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domingo, 2 de abril de 2017


EL TORO DE SAN MARCOS DE BROZAS (CÁCERES)

 

Uno de los espacios de Cáceres donde mayor numero de personas delatadas por casos de superstición hubo (siempre documentalmente hablando), fue la raya y los pueblos situados dentro de lo que fue el Priorato de Alcántara. Una de las tradiciones más conocidas dentro del mundo del fetichismo y las creencias de un pueblo la vamos a encontrar en la población de Brozas, con el seguimiento de miles de personas del famoso “Toro de San Marcos”. Tema que ha sido poco estudiado, y que sin duda, daría para el desarrollo de un interesante trabajo de investigación en la zona, así como en otros pueblos de Extremadura, donde se producía el mismo milagro en el mismo día de la fiesta del santo evangelista.

 En este trabajo, encontraremos algunos herejes que van a ser puestos en evidencia ante la Inquisición por desmentir la autenticidad de dicho milagro. Suceso que años después tuvo que caer por su propio peso ante la más que evidente falsedad de dicho acontecimiento, motivo por el que la Iglesia estaba quedando en evidencia ante muchos vecinos de la comarca por tan adulterado y amañado milagro. Una parte de la población de Brozas, pueblo donde se desarrollaban los hechos a narrar, así como vecinos de otras localidades cercanas, creían a pies juntillas que el prodigio de amansar al toro bravo y hacerlo venir desde la dehesa hasta la ermita de San Marcos para oír misa el día del evangelista, era obra del apóstol. Otros escépticos en cambio, creían que todo cuanto sucedía era pura superstición, y que la venida del animal era debido al arte o conocimiento de una hechicera de la Brozas que adormecía al toro con una determinada planta.

El “fenómeno o milagro” sucedía de la siguiente forma según el Fraile Antonio, natural de Trujillo, religioso descalzo de San Francisco, que fue Ex-comisario Visitador de la de San Pedro de Alcántara en Andalucía.

 

“…En el que sucede todos los años desde las vísperas del día 24 de abril hasta el siguiente que se cuenta 25, en que celebra la Iglesia la fiesta del glorioso San Marcos Evangelista quién con su poder amansa a un toro. Unos lo aseguran por milagro, otros, y no de inferior calidad, lo tienen por superstición alegando para ello las razones que daremos después.

La víspera del Santo se preparan los diputados y mayordomos para ir apartar el toro. La disposición es el confesarle y comulgar, y en habiendo hecho esta tan cristiana diligencia, parten a por el animal en su compañía de un sacerdote. Ordinariamente suelen tener prevenido el toro a una legua del lugar o más cerca en alguna vacada. No es siempre uno, si le hay de limosna aquel llevan, sino, de los que tiene el Santo, y a falta de uno y otro le presta el que los tiene. No van a caballo ni llevan garrocha ni otro genero de ofensa para obligarle a que venga, a pié van y en las manos llevan unos báculos o varas. En llegando al sitio donde está el toro se hincan todos de rodillas y rezan un Ave María y un Padre Nuestro, en tanto que el sacerdote dice la conmemoración del bendito San Marcos con su oración. Luego se levantan y le apartan de la vacada sin decir otra cosa más que “vamos Marcos”. Obedece el toro a esta palabra y gobernándole le ponen en el camino, le guían por el y va como si fuera una mansa oveja sin declinar a una u otra parte hasta llegar a la ermita del Santo. Asiste en ella a las vísperas, sube hasta el altar mayor y a su modo lo besa y lo venera, después lo llevan por las calles y casas de los vecinos, entra en todas y es cosa de ver y de dar Gracias a Dios como se acomoda para entrar por la puerta aunque sea angosta, da una vuelta al zaguán aunque sea corto, sube las escaleras de la casa, entra en la cuadra y donde están los dueños sin que a uno ni a otros les cause recelo ni temor. Le llevan también a nuestro convento que está distante de las Brozas, que es de donde más puedo asegurarlo por haber sido testigo de este prodigio muchos años. El toro sube las escaleras del convento, anda por los dormitorios y aun entrase en las celdas si se lo permitiesen.

El siguiente día del Santo va con la procesión delante de su imagen, asiste a la misa y sermón con tal quietud y sosiego como si fuera racional. Suele suceder ordinariamente ser tan grande el concurso, que está la gente junta con el toro como acostumbran a estar unos con otros en las ocasiones de mucho concurso, y no por eso hace movimiento alguno. Concluida la misa le dan lugar para que se vaya, volviéndo a tomar el animal su ferocidad y se va caminando al sitio donde pastaba”.

Según los testimonios de los antiguos vecinos de Brozas y que perduran las noticias de padres a hijos, se cuenta que antes que se levantasen las guerras entre Castilla y Portugal, vinieron a la fiesta de San Marcos de dicha villa entre otros, unos portugueses vecinos de la de Rosinariñan; vieron el milagro del toro, y llenos de admiración contaron en su tierra lo que habían visto, en especial a una viuda rica que en ella había. Oyendo esta la mansedumbre que decían llevaba el toro, incrédula dijo: “así, pues que amanse a mi toro que es bravísimo”, comentando que no había podido encerrarle por diligencias que había hecho, sino que más bien había experimentado grandes daños por su ferocidad de la cual tenía fama por toda aquella tierra. Los que la oyeron le respondieron, “mande al toro a San Marcos y de aviso a los mayordomos del Santo para que vengan a por el animal, que yo le aseguro que le amansarán y llevarán”. Más por tesón que por devoción salió al partido y ofreció el toro al santo, diciendo se le diera aviso a los mayordomos para que viniesen por el para el año siguiente.

Algunos días antes de la fiesta del Santo partieron de Brozas dos diputados sin más prevención que unas alforjillas en las que llevaban su comida. Llegaron a Rosmariñan, fueron en casa de la viuda dueña del animal, dándole noticias de que venían a por el. Entendía le habrían de llevar al modo que los encierran para lidiarlos en la plaza, y preguntándoles ¿Qué caballos venían para llevarle? Respondieron que no traían más prevención que la que veía, y que quién le había de amansar para llevarle no eran ellos sino San Marcos. Los veía y aun no los creía, ni le parecía fuese posible que ellos solos los llevasen. Fueron al sitio donde estaba la vacada y la viuda con ellos por ver el fin del suceso; y en llegando donde estaba el toro se hincaron de rodillas los diputados y rezaron un Ave María y un Padre Nuestro a San Marcos. Llegaron al toro, le citaron de parte del santo con las palabras comunes, “vamos Marcos” y como si fuera una mansa oveja le fueron guiando y trajeron a Brozas. La señora portuguesa atónita con lo que veía, sin volver a su casa se fue con ellos regando el camino con lagrimas de devoción y dando gracias a Dios por las maravillas que obraba por su santo. Vio a su toro andar las estaciones que los demás, le vio asistir en la ermita y vio también la mansedumbre que traía. Quedó tan devota del santo,  que el tiempo que vivió dio el toro todos los años para la fiesta de San Marcos.[1]

 

Aunque partidarios tenía el milagro, no era menos cierto que también tenía contrarios, pero eso sí, los que osasen poner duda o crear incertidumbre sobre dicho suceso, serían catalogados como herejes. Esa cruda y descarnada realidad se fraguó en la persona de un médico natural de Alcántara, un sujeto que aparece en el documento con el reconocimiento de Licenciado Salcedo, hombre que va a ser delatado a la Inquisición por desmentir el milagro del toro de San Marcos. Un hombre que tuvo que sufrir la vergüenza ante los vecinos, por haber sido evidenciada y condenada su conducta lingüística sobre este tema.


Licenciado Salcedo


“Médico asalariado en Alcántara, fue testificado de haber dicho por el toro de Las Brozas del día de San Marcos, “ya es muerta la hechicera que hacía venir el toro”, y diciéndole cierta persona “no diga señor eso que son milagros de Dios”, respondió “que eran milagros infames”; y diciéndole cierta persona “que en Las Brozas se hacía una procesión muy solemne el día de San Marcos”, respondió el dicho médico “que era la procesión Renca” y haber dicho, “ser el milagro infame” y lo de la hechicera;  fue también testificado un hijo de dicho médico de lo mismo. Tuvo un testigo varón de oírselo y dio por contestes seis testigos varones que examinados contestaron”.[2]

 

También fue puesto en evidencia un morisco de Alcántara llamado Badillo, quien fue delatado al Santo Oficio por decir según el documento inquisitorial lo siguiente.

Badillo.

“Zapatero, morisco vecino de Alcántara, fue testificado de lo mismo que el Licenciado Salcedo, y diciéndole cierta persona “que no dijese aquello que era milagro de Dios”, respondió, “que era milagro de Mahoma”. Tuvo tres testigos varones de habérselo oído decir”.[3]

 

Ante la evidencia de que cada vez más personas ponían en duda el milagro del Toro de San Marcos, la Iglesia, a través de algunos de sus miembros, va a tratar de frenar la tradición de dicho milagro prohibiendo que saquen al animal en los días de fiesta del santo durante el año 1525. El teólogo y reverendo franciscano Fr. Juan de la Trinidad, en sus Crónicas sobre la Provincia de San Gabriel nos cuenta lo siguiente.

 

“Porque habiendo personas doctas que sospechan interviene aquí alguna superstición o pacto ilícito, me he informado con particular cuidado con los hombres más ancianos de las Brozas, sobre el caso de su origen y otras circunstancias. Ninguno dice con certeza que principio tuvo. Lo que afirman es haber oído a sus abuelos y antepasados, que cuando esta villa era aldea de la jurisdicción de Alcántara (que ha más de ciento cincuenta años), un juez eclesiástico mandó con graves penas que no se trajese más al toro y que se hiciese la procesión hasta la ermita sin el animal y que se cantasen las vísperas y la misa. Obedecieron todos al juez, pero a la hora que todos estaban juntos para comenzar las vísperas, vieron que sin traerle nadie se entró en la ermita el toro, y que al día siguiente también estuvo en la misa y anduvo toda la procesión siguiendo la imagen del Santo en la forma que otras veces.

Los cofrades ni otras personas, no solo no se atrevieron a llamar Marcos al toro como antes solían hacer, sino que temiendo incurrir en las penas impuestas por el Juez en su mandamiento, o que hubiese achaque para declararles incursos en ellas, mandaron a los muchachos (que como no sujetos a leyes se gobiernan por su antojo) no hablasen palabra ni se moviesen para el toro. Pidió la cofradía testimonio de lo sucedido y poniendo la causa en el Tribunal del Nuncio Apostólico se sentencio: donde hecha cumplida averiguación de todo, pronunció sentencia a favor de la cofradía dando licencia para que se trajese el toro, mandando que ningún inferior suyo lo impidiese. Desde entonces se ha hecho la fiesta sin interrupción continuando, y cada año presenciando los asistentes el milagro que San Marcos siempre hizo”.[4] 

 

A partir de este comunicado que nos cuenta el Padre Trinidad en su obra, se va a zanjar la polémica de los que creían que todo lo que sucedía no era milagro, sino pura superstición y engaños creados por las hechiceras del lugar. Mujeres que  habían estado dando al toro, posiblemente, algún tipo de brebaje que le adormecía con plantas como el Estramonio o la Rosa de Alejandría muy propias de la zona, y que suelen provocar en animales de las características del que estamos tratando un cierto adormecimiento y la pérdida de fiereza y bravura.

Se manifestará tras lo dictaminado por la Iglesia, que en lo del milagro no hay superstición sino disposición divina, por lo que se seguirá honrando al toro y al evangelista en el día de su fiesta. Y mientras el siglo XVI va tocando a su fin, durante el año 1598 se van a producir unos sucesos en torno a la imagen de San Marcos que van a convulsionar, y de qué manera, a la población de las Brozas. Un sacrílego de la población va a decapitar la imagen del santo; y en torno a este protervo, depravado y perverso suceso, van a comenzar a hacer acto de presencia nuevos milagros en torno a la imagen descabezada. Acontecimientos que harán que el seguimiento de la imagen destronada por los hechos ocurridos sea aún mayor que el que tenía, “gracias” a la siempre “cándida” e “inocente” imaginación de los religiosos franciscanos, que dominaban y controlaban desde su convento en Brozas el devenir y sobrevenir del incidente del canonizado  e inmaculado San Marcos.

 

“Otro suceso notable se vio en nuestros tiempos porque fue cerca del año 1600. Un caballero de la misma villa de Brozas dio a la ermita una imagen del evangelista San Marcos, y éste mandó que se pusiese  en el frontal de la peana el escudo de sus armas. Algunos que no le eran bien afectos, llevaron pesadamente que estuviera allí el escudo, pareciéndoles que por aquel camino había de pretender en adelante introducirse como patrono. Quitaron el escudo de forma secreta; pero recurriendo al juez, el caballero volvió a ponerle en su sitio habiendo por ello grandes enfados. Últimamente algunos de los que le contradecían, quizás mal advertido, resolvió hacer una temeridad de marca mayor; y fue que tomando furtivamente la imagen, alguien le cortó la cabeza y la arrojó dentro del osario de la parroquia de Santa María entre multitud de huesos de difuntos que allí había, y el cuerpo del santo lo echaron en un pozo que llaman de los caños y que está fuera del lugar.

Pasados algunos días y yendo un labrador al campo, se llego haber si el pozo tenía mucho agua, descubriendo el cuerpo de la imagen flotando; dio aviso y la sacaron. Al mismo tiempo (poco antes, o después) un muchacho mudo de nacimiento, teniendo un pajarillo éste se le fue de las manos y se entró en el osario. Codicioso el muchacho de su pájaro hizo diligencias para sacarle, viendo la cabeza de la imagen en el osario y el pájaro posado sobre ella. Con las señas y a su modo lo dio a entender, y sacándola la juntaron con el cuerpo. En desagravio de la irreverencia que se había hecho a la imagen del santo evangelista, se mandó la trajesen en procesión solemne por las calles sin esperar al día de la fiesta.

No se trató de que viniese el toro a dicha  procesión, pero ordenó Dios que no faltase; porque al tiempo que había de salir de la iglesia, vieron unos muchachos un toro cerca de la ermita de Santa Lucía (poco distantes de las casas) y movidos por su Majestad o por su curiosidad, fueron hasta el toro; y diciéndole “ven Marcos” como suele hacerse, lo trajeron con grandes vocerías hasta entrarle en la Iglesia; y así fue el toro en esta procesión como en las otras.

Añade el autor haberle dicho personas fidedignas, que el agua del pozo donde apareció el cuerpo de la imagen de San Marcos, sirve para sanar a los que la beben con fe en sus enfermedades. Lo que yo podré asegurar como testigo de vista para gloria y honra de Dios que quiere ilustrar a su evangelista San Marcos, ya que es lo que he adquirido y experimentado. Que quince días antes del veinticinco de abril que es en el que la Iglesia celebra la festividad del santo (y aun según dicen) quince días después; las aguas de este pozo muda el color natural que tiene y se reduce a un azul claro; y que en los tales días amasan el pan con solo el agua del dicho pozo y no con otra, sin poner levadura en la harina: el cual sale tan sazonado como si la llevara. Se tiene por cosa rara, y como tal se practica entre los naturales. He comido del pan así amasado y no he encontrado ningún sabor diferente de los demás, y en pasado el tiempo referido, vuelve el agua a su natural color y no se puede amasar con ella sin levadura como es común”.[5]

 

Curiosa la historia del decapitado San Marcos y los milagrosos acontecimientos que surgieron a raíz del atropello cometido contra la imagen del evangelista. ¿Serían realmente las brujas o hechiceras las encargadas de amansar o quitar la bravura al toro con alguna planta de la zona? Desde luego, haberlas las había. El Estramonio por ejemplo puede llegar adormecer a un toro bravo y hacerle perder su bravura, e incluso la misma planta conocida como la Rosa de Alejandría. Ambas con un efecto duradero importante, pueden llegar a drogar al animal, de tal forma, que perfectamente puede ser traído desde la vacada al grito de “milagro”. De momento el Licenciado Salcedo, médico asalariado en Alcántara, hombre culto para su época, dice claramente que la mansedumbre del toro la propiciaba una hechicera del lugar; mientras que una gran parte del pueblo inculto y fácil de llevar por los caminos de la superstición divina, va a creer que lo que sucede en Brozas con el toro de San Marcos es un prodigio y un portento creado por las celestiales y beatíficas manos del “glorioso y sobrehumano” evangelista.

Ermitas de San Marcos hubo y sigue habiendo varias por toda Extremadura, razón más que suficiente para que el milagro no solamente sucediese en el pueblo de Brozas, sino también en aquellos otros lugares donde el evangelista tenía su venerada y adorada capilla. Uno de los pueblos donde el milagro se fraguaba de una forma firme era en Casa de Don Gómez, perteneciente al Obispado y jurisdicción de la ciudad de Coria, población que tenía a las afueras, como a una legua, según dice el documento, una ermita de San Marcos. Se celebraban las mismas ceremonias que en Brozas en torno a la imagen del santo, y se producen con idéntico parecer los acontecimientos del milagro del toro. En el año 1686 va a suceder en dicha villa lo siguiente:

 

“Tiene este lugar una ermita de San Marcos casi a una legua de distancia del mismo pueblo, celebran su fiesta con las mismas ceremonias que la villa de las Brozas: van por el toro a la vacada, lo apartan llevando consigo al cura para que le diga la conmemoración y oración del Santo. El animal asiste a las primeras vísperas en la iglesia, entra en las casas y sale de ellas, y en algunas ocasiones suelen llevar dos toros si se los ofrecen al santo, con la condición de que deben de andar aquel año. Al siguiente día le llevan a la ermita en la procesión en la misma conformidad que queda dicho de Brozas, que es de donde todos han tomado, asistiendo el bicho a la misa y el sermón.

Llevados de lo que algunos autores han opinado que hay superstición en esto, mandó el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Don Juan de Porras y Atienza, Obispo de Coria en el año 1686, no se llevase el toro en la procesión. Se obedeció el mandato y aquel año se hizo la fiesta sin el toro;  pero sucedió que el día veinticuatro de abril en la tarde, al tiempo que solían ir por el animal para traerle a las vísperas, cuando se estaba componiendo la ermita para el día siguiente se vino a ella el toro, se anduvo alrededor y estuvo por allí echado, y talvez pastando como si estuviese aguardando que lo llevasen a esta función. Fue público y yo hice de ello averiguación, y me certifiqué de la verdad que fue como se ha referido.

Llegó a noticia del dicho señor Obispo y a su provisor, al que se le dijo la razón por la que aquella ceremonia no se tuviese por supersticiosa, con que mejor informado su Ilustrísima volvió a dar  licencia para que la fiesta se celebrase como se acostumbraba. La licencia fue dada en el año de 1688 con la condición de que en la iglesia los presentes renunciasen públicamente el pacto (si acaso le había). Así se hizo y el milagro del toro se siguió fraguando como en los otros años anteriores”.[6]

A pesar de que el Papa Clemente VIII había prohibido la feria del toro de San Marcos, algunos eclesiásticos, desde su más que impuesta rebeldía, desobedecían la orden vaticana, sobre todo porque el petitorio que se hacía por las calles durante la fiesta junto al toro, solía ser muy suculento y atrayente, económicamente hablando, para la Iglesia. Sin embargo, en Llerena, la Inquisición durante la festividad de San Marcos del año 1722, va a abrir diligencias por los siguientes hechos.


“También en Llerena y en pedimento fiscal de 12 de abril de 1722, se hizo relación de ser público en esta ciudad de Llerena de que el día de San Marcos usan de conjuros y bendiciones algunas personas; y que habían introducido un toro en la ermita de San Marcos y que se había predicado el hecho de milagro. Se cuenta que el toro no hizo daño a persona alguna a pesar de que la ermita estaba llena de gente, por todo ello se pidió comisión para la averiguación  del caso y todas sus circunstancias. El 30 de dicho mes se mando la comisión y se dio en 2 de mayo donde se examinaron 10 testigos, y hecha la ratificación se trajo al Tribunal el 11 de agosto de dicho año. Con fecha 21 de dicho mes el Fiscal pidió que se sacase extracto y se calificasen los dichos y hechos. Con fecha  22 se pidieron autos y en la misma Audiencia se mandó sacar dicho extracto y dar el mismo a los calificadores, no consta haberse hecho otra cosa”.[7]

La letra del Pontífice no fue tenida muy en cuenta, al menos en la Península, donde los curas parecían ignorarla y participaban en los festejos junto a las gentes del pueblo. Sin embargo la aprobación episcopal lleva implícita la no celebración del festejo taurino, según se desprende del escrito del susodicho Lorenzo Miranda, cuando apunta, que el vicario general del obispado de Plasencia “dio facultad para la creación de la cofradía y aprobó las ordenanzas que le propusieron, pero ni en sus decretos ni en las ordenanzas que hicieron los solicitantes, se advierte una sola palabra relativa al toro”. Una cosa son las reglas aprobadas, y otra muy distinta, lo que posteriormente haga la cofradía. En Casas del Monte se celebró el toro de San Marcos, y los documentos reflejan una cierta tolerancia por parte del gobierno diocesano. De todas formas, el rescripto de Clemente VIII iba dirigido hacia unos festejos concretos, y ello no iba a suponer jurisprudencia.[8]

Si las condenas eclesiásticas no sirvieron de mucha fortuna en lo que se refiere a la suspensión del toro de San Marcos, si la tendrían las corrientes de la Ilustración que cargarían sobre manifestaciones externas de piedad tachadas de supersticiosas. Tras la firma del Concordato de 1753, los reyes Borbones procederán a lo largo de todo el siglo XVIII a la abolición de una serie de tradiciones seculares que a los ojos de sus asesores estaban cargadas de cierta heterodoxia. Con el toro de San Marcos pasan a mejor vida bastantes romerías, empalados y disciplinantes de las procesiones de cuaresma, danzas de Corpus etc. A la cuenta de Fernando VI hay que apuntar el mazazo al toro de San Marcos. Su orden de supresión del festejo está fechada en Madrid el 3 de febrero de 1753. José Luís Yuste en el libro “Tradiciones Urbanas Salmantinas”, inserta la carta enviada por el rey al obispo de Salamanca D. José Zorrilla de San Martín, carta extensible a los responsables de las diócesis de Extremadura. La misma no tiene desperdicio según nos cuenta José María Domínguez Romero:

 

“Ilmo. Sr.

 

Habiendo sido servido S. M. remitir al Consejo escrita representación a fin, de que diese la providencia conveniente a que cesase enteramente y se quitase de raíz la ceremonia supersticiosa observada  en los pueblos de Extremadura, y en algunos de la provincia de esa ciudad, en los que la víspera o día de San Marcos por las cofradías de esta advocación, curas, religiosos y escribanos  sacan un toro de la vacada, llamándole Marcos y llevándole después a la iglesia en procesión y a las casas para lograr mayores limosnas. Conviniendo remediar semejante abuso tan perjudicial a las buenas costumbres, mal sonante a la veneración y decencia tan debido a las Iglesias, además de resistirlo y estar prevenido por ley del reino que no entren en ellas bestias algunas: Ha acordado el Consejo, que los Corregidores de Extremadura y esa ciudad con las mas grabes penas y multas a las justicias y cofrades de los pueblos de su distrito, y allí donde hay este pernicioso abuso, no saquen ni lleven en manera alguna la víspera en el día de San Marcos el toro de las vacadas ni de otra parte, que no entre en la iglesia para procesión ni mostrarlo en manera alguna en las casas, ni enmaromado. Y se ha mandado prevenga a V. I., que como en esta escandalosa función se mezclan clérigos y religiosos, para que tenga en la fiesta observancia la providencia, disponga V. I. se contengan las personas de su fuero, ya que con demasiada ignorancia no han reflexionado los engaños que existen en estas maniobras, ni los gravísimos perjuicios que de su concurrencia se siguen en los pueblos que tienen por milagro lo que no es ni hay motivos de que lo sea, por ser más bien solo una diabólica invención...”.[9]

 

La orden de suspensión es llevada a Extremadura por Luís José Velázquez, quien en 1753 estuvo en la región “bajo decreto de S. M. para que no se ejecutase la procesión del toro en el día de San Marcos”. Obispos, corregidores y gobierno se habían puesto de acuerdo para prohibir “semejante abuso tan perjudicial a las buenas costumbres”, sin una férrea oposición de las cofradías, a pesar de que algunas hubieron de ser llamadas a capítulo. Así consta que los cofrades de Casas del Monte, lo que no es novedad, en 1753 fueron citados en Pasarón por el Corregidor de Plasencia para intimarlos con la orden del Rey, que prohibió la supersticiosa manía del toro. A partir del señalado año no constan en Extremadura nuevas celebraciones de San Marcos en las que tuviera cabida el ritual con los toros. Y sin el toro, las cofradías, las animadoras de la fiesta y casi todas ellas nacidas por causa del festejo taurino, pierden su razón de ser y acaban autodisolviéndose. Las ruinas de algunas ermitas de San Marcos como la de Guijo de Granadilla, hablan del abandono a que fueron sometidas desde la segunda mitad del siglo XVIII. El espíritu que guiaba a las cofradías de San Marcos nos lo indica Lorenzo Miranda cuando dice, refiriéndose a la de Casas del Monte, que quienes instituyeron la fiesta tenían “más de bufones que de beatos... De otro modo no hubieran pretendido sus sucesores en 1763, extinguida ya la ceremonia ridícula, desentenderse por sí y por sus descendientes del culto del santo, agregando la cofradía a la fábrica de la Iglesia, de modo que luego que cesó la licencia de holganza y de concurso, se acabó también la devoción y la piedad”.[10]

 



[1] BNM. Signatura 3-54166
[2] AHN. Legajo 1988. N. 27. Relación de las causas que hubo en la visita que hizo el Inquisidor Bravo de Sotomayor  este año de 1589 en las villas de Alcántara, Alburquerque y lugares comarcanos.
[3] Ibíd.
[4] BNM. Signatura 3, 54166. San Marcos defendido en el milagro que Dios obra todos los años en amansar un toro por sus méritos el día que la Iglesia celebra su fiesta el veinticinco de abril, desde las primeras vísperas hasta concluida la misa del Santo. Fray Antonio, natural de Trujillo, religioso descalzo de S. Francisco. 
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] AHN. Inquisición, 1987 caja 1, segunda parte.
[8] José María Domínguez Romero. La Fiesta del Toro de San Marcos en el Oeste Peninsular. Pág. 48-58
[9] José Luís Yuste. Tradiciones Urbanas Salmantinas. Salamanca, 1986, pág. 55-56
[10] José María Domínguez Romero. La Fiesta del Toro de San Marcos en el Oeste Peninsular. Revista de Folclore, Pág. 49-58.

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