Amador Merino Malaguilla- El Obispo Hereje
Otro ejemplo de posesión diabólica
lo tenemos en un beaterio de carmelitas de Zafra, allí el anticristo va a tener
su particular nido de seguidoras, y por tal motivo, algunas de ellas van a
tener que ser exorcizadas. Ante esa realidad se va abrir una sumaria en el
Santo Oficio de la Inquisición de Llerena contra el Señor Obispo de Badajoz D.
Amador Merino Malaguilla. Dicho expediente viene ligado a una causa seguida en
aquel tribunal contra D. Francisco Pacheco, presbítero, confesor y capellán que
fue del Beaterio de Carmelitas de la villa de Zafra y contra la beata Francisca
Gabriela de Santa Teresa, hermana del referido Beaterio. En este caso, como
observaremos en los documentos, el anticristo no solo viste su atuendo natural
de macho cabrio, sino que también lo podemos ver vestido de purpurado
Francisca Gabriela de Santa Teresa, la Monja Exorcizada
“La Ilustrísima Juana de la Cruz, prelada en dicho convento de 36 años,
el 13 de mayo de 1739 ante el comisario D. Clemente Castro delató a los dichos
D. Francisco Pacheco y excelentísima Francisca Gabriela de Santa Teresa sobre
varias revelaciones de la dicha Francisca Gabriela, las cuales aplaudía Pacheco
y que dichas revelaciones servían de inquietud y perjuicio a toda la comunidad.
Que en dicha ocasión, la prelada le pregunto a Pacheco, ¿que si las
cosas que le ocurrían a la reo serían caso de Inquisición?, a lo que le
respondió Pacheco, que no eran casos de esos, diciendo, no esas cosas no.
Que en otra ocasión oyó la testigo argüir a éste reo sobre que no
habiendo obrado en nada malo el alma de la Francisca Gabriela, que por
consiguiente, ni habría merecido ni habría pecado. Y que por fuerza de este
argumento preguntaba la prelada, ¿que como si aquella alma no había pecado o
sido tentada, se había acusado varias veces de tentaciones impuras?, a lo que
respondió Pacheco, que el diablo así propio se tentaba, y que este asunto él lo
entendía pero que los teólogos no lo comprenderían.
Que Pacheco aseguraba que la dicha Francisca Gabriela (después que le
habían salido algunas lesiones de dermis), había quedado en el estado de la
inocencia ignorando los nombres de todas las cosas. Que de todo cuanto pasaba
con Pacheco y la Excelentísima Francisca Gabriela, substancialmente dio parte
la testigo al Señor Obispo de Badajoz D. Amador Merino Malgilla, y observó, que
cuando le hablaba de ello se suspendía después que trataba con Pacheco.
Reconocía la testigo que venía el Obispo satisfecho de las cosas del dicho
Pacheco no apreciando las que la testigo le decía.
Que en una ocasión estando en el oratorio presente la comunidad, dijo
el Obispo, que venía muy consolado de la visita de Burguillos, porque la
Excelentísima María del Santo Cristo religiosa de dicha villa, había tenido
revelaciones de que la dicha Excelentísima Francisca Gabriela estaba
ciertamente espiritada, y que le había dicho el modo para sujetar al enemigo. Y
que luego, delante de la prelada, estando presente Pacheco, Amador Merino
Malaguilla dio potestad a éste reo para ir llamando a los demonios que estaban
en el cuerpo de dicha Francisca Gabriela en esta forma: yo, indigno Ministro,
montado en este jumento, le doy potestad bajo protección del Altísimo y la
Virgen Santísima para sujetar los demonios de Francisca Gabriela y expelerlos
de aquel cuerpo. Y que estando Pacheco con sobrepelliz y asolas, tomó el cuello
de la espiritada y le ordenó se postrara poniéndole un pie en el pescuezo, y
que la entregó un Santo Cristo que Pacheco traía consigo.
De nuevo pacheco volvió a poner el pie en el pescuezo de la espiritada,
la sujetó y la mandó poner de rodillas comenzando a llamar a los demonios
nombrándolos; a uno Luz bella, a otro Adalid, a otro Matachias, y entonces la
espiritada hacía varios ademanes por lo que Pacheco le ponía su mano en la
cabeza y en el pecho, de lo que resultaba, que la espiritada hacía algunas
acciones con su cuerpo menos decentes, descubriendo sus pies y haciéndose de la
cintura de dicho Pacheco.
Que el Obispo teniendo en sus manos un manual, se lo dio a la
espiritada para que registrase el conjuro que más le atormentase conjurándola,
quién mandó a Pacheco sujetase al enemigo y que hiciese bajar el alma, y la
mandó poner de rodillas. Y mandó Pacheco a Jametillo (que era el demonio
bufón), a que subiese a la lengua de la espiritada, y luego dijo Pacheco a este
reo, si quería ver bajar el alma, a lo que respondió la reo, que como era esto,
y que Pacheco le dijo, que lo que vería era una cosa muy hermosa. Que entonces
Pacheco con solo la acción de hablar algunas cosas en voz baja a dicha espiritada,
bajaba el alma según decía el dicho Pacheco dando un tosidito la espiritada en
señal de que había bajado.
Que en diferentes ocasiones en el oratorio oyó decir a Pacheco, que las
virtudes de la espiritada eran iguales que las de la Virgen Santísima, y que no
se diferenciaban en otra cosa que en ser Madre de Dios, y que esto mismo lo apoyaba la reo.
En otra declaración que hizo la testigo el 29 de diciembre de 1739,
dijo contra el Obispo, haberle oído diferentes quejas de que no creían que
Pacheco fuese un Santo y que pocos confesores eran maestros de perfección como
él.
Que habiendo estado una tarde en el locutorio el Obispo, Pacheco, la
espiritada y otras dos mujeres y que una era Doña Isabel Mancera, pasado algún
tiempo entró el Obispo en el convento y mandó a la comunidad cantar el Te Deum
Laudamus en acción de gracias, porque habían ligado al demonio en el pie de la
dicha Francisca Gabriela, y se cantó, (aunque con resistencias) a instancias
del Obispo que no canto la oración, (al parecer de la testigo). Que después de
esto, estando la comunidad en la cocina mandó el Obispo a la madre Ascensión se
sentase junto a él, cuando empezó a hablarle al oído le dijo, que ya se le
habían de acabar su trabajo que padecía, que eran los demonios que la
atormentaban los sentidos para que no creyese lo que pasaba con Francisca
Gabriela a cuyo tiempo le ponía la mano en la cabeza y pecho, haciendo como que
la conjuraba; y que luego la preguntaba si había bajado ya, y ella respondía,
que sino habían subido como habían de haber bajado.
Que en otra ocasión, mandó el Obispo llamar a la comunidad al locutorio
y, presentes ante el prelado, les puso precepto bajo de pecado mortal ya que
era voluntad del Altísimo que ninguna religiosa hablase ni comunicase cosa
alguna con sus confesores perteneciente a los casos que sucedían con Francisca
Gabriela, sino solamente con Pacheco y él, lo que causó a la testigo mucho
ahogo y pena. Y que habiéndole reparado en una ocasión al Obispo, éste la
empezó a conjurar diciendo que estaba endemoniada.
Que afines del año 1738 entró en el convento, y refirió que una niña de
Badajoz que servía a las religiosas a la mesa en una cena, se quedó como
suspensa y arrobada, y que habiendo reparado esto el Obispo que estaba presente
la preguntó, que le había sucedido, y que respondió la niña que se le había
aparecido el niño Jesús y que éste traía una cestita de rosquillas; que tomo una que entregó al prelado y que
éste enseñó a la comunidad, la cual la traía como reliquia. Y en esta misma
ocasión, también mostró a la comunidad dos monedas de plata que también
conservaba por reliquias de la dicha niña. Porque habiéndole dicho en una
ocasión que daba limosna de lo que no era suyo, la mandó restituir, y
explicando la niña no tener dinero, mandó el reo metiese la mano en la
faldiquera por dos veces, y que siendo así que no tenía dinero, sacó las dichas
dos monedas significando esto a la comunidad. Y que estos prodigios nacían de
la mucha virtud de la dicha criatura.
Que hacía dos años que el Obispo contó a la comunidad, que dicha niña
estando una vez en el campo de carmelitas de Badajoz sirviendo a la comunidad y
al prelado, tuvo dicha niña una
suspensión y éxtasis, y que habiendo vuelto de el le preguntó el Obispo que le había
pasado, y que le respondió, que había venido un Ángel con un dardo y la había
herido en el corazón; a cuyo tiempo mandó a una de las religiosas la
registrasen, y habiéndose ejecutado repararon ser así y que el jubón tenía una
rotura.
Que escuchó al Obispo en el oratorio decir, que le tenía mandado al
diablo que mientras Francisca Gabriela estuviese oyendo misa de Pacheco,
estuviese bajando y subiendo por una columna de fuego.
Y presentó dichas cartas que le había escrito el Obispo las que dicen
lo siguiente.”[1]
Primera Carta
“La primera es de fecha de 6 de marzo de 1739, escrita por el Obispo a
la Excelentísima Francisca Gabriela, dirigida dicha carta por mano de la priora
en que le dice haber recibido las suyas, y que consultado su contexto le debía
en primer lugar prevenir la observancia a él prelado, y que en adelante no se
había de confesar con otro sino solo con él. Y que toda la unión con la obra
que le tenía expresado la estimaba este reo como obra del demonio para el logro
de los intentos que maquinaba su maldad. Y que si se desnudaba delante de Dios,
de si misma, y de lo que en esta parte la tenía sugerida el demonio, vería esta
verdad en su corazón con gran claridad. Que Dios quiere hacer una buena obra en
ella. Que los ejercicios que tenía que practicar eran según los actos de comunidad,
oración bocal y sus devociones, todos los días de fiestas vía crucis y no había
de hacer ejercicio ninguno penal, ni de cruz, postraciones, ayunos,
disciplinas, silicios, ni otro alguno. Y se había de emplear en oficios de
comunidad, barrer, fregar y que de todo le diese parte, y que no había de
escribir a otra persona alguna, ni a Pacheco, del que se tenía que olvidar como
sino le hubiese conocido ni tenido noticia de él.”[2]
Segunda Carta
“La segunda carta la escribe el Obispo a la superiora Juana de la Cruz,
su fecha es de 6 de febrero de 1739, en ella le dice: que para hacer mayor
experiencia de las cosas que por permisión del Señor pasaban en aquel convento,
se veía como precisado a retirar del todo a Pacheco de dicho convento. Y que
así le escribía para que supiese que se cambiaría en los empleos de confesión y
se retirase a su casa, y que dispusiese sujeto que asistiese a dicho convento,
y que esta resolución la tomaba con motivo de la conveniencia de todos por el
servicio de Dios y bien de las cosas.”[3]
Tercera carta
“La tercera es de fecha 3 de marzo de 1739 escrita a dicha superiora,
en que la dice tener bastante cuidado con las cosas de la Excelentísima
Francisca Gabriela de Santa Teresa, y que debía decírselo y recordárselo. Y por
lo que dicha superiora le escribía, reconocía haber fallado en algo a lo que se
mandó. Que Dios solo podía comprender esto, y que fuesen caminando con estas
pruebas, que si había algún comentario sobre embustes el saldría y que eran
necesarios muchos acontecimientos como persuasión.”[4]
Documentos del Fiscal del Santo Oficio
“El fiscal en cumplimiento de decreto de V. A de 31 del pasado ha visto
los papeles que tocan al R. Obispo de Badajoz D. Amador Merino Malaguilla y que
resulta de las causas que se siguieron en la Inquisición de Llerena contra, D.
Francisco Sánchez Pacheco por Molinista e++ iluso, , y la hermana Francisca
Gabriela de Santa Teresa, carmelita descalza en el beaterio de la villa de
Zafra por el año de 1740.
Que de las dos referidas causas de Pacheco y la hermana Francisca
Gabriela consta, que el dicho R. Obispo, luego que entró en su gobierno se
aplicó a gobernar y dirigir espiritualmente religiosas, beatas y otras mujeres
seculares cuyos espíritus y virtudes
aplaudía y celebraba, refiriendo con suma y fácil credulidad varias
revelaciones y milagros ridículos e impropios al juicio y prudencia de un
prelado, llevándolo siempre a cabo con religiosas de su afiliación y personas
que dirigía.
Que asimismo conjuraba y exorcizaba a varias mujeres que se decían eran
de mucho espíritu y que estaban posesas, diciendo el dicho Obispo que tenía
especial gracia y virtud para expeler demonios. Que entre estas fue la hermana
Francisca Gabriela a quién dirigía, confesaba y exorcizaba frecuentemente
entrando para ello en la clausura del beaterio en varias horas del día.
Que aprobaba y aprobó el espíritu de esta religiosa diciendo, que era
uno de los más prodigiosos y agradables a Dios. Que era cierto que estaba
posesa desde la edad de 3 años por especial providencia de Dios y que así
debían creer las religiosas, y que la hermana Francisca Gabriela tenía
extraordinarias revelaciones.
Que para el gobierno espiritual de dicho beaterio y la asistencia
particular de la dicha hermana Francisca Gabriela, nombró para capellán y
confesor al referido D. Francisco Sánchez Pacheco.
Que nombrado confesor, tenían al dicho Pacheco por un oráculo de virtud
y perfección, y que como ministro de espíritus conocía por los semblantes de
las religiosas el estado de cada una de ellas. Cuando bajaban a confesar con él
les decía que no cerrasen las ventanas, que estuviesen descubiertas y sin velo
para que pudiese ver su rostro ya que así conocería mejor su espíritu.
Que el mismo Pacheco aprobó el espíritu a la religiosa Francisca
Gabriela y la posesión en que la tenían los demonios, diciendo cosas
particulares acerca de estos y del modo que habría de ser exorcizados los
diablos. Para dichos actos entraban en la clausura el Obispo y el dicho
Pacheco, allí la exorcizaban y conjuraban alternativamente en presencia de la
comunidad con gran alboroto e inquietud de ésta.
Que en el día que señalaba Pacheco habrían de salir los espíritus
malignos, concurriendo ambos a exorcizar a la beata, diciendo, que se había
logrado la libertad de la criatura por las señales que habían pedido y dado al
diablo. Dicha beata fue exorcizada durante casi 20 años.
Que por el mes de mayo de 1739 fue preso el dicho D. Francisco Sánchez
Pacheco por la Inquisición de Llerena, y que la hermana Francisca Gabriela fue
puesta en el convento de Santa Clara de Badajoz y que se les siguió sus causas
hasta la definitiva. Que después de haber sido despachados ambos por el Santo
Oficio, escribió el Obispo tres cartas en octubre, noviembre y diciembre de
1740 al señor D. Luís de Velasco manifestando en las mismas, el dolor y
sentimiento de ver vulnerado su honor y fama por haber mandado sacar a la
religiosa Francisca Gabriela del convento de Zafra para que cumpliese su
penitencia en otro”.[5]
Al Obispo de Badajoz se le estaba
complicando la situación por sus actuaciones para con algunas monjas. La
Inquisición de Llerena va a recibir declaración de un testigo clave para
conocer las andanzas de dicho prelado en la villa de Zafra. El nombre es D.
Clemente Nicolás Páez Calvo, ministro comisario de la villa de Zafra, quien
dirá por carta al tribunal que el patriarca visita varios conventos más de su
afiliación y que son varias las monjas que han huido de dichos cenobios. La
carta de dicho comisario dice lo siguiente.
“Señor.
En cumplimiento de la orden de V. S. debo informar, que en cuanto a las
entradas del Ilustrísimo Obispo en los conventos de su filiación, de vista
puedo decir e informar que en el único de carmelitas descalzas que tiene en
esta villa, en el año 1732 que fue la primera visita que hizo a este pueblo y
aun no con clausura dicho convento, entraba en el verano como a las cuatro o
cinco de la tarde y salía como entre nueve y diez de la noche. Entraba solo,
sin permitir persona alguna en su compañía, y que entonces se decía entre las
personas que conocían dicho beaterio, que gastaba el tiempo en contar algunas
llanezas que otras y sucesos de personas espirituales que dirigía. Que se
acostaba o se recostaba en la falda de una u otra beata y a la que estaba
afligida la oía en confesión en el coro sin rejilla, atribuyendo siempre, que
su aflicción provenía del maligno. Le leía el evangelio y les ponía las manos
en el pecho en cima de la ropa, en el vientre y otras partes. Las entradas eran
diarias por las tardes y muchas mañanas desde las 8 hasta las 12 y media y
también solo, y que en invierno entraba a las 2 o 3 de la tarde hasta las
ánimas. Que esto duró en los tiempos en que venía a este pueblo en visita y
fuera de ella, y que solía ser muy de ordinario sus asistencias hasta la prisión
de la hermana Francisca Gabriela de Santa Teresa. Después enclaustró a las
monjas prosiguiendo sus entradas en dicha clausura, siempre solo, siendo común
venirse a apear del coche a la puerta seglar como hacer oración en la iglesia
de dicho convento, y que desde la iglesia entraba en la clausura hasta las
avemarías.
Estas mismas cosas se dicen con la mima publicidad en la villa de
Burguillos y demás conventos de su filiación, en visitas y fuera de ellas. En
cuanto a salidas de monjas, he oído de público, las que ha hecho Doña Ana María
Berciani del convento de la paz en Fregenal de la Sierra y otra religiosa de
uno de sus conventos de Badajoz, la que se fue a la villa de Valverde cuatro
leguas distante de dicha ciudad. La recogió el cura que lo es Alonso Zapata
comisario de este Santo Oficio al que dio parte, y que se restituyo a su
convento. No he oído los fines y si salieron solas o acompañadas, más que es
público lo de dichas salidas. La salida de la de Badajoz fue por el mes de
noviembre del año pasado, no se los días que estuvo fuera.
En cuanto asuntos de partos he oído decir con la misma publicidad, de
una religiosa de un convento de Bancarrota, no se su nombre, pero si que la
misma es de la filiación de dicho obispo. Que se hicieron autos sobre lo ocurrido
en Bancarrota atribuyéndose lo sucedido a un médico de dicha población por cuya
causa lo despidió la villa. De otra de un convento de su filiación de la ciudad
de Badajoz de quién se dice, que la criatura se está criando en esta villa en
el convento de Santa Catalina de religiosas dominicas de su filiación y que es
una hija; contándose en el convento a expensas de los herederos del Marqués de
Monreal General que fue de Extremadura, a quién se le da por padre, y que esto
se dice de público sin poder decir persona cierta a quién se lo hubiere oído. Y
que esta es la publicidad que hay de ello en dicho convento de Santa Catalina y
personas a quién se lo ha oído, que ignoro el nombre de la religiosa y convento
donde es, aunque sí que está en Badajoz y que es filiación de su Ilustrísima de
donde era patrono dicho Marqués de Monreal.
Y con esta misma publicidad se dice de otras acciones deshonestas que
ejecuta con las religiosas de los conventos de su filiación en las entradas de
sus clausuras. A una persona de fe y crédito que no me he podido acordar quién
es, le escuché contar que yendo a curarse de un brazo que se había quebrado a
la villa del Almendral en casa de Alonso Méndez Flores, hombre que tiene gracia
particular para ello, le oyó decir a su mujer de una hija que tienen en el
convento de Fínibus de dicha villa de Almendral; que ponderando el afecto que
dicho prelado la tenía siempre que entraba en la clausura la tomaba de las
barbas. Todo esto me sirve de fundamento para decir que aquí hay mucho que temer,
y que más se verificaría si se examinasen las religiosas de su filiación.
Zafra 20 de febrero de 1750. Clemente Nicolás Pérez Calvo”.[6]
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