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domingo, 9 de abril de 2017

SIRUELA, EL PUEBLO DE LOS SACRÍLEGOS

La Verdadera Historia de la Fuente Santa de Siruela


Han sido muchas las personas de Siruela que a lo largo de su vida han escuchado y oído de forma tergiversada o mal contada, los hechos que sucedieron en torno a la fuente que se encuentra a las afuera de la población y que se la conoce  con el nombre de la “Fuente Santa”. En este artículo vamos a conocer, cuales fueron los acontecimientos que sirvieron de base real, para que dicho espacio de agua natural fuese bautizado en su día con el sobrenombre ya mencionado. La documentación sumarial de lo acontecido en el año 1773 en la villa de Siruela, esta sacada de la sección Inquisición dentro del Archivo Histórico Nacional, y más concretamente, del auto que se abrió por el Tribunal de la Inquisición de Toledo por denuncia elevada hasta el Santo Oficio por el Comisario de la villa D. Manuel Bravo. El documento como tal nos cuenta lo siguiente.

El Tribunal de Toledo tiene remitida esta sumaria recibida de orden de aquella Inquisición, que el comisario D. Manuel Bravo de Siruela mandó sobre la extracción y robo sucedido en la iglesia del lugar de Siruela de este Arzobispado. Robaron el copón y las sagradas formas las cuales se encontraron dispersas en el pilón de la fuente que está a un lado del dicho lugar en la mañana del día 17 de enero del año de 1773.

“En la villa de Siruela a 17 día del mes de enero de 1773, el Sr. D. Manuel Bravo presbítero y Comisario titular del Santo Oficio en la villa, dijo que a eso de las diez de la mañana oyó un gran alboroto en la calle de voces que gritaban y hablaban, y preguntando ¿Qué pasaba?, le respondieron lo siguiente algunos vecino: “mire usted Señor Comisario que se ha visto y reconocido que en la fuente vieja extramuros de esta villa hay tirado en el agua un cáliz y formas sacramentales”. Rápidamente corrí hacia el lugar para acreditar lo que me habían dicho, y al llegar encontré innumerables gentes de todos los estados, sacerdotes seculares y regulares, hombres, mujeres y niños, los más llorando y exclamando trémulos y horrorizados por lo que estaban viendo sus ojos. Al llegar encontré como me habían indicado los vecinos, el copón de plata sobre dorado que es el que está en el altar mayor  y donde se venera el preciosísimo cuerpo y sangre de nuestro redentor Jesucristo, también había otros cálices robados de la Iglesia. Se recogieron seis formas y la ostia grande que se suele poner en el viril, y que se encontraban nadando sobre las aguas de la fuente.  Dicho delito es claro que ha sido perpetrado por personas enemigas de nuestra fe.
Se recogieron las formas y en procesión solemne y multitudinaria de todo el pueblo de Siruela, se llevaron hasta el sagrario donde se mantuvieron con luces hasta el día siguiente día que se consuman. Dichas formas las había consagrado el padre José García. Se pidió que el agua de dicha fuente y del pilar donde habían estados las dichas formas consagrada que eran el mismísimo cuerpo de Cristo, se recogiesen  por sacerdotes y se conduzcan por personas de iglesia al sumidero de la Iglesia parroquial, se friegue dicha fuente y pilar, y para que cese la salida del agua se manda se corte la corriente de forma que no entre agua nueva, y que todo cuanto se ejecutase se ponga por fe y diligencia, y que se pase a hacer sumaria, prisiones y demás diligencias.”[1]

El cuadro era dantesco para los vecinos de Siruela que por esas fechas vivían la religión prácticamente las casi 24 horas del día, la impotencia y el desgarro de su alma les obligaba a preguntarse ¿Quién ha podido hacer cosa semejante? En ese mismo día el Comisario que como muy bien nos indica el documento era sacerdote, va a ordenar se recojan las formas y el copón bendito y se lleven en procesión hasta la iglesia de Siruela de donde se extrajo. La procesión se organizo de la siguiente forma.

Procesión.

“Así mismo damos fe, que en procesión solemne y bajo palio se trasladaron el copón y especies sacramentales hasta la iglesia parroquial de esta villa con asistencia de innumerables personas de todas clases. Las formas consagradas se pusieron en el sagrario del altar mayor por el dicho teniente de cura Fray José García, quién cantando junto a los fieles cristianos con gran fervor  y devoción el Pangelingua y demás salmos acostumbrados, depositaron y quedaron con acompañamiento de personas de la mayor distinción y algunos eclesiásticos con luces encendidas el cuerpo ultrajado y agraviado de Nuestro Santísimo Redentor Jesucristo. El agua de la fuente se llevó hasta el sumidero de la iglesia en cántaros, al vaciar la fuente se encontró la cruz de dicho copón que se había roto.
La puerta de la iglesia se hallo cerrada y sin fractura alguna”.[2]

Personas sospechosas


“El alcalde de Corte D. Pedro de Castilla envió al comisario un testimonio del que resulta, que estando procediendo criminalmente dicho alcalde de oficio de justicia y de orden del Señor Gobernador del Consejo, contra diferentes vecinos por robos y otros delitos por una declaración hecha en 17 de agosto de 1774 por uno de dichos reos preso que se encontraba en la cárcel de Corte llamado Juan … Salido, constaba haberle dicho Juan José Rodríguez y Juan de Antequera, el que se decía andaba por Madrid en los garitos y desertor que era de los soldados de Maximiliano y el que había ejecutado diversos robos en iglesias; que en Extremadura en un lugar llamado Siruela, un mercader o estanquero vecino de allí que al tiempo no se acordaba cual de los dos empleos tenía, le dijo le había dado 20 reales a dicho Juan José Rodríguez para que entrase en una iglesia a robar el copón del sagrario. Que en efecto entraron en dicha iglesia con unas llaves que para ello llevó de las puertas dicho mercader o estanquero, y que abriendo dicho Juan José el sagrario robó el copón con las formas que en el había  cerrando las puertas con las mismas llaves. Echó dicho Rodríguez el copón  con las formas que llevaba en el pilar de la fuente donde bebían las bestias. Que al testigo no le constaba si esto era cierto o no, que no le dijo a el declarante dicho Juan José Rodríguez el nombre del mercader o estanquero, y que un capotillo que llevaba dicho Juan José Rodríguez de paño azul se lo había dado dicho mercader juntamente con 20 reales que le enseñó a el testigo en un doblón de a ocho de oro. Se practicaron las debidas diligencias para arrestar a dicho Juan José Rodríguez no habiéndose podido conseguir. Con vista de lo antecedente consta, se mandó que el tribunal remitiese la sumaria que formó sobre dicho lance, y de ella nada resulta ni se sabe de dicho Juan José Rodríguez”.[3]

Auto

“El Santo Oficio de la Inquisición de Toledo, el día 8 del mes de julio de 1750 y estando en su audiencia de la mañana el Inquisidor Cristóbal de Bustamente, habiendo reconocido el estado de esta sumaria y diligencias repetidas que se han practicado para su resolución y sin que se halla obtenido resultado ninguno;  decide se suspenda por ahora esta sumaria y se anote en el libro corriente de suspensos, y yo el escribano del Santo Oficio lo señalo y certifico. Firmado Francisco Javier Cisneros.”[4]

Hay que decir como bien indica el documento, que el sacrílego personaje no se pudo descubrir quién fue realmente, aunque las sospechas estaban dirigidas hacia la persona de Juan José Rodríguez como persona que había ejecutado el sacrilegio, y hacia el mercader que le pagó para que lo ejecutase. Pero al no tener la Inquisición pruebas firmes y contundentes sobre los presuntos delincuentes, determinara suspender la causa hasta que apareciese el presunto acusado. Cosa que no ocurrió.




[1] AHN. Inquisición. Legajo 226, Exp. 17
[2] Ibíd.
[3] AHN. Legajo 3722. exp. 199.
[4] Ibíd. Legajo 226, exp. 17

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