SOR JUANA DE SAN BERNARDO (LA REINA DE LA LUJURIA)
Declaraciones espontáneas que en el tribunal del Santo Oficio de
Canarias, hizo por medio de D. José Mansieu, a Sor Juana de San Bernardo Matos,
religiosa de Santa Clara de aquella ciudad, siendo acusada de herejía,
apostasía y pacto expreso con el demonio.
En la Inquisición de Canarias a 9
de mayo de 1770, encontrándose solo en su audiencia de la mañana el Inquisidor
D. Alfonso Molina, entró en ella D. José Mansieu, consultor del Santo Oficio e
Inquisidor ordinario. Éste, exhibió una delación espontánea, que con licencia y
en nombre de Sor Juana de San Bernardo Matos, religiosa profesa en el convento
de Santa Clara de dicha ciudad, hizo al Santo Tribunal de la que resulta.
Que dicha religiosa de edad de 13
años invocó al demonio diciéndole, que si la sacaba de aquel convento donde la
habían puesto en contra de su voluntad, le prometía de veras, entregarle alma,
cuerpo y hacer cuanto le mandara. Que el demonio se le apareció y admitiendo el
pacto, le pidió una cedula en la que apareciese lo referido, escrita y firmada
con su propia sangre: lo que ejecutó ella entregándosela.
Que desde entonces acá y por
espacio de 29 años, ha estado frecuentemente cohabitando con el mismo demonio
de día y de noche como marido y mujer, en cuyo tiempo, han sido tan continuos
los actos carnales, que pasan de muchísimos millones de millones, haciéndole
siempre invocaciones para que se le apareciera, tributándole adoraciones y
terminando con la soberanía y grandeza con que le veía; ejecutando ambos muy
repetidas exterioridades de besos, abrazos, palabras, tocamientos etc.
Que en dichas ocasiones de
invocaciones y actos carnales, siempre negaba interiormente alguna proposición
o proposiciones de nuestra Santa Fe. Que preguntándole una vez el demonio
porque estaba triste, ésta le respondió, que por falta de dinero, entregándole
el diablo unos doblones que recibió de su mano. Que en una de las invocaciones
en las que renovó su promesa de cuerpo y alma, le pidió al demonio pecar con un
mulo habiéndosele aparecido, y dicho que se quitase el rosario y lo arrojase al
suelo, lo ejecutó así; y que con ayuda del diablo que tenía al mulo tomado por
las patas para que no la maltratase, tuvo acceso carnal con dicho animal.
Que en otra ocasión, habiendo
invocado al demonio y habiéndosele aparecido, le hizo quitar el rosario,
arrojarlo al suelo y quebrar la cruz, teniendo con ella el más extremado acto
carnal que se puede discurrir. Que en distintas ocasiones dijo: la primera a
una persona que estaba resuelta a matarse y que ni Dios se lo había de impedir
con todo su poder y la segunda, aun confesor a quién dijo: que quería morir
ateísta, que no cree en la beatitud, ni en el agua bendita, ni de más gracias
que concede el Papa, renegando voluntariamente de Dios y de su Santísima Madre.
Que se iría mejor a tierra de moros a seguir su ley y no la que le han
impuesto.
En otra ocasión que volvió a
invocar el demonio le dijo: que ya que le había entregado su cuerpo y su alma,
que la llevase a conocer los infiernos y se pudiera quedar allí para siempre, a
lo que respondió el demonio; que no se lo permitían, aunque bien que querría
hacerlo. Que invocó dos veces más al demonio para tener con él actos carnales y
que los tuvo, así como con otros animales dos veces en dicho momento.
Que en una ocasión luego que
comulgó, puso la sagrada forma en un papel y habiéndola picado con un alfiler,
la arrojó al suelo y la pisó con mucha furia, tirándola en el lugar común del
convento. Que menospreciando a un Niño Jesús que tenía en su celda, le cogió y
en el modo que pudo tuvo acceso carnal con él. Que haciendo un nacimiento y
pegándole fuego, invocó al demonio entregando su cuerpo y alma para que no
continuase el fuego, ya que algunas de las alhajas que adornaban el nacimiento
se las habían prestado y se las pedirían, lo cual se lo cumplió el diablo. Que
pactó en otra ocasión, que le trajesen a un hombre que deseaba para gozarlo
lujuriosamente y, de hecho, se lo trajo muchas veces teniendo con él actos
carnales y renegando durante el acto de Dios y de la Virgen.
Que en diez ocasiones más tuvo
actos carnales con el demonio, diciéndole a Dios, que no tenía poder para salvarla. Que a
instancia suya, el demonio le trajo una vez un obispo, en otra ocasión un
eclesiástico pariente suyo, en otra un hombre casado y seis veces más otros
eclesiásticos con los que tuvo copulas carnales y completas.
Que llegó a invocar el auxilio de
la Virgen para que le alcanzara su eterna condenación y a maldecir un niño
Jesús que le daba auxilios para enmendar su vida. Que en muchas ocasiones tuvo
grandes sentimientos, de que el diablo no se le aparecía con tanta frecuencia,
lo que en varias veces manifestó a su confesor diciéndole: que hasta el diablo
se cansaba de sus actos lujuriosos.
Que habló mal del sacramento de
la penitencia afirmando, que nadie tenía virtud para perdonar pecados y
profiriendo delante de diversos sujetos algunas blasfemias hereticales comentó:
que Dios no quiere la salvación de las almas. Testificó en su declaración, que
el demonio le enseño a ser nigromante diciéndole unas palabras difíciles de
pronunciar y que ella tenía que decir y cuyo significado era, que el diablo era
el único señor del cielo y de la tierra y que merecía adoración. Que siempre
adoró al diablo de rodillas como a Dios, reverenciándole como tal en la
soberanía que se le mostraba, creyendo siempre que Dios no tenía poder para
salvarla.
Tras esta declaración del clérigo
D. José Marieu, la Inquisición de Canarias visitó a dicha religiosa en el
convento de Santa Clara para tomarle información de lo que se le acusaba, y
jurando de que diría la verdad contestó lo siguiente el día 13 de mayo de 1776:
dijo ser hija de Pedro Matos y Josefa López Travieso, de 43 años de edad, quién
contestó, que todo lo contado era verdad y que cuando rompió la cruz y
crucecitas que estaban encima de su cama, las pateó y escupió y le rompió un
brazo, maldiciéndola en presencia del demonio por haberla redimido en ella
nuestro redentor.
Preguntada ante quién refirió los
errores cometidos contestó: que lo hizo ante la actual abadesa del convento Sor
Luisa de San Antonio del Castillo, sor Teresa y Sor Andrea Marrero, a quienes
le dijo; que estaba resuelta a matarse ya que ni Dios se lo iba a impedir con
todo su poder. Que todo lo que hizo lo ejecutó con pleno conocimiento y de
saber que el poder de Dios no era tal y del que desconfiaba.
Que en una ocasión y tras haberse
confesado con D. José Marieu, maldijo al religioso porque a partir de esa noche
en que se confesó con él, se le apareció mientras estaba en la cama, nuestro
Señor Jesucristo con su Tribunal con mucho rigor y su Santa Madre al otro lado
como de rodillas rogando por ella, diciéndole Cristo a su madre: hasta de ti ha
maldecido, y que no obstante continuaba sus ruegos la Virgen. Que a lo lejos
escuchó como una voz lastimosa, a su entender del diablo, que decía: no la
entrego, no la entrego, es mía, ella me lo ha dado, me invocó, y que tras estas
palabras desapareció toda aquella visión y apareció en sus manos el papel o
pacto que había hecho con el demonio. Que a partir de aquella aparición de
Jesucristo y la Virgen, nunca más se le volvió aparecer el demonio.
La Inquisición cree que Sor Juana
ha estado reputada, por decrépita y arrebatada en su convento, y que cualquiera
que haya tratado a Sor Juana de San Bernardo Matos, la habrá tenido por alocada
y fuera de si, por las varias demostraciones que ha tenido para quitarse la
vida. Que en una ocasión, tomó porción de cal y vidrios molidos para matarse
como aseguró el cirujano que le asistió.
Que Sor Juana de San Bernardo
comentó a la religiosa Sor Diego, que mientras en el tribunal le tomaba
declaración, silenciosamente invocó al demonio y que se le apareció en forma de
gato. Que dicha Sor digo dice, que lo de la cedula o pacto con el demonio
escrito con su propia sangre es falso, ya que ésta le pidió un palo de tinta
encarnado de los que tenía para dar color a las sedas, el que lo echó y guisó
en agua y, con esta escribió el papel según se l afirmó la criada de la sor
Juana con quién se lo envió y lo vio escribir.
Que cuando hizo el pacto con el
demonio con sus 13 años, éste le dio un anillo pero que no sabe de lo que era,
solamente que tenía una piedrecita y en ella un negrito muy deshonesto y que
era el mismo diablo. Que en todo el tiempo de su mala vida, ha tratado con dos
diablos, el uno que era Lucifer y el que representaba el anillo Asmodeo
presidente de la lujuria. Que habiendo guardado el anillo junto a la carne al
lado del corazón por mandato del diablo, cuando alguien venía a su celda, con
solo tocarle con el anillo, el hombre caía en sus brazos entregado a la lujuria
y al igual que a los animales, teniendo accesos carnales con ella. Que el
anillo le daba poder para hacerse invisible a sí o a otras personas, otras para
aplacar la ira de algunos que reñían y otras para quebrantar la clausura bien
sola o acompañada, y otras para alcanzar para el convento cosas de las que
carecía. Que el día 9 de junio de 1775, devolvió el anillo al demonio.
Experto en analizar el papel y la
tinta donde se escribió el pacto con el demonio dice, que está escrito con
sangre y que hará unos seis, ocho o diez años que se escribió. Un comerciante
maltes que vivía en la isla dijo del papel, que era de la marca del toro y del
caballo, que es papel traído de su tierra, Malta, y que su origen es de 1760.
Que todas las religiosas del
convento están aturdidas por los acontecimientos y temen por la honra de dicho
convento. Que la reo dice, que aun hoy en día, la sigue persiguiendo el diablo,
reconviniéndola y ofreciéndole dinero y felicidad; que se le aparece en forma
de hombre, en traje regular, sin más diferencia, que la de advertirle hoy con
vestido de color de fuego, sin hermosura ni resplandor alguno como antes.
Que de edad de 13 años
encontrándose en el convento de descalzas de Canarias donde la puso junto a
otras dos hermanas suyas su tío Fr. Ignacio Matos de la orden de Predicadores,
hizo la expresada cedula al demonio invocándole, con la intención de que la
sacase del convento, cosa que no consiguió. Que en una ocasión y por arte del
demonio, salió del convento y estuvo dos años viviendo con su hábito en casa de
María Almeda y que encontrándose desamparada de todos los suyos, se entró en el
convento que actualmente se encuentra con mucho consentimiento del demonio. Que
se sosegó por haberle ella ofrecido, que nunca le faltaría a la palabra dada y
pacto hecho, cuyos sentimientos se repitieron al tiempo de su confesión.
Fueron calificados estos actos
como hereticales y de conducta blasfema, de ser una persona, que a practicado
la apostasía y la idolatría como se contiene en su delación. Sea absuelta de
todos los delitos que ha cometido y “ad cautelan” de los que por olvido no haya
expresado, se le impongan penitencias saludables y medicinales para la
enmienda. Sor Juana de san Bernardo escuchó su sentencia dando las gracias al
tribunal por su benignidad y abjuró con la solemnidad debida de sus errores,
recibiendo humildemente la penitencia impuesta. Fue absuelta por el comisario
de todo lo que se ha remitido al tribunal inquisitorial.
El pacto con el demonio decía lo
siguiente.
Hago entrega voluntaria a Lucifer
y a todos sus Caudillos, de mi alma y de mi cuerpo, sin que esta mi libre y
espontánea voluntad pueda contradecirse en lo que aquí prometo, de serle fiel
esposa viviendo subyugada a obedecerle en todo, dándole adoraciones y haciendo
cuanto él me mandare: renegando de todo lo de cristiana, del Credo, artículos,
los siete sacramentos y todo lo que me manda la Iglesia que crea. Todo lo niego
y reniego de cuanto me hicieron hija adoptiva de Dios, lo anulo y me separo de
él y con todo mi gusto más quiero ir al infierno que no a la gloria, con la que
me ganó el Crucificado con su sangre y que su misma sangre que por mi derramó,
me sirva de mayor condenación, estando para toda la eternidad en compañía de
todos los diablos donde le esté maldiciendo eternamente.
En fuerza de esta escritura que
hago y firmo de mi mano digo: que ni yo misma la pueda deshacer y para que más
fuerza tenga, la firmo con mi sangre rompiendo la vena del corazón, la cual
derramaría por toda esta verdad y lo firmo convencida de lo que hago.
Firmado. Juana de San Bernardo
Matos.
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