El duende Martinico
Inquisición de Toledo Mondejar año 1760
Delación voluntaria de María Teresa
Murillo, residente en Madrid, mujer de Alejandro de Villacorta, visitador
general de sisas reales y la dicha natural de Aragón y bautizada en Huesca.
Sobre un duende que había en el lugar de Mondejar en el Palacio que hay del
Marqués de Palacios de dicho lugar.
En el Santo Oficio de la Inquisición de
Corte a 16 de marzo del año 1760, estando en su audiencia de la mañana el señor
Inquisidor, José Atanasio, tomó declaración a la citada testigo quién dijo.
Que se llama María Teresa Murillo, de
estado casada, que vive en la calle
Angosta de los Peligros, frente a la angosta de San Bernardo, casas del
convento de Calatrava, cuarto bajo, y que es natural de Huesca, de 40 años poco
más o menos.
Que encontrándose sirviendo en una casa
en el año próximo pasado del 1759, María Medel, de 18 años de edad, de estado
doncella, natural del lugar de Mondejar le contó: Que por el invierno pasado y
a principio de dicho año, hablando con ella la declarante esta le dijo: que en
dicho lugar de Mondejar había un palacio en el que habita el mayordomo del
Marqués de Palacio, señor de dicho lugar. Que no sabe el nombre de dicho
mayordomo y que en una parte de dicho palacio, que no lo habita nadie, había y
se aparecía un duende. Que ella concurría con otras muchachas del lugar hasta un
número de 14 o 15 y que solo se acuerda de una de estas, que dijo se llamaba la
Senera, que estaba sirviendo aquí en Madrid. Que estando en el palacio,
llamaban a Martinico y se manifestaba un muchacho de diez a doce años vestido
de capuchino, con el cual jugaban dándole abrazos por detrás y no por delante
porque era feo, y que queriéndole ver los bajos, no lo permitía, diciendo era
demasiada curiosidad, pero que con ellas daba vueltas sin que nada se le viese.
Que preguntando la declarante a la dicha María Medel si la quería bien, le
respondió, hijo de mi corazón, así le viera yo y le daría un abrazo y un beso.
AHN. Legajo 92 exp. 10
Que también le dijo, que otras veces
bajaba Martinico por la escalera en forma de culebrón y, que le decían, que se
apartase, que en aquella forma les daba miedo, y que se subía y volvía
aparecérsele vestido fe fraile capuchino como antes, y entonces le decían, que
así lo querían. Que un día, concurrieron todas en el mismo lugar, y una de las
concurrentes, que era una pobrecita y por eso llevaba un jubón muy roto, le
dijeron a Martinico, mira esta pobre que jubón más roto tiene: que el dijo, se
lo diesen y, que habiéndose subido con el arriba, sin que viesen lo que hizo,
bajo muy compuesta y con el jubón bien remendado, de modo que un sastre no lo
podía haber hecho mejor. Que esto lo ejecutó prontamente.
Que queriendo ellas subir a los
cuartos, les salía al encuentro enbarazándolo, diciéndolas: que no fuesen tan
curiosas, que también las dijo, que las cosas de la cas se la haría como la
declarante deseara si ella quisiera. Que si ella quisiese ser rica, lo fuera
sin tener necesidad de servir, a lo que la declarante le dijo, pues si sabes el
modo hazme rica y a ella también. A lo que respondió, que sí, pero que tenía
miedo a una cosa que era la Inquisición, y que no quería porque dirían las
gentes que muchacha es y vaya con la mitra por las calles. Que también la dijo,
entre claro y confuso, que era menester negar a Dios y aun a su madre, aunque
esto no lo dijo por lo claro, y que a esto le respondió la declarante, anda que
eso todo son embustes, y que todo lo que ha contado a pasado entre las dos sin
que otra persona estuviese presente ni lo pudiese oír.
Que al presente no se acuerda de más
que declarar, pero que si se le ofreciese otra alguna cosa vendría a declararlo
a este Santo Oficio, y ahora añade, que diciendo la declarante, que si de lo
dicho que ejecutaba María Medel con las otras se confesaba, respondió, que si
pero que el confesor solo les decía que no fuera allí, y habiéndosele leído lo
declarado, dijo que estaba bien escrito y ella afirmaba todo lo escrito.
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