LA ENDEMONIADA DE HERNANI-DEMONIOS EN EL PACIO REAL DE MADRID
En este Santo Oficio se ha visto los papeles y declaraciones
tocantes a Ana de Lezcano, vecina de Hernani, y hemos decidido con toda
brevedad, vaya a la dicha villa y el primer domingo en la Iglesia de Hernani,
se haga leer el edicto de la fe que remitimos con esta al tiempo del ofertorio
de la misa mayor. Que al domingo siguiente se lea el de Anathema, y si en razón
de ello resultase algunas delaciones, las recibirá el comisario y remitirá a
este Santo Oficio.
Se procurara que algunos sacerdotes de buena vida y no otra
persona aunque sea religiosa, exorcice a la dicha Ana de Lezcano, y de lo que
resultare de los exorcismos, se hará una relación firmada de los exorcistas,
estando presente en todo el comisario, con la advertencia, de que estos
exorcismos, no se han de hacer en público sino secretamente: de manera que no
entiendan los de afuera lo que resultare de ellos, y a la paciente se la
obligara a guardar el secreto inquisitorial de lo visto y oído.
En la villa de San Sebastián a 28 del mes de septiembre de
1641, se comentó en la iglesia de Hernani, que el rey de España estaba
hechizado porque el conde duque de Olivares se gobierna con una hechicera que
vive en Madrid, y que el rey nuestro señor había de dormir con un demonio en
figura de mujer llamado Bercebut. Todo esto lo decía Ana de Lezcano poseída por
demonios.
Dicha mujer fue exorcizada por dos religiosos sacerdotes y
ante el comisario de Hernani diciendo los mismos: que por la boca de Ana de
Lezcano y estando postrada en la cama, dijo muchos desatinos contra el rey, el
conde duque y aseguró, que la hechicera que tenía embrujado el palacio real era
Mariana Vino.
Que cada vez que se le preguntaba respondía en latín y en
vascuence, aunque nunca habló latín mismamente. En otra ocasión la exorcizó el
padre D. Pedro de Irrusti, natural de Navarra, y cuando comenzó el exorcismo,
le dijo a los espíritus malignos, que no mintiesen y que dijesen solo lo que le
interesaban a los sacerdotes que estaban ante ella por obediencia sacerdotal.
los sacerdotes preguntaron a los espíritus, porque
maltrataban aquella criatura, contestándole los mismos: nosotros vinimos a esta criatura por hechizos
y somos trece capitanes cada uno con seis mil millones de diablos. Que esta
mujer estaba hechizada por otra hechicera de Hernani, la cual la hechizó,
porque estaba enamorada del marido de Ana de Lezcano. Que los demonios no
saldrían del cuerpo de dicha criatura, hasta que no se detuviera y castigara a
la dicha hechicera Mariana.
Uno de los capitanes tiene por nombre Sathanas y dijo: que
el caporal que era Lucifer, otro Satanás, que este último es el peor del
infierno y que actualmente se encuentra y asiste en el palacio real, y que el
conde duque, entendido en hechizos y hechicerías, le tiene allí: y que la mayor
parte de los del infierno andan en palacio y en la corte confundiéndolo todo.
Que en las noches últimas pasadas del santísimo nacimiento y en la noche del
jueves santo, trataban que algún maligno Satanás, en figura de dama
hermosísima, durmiese con el rey nuestro
señor, sin saberlo su Majestad, para que habiendo cometer pecados tan horrendos
en tan santísimos días, se irritase más la ira de Dios y permitiese que en
vivas llamas le abrasasen y se le llevasen, y muerto el rey nuestro señor, con
el mal gobierno del conde duque, se perdiese la cristiandad.
Pero que la madre Luisa estorbó la ejecución de aquella
maldad y defendió a su Majestad, como lo hace ahora, porque asiste en palacio
guardando y defendiendo la persona real, que la tienen hechizada y encantada:
no sabiéndolo ni admitiéndolo el rey. Que los miles de demonios que están en
Madrid han venido a por el rico avariento, y que las hechiceras y hechiceros
grandes se juntan en Madrid para maquinar sus maldades contra la persona real y
para ruina y asolamiento de la cristiandad.
Pues como las cosas de España y la cristiandad se encuentran
en tan mal peligro, dijo: que hace mucho tiempo, que la madre Luisa ruega a
Dios y a su Santísima madre por el remedio de tan gravísimos males. La oración de la madre Luisa era la
siguiente: oh Emperatriz Soberana de los cielos y señora de todo el mundo, abogada
de los pecadores, pues vea vuestra Majestad, el gran peligro en el que están
los reinos de las Españas y la cristiandad por la malicia diabólica y humana,
por ello, os suplico, pida a su dulcísimo hijo, use de misericordia y ponga
remedio a tan gravísimos males. Vuestra purísima Majestad quebró la cabeza de
Satanás y sola destruyó las herejías, y esta que es la peor, también la
destruya. Descúbranse las marañas de los demonios y las hechiceras: pues más
vale en lo temporal, que caiga un privado y su poder antes que caiga la
cristiandad.
La virgen intercedió
ante su hijo diciendo: Dulcísimo hijo,
señor Dios nuestro, suplico a vuestra majestad, oiga la petición de su
fidelísima sierva y esposa Luisa, pues tanto importa para su honra y
gloria de vuestra divina majestad y para su iglesia, no permita señor que se
pierda España y su cristiandad, y que por ello, padezca esta pobre mujer en su
cuerpo, póngala fija en su divina presencia, en la cual tenga vuestro divino
poder atados los demonios, haga que se descubran las maldades que hacen y que
digan la verdad: quítele a esta pobre mujer el mantenimiento natural,
susténtela con el alimento del cielo por muchos días, para que todos vean que
todo esto es obra suya, señor, y su voluntad, para que se haga justicia y se
ponga remedio a tan grandes males.
Respondió nuestro señor Jesucristo: justo es, madre mía, y
justa la petición de Luisa: yo te
concedo lo que me pides y te hago dueña de esta empresa, para que dispongas a
tu voluntad lo que vieres que conviene.
Esto es en sustancia lo que declararon cerca de las
peticiones los demonios por la boca de Ana de Lezcano, todo dicho de un modo
tan devoto que admiraba el oírlo, y parecía ser aquello más imperado de Dios
que fingido por el demonio.
En confirmación de esto me contó Ana estando en sus
sentidos, que el sobredicho lunes postrero de cuaresma, acudió a la iglesia
como otras veces, y que llegando a la presencia del Santo Cristo y habiendo
estado largo tiempo en oración muy devota, quiso levantarse y no pudo, porque
sus rodillas quedaron fijas con la tierra, como si se las hubieran clavado. Qué
al cabo de algunas horas, se reboto a un lado, y quedó tan sosegada como si se
recostara en una cama regalada. Procuraron levantarla algunos sacerdotes y
hombres fuertes, y aunque esto lo intentaron por varios días con sus noches, no
fue posible ni fuerza humana la podía mover. Allí la tuvo el Santo Cristo con
admiración de todos por algunas semanas, y en cinco o seis días no recibió
alimento alguno, dando testimonio de esto, personas muy fidedignas.
Los demonios decían por virtud divina: que no podía
levantarse sobre ellas hasta que venga orden para llevarla a Madrid, y que
entonces de repente le dará Dios fuerza en las rodillas.
En otra ocasión, Ana comenzó a echar por la boca un líquido
como humor negro y hediondo, preguntando al enemigo de que parte del cuerpo
sacaban aquel humor negro, los diablos respondieron, que del estómago. Les mandé
que sin daño y sin debilitación en la enferma, fuesen sacando los venenos y
complicaciones malignas con que la hicieron tanto daño y la querían matar. Por
todo ello les mande hablándoles en latin, que por aquellos sagrados misterios
de la pasión, fuesen deshaciendo, desarraigando y sacando, sin daño de la
criatura, todos sus maleficios y venenos hediondos y humores pútridos de
diversas partes del cuerpo, especialmente del vientre que le hincharon con
veneno de Aranda, teniéndola casi muerta. Se llenaron varios platos de peltre
de liquido hediondo, y le pedimos a los demonios que se bajasen al pie
izquierdo, y continuando con preceptos y evangelios, finalmente obedecieron y
bajaron al lugar asignado, donde los ligue y quedó la paciente muy sosegada,
libre de dolores, alegre y aliviada en sus sentidos, alabando a Dios.
Diversas veces han declarado, que esta mujer no acabará de
librarse aquí, sino que la madre Luisa le hace alcanzar la perfecta sanidad, y
no obra para esto otro medio ni remedio ni esto se acabará, hasta que a esta
mujer y a la hechicera las lleven a Madrid y se manifiesten estas cosas.
Nótese que diversas veces declararon los espíritus malignos,
que el conde duque toma cada día cierta bebida artificiosa, y esta creído, que
mientras tome aquella bebida, no ha de morir.
Con esto me hube de volver a mi ministerio de Segura, sin
poder proseguir, ni detenerme.
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