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sábado, 1 de abril de 2017


El Crimen de la Corderina (El Vampiro de las Hurdes)

 

Comunican desde Cáceres que en la comarca de las Hurdes se ha cometido un espantoso asesinato.

Desde el Camino de los Moriscos  a Hervas, a la orilla del pico de Corderina, ha sido encontrado el cadáver de la niña de 12 años Francisca Sánchez.

Presentaba una herida desde el vientre al cuello y otra en el pecho que se cruzaba con aquella. Tenía al descubierto los intestinos, los hígados, los riñones y el estomago. Algunos intestinos estaban seccionados. Se cree que el espantoso asesinato fue cometido por un desconocido que vagaba por aquellos lugares, provisto de unas alforjas.

Se refiere que requirió a la niña, la que se ocupaba en guardar ganado, para que le ayudase a coger una colmena, ofreciéndole en pago un pedazo de pan. El desconocido se ha llevado el corazón de la victima.

Cerca del lugar del suceso se ha encontrado un vaso en el que había varios coágulos de sangre. Se supone que dicha sangre fue bebida por el asesino, quién la obtuvo de una herida que la niña presentaba en el cuello.

El espantoso suceso ha producido tremenda consternación. La benemérita sigue la pista del desconocido a quién se supone autor del horrible asesinato.[1] 

Bárbaro Asesinato de una Niña

Nuestro corresponsal en Plasencia nos remite la siguiente extensa información del espantoso crimen cometido con una pobre niña en las Hurdes, y del que dimos cuenta a nuestros lectores hace algunos días.  

Cazando Chicos

Como antecedente del asesinato de la niña Francisca Sánchez, hay el dato de que un chico de quince años, llamado Antonio Hernández, hijo de un sastre placentino, residente en Casar de Plalomero, <<caballero en un borrico>>, según frase del país, cuando fue llamado por dos hombres que aparecieron fuera de camino; le preguntaron le preguntaron como se llamaba y si tenía padres, y le dijeron que no tuviera miedo y esperara que ellos llegaran: el chico tuvo miedo, y castigó al borrico para que aligerara el paso; en una vuelta del camino aparecieron otros caminantes, y los dos hombres se alejaron a campo traviesa.

En la región de las Hurdes es extraordinariamente miserable la vida de sus naturales: no comen pan la mayor parte de ellos, más que cuando se lo dan de limosna o de regalo, y los que se llaman pudientes entre los vecinos de aquellas míseras alquerías, tienen algunas cabezas de ganado cabrío, único que pueden vivir en aquellos escarpados riscos; estas gentes dedican a guardar sus cabras a los hijos o hijas desde muy corta edad, pues la mayor parte de los niños hurdanos no asisten a las pocas escuelas que hay en la comarca.

La Muchacha Engañada

El día 18 de septiembre, a las diez de la mañana, estaban dos chicos, de dieciocho y quince años, y la nña Francisca Sánchez, guardando cabras de sus respectivos padres, en un monte de lentisco, brezos y madroñeras, espeso y de cerca de dos metros de altura, situado a 150 metros de un pinar que está al norte de la alquería llamada Cambroncino, y algo más distante, a unos 500 metros, de otra alquería llamada Cambrón, residencia de los padres de Francisca.

A la hora citada apareció entre el pinar y el monte un hombre alto, con sombrero claro, blusa azul, remendada, pantalón y alforjas, y ocultando parte de la cara con un pañuelo negro; se dirigió al chico mayor y le dijo que le acompañara a lo alto de aquel monte para ayudarle a cargar unas colmenas que allí tenía y debía trasladar a otro sitio; el chico, algo listo y conocedor de los trabajos  que con las colmenas se ejecutan, le contestó que no eran horas de cargar colmenas, pues, efectivamente, por las mañanas las abejas están fuera de las colmenas, y estas se trasladan al atardecer, hora en que todas las abejas se han encerrado; el otro chico siguió la conducta del mayor y se negó a ir con el hombre, pero la niña Francisca, menos lista, más débil o de mejor corazón, decidió acompañar al sujeto, y encargó a los dos chicos el cuidado de sus cabras, saliendo con el forastero en dirección de una parte más elevada del monte, llamada <<Punta Corderina>>.

Mientras esto ocurría en las proximidades de Cambroncino, en la vertiente opuesta de Punta <<Corderina>>, como a 25 metros de la cumbre, una niña expósita, de dieciséis años, que estaba cuidando cabras, oyó la voz de un hombre, que la llamaba con la misma pretensión de cargar unas colmenas, preguntándola si no le daba miedo andar sola por aquellos montes; la chica contestó que no tenía miedo, porque estaba allí cerca su padre; con esta respuesta el hombre desapareció y no volvió a llamarla; pero esta chica no le vio, por estar el hombre entre el monte, por lo cual no se puede determinar si fue otro o fue él, el que se llevó a la desdichada Francisca.

Francisca Desaparece

Según calculan los chicos acompañantes de la niña asesinada, había pasado más de una hora, y viendo ellos que no regresaba la niña, sospecharon que el hombre la había robado, y decidieron buscarla, uno cruzó el monte, llegó a la <<Punta Corderina>>, llamado a gritos a Francisca; como no obtuvo contestación, llamó la atención de unos hombres que estaban haciendo carbón en lo hondo del valle, comunicándole sus sospechas; los carboneros le dijeron que volviera a lo alto y repitiera las voces llamando a la niña, y sino contestaba lo dijera y ellos subirían. Una vez en lo alto del monte los carboneros, apareció junto a la <<Punta Corderina>> el otro chico y dijo que acababa de ver en lo alto de otro escarpado cerro un hombre con gorra y un saco al hombro, que ganaba rápidamente la vertiente opuesta.

Los chicos y un carbonero fueron a Cambroncino y a Cambrón a dar parte a los padres de Francisca de su desaparición, enviando un hombre a la alquería de Calabazas, residencia del juez municipal de Caminomorisco, municipio formado por todas las alquerías formadas.

El juez municipal y varios hombres, guiados por los dos chicos, reconocieron todo el monte, hallando el cadáver de Francisca aproximadamente a las cinco horas de haber sido asesinada.

Se Encuentran el Cadáver Mutilado


El cadáver estaba de espalda, con la cabeza un poco inclinada a la izquierda; numerosos arañazos y equimosis en la cara y nariz indicaban haber sido fuertemente sujetada por detrás; la bocas abierta y llena de un pañuelo basto que las hurdanas usan al pecho, apretado tan fuertemente, que llegaba hasta la garganta y aun quedaba un gran trozo fuera, la niña murió asfixiada por esta brutal maniobra; tenía una gran herida en el lado derecho del cuello y otra más pequeña en el lado izquierdo, exactamente como las que practican los carniceros para degollar los cabritos, seccionando la yugular y la carótida; estas heridas fueron, indudablemente, practicadas para recoger la sangre, que el criminal o criminales vertieron en un vaso de porcelana, de un litro de cabida, que apareció a dos metros del cadáver, y en el que se advertía la huella de haber vaciado la sangre en algún otro recipiente.

Muerta la niña y recogida la sangre, desgarró el asesino las miserables ropitas que vestía la pobre hurdanita, realizando las crueles y macabras operaciones que siguen: seccionó los tejidos blandos en la parte alta del esternón, siguió cortando alrededor de los dos pechos hasta llegar al vientre bajo, separando un brazo, en forma de cruz, de la piel y todos los tejidos, hasta dejar al descubierto las vísceras de ambas cavidades, tórax y vientre. Este trozo del cadáver de la infeliz niña tiene 46 centímetros  de largo, 17 centímetros de ancho en la parte de los pechos y 17 centímetros de la tira larga.

Después, el salvaje asesino seccionó las costillas en su unión con el esternón, abrió el cadáver violentamente, fracturando las costillas cuarta y quinta del lado derecho y la quinta del izquierdo; cogió la traquea y el esófago, los seccionó y arrancó todas las vísceras del pecho y del vientre, colocándolo todo en un lecho de ramas de brezos y madroñeras; separó el corazón, los riñones, un trozo del pulmón izquierdo y parte del intestino delgado; todo esto, el trozo ya citado en forma de cruz y la sangre se lo llevó el asesino, dejando lo demás allí abandonado con el cadáver.

Los Trabajos del Juzgado

 
El inteligente y activo juez de instrucción de Hervas, D. Vidal Gil Tirado, recibió el parte del crimen a las cincuenta y dos horas de lo ocurrido, y una vez comunicado telegráficamente a la Audiencia se traslado al lugar del crimen, recorriendo a caballo y a pie 60 kilómetros que separa la capital del partido del monte de Cambroncino.

Cuatro días estuvo el señor Juez en las Hurdes recorriendo los términos municipales de Caminomorisco, Nuñomoral, Pinofranqueado, Casar de Palomero, y dando vista al de Ladrillar, andando por veredas de lobos y jabalíes.

Encontró el Sr. Gil Tirado cerca del cadáver dos panes de fabricación casera, a uno de los cuales le faltaba un pedazo, que debió ser el que el criminal daría a  Francisca para engañarla, pues ya hemos dicho que para los hurdanos el pan es un manjar exquisito que comen pocas veces. También le faltaba a los dos panes el redondel de corteza que tenía el sello que les ponen para distinguirlos; pero el señor juez pudo recoger los trozos de corteza de dichas marcas y ha reconstruido la marca que tenían.


Los Curanderos y <<el Tío del Unto>>

 
En toda la comarca hurdana ha producido una consternación enorme el salvaje crimen; una atroz impresión de miedo, de temor, recordando al <<Tío del unto>>, que según la tradición de esa zona, mataba a los niños para con la grasa hacer <<un unto>> que lo curaba todo.

El juez instructor de esta causa, estima que este crimen es un asesinato dirigido o aconsejado por un curandero, pues el trozo de piel y tejidos blandos que hemos citado es para usarlo a modo de bizma o reparo; la sangre sería probablemente para beberla el enfermo, y las vísceras, para preparar alguna macabra cataplasma o untura.

Las gentes de las Hurdes se animaron al ver entre ellas al juez de instrucción, y le manifestaban reconocidas su gratitud por sus trabajos. Estos han sido y están siendo incesantes; ha recojido pan de todos los pueblos en que se masa por aquellos contornos; ha telegrafiado a los juzgados colindantes y a la Guardia civil, y ha excitado el celo de todas las autoridades de la nación mediante edictos en la <<Gaceta>> y <<Boletines Oficiales>>.

Está buscando, por medio de los médicos y practicantes, un enfermo grave desahuciado, del pecho principalmente. Ha detenido a todos los curanderos de la región.

Supone el señor Gil Tirado que uno de los dos hombres que probablemente cometieron el crimen es parte interesada, por ser familia del enfermo, o de toda confianza de dicha familia, y el otro, autor material del salvaje hecho, mediante precio, es indudablemente matarife de oficio.

Desde luego la orientación del juez de Hervas nos parece acertada.[2]  



[1] Diario de Córdoba. Año LXXI. 22 de septiembre de 1920.
[2] La Libertad. Año II. Número 269. 14 de octubre de 1920.

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