Partos en el convento de Santa Clara de
Antequera año 1764.
Que solía tener
conversaciones indecentes con la religiosa Doña María Montero de cosas de
hombres: como que estos entraban en el convento a tener relaciones carnales con
las monjas. Que accedió a lo dicho, y junto a dos religiosas hermanas conocidas
como las casasolas, en un corredor del convento que aun está por terminar, que
allí encontró a un hombre que pecaba deshonestamente con ellas. Que tentada de hacer lo mismo y
tendida, tuvo acceso carnal con el dicho hombre como vió en las otras. Que todo
fue arte del demonio, quién tomó la figura de aquellas tres monjas para
engañarlas y perderlas, y que aquel hombre pudo ser el diablo.
Que una noche,
asistió a una junta en la celda de Doña Rosa Montilla a la que concurrieron,
María de la Comcepción, Doña María de los Dolores Moreno, Doña Francisca
Cantalejos y Pepita Casasola, asistiendo hombres de fuera que son: Alonso de
Osuna y los padres Fray Francisco Gil, Fray Juan de Alcántara, Fray Miguel
Gómez, Fray Fernándo Ruíz, Fray Francisco Pérez y Fray Andrés Pentalva, todos
franciscanos. Que a la Montilla le abrieron una herida en el pecho y, con su
sangre, firmaron un pacto con el demonio a cambio de que le diese cuantos
deleites y gustos carnales deseasen; siendo el padre Francisco Gil quién
escribió la cédula con la sangre de la religiosa.
Que tendrían que
renegar de Dios, de Jesucristo, de la Santísima Virgen y de todos los santos
con juramento de guardar secreto, no confesar en manera alguna y adorar al
demonio en cualquier figura que se le representara. Que cuando invocaban al
demonio se ponían de rodillas y comenzaban a tocarse sus partes, siguiendo
después con las cópulas carnales consumadas entre Osuna y las dos religosas.
Que no tuvieron aquella noche más actos y que el Osuna se marchó saliendo por
una ventana.
Que cuando
llamaban al demonio le decían:
“ven padre mio, no
nos desampares, aquí nos tienes prontas y dispuestas a cuanto quieras y nos
mandes. Tuya es nuestra alma y nuestro cuerpo, somos tus esclavas, te queremos
adorar y servir siempre y te rogamos, que luego vengas”.
Que después de
esta oración aparecía el diablo en forma visible de hombre: siendo el mismo
Osuna quién se aparecía, prestándole a este adoración incadas de rodillas,
besándole su cuerpo y siguiendo después los actos carnales. Que durante el
tiempo que duró todo estos actos, que fueron tres años, quedó enbarazada tres
veces siendo siempre varón.
Que en una ocasion
le dijeron la Montilla y las otras dos religosas, que cuando fuese a comulgar y
con disimulo, se sacase la sagrada forma de la boca y la guardase para hacer
con ella ciertas cosas. Se le dijo, que si se la aplicaba al cuerpo se le
avivarían más las ganas de estimular la carne en placeres carnales. Que de
dichas juntas habían salido preñadas varias religiosas pariendo a su devido
tiempo. Que una fue ella, otra la montilla y Doña Antonia Zarco. Que la
montilla lo sabe porque estuvo en su celda cuando parió y que fue por julio de
1764. Que la vió parir y vió la criatura viva, aunque no supo si era macho o
hembra.
Con fecha 14 de
Agosto de 1764, escribió al tribunal de Granada una carta delación la religiosa
novicia del convento Sor María de San Rafael Losada, y como no sabía firmar,
hizo una cruz en su documento delator que le escribió el padre Fray Pedro
Romero.
Dijo en ella: que
haría como un año más menos, que indujeron a esta a pecar carnalmente con
hombres que entrase en la clausura. Que la indujeron a que por arte del
diablo,, saliese de la clausura a pecar con hombres, lo que hizo dos veces. Que
también pecó alguna vez con el demonio pensando que era hombre, luego la
dijeron que era el demonio.
Que asi mismo
consintió, que le abrieran una llaga en el pecho, porque le dijeron, que así
tendría más libertad y gusto en pecar.
Que en otra
occasion, estando con Alonso Osuna y María Díaz, este había traído un pucherito
con un hungueto que todos se untaban unos a otros por sus partes y por todo el
cuerpo, y que una vez terminado el unto, perdían el equilibrio y le parecía que
volaban con el dicho Alonso y María Díaz. Que cuando caían en el suelo,
experimentaban un golpe violento que le dolía un poco, y que no caía de pie
sino de lado, y que veía en el suelo al resto y a otros muchos hombres y
mujeres que no los conocía ni puede decir que personas eran, pero si que a
todos veía desnudos y mezclados en impurezas y obscenidades, durando estas
juntas un par de horas. Que mientras venía por el aire, escuchaba mucho
murmullo como de gitanos y otras muchas personas que venían volando a dicho
sitio. Que finalizadas estas juntas, se repetían las mismas unturas para
regresar al convento, como lo hacían luego que Osuna decía que era hora, y esta
decente se volvía a encontrar en la enfermería del convento donde había dejado
la ropa, la que se ponía al instante y se retiraba a descansar a su dormitorio:
siendo como las dos de la noche poco más. Que cada dos meses se repetían estas
juntas. Que no sabe la decente a que ciudad o pueblo la llevaban por el aire ni
lo que veía cuando iba en el vuelo. Que siempre era bien entrada la noche. Y
que esta decente con su enajenación y aturdimiento, solo percibía la algazara
de las que volaban así como las maldiciones que proferían y el infernal hedor y
pestilencia que se sentía en el aire. Que las maldiciones se reducían a decir:
Malditas seáis de Dios y de María Santísima y otras semejantes. Que el lugar
donde se reunían era como un campo donde los hombres y mujeres estaban vestidos
esperando a que llegasen ellos. Que una vez llegados, todos se desnudaban y se
enredaban unos con otros a manera de baile, sin orden, y donde practicaban
osculos, tocamientos y meadas de unos a otros. Que cuando iba por el aire
percibía como aullidos de perros o lobos. Cuando entraron a registrar la celda
de la religiosa, encontraron varias vasijas y en una de ellas, encontraron
pelos de las partes pudendas, sangre menstrual y semen humano.
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