SIRUELA, EL PUEBLO DE LOS
SACRÍLEGOS
La Verdadera Historia de la Fuente Santa de Siruela
Han sido muchas las personas de
Siruela que a lo largo de su vida han escuchado y oído de forma tergiversada o
mal contada, los hechos que sucedieron en torno a la fuente que se encuentra a
las afuera de la población y que se la conoce
con el nombre de la “Fuente Santa”. En este artículo vamos a conocer,
cuales fueron los acontecimientos que sirvieron de base real, para que dicho
espacio de agua natural fuese bautizado en su día con el sobrenombre ya
mencionado. La documentación sumarial de lo acontecido en el año 1773 en la
villa de Siruela, esta sacada de la sección Inquisición dentro del Archivo
Histórico Nacional, y más concretamente, del auto que se abrió por el Tribunal
de la Inquisición de Toledo por denuncia elevada hasta el Santo Oficio por el
Comisario de la villa D. Manuel Bravo. El documento como tal nos cuenta lo
siguiente.
El Tribunal de Toledo tiene remitida esta sumaria recibida de orden de
aquella Inquisición, que el comisario D. Manuel Bravo de Siruela mandó sobre la
extracción y robo sucedido en la iglesia del lugar de Siruela de este Arzobispado.
Robaron el copón y las sagradas formas las cuales se encontraron dispersas en
el pilón de la fuente que está a un lado del dicho lugar en la mañana del día
17 de enero del año de 1773.
“En la villa de Siruela a 17 día del mes de enero de 1773, el Sr. D.
Manuel Bravo presbítero y Comisario titular del Santo Oficio en la villa, dijo
que a eso de las diez de la mañana oyó un gran alboroto en la calle de voces
que gritaban y hablaban, y preguntando ¿Qué pasaba?, le respondieron lo
siguiente algunos vecino: “mire usted Señor Comisario que se ha visto y
reconocido que en la fuente vieja extramuros de esta villa hay tirado en el
agua un cáliz y formas sacramentales”. Rápidamente corrí hacia el lugar para
acreditar lo que me habían dicho, y al llegar encontré innumerables gentes de
todos los estados, sacerdotes seculares y regulares, hombres, mujeres y niños,
los más llorando y exclamando trémulos y horrorizados por lo que estaban viendo
sus ojos. Al llegar encontré como me habían indicado los vecinos, el copón de
plata sobre dorado que es el que está en el altar mayor y donde se venera el preciosísimo cuerpo y
sangre de nuestro redentor Jesucristo, también había otros cálices robados de la Iglesia. Se recogieron seis
formas y la ostia grande que se suele poner en el viril, y que se encontraban
nadando sobre las aguas de la fuente.
Dicho delito es claro que ha sido perpetrado por personas enemigas de
nuestra fe.
Se recogieron las formas y en procesión solemne y multitudinaria de
todo el pueblo de Siruela, se llevaron hasta el sagrario donde se mantuvieron
con luces hasta el día siguiente día que se consuman. Dichas formas las había
consagrado el padre José García. Se pidió que el agua de dicha fuente y del
pilar donde habían estados las dichas formas consagrada que eran el mismísimo
cuerpo de Cristo, se recogiesen por
sacerdotes y se conduzcan por personas de iglesia al sumidero de la Iglesia parroquial, se
friegue dicha fuente y pilar, y para que cese la salida del agua se manda se
corte la corriente de forma que no entre agua nueva, y que todo cuanto se
ejecutase se ponga por fe y diligencia, y que se pase a hacer sumaria,
prisiones y demás diligencias.”[1]
El cuadro era dantesco para los
vecinos de Siruela que por esas fechas vivían la religión prácticamente las
casi 24 horas del día, la impotencia y el desgarro de su alma les obligaba a
preguntarse ¿Quién ha podido hacer cosa semejante? En ese mismo día el
Comisario que como muy bien nos indica el documento era sacerdote, va a ordenar
se recojan las formas y el copón bendito y se lleven en procesión hasta la
iglesia de Siruela de donde se extrajo. La procesión se organizo de la
siguiente forma.
Procesión.
“Así mismo damos fe, que en procesión solemne y bajo palio se
trasladaron el copón y especies sacramentales hasta la iglesia parroquial de
esta villa con asistencia de innumerables personas de todas clases. Las formas
consagradas se pusieron en el sagrario del altar mayor por el dicho teniente de
cura Fray José García, quién cantando junto a los fieles cristianos con gran
fervor y devoción el Pangelingua y demás
salmos acostumbrados, depositaron y quedaron con acompañamiento de personas de
la mayor distinción y algunos eclesiásticos con luces encendidas el cuerpo
ultrajado y agraviado de Nuestro Santísimo Redentor Jesucristo. El agua de la
fuente se llevó hasta el sumidero de la iglesia en cántaros, al vaciar la fuente
se encontró la cruz de dicho copón que se había roto.
La puerta de la iglesia se hallo cerrada y sin fractura alguna”.[2]
Personas sospechosas
“El alcalde de Corte D. Pedro de Castilla envió al comisario un
testimonio del que resulta, que estando procediendo criminalmente dicho alcalde
de oficio de justicia y de orden del Señor Gobernador del Consejo, contra
diferentes vecinos por robos y otros delitos por una declaración hecha en 17 de
agosto de 1774 por uno de dichos reos preso que se encontraba en la cárcel de
Corte llamado Juan … Salido, constaba haberle dicho Juan José Rodríguez y Juan
de Antequera, el que se decía andaba por Madrid en los garitos y desertor que
era de los soldados de Maximiliano y el que había ejecutado diversos robos en
iglesias; que en Extremadura en un lugar llamado Siruela, un mercader o
estanquero vecino de allí que al tiempo no se acordaba cual de los dos empleos
tenía, le dijo le había dado 20 reales a dicho Juan José Rodríguez para que
entrase en una iglesia a robar el copón del sagrario. Que en efecto entraron en
dicha iglesia con unas llaves que para ello llevó de las puertas dicho mercader
o estanquero, y que abriendo dicho Juan José el sagrario robó el copón con las
formas que en el había cerrando las
puertas con las mismas llaves. Echó dicho Rodríguez el copón con las formas que llevaba en el pilar de la
fuente donde bebían las bestias. Que al testigo no le constaba si esto era
cierto o no, que no le dijo a el declarante dicho Juan José Rodríguez el nombre
del mercader o estanquero, y que un capotillo que llevaba dicho Juan José
Rodríguez de paño azul se lo había dado dicho mercader juntamente con 20 reales
que le enseñó a el testigo en un doblón de a ocho de oro. Se practicaron las
debidas diligencias para arrestar a dicho Juan José Rodríguez no habiéndose
podido conseguir. Con vista de lo antecedente consta, se mandó que el tribunal
remitiese la sumaria que formó sobre dicho lance, y de ella nada resulta ni se
sabe de dicho Juan José Rodríguez”.[3]
Auto
“El Santo Oficio de la
Inquisición de Toledo, el día 8 del mes de julio de 1750 y
estando en su audiencia de la mañana el Inquisidor Cristóbal de Bustamente, habiendo
reconocido el estado de esta sumaria y diligencias repetidas que se han
practicado para su resolución y sin que se halla obtenido resultado ninguno; decide se suspenda por ahora esta sumaria y se
anote en el libro corriente de suspensos, y yo el escribano del Santo Oficio lo
señalo y certifico. Firmado Francisco Javier Cisneros.”[4]
Hay que decir como bien indica el
documento, que el sacrílego personaje no se pudo descubrir quién fue realmente,
aunque las sospechas estaban dirigidas hacia la persona de Juan José Rodríguez
como persona que había ejecutado el sacrilegio, y hacia el mercader que le pagó
para que lo ejecutase. Pero al no tener la Inquisición pruebas firmes y
contundentes sobre los presuntos delincuentes, determinara suspender la causa
hasta que apareciese el presunto acusado. Cosa que no ocurrió.
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