González de Silva: “El Empalador de Mérida
En este país llamado España cada
vez que alguien tiene que hablar de algún empalador importante, casi siempre se
recurre a los terroríficos movimientos del ya mítico y longevo en el tiempo,
príncipe de Valaquia , Vlad Tepes.
Nos gusta recrearnos contando las
durísimas y crueles atrocidades que Vlad cometía contra el ejercito otomano a
finales del siglo XV, cuando las milicias musulmanas intentaban y deseaban apoderarse de toda la
zona donde dicho personaje imponía su autoridad. Éste dignatario tan importante
para la zona de mentada, quedó perpetuado en el tiempo, gracias a los miles de
envaramientos y empalamientos desarrollados en su territorio con los que salvaguardaba y protegía la demarcación que
gobernaba.
Este artículo no pretende ser una
repetición permanente de lo que ya sabemos de tan glorioso y reputado
personaje, sino más bien todo lo contrario. Ya va siendo hora que los amantes
de la historia y del misterio documentado, comencemos hablar y a dar a conocer
a esos empaladores españoles, que se caracterizaron, como el príncipe de
Valaquía, por sus pavorosos y apocalípticos empalamientos.
Ya sabemos que toda nación que se
preste, intentará en todo momento contar sus hazañas y proezas más singulares
siempre desde un punto vista axiomático y positivo, descartando y desechando
todo lo que esté relacionado con la parte sucia e inmoral de sus crónicas.
España tuvo empaladores tan
sanguinarios como al que siempre recurrimos, Vlad Tepes, y uno de los más
sádicos y encarnizados fue Garci González de Silva: el empalador de Mérida.
El conquistador Garci González de
Silva, nacía en la ciudad extremeña de Mérida hacia 1546, era hijo de don
Lorenzo González y de doña Leonor de Silva. Con la protección de su tío materno,
don Pedro Maraver de Silva, muy joven, llegaba por primera vez al continente
americano interviniendo en la conquista.
Como su tío andaba tras El
Dorado, en 1568 regresaba a España con él para la solicitud de la invasión y
colonización de la "Nueva Extremadura", territorio hipotéticamente
enclavado en la parte sur-oriental de la provincia de Venezuela entre los ríos
Orinoco y la parte norte del Amazonas.
Este joven extremeño se caracterizó por lo siguiente:
“El cerro de los empalados en
Venezuela, debe su nombre a las macabras hazañas llevadas a cabo en dicho lugar
por el encomendero Garci González de Silva, quién se dedicó a «empalar» a los
aborígenes que le ofrecían resistencia a sus intentos de esclavizarlos. La
cruel práctica de empalar consistía en atravesar longitudinalmente a una
persona, por el recto, vagina, costado o boca, con una estaca previamente
clavada en el suelo con la punta hacia arriba, dejando a la víctima colgada
para que muriera lentamente. González de Silva, el empalador de Mérida,
encontró fuerte resistencia por parte de los indios Meregotos, y no encontró
mejor idea, que aquellos hombres, mujeres y niños que finalmente capturaba, los
mataba atravesando sus cuerpos con una afiladísima estaca y poniéndolos todos
juntos en el cerro que hoy se conoce como el cerro de los empalaos.
Para el Vlad Tepes extremeño, los
indios eran seres sin almas, no cristianos, y como tales, todo lo que contra
ellos se hiciese para doblegarlos ante los españoles, estaba bien visto ante
los ojos de Dios, ya que en un futuro pasarían a engrosar con su forzosa y
compulsiva conversión, los siempre “preciados y valiosos” intereses de la
monarquía y la Iglesia Católica.
González de Silva, no solo se
caracterizó por sus empalamientos, sino que además los cuerpos de los empalados
se los ofrecía como comida a la gran jauría de perros lebreles que les
acompañaban. Era muy normal salir a cazar indios con el solo fin de alimentar a
los canes, y de eso D. Bartolomé de las Casas dejó con su acusadora pluma, un
buen legado histórico de todas estas atrocidades cometidas por los
conquistadores españoles.
Espero que a partir de estos
momentos comencemos a contar con más frecuencia, las sangrientas y cruentas actuaciones de algunos empaladores
españoles, que están en el anonimato y que tienen tanta importancia o más que
el mismísimo Vlad Tepes, sobre todo para el ámbito y la dimensión del misterio
documentado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.