INFANTICIDIO EN LOS CONVENTOS
LAS MONJAS SATÁNICAS DE CORELLA
Han sido muchas las veces que hemos escuchados a determinadas
personas, que en algunos conventos españoles se habían encontrado sepultura de
niños, algo difícil de entender en un espacio sagrado, donde el sexto mandamiento
de la ley de Dios está penado, prohibido.
Este pequeño artículo quiere demostrar, que esa realidad de
partos en los cenobios, se vivió de forma real y potente en muchos espacios
femeninos dedicados a la vida religiosa.
Un ejemplo de ello lo tenemos en el claustro de carmelitas descalzas de
Corella (Navarra), donde un grupo de monjas seguidoras de Satanás, van a
protagonizar uno de los episodios más llamativos de la vida conventual de este
país. El documento a presentar, es un
proceso de la Inquisición de Logroño incoado en 1743 contra algunas religiosas
carmelitas de Corella: el mismo nos cuenta cosas como las que siguen.
“María Josefa de Jesús en el siglo Álvarez de
Terroba, natural de Moreda, de 31 años de edad, carmelita descalza en el
convento de Corella, de oficio boticaria, condenada por cómplice de la madre
Agueda en sus ficciones, apostasía de nuestra santa fe, pacto expreso con el
demonio, teniendo comercio torpe con él y con los religiosos cómplices con
pretexto de obediencia y confesión.
Cargos contra esta reo: que
esta reo por inducción de la madre Agueda Josefa de la Encarnación, hizo pacto
expreso con el demonio entregándole su alma, admitiéndole por su esposo,
creyéndole y adorándole por Dios y renegar del mismísimo Jesucristo y de su santa
ley. Tenía por falsos todos sus misterios, ultrajaba las imágenes de
Jesucristo, reverenciando y dando culto hincada de rodillas al Diablo cuando le
llamaba y aparecía visiblemente en forma de mancebo hermoso. Todo ello lo
ejecutó repetidas veces renovando el dicho pacto y exhortando a la
perseverancia y continuación a los demás cómplices del grupo, que son 7 entre
monjas y religiosos, los cuales se reunían en la celda donde aparecía el diablo
para adorarle. En esos momentos, todos tenían acceso carnal con el demonio, con
deleite y con mucha frecuencia.
Que en el convento se cometían torpezas con frailes como
eran: el hermano Antonio de la Madre de Dios y otros como Juan del Espíritu
Santo. Que cuando alguna quedaba preñada, sentían como si se le entumeciese el
vientre. Que en otras ocasiones el diablo no se les aparecía físicamente sino
en sombra monstruosa.
Que cuando se sentía penetrada por la sombra, recibía en su
interior unas ráfagas de aire que se adentraban en su cuerpo por sus partes.
Confesó, que era mujer muy viciosa y haber tenido tantos actos torpes repetidos
con el diablo y con los religiosos cómplices, que quedó preñada en varias
ocasiones; “y que sabía más esta reo en esta línea, que las putas más corridas
de Madrid”.
Al ser la encargada de la botica la madre Agueda, cuando
alguna religiosa del grupo satánico quedaba preñada, esta componía bebidas y
las daba para abortar, tomándolas también ella con acuerdo de los cómplices.
Tuvieron muchos abortos en sus celdas de criaturas animadas, quedándose en cama
con pretexto de enfermas y asistiéndose unas a otras las cómplices, poniendo
todo su cuidado en ocultar dichos partos ahogando en ocasiones a las criaturas
y enterrándolas en lugar excusado de la huerta, teniendo mucho cuidado para que
el hortelano no labrase en dicho sitio. Sobre el lugar de los enterramientos de
los bebes, sembraban flores que solamente ellas podían cuidar.
Condena
Que en la sala de la audiencia salga en forma de penitente
con sambenito de media aspa, se le lea su sentencia con méritos, sea absuelta
ad cautelan, gravemente reprendida, advertida y conminada y reclusa por tiempo
de dos años en el convento de su religión de Pamplona, privada de voz activa y
pasiva, de velo negro y tenga el último lugar en los actos de comunidad excepto
en legas y novicias, no pueda tratar ni comunicar de palabra ni por escrito con
persona alguna de afuera y en el convento. Solo podrá tratar con la religiosa o
religiosas que a la prelada le pareciese necesario, sea encargada a persona
docta y virtuosa (que no sea de su religión) para que la fortifique en la
mística y los misterios de nuestra santa fe y cuide de su dirección y gobierno
espiritual.
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