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domingo, 9 de abril de 2017

Polonia Martín de la Leona. La bruja de Daimiel


El Inquisidor fiscal en el Tribunal de Toledo contra Polonia Martín de la Leona, que llaman la “Forastera”, vecina de Daimiel, sobre curaciones supersticiosas.

De las sumarias que se siguieron en aquel tribunal contra Manuela Gutiérrez y su marido Vicente Tarraga, y así mismo, contra María la “Cana” y su marido Francisco Chusque, por ser cómplices y perpetradores con esta reo de varias supersticiones.
María Gutiérrez declaró espontáneamente lo siguiente de esta reo: que encontrándose en gravísima necesidad esta testigo, y sabiendo por voz común que en Daimiel vivía esta reo y que tenía fama de hechicera no solo en Daimiel sino también en todos los lugares circunvecinos. Fue la deponente acompañada de Francisco Chusque y su mujer María la “Cana” hasta la casa de Polonia la “Forastera”.
Estando en casa de la detenida la testigo le pregunto, que remedio le podía dar para salir de la situación extrema de pobreza en la que se encontraba, contestándole la reo lo siguiente.

“Que tenían que coger un gato negro y cortarle la cabeza. Que la misma tenía que ser enterrada en tierra sagrada metiéndole en los ojos dos habas, y que una vez hecho esto, tenía que espolvorear el espacio del enterramiento con polvo de ara consagrada. Tendrán que ir todas las noches entre las doce y la una a regar la sepultura, y estando situados ante la misma, tenían que renegar con palabras formales y expresas de la Santísima Trinidad, Jesucristo, la Virgen María, de los santos y llamar al Demonio.
También tenían que coger un cuervo y meterle una sortija en la boca llevándole aun sitio apartado, desierto y dejándole allí. También le indico Polonia, que cogiesen un cuchillo y lo llevasen hasta la junta de cuatro caminos, y teniendo prevenida leña de cuatro términos, allí tendrían que cocer al cuervo y apartándose alguna distancia el que quedase se tendría que comer parte del pájaro y tirarle un trozo al demonio diciéndole toma, entrare y no me veras, te oiré y no me oirás, repitiéndolas cuatro o cinco veces cada noche; y que los huesos que quedasen los tenía que guardar.
La testigo añade, que la reo le dijo que cuando fuese a regar el tiesto se inclinase sobre él, dejando lo más cerca posible del mismo sus partes pudendas, y que entonces dijese al Demonio, tomad lo que ejecuto, haciendo esto durante tres noches.
También acusan a Polonia, de dar suerte para el juego, pidiendo a quién buscaba fortuna a través del mismo, que tendrían que llevarle una piedra imán para poder ganar, diciendo uno de los testigos, que de nada le sirvió lo de la piedra que le costo unos ocho reales.
Un familiar del Santo Oficio de la villa de Tembleque declara, que esta reo fue hasta dicha población a curar aun arriero de hechizos y que también andaba curando al Señor Corregidor de Malagon, lo que demuestra la fama de hechicera curandera que tiene Polonia por la zona. Se dio comisión para que el comisario de Romeral investigase las curaciones del arriero, indicando éste, que el arriero ya había muerto pero que se podía investigar y preguntar a su viuda. Preguntada ésta contesto: que por motivo de haber oído a una mujer natural de V. Rubia de que esta hechicera curaba bien, la trajo para que curase a su marido.
La reo le indicó que le mandaría una bebida desde Daimiel y que se la tendría quedar a su marido durante nueve noches seguida, y si durante este tiempo advertía algún género de copo blanco, eso sería buena señal, pero si lo que advertía fuese rojo o encendido, sería mala señal. La declarante le preguntó si aquella era enfermedad eran hechizos o no, respondiéndole la reo, que aquello ni se preguntaba ni se decía; aqunque reconoció que el Diablo que lo había hechizado era superior al suyo.  Cita esta declarante a Isidro Miñana quién fue quién la trajo de Daimiel, y que también fue el que trajo la bebida, pero que de nada sirvieron.
Que para curar al corregidor de Malagón, según cuenta un virtuoso religioso del convento de Piedrabuena de Almagro, esta reo mandó que llevasen a casa del corregidor un cuervo, unas culebras, unas ranas y un vencejo del agua. Que le había dado unos baños muy fétidos con agua en la que se había cocido nos cuernos de carnero, diciéndole la reo al corregidor, que estaba maleficado por una mujer de Malagón que se llama Catalina, y que el Diablo de esta era superior al suyo.
El religioso descalzo de Almagro le dijo al corregidor: que cuidase bien de proteger su alma, y que se untase con aceite de la lámpara del altar de San Antonio que él mismo le enviaría, que se confesase y que comulgase. El corregidor le contestó que estaba hechizado, diciéndole el religioso, que eso era señal de que no le querían bien algunas mujeres en Malagón, pero que todo lo cura Dios.
La reo visitó muchas veces al corregidor llevando de su particular botica miel virgen, y que no le pudo llevar unto humano por no tener en ese momento, pero que lo podría conseguir el sebo por otro lado. Dicho sebo humano le fue traído desde Madrid. 
El religioso de Almagro interesándose por el estado de salud del corregidor le preguntó que como estaba, indicándole en una carta, que pidiese con fe a San Antonio su curación y que no dejase de ponerse el aceite de la lámpara del altar de San Antonio y que no hiciese caso mujerzuelas.
El reo al ver que San Antonio no le daba la curación, pidió a la reo que viniese de nuevo hasta Malagón para curarle, llevándole en esta ocasión polvo de ara consagrada para que lo tomase en un vaso de agua. Coció en agua cuernos, pies y cabeza de un carnero negro, un pájaro llamado gaviota y una culebra, dándole de nuevo de nuevo un unte por todo el cuerpo. Que le maleficio se lo había dado una mujer de Malagón y que se lo había puesto en un lienzo que su mujer compró; y que por esta circunstancia cometa el corregidor, sospecha de Catalina de Nieves mujer de mala vida y fama. La reo le comentó, que para estar prevenido de maleficios, debería tener en su cabecera una cruz hecha de madera de moral. El corregidor le dijo si el crucifijo que tenía de Jesucristo le protegía de los maleficios, diciéndole la reo que no, que lo único que lo protegería sería la cruz hecha del corazón del moral. El corregidor para que su conciencia no se sintiese pecadora, decidió poner la cruz del moral bajo el altar de San Antonio de Papua y sacarla cuando terminase la misa. El religioso le dijo, que tirase inmediatamente aquella cruz y abrazase y venerase la verdadera cruz Cristo.
El corregidor contó a la hechicera de Daimiel lo ocurrido y esta le dijo: que esta cruz estaba aprobada por los señores de la Santa Inquisición de Llerena, y que la cruz de moral fue hallada en el sepulcro de nuestro Señor Jesucristo junto una oración, de la cual dijo, que era muy especial para curar los maleficios.
Esta reo para curar de maleficios a D. Pedro Oviedo, hizo matar un carnero  al lado de la cama del doliente, sacando la reo el corazón al animal y se lo puso al enfermo en el pescuezo, y le hizo ceñírselo con un pellejo de zorro durante mucho tiempo”.

Declaración de la reo
   
    Con fecha 12 de marzo compareció Polonia ante la Inquisición contando lo siguiente sobre las acusaciones vertidas por los testigos.
Dijo estar casada con Juan Sánchez, vecino de Daimiel, de oficio labrador y que no lo ejerce por estar ciego. Contó, que solo había salido de Daimiel algunos lugares vecinos a ejercer su oficio de comadre y a curar algunos enfermos. Que las enfermedades que les curaba eran dolores que los quedaban baldados y que le solían llamar reumatismo. Que había curado a D. Patricio de Encinas corregidor de Malagón: a una mujer en Ciudad Real llamada la “Cordelera”, aunque esta no sano. A D. Manuel Portocarrero, conventual de Calatrava que sanó, a D. Pedro de Oviedo y a un mozo labrador de Solana ambos difuntos.
Que estas curaciones las había hecho con un cocimiento en vino donde puse cabeza de carnero y sus manos, las yerbas mejorana, romero, almoraduz, caporieso, espliego, zamarrilla y eneldo y que en algunos había puesto tortugas. Que los vapores de este cocimiento los recibía el enfermo, quién se ponía tapado con una manta y su nariz lo más cerca posible de la olla para recibirlo y sudar con los mismos; y que algunos quedaban buenos. Si este remedio no les aprovechaba, le hacía meter en un basurero cubierto de estiércol y luego abrigarlos para que sudaran. Que estas curaciones siempre las había hecho delante del boticario de Daimiel a quién pedía las yerbas, y del médico D. Francisco Alegre. Que estas curaciones las hacía para poder mantener a su marido ciego.
Fue calificada al final del sumario por la Inquisición como una hechicera maléfica, supersticiosa, y que es una mujer que tiene pacto expreso con el demonio, blasfema heretical, y mujer sospechosa en la fe. INQUISICIÓN,3722,Exp.137
 



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