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sábado, 1 de abril de 2017


La heterodoxia en Extremadura:

Moriscos, judíos, luteranos y afrancesados

 

Fermín Mayorga Huertas

 

El tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en la villa de Llerena tenía como atribución esencial la defensa de la fe católica seriamente amenazada por los ataques de los herejes. La palabra herejía es una derivación de un término griego que significa “elijo”, “quiero”, “escojo”. Su derivado “hereje”, era empleado para calificar a aquellas personas que sostenían opiniones o creencias contrarias a la fe de Cristo y de su Iglesia. Fueron muchos los extremeños condenados por pensar de forma diferente y hacerlo público en la realidad del momento que les toco vivir.

En este trabajo vamos a conocer personas eruditas, dentro de la sociedad extremeña, que sufrieron en sus carnes el estigma de la Iglesia Católica. No son hombres conocidos, pero sí lo suficientemente importantes para que sean catalogados como verdaderos defensores de la libertad de expresión. Sujetos desconocidos, que merecen ser reconocidos, como impulsores y abanderados de una muy particular y anónima filosofía que supieron mantener con dinámica clandestinidad allí donde se encontraban.  de vida, luteranos, judaizantes, moriscos y afrancesados.

Hay personajes importantes de Extremadura que fueron perseguidos por la Inquisición. Basta recordar a Torres Naharro, Arias Montano, Francisco Sánchez “El Brocense”, Bartolomé José Gallardo, pero éste no es su espacio. Centrémonos en descubrir a los más anónimos, a los corsarios de la verdad, personajes que deben salir a la luz pública para que los interesados en sus vidas, descubran con su testimonio una realidad histórica de Extremadura que al día de hoy es la gran olvidada, la Inquisición.

El invento de la imprenta, es uno de los más importantes en la historia de la cultura y comunicación del hombre. Sin embargo, durante su aparición en el siglo XV, nunca se pensó en la rápida proliferación de las ideas ni el acceso inmediato a ellas y mucho menos en el ávido consumo de los lectores. Esto trajo como consecuencia, un siglo más tarde, la creación de un control civil y eclesiástico que influyó en la presentación y circulación de libros, estampas, alegaciones, pasquines, panfletos, etcétera.

Nuestros primeros protagonistas van a ser unos libreros de Medina del Campo, que andaban por Extremadura con sus burros vendiendo libros prohibidos. Iban de feria en feria con su mercancía, ofrecían a los eruditos de la región material para su formación cultural, libros permitidos y libros prohibidos. Pero alguien les delatará por tener entre sus muchas obras alguna cartilla prohibida aunque en latín; cartilla, por supuesto, contraria a las normas de la Santa Iglesia Católica. Los hechos suceden en la villa de Medellín y la historia de los mismos es como sigue.

 

A este Santo Oficio se trajeron presos de la villa de Medellín lugar de este distrito, dos libreros amo y criado vecinos que dicen ser de la villa de Medina del Campo, los cuales envió el vicario de la dicha villa. Los libreros vinieron a la dicha villa a vender libros, el primero de mayo que suele ser feria, y la primera cosa que vendieron según ellos dicen, fue una cartilla de pliegos. La cartilla vista por quien la compró, dijo que tenía el credo en latín al final, el cual estaba falto de letras llevándolo al vicario para que observase dicha cartilla. El vicario una vez vista la cartilla fue a la tienda de los libreros, y sabido de ellos que habían vendido aquella cartilla les tomo otras que tenían de la misma impresión. Los prendió y envió presos a las cárceles del Santo Oficio donde quedan, tomadas sus confesiones y comunicando el negocio con los inquisidores, les pareció debían proceder contra el amo que se dice llamar Alonso de Huete.

Dijo ser de edad de 42 años y que es natural de Palencia, que las dichas cartillas viene impresas desde Estella en Navarra, y que el impresor de ellas es un hombre que se llama Adrián de Amberes, vecino de la dicha ciudad de Estella, el cual es Flamenco. Comentó que en su casa en Medina del Campo tenía 80 cargas de libros y muchas cartillas de aquella, que todas habían sido impresas en Medina del Campo y en Toledo, pero que no había visto esas cartillas en latín porque él no hacía las cargas, y que finalmente se envuelven las unas con las otras. Que no las ha visto, que si las hubiese observado las hubiera quemado, que hasta Medellín han venido dos cargas y cuatro vendieron en Guadalupe, que entre todo lo vendido suman 14 reales.

Se le preguntó si sabía que en estos reinos se habían quemado muchos libros, y otros se han mandado prender por reprobados o por sospechoso de nuestra Santa Fe Católica. Dijo que sí sabía de muchas obras quemadas por no cumplir con lo acordado en el catálogo de libros prohibidos. Se le secuestraron todos los libros que tenían así como la tienda que habían montado en Medellín y otros bienes  que se encontró. Los reos quedaron en las cárceles del Santo Oficio pendientes de auto.[1]

 Había que frenar y controlar a los libreros, sus mercancías podían propagar ideas subversivas y escritos que se consideraban inútiles y perjudiciales. La corona española había implantado una legislación del libro que marcará su estructura. La historia comienza en 1502 con la pragmática emanada por los Reyes Católicos, donde se ordena que todo libro deba llevar en la primera hoja de una forma clara, el titulo de la obra y el nombre del autor; así como la licencia del Consejo. Posteriormente, en 1554, Carlos V ordena que las licencias, privilegios y tasas que tendría que llevar toda obra impresa sólo sean otorgadas por el Consejo, ya sean emanadas por el rey como por el presidente del Consejo o el virrey. Años después (1558), Felipe II decreta que tanto libros nacionales como extranjeros no podían circular en tierras españolas si no llevaban la licencia civil, aclarando que se adjudicaba pena de muerte y confiscación de bienes a quien comprara y vendiera la obra. Por Extremadura corrían de mano en mano muchos libros que había que destruir, algunos lectores, ante el miedo de ser descubiertos por la Inquisición, los escondían en paredes, huertas, y otros lugares seguros. El Santo Oficio lanzaba desde los pulpitos de las Iglesias edicto y anatemas contra los que tuviesen en su poder obras prohibidas o sospechosas, los mismos decían lo siguiente. “Si sabéis o habéis oído que algunas personas hayan tenido o tengan algunos libros de la secta y opiniones de Martín Lutero, de El Corán, u otros libros de la secta de Mahoma, Biblia en romance, o cualquiera de los prohibidos por las censuras y catálogos del Santo Oficio de la Inquisición. Por todo ello, mandamos vengáis a nosotros a delatar a quienes conozcáis para que los malos sean castigados y los buenos y fieles cristianos conocidos y honrados, y nuestra Santa Fe Católica aumentada y ensalzada. Y para que lo susodicho venga a noticias de todos, y de ello ninguno pueda pretender ignorancia, lo mandamos publicar.[2]

 

MORISCOS Y JUDÍOS

 

Conozcamos algunos extremeños que fueron condenados por tener estas obras prohibidas en su poder. El desarrollo de esta realidad nos situará en las formas de vida de la época, y mostrará cómo a través de estas censuras, se dogmatizaba las mentes de las gentes en pro de la Santa Madre Iglesia. Tenemos que decir que en Extremadura fueron quemadas personas por tener libros prohibidos. Desempolvemos los legajos y manuscritos de la Inquisición de Llerena, y dejemos que los pensamientos y voces amordazadas de los protagonistas, aporten a los hombres del siglo XXI su retardada denuncia de lo ocurrido. Nuestro primer personaje es un hombre vecino de la Villa de Cañamero, morisco Alfaquí, nombre que recibían los catequistas de la religión musulmana, eruditos que mantenían la llama encendida de la espiritualidad islámica por tierras de Extremadura. “Luís Pérez morisco, de profesión herrero,  vecino de Cañamero, alfaquí y maestro de los moriscos de dicha villa,  fue reconciliado en el auto pasado que se celebró el 7 de octubre de 1601. Se le quitó el hábito en el tablado, y por confesar que tenía unos libros de moros por los cuales enseñaba la dicha ley de Mahoma, que estaban escondidos y enterrados en cierta parte no pudiendo ser hallados, lo llevaron al dicho lugar para que los desenterrase y entregase. Estando en casa del comisario de la dicha villa se escapó, y volviéndole a coger no entregó los libros, antes varió en éstas declaraciones que tenía hecha en cuanto a ellos. Se volvió a prender y se procedió contra él como contra falso y simulado, vista en consulta su causa se votó a tormento, poco después cayó enfermo y estando próximo a la muerte se le quiso dar confesión diciendo que le dejaran. Murió en las cárceles secretas de este Santo Oficio,  su cuerpo fue enterrado en los corrales de las cárceles. Visto su proceso se condenó a ser quemado en la hoguera, se le confiscasen sus bienes, siendo quemada su estatua, exhumado sus huesos y lanzados a las llamas”.[3]

Nuestro siguiente personaje sufrió en sus carnes un verdadero calvario. Al igual que el anterior era alfaquí, pero en la ciudad de Mérida, y será condenado por tener en su poder libros arábigos y enseñar con ellos la doctrina de Mahoma. Era un maestro importante pues no solamente enseñaba el Islam en Mérida, sino que recorría varios lugares de la región con una misión muy clara: propagar la doctrina de Alá su único Dios verdadero.

“Juan López Uleyles Haleb, era natural de Granada, de los repartidos en la villa de Pastrana, de edad de 34 años. Fue testificado por 33 testigos, todos moriscos de la ciudad de Mérida, de haberles enseñado las enseñanzas de Mahoma por unos libros que tenía. Por estas enseñanzas había apostatado de nuestra Santa Fe Católica, y que se nombraba alfaquí de dicha secta. Luego que fue preso comenzó a confesar de sí y de algunas personas difuntas y ausentes, estando esta causa conclusa definitivamente negó la acusación de algunos testigos. Fue votado a tormento y se ejecutó el mismo, se le dieron tres vueltas de cordel en sus brazos tendido en el potro. Durante el tormento testificó a casi todos los moriscos de esta secta que estaban en Mérida. Negó haber tenido en Mérida libros prohibidos ni haber enseñados por ellos, aunque de esto y más cosas que negó hay muchas testificaciones que acreditan lo contrario. Vista ésta causa en su consulta de fe con el ordinario, se votó saliese en el próximo Auto de Fe con insignias de relajado, que sea declarado hereje apóstata dogmatizador, que se le confisquen sus bienes y que sea quemado en la hoguera. Antes del auto se le volvió a dar tormento volviendo a declarar a otras personas de la secta en Mérida, Zafra y Trujillo. Una vez atado al palo de la hoguera, estando en confesión con un teatino y un escribano, revocó todo lo declarado”.[4]

Tenemos a continuación dos testimonios contundentes que nos demuestran el amordazamiento que sufrían algunas ideas filosóficas, ideas que había que erradicar en beneficio de la única filosofía que podía campear libremente por toda la piel de toro, la filosofía católica. Si quemados fueron los anteriores eruditos por abrazar la cultura islámica, y enseñar la misma a través de sus libros, nuestros siguientes protagonistas no son menos.

Vamos a conocer a dos personajes influenciados por el judaísmo. Uno es un auténtico conocedor de las profecías de Isaías y Daniel, un hombre que va recorriendo todo el reino disfrazado de mercader, que incluso se llega a proclamar “el Mesías” que anuncian las profecías. El otro, un perfecto dogmatista disfrazado de mercader, el cual enseñaba la doctrina de Moisés allí donde hubiese una comunidad judaizante. Ambos personajes van a ser cazados en Extremadura y condenados por la Inquisición de Llerena. Los dos salen en el mismo auto de fe celebrado en la villa de Llerena el año 1679, y como veremos en el desarrollo de sus sentencias, su destino final va a ser la hoguera, pero eso sí, morirán siendo fieles a sus creencias.

“Manuel López fue vecino de Madrid, natural de la ciudad de Valladolid y residente, cuando fue preso en la de Burgos, mercader de 30 años de edad, de nación portugués. Éste reo ya había sido condenado a ser reconciliado por la Inquisición de Valladolid en el año 1648, pero salió al auto de fe celebrado en la villa de Llerena por relapso, judaizante pertinaz e impenitente. Fue condenado por haber seguido en la observancia de la ley de Moisés, después de haber sido admitido a reconciliación. Fue preso en la villa de Llerena y puesto en las cárceles secretas del Tribunal hasta que saliera su auto.

En su primera declaración al entrar en la sala de la audiencia entró con el sombrero en la mano, al dar tres o cuatro pasos se puso de nuevo el sombreo poniéndose de rodillas mirando hacia una puerta de un corredor y no mirando al Tribunal. Estando un breve rato en esta postura con las manos juntas delante del rostro a manera de quién reza, y caída la falda del sombrero delante del rostro, se levantó mirando al Tribunal desde el mismo sitio donde se halló con el sombreo bien puesto. Hizo acción de rezar levantando las palmas de las manos hacia el techo diciendo estas palabras: “Adonai, bendito es el rey poderoso que crió el cielo y la tierra, sumo y eterno para siempre. La ley que dio en el monte Sinaí, es la verdadera y la santa. Adonai bendito reinará en Jerusalén, con Israel para siempre. Maravillas de Adonai se verán sobre su pueblo, y la ira de Adonai caerá sobre los gentiles”. Luego que acabó de decir las dichas palabras se descubrió quitándose el sombrero, pidiendo licencia para volver a su prisión y cárcel.

Dijo, “que el motivo que había tenido para esto, era haberle movido el cielo que presto se vería. Y que él confesaba el nombre de Adonai bendito a imitación del profeta Isaac su padre, que se le diese licencia para ir a su cárcel, que él no la tenía por tal sino por gloria de Adonai bendito y escala de Jacob, porque también Jacob estando en trabajos vio la escalera por donde se subía al cielo. Que de esa forma la veían los hijos de Israel en Egipto, y que no negaba el seguir la ley de Adonai bendito, y que no había necesidad de escribir el Tribunal porque confesaba ser hijo de Israel. Que él mismo llevaría la leña a la hoguera, y que había de morir por la ley que Dios dio a Moisés su siervo en el monte Sinaí. Que su deseo era que hubiese personas doctas con quien poder discurrir y disputar, que si le respondían dándole satisfacción y le convenciesen, desde luego prometía revocar todo lo que había dicho o aquello que se debiese enmendar con calidad. Que antes de la disputa se le había de dar aviso un día antes para poderse prevenir, que el haberse puesto de rodillas en el corredor fue por estar mirando hacia oriente, donde se explicaba más la persona de Dios por aquella parte. Que la ley de Adonai bendito consistía en la guarda del santo sábado, y que el que guardase el sábado con todas las circunstancias que Dios mandaba en su ley, la guardaba toda y cumplía con ella”.

El reo fue continuando en sus errores expresando algunas razones frívolas, en su comprobación fueron refutadas por calificadores del Santo Oficio hombres doctos, que con razones verdaderas y católicas fundadas en las sagradas escrituras, intentaron convencer al reo. Sin embargo perseveró en su error y ceguedad, puesto a cuestión de tormento declaró arrepentirse de lo dicho, reconociendo que Cristo era el verdadero Mesías. Que se había querido circuncidar en la prisión, que por el mes de abril se había cortado un poco del prepucio habiéndolo enterrado en su cárcel, suplicaba al Tribunal se le alargase la vida por dos meses porque quería hacer penitencia, recorrer su memoria y descargar enteramente su conciencia. Después volvió a su pertinacia y ceguedad, diciendo que lo que había dicho al principio era lo cierto y que lo declarado después fue por encontrarse desvanecido y sin juicio por el tormento. Que asentaba que en la ley que quería vivir y morir era en la de Adonai bendito. Fue condenado a que saliese a auto publico de fe, con sambenito, coroza e insignia de judaizante, fuese entregado a la justicia seglar para que fuese quemado en la hoguera, y se reconfiscasen sus bienes”.[5]

Entrañable ejemplo de un hombre convencido de sus principios, a quien no le importa discutir con iguales para acercarse a la verdad, un erudito más, quemado en la hoguera en nombre de la fe católica. La Inquisición mataba dos pájaros de un tiro, uno el progreso de una filosofía que podía desarrollarse por tierras extremeñas, la mejor forma de acabar con la misma era aniquilando al supuesto rabino disfrazado de mercader, la segunda las haciendas de éste que pasarían a engordar las arcas del Santo Oficio.

Continuemos presentando a personajes que a pesar de las circunstancias, luchaban por difundir sus creencias dejándose la piel en el camino. Nuestro siguiente condenado es todo un intelectual en el conocimiento de las Profecías del Antiguo Testamento. Un erudito por tierras de Extremadura, hombre que pretendió demostrar con su talento que el verdadero Mesías no era Cristo. Su declaración no tiene desperdicio, atendamos sus ruegos y dejémonos empapar por su doctrina adquirida en los muchos libros que tenía en su poder.

“Tomás de los Reyes, portugués de nación, residente en la villa de Toledo, alias “Dedo Fino”, mercader de lencería de 24 años de edad. Fue preso en tierras de Extremadura por judaizante pertinaz, confesó diciendo que no había más Dios que el Dios de Israel criador de los cielos y de la tierra, ni más ley que su santa ley dada a Moisés. Que un profeta decía que Cristo nacería en la era del bálsamo, de una doncella llamada María, que manarían en el lugar del nacimiento siete fuentes de vino y lloverían perlas, a los diez días de su nacimiento se le humillarían tres reyes. Con seis años estaría perdido de su madre, con diecinueve sería ungido, con veintiuno ayunaría, con treinta años comenzaría a recoger a sus doce hermanos por el mundo, un domingo entraría transitando por Jerusalén subido en una asna, le seguirían doce ancianos a pie y saldrían a recibirle con palmas. Un viernes sería vestido de púrpura y coronado por rey de Israel, que había de nacer otro tan mal de Maria, que sería el anticristo, y que la escritura decía tan mal y no también. Que por las señales de su nacimiento se sacaría quién era, sería en un portal de ladrones en mitad de las tinieblas, en la primera hora del trabajo amaneciendo para el día más menguante con las señales del rey Nabucodonosor entre dos bestias distintas. Que manaría una fuente de aceite en el lugar de su nacimiento, en señal de ser fuente de manchas, y que quedaría manchado el que a él se llegase, que se verían salir tres soles del oriente que durarían seis horas, el anticristo enseñaría que él era la santísima trinidad padre, hijo, y espíritu santo, no siéndolo.

Que el otro cristo que había de nacer, llevaría con diecinueve años engañado al Jordán a Juan hijo de Zacarías para que le bautizase, que se secaría el Jordán en señal de que se secaría la gracia a todos los que tuviesen por Fe el bautismo. Que no pensase el mundo que había nacido para bautizarle, que no había más hombre bueno que Zacarías, que se le dio aquel hijo para que se multiplicara y el se dio a ello. Y que con veintiún años ayunaría cuarenta días en el desierto, y que sería pidiéndole socorro a su padre Lucifer. Que con treinta años comenzaría a predicar su enemistad con los Ángeles. Vendría engañando al mundo y a las gentes con sus palabras y milagros falsos, diciendo que era Cristo hijo de Dios, que daría salud a enfermos, sanaría mancos y tullidos y haría otros milagros. Los milagros más grandes serían resucitar a un Lázaro y sustentar a miles de personas en un desierto con cinco panes y dos peces. Que levantaría doce apóstoles, y de una piedra haría cabeza a su bárbara Iglesia, y la silla estaría boca abajo sobre el asiento de Lucifer, que sería quién lo sustentaría. Que concedería en el infierno cuanto él propusiese en su tierra, sería seguido por reyes, príncipes y señores, siendo más los que le siguiesen que los que no le querrán seguir. Los que no le siguiesen pasarían grandes martirios y calamidades, que serían dichosos y se dirían de ellos que los corderos vencieron a los carneros, y que dejaría instituida la idolatría para pasto, y a los que comiesen con Fe de ella él iría allí. Los que bebiesen su cáliz con Fe beberían su sangre, bebiendo en el infierno lo que bebería él en el día de su muerte, que sería vendido por un Judas en treinta monedas, y que el pueblo le vería puesto en un palo que sacarían de una fuente, siendo colocado en mitad de dos ladrones, en señal de que sus pasos fueron falsos por donde pasó. Que a uno de los ladrones llevaría consigo, y que el otro ladrón sería el bueno que por bufar y descubrirle con el cuerno no se perdería su carne, que el sol se oscurecería en señal de que nació en tinieblas, y que había de morir y quedar en ellas así como sus seguidores.

El reo a todo lo referido llamaba profecías, y que en ellas se fundaba para otras cosas que dijo contra Cristo Nuestro Señor. Dio a entender que su ley duraría hasta el año de 1670, y que después debería de ser enviado el ungido. El reo prosiguió dando muchas palabras sin concierto, blasfemando contra Nuestra Señora y su bendito Hijo, diciendo que era madre del anticristo, refiriendo que las había dicho Simeón habiendo entrado a purificarse en el templo. Que hablando con María le había dicho que para qué le quería circuncindar si era todo escoria, y que habiéndole preguntado Simeón qué Ángel le vino con la embajada, respondió Maria que el arcángel San Gabriel un viernes a puesta de sol, diciéndole Simeón que el viernes a puesta de sol no había ningún Ángel fuera del cielo, y dijo Simeón que el hijo de María era el becerro que adoraron en el desierto.

Preguntándole al reo quién le había enseñado lo referido, dijo éste que quién se lo enseñó le dio un libro de las profecías de Isaías y otro de las de Daniel, y fuera de esto, tenía dicha persona otros seis tomos en dicha lengua que eran de diferentes profetas. Otros contenían historias de las escrituras, de las epístolas y evangelios, así como sermones y lecciones sacadas de los libros de los profetas habiéndolos leído este reo. También dijo que Roma y el Sumo Pontífice eran quienes detenían y sujetaban la nave de la gracia, que era la ley de los hijos de Israel que Dios había dado a Moisés, y que él seguía por segura y verdadera para salvarse. Y aunque por calificadores fue advertido de sus errores, y convencido con verdaderas razones católicas de las dichas profecías y lugares de las Sagradas Escrituras, éste perseveró en su error. Diciendo que quería vivir y morir en la observancia de la ley de Moisés. Fue condenado a salir a auto público de fe, con sambenito y coroza siendo entregado a la justicia seglar para que fuese relajado quemado vivo, se le confiscaron sus bienes”.[6]

Hombres que fueron carne de hoguera por pensar de forma diferente, frente a la prepotencia y el despotismo que eran las armas que utilizaba la Inquisición para lograr sus objetivos: dogmatizar una sociedad a golpe de terror, hogueras, galeras, cárceles secretas, azotes, humillación pública y autos de fe. En definitiva, sacrificios humanos para alagar y contentar a toda la corte celestial.

Los libros, el vehículo tradicional para trasmitir ideas, han sido perseguidos desde tiempos inmemoriales. En la mayoría de las culturas del pasado, las autoridades, ya fueran religiosas o civiles, se reservaban generalmente el derecho de decisión final sobre cualquier obra. Si el libro no dañaba, según el criterio de los censores, ninguno de los preceptos por ellos dispuestos, podía ser difundido sin problemas, eso sí, tras el pago del preceptivo impuesto. Si el escrito era encontrado válido, pero en su interior anidaban “malas semillas” en algunas de sus estrofas, era expurgado, limpiado de todo mal. Se trataba de “corta y remienda”, la censura filtradora que permitía la venta de obras mutiladas, por “el bien público” claro está. En estos casos el impuesto pagado para permitir la difusión del libro solía ser bastante alto.

Por último, se encontraban los condenados sin remedio, aquellos libros, papeles o cualquier otra obra que, por mucho que se lo depurara, siempre serían inaceptables. Su prohibición estaba asegurada, así como la persecución del autor y la de todos los que poseyeran copias del libro maldito, nuestros anteriores condenados son un claro ejemplo de ello.

Los reinos cristianos de la península ibérica iniciaron una cruel persecución contra judíos y musulmanes. Fruto de aquellos odios, gran cantidad de hogueras iluminaron las tardes en la villa de Llerena, en las que se destruían todo lo que estuviera relacionado con el Talmud o el Corán, los libros sagrados de las minorías perseguidas. La quema de libros levantó tales pasiones con el paso de los años, que se llegaron a celebrar auténticos festivales en los que participaba el pueblo.

Sigamos recuperando esta memoria histórica de la cultura ignorada por tierras extremeñas, continuemos desempolvando páginas de la Inquisición de Llerena. Nuestros siguientes personajes a descubrir, van a ser los seguidores de Martín Lutero.

 

LOS SEGUIDORES DE MARTÍN LUTERO


 

Con la Reforma luterana y el auge del protestantismo, gran parte de Alemania y de los países nórdicos pasaron a quedar fuera del control del poder católico, con lo que se convirtieron en lugares de creación y distribución de libros heterodoxos.

Desde entonces el catolicismo se dedicó a filtrar, prohibir y expurgar todas las obras procedentes del exterior. Se establecieron los catálogos de libros prohibidos, para poner en guardia a los fieles en contra de su lectura. Si se deseaba ser un buen católico había que mantenerse alejado de la diabólica influencia de los libros marcados en rojo. Un censor extremeño, gran humanista, maestro y amigo de Arias Montano, llamado Pedro de Valencia, en el año 1611 fue el encargado de dictaminar la ortodoxia de las observaciones cronológicas de Leonhart Krentzhein, obra aparecida cinco años antes. En su opinión el autor era sin duda un reformado, porque elogiaba a otros luteranos. En el Archivo Histórico Nacional encontramos el siguiente texto de un Pedro de Valencia puesto al servicio de la censura inquisitorial:

“Otras cosas semejantes ocurrirían si se leyese todo el libro. Por lo cual y porque no haría falta este autor en la materia que trata, habiéndola tratado tantos y tan doctos escritores católicos, parece sería más conveniente prohibirlo que expurgarlo”[7].

El Consejo de la Suprema procuraba mantener informados puntualmente a sus tribunales de los nuevos títulos. A través de cartas acordadas se ordenaba a los comisarios que realizaran labores de recogida de ejemplares en librerías y bibliotecas particulares. El objetivo de la creación de los distintos catálogos de obras prohibidas, residía fundamentalmente en difundir los datos bibliográficos de dichas obras o expurgarlas para el conocimiento de los inquisidores y demás miembros del Santo Oficio. A su vez los libreros debían consultar el Índice de libros prohibidos para conocerlos y no tenerlos a la venta. A partir del siglo XVII el propio catálogo incluía en sus preliminares la obligación para todos los mercaderes de libros de poseer forzosamente uno de ellos en sus librerías para su consulta.

Retomando la figura de Pedro de Valencia tengo que decir que en el catálogo de libros prohibidos creado en 1612, aportó para la ejecución del mismo la cantidad 1.100 reales. Dinero que junto a otras aportaciones de diferentes miembros del Santo Oficio, se consiguió sacar a la luz pública dicho catalogo.[8] El mismo personaje contribuyo con su particular sapiencia en la elaboración de dicho trabajo, donándole el Inquisidor General por su trabajo un ejemplar de la obra.[9]

España en la segunda mitad del siglo XVI era un país rico y próspero en el que el comercio trasatlántico dejaba entrever lucrativas posibilidades de éxito. Los sueños más insensatos de enriquecimiento, los ejemplos tan fulgurantes como efímeros de ascensión social, habían traído multitud de mercaderes y, a su zaga, artesanos, vendedores ambulantes, trabajadores urbanos o rurales, buscavidas y aventureros venidos para probar fortuna en la península. La paz que reinaba dentro de sus fronteras había hecho de España el lugar de refugio para ciertas poblaciones europeas que huían de loa desastres de las guerras o de la miseria. En la frontera pirenaica eran los franceses quienes se instalaban desde el principio del siglo XVI y ejercían humildes oficios o trabajaban como trabajadores temporales. Una población no asentada y por ello mirada con recelo, en particular por la institución Inquisitorial, preocupada por los contactos que solían haber tenido estos viajeros con los protestantes en su país.

Hasta la década de 1550 la represión contra los protestantes fue secundaria en la actividad de las cortes inquisitoriales españolas, y sin parangón a la situación que prevalecería al finalizarse el Concilio de Trento. La Inquisición iba a controlar las formas locales de la vida religiosa, vigilando cuidadosamente a los clérigos y predicadores, intensificando la persecución de ciertas creencias de cristianos viejos que infringían los dogmas tal y como acababan de redefinirse en Trento. Los Tribunales, y entre ellos el de Llerena, van a señalar una frontera confesional interna, que vendrá a designar al extranjero como un sector propenso a doctrinas peligrosas, como se puede apreciar claramente a través de las lecturas de edictos de fe y la celebración de autos que invitaban a la cautela y desconfianza con el foráneo.

Pero centrémonos en la persecución luterana por tierras de Extremadura, región a la que  llegaban libros prohibidos con la nueva filosofía, donde se ensalzaba el matrimonio de los sacerdotes, y sobre todo, la critica al Santo Oficio por su despiadada formula de hacerse con el poder a costa de quemar en la hoguera en nombre de Dios a miles de seres humanos. Conozcamos a estos personajes contestatarios que con sus testimonios intentaban criticar y poner en la picota la negra imagen de la Iglesia Católica. Nuestro primer personaje es un marinero inglés natural de Londres, algunos luteranos se convertían al catolicismo al menor atisbo de una posible denuncia, esto es lo que cuenta de su persona el documento inquisitorial.

“Roberto Salinas natural de Londres en Inglaterra, criado en Ginebra, de oficio marinero, de edad de 25 años. Fue testificado por el mes de diciembre del año pasado de 1608, por 19 testigos en la ciudad de Mérida y otras partes alrededor. Se le acusaba de que había estado pidiendo limosnas, diciendo que le diesen para un hereje que quería ser cristiano. Cuentan algunos testigos que le oyeron decir que conocía a Dios, que era todo poderoso pero que a su hijo Jesucristo no le conocía; los testigos le dijeron que cuidara lo que decía, que Cristo era el redentor, hijo de la virgen Santa María, encarnado en su vientre virginal quedando ella virgen antes del parto y después del parto. El reo contestó que eso no era verdad, porque la madre de Dios fue como las demás mujeres, que nunca parió ni quedó virgen y aunque confesaba el poder de Dios negaba la virginidad de Nuestra Señora. También se le acusa que viendo éste algunas mujeres de rodillas delante de la imagen de Nuestra Señora, les decía “qué estáis rezando si esa a quién rezáis es tan mujer como vosotras”. Los testigos le reprendieron, y algunos declaran que pedía limosna para un luterano que se quiere volver cristiano. Los testigos cuentan que dijo que solamente había un Dios, y que lo de la Santísima Trinidad era mentira, que si querían que les enseñase la doctrina de Calvino y Lutero que lo haría.

Con esta información fue votado a prisión en las cárceles secretas, se hizo su causa en forma y en la primera audiencia dijo llamarse Roberto Salinas, natural de Londres y que sus padres y abuelos son luteranos, que él no está bautizado porque en Londres no hay Obispos, ni clérigos, ni Iglesias, y que hablando en Mérida con una monja le pregunto ésta si era cristiano, diciéndole a la religiosa que no. Declaró el reo que no sabía que Nuestra Señora era virgen, porque sus padres en Inglaterra no hacen caso a Nuestra Señora ni la tienen por virgen. Dijo que quería ser Católico Romano, y que nunca había enseñado en España la doctrina de Lutero y Calvino. Como dijo que él no era bautizado se hizo información a religiosos de Inglaterra en Sevilla, donde dicen que todos los herejes que se bautizan se les enseñan la doctrina cristiana. Un testigo le acusa de haber dicho que los santos verdaderos están en el cielo, y que los que están en las Iglesias son bultos, que los cristianos andan herrados y que los verdaderos ministros son los de Inglaterra que bautizan estando casados. Al final de su causa dijo que quería ser católico siendo instruido y así lo pide, concluida su causa definitivamente fue votado a que esté recluso por espacio de un año en un monasterio donde le fuese señalado, que fuese instruido en nuestra santa fe y que el convento sea el de San Francisco de esta villa de Llerena donde se encuentra.”[10]

Suerte tuvo este reo si lo importante es salvar la vida.

Nuestro siguiente protagonista en cambio va a sufrir el castigo del Santo Tribunal. De origen francés va a ser condenado por luterano, los hechos suceden también en la ciudad de Mérida y su causa nos dice lo siguiente.

“Gaspar Roque de nación francés, natural de Lión, de oficio volteador de maromas, de 22 años de edad, fue testificado por dos testigos varones de que estando uno de los testigos por el mes de agosto del año pasado de 1606 en un mesón de la ciudad de Mérida en su aposento, una noche después de haber cenado bajó a parlar con él que también posaba en el mismo mesón. Y que tratando de los luteranos de Francia, decía el testigo, que vivían enganchados en un error porque aunque creían los artículos de la fe no creían en misa. A lo que el reo respondió diciendo “es verdad que no creen en la misa, y aunque yo sé poco de las escrituras porque soy mozo, no me dirá vuestra merced que el testamento nuevo Dios mandó hacer misas”. El testigo le respondió que el jueves santo Dios había comulgado a sus discípulos, y que también instituyó el Santo Sacramento. El reo volvió a decir que ellos guardaban el jueves santo y que daban limosnas, y que lo de la misa era cosa que después se había compuesto, para dar de comer a mucha gente. Y que diciendo el testigo que en Francia no creen en el Papa, y que los luteranos perdonan y absuelven pecados aunque quien los cometa tenga más que arena el río Guadiana. El reo volvió a responder, “que en Francia él había visto a muchos frailes Capuchinos y carmelitas abrazar la doctrina de Lutero, diciendo los religiosos que esa era la ley verdadera. Que en su tierra un niño de cinco años sabía los mandamientos, y que acá hombres con barbas no lo sabían, y que Dios le llevase a Francia porque en Francia había tantas cosas como aquí”. El testigo declara y un mozo pastelero que estaba presente, que el dicho reo comentó, “que el que los clérigos digan misa es [bueno] y que aquí almorzaban por la mañana e hinchaban el papo e iban a misa, que escuchaban la misa y no sabían lo que decía el cura, que el Papa era hombre como los otros que no era más, que creía en Dios y no en el Papa. El testigo le respondió que mirase bien lo que decía, porque por esas habladurías lo podían quemar.

Todas estas proposiciones se calificaron por heréticas con lo cual se mandó prender al reo con secuestro de bienes, siendo recluido en las cárceles secretas de la Inquisición, y hacer con él su causa. Fue puesto a cuestión de tormento, donde ejecutándolo pidió perdón a Dios y al Santo Oficio, diciendo que los yerros los había dicho porque esa noche había bebido mucho vino. Fue condenado a que en un día de fiesta saliese a una Iglesia en forma de penitente con sambenito y coroza, donde se le leyese su sentencia, que en la sala de la audiencia abjurase de vehemente, fuese desterrado de ésta provincia de León por tiempo de tres años, y que no los quebrante so pena de cumplirlos doblados en las galeras de su majestad.[11]

Estos dos personajes, Gaspar y Roberto, fueron controlados en Mérida, pero por otros pueblos de Extremadura existían más seguidores de Lutero que ante la presión de los cristianos viejos, decidían por sí mismos delatarse al Santo Oficio antes que les delatara un católico. Eso fue lo que hizo nuestro siguiente protagonista, se acercó al comisario de Coria y dijo lo siguiente de su vida.

“Lorenzo Aranguren natural de Francia, de la población de Aguas Cortes, de edad de 25 años, hijo de Jaime Aranguren y de Margarita Aranguren, de oficio labrador. Se vino a delatar a este Santo Oficio por orden del comisario de Coria.  En la audiencia que con él se tuvo, dijo que venía para volverse cristiano porque hasta ahora había seguido la secta de Martín Lutero, la cual le enseñaron sus padres y todos sus parientes. Porque en la dicha ciudad de Aguas Cortes donde era vecino y natural, de tres partes dos son luteranas y que éstos tienen las llaves de la ciudad, y que el gobernador también es luterano. Que bautizan echando un poco de agua en la cabeza, diciendo en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo y que ponen un grano de sal en la cabeza, que de ésta forma le bautizaron a él. Que lo que sus padres y parientes le enseñaron de la secta de Martín Lutero fue, que tenía que creer en Dios y no en los santos ni santas, ni en la virginidad de la Virgen; que los peregrinos que iban a Roma van a besar a la gran bestia diciéndolo por el Papa, y que no creía ni en las misas ni en la ostia consagrada porque es un ídolo hecho de harina. Que no se ha de adorar la cruz ni las imágenes, porque no son más que figuras de palo, ni sean de confesar sino es sólo con Dios, y que el primer día del año y por pascua hacen la cena, donde todos se ponen de rodillas viniendo el ministro y preguntando a cada uno si quiere mal al otro, y si dice que no, le da un bocado de pan y un poco de vino, y que a esto llaman la cena. De las fiestas solo guardan la pascua, la navidad, y los domingos, y que le enseñaron que la secta de Martín Lutero era mejor que la de los cristianos.

Que el motivo de su conversión, es porque en Aguas Cortes vio cómo un fraile capuchino sacaba cinco demonios de una moza hija de un luterano, el cual se volvió cristiano. Que él no se volvió a la ley de los cristianos, porque su padre le dijo que en su linaje no había ninguno que fuese católico sino luterano, y que con este deseo y voluntad se vino de su tierra a España donde hace cinco meses que está. Que de Coria vino a este Santo Oficio de Llerena con las cartas del comisario, pidiendo de todo corazón y voluntad ser convertido a la ley de los cristianos, que le pesaba haber estado hasta ahora en la de Martín Lutero, y que a esto sólo vino y por ello pidió audiencia.

Visto en el Tribunal se llamó a dos frailes franciscanos consultores para que le asistiesen y catequizasen en nuestra Santa Fe católica, advirtiéndoles cómo desde niño sus padres le habían enseñado la secta de Lutero. Que lo confesaran y le absolvieran con cautela de las censuras en que había incurrido, y habiéndolo obedecido el dicho Lorenzo se fue con ellos a su convento donde al presente está”.[12]

Final feliz tuvo este luterano convertido. Lo mismo hizo Juan Rodríguez, también francés, de veinte años, de oficio marinero; el cual fue convencido por los compañeros católicos del barco en el que iba para que se convirtiese al catolicismo. Así lo hizo viniéndose a delatar al Santo Oficio de la Inquisición de Llerena, ingresando para su catequización en el convento de Santo Domingo de dicha ciudad extremeña. [13] Pero no solo extranjeros eran condenados por luteranos, también exremeños, algunos, hombres de Iglesia, conozcamos el caso de un clérigo natural de la villa de Cañamero.

El bachiller Andrés Moreno clérigo presbítero vecino de la villa de Cañamero, fue testificado ante el Inquisidor D. Diego de Córdoba y Mendoza en la visita que hizo en el presente año. Los delatores fueron un sacerdote y dos legos, uno de los legos dice: que habiendo llegado al dicho lugar un viandante con unas cuentas que decían estar benditas, y un memorial del cual decía que si se rezaba tres Padres Nuestros y tres Ave Maria se sacaban tres animas del purgatorio. El dicho Andrés Moreno había respondido, que si así fuera ya no hubiese ánima ninguna en el purgatorio, a lo cual un testigo le replicó, que mirase bien lo que decía que lo que el padre santo hace en la tierra es hecho en el cielo. A lo que le replicó el acusado, que ningún doctor hasta hoy lo ha podido afirmar, y que entendía que lo de las indulgencia no podía creer, que con tres Ave Maria y tres Padre Nuestros se pudiesen sacar tres animas del purgatorio.  Que no entendía que el papa tuviera poder para dar indulgencias, que lo único que consigue con esas sus razones, es poner dudas en muchas gentes sobre su poder. A lo que le replico un testigo que si el papa las había concedido era cierto que así se daban, reiterando Andrés Moreno, que el papa por más que hablase de indulgencias nadie puede creer que por un Ave Maria y un Padre Nuestro se saquen tres ánimas del purgatorio. Se califico por escandalosa la proposición dicha entre vulgares, porque  retrae a los fieles y particularmente a los simples de la piadosa afección y devoción de las indulgencias. También se calificó de atrevida e injuriosa a la sede apostólica, despreciando en público lo que con tanto acuerdo en cosa tan grave hace el sumo pontífice, que no se puede hablar con tanta libertad de esta materia en términos tan escandalosos e impíos en estos tiempos. Fue llamado al Santo Oficio donde se le reprendió y advirtió, que ésta opinión es más propia de un luterano que de un católico, y que palabras semejantes no se deben tratar en público delante de gente ignorante por el escándalo que les causa. Que de aquí en adelante viva en esto con cuidado, y ponga mucho recato en lo que predique. [14]

Nuestro siguiente protagonista es un hombre natural de un pueblo de la raya, Cheles, su expediente inquisitorial dice lo siguiente de su juzgado momento.

En la villa de Cheles, un tal Rodrigo de Matamoros, natural de Higuera de Vargas, obispado de Badajoz de edad de 40 años, fue testificado por cuatro testigos varones mayores todos. De que estando jugando a los naipes, llega un ermitaño de San Miguel de la villa de Cheles, con la imagen del santo en una tablilla y pidiendo limosna, dándosela a besar al reo le dio un puñetazo a la tablilla y después de dar en la pared caía en el suelo. Hizo esto con grande ira y diciendo: “Que esa tabla representaba al diablo”. Uno de los testigos dijo del reo: “que hizo mofa y escarnio de la imagen”. Dos testigos dijeron: “que había renegado de Dios y de su Madre”. Todos los testigos concordaron, “que es mal cristiano y que nunca va a misa ni le han visto entrar en la iglesia” éstos mismos testigos han oído al cura de Cheles, “que al presente estaba excomulgado por no confesar en la cuaresma”. Uno de los testigos comenta, “que cuando tañen las campanas a la oración éste no la quiere rezar” y otro de los mismos dice  “que tomó un rosario de cuenta y lo destruyó”.

Con esta información fue preso en cárceles secretas del Santo Oficio, siendo acusado de hereje. El maltratamiento de la imagen se califica de sospechoso de herejía de luteranos por blasfemia e infidelidad a Dios. Hacer pedazos las cuentas del rosario y mandar al diablo al santo, se califico de blasfemia sapiente y herejía luterana, con esta testificación sé mando llamar y hacer su causa. Él dijo que las cuentas del rosario se cayeron en el suelo por haberse enredado con una llave que tenía y por desviar de la mano de un hombre de los que estaban al juego. Cuando el ermitaño le dio a besar la imagen, esta se cayó en el suelo y que a la sazón estaba perdiendo en los naipes. No confeso otra cosa, mas que no iba a misa porque no tenia zapatos ni sombrero. Y sin haber defensas y con acuerdo y parecer de su letrado concluyo su causa definitivamente. Su sentencia es la que sigue: se voto a abjurar de levi en la sala de la audiencia, y fuese reprendido, saliese a auto público de fe en forma de penitente con sambenito coroza e insignia de luteranos, fuese traído a la vergüenza, se le dieron 200 azotes.[15] Dejamos atrás estos claros ejemplos de luteranos por Extremadura, y nos vamos a la busca documental de afrancesados y masones por tierras de Extremadura.

 

MASONES Y AFRANCESADOS EN EXTREMADURA

 

La denominación “afrancesado” surgió en España cuando los ministros y la aristocracia juraron fidelidad al rey José I tras haber renunciado al trono Fernando VII y Carlos IV, presionados por Napoleón; y se hizo extensivo a todos aquellos españoles que, durante la ocupación francesa, colaboraron con la misma o con la Administración del rey José, ya fuese por interés personal o por la creencia de que el cambio de dinastía redundaría en la modernización de España.

En general, su nivel de instrucción media era muy elevado: la gran mayoría de los afrancesados constituían la clase intelectual y pensante del país. Muchos de ellos participaron en la colaboración de la Constitución de Bayona de 1810 y un grupo era de ideas abiertamente revolucionarias, por lo que se les llamó jacobinos. Muchos de ellos, los más influyentes, participaron en logias masónicas bonapartistas, ejemplos tenemos en Extremadura de algún que otro intelectual acusado por la Inquisición por masón.

Los afrancesados representaban, en muchos sentidos, una buena parte de la cultura y la inteligencia española de la época. Muchos de ellos fueron colaboradores por puro interés en alcanzar cargos dentro del reinado de José I. Otros muchos creían firmemente en las ideas liberadoras que aportaba la Revolución Francesa, y vieron una oportunidad para la caída del absolutismo. Conozcamos algunos de estos afrancesados que vivían por tierras de Extremadura, y que tuvieron que vérselas con la inquisición.

 Vamos a asistir a la persecución de un personaje entusiasta e incendiario. Un extremeño que desde su puesto de bibliotecario en las cortes de Cádiz, va hacer que sus obras y sobre todo El Diccionario Critico-Burlesco, sea un arma para luchar a favor de la libertad de expresión. Este ilustre personaje es D. Bartolomé José Gallardo, un verdadero Quijote luchando por los derechos más fundamentales del ser humano.

Se enfrentó con los altos y grandes molinos de las altas esferas religiosas que pedían a gritos su preciada cabeza. Tuvo suerte de vivir en los años en que se va a poner fin a la Inquisición, esto frenó lo que hubiera sido una muerte segura. Pero hasta ese momento, 1834, todavía tuvo que sufrir una encarcelación de cuatro meses, por haber escrito tan denigrante diccionario para unos, y tan valiente canto a la libertad para otros. La Inquisición acusa a Gallardo de ser miembro de una logia francesa, que conspiraba contra los que buscaban la monarquía, y el conservar los valores tradicionales que la Iglesia enseñaba a base de represión y fuego. En el legajo 4499 del AHN, nos encontramos con la acusación de masonería contra este escritor de Campanario, y por el conjunto de sus libelos antirreligiosos, y según la Iglesia por haber creado los más perversos y subversivos libros que se habían escrito en ese momento.[16]

La obra de Gallardo se había extendido por toda la geografía nacional. Los tocados por el liberalismo leían el Diccionario con interés mientras, por otro lado, la Inquisición con su servicio de inteligencia particular, los perseguía. El Diccionario critico-burlesco iba a ser un detonante para que los seguidores de la Santa denunciasen a todo el que leyese el ejemplar. La prueba más firme de esta persecución la encontramos de nuevo en el legajo 4494 de la sección Inquisición expediente 41 del AHN, de donde entresacamos los siguientes datos.

Un religioso amante de los escritos de Gallardo, fue excomulgado por poseer la tan “despreciable obra”. Este religioso era trinitario descalzo de la ciudad de Valencia. Fue denunciado por el padre Manuel Blas, secretario provincial de esta orden, el cual proponía a su Ilustrísima que: Un religioso de su orden, el padre Juan García no atendió ni hizo caso al edicto publicado de libros prohibido. Este religioso, se encargaba de recoger folletos y libros prohibidos, para su posterior quema. El denunciante dijo, que dicho religioso no quemaba todos los prohibidos, ya que en su poder estaba el infamante y abominable Diccionario Crítico-Burlesco de Gallardo. Este religioso fue excomulgado, y privado de todos sus oficios, de voz activa, pasiva y perpetua.[17] Ante tal sentencia que el lector saque sus propias conclusiones.

En el mismo legajo pero en el expediente 22, encontramos la siguiente delación hecha por D. Francisco Ecomura en su “Carta a la Inquisición de Corte, Octubre de 1918”:

No por odio ni mala voluntad, sino para cumplir las disposiciones del Santo Tribunal y, descargo de mi conciencia hago la siguiente delación.

Habrá como ocho meses, estaba empleado en la dirección de utensilios, casa y plaza del Duque de Alba en Madrid a cargo de D. Vicente de Beltrán de Lis. Su hijo D. José leyó en mi presencia algunas veces el Diccionario de Gallardo, burlándose de mis expresiones. Un día le dije seriamente se privara de ello, pues me comprometía, y desde entonces no volvió a hablar de él.

A pocos días de esto, delataron a un amigo suyo que vive en la misma casa llamado Antonio González. Por conversaciones en el “Café de Levante” creyó D. José Beltrán que yo había sido el delator y me amenazó de darme de puñaladas si era yo. Consulté entonces a mí confesor si debía delatar dicho diccionario, quien atendiendo a las circunstancias de estar expuesto yo y mi familia, a una desgracia o cualquier atentado, y porque no se lograría el efecto de recoger dicho diccionario, pues negaría y perjuraría siempre que sabía de tal libro, fui de opinión de no hacer la delación, pero yo para libertarme del escrúpulo que me rodea, la hago ahora para que el Santo Tribunal tome las debidas precauciones en el particular para no exponerme, con un joven muy depravado y que desde luego se asegurará ser yo él delator, y no otro.

El Inquisidor fiscal, se hizo cargo de la delación de D. Francisco Ecomura, y demás circunstancias que expone el comisario D. Joaquín Alvarello en el expediente contra D. José Beltrán de Lis por tener el Diccionario Crítico Burlesco.

El comisionado del Tribunal, encargará al P. Fray Ventura religioso americano de la orden de San Francisco, recoja con la debida reserva, cautela y prudencia del poder del mencionado D. José Beltrán de Lis el Diccionario Critico Burlesco, “insinuándose amistosa y caritativamente con él, sobre este particular y ocultando que procede de orden de este Tribunal, a no ser que se vea precisado de ello”.[18]

Lo cierto es, que este lector de Gallardo no fue condenado porque no encontraron la obra. En todo caso se puede comprobar nuevamente que la iglesia inculcaba en la sociedad ese espíritu de delación, muy alejado del ideal de una iglesia madre y comprensiva. Por lo tanto el daño que se le hiciese a otra persona no era un pecado, sino todo lo contrario, era una virtud al servicio de la Santa Fe.

Dejamos a D. Bartolomé José Gallardo, y nos vamos a la búsqueda de otros personajes condenados por afrancesado que estuvieron viviendo por Extremadura.

 

D. Benito Marca Liria que fue gobernador de Almagro fue ajusticiado por traición a su legítimo Rey y patria. Se declaró partidario de los más tenaces al gobierno intruso, desempeñando con inimitable actitud cuantos encargos puso a su cuidado, singularmente la gobernación de ésta ciudad, a cuyo vecindario irrogó incalculables males. Fue preso después por una de nuestras guerrillas, fue conducido a Badajoz donde oído en juicio fue sentenciado por nuestro gobierno a la pena ordinaria que allí se ejecutó.[19]

 

D. Ramón Antonio Pico, residente en Casas de Don Pedro, actual contador de ésta provincia de la Mancha, sus encargos eran remitir pliegos a Badajoz y sujetar las partidas de guerrilla, por lo que tenía comunicación viva y perenne con el director de ella D. Antonio de Salinas vocal de la Junta Principal de Badajoz, que para mejor desempeño residía en Nuestra Señora de Guadalupe. Quién por sus secretas disposiciones con las tropas francesas, hizo que degollasen éstas al famoso Comandante de partida Orobio y a muchos de sus individuos, en el pueblo llamado la Conquista junto a Pozo Blanco. D. Antonio Salinas es coronel y reside hoy en el ejército de Aragón, tuvo inteligencia y gran influjo en la entrega de Badajoz a los franceses junto a D. Ramón Antonio Pico, esto lo sabe y lo podrá decir el administrador de la encomienda de la villa de Agudo. Año 1815.[20]

 

Nuestro siguiente protagonista es D. José González Aceyjas, presbítero que en tiempo de los franceses éstos le titularon vicario apostólico en esta provincia, siendo sospechoso para la Inquisición de Llerena por hechos y proposiciones de francmasón, esto es lo que cuenta su expediente al respecto.

 

EL FISCAL DEL SANTO OFICIO DE LLERENA CONTRA JOSÉ GONZÁLEZ ACEYJAS, SOSPECHOSO DE FRANCMASONERÍA.

 

Tuvo principio de delación que hizo al tribunal de Llerena el 14 de noviembre de 1819 D. Manuel España familiar del Santo Oficio en Zafra en que dice; que en la invasión de los franceses se presentó con ellos en aquella villa D. José González Aceyjas, simulándose vicario apostólico cuyo usurpado empleo obtuvo por un sermón en el que predicaba al rey intruso a su entrada en Sevilla. Que por él manifiesta a cuanto castigo se hizo acreedor después de sus excesos contra la religión cristiana, dando consejos para que se casasen religiosos de ambos sexos usurpando la autoridad apostólica. Que sus consejos y celo apostólico han sido elevar a ministro mitral al tirano francés, llevando una vida licenciosa  y pública con escándalo en sus alojamientos.  Hacía llegar a términos que mi propia concubina le dijese que era un judío, infame y hereje según sus obras. Que entre varias disposiciones que dio en aquella parroquia, fue una de que de los libros de bautismo se borrasen las notas de familiares del Santo Oficio, y que se pusiere que estaba abolido.

Quien podía dar noticia de los hechos era la madre superiora del convento de Regina Celi Zafra, Josefa  Gómez de San José, y algunas de sus monjas quien le manifestó una maleta del reo, y de ella cogió algunos papeles y copió otros, con el fin de presentarlos algún día al Santo Oficio como lo hacía ahora. Entre estos papeles tenía  un diseño o pintura de figura de pectoral, con una columna en su centro y encima un triangulo, a un lado un martillo, y al otro una figura como en media luna. También contenía la maleta una banda azul con unas letras de molde bordadas con hilo de plata. Que no dijese nada del pectoral y de la banda azul a las monjas de su convento, que todo ello era para formar en Badajoz una sociedad de la que él había de ser el capitán, y aquellas las armas, y que el reo se sentía orgulloso de ser francmasón. Todo lo cual entregó junto con otros papeles al familiar delator, quien lo remitió al tribunal con un edicto original firmado por el reo y mandado fijar por el en la puerta de la parroquia. Da las señas y dice que su empleo anterior era el de cura de Santa Ana en el arrabal de Triana en Sevilla, hasta que tomó parte con los franceses, y ha oído decir que se fue con ellos. Animaba a los religiosos y religiosas de Zafra a que dejasen el estado en el que estaba y se casasen, por que el estado sacro estaba derogado por el rey José I.

A instancia fiscal, se pidió  al tribunal de Sevilla noticia del paradero del reo, quien dice que fue cura de Santa Ana de aquella ciudad, y que tiene noticias de hallarse en Francia desde la retirada de los franceses; y que por varias espontáneas de francmasones recibidas en aquél, resulta que el dicho González Aceyjas estaba alistado en las logias que hubo en Sevilla llamada de la Reconciliación de Regnus, además de haber tenido fama de solicitante y mala doctrina.

Sacado extracto de todo, le calificaron Fray José Maria Ramos y D. Lorenzo de Soria, el primero califica las proposiciones del reo de temerarias y escandalosas, injuriosas contra la santa sede, sospechosas de error y herejía, destructiva de la jerarquía eclesiástica, impías, sacrílegas, sospechosa de indiferentismo, ateas y sospechosa de materialismo, blasfemia heretical y sospechosas de masonismo.[21] Una vez que el reo pueda ser habido, sea preso y se le embarguen sus bienes.

La Inquisición una vez que Napoleón deja España 1814 vuelve a sus andadas, tiene un nuevo elemento que combatir que además se antoja escurridizo, la masonería. Los masones van a ser acusados de pertenecer a diferentes religiones, de profesar la libertad, razón por  la que son perniciosos a la sociedad; de conspirar contra los soberanos y pretender destruir el trono y el altar. Nos encontraremos documentos donde la inquisición acusa a la impía filosofía de haber causado la monstruosa revolución francesa, filosofía compuesta de ateos, deístas, jansenistas, francmasones, que inspiraron a las gentes las mismas máximas de independencia, de libertad y de desobediencia a su legítimo soberano. Pasemos a conocer un documento muy ilustrativo de un personaje que al igual que el anterior va a ser condenado por Francmasón, los hechos suceden en Guadalupe y el acusado se llama Antonio Catalá.

 

 EL FISCAL DE LLERENA CONTRA ANTONIO CATALÁ, CAPITAN O TENIENTE DE INFANTERIA POR PROPOSICIONES Y FRANCMASÓN VOTADO A PRISIÓN.[22]

 

Por delación que hizo el padre Fr. Agustín de Castro y el hermano Ramón Martín Romo, en el monasterio de Guadalupe. Examinado Fray Martín Jiménez, presbítero profeso en dicho monasterio, dijo que oyó al dicho militar que estaba en el monasterio acompañado por D. José Becerra, oficial también y hermano de Fray José de la fuente. El dicho Catalá dijo, que no le entraba esto de que un hombre tuviese que decir sus pecados a otro hombre como él, ni creía que la virgen hubiese de hacer milagros para impedir que le quitasen la ropa interior, diciendo que se la entregasen a él y verían como la desnudo, manifestando que se reía de los milagros. Que lo mismo decía de los mandamientos de la Iglesia, asegurando que no obligaban. Daba pruebas clara de que no tenía religión alguna, decía que Jesucristo fue un puro hombre fundador de la religión Católica, así como Mahoma o Calvino crearon las suyas.

Fray José de la fuente dijo que en su celda le había manifestado que era francmasón, y que en Francia recibido el grado de Doctor en esta secta, en virtud de lo cual había recibido un sujeto en la masonería y añade; que hablando en tono burlesco de la confesión, le dijo a el padre La Fuente, que le gustaría ser confesor porque en los confesionarios uno se puede aprovechar de las mujeres. Comenta el padre La Fuente, que al sumo pontífice le tenía un odio jurado, pero sobre todo al Santo Oficio, que era de la opinión que no había ni infierno ni gloria, con estas informaciones se calificaron las mismas diciendo el Tribunal de Llerena, que en lo objetivo el reo es sospechoso de vehementi, apostata, hereje formal, escandaloso, blasfemo heretical, obsceno, injurioso al Santo Oficio a quién denigra, impío y perjuro; hereje formal materialista, cismático y francmasón. Sea en carcelado con hábito de prisión.

Llerena…abril 1819.

 

La Inquisición todavía no extinguida, seguía crucificando y coronando de espinas como en todo su anterior periplo, a todos aquellos que libremente pensaban de forma diferente a la impuesta a golpe de terror. Así pues, frente a la ignorancia, el error, la Intolerancia, el fanatismo y la superstición, el masón se presenta como el portador y portavoz de la razón y la sabiduría, la ilustración y el progreso en artes y ciencias, la tolerancia y la igualdad civil, la fraternidad y la beneficencia. En una palabra, en la virtud, piedra angular en la que reposaba su felicidad y la de la patria. Todo ello en torno a un rey ilustrado, alumno de la filosofía y protector de la luz, y de un emperador filósofo –el gran Napoleón- sobre el cual descansaba los designios de Europa. Vallamos a la búsqueda de nuevos masones por Extremadura, nuestro siguiente defensor de la verdad filosófica es natural de Alicante, aunque reside en Badajoz, su nombre es Simón Lafora de 26 años de edad, capitán agregado a los regimientos de Asturias y Galicia, y esto es lo que dice su expediente inquisitorial.

 

 

EL FISCAL DE LLERENA CONTRA DOMINGO ESCANDON POR FRANCMASON.

 

 

Tuvo principio por causa que el Inquisidor Rivero escribió al de Llerena noticiándole: que presidiendo la Junta Provincial que gobernaba aquel país durante la revolución, se formó causa y mandó prender a D. Domingo Escandón por delitos de Francmasón, dándose comisión para ello a D. Vicente Cavero, ministro de la Audiencia Territorial. Éste ministro le aprendió al dicho reo papeles, y entre ellos el titulo original de su masonería, cuyo expediente debe encontrarse en Badajoz en el oficio de Policía; lo que ponía en noticia del tribunal de Llerena para su inteligencia y gobierno.

Resulta de dicho expediente que por orden del capitán General de Extremadura, le estaba siguiendo causa al reo por el oidor de aquella audiencia D. Vicente García Cavero, a quién había remitido la junta de Villanueva de la Serena, en compañía de una mujer llamada Elena Terri, y que ambos estaban presos por las sospechas que caracterizan al reo de mal vasallo de la nación española y amante de la francesa. Esto lo acreditan ciertos papeles que se le han encontrado, siendo uno de ellos un titulo en pergamino escrito en idioma francés, cuya traducción se pone a continuación. -Domingo Escandón, natural de Cádiz en España, de 30 años de edad posee el tercer grado simbólico, y que su celo y la pureza de sus costumbres le han hecho amar a todos; cuyo certificado se le da, y para que no pueda servir a otro, se han hecho poner al margen ne varietur hecha en Cádiz el 18 del 10 de 1805. Que corresponde al 27 primario del año 14.- el sello que contiene el pergamino, tiene un rotulo que dice “Logia de los Hijos de Napoleón”.

En vista de su declaración y reconocimiento, la junta proveyó para que el reo, la mujer y el criado que iban en su compañía, así como sus efectos y papeles se remitiesen a la Suprema junta de Badajoz, como se verificó firmando el reo el inventario de todo.

Continuando ya en Badajoz, se volvió a reenviar declaración por el juez comisionado D. Vicente García Cavero, en la que reconoció por suya la que él dio ante la Junta de Villanueva de La Serena; y preguntado que clase de papel era el escrito en pergamino, y reconocido por él en dicha declaración dijo ser, una carta de hermandad, conferida a su favor, cuya hermandad ignora: se le puso de manifiesto, y reconoció por suya la firma que en ella se encuentra: se le pregunto que significaba la expresión de ne varietur;  y dijo que por ella entiende que no ha de variar su firma, bajo de cuyo concepto puso la suya. Que dicha carta se la franqueó como tiempo de tres años, un francés de cuyo nombre y apellido no se acuerda, solo que estaba ocupado en la contaduría de un navío  francés. El tal señor del navío era Francmasón, y decía que todos los que tenían esta cualidad, tenían buena moral, eran generosos y caritativos; y que con dicha carta presentándose en las asambleas de francmasones en los países extranjeros, se le auxiliaba sus necesidades; y dicho francés le entregó al mismo tiempo los papeles que ha reconocido.

Preguntado que entendía por francmasón, dijo que según le había explicado el francés, entendía ser unos hombres de buena moral, virtuosos y caritativos.

Preguntado si sabe que está prohibida en España la masonería, respondió que después de haberle recogido la justicia la dicha carta, entendió hallarse prohibida el traerla consigo. También se le acusa de haber leído el Diccionario Critico Burlesco, haciendo del mismo mil elogios, y que conocía al autor que era según él reo un hombre sabio. Se le recibió su confesión con cargos, en la cual se remitió en todo a lo respondido en la declaración indagatoria. El promotor fiscal pidió se practicase nueva confesión con nuevos cargos, pero habiendo ocurrido entre tanto en Badajoz una conmoción popular el 16 de diciembre de 1808, Domingo Escandón fue puesto en libertad, por lo que el fiscal de la causa proveyó auto en 9 de agosto del año 1809, ignorándose su paradero.

El fiscal de Llerena pidió y así se mando, que se sacase extracto y se pusiese en calificación, dictaminando de escandalosa, impías, blasfemas, fautoras del ateismo, y afirmaciones injuriosa al Santo Padre. De ser un francmasón temerario, escandaloso, ofensivo, cismático, codicioso, e injurioso. El fiscal del tribunal le puso la sentencia, diciendo que una vez que fuese habido, se le detenga y se lleve al tribunal del distrito en que se encuentre para seguir juicio.[23]  

  

La Inquisición no iba a dar tregua a los masones, su misión era destruir como ya lo venía haciendo desde hacia siglos, todas las ideas que fueran contrarias a la fe. Lo cierto es, que siempre hubo opositores a la Iglesia Católica por su forma de interpretar la Biblia, los eruditos no podían entender que en nombre de Dios se quemase en la hoguera precisamente a los hijos de Éste. Que se le quitasen sus haciendas, que se le hiciera sufrir de una forma cruel e inhumana para conseguir un objetivo claro y contundente, destruir la razón y con ello la verdad, y la libertad. La Inquisición tenía que crucificar y coronar de espina la cultura, los únicos libros viables y leíbles los suyos, el resto eran pervertidos, malvados y peligrosos a la religión y el Estado. Filosofía que había que abortar, porque esta encerraba el veneno de la doctrina que hablaba de libertad, independencia, igualdad, tolerancia, ideas que estaban inundando España con las perversas doctrinas que trastornaban el orden público, y la santidad de la única verdadera Religión Católica, Apostólica y Romana. Acerquémonos a conocer la historia de nuestro siguiente protagonista.

 

 

 

EL INQUISIDOR FISCAL CONTRA SIMÓN LAFORA RESIDENTE EN BADAJOZ.

 

 

Se supone que este reo a 12 de agosto de 1747, encontrándose en la ciudad de Valencia, y siendo de 22 años, se delató espontáneamente de haber entrado en la sociedad de los francmasones por el mes de abril de 1749, nombró en su declaración a muchos cómplices, y refirió varias ceremonias que había practicado. También éste reo tuvo problemas con la Inquisición en Santiago por sus correrías con la masonería por aquellas tierras gallegas, detestaba las imágenes de santos y no oía nunca misa. En una disputa con la mujer de un marqués sobre la secta de los francmasones, dijo Simón la Fora que no era una secta, ni se oponía a nuestra santa fe, sino que era como una confraternidad privada, que en ella se podía vivir alegremente en cualquier parte. Una vez que el regimiento del reo se asentó en Badajoz, pidió se remitiese al tribunal de Llerena, y en efecto se remitió con carta de 17 de dicho mes de 1800.

Se envió por este tribunal al familiar de Badajoz, el día 3 de diciembre afín de que con todo recato averiguase la vida de dicho reo en esta provincia extremeña, y que antes que se le juzgue por pertenecer alguna secta de los francmasones, se le oyese ahora de forma espontánea, estando dispuesto a detestarla, no deba gozar el reo a pesar de su arrepentimiento de indulto.[24]

 

Como hemos podido comprobar en el desarrollo de este capitulo dedicado a los francmasones, la Iglesia intentaba por todos los medios acogotar las ideas de progreso y libertad de éstos personajes. Los masones en toda su historia pretendían buscar la fraternidad, mientras que los poderes reales y la Iglesia deseaban mantener dictaduras, sumisión, ignorancia y desigualdad. Desde el vaticano el Papa Clemente XII con su bula papal contra la masonería en 1738, donde pone de manifiesto la declaración de guerra contra esta filosofía, y empezar a crear una leyenda negra contra los masones como si éstos fueran el mismo demonio en la tierra, hasta los posteriores edictos de fe lanzados desde los pulpitos, para acrecentar la dicha leyenda y hacerla real, la imagen de los masones se torno abominable despreciable a los ojos del orbe católico. Históricamente, la masonería española se desarrollo y creció con un notable espíritu de clandestinidad, patrocinado, sin duda, por la necesidad y voluntad de sus miembros de asomarse al mundo con otros ojos y desde otras perspectivas-algo considerado como un grave delito a la luz de la visión totalitaria que ha gobernado Occidente hasta hace escasas décadas-; fue preciso, por tanto adoptar precauciones, señales secretas de identidad, camaraderías estrechas y conductas discretas. El 15 de Julio de 1834, la regente Maria Cristina abolió definitivamente el Tribunal de la Inquisición. Un decreto de la Regencia ordenaba que “todos los cuadros, pinturas o inscripciones en que están consignados los castigos y penas impuestos por la Inquisición, que existan en las iglesias, claustros y conventos, o en otro cualquier paraje público de la monarquía, serán borrados y quitados de los respectivos lugares en que se hallen colocados y destruidos en el perentorio termino de tres días contados desde que se reciba la notificación. Y extinguida definitivamente la Santa Inquisición”.

La defensa de la tolerancia como valor irrenunciable motivó, obviamente, que la Iglesia Católica, armada con su intolerante eslogan de (Fuera de la Iglesia no hay salvación), lleve  unos 250 años atacando con todas sus fuerzas a los masones. La prueba más evidente de esta realidad la protagonizo el actual Papa, cuando aun siendo Cardenal Prefecto y con el apoyo de Juan Pablo II hizo la siguiente declaración.

 

DECLARACIÓN QUASITUM EST SOBRE LA MASONERÍA DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE (1983)

 

 

Se ha presentado la pregunta de si ha cambiado el juicio de la Iglesia respecto de la masonería, ya que en el nuevo Código de Derecho Canónico no está mencionada expresamente como lo estaba en el código anterior.

Esta Sagrada Congregación puede responder que dicha circunstancia es debida a un criterio de redacción, seguido también en el caso de otras asociaciones que tampoco han sido mencionadas por estar comprendidas en categorías más amplias.

Por tanto, no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la santa comunión.

No entra en la competencia de las autoridades eclesiásticas locales pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas con un juicio que implique derogación de cuanto se ha establecido más arriba, según el sentido de la Declaración de esta Sagrada Congregación del 17 de febrero de 1981 (cf. AAS 73, 1981, págs. 230-241; LA Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 8 de marzo de 1981, pág. 4).

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la audiencia concedida al cardenal Prefecto abajo firmante, ha aprobado esta Declaración, decidida en la reunión ordinaria de esta Sagrada Congregación, y ha mandado que se publique.

Roma, en la sede de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la fe, 26 de noviembre de 1983.

 

Cardenal Joseph RATZINGER

Prefecto

 

 

 

Espero que este trabajo sirva para reconocer las barbaridades monstruosas, que se han acometido a lo largo de la historia en nombre de Dios, todos los personajes de este trabajo sufrieron la infernal pesadilla la bestia vaticana. Judaizantes, moriscos, luteranos, francmasones, todos tenían una meta común, vivir tranquilamente su filosofía de vida. Pero las zarpas de la bestia iban a desgarrar y esquilmar, los cuerpos y almas de muchos ciudadanos españoles. Todos sabemos que la caspa, cuando se instala en nuestras cabezas, es difícil de erradicar, venimos de un pasado casposo y todos los herejes quedaron en el subconsciente colectivo como los depredadores lo idearon, como alimañas a destruir. Que este articulo sirva como homenaje, a todas las personas que se las tuvieron que ver frente a frente con los seguidores de Barrabas, y ala vez sea un canto al aire que haga mover en las más altas montañas del mundo las banderas de la tolerancia, la fraternidad, el respeto, la justicia, la igualdad, valores que van ceñidos y adheridos al más importante de todos la libertad de expresión y pensamiento.

    

 

                                                    FERMÍN MAYORGA

 

 

 



[1] A. H. N. Sección Inquisición de Llerena. Legajo 2700. Expediente 95-1
[2] B. N. M. Ms / 2440, folios 418 a 421.
[3] A. H. N. Legajo 1988. Relación de causas despachadas en el auto de fe que se celebró en la villa de Llerena el año 1603.
[4] A. H. N. Legajo 1988. N 55. Relación de las causas despachadas en el auto de fe que se celebró en la villa de Llerena el año de 1597. Teatino era el último confesor que acompañaba al reo.
[5] A. H. N. Legajo 1988. N 40. Relación de causas despachadas en el auto de fe celebrado en la villa de Llerena el año 1679
[6] Ibídem.
[7] A. H. N. Legajo 4437. Expediente 9.
[8] A. H. N. Libro 291, folio 432v.
[9] Ibídem.
[10] A. H. N. Legajo 1988. N 63. Relación de las causas despachadas en esta Inquisición de Llerena en este año de 1609.
[11] A. H. N. Legajo 1988.   Relación de las causas despachadas este año en el Santo Oficio de la Inquisición de Llerena año 1607.
[12] A. H. N. Legajo 1988. N 69. Relación de las causas de fe que se han despachados en este año de 1615 en esta Inquisición de Llerena.
[13] Ibidem.
[14] A. H. N. Sección Inquisición de Llerena. Legajo 1988. N. 53.
[15] A. H. N. Sección Inquisición de Llerena. Legajo 1988.Relación de causas año 1597. Exp. 51
[16] A. H. N. Legajo 4499.
[17] A. H. N. Legajo 4494. Exp. 41.
[18] Ibídem. Exp. 22.
[19] Ibídem.
[20] Ibídem.
[21] A. H. N. Legajo 3723. Expediente 92.
[22] A. H. N. Legajo 3724. Expediente 176.
[23] A. H. N. Legajo 3723. exp. 83.
[24] A. H. N. Legajo 3725. exp. 69

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