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lunes, 3 de abril de 2017


Partos en el convento de Santa Clara de Antequera año 1764.

Que solía tener conversaciones indecentes con la religiosa Doña María Montero de cosas de hombres: como que estos entraban en el convento a tener relaciones carnales con las monjas. Que accedió a lo dicho, y junto a dos religiosas hermanas conocidas como las casasolas, en un corredor del convento que aun está por terminar, que allí encontró a un hombre que pecaba deshonestamente  con ellas. Que tentada de hacer lo mismo y tendida, tuvo acceso carnal con el dicho hombre como vió en las otras. Que todo fue arte del demonio, quién tomó la figura de aquellas tres monjas para engañarlas y perderlas, y que aquel hombre pudo ser el diablo.

Que una noche, asistió a una junta en la celda de Doña Rosa Montilla a la que concurrieron, María de la Comcepción, Doña María de los Dolores Moreno, Doña Francisca Cantalejos y Pepita Casasola, asistiendo hombres de fuera que son: Alonso de Osuna y los padres Fray Francisco Gil, Fray Juan de Alcántara, Fray Miguel Gómez, Fray Fernándo Ruíz, Fray Francisco Pérez y Fray Andrés Pentalva, todos franciscanos. Que a la Montilla le abrieron una herida en el pecho y, con su sangre, firmaron un pacto con el demonio a cambio de que le diese cuantos deleites y gustos carnales deseasen; siendo el padre Francisco Gil quién escribió la cédula con la sangre de la religiosa.

Que tendrían que renegar de Dios, de Jesucristo, de la Santísima Virgen y de todos los santos con juramento de guardar secreto, no confesar en manera alguna y adorar al demonio en cualquier figura que se le representara. Que cuando invocaban al demonio se ponían de rodillas y comenzaban a tocarse sus partes, siguiendo después con las cópulas carnales consumadas entre Osuna y las dos religosas. Que no tuvieron aquella noche más actos y que el Osuna se marchó saliendo por una ventana.

Que cuando llamaban al demonio le decían:


“ven padre mio, no nos desampares, aquí nos tienes prontas y dispuestas a cuanto quieras y nos mandes. Tuya es nuestra alma y nuestro cuerpo, somos tus esclavas, te queremos adorar y servir siempre y te rogamos, que luego vengas”.


Que después de esta oración aparecía el diablo en forma visible de hombre: siendo el mismo Osuna quién se aparecía, prestándole a este adoración incadas de rodillas, besándole su cuerpo y siguiendo después los actos carnales. Que durante el tiempo que duró todo estos actos, que fueron tres años, quedó enbarazada tres veces siendo siempre varón.

Que en una ocasion le dijeron la Montilla y las otras dos religosas, que cuando fuese a comulgar y con disimulo, se sacase la sagrada forma de la boca y la guardase para hacer con ella ciertas cosas. Se le dijo, que si se la aplicaba al cuerpo se le avivarían más las ganas de estimular la carne en placeres carnales. Que de dichas juntas habían salido preñadas varias religiosas pariendo a su devido tiempo. Que una fue ella, otra la montilla y Doña Antonia Zarco. Que la montilla lo sabe porque estuvo en su celda cuando parió y que fue por julio de 1764. Que la vió parir y vió la criatura viva, aunque no supo si era macho o hembra. 

Con fecha 14 de Agosto de 1764, escribió al tribunal de Granada una carta delación la religiosa novicia del convento Sor María de San Rafael Losada, y como no sabía firmar, hizo una cruz en su documento delator que le escribió el padre Fray Pedro Romero.

Dijo en ella: que haría como un año más menos, que indujeron a esta a pecar carnalmente con hombres que entrase en la clausura. Que la indujeron a que por arte del diablo,, saliese de la clausura a pecar con hombres, lo que hizo dos veces. Que también pecó alguna vez con el demonio pensando que era hombre, luego la dijeron que era el demonio.

Que asi mismo consintió, que le abrieran una llaga en el pecho, porque le dijeron, que así tendría más libertad y gusto en pecar.

Que en otra occasion, estando con Alonso Osuna y María Díaz, este había traído un pucherito con un hungueto que todos se untaban unos a otros por sus partes y por todo el cuerpo, y que una vez terminado el unto, perdían el equilibrio y le parecía que volaban con el dicho Alonso y María Díaz. Que cuando caían en el suelo, experimentaban un golpe violento que le dolía un poco, y que no caía de pie sino de lado, y que veía en el suelo al resto y a otros muchos hombres y mujeres que no los conocía ni puede decir que personas eran, pero si que a todos veía desnudos y mezclados en impurezas y obscenidades, durando estas juntas un par de horas. Que mientras venía por el aire, escuchaba mucho murmullo como de gitanos y otras muchas personas que venían volando a dicho sitio. Que finalizadas estas juntas, se repetían las mismas unturas para regresar al convento, como lo hacían luego que Osuna decía que era hora, y esta decente se volvía a encontrar en la enfermería del convento donde había dejado la ropa, la que se ponía al instante y se retiraba a descansar a su dormitorio: siendo como las dos de la noche poco más. Que cada dos meses se repetían estas juntas. Que no sabe la decente a que ciudad o pueblo la llevaban por el aire ni lo que veía cuando iba en el vuelo. Que siempre era bien entrada la noche. Y que esta decente con su enajenación y aturdimiento, solo percibía la algazara de las que volaban así como las maldiciones que proferían y el infernal hedor y pestilencia que se sentía en el aire. Que las maldiciones se reducían a decir: Malditas seáis de Dios y de María Santísima y otras semejantes. Que el lugar donde se reunían era como un campo donde los hombres y mujeres estaban vestidos esperando a que llegasen ellos. Que una vez llegados, todos se desnudaban y se enredaban unos con otros a manera de baile, sin orden, y donde practicaban osculos, tocamientos y meadas de unos a otros. Que cuando iba por el aire percibía como aullidos de perros o lobos. Cuando entraron a registrar la celda de la religiosa, encontraron varias vasijas y en una de ellas, encontraron pelos de las partes pudendas, sangre menstrual y semen humano.

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