EL TORO DE SAN MARCOS DE BROZAS (CÁCERES)
Uno de los espacios de Cáceres
donde mayor numero de personas delatadas por casos de superstición hubo
(siempre documentalmente hablando), fue la raya y los pueblos situados dentro
de lo que fue el Priorato de Alcántara. Una de las tradiciones más conocidas
dentro del mundo del fetichismo y las creencias de un pueblo la vamos a
encontrar en la población de Brozas, con el seguimiento de miles de personas
del famoso “Toro de San Marcos”. Tema que ha sido poco estudiado, y que sin
duda, daría para el desarrollo de un interesante trabajo de investigación en la
zona, así como en otros pueblos de Extremadura, donde se producía el mismo
milagro en el mismo día de la fiesta del santo evangelista.
En este trabajo, encontraremos algunos herejes
que van a ser puestos en evidencia ante la Inquisición por desmentir la
autenticidad de dicho milagro. Suceso que años después tuvo que caer por su
propio peso ante la más que evidente falsedad de dicho acontecimiento, motivo
por el que la Iglesia estaba quedando en evidencia ante muchos vecinos de la
comarca por tan adulterado y amañado milagro. Una parte de la población de
Brozas, pueblo donde se desarrollaban los hechos a narrar, así como vecinos de
otras localidades cercanas, creían a pies juntillas que el prodigio de amansar
al toro bravo y hacerlo venir desde la dehesa hasta la ermita de San Marcos
para oír misa el día del evangelista, era obra del apóstol. Otros escépticos en
cambio, creían que todo cuanto sucedía era pura superstición, y que la venida
del animal era debido al arte o conocimiento de una hechicera de la Brozas que
adormecía al toro con una determinada planta.
El “fenómeno o
milagro” sucedía de la siguiente forma según el Fraile Antonio, natural de
Trujillo, religioso descalzo de San Francisco, que fue Ex-comisario Visitador
de la de San Pedro de Alcántara en Andalucía.
“…En el que sucede todos los años desde las
vísperas del día 24 de abril hasta el siguiente que se cuenta 25, en que
celebra la Iglesia la fiesta del glorioso San Marcos Evangelista quién con su
poder amansa a un toro. Unos lo aseguran por milagro, otros, y no de inferior
calidad, lo tienen por superstición alegando para ello las razones que daremos
después.
La víspera del Santo se preparan los diputados
y mayordomos para ir apartar el toro. La disposición es el confesarle y
comulgar, y en habiendo hecho esta tan cristiana diligencia, parten a por el
animal en su compañía de un sacerdote. Ordinariamente suelen tener prevenido el
toro a una legua del lugar o más cerca en alguna vacada. No es siempre uno, si
le hay de limosna aquel llevan, sino, de los que tiene el Santo, y a falta de
uno y otro le presta el que los tiene. No van a caballo ni llevan garrocha ni
otro genero de ofensa para obligarle a que venga, a pié van y en las manos
llevan unos báculos o varas. En llegando al sitio donde está el toro se hincan
todos de rodillas y rezan un Ave María y un Padre Nuestro, en tanto que el
sacerdote dice la conmemoración del bendito San Marcos con su oración. Luego se
levantan y le apartan de la vacada sin decir otra cosa más que “vamos Marcos”.
Obedece el toro a esta palabra y gobernándole le ponen en el camino, le guían
por el y va como si fuera una mansa oveja sin declinar a una u otra parte hasta
llegar a la ermita del Santo. Asiste en ella a las vísperas, sube hasta el
altar mayor y a su modo lo besa y lo venera, después lo llevan por las calles y
casas de los vecinos, entra en todas y es cosa de ver y de dar Gracias a Dios
como se acomoda para entrar por la puerta aunque sea angosta, da una vuelta al
zaguán aunque sea corto, sube las escaleras de la casa, entra en la cuadra y
donde están los dueños sin que a uno ni a otros les cause recelo ni temor. Le
llevan también a nuestro convento que está distante de las Brozas, que es de
donde más puedo asegurarlo por haber sido testigo de este prodigio muchos años.
El toro sube las escaleras del convento, anda por los dormitorios y aun entrase
en las celdas si se lo permitiesen.
El siguiente día del Santo va con la
procesión delante de su imagen, asiste a la misa y sermón con tal quietud y
sosiego como si fuera racional. Suele suceder ordinariamente ser tan grande el
concurso, que está la gente junta con el toro como acostumbran a estar unos con
otros en las ocasiones de mucho concurso, y no por eso hace movimiento alguno.
Concluida la misa le dan lugar para que se vaya, volviéndo a tomar el animal su
ferocidad y se va caminando al sitio donde pastaba”.
Según los testimonios de los antiguos
vecinos de Brozas y que perduran las noticias de padres a hijos, se cuenta que
antes que se levantasen las guerras entre Castilla y Portugal, vinieron a la
fiesta de San Marcos de dicha villa entre otros, unos portugueses vecinos de la
de Rosinariñan; vieron el milagro del toro, y llenos de admiración contaron en
su tierra lo que habían visto, en especial a una viuda rica que en ella había.
Oyendo esta la mansedumbre que decían llevaba el toro, incrédula dijo: “así,
pues que amanse a mi toro que es bravísimo”, comentando que no había podido
encerrarle por diligencias que había hecho, sino que más bien había
experimentado grandes daños por su ferocidad de la cual tenía fama por toda
aquella tierra. Los que la oyeron le respondieron, “mande al toro a San Marcos
y de aviso a los mayordomos del Santo para que vengan a por el animal, que yo
le aseguro que le amansarán y llevarán”. Más por tesón que por devoción salió
al partido y ofreció el toro al santo, diciendo se le diera aviso a los
mayordomos para que viniesen por el para el año siguiente.
Algunos días antes de la fiesta del Santo
partieron de Brozas dos diputados sin más prevención que unas alforjillas en
las que llevaban su comida. Llegaron a Rosmariñan, fueron en casa de la viuda
dueña del animal, dándole noticias de que venían a por el. Entendía le habrían
de llevar al modo que los encierran para lidiarlos en la plaza, y
preguntándoles ¿Qué caballos venían para llevarle? Respondieron que no traían
más prevención que la que veía, y que quién le había de amansar para llevarle
no eran ellos sino San Marcos. Los veía y aun no los creía, ni le parecía fuese
posible que ellos solos los llevasen. Fueron al sitio donde estaba la vacada y
la viuda con ellos por ver el fin del suceso; y en llegando donde estaba el
toro se hincaron de rodillas los diputados y rezaron un Ave María y un Padre
Nuestro a San Marcos. Llegaron al toro, le citaron de parte del santo con las
palabras comunes, “vamos Marcos” y como si fuera una mansa oveja le fueron
guiando y trajeron a Brozas. La señora portuguesa atónita con lo que veía, sin
volver a su casa se fue con ellos regando el camino con lagrimas de devoción y
dando gracias a Dios por las maravillas que obraba por su santo. Vio a su toro
andar las estaciones que los demás, le vio asistir en la ermita y vio también
la mansedumbre que traía. Quedó tan devota del santo, que el tiempo que vivió dio el toro todos los
años para la fiesta de San Marcos.[1]
Aunque partidarios tenía el
milagro, no era menos cierto que también tenía contrarios, pero eso sí, los que
osasen poner duda o crear incertidumbre sobre dicho suceso, serían catalogados
como herejes. Esa cruda y descarnada realidad se fraguó en la persona de un
médico natural de Alcántara, un sujeto que aparece en el documento con el
reconocimiento de Licenciado Salcedo, hombre que va a ser delatado a la Inquisición por desmentir el milagro
del toro de San Marcos. Un hombre que tuvo que sufrir la vergüenza ante los
vecinos, por haber sido evidenciada y condenada su conducta lingüística sobre
este tema.
Licenciado Salcedo
“Médico asalariado en Alcántara, fue testificado de haber dicho por el
toro de Las Brozas del día de San Marcos, “ya es muerta la hechicera que hacía
venir el toro”, y diciéndole cierta persona “no diga señor eso que son milagros
de Dios”, respondió “que eran milagros infames”; y diciéndole cierta persona
“que en Las Brozas se hacía una procesión muy solemne el día de San Marcos”,
respondió el dicho médico “que era la procesión Renca” y haber dicho, “ser el
milagro infame” y lo de la hechicera; fue
también testificado un hijo de dicho médico de lo mismo. Tuvo un testigo varón
de oírselo y dio por contestes seis testigos varones que examinados
contestaron”.[2]
También fue puesto en evidencia
un morisco de Alcántara llamado Badillo, quien fue delatado al Santo Oficio por
decir según el documento inquisitorial lo siguiente.
Badillo.
“Zapatero, morisco vecino de Alcántara, fue testificado de lo mismo que
el Licenciado Salcedo, y diciéndole cierta persona “que no dijese aquello que
era milagro de Dios”, respondió, “que era milagro de Mahoma”. Tuvo tres
testigos varones de habérselo oído decir”.[3]
Ante la evidencia de que cada vez
más personas ponían en duda el milagro del Toro de San Marcos, la Iglesia, a
través de algunos de sus miembros, va a tratar de frenar la tradición de dicho
milagro prohibiendo que saquen al animal en los días de fiesta del santo
durante el año 1525. El teólogo y reverendo franciscano Fr. Juan de la
Trinidad, en sus Crónicas sobre la Provincia de San Gabriel nos cuenta lo siguiente.
“Porque habiendo personas doctas que sospechan interviene aquí alguna
superstición o pacto ilícito, me he informado con particular cuidado con los
hombres más ancianos de las Brozas, sobre el caso de su origen y otras
circunstancias. Ninguno dice con certeza que principio tuvo. Lo que afirman es
haber oído a sus abuelos y antepasados, que cuando esta villa era aldea de la
jurisdicción de Alcántara (que ha más de ciento cincuenta años), un juez
eclesiástico mandó con graves penas que no se trajese más al toro y que se
hiciese la procesión hasta la ermita sin el animal y que se cantasen las
vísperas y la misa. Obedecieron todos al juez, pero a la hora que todos estaban
juntos para comenzar las vísperas, vieron que sin traerle nadie se entró en la
ermita el toro, y que al día siguiente también estuvo en la misa y anduvo toda
la procesión siguiendo la imagen del Santo en la forma que otras veces.
Los cofrades ni otras personas, no solo no se atrevieron a llamar
Marcos al toro como antes solían hacer, sino que temiendo incurrir en las penas
impuestas por el Juez en su mandamiento, o que hubiese achaque para declararles
incursos en ellas, mandaron a los muchachos (que como no sujetos a leyes se
gobiernan por su antojo) no hablasen palabra ni se moviesen para el toro. Pidió
la cofradía testimonio de lo sucedido y poniendo la causa en el Tribunal del
Nuncio Apostólico se sentencio: donde hecha cumplida averiguación de todo,
pronunció sentencia a favor de la cofradía dando licencia para que se trajese
el toro, mandando que ningún inferior suyo lo impidiese. Desde entonces se ha
hecho la fiesta sin interrupción continuando, y cada año presenciando los
asistentes el milagro que San Marcos siempre hizo”.[4]
A partir de este comunicado que
nos cuenta el Padre Trinidad en su obra, se va a zanjar la polémica de los que
creían que todo lo que sucedía no era milagro, sino pura superstición y engaños
creados por las hechiceras del lugar. Mujeres que habían estado dando al toro, posiblemente,
algún tipo de brebaje que le adormecía con plantas como el Estramonio o la Rosa
de Alejandría muy propias de la zona, y que suelen provocar en animales de las
características del que estamos tratando un cierto adormecimiento y la pérdida
de fiereza y bravura.
Se manifestará tras lo dictaminado
por la Iglesia, que en lo del milagro no hay superstición sino disposición
divina, por lo que se seguirá honrando al toro y al evangelista en el día de su
fiesta. Y mientras el siglo XVI va tocando a su fin, durante el año 1598 se van
a producir unos sucesos en torno a la imagen de San Marcos que van a
convulsionar, y de qué manera, a la población de las Brozas. Un sacrílego de la
población va a decapitar la imagen del santo; y en torno a este protervo,
depravado y perverso suceso, van a comenzar a hacer acto de presencia nuevos
milagros en torno a la imagen descabezada. Acontecimientos que harán que el
seguimiento de la imagen destronada por los hechos ocurridos sea aún mayor que
el que tenía, “gracias” a la siempre “cándida” e “inocente” imaginación de los
religiosos franciscanos, que dominaban y controlaban desde su convento en
Brozas el devenir y sobrevenir del incidente del canonizado e inmaculado San Marcos.
“Otro suceso notable se vio en nuestros tiempos porque fue cerca del
año 1600. Un caballero de la misma villa de Brozas dio a la ermita una imagen
del evangelista San Marcos, y éste mandó que se pusiese en el frontal de la peana el escudo de sus
armas. Algunos que no le eran bien afectos, llevaron pesadamente que estuviera
allí el escudo, pareciéndoles que por aquel camino había de pretender en
adelante introducirse como patrono. Quitaron el escudo de forma secreta; pero
recurriendo al juez, el caballero volvió a ponerle en su sitio habiendo por
ello grandes enfados. Últimamente algunos de los que le contradecían, quizás
mal advertido, resolvió hacer una temeridad de marca mayor; y fue que tomando
furtivamente la imagen, alguien le cortó la cabeza y la arrojó dentro del
osario de la parroquia de Santa María entre multitud de huesos de difuntos que
allí había, y el cuerpo del santo lo echaron en un pozo que llaman de los caños
y que está fuera del lugar.
Pasados algunos días y yendo un labrador al campo, se llego haber si el
pozo tenía mucho agua, descubriendo el cuerpo de la imagen flotando; dio aviso
y la sacaron. Al mismo tiempo (poco antes, o después) un muchacho mudo de
nacimiento, teniendo un pajarillo éste se le fue de las manos y se entró en el
osario. Codicioso el muchacho de su pájaro hizo diligencias para sacarle,
viendo la cabeza de la imagen en el osario y el pájaro posado sobre ella. Con
las señas y a su modo lo dio a entender, y sacándola la juntaron con el cuerpo.
En desagravio de la irreverencia que se había hecho a la imagen del santo
evangelista, se mandó la trajesen en procesión solemne por las calles sin
esperar al día de la fiesta.
No se trató de que viniese el toro a dicha procesión, pero ordenó Dios que no faltase;
porque al tiempo que había de salir de la iglesia, vieron unos muchachos un
toro cerca de la ermita de Santa Lucía (poco distantes de las casas) y movidos
por su Majestad o por su curiosidad, fueron hasta el toro; y diciéndole “ven
Marcos” como suele hacerse, lo trajeron con grandes vocerías hasta entrarle en
la Iglesia; y así fue el toro en esta procesión como en las otras.
Añade el autor haberle dicho personas fidedignas, que el agua del pozo
donde apareció el cuerpo de la imagen de San Marcos, sirve para sanar a los que
la beben con fe en sus enfermedades. Lo que yo podré asegurar como testigo de
vista para gloria y honra de Dios que quiere ilustrar a su evangelista San
Marcos, ya que es lo que he adquirido y experimentado. Que quince días antes
del veinticinco de abril que es en el que la Iglesia celebra la festividad del
santo (y aun según dicen) quince días después; las aguas de este pozo muda el
color natural que tiene y se reduce a un azul claro; y que en los tales días
amasan el pan con solo el agua del dicho pozo y no con otra, sin poner levadura
en la harina: el cual sale tan sazonado como si la llevara. Se tiene por cosa
rara, y como tal se practica entre los naturales. He comido del pan así amasado
y no he encontrado ningún sabor diferente de los demás, y en pasado el tiempo
referido, vuelve el agua a su natural color y no se puede amasar con ella sin
levadura como es común”.[5]
Curiosa la historia del
decapitado San Marcos y los milagrosos acontecimientos que surgieron a raíz del
atropello cometido contra la imagen del evangelista. ¿Serían realmente las
brujas o hechiceras las encargadas de amansar o quitar la bravura al toro con
alguna planta de la zona? Desde luego, haberlas las había. El Estramonio por
ejemplo puede llegar adormecer a un toro bravo y hacerle perder su bravura, e
incluso la misma planta conocida como la Rosa de Alejandría. Ambas con un
efecto duradero importante, pueden llegar a drogar al animal, de tal forma, que
perfectamente puede ser traído desde la vacada al grito de “milagro”. De
momento el Licenciado Salcedo, médico asalariado en Alcántara, hombre culto
para su época, dice claramente que la mansedumbre del toro la propiciaba una
hechicera del lugar; mientras que una gran parte del pueblo inculto y fácil de
llevar por los caminos de la superstición divina, va a creer que lo que sucede
en Brozas con el toro de San Marcos es un prodigio y un portento creado por las
celestiales y beatíficas manos del “glorioso y sobrehumano” evangelista.
Ermitas de San Marcos hubo y
sigue habiendo varias por toda Extremadura, razón más que suficiente para que
el milagro no solamente sucediese en el pueblo de Brozas, sino también en
aquellos otros lugares donde el evangelista tenía su venerada y adorada
capilla. Uno de los pueblos donde el milagro se fraguaba de una forma firme era
en Casa de Don Gómez, perteneciente al Obispado y jurisdicción de la ciudad de
Coria, población que tenía a las afueras, como a una legua, según dice el
documento, una ermita de San Marcos. Se celebraban las mismas ceremonias que en
Brozas en torno a la imagen del santo, y se producen con idéntico parecer los
acontecimientos del milagro del toro. En el año 1686 va a suceder en dicha
villa lo siguiente:
“Tiene este lugar una ermita de San Marcos casi a una legua de
distancia del mismo pueblo, celebran su fiesta con las mismas ceremonias que la
villa de las Brozas: van por el toro a la vacada, lo apartan llevando consigo
al cura para que le diga la conmemoración y oración del Santo. El animal asiste
a las primeras vísperas en la iglesia, entra en las casas y sale de ellas, y en
algunas ocasiones suelen llevar dos toros si se los ofrecen al santo, con la
condición de que deben de andar aquel año. Al siguiente día le llevan a la
ermita en la procesión en la misma conformidad que queda dicho de Brozas, que
es de donde todos han tomado, asistiendo el bicho a la misa y el sermón.
Llevados de lo que algunos autores han opinado que hay superstición en
esto, mandó el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Don Juan de Porras y Atienza,
Obispo de Coria en el año 1686, no se llevase el toro en la procesión. Se
obedeció el mandato y aquel año se hizo la fiesta sin el toro; pero sucedió que el día veinticuatro de abril
en la tarde, al tiempo que solían ir por el animal para traerle a las vísperas,
cuando se estaba componiendo la ermita para el día siguiente se vino a ella el
toro, se anduvo alrededor y estuvo por allí echado, y talvez pastando como si
estuviese aguardando que lo llevasen a esta función. Fue público y yo hice de
ello averiguación, y me certifiqué de la verdad que fue como se ha referido.
Llegó a noticia del dicho señor Obispo y a su provisor, al que se le
dijo la razón por la que aquella ceremonia no se tuviese por supersticiosa, con
que mejor informado su Ilustrísima volvió a dar licencia para que la fiesta se celebrase como
se acostumbraba. La licencia fue dada en el año de 1688 con la condición de que
en la iglesia los presentes renunciasen públicamente el pacto (si acaso le
había). Así se hizo y el milagro del toro se siguió fraguando como en los otros
años anteriores”.[6]
A pesar de que el Papa Clemente
VIII había prohibido la feria del toro de San Marcos, algunos eclesiásticos,
desde su más que impuesta rebeldía, desobedecían la orden vaticana, sobre todo
porque el petitorio que se hacía por las calles durante la fiesta junto al
toro, solía ser muy suculento y atrayente, económicamente hablando, para la
Iglesia. Sin embargo, en Llerena, la Inquisición durante la festividad de San
Marcos del año 1722, va a abrir diligencias por los siguientes hechos.
“También en Llerena y en pedimento fiscal de 12 de abril de 1722, se
hizo relación de ser público en esta ciudad de Llerena de que el día de San
Marcos usan de conjuros y bendiciones algunas personas; y que habían
introducido un toro en la ermita de San Marcos y que se había predicado el
hecho de milagro. Se cuenta que el toro no hizo daño a persona alguna a pesar
de que la ermita estaba llena de gente, por todo ello se pidió comisión para la
averiguación del caso y todas sus
circunstancias. El 30 de dicho mes se mando la comisión y se dio en 2 de mayo
donde se examinaron 10 testigos, y hecha la ratificación se trajo al Tribunal
el 11 de agosto de dicho año. Con fecha 21 de dicho mes el Fiscal pidió que se
sacase extracto y se calificasen los dichos y hechos. Con fecha 22 se pidieron autos y en la misma Audiencia
se mandó sacar dicho extracto y dar el mismo a los calificadores, no consta
haberse hecho otra cosa”.[7]
La letra del Pontífice no fue
tenida muy en cuenta, al menos en la Península, donde los curas parecían
ignorarla y participaban en los festejos junto a las gentes del pueblo. Sin
embargo la aprobación episcopal lleva implícita la no celebración del festejo
taurino, según se desprende del escrito del susodicho Lorenzo Miranda, cuando
apunta, que el vicario general del obispado de Plasencia “dio facultad para la
creación de la cofradía y aprobó las ordenanzas que le propusieron, pero ni en
sus decretos ni en las ordenanzas que hicieron los solicitantes, se advierte
una sola palabra relativa al toro”. Una cosa son las reglas aprobadas, y otra
muy distinta, lo que posteriormente haga la cofradía. En Casas del Monte se
celebró el toro de San Marcos, y los documentos reflejan una cierta tolerancia
por parte del gobierno diocesano. De todas formas, el rescripto de Clemente
VIII iba dirigido hacia unos festejos concretos, y ello no iba a suponer
jurisprudencia.[8]
Si las condenas eclesiásticas no
sirvieron de mucha fortuna en lo que se refiere a la suspensión del toro de San
Marcos, si la tendrían las corrientes de la Ilustración que cargarían sobre
manifestaciones externas de piedad tachadas de supersticiosas. Tras la firma
del Concordato de 1753, los reyes Borbones procederán a lo largo de todo el
siglo XVIII a la abolición de una serie de tradiciones seculares que a los ojos
de sus asesores estaban cargadas de cierta heterodoxia. Con el toro de San
Marcos pasan a mejor vida bastantes romerías, empalados y disciplinantes de las
procesiones de cuaresma, danzas de Corpus etc. A la cuenta de Fernando VI hay
que apuntar el mazazo al toro de San Marcos. Su orden de supresión del festejo
está fechada en Madrid el 3 de febrero de 1753. José Luís Yuste en el libro
“Tradiciones Urbanas Salmantinas”, inserta la carta enviada por el rey al
obispo de Salamanca D. José Zorrilla de San Martín, carta extensible a los
responsables de las diócesis de Extremadura. La misma no tiene desperdicio
según nos cuenta José María Domínguez Romero:
“Ilmo. Sr.
Habiendo sido servido S. M. remitir al Consejo escrita representación a
fin, de que diese la providencia conveniente a que cesase enteramente y se
quitase de raíz la ceremonia supersticiosa observada en los pueblos de Extremadura, y en algunos de
la provincia de esa ciudad, en los que la víspera o día de San Marcos por las
cofradías de esta advocación, curas, religiosos y escribanos sacan un toro de la vacada, llamándole Marcos
y llevándole después a la iglesia en procesión y a las casas para lograr
mayores limosnas. Conviniendo remediar semejante abuso tan perjudicial a las
buenas costumbres, mal sonante a la veneración y decencia tan debido a las
Iglesias, además de resistirlo y estar prevenido por ley del reino que no
entren en ellas bestias algunas: Ha acordado el Consejo, que los Corregidores
de Extremadura y esa ciudad con las mas grabes penas y multas a las justicias y
cofrades de los pueblos de su distrito, y allí donde hay este pernicioso abuso,
no saquen ni lleven en manera alguna la víspera en el día de San Marcos el toro
de las vacadas ni de otra parte, que no entre en la iglesia para procesión ni
mostrarlo en manera alguna en las casas, ni enmaromado. Y se ha mandado
prevenga a V. I., que como en esta escandalosa función se mezclan clérigos y religiosos,
para que tenga en la fiesta observancia la providencia, disponga V. I. se
contengan las personas de su fuero, ya que con demasiada ignorancia no han
reflexionado los engaños que existen en estas maniobras, ni los gravísimos
perjuicios que de su concurrencia se siguen en los pueblos que tienen por
milagro lo que no es ni hay motivos de que lo sea, por ser más bien solo una
diabólica invención...”.[9]
La orden de suspensión es llevada
a Extremadura por Luís José Velázquez, quien en 1753 estuvo en la región “bajo
decreto de S. M. para que no se ejecutase la procesión del toro en el día de
San Marcos”. Obispos, corregidores y gobierno se habían puesto de acuerdo para
prohibir “semejante abuso tan perjudicial a las buenas costumbres”, sin una férrea
oposición de las cofradías, a pesar de que algunas hubieron de ser llamadas a
capítulo. Así consta que los cofrades de Casas del Monte, lo que no es novedad,
en 1753 fueron citados en Pasarón por el Corregidor de Plasencia para
intimarlos con la orden del Rey, que prohibió la supersticiosa manía del toro.
A partir del señalado año no constan en Extremadura nuevas celebraciones de San
Marcos en las que tuviera cabida el ritual con los toros. Y sin el toro, las
cofradías, las animadoras de la fiesta y casi todas ellas nacidas por causa del
festejo taurino, pierden su razón de ser y acaban autodisolviéndose. Las ruinas
de algunas ermitas de San Marcos como la de Guijo de Granadilla, hablan del
abandono a que fueron sometidas desde la segunda mitad del siglo XVIII. El
espíritu que guiaba a las cofradías de San Marcos nos lo indica Lorenzo Miranda
cuando dice, refiriéndose a la de Casas del Monte, que quienes instituyeron la
fiesta tenían “más de bufones que de beatos... De otro modo no hubieran
pretendido sus sucesores en 1763, extinguida ya la ceremonia ridícula,
desentenderse por sí y por sus descendientes del culto del santo, agregando la
cofradía a la fábrica de la Iglesia, de modo que luego que cesó la licencia de holganza
y de concurso, se acabó también la devoción y la piedad”.[10]
[1] BNM. Signatura 3-54166
[2] AHN. Legajo 1988. N. 27.
Relación de las causas que hubo en la visita que hizo el Inquisidor Bravo de
Sotomayor este año de 1589 en las villas
de Alcántara, Alburquerque y lugares comarcanos.
[3] Ibíd.
[4] BNM. Signatura 3, 54166.
San Marcos defendido en el milagro que Dios obra todos los años en amansar un
toro por sus méritos el día que la Iglesia celebra su fiesta el veinticinco de
abril, desde las primeras vísperas hasta concluida la misa del Santo. Fray
Antonio, natural de Trujillo, religioso descalzo de S. Francisco.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] AHN. Inquisición, 1987
caja 1, segunda parte.
[8] José María Domínguez Romero.
La Fiesta del Toro de San Marcos en el Oeste Peninsular. Pág. 48-58
[9] José Luís Yuste.
Tradiciones Urbanas Salmantinas. Salamanca, 1986, pág. 55-56
[10] José María Domínguez
Romero. La Fiesta del Toro de San Marcos en el Oeste Peninsular. Revista de Folclore,
Pág. 49-58.
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