El barquero del Colmillo
Fermín
Mayorga
En un artículo que escribí hace
ya unos meses para un periódico escolar, contaba la historia documentada de un
adolescente de 14 años, natural de Cheles, que murió de una forma extraña
siendo encontrado su cuerpo flotando sobre las aguas del río Guadiana. El
nombre de éste finado doncel era Ramón Pitera González, y el documento
encontrado en los libros de defunción del año 1891, nos narraba la siguiente
necrología a manos del sacerdote del momento.
<<Habiéndose verificado la autoría del cadáver que en la mañana
del día 21 del corriente apareció ahogado en el Guadiana y que resultó ser de
Ramón Pitera González, hijo de Juan y Violanta, de 14 años de edad, y de cuya
autoría, según declaración de los que la realizaron, se desprende lo siguiente.
D. Fernando Rodríguez Madora, Médico titular de esta villa de Cheles y
Cristóbal Falcato, sangrador Flebetomítico, dictaminan: que la muerte fue
producida a consecuencia de asfixia por estrangulamiento ignorándose el día y
hora que pudiera tener efecto. Se le dio sepultura eclesiástica al citado
cadáver según las preces que obliga el ritual romano.
Cheles 22 de junio de 1891. Firmado Joaquín Manzano>>.[1]
Aporto este dato cautivador e
interesante, porque el mismo, nos va a servir de gancho para poder entender el
porque del título de este enunciado.
Fueron muchas las personas de
Cheles y de otras poblaciones cercanas, que perdieron sus vidas por ahogamiento
en el siempre legendario y mítico río que baña las tierras de la población; razón
más que proporcionada y precisa, para que todos aquellos padres que tenían
hijos de corta edad, como sucede hoy, previniesen y evitasen el acercamiento de
sus retoños hasta las peligrosas orillas del la gran torrentera. Para frenar
los pasos de sus vástagos hacia el espacio indicado, el preocupado, intranquilo
y responsable progenitor, iba a utilizar el miedo como arma disuasoria. Con
frases como “no te acerques por el río que te puede coger el hombre del saco”
“la mano negra” o el “barquero del colmillo”, los niños del pueblo evitaban el
acercamiento hasta el Guadiana por temor a que éstos ficticios, pero reales
para ellos personajes, pudiesen cazarles y quitarles la vida.
El relato leyenda del “barquero
del colmillo”, fue una narración que escuché durante mi infancia a mis ascendientes,
mi padre sobre todo y algún que otro miembro, tío en este caso, mientras
tomábamos el fresco en las sofocantes y caniculares noches de estío o bajo la
siempre anaranjada llama de la candela en las frías noches de invierno. La
buena intención del tutor era siempre la de velar y evitar una posible
desgracia en la vida del menor, de hay, que “el barquero del colmillo” y otras
narraciones del estilo, fuesen ese escudo precautorio y protector que bloqueaba
al muchacho cuando éste escuchaba el miedo que se desprendía de estas
narraciones.
El barquero del colmillo marcó un
antes y un después en mi vida, ya que nunca desde niño fui solo al río. El
temor a que el gran diente que sobresalía de las fauces del barquero pudiese
ser clavado en mi cuello o en alguna que otra parte de mi cuerpo, hizo que
nunca merodease por esos parajes tan “terroríficos”.
Imaginemos la escena a contar: un
niño de cinco o seis años sentado con sus padres, tíos y vecinos al calor de la
candela. De fondo, como si de voces de espectros se tratasen, el ladrido de los perros y el maullar de los
gatos darán a la obra que se va a contar, una fuerza siniestra y aterradora que
hará que el pequeño se agarre a la chaqueta o pantalón del familiar más cercano
ante el miedo que percibe. La historia del barquero del colmillo va a comenzar.
“Hijo, los niños nunca deben acercarse hasta la orilla del río Guadiana,
se comenta, que por esos lados anda el hombre del saco y la mano negra, pero
sobre todo hay un hombre que anda buscando a los muchachos de tu edad para
matarlos, el “barquero del colmillo”. Dicen, que se han encontrado en otros
tiempos flotando en las aguas del río, algún muchacho de tu edad al que le
habían clavado el barquero un gran diente como el de un jabalí que le sale de
la boca”.
Cuentan, que si es un portugués, y los que lo han visto comentan, que
suele salir de entre las grandes matas que se encuentran en el medio del
Guadiana montado sobre una barca rectangular pintada de color negro. Va siempre
de pie, con un palo largo que le sirve de apoyo y fuerza para hacer mover el
barco. Los que lo han visto relatan, que va vestido como un fraile, que lleva
una gran capucha de color marrón y una gran capa de color negro sobre sus
espaldas. También cuentan, que la cara nunca se le ve, pero que sí se le
observa un gran diente que le sale desde su boca. A los muchachos que coge se
lo clava y les chupa la sangre dejándoles tirados en el río para que parezca
que se han ahogado.
Tú, por si acaso, nunca vayas por allí, no vaya a ser, que a ti te
ocurra lo mismo. La guardia civil anda detrás de él, pero siempre se les escapa,
porque es muy rápido remando y llega hasta la orilla portuguesa en un
periquete.
Así que ya sabes, nunca vayas al Guadiana. porque por sus orillas andan
el hombre del saco, la mano negra y el malvado y maligno “barquero del
colmillo”.
Ante esta terrible y terrorífica
historia, mi corazón latía a una tremenda velocidad. El miedo era más que
evidente en mi cuerpo. Razón más que suficiente para que buscase cobijo entre
las piernas de alguno de mis progenitores. El mensaje había quedado claro, al
río no se podía ir porque el terrible barquero acechaba por entre las matas que
estaban situadas en el centro del río a los niños. Habían sido muchas las personas
que se habían ahogado en el Guadiana durante siglos, hechos que día a día
preocupaban a los padres de los menores y que intentaban evitar con historias
como esta que estamos dando a conocer. Relatos que no se deben de perder por lo
mucho que tienen de antropología local, y sobre todo, por lo que contienen de
sabiduría familiar a la hora de prevenir posibles desgracias como las que
tuvieron que sufrir otros vecinos de la villa. Conozcamos algunas narraciones
de ahogados, entre ellas, las de algún niño, en el río y otros lugares cercanos
de Cheles.
“D. Francisco de Sosa cura de esta villa de Cheles ha dado sepultura
eclesiástica el día 12 de julio de 1680 a Domingo Rodríguez Cayero, vecino que fue
de esta villa y marido de María Cayera.
Se encontró muerto en la ribera del Guadiana”
“En la villa de Cheles en 20 días del mes de noviembre de 1685, se
encontró muerto un hombre castellano, fue conocido a pesar de estar desfigurado
por llevar día muertos en la rivera del Corcho termino de esta villa. Está
sepultado en la iglesia parroquial. Lo enterró D. Miguel de Cañas cura de esta
villa”.
“En la villa de Cheles el 10 de diciembre de 1688, se enterró en
sepultura de la iglesia a un hombre que se encontró ahogado en la rivera del
Guadiana en el termino de Alconchel, en el sitio que llaman el Valle de las
Yeguas. Fue enterrado por D. Miguel de Cañas”.
“En la villa de Cheles el 13 de febrero de 1688, llegó hasta este
pueblo una mujer con un niño ahogado, la cual dijo, que se había ahogado en la
rivera de Taliga”.
Todos estos documentos están
sacados del libro de defunciones de la parroquia de Cheles, aunque hay muchos
más casos de personas ahogadas en el Guadiana incluso de años muy recientes.
Estas realidades documentadas
demuestran, que el “barquero del colmillo” tenía su porqué en el folclore
infantil del momento. Había que evitar que los niños se acercasen hasta el río,
y la mejor arma era sin duda, el miedo. Un temor que frenaba en seco y que
servía de alivio y tranquilidad para muchas familias. De hecho y según los
documentos, son más los ahogados personas mayores que niños o adolescentes.
La historia del hombre del saco
servía y sigue sirviendo como argumento, para asustar a los niños y obligarlos
a que regresen a casa a una hora temprana. Se le suele representar
como un hombre que vaga por las calles cuando ya ha anochecido en busca de
niños extraviados para llevárselos metidos en un gran saco a un lugar
desconocido.
La
mano negra se sigue utilizando para que los niños no se acerquen a los pozos, y
el barquero del colmillo, al menos para mi, me sirvió para no acercarme al río,
pero sobre todo hoy en día, para recordarlo con cariño como ente defensivo que
utilizaron mis padres para protegerme de los peligros naturales que rodean al
pueblo de Cheles.
Comenzábamos
este artículo con la desgracia del adolescente de Cheles Ramón Pitera González,
un muchacho de 14 años que apareció estrangulado flotando sobre las aguas del
Guadiana quedando su fallecimiento como un misterio sin resolver.
Quiero
terminar este artículo poniendo sobre aviso a muchos niños de hoy en día, de
que la silueta negruzca de la capa del temido barquero, su negra barca y su
sobresaliente colmillo, ya no se pueden ver salir de entre los matorrales que
antes destacaban en el centro del río. Hay quién dice, que al remero se le
sigue viendo navegar en noches de luna llena por las quietas y tranquilas aguas
de la presa de Alqueva, buscando entre
los montes y arroyos cercanos al pantano, su particular escondite, desde donde
sorprenderá algún niño extraviado para seguir saciando su ansia de continuar
succionando la sangre de su cuello. El barquero del colmillo sigue más vivo que
nunca.
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