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domingo, 2 de abril de 2017


LA SECTA DE LOS ALUMBRADOS EN LA HOY COMARCA DE OLIVENZA

 
Para hablar de los alumbrados de Extremadura no podemos limitarnos a contar las vicisitudes de estos personajes iluminados, también es necesario conocer al personaje que fue su verdadero descubridor y perseguidor, el fraile Alonso de la Fuente.

Alonso de la Fuente vio la luz de este mundo en Fuente del Maestre en el año de gracia de 1533 y recibió el bautismo en la pila de su iglesia parroquial el 15 de agosto. “¿Llamase su padre Alonso de la Fuente y fue caballero de la Orden de Santiago, hijo de Martín de la Fuente caballero de la misma Orden Militar y de doña Leonor de Cárdenas? ¿Llamase su madre doña María López de Chávez, hija de don Luís López de Chávez, caballero de la misma Orden y de doña Catalina Gómez Solís?” Fray Alonso de la Fuente pasó once largos años en el colegio-universidad de Santo Tomás de Sevilla dedicado al estudio, a la enseñanza y a tareas de gobierno. Se hizo religioso dominico a finales de 1570. Fue designado predicador oficial del convento de Badajoz.

En los anchurosos campos de tierras y de almas de su nativa Extremadura, va a empezar la apasionada y apasionante aventura de sus correrías apostólicas, la aventura que lo hará famoso colmándole unas veces de júbilo y otras de indignada pena: la aventura de los Alumbrados. En un periodo de siete a ocho años, estuvo combatiéndolos desde el púlpito y, a la vez, enviaba memoriales a la Inquisición y al rey Felipe II denunciando los pecaminosos errores de los Alumbrados.

Leyendo los memoriales de fray Alonso de la Fuente se aprecia que era un personaje amargado y trastornado, lleno de suspicacias, especialmente dirigidas hacia judíos, jesuitas y, por supuesto, Alumbrados. Llegó a denunciar a la mística fundadora y doctora de la Iglesia Teresa de Jesús, incluso después de su muerte, denuncia que la Inquisición ignoró a dicha santa.

Según el tenaz fraile, era capaz de reconocer e identificar a los dirigentes de los Alumbrados, en su mayor parte miembros del clero: “En tiempo del obispo fray Martín de Córdoba se levantó una gente en Extremadura que, engañada por las leyes bestiales de la carne y nueva luz que fingían, persuadían a los simples ignorantes, ser el verdadero espíritu el errado, conque querían alumbrar las almas de sus secuaces. Por esto se llamarán Alumbrados, y venían a parar sus leyes en obedecer el imperio de la carne. Con mortificaciones, ayunos y disciplinas fingidas comenzaron a sembrar su maldad que es arte nueva sacar de las virtudes veneno. Fueron los capitanes de este engaño 8 clérigos, que el principal dellos se llamaba Hernando Álvarez, y el segundo el Padre Chamizo. Olvidados de tal suerte de su estado, fueron causa de la perdición de mucha gente moza y ociosa, que aplicó el odio a este desorden. Vínose a descubrir un día que, predicando el maestro fray Alonso de la Fuente, de la orden de los Predicadores, natural de aquella ciudad, hombre docto y calificador del Santo Oficio, dixo que tenía relación de ciertas gentes, cuyas vidas eran al parecer religiosas, no lo siendo. Pues el verdadero espíritu no permitía las libertades ni anchuras que ellos concedían a sus discípulos, autorizando a lo que había sido causa de la perdición de Alemania, de la ruina de Flandes, de Francia y de Inglaterra. A éstas añadió otras razones llenas de espíritu, hablando a las almas de los oyentes y desengañando a los que estuviesen tocados de esta yerba. No pudo sufrir una mujer que le oía, y estaba tocada deste veneno, las razones y consejos que el docto predicador proponía y, levantándose en medio del auditorio –desatino grande- dixo hablando con el predicador: “Padre, mejor vida es la destos y más sana su doctrina que la vuestra”.[1]

La mayoría de los componentes de la secta, fueros presos por el Santo Oficio; y examinada la causa, se conoció ser tanto el daño que, si con brevedad no se atajara, no tuvieran fácil remedio por los muchos a quienes tocaba. Al toparse inesperadamente con los Alumbrados de Extremadura, fray Alonso no solo los descubre, sino que se descubre también a sí mismo. Descubre su carisma, su vocación o llamada de Dios a deshacer aquel dramático entuerto. Las raíces de la enfermedad estaban hondas, arropadas por la autoridad de los maestros. El trabajo que fray Alonso se echó encima, convencido de que su causa era justa y urgente, y de que Dios lo empujaba a no dar paz a la espada cortante de la predicación, fue enorme.

Inició sus viajes de pueblo en pueblo, de villa en villa, de púlpito en púlpito, obsesionado, incansable en busca de alumbrados y dispuesto a darles un golpe mortal. Sus correrías apostólicas no tienen cuento. Basta recordar que predica en muchísimos pueblos, entre ellos El Almendral, La Torre, Nogales, Valverde de Leganes, Barcarrota, Higuera de Vargas, y quizás en todos los demás pueblos de la comarca de Olivenza. Sin duda cumple con su oficio de predicador hasta extenuarse, con su carisma de flagelo de los Alumbrados. El éxito de su campaña fue muy variado.

En algunos lugares provocó el alboroto; era natural que así sucediese, pues de tiempo atrás el pueblo andaba dividido en dos bandos, uno en pro y otro en contra de la nueva espiritualidad. Lo que fray Alonso hacía con sus clamorosos sermones era reavivar el fuego. En general, su fabuloso trabajo consiguió resultados positivos, pese a los tragos amargos, que él sorbe con valor. La Inquisición acabó por creerlo, y sus enemigos se intimidaron. Al fin y al cabo, sus correrías apostólicas, y su celo antialumbradista, desvelaron la existencia de la plaga o infección. La Inquisición actuó con mano recta y firme, Fray Alonso fue nombrado compañero del inquisidor Montoya en la visita al distrito de Llerena en busca de Alumbrados.

En lo sucesivo, fray Alonso no se dará tregua, en la averiguación del alumbradismo y de sus causas. El campo de acción es ancho, inmenso, preocupante. La comidilla de las charlas entre clérigos, consistía según todos los indicios, en el fervor floreciente de una espiritualidad que para fray Alonso tenía un nombre claro (teatinos, Alumbrados), y un contenido confuso y vaporoso, que a pesar de tenerlo a la vista, se le escurría cuando intentaba aferrarlo, y más aún, cuando se esforzaba por demostrarlo a sus colegas y a los inquisidores.

Además, se convenció de que Dios le había llevado a Extremadura con una providencial misión: desenmascarar aquella funestisima “liga” secreta: “Estando morador en la ciudad de Badajoz –narra-, oí decir algunas cosas de los alumbrados muy nuevas para mis oídos y muy ajenas de lo que yo había leído en la doctrina de los santos. Lo cual, despertó en mí una curiosidad, de querer saber estas cosas muy de fundamento y raíz”.[2]

Los rumores pacenses pudo verificarlos durante la Cuaresma, tiempo en que lo envían a predicar de asiento en El Almendral. Allí constató que, efectivamente, el fenómeno se estaba convirtiendo en peligrosa plaga: “Hallé muchas alumbradas y algunos alumbrados, aunque jarretados por el ordinario de Badajoz, que les había quitado la administración de los sacramentos, pero no la ruin doctrina y estilo malo de vivir. Porque este no le perdieron aunque se vieron perseguidos”. La tesis del predicador era oro de ley en teología. “Contra este mal abuso di –añade- muchas correcciones, de lo que se ofendieron todos los alumbrados y me tuvieron por contrario, retirándose de mí ellos y sus beatas, aunque yo no me retiré de mi tema ni de buscar sus obras y doctrinas”.[3]

Acabada la Cuaresma en El Almendral, fray Alonso se fue a su pueblo. Bien merecía, después de tanto sermón y desvelo, un descanso. Cumplido el tiempo de vacación, fray Alonso regresó a Badajoz. Apenas llegado, le encargaron una serie de sermones en los días de la octava del Corpus. De nuevo la ocasión le parece propicia para explicar la práctica de la comunión, y para arremeter contra los abusos de los alumbrados.

Como vemos, la obsesión de cazar alumbrados era su objetivo principal. Alonso de la Fuente tomó muy a pecho el oficio de predicador. El año 1571 raro es el día que no sube al púlpito y, como ya nos consta, raro también el día que no aborda su tema consabido: los Alumbrados.

El lance de Alonso de la Fuente en Extremadura parecía al principio algo fantasmagórico. Pero poco a poco logra suscitar la atención de los inquisidores y acaba por demostrar que los Alumbrados no eran un invento imaginario, sino personas de carne y hueso. El destino de la secta, al tomarla en sus manos la Inquisición, tenía una cita final dramática: el Auto de Fe. En realidad el drama de los Alumbrados en la comarca de Olivenza y en el resto de Extremadura duró ocho años y medio, desde las navidades de 1570 hasta el 14 de junio de 1579. Todo ese tiempo estuvo ocupado por escenas de alta tensión y desalientos, sermones y contra sermones, ataques y repliegues, alborotos y polémicas. La investigación condujo a visitas, interrogatorios, prisiones y procesos que acabaron en sentencias y autos.

El episodio más espectacular, a ojos del pueblo, lo constituye la prisión de algunos cabecillas de la secta, hecho que ocurrió allá por los días de noviembre de 1573. Hasta entonces se hablaba libremente en pro o en contra de los novísimos métodos de la encarnación de la vida cristiana. A raíz de las detenciones, ejecutadas por mandato del Santo Oficio, el panorama se ensombrece y las voces se agarrotan en las gargantas.

Fray Alonso ve cumplido su sueño de lograr que el Santo Oficio se ocupe de perseguir a la secta. La manada de alumbrados está siendo tocada por su perseverancia. Famosos fueron los alumbrados de Llerena que eran casi los únicos conocidos o mal conocidos hasta nuestros días. La sustancia del caso es que por influencia de obispos tan místicos como D. Juan de Rivera,  los franciscanos del convento de la Lapa y los franciscanos descalzos de la comarca de Olivenza con sus cinco conventos, dos en Alconchel, uno en Almendral, Valverde de Leganes, Villanueva del Fresno y los franciscanos observantes de Olivenza, se formó en la comarca, y fuera de ella, un extenso movimiento místico-popular. Las mujeres hacían meditación, tenían ejercicios espirituales, confesaban a menudo, etc.

Aparentemente, todo manifestaba fervor e intensidad de vida religiosa. Pero es cosa cierta que en los ambientes de ardiente misticismo, son fáciles los casos de alucinación. Así paso con los alumbrados de esta comarca; varias mujeres por causas fisiológicas y sociales experimentaron accidentes que según todas las apariencias eran manifestaciones de histerismo. Sin embargo, algunos de aquellos directores los consideraron como sobrenaturales. Además algún que otro clérigo flaqueó miserablemente, y hubo caso de solicitación, con la agravante de que para quitar escrúpulos, indicaban que tales cosas no eran pecado para los que estaban del todo indiferentes. En todo esto bien puede suponerse, que obraron como flacos y pecadores y así lo confesaron ellos, pero en aquellos tiempos, estos hechos se consideraban señales claras de ser los tales alumbrados.

Como ya sabemos el gran descubridor y principal enemigo de los llamados alumbrados, fue el religioso dominico Alonso de la Fuente. De siete a ocho años estuvo combatiéndolos desde el púlpito, y a la vez, enviaba memoriales a la Inquisición y al rey Felipe II denunciando sus errores. A pesar de todas las denuncias, el Santo Oficio tardó en actuar, sin duda porque las apariencias eran favorables a los tildados de alumbrados. Al fin hubo auto de fe en 1575 y 1579 siendo castigados ocho clérigos y algunas beatas. Como veremos muchos herejes eran religiosos. La Iglesia iba a declarar la guerra persecutoria, no solo a los laicos sino también a sus propios miembros. Para ello el Tribunal de Llerena  da el siguiente Edicto Público: “Nos los Inquisidores Apostólicos contra la Herética Pravedad y Apostasía, en la provincia de León, Maestrazgo de Santiago, y Alcántara, Obispado de Plasencia, Badajoz, Coria y Ciudad Rodrigo, por Autoridad Apostólica, etc. A todos los vecinos y moradores de las villas y ciudades de nuestro distrito decimos: si sabéis, o habéis oído decir, que alguna o algunas personas vivas, o difuntas, hayan dicho, o afirmado que es buena la secta de los alumbrados, dejados, especialmente que la oración mental está en precepto divino, y que con ella se cumple todo lo demás, y que la oración es Sacramento de bajo de accidentes, y que la oración mental es la que tiene este valor, y que la oración vocal importa muy poco, y que los siervos de Dios no han de trabajar, ni ocuparse en ejercicios corporales, y que no se ha de obedecer a prelado, ni padre, ni superior, en cuanto mandaren cosa que estorben las oras de la oración mental y contemplación, y que dicen palabras sintiendo mal del Sacramento del matrimonio, y que nadie puede alcanzar el secreto de la virtud si no fuere discípulo de los maestros que enseñan la dicha mala  doctrina, y que nadie se puede salvar sin la oración que hacen y enseñan algunos maestros, y sus confesores son ellos generalmente, y que ciertos ardores, temblores, y desmayos que padecen, son indicio del amor de Dios, y que por ello se conoce que están en gracia, y tienen el Espíritu Santo, y que los perfectos no tienen necesidad de hacer obras virtuosas, y que se puede ver y ven en esta vida la esencia divina, y los misterios de la Trinidad cuando llegan a cierto punto de perfección, y que el Espíritu Santo gobierna inmediatamente a los que así viven, y que solamente se ha de seguir su movimiento e inspiración, para hacer o dejar de hacer cualquier cosa. Y que al  tiempo de la elevación del Santísimo Sacramento por rito y ceremonia necesaria, sean de cerrar los ojos. Que algunas personas hayan dicho o afirmado, que habiendo llegado a cierto punto de perfección, no puede ver imágenes, Santos, ni oír sermones ni palabras de Dios, o otras cosas de la dicha secta y mala doctrina.[4]

Los vecinos de las villas de la comarca de Olivenza, una vez que se leía el edicto en las parroquias de su población, se ponían manos a la obra. Iban a contribuir con su delación a la condena de personas que pertenecían a esta secta. Conozcamos a los principales alumbrados de esta comarca, y con ellos profundizaremos en la doctrina de una secta que cubría con su mensaje toda la tierra extremeña.

 
Alumbrados penitenciados.-

                    

Los alumbrados de la secta extremeña que fueron castigados por esta causa son los siguientes:

Barcarrota.- “El bachiller Hernando Álvarez, sacerdote predicador, vecino de Villanueva de Barcarrota, fue preso por noviembre del año 1573, y entonces declaró ser de edad de cincuenta años; testificaron contra él haber enseñado, predicado y confesado, herejías y muchos errores y supersticiones de la secta de los alumbrados, contra lo que tiene y enseña la sacrosanta Iglesia de Roma; y que con las beatas sus hijas de confesión –comulgándolas muy a menudo- tenía deshonestidades graves de besos y abrazos y tocamientos torpes en las partes vergonzosas, y les decía y daba a entender que aquello no era pecado, y ellas creyéndolo así, se comulgaban sin hacer consciencia de ello; confesó haber tenido las dichas deshonestidades, y que les decía no ser aquello pecado cuando aquellos tocamientos solos los hacia para ayudarlas a llevar los trabajos y aflicciones que pasaban con los ejercicios que les enseñaba”.

Celebrado el juicio contra el descarriado bachiller, la sentencia sería la siguiente: “Nos los inquisidores apostólicos de Llerena y su partido contra herética pravedad y apostasía por el sumo pontífice y el ordinario que el pleito que ante Nos ha pasado, de la una parte, el licenciado Pedro Marino Saavedra, fiscal de su majestad, acusante; y, de la otra, el bachiller Hernando Álvarez, vecino de Villanueva de Barcarrota, cristiano nuevo de generación de judíos, reo sobre que el susodicho enseño y predico confesando muchas herejías, errores y supersticiones de la secta de los alumbrados, contrarias a la sancta fe católica, especialmente persuadiendo y enseñando mujeres mozas, sus hijas de confesión, que no fuesen monjas ni casadas, y las inducía y compelía por la fuerza se hiciesen beatas de su cuadrilla. Y para ello les hacia cortar los cabellos contra su voluntad, certificándoles que aquella era la voluntad de Dios, y si alguna no consentía en esto decía que en ella no había venido el Espíritu santo; Y les decía que no rezasen vocalmente, sino que contemplasen en las cinco llagas de nuestro señor Jesucristo en cierta forma que él les enseñaba; y dejasen el ayunar y obedecer padre y madre por la dicha contemplación; Y las que lo hacían de la manera que él les enseñaba, sentían un ardor terrible que las quemaba y les daba saltos y ahíncos el corazón, que las atormentaba un movimiento y pasión con rabia que las desmayaban y traía finadas, de manera que algunas venían a morir de ello, y un molimiento y quebrantamiento en todo sus miembros que las descoyuntaba, y una afición ciega con su maestro que les daba gana de buscarlo y de irse con el; y tenían muchas tentaciones y deseos carnales y realmente veían varias visiones y veían y sentían ruidos y voces extrañas; y contándole ellas a él estas cosas, les decía que aquello era el Espíritu Santo y sus efectos y dones y grandes misericordias que les hacia dios en aquello, y que no dijesen a nadie aquellas cosas, ni a sus confesores, porque él solo y sus cómplices eran los que entendían aquellas cosas y misterios; y para estos le traía ejemplos y decía milagros falsos, que afirmaba pasaban entre las dichas sus discípulas; y a una de ellas le aconsejaba en el acto sacramental que hurtase para decir misas, y que fuese a su cuenta de él; Y les mandaba se comulgasen muy a menudo, sin que se confesase primero; Y cuando se confesasen, no fuese con otro sino con él o con otro de sus cómplices; y que echaba ciertas suertes de santos y por ellas juzgaba si estaba una persona en gracia o en estado de condenación; y, predicando, decía de sí mismo que había mas de seis meses que no había pecado venialmente ni mortalmente; Y pasando él por la calle donde vivían algunas de sus discípulas, luego sin verlo lo adivinaban y decía a osadas que por la calle debe de pasar Hernando Álvarez; Y que otras eran atormentadas del demonio, y les daba bofetadas y golpes, y les tomaba un hambre canina de comulgar en tanta manera que, si dejaban de comulgar muy a menudo, luego les tomaba mal de corazón y caían enfermas; y sabiendo esto él y los demás, las penitenciaban a que no comulgasen en ciertos días, cuando en algo le desobedecían, tomando esto por género de grave castigo; y algunas mujeres, que trataban con el susodicho de los dichos ejercicios, venían a desear que se les muriesen los maridos y los hijos, porque no les fuesen impedimento para seguir aquella oración, contemplación y doctrina; Y que, estando en la dicha oración, acaecía que con aquellas consideraciones y contemplaciones veían muy grandes torpezas y deshonestidades con ciertos fantasmas que se les representaban en forma de Cristo, que trataba con la dicha que hacia la oración y contemplación, como esposo con esposa carnalmente; Y él tenia y aprobaba por mas sanctas las beatas que tenían y padecía los dichos sentimientos y efectos; Y él mismo daba a entender su perfección y santidad, que se quedaba muchas veces trasportado haciéndoles platicas de su doctrina; Y no quería confesar a nadie, si no se confesaba con él primero generalmente, diciendo que era necesario forzosamente, que si no hacían con ellos confesión general, lo demás era aire; Y decía que lo que él enseñaba habían de tener por fe, no lo dejando de hacer por ninguna cosa, que les iba la salvación en ello; y que no bastaba confesarse sola una vez en el año para salvarse; y de hecho daba por fuerza el Santísimo Sacramento a ciertas beatas de su cuadrilla casi cada día, rehusándolo ellas y haciendo gestos y vascas y dando gritos que no podían recibir, y les hacia abrir los dientes, que por fuerza las comulgaba; Y lo mismo hacia con una de ellas que estaba endemoniada, y le metía un paño en la boca para que no escupiese el Santísimo Sacramento; y daba a entender que era mejor recibir mayor forma de sacramento, afirmando que cuanto mayor era la forma, mas tiempo estaba allí nuestro Señor Jesucristo y que recibían más gracia; Y para este efecto traía hierros con que hacia las dichas formas; y alababa a una beata de muy sancta porque, yendo a comulgar y diciéndole aquellas palabras: Señor mío Jesucristo, no soy digna, ella había respondido: ¡Acaba ya, padre, que si soy! ; y que las beatas en acabando de comulgar, se iban sin recibir el lavatorio y se entendía era por su orden de él; Y decía si se recibiese el Santísimo Sacramento con el deseo espiritualmente se recibía y que era tanto merecimiento como recibirlo corporal y sacramentalmente; Y decía que podía una persona lega comulgar un día por si Y otro por otra persona y por las animas del purgatorio; y que con las beatas, sus hijas de confesión, comulgándolas muy a menudo, tenia deshonestidades con ellas de besos y abrazos y tocamientos deshonestos en las partes vergonzosas, y les decía y daba a entender que no era pecado, y, creyéndolo ellas, se comulgaban sin hacer confesión; y estando en la iglesia como que confesaba a una, la Conoció carnalmente en diversas veces y en parte estupenda, que quiere decir fue detrás del Santísimo Sacramento en una concavidad que sé hacia detrás de él; Y les decía que no era pecado, que antes era aquello lo que Dios quería; y decía que visiblemente verían al Espíritu Santo y que, estando el corazón con este espíritu, sentirían un olor y sabor suavísimo y sensible; Prohibía los actos matrimoniales, y decía que al principio eran necesario los casamientos, que ya no, tenia unos efectos mágicos malignos y diabólicos; decía que estando en la contemplación, aunque se alzase el Santísimo Sacramento, no habían de volver los ojos, que eran de imperfectos; ni levantase al evangelio, ni credo, ni, finalmente, hacer los demás actos exteriores que los fieles hacen y nuestra Santa Madre Iglesia tiene de costumbre; Y estando confesando, le llegaba al rostro y pechos, diciéndole que para le quitar los movimientos sensuales; decía no se había de partir la partícula y traía por ejemplo que una agujeta no quisiera la partida; Y que la oración vaya de ser preferida a las fiestas; quitaba los ayunos y decía que, llegando aquella perfección, no estaban obligados a ayunar; daba licencia y consejo comiesen las tales carnes en viernes y los demás días prohibidos; y decía que conocía los pensamientos y el secreto; enviaba a llamar estas sus hijas y les decía que para comulgar que más tenían los clérigos que ella. Sentía mal de las religiones, de los estados; diciéndole a una monja que en demás de ella era profesa, para la hacer beata como las demás de sus hijas, porque las monjas no podían darse a la contemplación como ellas, que todo entendía en rezar y cantar, y que no eran buenas sino para papagayos en jaula, y le aconsejaba que no se avezase a las demás, sino que se diesen a la dicha contemplación; dijo que no bastaba guardar los mandamientos todos para ser salvar y ser perfectos; y alabándose así, predicando decía reprehendiendo sensualidades: yo, yo no, que soy cuerpo muerto; y echándose una vez con una, y diciéndole ella que había de hacer, que aquello le parecía mal, le dijo: ¡ ay de mí, que lo tengo yo de pagar en publica plaza, delante de todo el mundo!,  Y habiendo pasado esto, la llamo y la comulgo, y él dijo misa sin sé confesar; teniendo otra abrazada, le decía: llama a Dios, puestos miembros con miembro, aludiendo al profeta Eliseo; tenia requiebros y carnalidades con exposición. Y les enseñaba; decía que hablaba visiblemente con Dios y que tres sanchos habían venido a hablar con él; dijo a lo que se le puso de que metía la lengua en la boca a las beatas sus hijas, que no lo había hecho porque la tenia chica; y otras muchas blasfemias contra Dios y su Madre, diciendo que era Dios carnudo, y que tomaba y daba como niño de un año, y que era bueno para gitano, hijo de gitana, que a todos engañaba, y que era hijo de una mondonguera y bodegonera, y que la misericordia de Dios era bordón de bellacos, y que San Pedro había sido muy gran necio, mas que todos, en no dejarse lavar los pies la primera vez que cristo le dijo que se los quería lavar; también con una hermana de una con quien él tuvo parte, sé hecho en la cama y encima de ella tuvo polución, y con otras muchas en la cama y fuera de ella; en un cierto lugar dio muy mal ejemplo, dejándolo muy escandalizado –no se declaro cual fuese. Tuvo comprobados trescientos cuarenta y seis testigos.

Christi nómine invocato: “Fallamos que el dicho Hernando Álvarez debía ser punido y castigado por tan grandes y enormes delitos con todo rigor, conforme a derecho; y usando de misericordia y benignidad, mandamos salga al presente auto en forma de penitente, en sotana sin cinto, destocado y con vela de cera en las manos, abjure de levi, y sea degradado verbalmente, depuesto y privado perpetuamente del oficio y beneficio, y que sirva en las galeras de Su Majestad al remo y sin sueldo por tiempo de cuatro años precisos, los cuales cumplidos vuelva a la dicha Inquisición y esté recluso en la parte y lugar que se le señalare por tiempo de otros cuatro años precisos, y de aquí adelante no trate de los negocios tocantes a los alumbrados en publico ni en secreto, so pena de ser convencido de los delitos de que fue testificado y acusado, y pague doscientos ducados para gastos del Santo Oficio. Y por esta nuestra sentencia definitiva, así lo pronunciamos y mandamos”.

Al tal Álvarez, le dieron tormento sobre lo testificado y, aunque se le dieron cinco vueltas de cordel a los brazos y, tendido en el potro, se le apretaron los garrotes de los brazos y muslos, y se le echo un jarrillo de agua, no confeso cosa alguna más; El ordinario protesto que no pasase la diligencia adelante, por ser viejo y tener hinchada las piernas.[5]

Tenemos otro caso en Bancarrota: “Mari González, viuda de Francisco García, vecina de Villanueva de Barcarrota, presa por la misma doctrina de Alumbrados por noviembre de 1577, declaró ser de edad de 50 años; fue testificada que fue llevada por maestra de aquella doctrina a la villa de Zafra, y en su casa la enseñaba, y acudían las beatas y algunos de los clérigos Alumbrados, a donde tenían con ellas tocamientos de besos y abrazos; y si las dichas tenían escrúpulo de aquello, ella se lo quitaba, diciendo y dando a entender que aquello no era pecado, que ella había pasado por ello; confesó haber tenido los dichos tocamientos y otros más feos con los dichos clérigos Alumbrados, teniendo y creyendo que aquello no era pecado.; Y así mismo confesó otras muchas cosas que había hecho y tenido conforme a la dicha doctrina de Alumbrados. Se le hizo conminación de tormento hasta tenderla en el potro, conforme a lo que su Señoría tenia mandado, y no confesó cosa ninguna”.

Christi nómine invocato: “Se votó ejecutase lo que Vuestra Señoría en la causa tenia ordenado: que salga al auto publico de la fe, abjure de levi, doscientos azotes y confinada en la parte y lugar que le fuere señalado por tres años, y más lo que fuere señalado por tres años, y más lo que fuere la voluntad del Ilustrísimo Señor Inquisidor General y Consejo, y, por el tiempo que le pareciere a los inquisidores, confiese solamente con la persona o personas que se le señalare, y se le mande que en publico ni en secreto no trate de los negocios tocantes a los Alumbrados con persona alguna, bajo pena de ser habida por convencida de los delitos de que ha sido testificada y acusada, y que será castigada con todo rigor”.[6]

En Almendral.- Joan García, clérigo presbítero, vecino de la villa del Almendral, fue preso por febrero de 1576 por lo mismo, dijo ser de edad de cuarenta y ocho años; tenía y seguía las opiniones de los alumbrados, y sus mismos errores, persuadiendo a sus hijas de confesión a actos torpes e ilícitos como los demás sus cómplices; llevaba las beatas que confesaban fuera del pueblo tres y cuatro días con sus noches; y quería decir que sabia lo por venir, y así dijo a una: estarás poco acá, y fue ello así, que se murió de ahí a poco; y estando en cierta iglesia con éstas de su cuadrilla, él y ellas se metieron en una capilla oscura, y allí se puso de crucificado y dijo se hincasen de rodillas y lo adorasen como a Cristo, porque a tanta suma de perfección podía uno llegar que lo mereciese, dando a entender ser el perfecto. Y asimismo se alabó que había metido dos velas de cera debajo el brazo y con el gran calor se habían derretido, diciendo que era calor del Espíritu Santo. Tuvo las demás supersticiones. En el tormento se le dieron cuatro vueltas de cordel a los brazos y, tendido en el potro, dos garrotes a las espinillas; no se paso adelante con la diligencia, porque el ordinario protestó que bastaba.

Christi nómine invocato:

El tal García, se dispone que: “sea sentenciado abjure de levi y sea degradado y depuesto verbalmente, y sirva a Su Majestad al remo sin sueldo por tiempo de cuatro años los cuales cumplidos vuelva a la Inquisición y este recluso en el lugar que le fuere señalado otros cuatro años, y pague cien ducados para gastos del Santo Oficio”.[7]

Tenemos otro caso de Almendral: “Marina Macias, beata, vecina de la villa del Almendral, de edad de treinta y cinco años, presa por el mismo tiempo, decía y enseñaba todo lo que los demás sus cómplices decían y tenían, pareciéndole que nunca se había tenido perfección en los tiempos pasados, teniéndose a sí por muy santa y poniendo duda en los demás; ponía una similitud del toro y el dominguejo; leía un libro de ciertos sentimientos, el cual está y estaba prohibido; se hallaba en tan perfección que decía le podían adorar sus zapatos, y que en tan sumo grado estaba perfecta, que estando en tocamientos con algunos de los dichos Alumbrados y encima de ella teniendo poluciones deshonestas, decía que no la movían a sentir cosa de carne, ni pecaba en ello venialmente por el grado de perfección en que estaba, y así, precediendo estas y otras cosas sin confesión – que decía no la había menester-, comulgaba muy a menudo, entendiendo la perfección sobre dicha; y una vez, por esta soberbia y presunción de sí, echó el Santísimo Sacramento de la boca; y andaba de iglesia en iglesia por comulgar más veces; y la noche de Navidad comulgó tres veces. Hacía y tenía todo lo demás de la dicha secta de los Alumbrados.

Christi nómine invocato: Fue sentenciada a que abjure de levi y a 200 azotes, y esté reclusa tres años y tenga el confesor señalado por el Santo Oficio.[8] Todos estos reo salieron a auto público de fe, junto a otros muchos Alumbrados de otros pueblos extremeños. El día elegido por el Tribunal de Llerena fue el 14 de junio de 1579, fiesta de la Santísima Trinidad.

Nogales.-  “Elvira González, mujer de Francisco Pérez, labrador, natural de Talavera de la Reina y, vecina de Nogales, de edad de 44 años. Fue testificada con 29 testigos, que hacían contestación bastante en algunas cosas, que era una de las más principales alumbradas que había en decir públicamente que Dios la llevaba por el camino de enseñar, y le había dado aquel espíritu, que sus confesores le pedían en conciencia que lo siguiese, y así había enseñado muchas cosas a otras beatas, y que la habían metido en un monasterio de monjas para que allí enseñase la oración y meditación, adonde estuvo 15 días sin comer, sustentándose con el Santísimo Sacramento que le daban cada día; y que mientras tuviese el sí de Dios en su alma, no dejase de comulgar, aunque se lo prohibiese cualquier persona; Y que estándose azotando una noche, había visto a nuestro Señor atado a una columna azotado; y habiendo recibido un día el Santísimo Sacramento sintió un gran fervor y así salió de la iglesia diciendo; ¿a donde me llevas Señor?, Y fue a una casa donde estaba una mujer de mal vivir y la había convertido; y que con solo mirarla, un mozo desde entonces no peca más; Y veía resplandores estando rezando que atemorizaban; y que diciendo una persona que había visto un ángel, dijo: ‘no tengáis a mucho eso, que almas hay en esta tierra que han visto ángeles ‘; y que ella tenia una hermana que había llegado a tantos sentimientos de ardores y dolores en el corazón, que no comía con las otras hermanas, sino que se sustentaba con el Santísimo Sacramento; y hacer los ejercicios de los alumbrados; Y que ella siente cuando se le consumen las especies del Santísimo Sacramento; y les veía el alma a otras personas; y que había pedido a dios le diese una enfermedad, para que siempre se acordase del; y le había concedido que tuviese siempre el pecho abierto y echase sangre; y que una vez se le apareció un crucifijo y, mirándole, bien le pareció un demonio y le parecía que oía los golpes que daban en las manos estando Jesucristo en la cruz; Y que su alma estaba algunas veces tan metida en las cosas de Dios, que le parecía que hablaba con Él papo a papo, y diciendo de estas cosas.

Y preguntándole como la sabia, dijo que dios se lo decía; y diciéndole una persona grave que mirase lo que hacia y decía, y volviese en si que iba errada, dijo que como podía ir errada, que cada vez que recibía o comulgaba veía en la ostia al niño Jesús; y decía que cuando hacia su oración, no se levantaba hasta que le echaban la bendición, y no-se veía quien se la echaba; Y cuando no la querían comulgar cada día, se amortecía y echaba sangre por la boca; y tratando de los alumbrados y como los habían castigado por el Santo Oficio, decía que por niñerías y dichos de bobitas los habían castigado, dando a entender que les habían hecho injusticia; y decía que mirasen lo que juraban, que ella sabia lo que decía; y tuvo un testigo, que fue su confesor, que dice que ella le solicita para actos torpes, por lo cual tuvo muchas veces acceso carnal con él, y en Cuaresma y Jueves Santo de esta  manera confesaba y comulgaba cada día, y decía que sabia lo que ( los) predicadores habían de predicar y mas que ellos; y, en efecto, se le probaron los enseñamientos que ordinariamente hacia de estas cosas.

Fue presa y a las moniciones estuvo negativa; y a la acusación confiesa que comulgaba muchas veces y aun quería ella que la comulgasen mas veces y una vez, azotándose, se le esclareció la pieza y tuvo temor; y que era verdad que había tenido conversación carnal con su confesor, persuadida por él; y confeso algunos que otros hechos de manera que no había delito, y negó lo demás. Y, a la publicación, confeso haber enseñado a cuatro o cinco personas como habían de rezar y contemplar, y era de la manera que sus confesores se la habían enseñado, los cuales eran de los Alumbrados; e que algunas veces decía que comulgaba por otros; y que conocía haber errado en haber enseñado los ejercicios de los Alumbrados a manera de predicar e que lo había hecho con buen celo de aprovechar a otros.

Christi nómine invocato: “Fue sentenciada a que salga a auto publico de fe, sea traída a la vergüenza, abjure de levi y se le den 200 azotes.[9]

A continuación en este legajo aparece, con él numero 30, Maria de San Francisco, beata, que es hermana de Elvira González”: Está testificada por algunos testigos de la misma doctrina”; y con el número 31 una tercera hermana Isabel. De las tres hermanas, Elvira presenta indicios de mayor culpabilidad. El Consejo manda al visitador que apure el informe y las diligencias, y dicta orden de captura. Fue pues apresada, dando con sus huesos en las cárceles secretas del Santo Oficio, sitas al lado de la sede del Tribunal de Llerena. A fines de mayo de 1581, en Relación de las causas despachadas leemos: “Nos enviamos relación de las causas pendientes, porque solamente está presa por Alumbrada Elvira González de Nogales, y recibida su causa a prueba; todas las demás causas se siguen sin recluir las personas, atenta la calamidad de peste que corre por los lugares circunvecinos”[10].

Según esta indicación, a la calamidad Alumbradista se sumó la fatalidad de la peste, dejando así más asolada la despoblada Extremadura.

También tenemos otro caso en Nogales: El bachiller Cristóbal Ortiz, clérigo presbítero, natural de Berlanga y cura de Nogales, cuenta 64 años de edad figura con él numero 20 de la lista de sentenciados; Su delito consistió en haber dicho en un sermón que “Si no hacían los hombres más de los mandamientos que Dios mandaba, que no podían ir al cielo; y hablando del estado de las beatas y loándolas, dijo que más sabia una mujercita de las dichas beatas que los que iban aprender en Salamanca”[11].

Si el cura Ortiz estudió en Salamanca, bien poco se le nota. Esas vagas tesis, predicadas en aquel contexto geográfico y humano, sabían a doctrina alumbradista, merecedora de retractación y azotes.

Christi nómine invocato: El Cura de Nogales, fue sentenciado abjuro de levi y se le dieron 100 azotes.

Cheles.- Maria de Cheles, mujer soltera, natural de Lisboa, residente en la villa de Cheles, de edad de más de 27 años: fue testificada por dos testigos de que dijo no ser pecado echarse carnalmente con un hombre soltero o con clérigo, que con mozos solteros no era pecado mortal. Con esta información fue presa por junio de 1578. En la primera audiencia confesó su delito. Fue sentenciada a salir a auto publico de fe, con sambenito e insignia de blasfema, coroza, abjuración de levi y fuese traída a la vergüenza, escuchando de nuevo su sentencia en la iglesia de su pueblo, con sambenito y coroza, y  fuese traída a la vergüenza por las calles de la villa. Recibida la causa a prueba, donde a pocos días, por estar en días de parir, fue suelta de las cárceles  con caución juratoria.[12]

Salió al auto publico de fe de 1579, junto a los Alumbrados, judaizantes, moriscos, y blasfemos, de Extremadura.

Christi nomine imvocato.- Fue sentenciada al auto en forma de penitente, abjuración de levi, y traída a la vergüenza.

Con la celebración de este Auto de Fe, desaparece de esta comarca la secta de los Alumbrados. Fueron, como se ve, casos de ilusión y de alucinación en la vida espiritual de estos protagonistas. Gente dominadas por frailes y clérigos, los cuales utilizaban su teología particular para esclavizar físicamente y síquicamente a muchos ciudadanos de la comarca.

Ahí están los hechos, espectáculos y vergüenza de los principales alumbrados de Extremadura, los “santos” de un día, los “maestros” y los “discípulos” de una espiritualidad nueva. Sacerdotes impuros que solicitaban a sus feligresas, la bacanal, u orgía sexual, era la desembocadura de aquel adoctrinamiento y ejercicio de contemplación, excitador de pasiones; le entraba a las beatas una “fijación grande para con sus maestros” y les daban ganas de buscarlos, porque experimentaban en sí el volcán de los “deseos carnales, los cuales se les mitigaban con los besos y tocamientos deshonestos de los dichos sus maestros; rotos los frenos de los principios morales, los alumbrados desembocan en una desatada orgía sexual beaterio”.

El movimiento de renovación espiritual, que a todas luces empezó bien y era fecundo, acabó en desastre, en degeneración, en lujuria. Si Alonso de la Fuente y el Santo Oficio hicieron bien o hicieron mal en atajar la riada, en exterminar la fermentación religiosa, júzguelo quien pueda y sepa. Aquí sólo debo poner en escorzo un resultado negativo: la gran depresión que se observa en la piedad popular. El pueblo, debido a la represión inquisitorial, se resfrió en las prácticas piadosas; la turba de los impíos se envalentonó. Fue urgente misionar y volver a evangelizar aquellas comunidades cristianas de la comarca, antes tan calientes, ahora tan frígidas.

Comarca que estaba siendo evangelizada desde los distintos conventos existentes en la misma. Sobre todo los franciscanos descalzos de la provincia de San Gabriel, los cuales iban a implantar en la comarca la Santa escuela cristiana o escuela de la Santa doctrina. Esta se fundaría en todos los pueblos de la comarca, para que en nombre de Nuestro Señor Jesucristo y su Santa doctrina se aumente la Fe católica, para el feliz estado y gobierno de la Santa Iglesia y con ella conseguir la extirpación de las herejías, y victoria contra los infieles y herejes, siendo convertidos todos ellos al gremio de nuestra sagrada Religión. Los fundadores fueron: Fr. Rafael de Brozas y Fr. José de Zafra, predicadores apostólicos del colegio seminario de Nuestra Señora de Aguas Santas de la ciudad de Jerez de los Caballeros.

Muchos frailes de esta orden de San Francisco, junto con sacerdotes, fueron condenados por la Inquisición de solicitantes, aunque también tenían algunos toques de la nueva espiritualidad de los alumbrados. A continuación veremos la historia de estos personajes con hábito religioso, que aprovechan cualquier espacio para desarrollar su instinto lujurioso.

Las mujercillas de iglesias hicieron de los confesores sus maridos; y de los templos sagrados zahúrdas de Venus; y cubrían sus torpezas y abominaciones con capa de oración y virtud. La serie de penitenciados por decir que la simple fornicación no era pecado, o que el estado del matrimonio es mejor que el estado religioso es interminable.

Grave y difícil de arraigar por el Santo Oficio, fue la plaga incurable de solicitantes. En la red del Tribunal caen clérigos, y frailes, y por más que la Inquisición había tomado a pecho su desarraigo, no logra otro resultado que multiplicar los procesos y los castigos. Muchos de estos herejes eclesiásticos eran cristianos nuevos. Procedían de familias las cuales habían seguido la ley de Moisés. Eran personas convertidas al cristianismo. Pero está claro que la carne no entiende de credos, y es que el viejo refrán se iba hacer realidad en esos momentos “él habito no hace al monje”.

 




[1] Álvaro Huérga. Historia de los Alumbrados en Extremadura, (1570-1582) Fundación Universitaria Española Seminario Cisneros. Madrid, 1978. Pág. 59. Alonso Fernández, Historia y Anales de la Ciudad y Obispado de Plasencia, Madrid 1627, Libro III, cap. 8. Pág. 253-254.
[2] Álvaro Huérga. .op. cit. Pág. 101.
[3] Íbidem.
[4]B. N. M. Ms /2440, folios. 418 a 421.
[5] AHN. Sección Inquisición de Llerena. Legajo 4572-caja 3. fol. 324 r.-333. Relación del auto de fe que se celebró en la Inquisición de Llerena, el domingo de la Santísima Trinidad 14 de junio del año 1579.
[6] Ibídem.
[7] Íbidem.
[8] Íbidem.
[9]Íbidem.
[10] AHN. Sección Inquisición. Legajo 1988. expediente n. 12
[11] AHN. Íbidem.
[12] AHN. Íbidem.

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