre todo por el dolor que conllevaba. También los musulmanes percibían la circuncisión como criterio de pertenencia a su comunidad, y presionaban a los habitualmente reacios renegados para llevarla a cabo. La forma en que se desarrollaba el tan temido rito de la circuncisión era de la siguiente manera.

“Los pasean los jenízaros o soldados de la guardia la mañana antes de la noche que se han de circuncindar, y van hasta cincuenta o sesenta o más jenízaros a pie con sus alfanjes desnudos en las manos y con la bandera de la cola de caballo delante, sonando unas gaitas que usan y dando a ratos alaridos y voces por fiesta y placer, y a estos tales el Rey los viste y les hace la costa de la comida, y luego los jenízaros, si él quiere, lo reciben por jenízaro y dan su paga de soldado, que son cuatro doblas cada mes”.[3]

Pero si hubo verdaderos corsarios que se dedicaron a la caza de españoles tanto en tierra como en la mar, fueron sin duda los moriscos de la villa de Hornachos. No voy a profundizar en este tema, sobre todo, porque las crónicas de esta realidad histórica la pueden conocer en mi libro <<Los Moriscos de Hornachos Crucificados y coronados de Espinas>>; extremeños que junto a moriscos de Llerena y de Andalucía, van a formar un verdadero y temido ejército de piratas cuya base central y naval la tendrán junto al estuario del  Bu regreg en Sale-Rabat.



Moriscos como Hamet Tagarino, Benito Carpintero ambos naturales de Hornachos, Blanco Volcacin morisco de Hornachos, el alcalde Baxel y Abrahen Cacin moriscos de Hornachos, Hamete Ceron, Alí Galán ambos adjetivados igualmente como moriscos de Hornachos y Amet Vargas.
Eran todos conocedores del idioma español y temidos junto a los moriscos andaluces, sobre todo, por conocer éstos últimos los rincones cercanos a la mar donde poder capturar cristianos en tierra firme española. Fueron miles los cautivos a manos de estos extremeños, españoles, portugueses, franceses, italianos y de otros países católicos, que sufrieron en sus carnes el escarnio cruento de estos lobos de mar. Piratas que estaban apoyados en todo momento por corsarios ingleses, holandeses y daneses, los cuales odiaban y tenían guerra abierta en la mar contra los barcos españoles que ponían rumbo hacia el Nuevo Mundo o a su regreso.

Centrémonos a partir de este momento, sobre todo, en conocer, quiénes fueron los extremeños capturados por los corsarios del norte de África en tierras de Argel y Marruecos. Uno de los primeros cautivados en altar mar fue D. Bartolomé Torres-Naharro, de este eclesiástico y poeta extremeño natural de La Torre de Miguel Sesmero se cuenta lo siguiente.

Torres Naharro (Bartolomé de).

“Nació este eclesiástico y poeta dramático español en el pueblo de la Torre, hoy conocido como Torre de Miguel Sesmero, correspondiente a la provincia de Badajoz en  Extremadura, cerca de la frontera de Portugal, unos dicen que a la mitad y otros que al fin del siglo XV, pues que ningún autor señala el año. El apellido de su familia por la parte paterna fue el de Naharro, común en Extremadura; pero él se añadió después el nombre de su patria natal. Nada nos dicen los autores acerca de su niñez ni de su juventud, y sólo se adelantan algunos autores a suponerle dotado de mucho entendimiento y de fecunda imaginación, otros cuentan, que adquirió una grande instrucción y que aficionado a las cosas de iglesia, abrazó el estado eclesiástico y fue ordenado de sacerdote.

En un viaje que emprendió por mar, ignorándose en qué ocasión y con qué motivo, si bien se sospecha que fuese a Italia, el buque en que iba naufragó en las costas de África y cayó prisionero de los argelinos. Después de una larga y penosa cautividad en la que tuvo diversas aventuras, fue rescatado sin que se sepa si por su familia o por los PP. Mercenarios o Trinitarios, que se ocupaban en la redención de cautivos cristianos. Ya libre de las cadenas de la esclavitud, emprendió su viaje para Roma siendo Papa el pontífice León X, que hay quien asegure que le tomó bajo su protección, y se sabe que por los años 1514 residía en la ciudad de los Césares protegido por el general Fabricio Colonna, que le nombró su capellán”.[4]

Nuestro siguiente protagonista es un hombre natural de Mérida, su rescate se produjo el 12 de julio de 1580 cuando ya llevaba de cautiverio tres años en Argel, y esto es lo que dice de él su expediente de redención de cautivos.



Pedro Rodríguez

“En este dicho día mes y año, en presencia de mí el presente notario y otros testigos de dicha redención, los dichos frailes redentores Fr. Juan Gil y Fr. Antón de la Bella, rescataron a Pedro Rodríguez natural de Mérida, hijo de Juan Rodríguez y Catalina López, de treinta años de edad y de buen cuerpo. Fue cazado en la galera del Santo Ángel mientras prestaba servicio en ella a su Majestad cuando venía de Palermo hasta Nápoles llevando en la galera al Duque de Terranova. La captura se produjo el 27 de abril del año 1577. Tenía el brazo derecho estropeado por haber recibido un arcabuzazo que le pasó el hombro. Costó cien escudos su rescate que son doscientas y cincuenta doblas en moneda de Argel; fue ayudado con la limosna que dio el Consejo de Órdenes por ser el rescatado del Maestrazgo de Santiago. Dicho cautivo estaba en posesión del rey de Argel Ramadán Baxa”.[5]

En esa misma galera del Santo Ángel también va a ser capturado un religioso extremeño natural de Garrobilla de Cáceres, del que se cuenta…

Fr. Diego López.

“En Argel, a primero de julio de este presente año, ante mí el presente escribano, los dichos padres redentores rescataron a Fray Diego López, fraile lego, profeso en la casa del Monasterio de la Santísima Trinidad de Ciudad Rodrígo de la Provincia de Castilla. Tiene de edad treinta y dos años, hijo de Diego López de Morales y de María López, vecinos y naturales de Algarrobilla de Cáceres en Extremadura, fue cautivo en la Galera del Santo Ángel cuando iba de Palermo a Nápoles en servicio de su Majestad a llevar al Príncipe de Terranova el mes de abril de 1577. Hombre mediano de cuerpo, rojo de barba y estropeado del brazo derecho, costó su rescate ciento y diez doblas, era su dueño Alí Aznaute, fue ayudado de la limosna general de la Orden”.[6]

En esa misma galera del Santo Ángel también se capturó a un hombre de Deleitosa llamado García de Cabañas.

García de Cabañas

“El día ocho del mes de julio del mismo año, ante mí el presente escribano, sus paternidades rescataron a García de Cabaña, natural de la villa de Deleitosa tierra de Trujillo, que estaba en poder de Cayto Reyepe renegado. Hombre de cincuenta años de edad, hijo de Alonso Rebollo y de Catalina Núñez, vecinos de dicha villa, que fue cautivo en la galera del Santo Ángel estando al servicio de su Majestad cuando venía de Palermo a Nápoles con el Príncipe de Terranova. Alto de cuerpo, entre cano, tiene un escopetazo al lado derecho de su cuerpo, y costó su rescate ciento cincuenta doblas, fue ayudado con la limosna general de la Orden”.[7]

Otro capturado fue Gaspar de Rivero, hombre natural de Valencia de Alcántara que fue cautivo en una fragata que salió de Málaga en práctica de corso, es decir, a la caza y captura de esclavos musulmanes. Al final los apresados serán estos piratas o traficantes españoles, que se verán sorprendido por los corsarios sarracenos y dirigidos hasta Argel como cautivos.

Gaspar de Rivero

“En la ciudad de Argel, a 16 de junio del mismo año, ante mí el presente escribano, los dichos padres redentores rescataron a Gaspar de Rivero, natural de la villa de Valencia de Alcántara, de veinte años de edad, el cual estaba en poder de Colaco Morato, turco. Hijo de Juan Rivero Saboyano y de María Vázquez, fue cautivo en las fragatas que salieron de Málaga en corso por el mes de mayo de 1576, siendo bajo de cuerpo, moreno de rostro, y presenta un golpe en su cara al lado izquierdo. Costó su rescate trescientas doblas monedas de Argel, tuvo de adjutorio mil reales que son en monedas de Argel ciento setenta doblas. Fue ayudado con la limosna general del obispo de Lugo con cuarenta ducados que son setenta doblas y con la limosna general de la Orden con sesenta y nueve doblas, que sumadas las ayudas nos da las trescientas doblas que costó su rescate y que paternidades lo firmaron de su nombre”.[8]


La inmensa mayoría de los rescatados extremeños estaban trabajando como soldados para su majestad en diferentes campos, algunos fueron cazados por los piratas en determinadas batallas en alta mar, otros en batallas en tierras de moros, o en determinados barcos que fueron abordados por los temerosos y preocupantes bucaneros que surcaban allende las aguas de la mar. En nuestro anterior apresado de Mérida, hemos podido observar, que en la galera conocida como la del Santo Ángel hubo lucha entre los filibusteros y los soldados que la defendían, sobre todo, porque nuestro protagonista fue herido por un arcabuz.

Pero si el emeritense Pedro Rodríguez fue marcado y capturado en alta mar, nuestro siguiente cautivo lo va a ser en tierra, luchando al lado de los portugueses contra los moros en la famosa batalla de Alcazarquivir. El 4 de agosto de 1578 tuvo finalmente lugar a orillas del río (wed) la batalla llamada de Alcazarquivir por los portugueses y de Wed al Makhazín por los marroquíes, denominada también Batalla de los Tres Reyes porque en ella murieron el rey de Portugal y los dos sultanes que disputaban el trono en Marruecos. Allí fue derrotado Sebastián, muriendo no sólo él, sino muchos de sus familiares, también falleció en ella el poeta extremeño natural de ¿Alcántara?   Francisco de Aldana también conocido como <<El Divino Capitán>>, así como muchos soldados portugueses y españoles, mientras que otros, fueron capturados por las tropas marroquíes como esclavos. Ese fue el caso de nuestro siguiente cautivo natural de Alburquerque, del mismo cuentan las crónicas redentoristas lo que sigue.

Pedro Hernández.

“Natural de la villa de Alburquerque, de treinta años de edad, hijo de Antonio Pérez y de Catalina Hernández, cautivo en la guerra de Portugal el 4 de agosto de 1578, alto de cuerpo, tiene una cuchillada en la sien del lado derecho y una pedrada en el carillo derecho. Costó su rescate doscientos y cuarenta doblas, siendo pagado su rescate por la limosna que dio el Consejo de la Orden el día 12 de julio de 1580. Estaba en poder del rey de Argel Ramadán Baxa”.[9]

En esa misma batalla también se capturó a otro extremeño natural de la villa de Llerena llamado Francisco Jiménez, su rescate será pagado por las aportaciones que la Orden de Santiago ha dado al Consejo de Ordenes; de este joven de 18 años escribe el escribano de la redención lo que sigue.

Francisco Jiménez

“En la ciudad de Argel, a treinta días del mes de junio de este presente año, ante mí el presente escribano, los dichos padres redentores rescataron a Francisco Jiménez, natural de la villa de Llerena, que estaba en poder de Amato a Raiz renegado que trabajaba para Solimán Castaño. Hijo de Fabián Jiménez y Leonor García, de dieciocho años de edad, cautivo en el campo del rey de Portugal el cuatro de agosto de 1578. Joven de buen cuerpo, con una señal al lado izquierdo de la ceja, y hombre de buen rostro. Costó su rescate ciento treinta escudos de oro, que son en doblas de Argel trescientas veinticinco, fue ayudado por el Consejo de Órdenes por ser del Maestrazgo de Santiago”.[10]
  
Todos estos cautivos salieron de Argel rumbo a Valencia, menos Torres Naharro por ser anterior su captura, donde llegaron el seis de julio de 1580 junto a los padres redentores Fr. Juan Gil y Fr. Antón de la Bella. Acostumbraban los cautivos que iban a Valencia rescatados por la Trinidad, salir del Monasterio de Nuestra Señora del Remedio (perteneciente a la Orden extramuros de la urbe) con los religiosos de él acompañados con las cruces, clérigos y frailes de las Ordenes de la misma ciudad, menos los mercedarios. El desfile se hacía con mucha devoción, música de ministriles y gran contento y alegría del vecindario. Llegaban a la Seu y en ella eran recibidos por las dignidades de la iglesia, canónigos, racioneros y capellanes. Se cantaba un Te Deum en acción de gracias y se celebraba una procesión dentro del templo, se oían misa y sermón en la capilla mayor y con el mismo orden y procesión, regresaban al referido monasterio, donde le daban de comer a los que lo pedían.[11]  Enseguida se imprimía la relación de cautivos rescatados, así como las patentes que se entregaban a cada uno en particular y que les servían de salvoconducto. Distribuidas las limosnas recogidas en la procesión, se les daba licencia para ir a sus casas.[12] Esta redención de cautivos se fraguó durante 1579 a 1580 rescatándose un total de 108 personas por éstos dos padres trinitarios. [13]



Todos estos liberados, compartieron espacio y tiempo en los famosos baños de Argel con D. Miguel de Cervantes, quién en esos mismos momentos se encontraba apresado en dicho territorio. Junto al insigne y célebre escritor español, también estuvieron dos extremeños más que van a ser rescatados en el año 1582, tiempo en que se va a desarrollar una nueva redención de cautivos en Argel. Los encargados de ejecutarla y prepararla, serán los mismos padres redentores que la anterior, Fr. Juan Gil y Fr. Antón de la Bella. En la misma va a ser redimido y liberado de los grilletes sarracenos, un extremeño natural de Alcántara.

Ginés de Salazar

“En este día, mes y año presente, ante mí el escribano, rescataron los padres Fr. Pedro Gil y Fr. Antón de la Bella, a Gines de Salazar vecino de Alcántara cuyo rescate costó previo doscientas doblas. Dicho montante lo recibieron sus paternidades de Juan de Salazar, hermano del rescatado que se encontraba cautivo en Argel en poder de Arnonami”.[14]

En esa misma manumisión, también se rescató de las fauces de los traficantes de Argel, a un hombre natural de Jerez de los Caballeros que llevaba capturado en poder de los musulmanes casi 30 años. Terrible sin duda la realidad que le tocó vivir a este extremeño, en su mente estaría la incertidumbre de si en España alguien apostaría por su liberación. La misma le llegó cuando ya tenía 60 años; pudo haberse convertido al Islam y haber abrazado una vida más placentera, jovial y deleitosa, aunque no lo decidió así; quizás su fe en el Crucificado y en la redención le llevó a soportar todos esos años de trabajos forzosos y mazmorras. Sus documentos cuentan el momento de su libertad a manos de los padres trinitarios, aunque los mismos, como en el resto de redimidos, no nos trasmitan el entusiasmo, ni la esperanza manifiesta que todos ellos llevaron en sus particulares conciencias fomentada y patrocinada en nombre de la fe cristiana. 

 Gabriel

“En la ciudad de Argel el día diez de dicho mes y año, ante mí el escribano de esta redención, los dichos padres rescataron a Gabriel, hijo de Álvaro Gacan Y de Isabel Domínguez, vecino de la ciudad de Jerez de los Caballeros, de sesenta años de edad, de mediana estatura y tiene cortado el pico de las narices. Fue cautivo en la pérdida del Conde San Martín el 26 de agosto de mil quinientos cincuenta y ocho, estaba en poder de…costó su rescate cuarenta mil maravedíes, fue rescatado por la limosna general”.[15]

También se liberó a un señor de 70 años natural de Fuente del Maestre, que había participado en la batalla de Alcazarquivir o contienda de los tres reyes, que ya dimos a conocer. Del mismo se dice lo siguiente.

Juan de Torres

“En la ciudad de Argel, el día diez de dicho mes y año, ante mí el escribano de esta redención, los dichos padres rescataron a Juan de Torres hijo de Jun de Torres y de Ana Díaz, natural del Fuente del Maestre del Maestrazgo de Santiago y de setenta años de edad. Alto de cuerpo, moreno de rostro y bien barbado: fue cautivo en la pérdida del campo de Portugal el día cuatro de agosto de 1577. Estaba en poder del Caxel, costó su rescate trescientas y setenta y cinco doblas, que valen treinta y cinco mil y setecientos y diecinueve maravedíes. Tuvo de adjutorio cuarenta doblas que su familia dio para ayuda de su rescate y el resto lo puso el Consejo de Órdenes”.[16]

Todos estos cautivos extremeños conocieron en su entorno a otro cautivo cuya liberación se llevó a cabo el 19 de enero de 1592, estamos hablando de un hombre natural de Montemolín, llamado Juan Blanco de Paz. Fue un religioso dominico español, del Siglo de Oro, conocido por haber sido cautivo en Argel, de 1577 a 1592 y haber conocido a Cervantes allí durante su cautiverio. Era descendiente de conversos y había profesado en San Esteban de Salamanca; obtuvo una comisaría de la Inquisición en Llerena en 1576. Regresando de Roma, el 7 de agosto de 1577 fue capturado por los piratas berberiscos y llevado a Argel. Allí conoció a Cervantes, con quien mantuvo pésimas relaciones, llegando a delatar el cuarto intento de fuga del escritor, siendo recompensando por ello con un escudo de oro y una jarra de manteca. En la Información que Cervantes realizó en 1580, al final de su prisión en Argel se registraron diversos testimonios que reflejan la inquina de Blanco contra Cervantes. Al parecer, Blanco difamó con dureza a Cervantes, lo que le ha permitido gozar, paradójicamente, de la atención de la crítica y la historiografía cervantina.

Juan Blanco de Paz fue rescatado el 19 de enero de 1592 por mil escudos de oro; tras pasar por Roma dejando deudas, volvió a España logrando una prebenda en la Colegial de Baza, de la que pronto se ausentó. En 1593, presentó un memorial a las Cortes de Castilla sobre "los muchos excesos de las personas que van a Berbería a rescatar cautivos y lo que importa remediarlo". A fines de 1594, la plaza de Baza fue considerada vacante y su titular Juan Blanco, considerado en paradero desconocido. No existen referencias posteriores sobre su vida.[17]

Juan Blanco

“En la ciudad de Argel, el día diecinueve del mismo mes y año, ante mí el escribano de esta redención, los dichos padres redentores rescataron a Juan Blanco de Páez, hijo de Juan Blanco y de Juana Gómez vecinos de la villa de Montemolín en el Maestrazgo de Santiago. Tiene cincuenta y cuatro años de edad y le faltan todos los dientes de arriba; fue cautivo en una nave gruesa viniendo de Roma para España el día siete de agosto de mil quinientos setenta y siete. Estaba en poder de Rambaja capitán de la mar, costó su rescate, mil escudos de oro que son cuatrocientos maravedíes de España.  Fue rescatado por la limosna General de la Orden”.[18]

Según algunos documentos cervantinos, Juan Blanco de Paez, en todo el tiempo que estuvo cautivo en Argel, siempre ha sido hombre revoltoso, enemistado con todos, que nunca dijo misa en todo este tiempo, ni le han visto rezar horas canónicas, ni confesar, ni visitar o consolar enfermos cristianos, como lo acostumbran a hacer otros sacerdotes: antes, siendo reprendido del mal ejemplo que daba por dos religiosos en el baño del rey donde el susodicho habitaba, a uno de ellos le dio un bofetón y al otro varias patadas, por lo que se creó, un gran escándalo, estando en todo momento en mala reputación ante los cristianos.[19] 
Mal ejemplo el dado por este converso extremeño de Montemolin denunciando a Miguel de Cervantes ante el Rey de Argel y aun número importante de españoles, que junto al escritor pretendían fugarse de los baños de Argel.




Dejamos atrás a este primer grupo de redimidos extremeños en Argel, y nos vamos a la búsqueda de nuevos cautivos rescatados en Marruecos. Para encontrarnos nuevos nacidos en Extremadura, nos tenemos que ir hasta la redención de cautivos que se llevó a cabo en el año 1617 en Tetuán. El corso, más que ninguna, fue la actividad que proporcionó un modus vivendi peculiar a aquellas comunidades que, erigiéndose en ciudades autónomas sobresalieron en el Norte y Sur del país. Nuestro primer cautivo encontrado y rescatado en tierras de Marruecos es Sebastián Flores, su rescate lo dirigieron los padres redentores Fr. Andrés de Mancera y Fr. Pedro del Castillo con el escribano de su Majestad Juan Agriano en el año 1617.

Sebastián Flores Vino Valdez

 “Natural de la villa de Cáceres, de edad de cuarenta y siete años, pocas barbas, con una señal de herida en la frente al lado derecho, hijo de Sebastián Flores y María Sánchez. Le cautivaron en la compañía de Juan Bautista Jaques por agosto de mil seiscientos diecisiete, fue esclavo en Argel del turco Ali Hamer, costó su recate mil novecientos reales. Se le ayudó con novecientos y cincuenta reales del Consejo de órdenes, y con otro tanto de la obra pía del Comendador de Santos Ibáñez y Comendador de Alcántara, pagando los padres redentores en mi presencia el total de lo acordado”.[20]

En esa misma redención también se liberó a Alonso Sánchez, natural de la villa de Cadalso, de él y su rescate cuenta lo siguiente el escribano de la redención.

Alonso Sánchez

“Natural de la villa de Cadalso de la Orden de Alcántara, hijo de Juan Sánchez Chicote y de María Hernández, vecinos de dicha villa: fue cautivado a principio de este año cuando iba desde Málaga como soldado al presidio del Peñón en una Polacra cargada de bizcocho y aceite para dicho presidio. Fue esclavo del turco Catali, costó su rescate mil quinientos cincuentas reales que se pagaron de la obra pía del Consejo de Ordenes”.[21]

Nuestro siguiente redimido es un joven soldado extremeño natural de Jerez de los Caballeros, que será rescatado en 1621 por las pesquisas realizadas por los padres trinitarios Fr. Manuel Agudo de la Rosa y Fr. Diego de Ortigosa.

Antonio González.

“En el dicho día, mes y año, se liberó del poder de Hamete Paje, moro de Tetuán, a Antonio González natural de Jerez de los Caballeros, hijo de Pablo Pérez y María González. Mozo que es buena persona, de edad de veintidós años, el mismo tiene el brazo izquierdo desconcertado por encontrarse peleando con los moros en la perdida de los demás soldados de Melilla. Estuvo cautivo año y medio y costó su rescate mil novecientos reales, los cuales se pagaron de la limosna del Rey nuestro señor”.[22]


 En el año 1632 se va a efectuar una nueva redención de cautivos en Sale-Rabat, tierra de moriscos extremeños provenientes de Hornachos y Llerena. En dicha liberación de esclavos, se va a redimir a un señor de 50 años natural de la villa de las Brozas que fue capturado cerca de la barra de la Mamora en una pelea con los corsarios de Sale. La Mámora es el nombre que se le dio en España durante el siglo XVII a la actual ciudad marroquí de Mehdía. Se encuentra situada en el norte de Marruecos, en la desembocadura del río Sebú. Estuvo bajo dominio español entre 1614 y 1681, hasta que fue conquistada por el sultán Muley Ismaíl. A finales del siglo XVI el emplazamiento se convirtió en reducto de piratas bajo el mando del inglés Mainwaring que actuaron en esa región del Atlántico. La situación sólo pudo ser controlada cuando, tras la conquista española de Larache al norte en 1610, estos ocuparon La Mamora en agosto de 1614, siendo rebautizada como San Miguel de Ultramar. Fueron muchos los asedios que sufrió dicho espacio a manos de piratas contrarios a los ocupantes españoles y, en uno de esos ataques fue donde se capturó a nuestro siguiente protagonista, quién fue liberado por los padres trinitarios descalzaos Fr. Sebastián de la Madre de Dios y Fr. Gaspar de los Reyes.

 Gaspar Antúnez

Se rescató a Gaspar Antúnez, natural de las Brozas en Cáceres, de 50 años de edad, que habrá cinco que fue cautivo en las galeras de su Majestad que se perdieron en la barra de la Mamora llevando dicho tiempo cautivo en la Alcazaba de Sale en poder de Alí Mellado. Con dicho Mellado el padre redentor concertó su rescate en mil doscientos ochentas reales; la tercera parte de ellos en reales de plata y las otras dos partes en mercaderías de bonetes, paños belartes, palmillas y cochinilla pagado en Larache”.[23]

El 30 de abril de 1681, la débil guarnición de 160 hombres que se encontraba en La Mamora, hubo de rendirse ante las tropas de Mulay Ismaíl, el segundo rey de la dinastía alauita, que renombró la población como Mehdía. Con la toma del fuerte los conquistadores de Marruecos se hicieron con la imagen de un  Cristo crucificado, al que a posteriori dejará de ser un crucificado para convertirse en un cautivo, hablamos del Señor de Madrid, el Cristo de Medinaceli que se veneraba en dicho espacio, escultura que sería más tarde rescatada por los Padres Trinitarios y llevada a Madrid.

Alí Mellado, ese era el nombre del dueño de nuestro anterior cautivo de las Brozas, apellido totalmente español que nos está poniendo en evidencia el cariz morisco o renegado de dicho personaje. Nuestro siguiente redimido va a estar en propiedad de un morisco de Hornachos llamado Alí Tagarino, de él se cuenta lo siguiente en su expediente de redención.

Alonso Benítez

“Los padres redentores Fr. José de Toledo y Fr. Sebastián de Mirabel recataron en la redención de 1640, a Alonso Benítez vecino de Coria, de treinta años de edad, manco del brazo Izquierdo, fue cautivado en la Plaza de Nuestra Señora de Regla por moros de Argel, estuvo cautivo seis años en poder de Alí Tagarino morisco de Hornachos. Costó su rescate 1700 reales”.[24]

Nuestro siguiente liberado lo fue el día 2 de diciembre de 1646, es natural de Zafra y de él se cuenta lo que sigue.

 Juan Gutiérrez

“En la dicha ciudad de Tetuán, a 2 de diciembre de 1646, los padres redentores Fr. Manuel Galindo, Fr. Diego Payero y Fr. José Enrique, rescataron de poder de Amete Cabrera, a Juan Gutiérrez, natural de Zafra en Extremadura, hijo de Alonso Pérez y de Isabel Gutiérrez, vecinos todos de Zafra.  De edad de treinta años, barbinegro, moreno de rostro, con una señal de herida en el carrillo izquierdo y un flechazo en la mano; fue cautivo estando en la armada hace tres años en u navío que se perdió junto a Tánger cuando prestaba servicio a su Majestad. Costó su rescate dos mil reales, la limosna fue dada por su majestad”.[25]

En esa misma redención también se rescató a un joven de Telena en Badajoz, cuando trabajaba como soldado al servicio de su Majestad en un navío de la armada real.

Antonio Hernández

“En Tetuán a cinco de diciembre de 1646, los padres redentores rescataron de Aci Mamet Garbancero vecino de Tetuán, a Antonio Hernández, natural de Telena, aldea de Badajoz; hijo de Manuel Rodríguez y Mari González vecinos de la dicha aldea, de veinticuatro años de edad. Mozo de mediana estatura, flaco de rostro, barba extraña y muy poca, fue cautivo en el navío de la armada real que se perdió en la costa entre Tánger y Ceuta cuando estaba en servicio de su Majestad. Costó su rescate dos mil reales de plata, la limosna fue dada por el obispo de Sigüenza”.[26]

 Otro joven rescatado en esa misma redención fue un vecino natural de Fregenal de la Sierra.

 Alonso Marín


“En la ciudad de Tetuán, a catorce días del mes de diciembre de 1646, los padres redentores rescataron del poder del Gobernador de Tetuán, a Alonso Marín, vecino de Fregenal de la Sierra en Extremadura. Tiene de edad veintiocho años, hijo de Alonso Marín y Catalina Sánchez, naturales de Fregenal, lleva cautivo año y medio y su captura se produjo cerca de Larache estando de guarnición en un barco que iba de camino hacia dicha ciudad. Estaba como soldado al servicio de su Majestad en el presidio de Larache hacia cuatro años y medio, era de buena estatura, de color moreno, y de barba negra, costó su rescate dos mil reales de plata doble. La limosna la puso el Conde de Oñate por la memoria que fundó D. Juan de Tarsis primer Conde de Villamediana”.[27]

En el año 1654 se va a desarrollar una nueva liberación de esclavos españoles en Tetuán, en dicha redención va a salir un joven natural de Trujillo, su nombre.



Juan González

“Natural de Trujillo en Extremadura, soldado de Melilla, de treinta y tres años, fue cautivo en el campo de Melilla y se rescató de Ali Cabrera, costó su rescate dos mil y doscientos reales de plata en dicha moneda y cochinilla, se pagó su rescate de la limosna de la cruzada. Fueron Fr. Miguel de la Virgen y Fr. Antonio del Espíritu Santo los padres redentores que ejecutaron su liberación”.[28]

También salió redimido junto al joven de Trujillo otro extremeño natural de Monasterio, el escribano de la redención cuenta de él en su expediente de redención lo siguiente.

Juan de Ortega

Natural de la villa de Monasterio en Extremadura, de treinta y tres años de edad y once de cautiverio, fue cautivo estando sirviendo a su Majestad junto a Tánger, fue rescatado de Mohamet Farali, costó su rescate dos mil cuatrocientos reales de plata en dicha moneda y cochinilla, se pagó con limosna de la cruzada.[29]

Nuestro siguiente redimido es un Jove de 22 años natural de Cáceres, de él se cuenta lo siguiente.

Juan Rodríguez

“Natural de la ciudad de Cáceres en Extremadura, de veintidós años de edad y dos y medio de cautiverio, hijo de Juan Rodríguez y María Sancho, fue cautivo en el estrecho de Gibraltar, estaba como esclavo de Mustafa, tesorero de la casa del rey de Argel, costó su rescate doscientos y cuarenta pesos aplicados a la memoria del Maestre de Campo Fernando Verrio”.[30]

Como hemos venido observando hasta ahora, las limosnas para rescatar cautivos procedían de las diferentes Ordenes Militares en algunos casos, otras de familiares o conocidos, de los propios padres trinitarios que aportaban lo que hubiesen recaudado para tal fin, obispos, limosna de la cruzada y la aportada en muchos casos por su Majestad para redimir sobre todo a soldados que estaban a su servicio. Efectuar una redención nunca fue tarea fácil. Al esfuerzo físico y económico se unían los peligros de todo tipo que corrían los redentores en tan largo viaje, desde las tierras castellanas o aragonesas hasta las costas norteafricanas.[31]

Pronto los padres redentores idearon otros y variados medios para recoger y encauzar las limosnas que se entregaban en metálico y en especie. Uno fue la colocación de alcancías, cepos y sacos en iglesias, cruces de caminos, lonjas, molinos y hornos situados en lugares estratégicos de las ciudades, villas y pueblos, ampliando así su ámbito de recolección al igual que la orden Trinitaria; otro, el esfuerzo de los seglares que, de forma voluntaria o contratados, prestaban servicio a la orden con el nombre de cuestores. También ayudaban los seglares, mayormente los cofrades de las esclavitudes o hermandades mercedarias que, fundadas en cada convento, mantenían en sus reglas como imprescindible objetivo dar y pedir limosnas para la labor liberadora. Otro medio fue el fondo de redención que creó la Orden, con cantidades que provenían de fuentes estables y permanentes: los legados testamentarios, las responsiones y los propios bienes de la Orden que podían empeñarse, o venderse para llevar a cabo su principal misión. El último medio era que los cautivos redimidos acompañaran un breve tiempo a los redentores -menos de dos meses- para explicar ellos mismos sus circunstancias y sufrimientos, con objeto de ayudar a las colectas de limosnas para la redención anual moviendo las conciencias de las persona[32].



Pero amén de esta realidad documentada, también existió una forma menos conocida de sacar dinero para tal fin. Los encargados de desarrollar esta actividad iban a ser los Tribunales de la Inquisición en complicidad con la monarquía, sobre todo a personas judaizantes que habían sido reconciliadas por el Santo Oficio, se les iban a conmutar sus penas de llevar sambenito y tiempo de cárcel estipulado en su condena, a cambio de que pagasen una fuerte cantidad de dinero que iría destinado como limosna para la redención de cautivos. Ejemplos los siguientes.

“En la villa de Llerena a seis días del mes de septiembre de 1578, el señor Juan de Arjiniega, contador por su majestad en las Inquisiciones de la ciudad de Sevilla y Llerena, tomó cuenta de lo recaudado de la conmutación de hábitos de penitencias en la Inquisición de Llerena desde la cuenta pasada de 1576 hasta hoy día, el cual dicho cargo y descargo se hace de la manera siguiente”.[33]

Mayor Álvarez

“Mujer de Francisco López, zapatero, vecina de Badajoz, por otra provisión del dicho señor Inquisidor General de la misma data, conmutaron los dichos Inquisidores el hábito y carcelería de la suso dicha. Se le pusieron algunas penitencias espirituales y 33 ducados en dineros aplicados al dicho Antonio Pérez para ayuda del rescate de Isabel Gómez su mujer, los cuales recibió el dicho Gonzalo del Toro de la dicha Leonor Álvarez para el efecto tomado”.[34]

Nuestra siguiente conmutación de pena también se va a llevar a efecto con otra vecina de Badajoz, su nombre.

Leonor Álvarez.

“Mujer de Alonso Hernández, zapatero, vecina de Badajoz, reconciliada por una provisión del Ilustrísimo señor el Cardenal D. Diego de Espinosa, Inquisidor General, dada en Madrid el 5 de marzo de 1577. Los inquisidores de este distrito conmutaron el hábito de penitencia y carcelería a la dicha Leonor Álvarez por ciertas penitencias espirituales y en 35 ducados en dinero que serán aplicados para el dicho Antonio Pérez vecino de Orán, para ayuda al rescate de su hijo Alonso Pérez cautivo en tierras de moros. Lo recibió el dicho Gonzalo del Toro receptor para este efecto”.[35]

 Otro ejemplo más lo tenemos en una vecina de Valverde de Leganés, su nombre.

Catalina Álvarez

“Mujer del bachiller Morales, vecina de Valverde de Badajoz, (hoy Valverde de Leganes), reconciliada, por otra provisión del icho señor inquisidor general dada en Madrid el 9 de junio de 1577. Los dichos inquisidores conmutaron el hábito de penitencia y cárcel a la dicha Catalina Álvarez en ciertas penitencias espirituales y en 35 ducados en dinero aplicado a Juan de Echevarría vecino de Granada, para ayuda del rescate de su hijo cautivo en tierras de moros”.[36]

Lo mismo le sucedió tras su aportación económica a nuestra siguiente mujer despenalizada, también vecina de Badajoz, su nombre.

Guiomar Rodríguez.

 “Mujer de Alvar Núñez, sedero, vecina de Badajoz, reconciliada, pagó el 26 de mayo de 1577, 30 ducados en dineros aplicados para María de Arieta, vecina de Zumaya provincia de Guipúzcoa, para ayuda del rescate de Santiago de Narváez su marido, cautivo en tierras de moros”.[37]

Otro ejemplo más lo tenemos en otra vecina de Badajoz, su nombre.

Mayor Rodríguez.

“Mujer de Diego de Badajoz y vecina de la misma ciudad, reconciliada, pagó el 18 de junio de 1578 a los dichos inquisidores por conmutación de su hábito y cárcel, 25 ducados para ayuda del rescate de Juan Pedro de Palma, hijo de Juan de Palma vecino de Orán, cautivo en tierras de moros”.[38]


Estas memorias de redenciones son tan solo una pequeña muestra, pues las redenciones de cautivos fueron numerosas y no sólo por parte de las órdenes mercedaria y trinitarias, sino también de los franciscanos en Tierra Santa. Todos los cautivos redimidos acudían hasta su imagen más venerada a dar gracias por “el milagro” acontecido, aunque una de las figuras más adorada y hasta donde más se acercaban los cautivos para dar las gracias por dichos sucesos, era hasta el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. A mediados del siglo XV, siendo prior Fr. Gonzalo de Madrid, la comunidad acordó enajenar las lámparas de plata del trono de la imagen de la Virgen y destinar el producto de dicha venta a redimir a los cristianos que habían sido capturados por los moros en Cieza.
El monasterio llegó a organizar y financiar una expedición, en 1519-1520, en la que, pese al infortunio y a la inexperiencia de los religiosos guadalupenses en este ámbito, se rescataron 125 cristianos en territorio marroquí. La redención de cautivos fue, probablemente, la "más original especialidad milagrosa" de la Virgen de las Villuercas. Los numerosos liberados de los presidios de "infieles" que peregrinaron a Guadalupe, constituyeron uno de los más eficaces grupos propagandistas del santuario en los siglos XV y XVI. El propio Cervantes, que había estado en presidio de infieles, calificó a la Virgen de Guadalupe de "libertadora de cautivos, lima de sus hierros y alivio de sus prisioneros". En su obra póstuma, Los Trabajos de Persiles y Segismunda, narró su romería al santuario de las Villuercas. A comienzos del siglo XVII, la redención de cautivos en territorio "infiel" seguía asociándose en Castilla a la intercesión de la Virgen de Guadalupe.
Los monjes no tardaron en darse cuenta de la utilidad de preservar y potenciar las "especialidades milagrosas" del santuario: la liberación de cautivos y los salvamentos en el mar.

Dichos acontecimientos constituían un tema hacia el que las sociedades peninsulares de los siglos XV y XVI estaban especialmente sensibilizadas. Por tanto, todo lo que se hiciese para redimir prisioneros en territorio de "infieles" tendría una honda repercusión y sería muy apreciado por amplios sectores de la población. Además, la publicidad que hacían del santuario los peregrinos ex-cautivos, quienes solían llevar sus "hierros" al templo guadalupense, era extraordinariamente eficaz. Por su parte, los hombres de la mar, debido a sus contactos con personas de muy diversa procedencia geográfica, también contribuyeron de manera importante a extender el culto a la Virgen de Guadalupe. En suma, el tipo de "especialidades milagrosas" del santuario, a cuya cristalización no fueron ajenos los jerónimos, facilitó la difusión del culto a la Virgen de Guadalupe. Vamos a transcribir algunas de las súplicas fervientes elevadas por los cautivos a la Virgen de Guadalupe desde la oscuridad de sus mazmorras; de ellas hemos de sacar importantes conclusiones de carácter histórico-religioso.

En 1412, dieciocho cautivos españoles que se hallaban cerca de Málaga (alguno hacía más de cuarenta años) dirigían a la Virgen de Guadalupe esta plegaria:  ¡Señora Virgen, Madre de Dios nuestro Señor! Plega agora a la tu santidad de sacar a nosotros de tanta mezquindad como aquí padecemos. Lo cual si lo haces, nosotros te prometemos de ir luego a verte en tu santa Casa de Guadalupe y de servir en la obra de tu iglesia.[39]
Como ya hemos apuntado anteriormente en la oración, los cautivos solían traer los grillos y cadenas que habían llevado durante su cautiverio, que hasta el siglo XVIII, en que desaparecieron dichos exvotos, llenaban por completo las paredes del interior y fachada del templo.[40] Finalmente, hemos de fijarnos en una circunstancia muy apreciable que hasta el presente pasó poco menos que inadvertida. Entre las promesas de los cautivos, era muy común la de trabajar durante un tiempo determinado en la obra de la iglesia y Monasterio de Guadalupe, según ha podido verse en los cautivos que hemos mencionado más arriba y de muchísimos otros que podríamos citar. Que estos trabajadores eran en su mayoría cautivos libertados por la Virgen, se desprende de la simple lectura de los antiguos libros de los milagros de Nuestra Señora de Guadalupe, conservados en el Archivo del Monasterio.
El patricio de Nurembger, Gabriel de Tetzal, que visitaba el monasterio por los años 1466-1469, dice en la relación de su viaje: <<El claustro del monasterio es singularmente suntuoso y bien construido con magníficas galerías y fuentes, y todavía se prosigue allí trabajando. Cuando nosotros estuvimos había como seiscientos trabajadores, peregrinos en su mayor parte, que continuarán en él hasta que se acabe la obra; se les da bien de comer y de beber.[41] Salta a la vista el valor excepcional de este hecho histórico, que convierte a Guadalupe en Santuario levantado por las manos de los cautivos para depositar en él los instrumentos de sus martirios y el agradecimiento de sus almas hacia su Madre y Libertadora..

Saquen sus propias conclusiones.
















[1] AHN. Códices. Legajo 153. Varios Impresos y Manuscritos Sobre la Redención de Cautivos.
[2] AHN. Sección Inquisición. Legajo 1988. n 46.
[3] La Representación de las Relaciones Hispano-Musulmanas en tres Obras del Siglo XVII. Tipografía e Historia General de Argel, Cautiverio y Trabajos de Diego Galán e Historia de Mindanao y Joló. Ana María Rodríguez Rodríguez. Pág. 45.
[4] Biografía Eclesiástica Completa. Vida de los personajes…., Volumen 29. Pág. 270
[5] AHN. Códices. Legajo 120. Libro de la redención de cautivos de Argel. Año 1579-1580.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] Ibíd.
[9] Ibíd.
[10] Ibíd.
[11] Ibíd.
[12] Ibíd.
[13] Ibíd.
[14] AHN. Códices. Legajo 118. Libro de la redención de cautivos de Argel. Año 1579-1582
[15] AHN. Códices. Legajo 121. Libro de la redención de cautivos de Argel. Año 1591-1595
[16] Ibíd.
[17] Alvar Ezquerra, Alfredo, artículo Blanco de Paz, Juan, en Gran Enciclopedia Cervantina, Centro de Estudios Cervantinos, Editorial Castalia, Madrid, 2006, volumen II, páginas 1363-1365
[18] Ibíd.
[19] Francisco Rodríguez Marín. El Doctor Juan Blanco de Paz. Conferencia…Madrid 1916. Pág. 12-16.
[20] AHN. Códices. Legajo 125. Libro de la Redención de Cautivos de Tetuán, Fez, y Marruecos.
[21] Ibíd.
[22] AHN, Códices. Legajo 126. Redención de Cautivos en Tetuán año 1621.
[23] AHN. Códices. Legajo 128. redención de cautivos en Sale año 1632.
[24] BN. Mss. 3634. Redención de Cautivos año 1640-1645
[25] AHN. Códices. Legajo 134. redención de cautivos en Tetuán año 1646.
[26] Ibíd.
[27] Ibíd.
[28] AHN. Códices. Legajo. 137. Redención de Cautivos Tetuán año 1654.   
[29] Ibíd.
[30] AHN. Códices. Legajo 145. Redención de Cautivos de Argel año 1679.
[31] AHN. Códices. Legajo 153. Varios Impresos y Manuscritos Sobre la Redención ce Cautivos.
[32] Ibíd.
[33] AHN. Sección Inquisición. Legajo 4573, caja 1
[34] Ibíd.
[35] Ibíd.
[36] Ibíd.
[37] Ibíd.
[38] Ibíd.
[39] Grandezas de Guadalupe. Carlos G. Villacampa. Editorial Maxtor. Pág. 297
[40] Ibíd.
[41] Ibíd.










[1] AHN. Códices. Legajo 153. Varios Impresos y Manuscritos Sobre la Redención de Cautivos.
[2] AHN. Sección Inquisición. Legajo 1988. n 46.
[3] La Representación de las Relaciones Hispano-Musulmanas en tres Obras del Siglo XVII. Tipografía e Historia General de Argel, Cautiverio y Trabajos de Diego Galán e Historia de Mindanao y Joló. Ana María Rodríguez Rodríguez. Pág. 45.
[4] Biografía Eclesiástica Completa. Vida de los personajes…., Volumen 29. Pág. 270
[5] AHN. Códices. Legajo 120. Libro de la redención de cautivos de Argel. Año 1579-1580.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] Ibíd.
[9] Ibíd.
[10] Ibíd.
[11] Ibíd.
[12] Ibíd.
[13] Ibíd.
[14] AHN. Códices. Legajo 118. Libro de la redención de cautivos de Argel. Año 1579-1582
[15] AHN. Códices. Legajo 121. Libro de la redención de cautivos de Argel. Año 1591-1595
[16] Ibíd.
[17] Alvar Ezquerra, Alfredo, artículo Blanco de Paz, Juan, en Gran Enciclopedia Cervantina, Centro de Estudios Cervantinos, Editorial Castalia, Madrid, 2006, volumen II, páginas 1363-1365
[18] Ibíd.
[19] Francisco Rodríguez Marín. El Doctor Juan Blanco de Paz. Conferencia…Madrid 1916. Pág. 12-16.
[20] AHN. Códices. Legajo 125. Libro de la Redención de Cautivos de Tetuán, Fez, y Marruecos.
[21] Ibíd.
[22] AHN, Códices. Legajo 126. Redención de Cautivos en Tetuán año 1621.
[23] AHN. Códices. Legajo 128. redención de cautivos en Sale año 1632.
[24] BN. Mss. 3634. Redención de Cautivos año 1640-1645
[25] AHN. Códices. Legajo 134. redención de cautivos en Tetuán año 1646.
[26] Ibíd.
[27] Ibíd.
[28] AHN. Códices. Legajo. 137. Redención de Cautivos Tetuán año 1654.   
[29] Ibíd.
[30] AHN. Códices. Legajo 145. Redención de Cautivos de Argel año 1679.
[31] AHN. Códices. Legajo 153. Varios Impresos y Manuscritos Sobre la Redención ce Cautivos.
[32] Ibíd.
[33] AHN. Sección Inquisición. Legajo 4573, caja 1
[34] Ibíd.
[35] Ibíd.
[36] Ibíd.
[37] Ibíd.
[38] Ibíd.
[39] Grandezas de Guadalupe. Carlos G. Villacampa. Editorial Maxtor. Pág. 297
[40] Ibíd.
[41] Ibíd.